viernes, 1 de noviembre de 2013

Sueños o pesadillas

Mizards Seta


La tumba estaba iluminada con una antorcha y el horrible ruido del sarcófago descorriéndose hacia eco entre las antiguas paredes de piedra, su madre había tenido una dura pelea con otra mujer que yacía muerta a los pies de la efigie de la Diosa Sekhmet, o al menos eso parecía.
Mal herida, su madre caminó con gran dificultad hasta el sarcófago, sobre el que  trazó con su propia sangre un símbolo sobre la cubierta de oro, bajo la cual se pudo escuchar un grito de furia que de inmediato se silenció dejando de moverse, mientras las paredes de la tumba comenzaban a caer hechas mil pedazos a su alrededor.
La niña de negros cabellos y ojos claros como el cielo estaba paralizada frente a tal espectáculo, había llegado hasta el lugar sin necesidad de luz que la guiara, de alguna forma sabía que debía estar allí.
-       ¡Huye! -gritó su madre con sus últimas fuerzas.
-       Corre, ya tendremos una nueva oportunidad -dijo una voz conocida, pero no logro identificar a su dueño.
Entre gritos de suplica y lágrimas, Bastet despertó una vez más, siempre el mismo sueño y después nada, sin importar cuanto esfuerzo hiciera lo único que recordaba era su sueño o más bien su pesadilla.
Después de la misteriosa muerte de su madre en el derrumbe de la tumba  que su padre excavaba, ella había estado un año sin hablar internada en un hospital, acompañada únicamente por su gato y su amigo imaginario en las largas noches en el psiquiátrico inundadas por ruidos de pies que se arrastran y los gritos desesperados de otros desafortunados como ella encerrados en aquel lugar. En aquellas noches de terror durante las cuales pasaba pensando qué sucedería si quien golpeaba su puerta y gemía lastimeramente lograba abrirla,  su amigo imaginario le  hablaba de los secretos que se ocultaban tras las estrellas, sin importarle que ella no pudiera responderle más que con la expresión de su rostro. También le contaba de deberes por cumplir, de misiones inconclusas, de un hogar al cual volver, esa era la parte que más le agradaba y cuando estaba triste durante el día se animaba pensado en qué se sentiría tener un hogar donde ir.
El día que logró volver a hablar, su padre la interrogó duramente preguntándole qué había sucedido y ella le relató aquella pesadilla que la perseguía, su padre desilusionado movió la cabeza como si la última esperanza hubiera desaparecido.
Se alejó de ella profundamente decepcionado, pensando que jamás recuperaría la cordura, pero el médico a cargo de su caso y amigo de la familia, le recomendó llevarla a casa porque aquel no era lugar para una niña aunque estuviera enferma, su padre accedió a sacarla del lugar. Fue así que el resto de su infancia y adolescencia los pasó internada en la mejor escuela del continente, en muy pocas oportunidades volvió a ver a su padre durante esos años y jamás volvieron a hablar sobre qué había ocurrido aquella noche en esa tumba maldita, pues era lo único que delataba su anormalidad.
Después de largos años de estudios, aquel día era su ceremonia de titulación, por fin, luego de siete años en una carrera que solo seguían hombres, sus esfuerzos rendían fruto. No estaba entre los mejores de su grupo, pero tampoco estaba entre los peores.
Carecía de amigos, no al menos humanos, tan solo conocidos, los muchachos y muchachas de su edad la miraban con extrañeza y hasta cierto temor. En realidad eso era mentira, sí tenia un amigo, su gran amigo de toda la vida, Khepri, el último regalo que recibiera de manos de su madre seguía a su lado, aunque ya había sobrepasado considerablemente la vida promedio de cualquier gato, y contaba con la inestimable amistad de su maestro y guía, el sabio doctor Uremus quien, desde que había sido su maestro en  ritos antiguos, la había tomado como ayudante y tesista.
Él reemplazaría ese día a su padre Ian y a Vitorio, quienes estaban demasiado ocupados con su trabajo desenterrando los viejos dolores enterrados en aquella tumba, la cual les había quitado a su madre  y ahora Ian pretendía terminar con su trabajo de descubrimiento y, con alguna suerte, localizar el cuerpo de su gran amor para darle honorable sepultura. Por esta causa le había informado que no estaría en su ceremonia de titulación, pero que cuando se hubiera desocupado podía viajar hasta aquellas tierras, porque le tenía una excelente sorpresa.
La graduación resultó igual que todas las ceremonias a las cuales había asistido a lo largo de su vida, extraordinariamente aburrida, pero ya tenía su diploma y, mientras sus compañeros salían ataviados con sus mejores galas a la fiesta de celebración, ella salía con sus maletas y la canasta de viaje de Khepri en dirección al puerto para abordar el barco que la llevaría hasta la tumba donde se encontraba su madre.
El viaje la tenía más ansiosa de lo que ella misma había supuesto, su corazón no bajó su frecuencia hasta que estuvo en la cubierta del barco en altamar, el pesado y mal olor de la ciudad se desvaneció en el aroma salino y puro del océano abierto. Hacía tiempo que no dormía bien, no conciliaba el sueño hasta pasada la media noche, pero su primera noche de viaje, así como las que le siguieron, al compás del arrullo de las olas cayó bajo un sueño del cual no despertaba sino con el primer rayo de sol y con la ayuda de Khepri. La realidad era que no quería despertar y perder a Thot, su querido amigo imaginario quien la había acompañado en su larga estancia en el psiquiátrico y que había crecido como ella para volver nuevamente a acompañarla en sus sueños.
Se encontraban en un lugar donde la luz abundaba y el horizonte estaba enmarcado de estrellas titilando al ritmo de la sinfonía del universo, el aire era liviano, con aroma a incienso y parecía que, si decidía intentarlo, podría volar, sin embargo, estaba sentada sobre una gran pared de algo parecido a  palacio que dominaba un campo lleno de vida y aguas danzantes.
-        Cuando nadie supo decirme donde estabas, supuse que estarías aquí,  cuando llegue Khepri y Sekhmet me confirmarán la noticia –dijo una voz con algo de tristeza– pero ya había escuchado la resolución en voz de los heraldos en las calles.
-        La merezco –respondió ella– pero no estoy de acuerdo con que Khepri y Sekhmet vengan conmigo, esos dos son unos tercos.
-        Yo no creo que lo merezcas, pero ellos van porque no te abandonarán y lo sabes, ustedes tres han pasado por mucho y todos fuimos traicionados por Apofis
–respondió el hombre.
-        Cuando me pidió una oportunidad y falló, fue su culpa, cuando pidió una nueva oportunidad y volvió a fallar fue mi culpa, claro que merezco ir en su busca al mundo de Kemet, nadie más que yo tuvo la culpa que esto sucediera.
-        Apofis era tu amigo, se aprovechó de eso, Anubis lo sabe, te conoce y sabe que puede confiar en ti.
-        Ya me lo ha dicho, igual que tú Thot, piensa que soy una niña que nunca madurará
–respondió Bastet mientras una solitaria lágrima caía por su felino rostro.
-        Ambos pensamos que siempre serás un poco niña, no por inmadura mi dulce gatita
–dijo Thot abrazándola fuertemente– es solo que tu corazón, a pesar de los años y las malas experiencias, sigue siendo inocente, siempre crees que puedes hacer más por los otros de lo que realmente está en tu mano. 
-        Me harás falta del otro lado, aun así preferiría ir sola –respondió Bastet acurrucándose en el abrazo de Thot.
-        Aunque el transito al otro lado es complicado recuerda, siempre que me necesites estaré a tu lado, me lo permitan o no.
La sensación era tan encantadora que no quería perderla, no quería soltarse de aquel abrazo, pero el amanecer llegaba cada día y la traía de vuelta de sus sueños. Despertaba con la sensación de una gran soledad, todas las mañanas tomaba a Khepri entre sus brazos y él le ronroneaba consoladoramente, sin moverse de su lado hasta que ella se sentía mejor.
