martes, 20 de septiembre de 2011

La universidad del mercader



Marco Antonio Plaza
Gerónimo acaba de ser presionado por Tula, la coordinadora del área de administración, para que sea evaluado durante las clases de su curso que viene dictando hace diez años habiéndose inclusive convertido en el profesor más experimentado de la facultad. Gerónimo es una persona muy colaboradora de las que no pide nada a cambio. Había asistido a varios eventos y congresos académicos nacionales e internacionales, y publicado sendos documentos de investigación dejando muy bien a la universidad a nivel internacional. 
Él vive cerca a la universidad y se siente identificado con su trabajo. Sus hijos estudiaron en la misma institución. Gerónimo es un profesor que prepara su material didáctico, lee diferentes libros, hace resúmenes, los estudia y con todo este conocimiento lleva a cabo su clase. Las experiencias vividas, tanto en su antigua profesión, donde destacó y fue brillante, como en su nueva actividad, la docencia universitaria, lo han convertido en un intelectual de primer nivel.
Gerónimo fue oficial de la Marina de Guerra del Perú. Se retiró con el grado de Capitán de Fragata. Destacó en el curso Básico de Estado Mayor, obteniendo el primer puesto, estuvo en Francia en la comisión para recibir una corbeta misilera y traerla navegando al puerto del Callao y al final de su carrera fue  comandante de buque habiendo llevado a cabo varias operaciones de desembarco con infantes de marina y del ejército peruano a lo largo del litoral. En tal sentido, Gerónimo tiene un perfil poco común en la sociedad limeña, una mixtura de hombre de acción e intelectual. Él sospechaba que ésta sería la causa por la cual lo veían como bicho raro.
Después que Gerónimo le había dado la respuesta a Tula, se reunió para tomarse un cafecito y conversar sobre el trabajo, con su hermano menor, José, quien también enseñó en la misma universidad años atrás,
-¡Hola hermano! ¿Cómo estás? –saluda Gerónimo.
-Bien compadre, ¿y tú? ¿Y cómo te va en la “fábrica?
-¿En la fábrica? ja ja ja ja, tú siempre tan sarcástico en tus expresiones. Bueno, lo mismo de siempre. He llegado a la conclusión que la universidad donde trabajo y enseño nunca tendrá espíritu de cuerpo.
-¿Cómo es eso de espíritu de cuerpo? Me imagino que tú conoces muy bien ese tema por haber sido oficial de la Marina de Guerra-, pregunta José.
-Es verdad, lo que sucede es que no se percibe un esfuerzo conjunto, sino por el contrario, aislado, y tus aportes no los consideran para nada.  Los objetivos no están bien  establecidos sobre todo en la facultad de administración y ni que decir de la misión y visión, y lo más triste es como esta institución maltrata a su personal al no reconocer su empeño. ¡Siento que la organización ha caído en una mediocridad espantosa donde campea el afán de lucro dejando de lado la razón de ser, la formación de mentes humanas! -manifestó Gerónimo con tono de voz de preocupación.
-Si pues, cuando enseñaba también sentía lo mismo, recuerda lo que te conté en una oportunidad, que me hacían lío porque usaba los ejercicios del libro que había escrito para el curso de matemática financiera, y el coordinador me exigía que utilice los problemas que ellos habían venido usando en los últimos años. Y de ahí surgió el conflicto y como tú bien sabes, no podía seguir enseñando. Al final, les interesó un pito que yo haya aportado conocimiento. Lo más importante para ellos es que se cumpla lo que ellos querían. Su mentalidad es concreta y formateada.
-Es un tema de fondo. La vez pasada te conté que Tula quería evaluarme y hacer un diagnóstico, según ella, para ayudarme a mejorar el método de la enseñanza. Y bueno, le contesté simplemente  que no podía seguir enseñando por motivos personales, dejándole entrever que no aceptaba la evaluación por estar fuera de lugar bajo todo punto de vista.
En dicho momento, Gerónimo estaba preparando la sustentación de su tesis para optar el doctorado de administración en la Escuela de Negocios de la misma universidad y era cuestión de meses. Él sentía una contradicción porque estando a punto de obtener el mayor grado académico, en la facultad lo maltrataban.
Todo esto sucedió en una universidad llamada San Jacinto que cada vez estaba más lejos del motivo para la cual fue creada, que consistía en que los académicos generen conocimiento a través de sus investigaciones.  Pero muy por el contrario, en este centro de estudios el esfuerzo principal estaba dirigido a ganar dinero sin importarles la exigencia y  excelencia académica. Esta filosofía venía desde el dueño de la universidad que  odiaba la intelectualidad. Y esta actitud se dispersaba por toda esta casa de estudios cual virus contagiando a poblaciones enteras.
