Julio Chang Lam
Mi afición a visitar bibliotecas y leer libros
data de cuando era muy joven; muchas veces prefería dedicar mis vacaciones y
tiempo libre, a visitar la Biblioteca Nacional de Lima, las bibliotecas municipales
de Lince, de San Isidro, bibliotecas de algunos museos para leer, leer y leer, en lugar de salir con los
amigos del barrio de Santa Beatriz a jugar en el Parque de la Reserva, que
tenía las más hermosas áreas verdes como espacios públicos de esparcimiento en
la Lima de la década de los cincuenta y
sesenta o en lugar en ir con ellos a la playa “La Herradura” a tomar sol y
conocer chicas. Claro que alternaba y sociabilizaba pero menos de lo que se
espera de un adolescente, de un púber.
Mis propinas las destiné a visitar librerías para
hurgar, revisar, seleccionar,
comprar y coleccionar libros sobre
diversos temas. Así, la lectura se
convirtió en parte sustancial de mi
vida, tanto que ahora en la madurez de mi vida, mi familia ya lo considera una especie de adicción que dejó de ser un
hobby. Mi biblioteca personal ocupa bastante espacio en mi casa; me resulta casi imposible tener el tiempo suficiente para
ordenar y leer todos los libros que poseo.
Esta predilección por los libros, nació durante
mi niñez al observar a mi padre, todos
los sábados en la noche, cuando tenía en sus manos un antiguo libro, que yo era
incapaz de entender, pues estaba escrito en idioma chino. Me sobrecogía e
impresionaba la manera, el cuidado, la atención y el respeto que ponía mi padre al tomar entre sus manos ese
libro, para leerlo en las noches, cómodamente sentado en su viejo y predilecto
sillón. Ese libro que lo veía leer con fruición, parecía exteriormente una
biblia cristiana, pero era algo totalmente distinto. Eso lo sabría mucho
después.
Recuerdo muy bien la noche que le pregunté -¿Qué
lees papá, cómo se llama, qué dice ese libro?, yo con mi curiosidad quería, necesitaba saber
qué decía aquel extraño libro, que semana a semana, cada sábado en la noche, a
la misma hora siempre, mi padre leía con
pasión. Luego al terminar, se dirigía a un pequeño altar, dónde estaban las estatuas
de dos antiguas deidades chinas: Kwan Kun, que según mi padre, era un dios que nos
brindaba su protección y prosperidad así como de Kuan Yin, diosa que escuchaba
y atendía nuestros ruegos con
misericordia y compasión
brindándonos paz y sosiego. Junto a esas
esculturas estaban las fotos de mis abuelos paternos. Luego de poner incienso,
él oraba largo rato después de lo cual tiraba al aire tres monedas seis veces,
escribía unos hexagramas en un cuaderno, luego anotaba su interpretación sobre
las pautas recibidas de esos hexagramas; yo lo observaba, lo esperaba, al terminar
me cogía de la mano y me decía:
–Hijo,
ya el “I Ching” me ha brindado sus sabios consejos, ya tengo claridad sobre algunas
decisiones que tomar. Vamos a descansar, vamos a que le des las buenas noches a
tu mamá, mientras ella paciente me esperaba para abrazarme, hacerme orar,
despedirse y dejarme acostado en mi dormitorio.
-¿Te
interesa conocer qué libro es? –me dijo mi padre en otra oportunidad, la noche, en que siendo niño, con mucha
curiosidad me acerqué a él para ver esos
hexagramas chinos del libro “I Ching” que tenía en sus manos. Mi padre me
abrazó afectuosamente entre sus brazos, me mostró ese enigmático libro, que con
tanto cuidado llevaba en sus manos, que lo manipulaba como un objeto sagrado,
como una reliquia.
-Sí, papá, ¿Cómo se llama ese libro que con
tanto interés lees? ¿Qué dice?
-Hijo, lo que leo es el “Libro del cambio”,
que muchos conocen como el “Libro de las mutaciones” o “Libro de las
transformaciones”. En idioma chino lo llamamos el “I Ching”. Es uno de los
libros de sabiduría más importantes, desde la antigüedad, en el mundo oriental.