Así los días la fueron acercando a su destino en medio del desierto bajo un sol incandescente, hasta llegar al final de su viaje un campamento en medio de la nada lleno de pacientes trabajadores y los ayudantes de su padre, quien no estaba en el lugar, pero que llegaría en pocos días según le conto Vitorio, secretario y mano derecha de su él.
Como siempre, su progenitor no demostraba gran interés por verla y ella se sentía culpable de no sentir interés en verlo, solo iba porque era su única familia, se suponía que debía quererlo y no era así.
Para su sorpresa no debió esperar mucho, la misma noche que ella llegaba, una caravana de tres camellos llegó, en uno de ellos venía su padre; en otra, una joven que parecía ser menor que ella y una mujer de edad aproximada a la de su padre, ya suponía que la sorpresa sobre la que le habían escrito era que tenía esposa nueva.
Tan educado como siempre, después de ayudar a descender a las  damas de sus monturas saludó a su hija y le reveló el gran secreto, se acababa de casar, cuestión que no la sorprendió, sí le sorprendió enterarse que la chica quien había pensado su hermana política era la nueva esposa de su padre y la señora Elanor era su dama de compañía. Vitorio le comentó más tarde que todos ellos habían tenido la misma sensación tras las presentaciones, sorpresa era una forma de describirla.
-     Un placer en conocerte –le habló cariñosamente la joven– Ian me ha hablado mucho de ti.
-     Eso es difícil de creer –respondió Bastet mirando a su padre mientras sostenía a Khepri fuertemente, ya que se había puesto furioso con la cercanía de aquellas mujeres.
-     Como puedes ver querida, tal como te dije, nuestra relación no es la mejor.
-     No tienes de qué preocuparte, yo los ayudaré, desde pequeña desee casarme con una hombre maravilloso como tú y tener muchos hijos, y ya ves, tengo una linda hija de quien presumir.
-     No lo creo –habló Bastet mientras se retiraba– yo hace años dejé de necesitar una madre o un padre, así que a mí no me incluyan en sus planes, sólo vine aquí para ver esa tumba abierta, recuperar los restos de mi madre y darles sepultura, buenas noches.
-     Discúlpala, siempre le di más atención a las ruinas que a ella, pero con nuestros hijos no cometeré el mismo error.
Era cierto, la relación entre ambos nunca fue buena, de hecho ni siquiera le interesaba lo que su padre hiciera con su vida, ni su trabajo, sin embargo aquella mujer con la que se había casado y su dama de compañía no le agradaban para nada, pero no importaba, ellas no salían en todo el día de la tienda, lo cual le evitaba la molestia de verlas, seguía con la idea de que la nueva esposa de su padre le era conocida,  y solo estaría ahí hasta que la cámara principal estuviera abierta y los restos de su madre fueran enterrados, después de eso, cada uno podría seguir su camino.
Los días transcurrieron calurosos, largos y aburridos. Bastet sabía más de la vida de los trabajadores y los ayudantes de su padre, sobre todo de los más antiguos, de lo que sabía y deseaba saber de quien le había dado la vida, si tan solo no se sintiera tan mal por su propia falta de interés, aunque Vitorio desde pequeña le decía que el estar unido por sangre a una persona no implicaba obligación de quererla, especialmente si esa persona no demostraba cariño por uno.
En realidad Vitorio había sido lo más parecido a un  padre que Bastet había tenido, era él quien iba al siquiátrico a verla para las fechas importantes, al internado incluyendo las veces cuando estaba enferma, las ceremonias colegiales, de hecho era él quien iría a su de graduación, pero su padre no lo permitió porque lo necesitaba en el campamento durante el tiempo que él estaría fuera.
Una noche más caía en el desierto, pero según el equipo de investigación se podría hacer ingreso a la cámara principal de la tumba al día siguiente a medio día, cuando los últimos pilares de madera estuvieran ajustados para sostener las paredes del lugar, ya habían encontrado los restos de la madre de Bastet y los había retirado inmediatamente, solo había que esperar un poco más para darle un entierro digno.
- ¿Solo encontraron sus restos? - pregunto a Vitorio extrañada-  deberían haber dos cuerpos además del de la momia.
El frío mayor de lo normal en una noche en el desierto no la dejaban dormir, ese frío nocturno le traían malos recuerdos, en la eterna compañía de Khepri salió a caminar en la oscuridad envuelta en una manta, sus pasos la guiaron a la fogata, donde los guardias calentaban sus manos, a su llegada la conversación se animó y las risas comenzaron a elevarse en el silencio de la noche, cuando estas fueron quebradas por un grito de terror.
Con sus armas cargadas, los guardias corrieron al lugar del que había escapado aquel alarido para encontrar a uno de ellos o, mejor dicho, lo que quedaba de uno de ellos sin una gota de sangre en el cuerpo.
Bastet miró con horror aquel cadáver, el aire estaba impregnado de pobredumbre, le ordenaron que se fuera con las mujeres, pero no obedeció, no era capaz de moverse, sin embargo, los disparos y gritos a su alrededor la sacaron de su letargo, alguien la jalaba de la mano obligándola a correr en la oscuridad, que era cuando mejor lograba ver. Pudo darse cuenta que era Vitorio quien corría jalándola con desesperación junto a algunos otros hombres del campamento, pero aquello que los perseguía dio un salto desproporcionado y cayó atravesando el cielo nocturno frente a ellos.
Vitorio levantó su arma y comenzó a disparar en contra de aquella cosa envuelta en andrajosos vendajes, los hombres que corrían junto a ellos empezaron a rodearla.
Con espanto vio como las balas no le hacían daño alguno y arrojaba a quienes trataban de defenderla como si fueran simples muñecos. Por extraño que pareciera, Khepri estaba aún con ella montado sobre su hombro, listo para saltar sobre aquella criatura de pesadilla como si él pudiera hacer algo.
-        ¡Expúlsalo!, aún no tienes fuerzas suficientes para enfrentarlo.
-        ¿Qué?
-        Bastet, ese monstruo los matará a todos si no haces algo, reacciona.
-        ¿Qué hago? – gritaba desesperada sin saber de dónde venían tales consejos.
-        ¡Expúlsalo! 
-        Mira la cara de tu destrucción – gritó Bastet tomando a Khepri en sus manos y sosteniéndolo frente al monstruo, en tanto el gato gruñía con furia y lanzaba zarpazos al aire tratando de parecer un peligro.
-        Bastet – pereció decir la voz gutural más parecida a un gruñido de la momia, que de un salto desapareció en la oscuridad de la noche, mientras a la joven se le doblaban las piernas y caía sobre la arena en la oscuridad de la noche.
-        Funcionó, no son las palabras adecuadas, ni el idioma que esperaba escuchar, pero funcionó –maulló Khepri sentándose frente a Bastet.
-        ¿Puedes hablar?
-        Claro que sí.
-        ¿Desde cuando?
-        Desde siempre, es solo que en pocas oportunidades me escuchas.
El amanecer encontró un campamento semidestruido, dos desaparecidos, cinco muertos, seis heridos y quince atemorizados habitantes.  El padre de Bastet contaba entre los heridos, estaba inconsciente y un mensajero había viajado a la ciudad más próxima en busca de ayuda, mientras Vitorio trataba de poner orden en el lugar. Sin embargo, este solo se restableció cuando Bastet salió de la tienda seguida de Khepri, observada casi con veneración por los sobrevivientes caminó entre los hombres hasta donde estaban los heridos para intentar ayudar en algo.
Cuando puso el primer pie fuera de su tienda, la mujer tuvo la sensación de que todas las miradas se clavaban en ella, pero no con temor como esperaba, sino con extraordinario respeto.
