miércoles, 18 de diciembre de 2013

Sin aguinaldo

Marco Absalón Haro Sánchez


Cómo se te ocurrió a ti Aurelio chico de unos quince años acariciar los pies de Yolanda que no tendría más de dieciocho pues aprovechaste que te acomodaron para que pases la noche en el mismo lecho donde dormía junto al ama de casa que yacía enferma la cual era una señora entrada en años y todo porque no quedaban habitaciones disponibles en el enorme rancho familiar a donde te dieron posada los días de Navidad de cierto año y tú nunca imaginaste que alguna vez tendrías que compartir un lecho con una o más mujeres como en este caso y nada de esto intuiste cuando tu padre aireado contigo por no querer estudiar la secundaria te llevó a que le ayudes en las faenas agrícolas de las tierras que acabó de coger en la vía a Santo Domingo de los Tsáchilas provincia septentrional del Ecuador de Suramérica a dos o tres horas de Quito la capital y asimismo entre los terrenos de tu padre y los de don Antonio Moreno había dos o tres horas de camino a pie pero si ibas en carro era otra cosa y apenas se perdió en el horizonte el autobús en que llegaste junto a tus padres te estableciste en aquella montaña fría e inhóspita aunque por allí cruzaba la vía de comunicación entre las poblaciones que se levantaban a considerable distancia uniendo la Sierra con la Costa y a veces te quedabas semanas enteras en compañía de uno o dos peones que realizaban los desmontes y nuevas siembras cada cierto tiempo y cuando terminaba la jornada diaria se acercaban al arroyo de la quebrada para asearse o acarrear agua y luego en el rancho formaban el corrillo y merendaban los alimentos que tú los preparabas pues algo entendías del arte culinario porque tu madre te enseñó desde que ibas a la escuela primaria y todos daban buena cuenta mientras oían radionovelas como Kalimán el hombre increíble seguido de El Rayo de Plata el charro justiciero y luego Porfirio Cadena el ojo de vidrio que transmitían en la Radio Nacional Espejo y otras que ya no seguían porque se acostaban a descansar y al canto del gallo seguían rotando las colaboraciones con las actividades del rancho tanto como las agrícolas en medio de los negros surcos pero cuando te quedabas solo porque no te acompañaba peón alguno te tocaba cuidar de aves y mamíferos domésticos no obstante algunas tardes acudías a la hacienda ganadera donde trabajaba Carlos y vivía con su familia pero nunca visitaste el rancho de don Antonio Moreno porque doblaba la distancia aunque tanto tu padre como Carlos te hablaron algunas veces de él y ambos coincidían en que era una linda persona y tú les prometiste visitarlo algún día más temprano que tarde y la gente aseguraba que dicho personaje tenía tres hijas muy hermosas pero las malas lenguas advertían que tú frecuentabas la de Carlos por estar junto a María su hija cuya edad era semejante a la tuya y estaba creciendo como un botón de rosa morena y magra de carnes pues más de una vez te adentraste en la luz oscura de sus pupilas y sentiste una especie de cosquilleo que entonces no entendiste qué era eso pero una madrugada de domingo que se quedaron solos en casa porque sus padres salieron al pueblo tan sólo llegaste tus labios a los suyos sin besar aunque se tenían de las manos y no quedaste sin sentir las típicas mariposas en el vientre pero eso fue todo y luego de varias semanas llegarían los días de Navidad y tú no quisiste pasar solo en tu rancho y volcaste un saco de pienso en los comederos tanto como llenaste con agua varios recipientes que los distribuiste por el suelo del corral para que no les falte de nada a las aves que criaban allí y también echaste una generosa porción de maíz para las gallinas que andaban sueltas o dejaste gran cantidad de lavaza para el puerco y tomaste una muda de ropa y te lanzaste a la carretera porque calculabas que más o menos a medio día llegarías al rancho de don Antonio Moreno así como tenías claro que no volverías hasta dentro de dos días y luego de pasar frente a la hacienda donde trabajaba Carlos