miércoles, 25 de abril de 2012

El libro de mi padre



Julio Chang Lam


Mi afición a visitar bibliotecas y leer libros data de cuando era muy joven; muchas veces prefería dedicar mis vacaciones y tiempo libre, a visitar la Biblioteca Nacional de Lima, las bibliotecas municipales de Lince, de San Isidro, bibliotecas de algunos museos para  leer, leer y leer, en lugar de salir con los amigos del barrio de Santa Beatriz a jugar en el Parque de la Reserva, que tenía las más hermosas áreas verdes como espacios públicos de esparcimiento en la Lima de  la década de los cincuenta y sesenta o en lugar en ir con ellos a la playa “La Herradura” a tomar sol y conocer chicas. Claro que alternaba y sociabilizaba pero menos de lo que se espera de un adolescente, de un púber.

Mis propinas las destiné a visitar  librerías para  hurgar,  revisar, seleccionar, comprar  y coleccionar libros sobre diversos temas. Así, la lectura  se convirtió  en parte sustancial de mi vida, tanto que ahora en la madurez de mi vida, mi familia ya lo considera  una especie de adicción que dejó de ser un hobby. Mi biblioteca personal ocupa bastante espacio en mi casa; me resulta  casi imposible tener el tiempo suficiente para ordenar y leer todos los libros que poseo.

Esta predilección por los libros, nació durante mi niñez al observar  a mi padre, todos los sábados en la noche, cuando tenía en sus manos un antiguo libro, que yo era incapaz de entender, pues estaba escrito en idioma chino. Me sobrecogía e impresionaba la manera, el cuidado, la atención y el respeto que  ponía mi padre al tomar entre sus manos ese libro, para leerlo en las noches, cómodamente sentado en su viejo y predilecto sillón. Ese libro que lo veía leer con fruición, parecía exteriormente una biblia cristiana, pero era algo totalmente distinto. Eso lo sabría mucho después.

Recuerdo muy bien la noche que le pregunté -¿Qué  lees papá, cómo se llama,  qué dice ese libro?,  yo con mi curiosidad quería, necesitaba saber qué decía aquel extraño libro, que semana a semana, cada sábado en la noche, a la misma hora siempre,  mi padre leía con pasión. Luego al terminar, se dirigía a un pequeño altar, dónde estaban las estatuas de dos antiguas deidades chinas: Kwan Kun, que según mi padre, era un dios que nos brindaba su protección y prosperidad así como de Kuan Yin, diosa que escuchaba y atendía nuestros ruegos con  misericordia y  compasión brindándonos paz y sosiego. Junto a esas esculturas estaban las fotos de mis abuelos paternos. Luego de poner incienso, él oraba largo rato después de lo cual tiraba al aire tres monedas seis veces, escribía unos hexagramas en un cuaderno, luego anotaba su interpretación sobre las pautas recibidas de esos hexagramas; yo lo observaba, lo esperaba, al terminar me cogía de la mano y me decía:

 –Hijo, ya el “I Ching” me ha brindado sus sabios consejos, ya tengo claridad sobre algunas decisiones que tomar. Vamos a descansar, vamos a que le des las buenas noches a tu mamá, mientras ella paciente me esperaba para abrazarme, hacerme orar, despedirse y dejarme acostado en mi dormitorio.

 -¿Te interesa conocer qué libro es? –me dijo mi padre en otra oportunidad, la  noche, en que siendo niño, con mucha curiosidad me acerqué a él para ver  esos hexagramas chinos del libro “I Ching” que tenía en sus manos. Mi padre me abrazó afectuosamente entre sus brazos, me mostró ese enigmático libro, que con tanto cuidado llevaba en sus manos, que lo manipulaba como un objeto sagrado, como una reliquia.

-Sí, papá, ¿Cómo se llama ese libro que con tanto interés lees? ¿Qué dice?

-Hijo, lo que leo es el “Libro del cambio”, que muchos conocen como el “Libro de las mutaciones” o “Libro de las transformaciones”. En idioma chino lo llamamos el “I Ching”. Es uno de los libros de sabiduría más importantes, desde la antigüedad, en el mundo oriental. Es un libro sagrado como la Biblia o el Corán. Pero la diferencia es que a través de este libro, los dioses nos responden a las consultas que le hacemos…

- ¿Responden? ¿Cómo? No entiendo.  ¿Qué dioses responden? ¿No serán acaso demonios o espíritus malignos?, dije yo sorprendido y algo asustado.

