lunes, 6 de enero de 2020

Anatolli


Marielena Delgado

Afuera nevaba, el viento frío de otoño levantaba las hojas de los árboles. Anatolli podía sentir la fuerza del aire al chocar con las ventanas en tanto un agradable olor a eucalipto proveniente del sistema automático de ambientación le ayudaba a controlar la tensión que las circunstancias le producían. Las paredes de su elegante oficina reflejaban tenuemente la calidez de la luz artificial. Respiró profundo mientras escuchaba.
—Anatolli, debes ejecutar este plan con todo cuidado, ¡no puede fallar!
—No te preocupes, Fédor, lo tengo todo cronometrado.
Fédor, el jefe de Anatolli y alto funcionario del Gobierno, responsable de los departamentos científicos; conocía bien la capacidad de Anatolli, quien ostentaba el cargo de director general del departamento científico y tecnológico de Ucrania, Anatolli es ingeniero en informática y pertenecía al grupo de los homo-optimus ¹, además personalmente le tenía mucho aprecio, sin embargo, la situación en ese momento era bastante delicada. Los robots Androides J-3050 habían sido diseñados con mucho esmero, poseían inclusive el sentido de la justicia y algo de intuición. Constituían el orgullo de sus creadores. Particularmente Anatolli, quien dirigió y elaboró el boceto de la «psiquis» robótica, se sentía muy comprometido y a la vez frustrado por el rumbo que las cosas iban tomando.
Los científicos desarrollaron el proyecto Kapersky hace siete años atrás en forma exitosa. Los robots fueron diseñados por categorías para las diferentes actividades a realizar, pero a todos se les dotó de ciertas facultades humanoides para facilitar su trato en convivencia con la sociedad, dicha característica, que un principio fue buena, con el pasar del tiempo, también se convirtió en un factor negativo, ya que hubo una marcada inconformidad entre ellos, empezaron a reunirse en forma clandestina y había claros indicios de que se tramaba un golpe a los humanos. Justamente se previó ese fenómeno, aunque no se lo esperaba tan pronto, para ello se planificó al mismo tiempo: Kapersky-2 que consideraba abortar el proyecto, es decir, desconectar a los robots. Este, constaba de dos alternativas: la primera sería un virus que terminaría inutilizándolos lentamente, pero, se desechó la misma porque causaría un caos social, ya que el público se acostumbró a verlos como parte de la comunidad, y la segunda más drástica, pero menos dramática, desconectarlos e inmediatamente retirarlos para siempre. Previamente hubo algunas reuniones entre los científicos creadores del programa y  las altas esferas gubernamentales que se hicieron presentes a través de los organismos de: bienestar social, de finanzas y otros; se dieron muchas fricciones por las consecuencias que estas medidas acarrearían,  los robots habían cumplido con su función de tareas múltiples como: guardianía, jardinería, limpieza, lavandería, mantenimiento; y  otros de mayor precisión como actividades de control en fábricas, oficinas, plantas hidráulicas, plantas eléctricas, en escuelas y albergues de menores. Se discutió sobre cómo se llenarían dichas vacantes de trabajo, el costo financiero, el impacto social entre otras consideraciones que ocasionaba el retirar la mano de obra robótica, se inflaría el presupuesto del Estado, se encarecería la vida, sin embargo, el peligro era eminente y todos coincidieron que lo más recomendable para el futuro de la humanidad, sería poner en ejecución el proyecto Kapersky-2 en su segunda alternativa y eliminarlos en forma definitiva.
Transcurrió más de un año en este proceso. Había un frío invierno en Ucrania y corrían los años dos mil cincuenta. En una hermosa y confortable casa vivían los científicos: Anatolli y su esposa Katia, de cuarenta y treinta y ocho años, ambos trabajaban en el proyecto del gobierno. Tenían dos hijos, Natalia de siete y León de cinco años. Por las múltiples ocupaciones de estos científicos, los niños pasaban mucho tiempo solos y se entretenían con la tecnología, sobre todo, Natalia, estaba absorta en su «mundo virtual» aislándose del entorno real. Su mejor amiga: Tina, su computadora personal.