Es un libro sagrado como la Biblia o el Corán. Pero la diferencia es que a
través de este libro, los dioses nos responden a las consultas que le hacemos…
- ¿Responden? ¿Cómo? No entiendo. ¿Qué dioses responden? ¿No serán acaso demonios
o espíritus malignos?, dije yo sorprendido y algo asustado.
- Bueno, ¿quiénes pueden ser?, respondió mi
padre, -yo mismo no lo sé. Quizás, no sean dioses, sino nuestros guías espirituales, nuestros ángeles de la
guarda. Yo no creo, que sean espíritus malignos, pues sus consejos son siempre
para bien de los consultantes y de todos quiénes estén involucrados. Nunca
desean el mal a nadie.
-¡Ahh! ¿Pero sabes cómo responden esos guías
o espíritus?
-Hijo -agregó mi padre- es algo misterioso,
no puedo darte una respuesta, yo mismo no sé el mecanismo; por ahora debes
entenderlo como un libro de conocimiento y sabiduría, escrito hace tres mil
años en el que podemos interpretar consejos escritos en forma de poemas y versos. Olvídate de las consultas y
respuestas. Cuando crezcas, ya entenderás.
-¿Y cómo lo conseguiste? ¿Lo trajiste desde
la China?
-
Lo he heredado de tus abuelos. Cuando seas mayor de edad, si aprendes el idioma
chino, o si lo traducen al castellano, comenzarás a captar sus mensajes y
quizás entenderlo. Confucio, alguna vez, dijo: si cincuenta años más de vida
tuviera, los dedicaría a estudiar y a entender la sabiduría contenida en el “I
Ching”. Este ejemplar, lo traje como una de mis pertenencias más valiosas
cuando viajé de Shanghái a Lima, durante largos meses de travesía en aquel
desvencijado barco, creo, si mal no recuerdo, en el año mil novecientos
cuarentiocho.
-Ojalá papá, pudiera yo leerlo y entenderlo. Me parece muy difícil aprender
esas letras que parecen dibujos. Creo que esperaré a que lo publiquen en idioma
castellano.
-
Así es hijo. Lo que ves es caligrafía china, hexagramas con un significado cada
uno. Es difícil pero no imposible aprenderlo. Considero que es una suerte que aún
conserve este libro; a la fecha no hay
aún ninguna edición en lengua castellana, sólo hay una publicación en alemán y otra en
inglés, de Richard Wilhelm. Ya lo publicarán en castellano, es un libro muy
interesante e importante. Así podrás leerlo.
Sería
comienzos de la década de los años sesenta,
cuando se lo pregunté. A mi padre hace ya muchísimos años que se lo llevaron
los dioses, a comienzos de la década de los años noventa. Su partida de este
mundo fue muy triste tanto para mamá como
para mí, recuerdo el cariño y pesar cuando nos despedimos de él, esparciendo sus cenizas, sus restos mortales en el mar de
Pucusana, adónde solíamos ir con la
familia los fines de semana en cada verano. Así cumplimos su último deseo antes
de morir, cuando nos dijo que quería volver al agua, uno de los elementos
básicos según el “I Ching”. Ya no está con nosotros, pero si su libro que tanto
quería y sobre todo los recuerdos añorados.
Recién ahora con mis estudios de historia,
filosofía y teología oriental comienzo a
tomarle verdadero interés y a comprender algo de ese extraño libro llamado “I
Ching”, cuyo original en chino lo he heredado de mi padre, lo guardo como un recuerdo preciado, en honor
a él, que tanta devoción le tenía. Actualmente,
como hay muchas versiones publicadas de ese libro en idioma castellano, puedo
leer y entender su sabiduría. Estas ediciones se basan en el original publicado
en idioma chino, traducido por Richard Wilhelm, prestigioso sinólogo e investigador
alemán que escribía, leía y hablaba en idioma chino mandarín, que estudió en
China ese libro, asesorado por eruditos lingüistas de ese país.
El
“I Ching” es una obra que ha merecido comentarios de Carl Jung, uno de los fundadores
de la psicología moderna y de Jorge Luis Borges quién le dedicó a esa primera edición, un hermoso
poema. De ello deduzco, que efectivamente, no es cualquier libro.