- Bueno, ¿quiénes pueden ser?, respondió mi padre, -yo mismo no lo sé. Quizás, no sean dioses, sino nuestros  guías espirituales, nuestros ángeles de la guarda. Yo no creo, que sean espíritus malignos, pues sus consejos son siempre para bien de los consultantes y de todos quiénes estén involucrados. Nunca desean el mal a nadie.

-¡Ahh! ¿Pero sabes cómo responden esos guías o espíritus?

-Hijo -agregó mi padre- es algo misterioso, no puedo darte una respuesta, yo mismo no sé el mecanismo; por ahora debes entenderlo como un libro de conocimiento y sabiduría, escrito hace tres mil años en el que podemos interpretar consejos escritos en forma de  poemas y  versos. Olvídate de las consultas y respuestas. Cuando crezcas, ya entenderás.

-¿Y cómo lo conseguiste? ¿Lo trajiste desde la China?

- Lo he heredado de tus abuelos. Cuando seas mayor de edad, si aprendes el idioma chino, o si lo traducen al castellano, comenzarás a captar sus mensajes y quizás entenderlo. Confucio, alguna vez, dijo: si cincuenta años más de vida tuviera, los dedicaría a estudiar y a entender la sabiduría contenida en el “I Ching”. Este ejemplar, lo traje como una de mis pertenencias más valiosas cuando viajé de Shanghái a Lima, durante largos meses de travesía en aquel desvencijado barco, creo, si mal no recuerdo, en el año mil novecientos cuarentiocho.

-Ojalá papá, pudiera yo leerlo y  entenderlo. Me parece muy difícil aprender esas letras que parecen dibujos. Creo que esperaré a que lo publiquen en idioma castellano.

- Así es hijo. Lo que ves es caligrafía china, hexagramas con un significado cada uno. Es difícil pero no imposible aprenderlo. Considero que es una suerte que aún  conserve este libro; a la fecha no hay aún ninguna edición en lengua castellana,  sólo hay una publicación en alemán y otra en inglés, de Richard Wilhelm. Ya lo publicarán en castellano, es un libro muy interesante e importante. Así podrás leerlo.

Sería comienzos  de la década de los años sesenta, cuando se lo pregunté. A mi padre hace ya muchísimos años que se lo llevaron los dioses, a comienzos de la década de los años noventa. Su partida de este mundo fue muy triste  tanto para mamá como para mí, recuerdo el cariño y pesar cuando nos despedimos de él, esparciendo  sus cenizas, sus restos mortales en el mar de Pucusana,  adónde solíamos ir con la familia los fines de semana en cada verano. Así cumplimos su último deseo antes de morir, cuando nos dijo que quería volver al agua, uno de los elementos básicos según el “I Ching”. Ya no está con nosotros, pero si su libro que tanto quería y sobre todo los recuerdos añorados.

Recién ahora con mis estudios de historia, filosofía y teología  oriental comienzo a tomarle verdadero interés y a comprender algo de ese extraño libro llamado “I Ching”, cuyo original en chino lo he heredado de mi  padre,  lo guardo como un recuerdo preciado, en honor a él,  que tanta devoción le tenía. Actualmente, como hay muchas versiones publicadas de ese libro en idioma castellano, puedo leer y entender su sabiduría. Estas ediciones se basan en el original publicado en idioma chino, traducido por Richard Wilhelm, prestigioso sinólogo e investigador alemán que escribía, leía y hablaba en idioma chino mandarín, que estudió en China ese libro, asesorado por eruditos lingüistas de ese país.

El “I Ching” es una obra que ha merecido comentarios de Carl Jung, uno de los fundadores de la psicología moderna y de Jorge Luis Borges quién  le dedicó a esa primera edición, un hermoso poema. De ello deduzco, que efectivamente, no es cualquier libro.

