lunes, 7 de septiembre de 2015

La bella y la bestia

Frank Oviedo Carmona


Hace muchos años, en un reino, existió un príncipe, delgado, espigado, atractivo, inteligente y de buen corazón.  Vivía en un castillo con sus padres, su fiel amo de llaves y cuatro criados.  Este reino vivió en paz por muchos años.  El príncipe era admirado por su bondad y servicio al pueblo;  instruía a los hombres en el trabajo y se preocupaba por transmitir las buenas costumbres y tradiciones. Él no encontraba a la mujer de sus sueños.  A muchas princesas había conocido, pero ninguna cumplía los requisitos de lealtad, sinceridad y corazón puro como para compartir su vida con él.

Un día de primavera, cuando el sol brillaba y alumbraba todo el territorio, el príncipe decidió salir a cabalgar.

En el camino conoció a una joven princesa que se había perdido, él se presentó, le dijo que no temiera, que la llevaría y la dejaría cerca de su hogar; ella aceptó.  Se hicieron amigos, se frecuentaban y algunas veces salían a cabalgar. Lo que no le gustaba al príncipe era que muchas veces evadía preguntas sobre su familia. Pasado el tiempo se enamoraron, pero al príncipe no se le veía alegre como antes. En el pueblo se murmuraba que su novia lo tenía embrujado. Estuvieron juntos por unos meses. Había momentos, pasada la media noche, en los que la princesa desaparecía y no se sabía a dónde iba.

Un día, a media  noche, el príncipe la vio salir del castillo y esconderse detrás de una columna del patio, notó como su rostro comenzaba a transformarse, su vestido se desgarraba y cambiaba de color, la nariz le crecía y su mentón se alargaba; descubrió que ella, en realidad, era una bruja, por esta razón se iba sin decir nada, ya que por más de doce horas no podía permanecer con un disfraz de princesa.

Esta bruja venía de un reino lejano que había arruinado mediante sus hechizos, pretendía hacer lo mismo con el del príncipe. Desde niña tuvo el don de la magia y le gustaba el poder.

Al verla le increpó y echó del reino, al parecer la bruja solo lo mantenía un poco sedado porque para casarse él debía estar enamorado y no hay hechizo que funcione sin ello.

–¡Has logrado detenerme pero no te librarás de mi hechizo! Yo quería ser la reina, apoderarme del castillo y matar a tus padres. Todo lo has arruinado.

–¡Guardias, aprésenla!

Pero fue imposible detenerla.  Antes de irse por su propia voluntad, la bruja se vengó lanzándole un hechizo que lo transformó físicamente en una bestia.
El príncipe trató de detenerla subestimando su poder; cuando se dio cuenta era muy tarde, no pudo hacer nada para revertir el hechizo y cambiar su espantosa apariencia que lo hacía  irreconocible.

La bruja le advirtió que lo único que rompería el encantamiento sería que alguien se enamorara de él tal como estaba; pero dudaba que eso sucediera.
El príncipe pasó los años ocultándose en el castillo, solo salía a cazar, algunas veces  pensaba que nadie sería capaz de amar a una bestia tan horrible como él. A veces se sentía mejor y pensaba que quizás podía encontrar un amor verdadero. Mientras tanto, decidió quedarse con su fiel amo de llaves y dos criados para las labores domésticas. Les pidió a sus padres que fueran a otro lugar a vivir porque no soportaba que lo vieran con su nueva apariencia; ellos aceptaron debido a la insistencia de su hijo.

Cerca al castillo, en un pueblo pequeño, vivía un mercader que todas las mañanas salía a trabajar desde muy temprano hasta caer la noche ya que dos de sus hijas eran exigentes. 

La menor llamada Bella, era considerada rara por el pueblo por su afición a la lectura; tenía un rostro dulce, blanca como una porcelana, cabellera larga ensortijada color cobre y ojos verde esmeralda. Ella era cortejada por un cazador llamado Gastón al que no soportaba, ya que era vulgar y siempre estaba bebiendo; por ello, cuando él le propuso matrimonio,  lo rechazó. La segunda hermana era flaca como una caña curvada, de nariz puntiaguda y ojos salidos. La mayor, tenía la tez pálida de cabello largo y negro; hacía esfuerzos constantes por bajar de peso pero como no podía, usaba una faja que le ayudaban a colocarla sus dos hermanas para ceñirle la cintura. Por más que las dos hermanas mayores se arreglaban y usaban los mejores atuendos, no se veían atractivas. Quizás porque reflejaban la maldad. Cuando no estaba su padre, ellas maltrataban a Bella, que debía hacer todos los quehaceres de la casa, de lo contrario no le daban de comer y la amenazaban con llevarla al sótano, una mazmorra de cemento cerca de un desagüe donde las ratas paseaban como en su casa, ya antes la habían encerrado y Bella no quería volver a pasar por eso.