A decir verdad, ellos no eran los únicos niños que estaban pasando por ese fenómeno, el exceso de conocimientos técnicos estaba preocupando a los progenitores de esta generación que les costaba lidiar con esa realidad abrumadora.
Eran los últimos días de febrero y empezaba a mejorar el rudo invierno. Una llamada de los padres de Katia anunciando su visita alegró el hogar de los Pávlov.
«Esto aliviará las tensiones de mi esposa y mis hijos estarán a gusto». Pensó Anatolli.
Al día siguiente Anatolli con su ordenador envió un vehículo autónomo a recoger a sus suegros al aeropuerto y Katia pidió licencia por quince días para quedarse en casa y atender a sus padres que venían de París, donde vivían.
Los niños estaban felices con su madre en casa y más aún con la llegada de sus abuelos, hubo un ambiente de mayor armonía en el hogar de los Pávlov. Ya no pasaban tanto tiempo con sus amigos «virtuales», estaban encantados con las historias y leyendas del siglo pasado que les relataban.
—Abuela, cuéntenos, ¿cómo es eso de los combustibles de origen fósil?
—Así, hijos míos, se extraía petróleo de donde se sacaba principalmente la gasolina, nafta, diésel, que era el combustible que hacía mover los vehículos. La contaminación ambiental alcanzó niveles peligrosos, por ello la humanidad se vio obligada a mejorar el medio ambiente, y se empezaron a utilizar los automóviles eléctricos, descongestionando la grave polución.
—Abuela, dinos, ¿cómo era tu escuela?, ¿qué juegos tenían?...
Mientras tanto, Anatolli centraba toda su atención en el más grande reto de su vida profesional. El proyecto había sido nominado para el premio «Mundo Robótico», se lo consideraba como plan piloto para otros países y su nombre aparecía en todas las revistas científicas. Ahora su rostro juvenil reflejaba consternación: el proyecto donde había plasmado toda su creatividad y sus conocimientos, se le venía abajo, lo peor de todo, es que estaba consciente de que aniquilar a los robots era la única alternativa.  Casi no había podido dormir y su espejo-ordenador le había dicho: «Te ves muy mal hoy y estás muy nervioso, tomate un té relajante».
Salió temprano de casa repasando mentalmente lo que debía hacer. Se puso las gafas-escudo para evitar que sus pensamientos sean leídos y se disponía a desconectar el cerebro principal de los robots androides J-3050. Si no lo hacía, pronto ellos tomarían el mando y someterían a la raza humana. Eran cinco científicos los encargados de coordinar el proyecto con mucho sigilo. Para no correr riesgos y evitar que se filtre la información, se mantuvo la ejecución bajo códigos secretos para no levantar sospechas.
Los edificios gubernamentales por fuera eran muy sobrios y hasta lúgubres, pero, por dentro su decoración era cálida y las oficinas despedían un aroma a lirios recién cortados y a chocolate caliente que despabilaban a los funcionarios cuando ingresaban al lugar.
Después de una serie de pasos y protocolos que logró ejecutar el equipo de científicos, ubicados en sitios estratégicos, se reportaron entre ellos como apoyo al trabajo a ejecutar, sin notar nada anormal. El jefe del proyecto, Anatolli, fue el delegado para apretar el botón que desconectaría la gran central de los androides J-3050, con mucho sigilo y casi sin respirar estiró el brazo para accionar el botón, cuando, ¡Paf!, sintió un golpe mortal en su cabeza, luego todo se le oscureció y no supo más.
Afuera las primeras lluvias de abril hacían brotar lirios y manzanillas, el paisaje se trasformaba del blanco resplandeciente al vívido verdor primaveral ucraniano.

¹ Un ser humano mejorado gracias a implantes cerebrales y una conexión orgánica a internet.

1 comentario:

  1. Anatoli es un relato de ciencia ficción, que todo adepto al género tiene que leer. Primero que nada hay que agradecer a la autora de este muy buen cuento, la bondad en el cuidado de la ortografía y el aspecto básico de una lectura fluida y entretenida. Es una idea muy bien explicada que la autora sabe cómo girar en momentos cruciales. La posibilidad de androides conviviendo con seres humanos es una idea que ha planteado el mundo de la literatura desde hace mucho, y que la autora de éste cuento corto, supo muy bien cómo captar. Muy buen escrito Mariaelena, espero sigas escribiendo así.

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