Luego
de leerlo, valoro mucha de sus ideas como
una fuente de conocimiento de lo que fue el pensamiento místico e intuitivo
en aquel entonces, origen de poemas
inspirados en la naturaleza del ser humano y de su ambiente propios de una
sociedad agrícola de la China de aquella época en que la ciencia estaba en sus
principios. Su esencia era el estudio del cambio en el medio ambiente y la
cultura. Servía para orientar a las personas que lo consultaban con sus
consejos en la toma de decisiones para supervivir en una época de mucha
violencia y caos.
-Papá,
¿ese libro qué significa para ti? ¿Por qué
lo lees con tanto interés y concentración?
-Hijo,
justamente por eso, por su utilidad como sabio consejero; tú eres curioso e
inquieto, eso está muy bien. La
curiosidad es signo de inteligencia. Su nombre en chino, te dije, que es «I Ching», es un antiquísimo libro de
sabiduría, de poesía pero aunque no lo
creas, también de orientación para el cambio que los antiguos chinos empleaban para adaptarse a
las duras circunstancias de su época. Podemos utilizarlo como libro de oráculos
para obtener consejos en situaciones difíciles de la vida. También podemos apreciarlo
y utilizarlo «únicamente» por su sabiduría. Aunque los sacerdotes jesuitas que
llegaron a China, quisieron extirparlo como libro de idolatrías porque temían
que compitiese con la Biblia cristiana, por lo acertado de sus respuestas como
oráculo para el pueblo chino, que los misioneros cristianos querían catequizar pero
no podían impedir esas prácticas oraculares que para el cristianismo tenían una
connotación demoníaca.
-¡Ah!
Entonces es un libro prohibido por la
Iglesia católica ¿Acaso te sirve para consultar el futuro? ¿Eso no es pecado?
-
¡Ay hijo! En este libro que soy capaz de entender quizás sólo de una manera intuitiva, hay un sistema de
analogías para todo el mundo, basado en ocho imágenes poderosas y
representativas de las fuerzas de la naturaleza: las dos primeras son el cielo
y la tierra, luego el viento, el agua, el trueno, el calor, el monte y el lago.
- ¿Para
qué te sirve ese viejo libro, papá?
-
Mediante ocho hexagramas básicos tiene sesentaicuatro combinaciones, que
generan cientos de alternativas sobre las que se basa el oráculo y sus sabios
consejos. Los matemáticos y especialistas en computación, se asombran del lenguaje
binario que los antiguos chinos utilizaron en ese libro, que corresponde a la
manera en que actualmente se programan las computadoras usando el código
binario: línea continua y línea partida. De joven, cuando tenía problemas y me
perseguían adversarios poderosos, le pregunté
al “I Ching” y obtuve como respuesta, como consejo: « Es favorable atravesar el
gran mar”. Y aquí me tienes, atravesé el mar…
-¿Si?
¿Sólo por ese consejo viniste al Perú?
-Bueno,
eso es una parte de los hechos que
influyeron en la decisión que tomé con tu mamá querido hijo. Pero la respuesta
de ese libro, nos ayudó a decidir la difícil opción de embarcarnos a este generoso país, denominado por nosotros
allá como el país de las “colinas doradas”, en honor a sus riquezas naturales y
a las grandes oportunidades que ofrecía a los pobres inmigrantes
que como yo, fuimos acogidos generosamente.
-La
verdad papá, que me parece insólito. Sinceramente debes haber tenido otros
motivos, que no me cuentas.
-
Bueno, lo cierto, es que en los años cuarenta, fui dirigente político, los comunistas allá en Shanghái
me perseguían, por ser uno de los miembros más activos y supuestamente peligroso para ellos,
ya que pertenecía al único partido
opositor al “Partido comunista de China”,
cuyos líderes como Mao tse Tung querían instaurar una dictadura. El
partido al que yo pertenecí, se llamaba “Kuo
Min Tang”, que lideraba el generalísimo Chiang Kai Sek; después de la caída de
la corrupta corte imperial, luchábamos por convertir a China en una democracia.
-¡Eso
es una aventura sorprendente, increíble!, no me imaginaba que estabas metido en
política, papá.
-Por el riesgo que corría tu mamá, que estaba
embarazada contigo y yo preocupado por su seguridad, tuvimos que salir precipitadamente de Shanghái
y embarcarnos rumbo al Perú. Ese libro fue nuestra única gran compañía y un
gran consejero espiritual…lamentablemente tu madre no soportó el duro viaje por
barco, estaba muy débil y enferma. La perdimos. Sólo pudimos salvarte a ti, que
naciste sano y fuerte.