Luego de leerlo, valoro mucha  de sus  ideas  como una fuente de conocimiento de lo que fue el pensamiento místico e intuitivo en  aquel entonces, origen de poemas inspirados en la naturaleza del ser humano y de su ambiente propios de una sociedad agrícola de la China de aquella  época en que la ciencia estaba en sus principios. Su esencia era el estudio del cambio en el medio ambiente y la cultura. Servía para orientar a las personas que lo consultaban con sus consejos en la toma de decisiones para supervivir en una época de mucha violencia y caos.

-Papá, ¿ese libro qué significa para ti? ¿Por  qué lo lees con tanto interés y concentración?

-Hijo, justamente por eso, por su utilidad como sabio consejero; tú eres curioso e inquieto, eso está muy  bien. La curiosidad es signo de inteligencia. Su nombre en chino, te dije, que  es «I Ching», es un antiquísimo libro de sabiduría, de poesía  pero aunque no lo creas, también de orientación para el cambio que  los antiguos chinos empleaban para adaptarse a las duras circunstancias de su época. Podemos utilizarlo como libro de oráculos para obtener consejos en situaciones difíciles de la vida. También podemos apreciarlo y utilizarlo «únicamente» por su sabiduría. Aunque los sacerdotes jesuitas que llegaron a China, quisieron extirparlo como libro de idolatrías porque temían que compitiese con la Biblia cristiana, por lo acertado de sus respuestas como oráculo para el pueblo chino, que los misioneros cristianos querían catequizar pero no podían impedir esas prácticas oraculares que para el cristianismo tenían una connotación demoníaca.

-¡Ah!  Entonces es un libro prohibido por la Iglesia católica ¿Acaso te sirve para consultar el futuro? ¿Eso no es pecado?

- ¡Ay hijo! En este libro que soy capaz de entender  quizás sólo  de una manera intuitiva, hay un sistema de analogías para todo el mundo, basado en ocho imágenes poderosas y representativas de las fuerzas de la naturaleza: las dos primeras son el cielo y la tierra, luego el viento, el agua, el trueno, el calor, el monte y el lago.

- ¿Para qué te sirve ese viejo libro, papá?

- Mediante ocho hexagramas básicos tiene sesentaicuatro combinaciones, que generan cientos de alternativas sobre las que se basa el oráculo y sus sabios consejos. Los matemáticos y especialistas en computación, se asombran del lenguaje binario que los antiguos chinos utilizaron en ese libro, que corresponde a la manera en que actualmente se programan las computadoras usando el código binario: línea continua y línea partida. De joven, cuando tenía problemas y me perseguían adversarios poderosos, le  pregunté al “I Ching” y obtuve como respuesta, como consejo: « Es favorable atravesar el gran mar”. Y aquí me tienes, atravesé el mar…

-¿Si? ¿Sólo por ese consejo viniste al Perú?

-Bueno, eso es una parte de los hechos  que influyeron en la decisión que tomé con tu mamá querido hijo. Pero la respuesta de ese libro, nos ayudó a decidir la difícil opción  de embarcarnos a  este generoso país, denominado por nosotros allá como el país de las “colinas doradas”, en honor a sus riquezas naturales y  a las grandes  oportunidades que ofrecía a los pobres inmigrantes que como yo, fuimos acogidos generosamente.

-La verdad papá, que me parece insólito. Sinceramente debes haber tenido otros motivos, que no me cuentas.

- Bueno, lo cierto, es que en los años cuarenta, fui  dirigente político, los comunistas allá en Shanghái me perseguían, por ser uno de los miembros más  activos y supuestamente peligroso para ellos, ya que pertenecía al  único partido opositor al “Partido comunista de China”,  cuyos líderes como Mao tse Tung querían instaurar una dictadura. El partido al que yo pertenecí, se llamaba  “Kuo Min Tang”, que lideraba el generalísimo Chiang Kai Sek; después de la caída de la corrupta corte imperial, luchábamos por convertir a China en una democracia.

-¡Eso es una aventura sorprendente, increíble!, no me imaginaba que estabas metido en política,  papá.

 -Por el riesgo que corría tu mamá, que estaba embarazada contigo y yo preocupado por su seguridad,  tuvimos que salir precipitadamente de Shanghái y embarcarnos rumbo al Perú. Ese libro fue nuestra única gran compañía y un gran consejero espiritual…lamentablemente tu madre no soportó el duro viaje por barco, estaba muy débil y enferma. La perdimos. Sólo pudimos salvarte a ti, que naciste sano y fuerte.