Cansada del maltrato huyó en dirección al bosque, dejando una nota escondida en el velador de su padre explicando la razón de su partida. Llevó consigo una capa color púrpura, una bolsa de frutos del bosque y panes de maíz.  

Bella caminó hasta que oscureció; en el trayecto, se hizo múltiples arañones por las espinas de las flores y también por tropezones y caídas;  cuando ya no pudo más, se  recostó bajo un árbol y durmió. Continuó así por varios días hasta que a lo lejos vio un castillo en una colina; tenía una gruesa muralla y tres torreones en diferentes alturas, quizás para divisar mejor lo que sucedía en el bosque. Estaba rodeado de árboles; un sendero largo de tierra con desniveles, la condujo hasta un portón con cerradura y manija color oro. Quiso pedir ayuda pero no  logró hacerlo ya que fue vencida por el cansancio y falta de líquido; cayó sobre las hierbas desmayada. En ese mismo instante la Bestia estaba saliendo a cazar al bosque y se sorprendió al ver a Bella; se acercó y notó que estaba inconsciente y con arañazos en todas partes del cuerpo. Trató de reanimarla,  pero en vista que no respondía, la cargó e ingresó con ella a su castillo para hacerlo allí  y curar sus heridas.

Bella se despertó asustada porque estaba en una habitación que no reconocía; había una cama amplia con edredón turquesa y grandes almohadas en tonos más bajos. Sobre la cama, había un dosel, que era una especie de techo para sostener las cortinas que quizás para dormir se cerraban. Ella estaba muda, quiso salir corriendo porque tenía miedo, pero pensó que mejor era quedarse ya que nada podía ser peor que estar con sus malvadas hermanas.

Minutos después entró a su habitación el amo de llaves.

–Madame, mi señor vendrá en unos momentos, por favor quédese recostada.

Bella nerviosa respondió con un movimiento de cabeza en señal de aceptación.
De pronto oyó pisadas fuertes y vio una sombra aproximarse a la puerta que estaba en frente de ella; no pudo creer lo que vieron sus ojos. Un ser con orejas grandes, nariz de león, bigotes tipo gato, pelo abundante, dorso delgado y en lugar de pies, tenía patas; estaba vestido de saco gris que le llegaba a la rodilla y botones plateados.

Ella retrocedió hacia la cabecera de la cama tratando de ocultarse.

–No tengas miedo, no te haré daño.

–¿Quién es usted? –preguntó asustada.

–Eso no es importante ahora, estabas desmayada, deshidratada, con rasguños por todos lados, con el vestido rasgado y llena de insectos por ello decidí traerte a mi castillo. 

–Gracias por su ayuda señor, no sabré cómo pagarle –seguía hablando con la voz temblorosa.

–No te preocupes por tus heridas, en unos momentos no tendrás nada.

–¡Así! ¿Y cómo sanarán?

–Cuando bajes por las escaleras, observarás que al final de ellas, hacia el lado izquierdo, hay una fuente de agua mágica;  ahí lavarás tus heridas. Por cierto, en el sofá, te he dejado un traje para que lo uses en la cena, que todos los días se sirve a las siete de la noche.

–Como usted diga señor  –tímidamente respondió.

La Bestia se retiró y Bella observó su habitación, se levantó de la cama, se  sirvió un vaso con agua y se acercó a ver su vestido; era de color ocre y largo, escote amplio y un collar con piedras del mismo tono del vestido. Había también una flor para su cabello.

Ella salió unos minutos antes de la habitación para dar una mirada al lugar y lavar sus heridas tal como le había dicho la bestia; al abrir la puerta se quedó sorprendida por lo hermoso del castillo; caminó unos metros y se encontró con una escalera en forma de media luna, pasamanos amplios de bronce, piso de mármol, arañas de cristal con luces cálidas, continuó bajando y al llegar al primer escalón, se percató que la esperaba el amo de llaves parado al costado de un jarrón adornado con flores variadas, para indicarle el lugar de la fuente, que estaba, junto a una pared de piedras grises; a los costados tenía unas plantas de hojas largas que crecían a su alrededor. Se sentó al borde y lavó sus heridas; ella quedó sorprendida que al instante desaparecieron. Luego regreso a su habitación para ponerse su vestido.