-¡Oh!
Papá, sabes que a mi mamá, mi verdadera mamá la extraño mucho. ¡Me hubiera
gustado conocerla, sentir su cariño, sus arrullos! Por las fotos que tienes, veo que fue una joven
muy bella. No pienses mal, pero a mi actual madrastra la aprecio, me trata bien, la quiero pero siento que no
es lo mismo, por más esfuerzo y voluntad que pone.
-Así
es la vida hijo. No ha sido fácil para mí salir adelante, después de perder a
tu mamá. A quién ahora es tu mamá por favor, es ya tu madre, ella es quién te crió con mucho amor
y cuidado, refiérete a ella y llámala siempre mamá o por su nombre, gracias a
ella te hemos podido formar como hombre de bien, me ama y a ti también te quiere mucho. Te ha engreído y ha aceptado como su
único hijo, no quiso tener descendencia conmigo por respeto a tu madre y a ti.
-Sí,
papá. Haré lo que tú dices. Ahora, cuéntame más de tu vida política, parece
mentira, todo lo qué has pasado. Es una aventura como para una novela. Ojalá
tuviese el coraje que tú tuviste.
-No,
hijo. Ahora es otra época. De coraje, no hables, pues lamentablemente tuve que
abandonar a mi líder y a mi país. No se puede imitar eso, la realidad del Perú es
otra. Yo era un militante activo que simpatizaba
con la democracia que fundó Sun Yat Sen, cuya doctrina era seguida tanto por los
nacionalistas del “Kuo min tang”, así como también por los comunistas, quiénes lo usaban como símbolo, para sus propios intereses, con
el fin de capturar el poder en China. Sun Yat Sen tuvo y mantiene su prestigio
no sólo por haber fundado el primer gobierno democrático en China, sino porque
logró que se respete a China, y por evitar que las potencias occidentales
Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos, y las potenciales orientales Rusia
y Japón se repartan al país.
-
Papá, sígueme contando tu historia, es muy importante para mi conocer todo lo
que ha pasado en tu vida.
-
Fui perseguido por los comunistas pues era un líder muy visible, les era una piedra en el zapato,
mucha gente me seguía y apoyaba el movimiento, época difícil por la guerra
civil entre ellos los comunistas y nosotros los republicanos nacionalistas que realmente
seguíamos los principios del demócrata Sun Yat Sen, bajo el liderazgo del
Generalísimo Chiang Kai Sek, mientras los comunistas eran apoyados por los
rusos, para instalar soviets en China. Para colmo el ejército imperial japonés
invadió China para apoderarse del país.
-Papá,
papá, en ese contexto ¿Cómo te ayudó, ese libro? ¿Realmente ese libro sagrado, te
sirvió?
-Hijo
mío. Querido hijo, este libro de las transformaciones lo consulté allá en
China, y su respuesta no pudo ser más devastadora. Su respuesta fue que los
comunistas tomarían el poder, luego de terribles masacres, y obligarían a
nuestro líder y partidarios a emigrar al exilio. Tú, ya sabes por la historia que
Chiang Kai Sek con sus más cercanos dirigentes dejaron China y se refugiaron en
la isla de Formosa, ahora conocida como Taiwán, que es un pequeño país del
mundo libre, muy poderoso económicamente.
Todo eso ya lo sabía el “I Ching”. Por eso yo abandoné China, junto a
tu mamá, no quería exponerla y la verdad, que como ser humano, tuve
miedo que nos capturen y maten.
-¿Tanto
creías en el “I Ching”?’ ¿No habrá sido coincidencia? Por lo que me dices se cumplieron las premoniciones del libro.
-
Desde que llegué al Perú, el libro me acompaña y siempre ha sido mi guía, me
recuerda lo buena que fue conmigo tu madre que te dio vida. Ese libro me
recomendó que forme una nueva familia, incluso me ayudó a conocer a tu nueva madre
y a formar la familia que somos. Sin este libro sagrado, quizás tú no existirías,
tú eres un niño que se va a convertir en un hombre con más sabiduría y éxito que
yo, tu padre.