-¡Oh! Papá, sabes que a mi mamá, mi verdadera mamá la extraño mucho. ¡Me hubiera gustado conocerla, sentir su cariño, sus arrullos! Por  las fotos que tienes, veo que fue una joven muy bella. No pienses mal, pero a mi actual madrastra la aprecio,  me trata bien, la quiero pero siento que no es lo mismo, por más esfuerzo y voluntad que pone.

-Así es la vida hijo. No ha sido fácil para mí salir adelante, después de perder a tu mamá. A quién ahora es tu mamá por favor, es ya  tu madre, ella es quién te crió con mucho amor y cuidado, refiérete a ella y llámala siempre mamá o por su nombre, gracias a ella te hemos podido formar como hombre de bien,  me ama y a ti también te quiere  mucho. Te ha engreído y ha aceptado como su único hijo, no quiso tener descendencia conmigo por respeto a tu madre y a ti.

-Sí, papá. Haré lo que tú dices. Ahora, cuéntame más de tu vida política, parece mentira, todo lo qué has pasado. Es una aventura como para una novela. Ojalá tuviese el coraje que tú tuviste.

-No, hijo. Ahora es otra época. De coraje, no hables, pues lamentablemente tuve que abandonar a mi líder y a mi país. No se puede imitar eso, la realidad del Perú es otra. Yo  era un militante activo que simpatizaba con la democracia que fundó Sun Yat Sen, cuya doctrina era seguida tanto por los nacionalistas del “Kuo min tang”, así como también por  los comunistas, quiénes lo usaban  como símbolo, para sus propios intereses, con el fin de capturar el poder en China. Sun Yat Sen tuvo y mantiene su prestigio no sólo por haber fundado el primer gobierno democrático en China, sino porque logró que se respete a China, y por evitar que las potencias occidentales Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos, y las potenciales orientales Rusia y Japón se repartan al país.

- Papá, sígueme contando tu historia, es muy importante para mi conocer todo lo que ha pasado en tu vida.

- Fui perseguido por los comunistas pues era un líder  muy visible, les era una piedra en el zapato, mucha gente me seguía y apoyaba el movimiento, época difícil por la guerra civil entre ellos los comunistas y nosotros los republicanos nacionalistas que realmente seguíamos los principios del demócrata Sun Yat Sen, bajo el liderazgo del Generalísimo Chiang Kai Sek, mientras los comunistas eran apoyados por los rusos, para instalar soviets en China. Para colmo el ejército imperial japonés invadió China para apoderarse del país.

-Papá, papá, en ese contexto ¿Cómo te ayudó, ese libro? ¿Realmente ese libro sagrado, te sirvió?

-Hijo mío. Querido hijo, este libro de las transformaciones lo consulté allá en China, y su respuesta no pudo ser más devastadora. Su respuesta fue que los comunistas tomarían el poder, luego de terribles masacres, y obligarían a nuestro líder y partidarios a emigrar al exilio. Tú, ya sabes por la historia que Chiang Kai Sek con sus más cercanos dirigentes dejaron China y se refugiaron en la isla de Formosa, ahora conocida como Taiwán, que es un pequeño país del mundo libre,  muy poderoso económicamente. Todo eso ya lo sabía el “I Ching”. Por eso yo abandoné  China, junto a  tu mamá, no quería exponerla y la verdad, que como ser humano, tuve miedo que nos capturen y maten.

-¿Tanto creías en el “I Ching”?’ ¿No habrá sido coincidencia?  Por lo que me dices se cumplieron  las premoniciones del libro.

- Desde que llegué al Perú, el libro me acompaña y siempre ha sido mi guía, me recuerda lo buena que fue conmigo tu madre que te dio vida. Ese libro me recomendó que forme una nueva familia, incluso me ayudó a conocer a tu nueva madre y a formar la familia que somos. Sin este libro sagrado, quizás tú no existirías, tú eres un niño que se va a convertir en un hombre con más sabiduría y éxito que yo, tu padre.

