miércoles, 1 de febrero de 2012

Coco Villa

 Nora Muñoz Fonseca


Instalados en el nuevo barrio y recién con cinco añitos cumplidos, la rubiecita engreída jugaba en la vereda de la casa tratando de seguir el ritmo de sus tres hermanos mayores, sin lograr integrarse al mismo compás de ellos, que ya andaban independientes haciendo locas carreras con los patines, por lo que la pequeña se sentía desplazada y esto la hacía rabiar a más no poder.  El llanto de aquella princesita no pasó desapercibido para el muchacho vecino de doce años, que cual caballero andante, se convirtió en su protector en esa ocasión.  Coco Villa era hijo del edecán del presidente, en ese entonces Manuel Prado.  Ella lo miraba con admiración viendo las piruetas que hacía con su bicicleta y la niña no olvidaría la sonrisa que acompañó las frases de consuelo que le prodigó en ese episodio que más tarde evocaría con gratitud.  Curiosamente, con los años, sucedió algo inexplicable, un sentimiento de rechazo por parte de ella, terminó contagiando aparentemente al muchacho y ya ni se miraban. En el barrio se oía decir que Coco era un malandrín, sus risotadas se oían a lo largo de toda la cuadra, la altisonancia de su voz, que él claramente usaba para hacerse notar más de la cuenta, caían como pedrada en ojo tuerto a la chiquilla y ya ella se acordaba muy poco de su gentil cercanía cuando era pequeña.  Entonces sucedía que él pasaba caminando, a lo Elvis Presley, por la acera de enfrente cuando ella con sus primorosos adolescentes años se sentaba en el pollo de la entrada de su casa acompañada de la abuela, para tomar el aire fresco del atardecer y mirar pasar a la gente, costumbre que se estilaba en aquella época en los meses de verano que era también el periodo de vacaciones escolares.

Un domingo de verano, la muchacha de trenza dorada, regresaba de la misa del brazo de su padre, quien orgulloso caminaba junto a su hija de trece años. Con mucha elegancia y sencillez llevaba puesto un hermoso y entallado vestido de corte princesa color melón que resaltaba su bella y fresca figura, calzando para completar el atuendo, unos zapatos estilo pompadour de cortito taco color manteca.  Ella era consciente que se sentía toda una belleza en flor.   Allí en la esquina estaba junto a otros muchachos el popular Coco Villa, conocido y reconocido en el barrio por revoltoso, mal hablado y rebelde y a quien ella le había cogido una ojeriza gratuita.  Un episodio habría de acontecer ese mediodía, algo que nunca olvidaría la chiquilla y que la hizo sentirse como una reina: fue cuando llegando a la esquina y debiendo pasar por en medio de tanta muchachada, Coco en un arrebato espontáneo y casi atrevido se sacó el enorme sombrero que acostumbraba usar para distinguirse de su entorno, desplegándolo justo bajo sus pies para que ella pasase por encima, pisándolo, en un gesto galante y por demás elocuente del impacto que la presencia de la muchacha le producía, logrando esbozar en ella y en su padre una sonrisa de aceptación por tan original galantería, que además le provocó un encantador, inocente y turbador rubor.  Ese día, la rubiecita experimentó una extraña y dulce sensación en su corazón que la hizo dudar si la aparente antipatía que hasta ese momento parecía tener hacia él, no era más bien un hermoso sentimiento que tenía miedo de dejar traslucir.

En ese tiempo se festejaban tres días seguidos los carnavales, lo que constituía una diversión a todo dar que nadie quería perderse.  Era costumbre aprovisionarse de los famosos globos de agua, con la que también llenaban los baldes siendo muy común salir a mojar a cuanto mortal apareciera pasando por la puerta de la casa, respetando eso sí a la gente mayor.  En la tarde, al bajar el sol, se usaba el chisguete de éter que olía riquísimo, y el talco para empolvar a la gente blanqueaba las ropas de los transeúntes, las serpentinas de colores con los mensajes de amor y de buenos deseos impresos se tiraban al aire y al caer adornaban los árboles y enroscaban a los caminantes.  En la noche del tercer día de carnaval se acostumbraba asistir a un baile, que generalmente se realizaba en casa de uno de los amigos o amigas del barrio, lo que resultaba siempre muy divertido, cada quien ostentaba un original disfraz, y el que no tenía como disfrazarse, se ponía una camisa lo más colorida posible y un collar de serpentina y ¡zas! se convertía en un hawaiano.  Lo importante era divertirse, el baile se animaba con los ritmos de la Sonora Matancera, cuya música giraba en los discos de “78” revoluciones y a esas fiestas por supuesto que la chica de trenzas doradas asistía en compañía de los tres guardianes que tenía por hermanos.