y que a simple vista te pareció que no había nadie seguiste el sendero hacia el lugar de destino pero al cabo del tiempo prescrito echaste de ver el imponente rancho que emergía del tapiz verdoso como un castillo de la edad media con su soberbio poderío y misterio y te acercaste todo lo que pudiste no sin antes proveerte de una vara larga y fuerte que arrancaste de un árbol pero te pareció insuficiente aquel tolete para luchar contra un enorme mastín que más parecía una pantera que gruñía con gran ferocidad mientras se acercaba a ti como un rayo pero tú fuiste más rápido que éste porque cuando llegó te pilló encaramado en un árbol fuera de su alcance y diste voces a ver si alguno del rancho te oía pero tuviste suerte porque te escucharon y se acercó hacia ti un muchacho de tu misma edad Ricardo quien te preguntó qué hacías ahí arriba y tú le comentaste lo del mastín y éste lo tuvo sujeto y te invitó a pasar mientras caminabas percibías los gratos efluvios de dulces y moliendas así como escuchaste un gran murmullo de voces y cuando clavaste tus pies en el umbral de la cocina muchos pares de ojos femeninos y masculinos te examinaron de pies a cabeza en tanto tú saludabas al grupo intentando ser todo lo cortés posible y te presentaron a un hombre que pasaba de la cincuentena de edad y te dijeron que era el jefe de familia don Antonio Moreno el amigo de tu padre y de Carlos que aún no conocías más que de oídas y este hombre había procreado dos varones que ya tenían mujer e hijos y el benjamín de la familia el muchacho que te salió a recibir pero antes de este último le nacieron tres buenas mozas una mejor que la otra que ya estaban en edad de casamiento y como era la víspera de Navidad se hallaban todos inmersos en los preparativos y las manos de hombres y mujeres elaboraban varios embutidos o empanadas y bocadillos propios de esas fiestas mientras el patriarca estaba a cargo del tonel de picante chicha de chontilla cuyo fermento lo repartía en sendos jarros a los presentes y se notaba por la verborrea que se extendió hasta la tarde y noche y aún avanzó hasta la madrugada cuando pusieron el tocadiscos a todo volumen y empezaron a bailar sin dejar de brindar por san gusto que viva la Navidad que viva la familia y también a ti te convidaron unas copas de aguardiente pero con dos o tres te emborrachaste y te quedaste tumbado y no te enteraste de nada más ni siquiera supiste que los hijos mayores del patriarca salieron de madrugada al pueblo y llevaron la consigna que a su regreso debían acercar más familiares pero cuando te fue pasando el mareo volviste en ti y no entendías qué pasaba con tu rostro y creíste que llevabas una máscara o algo parecido pegado a la piel pero cuando te miraste las uñas estaban pintadas con esmalte y corriste al baño a verte en el espejo entonces te enteraste que te habían pintarrajeado el rostro también y enseguida pediste a las muchachas que te lo quitaran y no lo hicieron sin antes reírse de buena gana la broma gastada en ti y pensaste en qué diría María si se enterara de lo que te han hecho y de seguro creíste que hubiese dicho bien hecho por andar tomando y traerla a la memoria fue como una premonición porque ese día se pasó sin mayores novedades que la visita de la aludida que venía acompañada de un hermano menor y de dos mujeres madre e hija respectivamente pero apenas pusieron sus pies en el patio Ricardo se adelantó para recibirlos porque era amigo de éstos también tú los saludaste y diste muestras de felicidad por la llegada de los tales aunque estabas un poco tenso cuando se saludaron no obstante hubo miradas de complicidad entre Yolanda y tú por lo que sentiste cierta quemazón en las orejas y no dudabas que era la aversión que sentía por ti el chico anfitrión o que María empezó a tener celos de ésta pero lo cierto fue que enseguida se hicieron buenas amigas a pesar de no haberse visto antes no obstante te inquietó la situación de Ricardo que aunque no era novio de ninguna tendría temor que te la levantaras y le dejaras sin su preferida