-        Querida niña mía, anoche no tuve la oportunidad de agradecerte, ni ninguno de ellos por lo que hiciste –la saludó Vitorio con un apretado abrazo y emocionada voz– aunque aún no se cómo lo lograste.
-        Yo tampoco lo sé, pero lo que sea no fue intencional, ni siquiera creí que funcionara – respondió Bastet algo incomoda.
-        Mi niña, eso no importa ahora –le respondió el anciano haciéndola entrar a la improvisada enfermería– lo importante es saber qué vimos anoche y me temo que no hay una explicación científica para ello, solo puedo culpar a la maldición de esta tumba.
-        “El hombre sin nombre no debe vivir otra vez” -repitió Bastet la advertencia de la entrada a la tumba escrita en el viejo idioma- “Aquel que lo libere conocerá la furia de Khepri, Bastet y el abrazo de Sekhmet”
Poco antes de que la ayuda llegara, Ian recuperó el sentido y reclamó a Vitorio por no haber salvado al amor de su vida de aquella cosa que de seguro la tenía en sus manos. No paró de exigir explicaciones de por qué no había protegido a su esposa en vez de a Bastet, hasta cuándo aquella chiquilla le quitaría todo lo amado por él, sin importarle que ella estaba ahí escuchando.
-        No quiso decir eso –habló Vitorio con voz triste cuando Ian ya era atendido y sedado por el médico que acompañaba a la policía, quienes habían llegado al lugar.
-        Sí lo quiso decir, siempre ha pensado que yo cause la muerte de mamá. Jamás me creyó que ella luchó con alguien quien deseaba sacar esa cosa de su sarcófago.
-        Debes reconocerlo, es difícil creer algo así salvo que lo veas en persona…pero cuando se reponga del terror y hagan efecto las medicinas, verás que se disculpa.
-        No se disculpará, porque se volverá a enfadar cuando sepa que esa, a quien llama esposa, es la misma que mató a su primera mujer.
-        ¡Por Dios!, ¿de qué hablas?
-        De los no muertos que caminan nuevamente entre nosotros y no digas que es imposible, porque este desastre fue causado por uno de ellos desesperado por alimentarse.
-        ¿Qué haremos?
-        Ir a la ciudad, nuestra gente necesita ayuda.
La primera noche en la ciudad, después del ajetreo que significo el viaje, el interrogatorio de la policía y el hospital trajo un incomodo silencio entre Khepri y Bastet. Después que ella lo echara de su habitación, el gato trepó a la ventana, era mejor darle tiempo para que las cosas se ordenaran en su cabeza, Apofis no vendría por ella,  aún estaba débil.
Claro, suponiendo que su cerebro estuviera entumecido después de siglos encerrado bajo el sello de Bastet, él esperaba no se hubiera dado cuenta de su error, fue expulsado más por su propio miedo que por las palabras sin sentido dichas en un idioma tan nuevo el cual ni siquiera las debió entender, pero por las dudas haría guardia.
Bastet se quedó dormida, nuevamente soñó con aquel lugar donde la luz abundaba y el horizonte estaba enmarcado de estrellas titilando al ritmo de la sinfonía del universo.  Al despertar la sensación de aquel abrazo y las últimas palabras de Thot seguían en su cuerpo y su alma: “Recuerda, siempre que me necesites estaré a tu lado”.
-     Me he portado como una tonta –habló Bastet rompiendo el silencio de la madrugada y sobresaltando a un adormilado Khepri– tú eres el único amigo que tengo y la única compañía de la cual disfruto, aun cuando te pido dejarme.
-     Técnicamente te deje sola, estoy fuera de tu habitación -respondió Khepri sin moverse de la ventana.
-     Ven aquí –respondió Bastet tomando al gato de la piel del cuello y abrazándolo– discúlpame, tú no tienes la culpa de nada.
-     Lo sé, pero soy lo más parecido a un saco de arena que tienes a mano –sonrió Khepri– no te preocupes, el que una momia te salte en frente dispuesta a desmembrarte y chuparte toda la sangre es para poner de mal humor a cualquiera.
-     Pareces saber muy bien quien es esa momia, ¿me puedes explicar de qué va este cuento de espantos?
Khepri sabía que debía contarle, ya le había contado aquella historia en varias otras reencarnaciones, pero con el tiempo se empezó a preguntar si valdría la pena volver sobre la vieja historia, para al final, después de tanto sacrificio, volver siempre a lo mismo, pero se decidió y comenzó nuevamente su relato.
-     Nacimos en un mundo que gira en el mismo lugar que éste, pero en otro plano existencial llamado Heliópolis, junto a diez planetas más, cada uno en su propio plano de la existencia, cada uno con su propia historia, pero siempre influido  por la historia de los otros planetas. Nosotros hemos influido en este desde un día cuando el señor Ra decidió pasar sus vacaciones aquí y descubrió el secreto en el libro de las almas "el Khaunas", el cual es resguardado por el señor Anubis.
Tú naciste en la casa del general Bast como su octava hija, pero eso no fue un obstáculo. Para él cada uno de sus hijos era especial y les dedicaba todo el tiempo libre que tenía y el que no también. Siempre anhelé tener una familia así, en fin, como te decía, eres de una familia de alto linaje, y disfrutan de toda la confianza del señor Ra.
Sekhmet es la decimoquinta hija del señor Ra, disfruta de su padre tantas veces como consiga una audiencia, ella es la dueña de mi corazón.
Thot es el primer hijo de Dyehuty gran maestro de las artes del conocimiento y las estrellas, murió cuando el aún era un cachorro y fue reemplazado por el señor Anubis su ayudante principal.
El señor Anubis se ocupo de Thot entrenándolo hasta convertirlo en su principal ayudante, todos esperábamos vuestra alianza antes de que nos ordenaran venir a este plano detrás de Apofis. 
En cuanto Apofis y yo, somos el segundo y tercer hijo, respectivamente, del señor Anubis, guardián de la probidad y juez de las almas.
-        ¿Apofis es tu hermano?
-        ¿Lo has visto en tus sueños?
-        No, pero en mis sueños Thot me ha dicho que nos traicionó.
-        Déjame adivinar, lo único que ves en tus sueños es a Thot ¿cierto?
-        De cierta forma sí, aunque no logro verlo, solo escucho su voz y siento su abrazo.
-        Eso está mal, con cada reencarnación recuerdas menos. Deberemos terminar con esto en este ciclo, sin importar que Apofis sea mi hermano -dijo decidido el gato- Como te decía, él y yo somos hijos del señor Anubis, quien esperaba mucho de nosotros, y Apofis esperaba mucho de sí mismo. Mucho más de lo que podía o merecía.
Nos conocíamos de vista en festejos y ceremonias, solo cuando ingresamos a la academia de guerra quedando en el mismo destacamento nos hicimos amigos inseparables, según Sekhmet, mi hermano se enamoró de ti.
Según yo, él en realidad envidiaba a Thot por el cariño y confianza que nuestro padre le profesaba. Mi querido amigo es el hijo con quien el señor Anubis siempre soñó, y mi hermano dedicó su tiempo a competir con Thot por cualquier cosa y entre esas cosas empezó a intentar conquistarte, pero nada consiguió. Tú nunca te diste cuenta siquiera de sus intentos y Thot se tiene una confianza que puede llegar a ser irritante, pues aunque estaba consiente de los intentos de Apofis, nunca se sintió  ni un poco celoso.
-        Es un hombre muy  pretencioso, por lo visto – dijo molesta Bastet.
-        No era ni ha sido nunca pretensión, solo  está convencido de que cuando ya no lo quieras se lo dirás, por lo tanto no hay por qué preocuparse.
-        Vaya, a mí me sigue sonando pretensioso.