Era una tarde de carnavales de aquel verano, la rubiecita y su madre, disfrutando del ambiente festivo observaban a los transeúntes pasar y esquivar los motazos de talco que perseguían al más distraído, se escuchaba en el ambiente una canción de moda: “Escándalo” que cantaba Javier Solís, bolerista muy solicitado en aquella época y como nunca Coco transitaba por la misma vereda de la calle de la chiquilla rubia, ella tenía el pálpito que esa tarde se rompería el hielo pues eran ya varios años que no se hablaban.  Efectivamente él, con su caminar tan distintivo, aminoró el paso y atraído como por un imán se quedó al lado de ellas conversando con la madre y sonriéndole a la muchacha.  Ella no hallaba la forma de intervenir en la conversación, pero al percatarse que tenía en sus manos una bolsita de caramelos de perita, se los ofreció con un “¿quieres”? a quien le hacía latir el corazón con tanta fuerza.  Él aceptó con un “gracias” acompañando una sonrisa que derritió a la muchacha.  Desde ese momento, no había día que dejara de pararse en la puerta esperando que él pasase por la vereda de enfrente, haciéndole a ella una venia con la mano en su corazón y silbando siempre con su peculiar estilo la romántica canción “Nosotros”, cuya letra muy significativa retrata un amor imposible, lo cual no ha de haber estado lejos de la realidad, pues muchas cosas aparentemente los separaban a ambos, por lo pronto, lo celosos que eran los hermanos de la muchachita que ya habían puesto el parche antes que salga el chupo cuando en una ocasión uno de los hermanos pidió a Coco prestada su bicicleta y él aguardando pacientemente que se la devolviera, esperó un larguísimo rato hasta que por fin apareció el hermano y seguramente aliviado porque ya se vencía la hora de regresar a su casa Coco dijo una frase muy común en aquellos tiempos “…gracias cuñado”, queriendo sutilmente decir con eso “al fin regresaste”.  El hermano le contestó grotescamente murmurando algo ininteligible entre dientes, dándole entender que la tal palabrita “cuñado” no era muy bien recibida sino resultaba más bien un pecado imperdonable que pudiera haberse fijado en la hermanita. 

Un año más tarde Coco se convirtió en papá, su mujer no era del tipo de la rubiecita, pero tenía un porte muy especial, posiblemente dentro del barrio era una de las muchachas más admiradas.  A pesar de vivir muy cerca nunca se dio la ocasión de que ambas muchachas entablaran una amistad.  Coco tuvo dos hijos con ella, lo extraño era que él seguía viviendo en su casa, y ella en la suya.  Y él seguía silbando la misma canción cuando pasaba por la vereda de enfrente.  Algo de frustración debía de haber en ese corazón salvajemente hermoso, su rebeldía no cesó como no terminaron sus imprecaciones y una noche el hermano mayor de la rubiecita, regresando a su casa a voz en cuello como si se tratara de una novedad o que alguien se había sacado la lotería, exclamó a modo de primicia: “¿Saben quien se acaba de matar en la moto?”……COCO VILLA.  El corazón de la muchacha pareció paralizarse, no durmió esa noche y prefirió pasar todas las horas hasta que amaneció, pidiendo a Dios que no fuera verdad, clamando por su vida.  Como siempre la improvisación, el descuido y el irrespeto a la vida humana habían prevalecido y ni un solo cartel o señal de peligro se había colocado esa noche en el montículo de tierra que a la vuelta de la casa habían dejado irresponsablemente en una obra inconclusa en plena pista, ocasionando el fatal accidente que originó su prematura muerte.  Hoy, después de cuarenta y ocho años cuando viene el recuerdo de Coco Villa a su mente, ella se pregunta, ¿por qué no se dio un romance ya cantado entre ambos? ¿Cómo la vida de una persona puede truncarse a los veintitrés años? ¿Qué será de sus hijos? 

Por mucho tiempo, en el Cementerio Presbítero Maestro, alguien que en sus sueños lo tenía grabado, iba a visitar el Mausoleo de la familia Villa Pazos y se hacía presente con la lealtad de los sentimientos más puros que él despertara en su tierno corazón. La rubiecita de cabellos de oro jamás lo olvidará y ahora, con esa paz que a través del tiempo los años brindan, eleva una oración por el irrespetuoso malandrín que sin embargo fue todo un caballero con ella.