pero tú creíste que éste se sentiría aliviado con la presencia de María ya que él tampoco dudaba en que algo habría entre los dos y por eso tenía el camino libre para soñar con su chica pero tú no hiciste caso de tales incertidumbres y continuaste compartiendo los momentos junto a toda la familia y los nuevos visitantes pero a media tarde arribaron los hijos del patriarca trayendo el encargo que era un buen grupo de gente y aumentó la alegría en gran manera pues se desarrollaron los típicos juegos de estas fiestas como la carrera de los ensacados la gallina ciega o el gallo enterrado la rotura de la piñata y otros hasta que llegó la hora de la cena que por cierto estuvo exquisita en medio de los felices integrantes del clan Moreno Arrabal y cuando acabó la misma se materializó en la escena Carlos que vino a por sus hijos y no pudo acompañar el festejo de la Navidad por tener que cuidar de la hacienda y las hijas del patriarca entregaron en sus manos una canasta con ricos manjares y aunque María quiso quedarse más tiempo su padre no lo permitió y se los llevó y enseguida volvieron a poner el tocadiscos a todo volumen y empezó de nuevo el baile con mayor alegría que la víspera y con mayor número de integrantes pero por lo que respecta a ti Aurelio entablaste una competencia sin límites con Ricardo por ganar el favor de Yolanda pues aunque había más chicas a ti te gustaba ésta y quien no tenía elección era tu rival porque las demás eran sus hermanas y tampoco ella se decidía por ti o por él y así pasó gran parte de la noche bailando alternadamente con los dos hasta que llegó la hora del fin al ser tan tarde y las chicas querían descansar y tú no bebiste una sola copa de aguardiente porque no quisiste que te aconteciera lo de la víspera y mientras las mujeres se acercaban a los dormitorios a ti te acomodaron en la misma habitación donde dormía el ama de casa enferma y junto a ella también Yolanda ya sea para bien o para mal tú todavía no estabas en edad de amanecerte bebiendo hasta las tantas como lo hizo el grueso de hombres que se encontraban en la fiesta así es que ibas a dormir al pie de las dos mujeres y luego de varios minutos en que se acalló el rumor de la gente que se acostaba y sólo se percibía el de los bebedores tú estabas inquieto por algo y empezaste a desear a Yolanda con todas tus fuerzas y en contados instantes tu mano empezó a reptar por el pie de la muchacha cuya piel te pareció de fina seda y avanzó tu mano por dentro de una de las mangas de los pantalones que llevaba y ésta ni se movió por eso entendiste que le estaba gustando el juego y le acariciabas cada vez más arriba pero con mucho tiento para no rozar a la barrera humana asimismo la prenda de la muchacha te lo impedía y no lograbas pasar de la rodilla pero en tu vientre algo empezó a crecer desmesuradamente acompañado de una sensación indescriptible mientras retiraste quedamente la mano del pie femenino y luego de contados instantes volviste a incursionar en el mismo pero para tu sorpresa ésta se hallaba desnuda y tragaste un litro de saliva mientras tu vientre era una roca cuando con las puntas de tus dedos rozabas unos labios de un animalito peludo que se escondía detrás de un lienzo en el centro de la muchacha y no podías alcanzarlo completamente aunque llevabas el brazo estirado y la muchacha se bajó todo lo que le permitió sin hacer movimientos bruscos que la hubieran delatado ante el ama que parecía roncar pero de pronto ésta se movió y te rozó fuertemente el brazo que lo quitaste en un santiamén y te creíste descubierto pero la barrera humana volvió a quedarse inmóvil con la cara hacia Yolanda sin embargo quisiste empezar de nuevo a auscultar el cuerpo de ésta que se había acurrucado hacia el rincón luego de colocarse los pantalones y qué querías Aurelio que la muchacha siguiera eternamente en la última posición que la dejaste pues nada haz cuenta que te quedaste sin aguinaldo aquella Navidad gracias a la barrera de carne y hueso.

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