-        Después que dejamos la academia, Thot fue enviado a trabajar con nuestro padre. Apofis llegó a la conclusión, poco afortunada, de que a ti te atraía el velo de misterio y el poder que envolvía a Toth. Su capacidad de leer los presagios de las estrellas, sus conocimientos sobre temas extrañísimos, principalmente que el señor Anubis lo había empezado a preparar en el conocimiento y comprensión de la transmigración de las almas uno de los secretos que contiene el "Khaunas".

De esta desequilibrada idea nació una aún más perturbada, planeó apoderarse del "Khaunas", aprender su secreto y así demostrarle a todos de ser más capaz que Thot.

Nos tendió una trampa en la que caímos como cachorros e intento asesinar al señor Ra, tú saliste mal herida al salvarlo de una muerte segura y mi hermano robó el Khaunas.

Recién te integrabas al regimiento cuando nos enteramos que Apofis al fin había descifrado el contenido del libro y había empezado a atacar a las personas para robarles sus almas y obtener el poder con el cual había soñado siempre.
Fuimos tras su rastro y cuando lo encontramos te pedí que me dejaras hablar con mi hermano para intentar convencerlo de entregarse y él nos dijo que aceptaba sus pecados y estaba dispuesto a entregarse, porque no podía seguir viviendo así…yo intercedí por el…estaba seguro que debía haber una buena razón para que él hubiera hecho tal barbaridad…incluso me forjé la idea de que alguien más lo estaba manipulando…les rogué por una oportunidad…puesto que si se entregaba al menos no debería sufrir la pena máxima…
Sekhmet…no estaba de acuerdo…pero tú aceptaste darle una segunda oportunidad…y nos traicionó por segunda vez, escapando a este plano.
Por segunda vez fuimos llevados ante los jueces, te interrogaron a ti primero por ser la de mayor rango y aceptaste toda la responsabilidad. Tu castigo por dejarte engañar por segunda vez fue venir aquí para atraparlo y llevarlo de vuelta vivo o muerto.
Entonces Sekhmet y yo nos ofrecimos para acompañarte. A Toth le rechazaron su petición por no estar involucrado en esta falta, eso no lo dejó para nada contento, como a ti no te dejó nada contenta el que te acompañáramos.
-        No me parece justo que me acompañaran si yo tomé una mala decisión –dijo Bastet convencida.
-        Es impresionante lo testaruda que puedes ser –respondió Khepri revolcándose de la risa– no recuerdas nada de tu pasado y aun así te sigues encontrando la razón- En fin, al llegar aquí habían pasado meses desde la llegada Apofis, ya se había hecho de esbirros bien adiestrados y se había dedicado a satisfacer su sed de poder esparciendo el mal que había aprendido a provocar a través del Khaunas…razón tenía el señor Anubis cuando dijo que el conocimiento no es malo, mal hay en quien lo usa.
-        ¿Por qué siempre te refieres a tu padre como señor Anubis?
-        Es difícil decirle padre a un hombre que has visto cuatro veces en tu vida y la mitad de ellas ha sido para responder en un juicio. Como te decía, a nuestra llegada los no muertos que se alimentaban de sangre humana para adquirir la inmortalidad  ya eran conocidos, habían causado verdaderas carnicerías, aniquilado pueblos enteros y mi hermano se arrogaba el derecho de seleccionar a quien entraría a su selecto club y quien solo sería comida.
-        Y entonces ¿me estás diciendo que esa momia es un vampiro?, yo pensé que eran cuentos diferentes.
-        Muy graciosa, ¿puedo continuar?
-        Soy todo oídos ¿quieres leche?
-        Por su puesto, ahora caya y escucha -dijo Kepri algo molesto con tanta interrupción- Después de perseguir a mi hermano y su corte nos convertirnos en un equipo renombrado y respetado de sabios maestros que combatían el mal.
Mientras perseguíamos cada pista que conseguíamos, nos alejaba cada vez más de la tierra de los faraones, llegamos a conocer muchas y variadas culturas por donde mi hermano había pasado dejando su ofrenda de maldad a diestra y siniestra, tratamos de ayudar a quienes pudimos y de la mejor forma que conseguimos. Aun me duele nuestro primer caso en la antigua Grecia, Evan y Adara, jamás conseguimos auxiliarlos...
...Mientras estábamos lejos, Apofis aprovechó su tiempo y con un ejercito bien adiestrado atacó el bajo Egipto, pero ellos se defendieron y con una increíble dosis de suerte lograron atravesar su corazón, dejándolo inconsciente mientras lo enterraban en una tumba donada por un noble para que pudiera ser atrapado tal monstruo, pues la cámara principal estaba custodiada por Bastet, Khepri y Sekhmet…mejor dicho, nuestras efigies en las cuales ustedes dos salen tan bellas y a mí me representan como un vulgar escarabajo empujando una bola de estiércol.
-        Pero esa bola es Atum, es todo un honor – dijo Bastet intentado no reírse.
-        Tal vez no lo creas, pero soy un hombre muy atractivo y no me hace gracia estar empujando, por la eternidad, el estiércol de alguien más, aunque me quieras convencer de que es Atum… ¿quisieras al menos disimular un poco cuando te burlas de mí?
-        Lo siento – respondió Bastet tratando de no seguir riendo.
-        Lamentablemente lo momificaron sin hacerle el tratamiento completo y parcialmente consiente, eso lo volvió un poco más desequilibrado de lo que ya estaba y no encontró nada mejor que salir de la tumba en las noches para destrozar y devorar los órganos internos de sus victimas, lo que tristemente le dio aún mas fuerza y resistencia. Y aunque solo nosotros lo sepamos fue infaustamente el celebre autor de dos grandes mitos de este mundo.
Cuando llegamos al bajo Egipto ocupamos nuestros poderes para curar las almas y los cuerpos de aquellos que habían sobrevivido a su ataque, esto nos restó fuerza, aun así fuimos a la tumba maldita como ya era llamada en busca del  sarcófago de Apofis para llevarlo a enfrentar el juicio de Anubis.
-        ¿Y qué fallo?
-        Que no estaba solo, cuando ya Thot tenía abierta la puerta a nuestro plano y estábamos cruzándola con su sarcófago, fuimos atacado por sorpresa, tú y el sarcófago cayeron de este lado, nosotros caímos del otro lado.
Toth uso su poder para abrir nuevamente la puerta, pero eso no es algo que se pueda hacer rápidamente, cuando logramos cruzar de vuelta, nos encontramos con que habías luchado con los sirvientes de Apofis sin perdonarle la vida a ninguno y habías devuelto  al desgraciado a su sarcófago. Como no sabías cuanto demoraríamos en volver usaste la fuerza de tu  inmortalidad y con tu propia sangre trazaste tu sello sobre la sepultura, para que mi hermano aguardara cómodamente a ser llevado a juicio sin volver a abandonar su cómodo aposento.
Pero el precio que pagaste fue alto, moriste antes que llegáramos y, por lo tanto, tu alma inmortal quedó atrapada en la danza de las almas de este plano y el ataúd sellado con tu sangre no pudo cruzar el portal, quedando aquí hasta que tu misma lo pudieras llevar de vuelta.
Claro, ninguno de nosotros sabía eso, puesto que el camino de las almas es algo que pocos conocen, en realidad solo el señor Anubis y Apofis. Thot lo averiguó más tarde.
Thot buscó en la gran biblioteca, incapaz de creer que te había perdido sin poder hacer nada, hasta que encontró lo que buscaba. Pudo trazar el camino de tu alma, reencarnación tras reencarnación, ubicando la familia y el año en que nacerías.
Pero también descubrió que sin la sangre “divina”, que nos diferencia de los mortales de este plano, en tus venas no podrías volver a formar parte de la danza de las lamas de nuestro plano y entonces él te perdería sin remedio para siempre.
-        Por lo que dices me quería mucho.
-        Te quiere más que a nada, lo suficiente para solicitarnos un favor muy especial.