16 comentarios:

  1. Dear author, Fiction? or Non-fiction? A well written story, with a sad ending. Brought me back to my childhood and also made me think about how opportunities knocked at your door , you do not grab them and they pass by. Unfortunately it was an "impossible love".
    Congratulations on your second short story. I enjoyed it very much. Keep up the good writing.
    A friend from Vancouver, Canada

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  2. Mi querida Norita, te felicito sinceramente por esta dulce y tierna obra que nos remonta a aquel pasado que vivimos, los boleros, los tacos pompadour, los caramelos de perita,los boleros, los carnavales etc. etc. en un entorno de romance de aquella época entre una rubiecita y el famoso COCO que tuvo tan trágico fin pero que quedó para siempre en la mente y corazón de una niña mujer que nunca lo olvidará.
    Orgullosa de compartir con una escritora y gran amiga su obra, te dejo mi más sincera felicitación en un enorme y sincero abrazo.
    Bendiciones hermana querida

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    1. Muchas gracias por sus gentiles comentarios. Me alegro que les haya hecho rememorar épocas mágicas. Tengo que adivinar quien hizo el segundo comentario, pero aunque sea anónimo, agradezco sus cariñosas palabras.

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    2. Hola Norita, te felicito por este cuento que esta escrito con una hermoza y delicada exactitud de aquella epoca que vivimos, me apena que la verdad se sepa ahora, porque tu siempre fuiste la chica màs linda del barrio.Soy un amigo que estima y quiere a tu hermano Tito.
      RMM

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  3. Gran error no dejar constancia de mi presencia hermana querida, aquí contigo para dejarte otro abrazo y otro aplauso tu amiga y hermana...

    Queta

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  4. Querida Norita, ante todo celebro el cambio de rumbo a tus creaciones literarias. Al leer este hermso relato me he transportado a epocas lindas de nuestra bella Lima que ya no volvio a ser como entonces. Encantadores recuerdos y con ese toque como de suspenso que tienen las historias interesantes. Espero pronto otra produccion para ser publicada. Bravo Norita, sigue asi.
    Rochy con todo mi carino.

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    1. Quetita, tú puedes darme cátedra con tus hermosas poesías, yo solo estoy haciendo mis pininos

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  5. Estoy orgulloso de ti, madre mía. No dejes de escribir nunca porque lo haces muy bien. Te quiero infinitamente mucho.
    Pedro

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  6. Tía, acabo de leer tu cuento, me gustó mucho, sobre todo la trama, que asumo es autobiográfico...yo no soy de esa época, sin embargo, fue fácil imaginarme cómo sería a través de tu relato tan descriptivo y envolvente...te felicito tía. Bendiciones.

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  7. Tía, mi papa me pasó tus cuentos y te quería dejar una nota y felicitarte por Belinda y Coco Villa. He quedado gratamente sorprendida, escribes realmente muy lindo y tienes mucho talento. Continúa escribiendo, que como bien lo dice tu hijo Pedro, lo haces muy bien. Tu sobrina, Mónica.

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  8. Nuevamente felicitaciones Norita
    Me encantó leerlo, realmente te deja ese saborcito a antaño, y esa tristeza del amor que pudo y no fue.
    Espero con ansias el proximo...
    Besos
    Paty

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  9. Nora, felicidades por hacerme regresar a esos lindos momentos de mi juventud y a nuestros amores de barrio, soy luchó ramirez amigo de tu hermano tito y viví en varela buena suerte adelante con tu obra. Desde Usa

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  10. Norita, Me has hecho revivir tiempos magicos.
    No hay duda que eres CRA!

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  11. Norita:
    Te felicito nuevamente y te agradezco por deleitarnos con tan hermosa narrativa, la que además tiene la particularidad de transportanos a los años vividos con tanto realismo que su lectura nos atrapa hasta el final. Realmente fabuloso!!!!!,sigue produciendo que lo que te sobra es creatividad y gracias a Dios haz encontrado el camino......
    Tu hermana CRA.

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  12. Felicitaciones Norita, esta narrativa me gusta. Yo quisiera saber más de aquella "rubiecita".... me parece que la conozco.

    Bendiciones

    Edward García

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  13. Norita:

    Felicitaciones!! He Gozado cada frase de tu cuento, se empieza y no se puede dejar hasta terminarlo; que recuerdos tan lindos, los has descritos tal como eran.
    Sigue escribiendo, Norita, para disfrute de los que deseamos seguir leyendo tus cuentos.
    Una CRA.

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