A la hora de la cena, el amo de llaves la condujo al comedor donde la esperaba  un banquete.  Había alimentos de todo tipo; carne asada, venado a la leña rodeado de hojas de parra, abundantes frutos del bosque, arándanos, ciruelas, manzanas rojas y verdes puestas en fuente de tres pisos. La mesa estaba adornada con candelabros de oro con velas blancas como la nieve, cada cierto tramo tenía flores rojas y de lo alto colgaba un candelabro de cristal celeste.

–Señor,  ¿voy a cenar sola en esta inmensa mesa llena de exquisiteces?

–No deseo que veas cómo ingiero mis alimentos.

–Hay hombres que tienen un aspecto agradable y guardan un corazón monstruoso.

La Bestia inesperadamente pidió a Bella que le conceda la mano,  sorprendida se negó y le aclaró que nunca se casaría con él.

Ella se  puso de pie,  le  dio las buenas noches y se retiró de la sala.

Pasaron varios días y la Bestia con deseos de disculparse, la llenó de regalos. Para cada cena, le entregó un vestido y joyas; también le mostró un cuarto con los mejores libros del mundo para que se entretuviera leyendo.

Los días pasaron y les dio confianza para conversar con tranquilidad en cada cena que se encontraban.

–Te pido perdón por lo ocurrido hace unos días en la cena, no debí pedirte matrimonio si recién te conozco.

–¿Por qué tiene tantas atenciones hacia  mí, si sabe que nunca le voy a amar?

–El amor no es una pasión ciega, estoy orgulloso de tener este sentimiento hacia ti Bella, de otorgarte mi amor puro, ¿quizás algún día me correspondas?

Bella  se quedó pensativa con una sonrisa.

Con ese traje celeste, pareces venida del cielo, se siente tan bien mirarte y estar cerca de ti.

Gracias señor, me siento halagada con sus palabras –lo dijo pausada.

¿Por qué motivo siento tu voz triste?

Lo siento señor, no puedo evitar dejar de pensar en mi padre, no sé cómo estará, solo quisiera que me permitieras  ir a verlo y  le prometo que volveré.

¡Bella! Te amo, tengo miedo que te marches y nunca más vuelvas;  yo moriría de dolor.

Ella lentamente se levantó del asiento, se acercó y lo abrazó de la cintura apoyando su rostro en su pecho de pelo suave como una seda,  sorprendido él tiernamente la abrazó; sus ojos le brillaban como si quisiera llorar de emoción.  

Ella  le dijo:

Cómo cree que voy a faltar a mi palabra y permitir que muera. Regresaré al cabo de una semana.

Anda, ve donde tu padre. Coge obsequios a tu gusto y llévale.

Se soltó lentamente de sus brazos y se marchó  de la habitación pensando lo alegre que se pondrá su padre al verla.

Luego se puso a escoger regalos, inclusive para sus hermanas.  Con ayuda del criado, ensilló un caballo, puso dos baúles con los obsequios, colgado uno de cada lado; subió al caballo vestida con una capa con capucha color rojo escarlata y emprendió el viaje.

Al llegar a su casa,  las hermanas la recibieron y quedaron viendo lo elegante  y hermosa que estaba. La segunda dijo que  parecía una princesa, la mayor la hizo callar, diciendo: No ves que trae abundante maquillaje, que no puede ni hablar porque se le raja la cara; ambas rieron. La mayor mencionó con ironía que como la ropa debía costar una fortuna, con seguridad la Bella cándida estaba con algún viejo rey.

Bella les dio un abrazo a sus hermanas, ellas la  hicieron pasar a la habitación de su padre donde se encontraba gravemente enfermo sin querer hablar con nadie, salvo con Bella.

Ella se acercó, se recostó a un lado de la cama y acarició su rostro,  pidiéndole perdón por haberse ido de esa forma y que lo hizo porque ya no soportaba más maltrato por parte de sus hermanas, pero que no importaba, ahora estaba junto a él y se quedaría unos días.

Su padre al escuchar su voz comenzó a despertar.

Bella, hija mía. ¡Estás aquí! Pensé que no te volvería a ver.