-        ¿Un favor? ¿qué favor?
-        Bueno, oficialmente, mientras no lleváramos a Apofis a juicio, nuestra misión no habría terminado, nos pidió de favor y considerando que deberíamos permanecer aquí, pensáramos en ser tu padre o tu madre según correspondiese en tu siguiente reencarnación y nosotros aceptamos.
-        ¿Sekhmet?
-        En tu primera reencarnación Thot identificó a quien sería tu madre, así que debí desposarla para que tuvieras mi sangre. En esa vida Sekhmet fue tu gata. Cuando te hiciste una linda joven, una nueva marea de vampiros atacó y Thot despertó tu memoria, logramos detenerlos y cuando estábamos a punto de sacar al desgraciado de mi hermano para llevarlo a juicio, uno de sus sirvientes tuvo suerte y te asesinó.
-        ¿Cómo me mató?
-        Eso es algo que no te contaré, no vale la pena entrar en funestos detalles que nada bueno traen consigo. En tu siguiente reencarnación Sekhmet fue tu madre, yo tu gato mascota y experimenté lo mal que se sintió ella cuando yo fui tu padre.
Así hemos sido en diferentes oportunidades tu padre o tu madre, la última vez fue el turno de Sekhmet…siempre he deseado tener hijos con ella...algún día eso podrá ser.
-        Lo siento, yo nunca hubiera…
-        No tienes nada de qué preocuparte, todos te queríamos de vuelta, lo malo fue que no contamos con que Apofis había entrenado a una de sus amantes para leer el camino de las almas y te buscaron asesinándote cuando aún eras una niña en dos oportunidades. De esta forma, hemos permanecido como una familia a lo largo del tiempo de este plano.
-        Mamá era Sekhmet, entonces ella está…
-        No, ella esta viva, pero quedó mal herida, Thot dejó un cadáver por si lograban abrir la tumba antes de que tuvieras edad para luchar y se llevó a mi linda leona a casa.
-        ¿Cuándo te desaparecías por algunos días?
-        Era que la había ido a ver a ella y a Thot, y Sekhmet algunas veces cruzaba conmigo
-        Y era cuando te veía con esa gatita hermosa.
-       
-        Thot … ¿jamás me viene a ver?
-        Siempre lo hace en tus sueños, cada noche, solo que, al parecer, esta vez no puedes recordar…es efecto de tantas reencarnaciones, creo yo, en las cuales las almas deben ser limpiadas de sus memorias para reiniciar una vida nueva.
-        ¿Y cómo logran despertar mi memoria?
-        Thot recibió de Anubis un regalo muy especial, la llave de tu memoria, solo él puede despertarte para que enfrentes este problema.
En los diarios aparecieron de forma casi inmediata con grandes títulos los espeluznantes hallazgos de cadáveres destrozados sin una gota de sangre, la policía no tenía rastros del asesino, el terror corría por las calles cuando la noche caía, ya que el homicida no distinguía edad, sexo o condición social, pero sí tenía la misma marca. Los torturaba durante las horas de la noche y al amanecer les desmembraba aún estando vivos, luego abandonaba sus cadáveres en las puertas de los templos junto a una advertencia escrita con la sangre de la víctima, “pronto será tu turno”.
Los sueños de Bastet se hacían cada vez más horrorosos, poco podía dormir en las noches sabiendo que alguien más estaba en manos de aquel desquiciado. Pero aquella noche fue diferente, no debió pensar en el horror que alguien debía estar sufriendo, aquella noche el terror llegó a su propia puerta anunciado por los gritos de pánico de los huéspedes del hotel. En el gran comedor todos quedaron paralizados, no por el poder oscuro de aquel monstruo, sino por su deleite en matar a quien estuviera en su camino. Bastet corrió por el pasillo y bajó por las escaleras seguida por Khepri, hasta las puertas del comedor y gritó su nombre llamando la atención de la momia.
-        Apofis, hijo del señor Anubis  guardián de la probidad y juez de las almas, escucha a quien te llama - habló Bastet con voz fuerte y clara.
-        Bastet, tan engreída como siempre, crees que me impresionas.
-        Esta noche no creo tener el mismo efecto de hacerte correr como la rata que eres, libera a ese hombre.
-        Estás servida – respondió Anubis quebrando el cuello del pobre anciano.
-        Mira como aprendiste inglés en pocos días, tu cerebro despertó – dijo con sonrisa burlona Bastet, como si no hubiera sentido náuseas al ver aquel espantoso espectáculo de cadáveres destrozados y personas gimoteando de terror – entonces comprenderás que si no te marchas ahora no verás un nuevo día.
-        Blofeas – respondió Apofis
-        Pruébame – respondió Bastet adquiriendo la primera postura de combate que había aprendido después de días de práctica, pero que no sabía emplear, Khepri se preguntaba si su hermano caería por segunda vez en un albur de Bastet.
Increíblemente funcionó, escapó entre disparos y gritos de la policía, quienes habían atendido la llamada de auxilio del hotel.
Aunque los testigos del hotel aseguraron que ella les había salvado, fue arrestada como única involucrada para ser sometida a un nuevo interrogatorio y una noche en la cárcel para ser observada por un psiquiatra,  pues no creían en su relato, sobre todo por sus antecedentes médicos.
Cuando el amanecer llegó Bastet, estaba envuelta en una pesadilla, esta vez era ella quien pendía del brazo de Apofis, esta vez era su cuello el que rompía, era su cuello el que dolía. Despertó gritando, llamando a Thot, rogándole que viniera a ella y la salvara de la oscuridad donde se perdía.
Una fuerte explosión de luz encegueció a todos los policías haciéndolos correr y gritar órdenes para resistir el ataque, mientras la puerta de la celda era abierta por un policía que no parecía ser afectado por el ataque.
-        Vámonos –dijo Khepri parado detrás del policía.
Corrieron por las oscuras calles hasta un automóvil que partió en cuanto subieron a él y no paró hasta encontrarse en los restos del campamento, mientras en la ciudad la policía buscaba desesperadamente a la prisionera que había sido sacada de la cárcel.
Cuando Bastet bajó del automóvil en medio de la arena frente a aquella tumba que había sido un lugar común para todas sus pesadillas de niña, recién pudo ver a quien conducía. El abrazo en que ambas se fundieron era algo que ella había pensado no volvería a suceder.
-        Mamá – decía la mujer como si fuera una niña perdida en el parque que acababa de ser encontrada por su madre.
-        Bastet, niña mía  – le dijo aquella que conoció como madre – pero llámame Sekhmet siempre me gustó mi nombre y siempre me gustó escucharlo cuando me gritabas ordenándome calmarme y tomarme las cosas con más serenidad. Te extrañé a ti y a tus chifladuras, que casi han matado del corazón a mi pobre Khepri, según nos ha contado.
-        Vamos no seas llorona, Bastet –dijo Khepri apoyando su mano sobre el hombro de la mujer que lloraba sin intentar siquiera detener sus lagrimas.
-        ¿Khepri? –preguntó Bastet al ver a su gato esta vez más alto que ella, con el cabello negro amarrado en una trenza y la sonrisa de satisfacción de quien ha logrado algo que hace tiempo esperaba.
-        Sí, soy yo, ¿ves que soy guapo?, te dije que era injusto que me representaran como un escarabajo rodando una bola de estiércol.
-        La esfera es Atum y tienes razón, no te hicieron justicia.
-        Supongo que esa es tu disculpa luego de reírte de mí las veces que has querido, pero mira aquí hay alguien que hace tiempo quería verte –dijo Khepri arrastrando de detrás del automóvil a otro hombre vestido de policía.
-        Hola Bastet –saludó el hombre de cabellos negros y ojos miel– me alegra que estés bien.
-        Hola ¿Thot? –respondió la mujer.