Estas palabras de mi padre, hasta ahora  retumban, y se  han grabado en mi mente; siempre quedé intrigado, por eso, con mis estudios de historia, filosofía y literatura oriental, busco encontrar una respuesta a esa creencia tan acendrada en mi padre; que desde la perspectiva actual, con mi pensamiento occidental, me parece un pensamiento mágico-religioso propio de épocas pre-industriales ¿Cómo podría Dios o deidades, ángeles o guías espirituales comunicarse a través de un simple libro? O es acaso, más probable, que la verdad esté en el funcionamiento de nuestra capacidad premonitoria no desarrollada de la videncia;  al fin y al cabo se sabe que usamos limitadamente el potencial de nuestro cerebro; quizá esa pueda ser la respuesta. Eso me toca a mí averiguar.

Más adelante, comenzaría a investigar el aspecto oracular del libro, así  retorné para visitar aquel extraño Templo en honor al dios Kwan Kun, ubicado en el Jirón Huanta en Lima, que los paisanos de mi padre visitaban para ofrecerle sus oraciones y hacerle consultas utilizando al famoso “I Ching” Y curiosamente encontré al mismo maestro guardián del templo que me hizo la sesión oracular, aunque ya anciano,  ya no se acordaba de lo dicho en aquella época en que era niño; lo único que me dijo es que a veces el “I Ching” decide responder seriamente, sólo cuando el consultante lo merece y mirándome comentó, parece que usted si es un buen consultante…

Cuando era niño mi padre me llevó a ese templo e hizo unas consultas sobre mi futuro; aún ahora tengo presente el impacto que me causó esa sesión de consulta al oráculo,  pese al tiempo transcurrido lo recuerdo muy bien.

Tengo aún presente, cómo  ese mismo guardián del templo don Weimán Hoo, bastante joven en aquel entonces,  al leer el oráculo, adivinó a qué actividades  yo me iba a dedicar de adulto, adónde y en qué trabajaría, hasta acertó respecto a la manera cómo conocería a mi futura esposa, cuántos hijos tendría;  pero lo más desconcertante es que me advirtió de los posibles peligros y problemas que tendría que enfrentar en la vida. Todo ello se cumplió…

Ese señor Hoo ¿habrá realmente tenido capacidad como vidente?,  ¿el “I Ching” realmente le informó acerca de mi futuro?…todo ello es aún una incógnita que me deja perplejo… ¿Cómo lo hizo?, aún no sé qué pensar, pese a la racionalidad que tengo, me deja dudas, muchas preguntas sin respuestas…

Ahora en plena madurez,  el “I Ching” se ha convertido en una fuente obligada de consulta en mi vida cotidiana. Ese misterioso oráculo, me brinda respuestas a las acciones y decisiones que orientan  mi vida. Lo hace con una gran precisión en sus respuestas y consejos como si se tratase de un ser humano, de un consejero o guía amigo muy sabio.

Lo terrible es que el Libro, ese libro el “I Ching” se ha convertido casi en mi dueño y yo me siento como un simple lazarillo, esclavo y ejecutor de sus órdenes, es mucho más que un guía, es como una persona que decide por mí y de eso quiero librarme, ¡Quiero ser independiente y no depender más de sus consejos!

Ya mi madre adoptiva, me lo advirtió; ella dentro de sus creencias cristianas, siempre me decía, -Hijo, mantén el equilibrio, tú eres resultado de dos culturas, escucha a tu padre, pero siempre debes escucharlo con espíritu crítico y  muy alerta. Eres muy inteligente y cuerdo, ten en cuenta que tu padre sufrió mucho antes de venir al Perú y trajo algunas creencias controversiales. Yo recuerdo que además  me decía:

-Hijo, la Biblia Cristiana y el Evangelio de Cristo Jesús, te ofrecen la verdad y la vida eterna, el libre albedrío; también debes leerlos con amplitud de criterio, al igual que lees y te dejas influenciar por el “I Ching”, que supuestamente te da las respuestas y no te deja analizar y decidir por ti mismo.

Pero, yo le respondía, al igual que mi padre:

-Mamá, en la religión cristiana el  Dios poderoso no nos da ninguna orientación, ni guía concreta. Sólo nos impone sus diez mandamientos, que muy poca gente  cumple.