Padre, estoy bien y feliz de verlo.

Luego  le explicó  todo lo que había pasado en el bosque y le dijo que la Bestia era buena con ella, que la cuidaba y  le traía  obsequios cada día, a veces sentía como si fuera un hombre  de verdad y no una bestia porque le decía lindas palabras.  Aunque había pasado por momentos de angustia debido al temor que sentía por su aspecto.

Padre, le pido consejo; salí feliz de saber que te vería, pero al alejarme del castillo se acongojó mi corazón  y me puse triste de dejar sola a la Bestia; me siento confundida.  Creo que me he enamorado.

Hija, ya sé de quién me hablas, la Bestia fue un príncipe querido y honrado por su pueblo pero fue encantado, por eso tiene ese aspecto.

–¡No puede ser padre, quién sería capaz de hacerle daño a un príncipe tan bueno como usted dice!

Eso ya no importa hija, han pasado muchos años y nada se ha podido hacer para revertir el encantamiento. Te aconsejo que actúes con cautela y según dicte tu corazón, si deseas quedarte a vivir con la Bestia y lo amas, serás feliz; o si prefieres, puedes volver a esta casa donde tus hermanas te seguirán maltratando. Perdóname tú por no haberme dado cuenta; quiero que seas feliz, yo no estaré para disfrutar tu felicidad, me queda poco tiempo.

Padre no diga eso, que se pondrá bien.

Tomó de la mano a Bella y cerró los ojos.

Bella lloró abrazando fuerte a su padre, llamando a sus hermanas. Le dio un beso en la frente y salió de la habitación, rumbo a la sala.

El padre de Bella sabía que se podía revertir el hechizo de la Bestia; y era con un amor verdadero, pero no podía decirle eso a Bella, debía dejar que todo siga su rumbo. Él conocía el corazón de su amada hija y sabía que estaba enamorada. 

En otro lugar del pueblo, Gastón motivado por sus amigos que ya se habían enterado que Bella vivía con una Bestia en un castillo del bosque y que había venido a ver a su padre; decidió armar un plan e ir en busca de ella. No permitiría que un ser tan horrendo le quitara a quien sería su novia.

Bella decidió regresar al castillo antes de lo previsto y  decirle a la Bestia  que lo amaba y que aceptaría ser su esposa; por otro lado, aún seguía triste por la muerte de su padre.

Mientras tanto, la Bestia se encontraba sentada en una de las torres de su castillo sin probar alimentos, cuando de pronto vio llegar a Bella en su caballo, bajó rápidamente. Bella entró corriendo y la Bestia ya se encontraba abajo.

¡Señor! ¡Señor! Ya estoy aquí he vuelto –gritando lo decía.

Pensé que no volverías aun así te seguiría esperando.

No diga eso señor, jamás pensé que lo extrañaría, quiero decirle...

Cuando Bella le iba a decir que lo amaba, Gastón, que la había seguido, gritó  apuntándole con un arma: ¡No por mucho tiempo estarás con la Bestia! Seguidamente, disparó; Bella gritó que no lo  hiciera y  cubrió a la Bestia con su cuerpo.  Quedó  herida de muerte.

Gastón sin saber que hacer  huyó con sus amigos.

¡Nooo! ¡No te mueras mi amada Bella! –la Bestia dio un grito que se escuchó en todo el reino.

Con lágrimas en los ojos cargó a Bella que estaba completamente ensangrentada, la llevó a la fuente de agua mágica y la sumergió por largo rato esperando que Bella resucitara, hasta que se dio por vencido y se sentó a un costado de la fuente, cabizbajo sin hacer nada. Cuando de pronto Bella comenzó a emerger de la fuente, la Bestia la ayudó a salir y ella lo abrazó y le  dijo:

Te amo, quiero estar siempre a tu lado, no importa tu aspecto –fuertemente lo abrazó.

Mientras lo decía, comenzó a desprenderse partes de su cuerpo hasta que volvió a ser el bello príncipe.

–¡Bella, mi amada, tu amor sincero me ha liberado! Contigo mi pasado quedo atrás, ¿aceptas casarte conmigo?

Bella lo miró a los ojos, observó que la Bestia ya no existía, en su lugar se encontraba un espigado príncipe de ojos azules.

–¡Sí!, claro que sí, acepto.

Se abrazaron largo rato.

El reino volvió a tener paz.  Tuvieron  tres hijos y fueron felices para siempre. 

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