-        Ahí vamos otra vez –murmuro Khepri– Bien muchachos, este de aquí es Thot, tal como supones y esta belleza es Bastet, que afortunadamente es tan hermosa como su madre y no se parece en nada a ese tal Ian.
-        Será mejor levantar  las tiendas –dijo Sekhmet arrastrando a Khepri tras de sí reprendiéndolo mientras se alejaban– es increíble que habiendo pasado por esto tantas veces aún no te des cuenta lo difícil que es para Thot ver a Bastet y que ella no lo recuerde.
-        Lo entiendo, solo traté de que no fuera tan complicado, porque esta vez ella ni siquiera recuerda su rostro como otras veces, si no conseguimos llevarnos a Apofis y a ella de vuelta, dudo que podamos reintegrarla a la danza de las almas de nuestro plano –respondió Khepri mientras caminaba con Sekhmet con una inhabitual tristeza en su voz- Thot está consiente de ello y no sabe qué hará si volvemos a fracasar…me temo que los perderemos a ambos si no logramos torcer la mano del destino.
-        Yo también me temo que será así –dijo  Sekhmet abrazando fuertemente a  Khepri– pero no dejaremos que ocurra, hemos pasado demasiado para dejar que el destino se burle de nosotros.
El silencio del desierto puede ser mas frío que su propia temperatura, para Thot ese trance era algo a lo que no se había podido acostumbrar, desde que él había realizado el conjuro para recuperar el alma de Bastet para su plano existencial, reencarnación tras reencarnación ella lo recordaba menos. Anubis le había advertido que eso pasaría y él había asegurado estar dispuesto a sufrir su olvido si con ello su alma era rescatada para su gente.
Su decisión estaba tan firme como el primer día, pero no podía evitar sentir esa desazón al ver en la mirada de Bastet  cada vez menos recuerdos de él. Esta vez había sido la peor de todas, ni un solo recuerdo se avistaba en sus ojos, solo dedujo quién era él a partir de lo que Khepri le había contado.
Como deseaba abrazarla, besarla decirle cuanta falta le había hecho, pero no podía, cómo hacerlo si ella, hasta ahora, tenía un resumen muy escueto de lo que había vivido y sufrido en sus otras vidas, y siendo Khepri quien había estado a cargo de contarle debía haber omitido todo lo que a su juicio acabaría con las buenas intenciones de cualquiera.
Bastet tenía una mirada pesada, era algo que la había acompañado como característica en todas sus reencarnaciones y no quitaba sus ojos de él. Se sentía extraño, deseaba que le preguntara algo o que le reclamara por qué había encadenado su alma de esta forma solo para no perderla, que le dijera cualquier cosa.  Sin embargo, seguía ahí mirándolo, sin moverse, sin expresar nada, nunca le había parecido tan fría una noche en el desierto.
Thot podía ser bueno manteniendo silencios largos incluso bajo tortura, pero no resistía este silencio de quien no sabe qué decir, finalmente le invitó a caminar y ella lo siguió, pero lo único que consiguió fue una caminata aún más silenciosa.
-        ¿No hay algo que desees saber? – preguntó finalmente Thot con voz cansada –¿algo que desees preguntar? ¿reclamar por el problema en que te metí, el cual ha venido a destrozar tu vida de esta forma?
-        ¿Yo hice algo de eso alguna vez? –preguntó extrañada Bastet
-        Algunas, otras me golpeaste y otras te lanzaste a mis brazos buscando mis besos
– respondió Thot.
-        Lo siento, no me di cuenta que esperabas alguna respuesta, es solo que me sentí muy bien, tranquila –respondió Bastet– es extraño, no te logro recordar, pero tengo la sensación de conocerte ¿te había pasado eso alguna vez?
-        Solo una vez –dijo Thot más dispuesto- el día que nos presentaron en la corte, el primer día, cuando tu padre te llevó a conocer el castillo en donde servía y mi padre me llevó a ver dónde trabajaba.  A pesar de no haberte visto antes me pareció que ya te conocía, pero en ese entonces éramos unos cachorros.
-        Lamento haberte incomodado, no soy una gran conversadora –se disculpó Bastet.
-        Yo olvidé que Khepri me había dicho que estabas más reposada, más madura, “es dueña de largos silencios” me dijo un día –habló recordando alguna de sus conversaciones con su amigo– es solo que me cuesta estar aquí contigo después de tanto tiempo y que no me digas nada, pensé que estabas molesta, solías decirme todo lo que pensabas.   
-        No lo estoy, ahora decir todo lo que pienso es una costumbre que abandoné después de un año en el psiquiátrico y una vida en la cual las personas que me rodeaban buscaban en mí algún rasgo de de locura.
-        Yo no quise…
-        Pero si quieres saber en qué pienso, me gustaría que me ayudaras a recordar. No quiero volver a mirar a esa cosa sin saber qué hacer, dudo poder engañarla por tercera vez. Quisiera saber qué tiene esa posición de combate con la cual conseguí espantarlo la ultima vez, también quisiera saber más de Khepri de Sekhmet…y principalmente de ti, me has acompañado cada noche de mi vida y me has mantenido cuerda cuando pensé que nada podía hacerlo durante aquellas largas noches en el psiquiátrico -respondió Bastet cuando llegaban a la fogata donde eran esperados por sus amigos.
-        Esa postura lo asustó, porque hace un tiempo el señor Set quiso expandir sus fronteras al reino del señor Ra, nosotros que aun éramos aprendices fuimos enviados a la frontera como refuerzo donde se había iniciado la invasión, nos encontramos con un escenario para el que no estábamos preparados. El señor Set quería desaparecer la huella de Ra y ordenó a sus hombres arrancar  los hijos de los vientres de las madres y embarazar a todas las mujeres del reino de Ra, para que la simiente de Set gobernara desde lo más alto a lo más bajo al reino caído.
Todos ardimos en furia adoptando nuestra forma de avatar*, pero tú y Sekhmet la manifestaron en forma descontrolada y castigaron a todos los que habían  cometiendo tales atrocidades
El señor Ra envío unas  plantas Solanace con la orden de que de ellas se extrajeran los aceites de sus semillas y los mezcláramos con cerveza y sangre humana y se los diéramos a beber a ustedes.
La poción surtió efecto el corazón de ambas y dejaron de pensar en destruir después de beber hasta la última gota.
Cuando volvimos a casa, tu padre, esperó que te recuperaras de los efectos del brebaje y te enfrentó a tu cruda realidad para luego comenzar un duro entrenamiento con el cual pudieras dominar tu avatar y que este no te dominara a ti. Estuviste varios años en entrenamiento hasta que el general estuvo satisfecho y nunca volviste a usar tu avatar.
-        Lo que me cuentas es horrible, soy un maldito monstruo como esa cosa –dijo pálida Bastet–
-        No eres un monstruo como mi hermano, un avatar no es ni ha sido jamás un monstruo, es la manifestación encarnada de un espíritu divino - intentó explicar Kepri.
-        Cómo pude hacer todo lo que dices - volvía a decir Bastet sin escuchar la explicación de Kepri. 
-       Nuestro mundo es menos pacífico que éste, cada uno de nosotros hemos hecho cosas de las que no estamos orgullosos, pero este relato es para que sepas que eso y mucho más lo recordaras con todos los detalles  -dijo Thot parándose frente a Bastet– ahora dime ¿estás segura que deseas recordar?
-          Lo estoy, no pertenezco a este lugar, lo sé desde que tengo memoria, no sé si pertenezca a algún lugar, o si sería más práctico darme un tiro, pero primero creo que es necesario colocar todo en su lugar, para que cada uno de los involucrados podamos tomar una decisión sobre nuestras vidas. ¿Qué debo hacer?
Enfrentado a tal decisión Thot debió tomar el camino de siempre, encendió una gran fogata rodeada de siete antorchas, sus luces rompieron la oscuridad,  Sekhmet y  Khepri se unieron al círculo de antorchas la rueda del destino volvía a girar, una vez más Bastet despertaría.