Estas
palabras de mi padre, hasta ahora retumban, y se
han grabado en mi mente; siempre quedé intrigado, por eso, con mis
estudios de historia, filosofía y literatura oriental, busco encontrar una
respuesta a esa creencia tan acendrada en mi padre; que desde la perspectiva
actual, con mi pensamiento occidental, me parece un pensamiento
mágico-religioso propio de épocas pre-industriales ¿Cómo podría Dios o deidades, ángeles o guías
espirituales comunicarse a través de un simple libro? O es acaso, más probable,
que la verdad esté en el funcionamiento de nuestra capacidad premonitoria no
desarrollada de la videncia; al fin y al
cabo se sabe que usamos limitadamente el potencial de nuestro cerebro; quizá
esa pueda ser la respuesta. Eso me toca a mí averiguar.
Más
adelante, comenzaría a investigar el aspecto oracular del libro, así retorné para visitar aquel extraño Templo en
honor al dios Kwan Kun, ubicado en el Jirón Huanta en Lima, que los paisanos de
mi padre visitaban para ofrecerle sus oraciones y hacerle consultas utilizando al
famoso “I Ching” Y curiosamente encontré al mismo maestro guardián del templo que
me hizo la sesión oracular, aunque ya anciano, ya no se acordaba de lo dicho en aquella época
en que era niño; lo único que me dijo es que a veces el “I Ching” decide
responder seriamente, sólo cuando el consultante lo merece y mirándome comentó,
parece que usted si es un buen consultante…
Cuando
era niño mi padre me llevó a ese templo e hizo unas consultas sobre mi futuro;
aún ahora tengo presente el impacto que me causó esa sesión de consulta al
oráculo, pese al tiempo transcurrido lo recuerdo
muy bien.
Tengo
aún presente, cómo ese mismo guardián
del templo don Weimán Hoo, bastante joven en aquel entonces, al leer el oráculo, adivinó a qué actividades yo me iba a dedicar de adulto, adónde y en qué
trabajaría, hasta acertó respecto a la manera cómo conocería a mi futura esposa,
cuántos hijos tendría; pero lo más desconcertante
es que me advirtió de los posibles peligros y problemas que tendría que
enfrentar en la vida. Todo ello se cumplió…
Ese
señor Hoo ¿habrá realmente tenido capacidad como vidente?, ¿el “I Ching” realmente le informó acerca de
mi futuro?…todo ello es aún una incógnita que me deja perplejo… ¿Cómo lo hizo?,
aún no sé qué pensar, pese a la racionalidad que tengo, me deja dudas, muchas preguntas
sin respuestas…
Ahora
en plena madurez, el “I Ching” se ha
convertido en una fuente obligada de consulta en mi vida cotidiana. Ese
misterioso oráculo, me brinda respuestas a las acciones y decisiones que
orientan mi vida. Lo hace con una gran
precisión en sus respuestas y consejos como si se tratase de un ser humano, de
un consejero o guía amigo muy sabio.
Lo
terrible es que el Libro, ese libro el “I Ching” se ha convertido casi en mi
dueño y yo me siento como un simple lazarillo, esclavo y ejecutor de sus
órdenes, es mucho más que un guía, es como una persona que decide por mí y de
eso quiero librarme, ¡Quiero ser independiente y no depender más de sus
consejos!
Ya
mi madre adoptiva, me lo advirtió; ella dentro de sus creencias cristianas,
siempre me decía, -Hijo, mantén el equilibrio, tú eres resultado de dos
culturas, escucha a tu padre, pero siempre debes escucharlo con espíritu
crítico y muy alerta. Eres muy
inteligente y cuerdo, ten en cuenta que tu padre sufrió mucho antes de venir al
Perú y trajo algunas creencias controversiales. Yo recuerdo que además me decía:
-Hijo,
la Biblia Cristiana y el Evangelio de Cristo Jesús, te ofrecen la verdad y la
vida eterna, el libre albedrío; también debes leerlos con amplitud de criterio,
al igual que lees y te dejas influenciar por el “I Ching”, que supuestamente te
da las respuestas y no te deja analizar y decidir por ti mismo.
Pero,
yo le respondía, al igual que mi padre:
-Mamá,
en la religión cristiana el Dios poderoso
no nos da ninguna orientación, ni guía concreta. Sólo nos impone sus diez mandamientos,
que muy poca gente cumple.