-Querido hijo, Cristo predicó con el ejemplo de su propia humildad, pobreza y dio su vida por nosotros, para salvarnos.

- ¡Ay mamá, lo que dices  es absurdo, ¿para salvarnos?, ¿cómo?. Esa doctrina es  poco útil en nuestra vida actual, pues cómo es posible que Cristo, como dios nos diga que si nos agreden, pongamos la otra mejilla, hasta morir. No, esa doctrina no la siento razonable.

- Te repito hijo. Cristo, por amor a nosotros seres humanos, dio su vida.

- ¡Será Él pero no podemos nosotros hacer lo mismo! Pues como Dios, nos debería haber dado el  conocimiento, sabiduría y perfección para siempre. Además según la Biblia, Dios pide que lo adoremos y hagamos sacrificios por Él.  En cambio el “I Ching” sólo pide un trato respetuoso, no que lo veneremos, además nos da consejos para salir adelante en la vida. Que la Biblia no nos da.

Las conversaciones entre mi padre y mi madre, en todos los temas eran cariñosas y armoniosas, excepto en temas como estos, los de creencias religiosas, donde había realmente un diálogo de sordos. Cada cual  tenía argumentos poderosos, consistentes, que hacían tambalear las opiniones de uno y otro. Pretendían que yo, el hijo único tuviese un criterio amplio, en que prevaleciese el sincretismo religioso, y el pragmatismo. Pero, las ideas de mi padre se impusieron. Creo que injustamente, sobre la amplitud de mi madre, mi madre adoptiva, que tanto me quería. Subestimé los consejos de mi madre. Y ahora estoy en un callejón sin salida. Ya mi madre ni mi padre  están para aconsejarme. Sólo está el “I Ching”.

Mi querida esposa, ha seguido este caso mío con objetividad y aprehensión, al igual que mis hijos; quiénes también me han dicho, que deje de estar consultando con el “I Ching”. Reconocen que en alguna medida, el “I Ching” ha sido una guía útil, en los aspectos más importantes de mis decisiones en la vida, pero ya han notado esa terrible obsesión, por ejemplo tengo más de noventa libros, de múltiples autores, de diversas editoriales de todo el mundo, sobre el “I Ching”. Algo debo hacer. ¿Desprenderme de ellos? ¡No!, es un tesoro, que me ha costado años de viajes, sacrificios e inversión coleccionarlos. Pero, no, estos libros de “I Ching” no deben dominar mi vida.

Al final, he tomado la decisión de cederlos en uso a la universidad en que trabajo, al “Centro de Estudios Orientales”; ya tengo identificado al candidato ideal, para reemplazarme en los estudios en ese tema, espero que de manera amplia, con criterio científico, pero yo necesito  alejarme de su avasalladora influencia. Lo importante es que lo que se inició como una  afición por el “I Ching” no se apodere y me domine. Por lo que a mí concierne ya opté. Dejaré de hacer consultas y esperar respuestas del oráculo del “I Ching”. Sólo conservaré como recuerdo el original en chino, que mi padre me entregó. Adiós “I Ching”. ¡Gracias “I Ching” por tu ayuda brindada hasta ahora, perdóname, pero me despido, ya no quiero depender de ti, hasta nunca!

¿Hasta nunca?, Querido amigo, el “I Ching” jamás te abandonará, tú ya te consagraste a él, y no puedes desprenderte como si de un objeto inservible se tratase, el “I Ching” tiene vida propia, hay un espíritu detrás de él, y nunca te dejará. 

2 comentarios:

  1. Julio: muy interesante tu narración, quizás faltó precisar algo más que es el "I Ching".
    Pero es singular la influencia que se supone
    puede tener un libro sagrado, debo entender.
    Felicitaciones.

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  2. Gracias amigo lector: Cierto me faltó desarrollar el concepto del "I Ching" libro sagrado que trata sobre el cambio permanente en todo. A través de 64 hexagramas permite obtener miles de respuestas ante consultas que uno hace con tres monedas. Hay mucha bibliografía y referencias en internet. Procuraré completar o ampliar un poco en el relato. Muchas gracias,
    Julio

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