Viejas palabras que ya nadie sabía su significado, salvo tres de los presentes, se escucharon en el silencio nocturno. Su poder logró un milagro pocas veces visto, una pequeña estrella del firmamento comenzó a descender hasta llegar cerca de las manos de Thot, refulgente como una joya se dejó ver un antiguo Ankh o cruz ansada, caracterizada por un ovalo en la  parte superior o ansa, su nombre significaba todo, "llave de la vida".
Como en los grabados y esculturas, que desde niña había visto en aquellas tumbas en las cuales un dios o diosa portaba un Ankh en la mano, acercándosela a la nariz de algún otro dios o protegido, con este gesto el portador de la cruz insuflaba aliento de vida al otro, quien a su vez, lo recibía a través de las ventanas de su nariz, Bastet vio como Thot acercaba la cruz ansada a su propia nariz.
Vitorio le había enseñado que el Ankh representa la vida en su más amplio significado. Era la vida que no acaba en la muerte, la que resurge y continúa. Era usada en la frente por los faraones, para que su visión de la eternidad prevaleciera durante todo su mandato por encima de cualquier contratiempo. Por eso era empleada como amuleto, que favorecía la longevidad y la sabiduría de quien ha vivido muchas vidas, claro, hasta ese minuto jamás creyó que realmente entregaba tales dones, hasta ese instante de su vida no había llegado a entender que la única forma de alcanzar tal sabiduría de la que hablaban los grabados era recuperando los recuerdos de todas sus vidas anteriores, un escalofrió recorrió su cuerpo.
La cercanía del amuleto hizo que algo cambiara en su cabeza, sintió como si un gran iceberg de derritiera convirtiéndose en fuego incandescente. La mano de Thot en su espalda la sostuvo atrayéndola hacia sí, el dolor que sentía la obligó a gritar, pero su boca se abrió sin emitir un solo sonido, solo sintió como ingresaba el aliento de Thot en ella acompañado de miles de imágenes inconexas que se sobreponían unas a otras y parecían venir  de otras personas que eran ella misma.
La luz intensa del madrugador sol la despertó suavemente, encontrándose frente a frente con los ojos miel de Thot que yacía recostado a su lado, sonriéndole como cada mañana.
-        Thot tuve un sueño, en realidad pareció un pesadilla que no te puedes imaginar.
-        No te preocupes, solo fue una pesadilla –murmuro Thot en su oído abrazándola- …no sabes cuanto desearía poder decir eso, pero lamentablemente todo es realidad, la más cruel de las realidades, pero es lo que nos ha tocado vivir.
Aquel fue un desayuno particularmente silencioso, ninguno deseaba hablar, tampoco comer, por primera vez a Khepri le sobró comida, le parecía que ya ninguno de ellos tenía ganas ni fuerzas para continuar en aquel ciclo sin fin, pero tampoco deseaban perder a Bastet, no parecía existir salida.
-        Anoche Apofis debe haber reconsiderado la idea de que por estúpido que parezca debemos estar aquí igual que siempre, así que probablemente esta noche vendrá en nuestra busca, ¿Qué haremos? –dijo Khepri para acabar con aquel silencio que le crispaba los nervios.
-        Ahora que Bastet está nuevamente con nosotros, creo que deberíamos esperarlo a él y a sus sirvientes para acabar con ellos –respondió Sekhmet.
-        ¿Por qué no vamos por ellos? –pregunto Bastet.
-        No sabemos donde  buscar y si no estamos aquí, alguien más sufrirá un destino fatal esta noche –respondió Sekhmet.
-        Pero según recuerdo, en estado de avatar nuestros sentidos son más eficientes y recuerdo perfectamente el olor de Apofis, lo puedo encontrar antes que la noche caiga.
-        Es buena idea, de día claro su poder mengua –respondió Sekhmet algo perturbada– aquí es más fácil para Thot abrir el portal y podemos llevar el sarcófago, si capturamos a Apofis lo podemos traer de vuelta.
-        No, es un riesgo innecesario –replico Khepri– ustedes… deben recordar que el estado avatar es peligroso en nuestro plano, lo será más aún en éste.
-        Solo yo lo haré, si me descontrolo los tres tienen poder suficiente para eliminarme
–habló Bastet sobriamente– y no me miren con esas caras, los cuatro, mejor dicho los cinco sabemos que este ciclo de reencarnaciones es insostenible. Cada vez me cuesta más recordar, si no es posible llevar a Apofis a juicio lo eliminaremos y ustedes quedarán libres para reiniciar sus vidas, formar una  familia, volver a casa. El sacrificio que han experimentado a lo largo de estos años  debe tener alguna recompensa.
-        Es inaceptable –comenzó Sekhmet
-       Es un buen plan –dijo Thot quien se había mantenido en silencio– Apofis no espera que le ataquemos si no sabemos dónde está y sabe que es peligroso para el equilibrio de este plano el usar el estado avatar.
Es una medida desesperada y por eso es posible que funcione, pero no irás sola yo te acompañaré y ustedes dos se asegurarán de que si nos desquiciamos abandonemos esta vida sin dañar inocentes.
Esta es nuestra última oportunidad, Anubis me ordenó que abandonara toda esperanza si no teníamos éxito esta vez.
-        ¿Mi padre se atrevió a darte tal orden? –preguntó enfadado, Khepri.
-     No tiene derecho a decirnos lo que podemos o no hacer –reclamó  Sekhmet.
-      Sí, lo tiene, el señor Ra  y Anubis quieren a sus hijos de vuelta -respondió con sencillez Thot– así que ustedes atravesaran el portal. Si no conseguimos llevar a Apofis y a Bastet  a casa, destruiremos a Apofis sin dejar rastro alguno de su alma, para no darle oportunidad de volver y yo me quedare aquí, para seguir el camino de Bastet.
-        Ustedes dos están locos –dijeron Khepri y Sekhmet
-        Si tienen un mejor plan los escucho –dijo Thot mientras  tomaba entre sus manos las manos de Bastet que no sabia qué decir, de alguna forma estaba triste por las decisiones del señor Anubis respecto de ellos y por otro estaba feliz, más que nada deseaba descansar plácidamente en los brazos de Thot y no volver a iniciar otro ciclo de reencarnaciones.
-      Sekhmet ira con Thot, yo iré con Bastet, así es como debemos formarnos para mantener el equilibrio del eterno movimiento de ceder y empujar, las espadas que trajo Thot serán suficiente para atravesar sus cráneos  si pierden el control –acepto Khepri derrotado.
Parados sobre la arena frente a la antigua tumba comenzaron la secuencia de pazos de combate, que más parecía una danza ritual que emulaba el movimiento de grandes bestias,  cuya primera postura tanto miedo había causado a Apofis. Uno frente a otro, salvo por las obvias diferencias, parecían ser imágenes especulares de un mismo movimiento.
-        Yo no pretendo abandonarlos aquí como pretende el señor Anubis –dijo Khepri al oído de Sekhmet.
-       Yo tampoco pretendo hacer tal cosa –respondió Sekhmet decidida– si debemos usar las dagas, lo siguiente que haré será destrozar el alma de tu hermano.
-        Yo te ayudaré –respondió  Khepri– y luego enfrentaremos el  Juicio de las Almas, no temo ser más pesado que la pluma de Maat, ni que Ammit la comedora me devore, no me arrepiento de nada de lo que he vivido junto a ellos ni junto a ti.
-        Entonces que los dioses nos sonrían y si todo falla que nos veamos en la próxima vida, pero si no están de acuerdo, yo tampoco me arrepiento de nada de lo que he vivido junto a ellos ni junto a ti.