-Querido
hijo, Cristo predicó con el ejemplo de su propia humildad, pobreza y dio su
vida por nosotros, para salvarnos.
-
¡Ay mamá, lo que dices es absurdo, ¿para
salvarnos?, ¿cómo?. Esa doctrina es poco
útil en nuestra vida actual, pues cómo es posible que Cristo, como dios nos
diga que si nos agreden, pongamos la otra mejilla, hasta morir. No, esa
doctrina no la siento razonable.
-
Te repito hijo. Cristo, por amor a nosotros seres humanos, dio su vida.
-
¡Será Él pero no podemos nosotros hacer lo mismo! Pues como Dios, nos debería
haber dado el conocimiento, sabiduría y
perfección para siempre. Además según la Biblia, Dios pide que lo adoremos y
hagamos sacrificios por Él. En cambio el
“I Ching” sólo pide un trato respetuoso, no que lo veneremos, además nos da
consejos para salir adelante en la vida. Que la Biblia no nos da.
Las
conversaciones entre mi padre y mi madre, en todos los temas eran cariñosas y armoniosas,
excepto en temas como estos, los de creencias religiosas, donde había realmente
un diálogo de sordos. Cada cual tenía
argumentos poderosos, consistentes, que hacían tambalear las opiniones de uno y
otro. Pretendían que yo, el hijo único tuviese un criterio amplio, en que
prevaleciese el sincretismo religioso, y el pragmatismo. Pero, las ideas de mi
padre se impusieron. Creo que injustamente, sobre la amplitud de mi madre, mi madre
adoptiva, que tanto me quería. Subestimé los consejos de mi madre. Y ahora
estoy en un callejón sin salida. Ya mi madre ni mi padre están para aconsejarme. Sólo está el “I
Ching”.
Mi
querida esposa, ha seguido este caso mío con objetividad y aprehensión, al
igual que mis hijos; quiénes también me han dicho, que deje de estar
consultando con el “I Ching”. Reconocen que en alguna medida, el “I Ching” ha
sido una guía útil, en los aspectos más importantes de mis decisiones en la
vida, pero ya han notado esa terrible obsesión, por ejemplo tengo más de noventa
libros, de múltiples autores, de diversas editoriales de todo el mundo, sobre el
“I Ching”. Algo debo hacer. ¿Desprenderme de ellos? ¡No!, es un tesoro, que me
ha costado años de viajes, sacrificios e inversión coleccionarlos. Pero, no, estos
libros de “I Ching” no deben dominar mi vida.
Al
final, he tomado la decisión de cederlos en uso a la universidad en que trabajo,
al “Centro de Estudios Orientales”; ya tengo identificado al candidato ideal,
para reemplazarme en los estudios en ese tema, espero que de manera amplia, con
criterio científico, pero yo necesito alejarme
de su avasalladora influencia. Lo importante es que lo que se inició como una afición por el “I Ching” no se apodere y me
domine. Por lo que a mí concierne ya opté. Dejaré de hacer consultas y esperar
respuestas del oráculo del “I Ching”. Sólo conservaré como recuerdo el original
en chino, que mi padre me entregó. Adiós “I Ching”. ¡Gracias “I Ching” por tu
ayuda brindada hasta ahora, perdóname, pero me despido, ya no quiero depender
de ti, hasta nunca!
¿Hasta
nunca?, Querido amigo, el “I Ching” jamás te abandonará, tú ya te consagraste a
él, y no puedes desprenderte como si de un objeto inservible se tratase, el “I
Ching” tiene vida propia, hay un espíritu detrás de él, y nunca te dejará.
Julio: muy interesante tu narración, quizás faltó precisar algo más que es el "I Ching".
ResponderEliminarPero es singular la influencia que se supone
puede tener un libro sagrado, debo entender.
Felicitaciones.
Gracias amigo lector: Cierto me faltó desarrollar el concepto del "I Ching" libro sagrado que trata sobre el cambio permanente en todo. A través de 64 hexagramas permite obtener miles de respuestas ante consultas que uno hace con tres monedas. Hay mucha bibliografía y referencias en internet. Procuraré completar o ampliar un poco en el relato. Muchas gracias,
ResponderEliminarJulio