Poco a poco sus cuerpos fueron transformados arqueándose hasta adoptar la posición de una bestia, de la envergadura de un corcel, cubiertos por dorado pelaje. Agudas orejas sobresaltaron de sus cabezas, de sus fauces salieron deslumbrantes colmillos blancos como el marfil capaces de destrozar cualquier piedra o metal,  sus manos y pies  aumentaron de tamaño quedando engalanadas con extraordinarias garras y un rugido que paralizó de miedo a las arenas  salió de lo profundos de sus cuellos.
Con fiereza corrieron hacia los indefensos Khepri y Sekhmet, quienes no se movieron convencidos que aquellas bestias nada les harían y tenían razón, al llegar a ellos lamieron sus caras y se dejaron acariciar tras las orejas. Minutos más tarde corrían entre las arenas en dirección a la gran ciudad siguiendo el olor de su presa.
Apofis, en esos momentos, descansaba después de la matanza de la noche anterior listo para la batalla de la noche siguiente. Sus queridos amigos eran siempre tan predecibles, tan apegados a las normas del combate honorable inculcadas en la academia, estarían esperándolo en su tumba con la esperanza de llevarlo ante el juicio del gran señor Ra, pero no importaba, todos los hijos de la noche, sus hijos, estarían allí cuando las tinieblas en unas horas más volvieran a gobernar sobre la región y entonces acabaría con ellos una vez más. Se preguntaba si no se aburrirían de hacer aquello reencarnación tras reencarnación, sin disfrutar de su vida, cuando él, a pesar de todas las amenazas que recibía de su parte, disfrutaba tanto de su no vida.
Las bestias ingresaron a la ciudad causando el más grande de los terrores, ante sus ojos los creyentes de los viejos mitos y los no creyentes vieron a dos bestias escapadas de las más terribles pesadillas, montadas por los antiguos dioses, una mujer con cabeza de leona y un hombre coronado por un escarabajo, pobres mortales que no sabían diferenciar entre una corona, una cabeza de leona y un par de simples cascos.
La policía corría en dirección opuesta a aquellas bestias, igual que cualquier persona en su sano juicio, su loca persecución llevó a  las bestias y a sus jinetes hasta la parte más antigua de la ciudad. Sin respetar las buenas costumbres derribaron las puertas de una antigua vivienda derruida en cuyos jardines no crecía nada, pareciendo la morada de la misma muerte y siguieron camino hacia los subterráneos laberinticos que se escondían en las entrañas de la tierra. La presencia de estos extraños fue detectada por los poco afortunados reclutados de Apofis para su servicio de recepción de inquietos buscadores de aventuras, autoproclamados cazadores de vampiros.
Pero qué podía hacer un puñado de no muertos sin cerebro contra bestias divinas que irradiaban la luz del mismo sol y de sus jinetes decididos  a cumplir con sus órdenes originales o eliminar todo vestigio de su presencia en aquel lugar.  Esta vez no pretendían enfrentar el mal y salvar a los inocentes, esta vez solo pensaban en terminar de una vez y para siempre con un mal que no debió existir nunca en aquel plano, aunque ellos significara la propia muerte.
El ruido del combate llegó a la cámara central que custodiaban aquellos corredores, los hijos principales del señor de la noche entraron para despertarlo.  Sin creer lo relatado, Apofis salió de sus aposentos para ver con sus propios ojos si era realidad el relato inconexo de aquellos de sus hijos que habían sobrevivido a la embestida de tales criaturas, según ellos, hechos de luz divina.
-      A riesgo de sonar cliché, ¡Apofis entrégate o muere! –ordenó Khepri, apuntando a su hermano con la espada.
-        No puedes ejecutar esa orden –rió Apofis– perderían más que yo.
-        Está bien, que así sea –dijo  Sekhmet bajando de su monta, palmeando el cuello de Thot– has lo tuyo Thot.
-       Has lo tuyo Bastet –dijo Khepri emulando la acción de Sekhmet, para luego dedicarse a acabar con todos aquellos sirvientes de Apofis que seguían llegando, para proteger a su señor.
Apofis no creía lo que veía, no deseaba creer lo que veía, Bastet y Thot, transformados en bestias vengadoras, dioses encarnados para ejecutar en el mundo de los mortales el juicio divino.
Esos cuatro, después de tantos ciclos de combates inertes, estaban dispuestos a ir esta vez a terminar con el martirio, así que no tenían nada que perder, y él tenía la terrible sensación de que no había nada más peligroso que enfrentar a quien no tiene nada que perder.
Cuando las sombras nocturnas llegaron encontraron una encarnizada batalla entre cuatro guerreros y lo que quedaba de las huestes de Apofis que, tal como el había esperado, esa noche llegaban sus hijos de otras tierras, la batalla solo se volvió más cruenta.
Los barcos que llegaron sin tripulación viva a aquellas costas dejaron bajar a los hijos de la noche, quienes respondían al urgente llamado de su padre. Recorrieron las calles desiertas, cosa extraña para un puerto, pero continuaron hasta la ya conocida mansión de reunión.  Para su extrañeza, al ingresar por las puertas derrumbadas pudieron ver todo el lugar imbuido de una luz que lograba que cada pared y cada piso fueran traslucidos. Sin necesidad de usar sus oscuros poderes, podían observar lo que ocurría en las entrañas de la derruida edificación.  
En sus siglos de vida al servicio del señor Apofis, jamás habían visto algo similar, ni siquiera los primogénitos, pero no eran capaces de pensar que algo pudiera derrotar a su creador,  por lo que corrieron en su defensa.
El sol alcanzó el cenit para descubrir que el combate seguía adelante, el bramido de un alma, perdiéndose en la nada, hecha mil jirones, incapaz de volver a ser encarnada, incapaz de olvidar lo que había perdido para la eternidad, desquebrajó los cimientos del anciano edificio que tanto dolor había presenciado Apofis no solo moría, su alma había sido destrozada, nunca volvería a formar parte de la danza de las almas en ningún plano.  Cansados y sin ánimos de moverse, Thot y Bastet se echaron uno al lado del otro, desangrados sin fuerza para poder recuperar su forma original. En sus ojos se podía ver cómo los rezagos de su humanidad desaparecían, pelear durante tantas horas en estado avatar era peligroso, Bastet se había perdido ya una vez, y esta vez ninguna poción del señor Ra la haría volver a su estado original, pero aun sabiéndolo no abandonó la lucha.
Thot se dejaba perder, no había preparado el brebaje que Ra les había revelado para recuperar a Bastet y a Sekhmet aquella vez, nunca había estado en sus planes dejar a su amor sola en esta última batalla, aun en la derrota y Khepri lo sabía. También sabía que las bestias divinas se recuperarían y saldrían del lugar y aniquilarían toda la obra realizada acabando con el mal, convirtiéndose ellos mismos en asesinos.  Acarició la cabeza de sus amigos y abrazó a cada uno, Sekhmet hizo lo mismo y así se despidieron. Con la rapidez del rayo las espadas se levantaron sobre las cabezas de las aún nobles bestias y segaron sus vidas, rápido, sin dolor en el punto exacto, era lo único que podían hacer.

Poco tiempo después de que sus amigos enfrentaran el juicio de las almas, Sekhmet y Khepri, por propia voluntad los siguieron. El ciclo se había roto, no sabían si había sido una buena decisión, pero sí sabían que dejar de obedecer y tomar una senda con los riesgos que esto implicaba para dar fin a una historia que no debió comenzar sería su único grito de libertad, aunque el precio podría ser demasiado alto. 

2 comentarios:

  1. Me encantó el cuneto de las pesadillas a pesar del final triste

    ResponderEliminar
  2. Excelente, aunque existen algunas faltas relacionadas generalmente con los acentos ortográficos. Por ejemplo, en el párrafo uno: cuando dice: hacía eco... Este hacía es con acento ortográfico en la letra i para formar el hiato í-a. Y así todo el documento.

    ResponderEliminar