-Tú sabes que la facultad de administración tiene un director, Eusebio, que por no tener el grado de doctor, no lo pueden nombrar decano y eso lo mortifica. Pero como es amigo del dueño de la universidad, lo han nombrado director. Y cómo es la vida, de haber sido un mediocre funcionario de una empresa de aviación comercial, ahora dirige una facultad sin la menor capacidad profesional-, dijo Gerónimo.
-¿Acaso Eusebio no se esfuerza para ser un intelectual cómo le corresponde?
-No, el problema del director es que en los últimos años de su existencia no se ha cultivado intelectualmente y eso se nota por la manera como se expresa con los profesores. Los temas que toca solamente son administrativos relacionados al control de procesos pero nunca de asuntos de investigación. Jamás se le escucha hablar de una teoría ni de un descubrimiento intelectual.
-Ja ja ja ja, sabemos que eso pasa en la mayoría de universidades que se han vuelto comerciales, pues, prácticamente son un buen negocio, una especie de fábrica, pero ni siquiera eso, porque en éstas, si no eres un buen ingeniero, te vuelan al toque.
 - El problema es a nivel nacional. Y mira, para que no le hagan sombra, el susodicho se ha rodeado de una serie de incompetentes. ¿Sabías que al ayudante del coordinador del área de finanzas,  es hijo del que fue chofer en su anterior cargo?
-Ni idea, a ver cuéntame eso-, dice José con los ojos abiertos.  
-Este muchacho, de apenas veinte y cuatro años lo han nombrado profesor ordinario, a tiempo completo sin tener ninguna experiencia profesional ja ja ja,  increíble ¿no? ¿Cómo te explicas esto?
-Bueno, se podría decir que es el hijo del dueño ja ja ja ja.
-Y te sigo contando para que veas y saques tus propias conclusiones. En el área de administración, la coordinadora  se acaba de divorciar, y siempre refleja en su expresión facial un gesto de insatisfacción; tiene una nariz ancha y ojos chicos hundidos, camina de manera jorobada, siempre tiene el pelo mal pintado  y  desteñido y viste casi todos los días unos trajes antiguos con colores opacos, oscuros, tapándose siempre los brazos y el cuello, sin ningún escote, y siempre anda con unos zapatos viejos,  que nunca están a la moda como no es natural en las mujeres jóvenes. En síntesis, esta mujer no tiene pero ni un gramo de sexualidad ¿No te acuerdas de ella?
-¡Claro, cómo no me voy a acordar la manera cómo habla, pareciera que le pesa la lengua y siempre con un tono de voz deprimente! Pero eso sí, debe ser mosca, por algo tiene poder en la facultad, y tú sabes que no es bella, ni sexy, pero tiene que tener algún contacto con un peso pesado.
-¡Pero si ella ha sido mi alumna!
- ¿Y ni con esas te trata mejor que al resto?
-¡No!, eso no importa ahora. Pero lo que te quería contar es que apenas asumió el cargo de coordinadora, comenzó a hablarme de manera cortante y siempre buscando su beneficio propio. ¿Sabías que ella es hija de una señora que fue empleada de confianza en una de las empresas del dueño de la universidad?
-Ja ja ja ja increíble, de eso se trataba entonces.
-Bueno compadre, me quito porque tengo que hacer.
-Ok, mas bien, me cuentas cómo acaba esta novela, está muy interesante, la podemos llamar «la rebelión en la fábrica » ja ja ja ja.
- ¡Graciosito! ¿no? Ja ja ja ja, ¡qué buena!
Así se despiden los dos hermanos luego de charlar animadamente como era usual en ellos.
El ambiente entre Gerónimo y Tula, así como con Eusebio se volvió cada vez más tenso y hostil toda vez que Gerónimo demostraba ser más competente que los adulones del director de la facultad. Éste siempre recordaba lo que le decía su padre cuando estaba vivo «¡Hijo, en las organizaciones siempre hay mucha mediocridad y si una persona destaca por sus habilidades es visto como un bicho raro, y no solo eso, sino, es expectorado lo más pronto posible!» Pero Gerónimo, como toda persona vehemente y muy competente, quizás en demasía,  hizo caso  omiso, y siguió luchando para ganarse un lugar de prestigio en la universidad, aun sintiendo que desde hacía muchos años ya le habían puesto la puntería justamente por su competitividad, la que no era tolerada en una organización que seguía el compás del dueño, «primero el negocio y segundo, lo académico». Era cuestión de años para salir de la facultad ya sea por decisión de él mismo o de la organización la que estaba encabezada por un mercader.
Días antes que los hermanos charlaran personalmente, Tula cita a Gerónimo  a su oficina lo que le hacía presagiar un desenlace fatal. Éste ni zonzo ni perezoso  intuía lo que Tula le diría porque en los últimos años cada vez que lo habían citado, incluyendo a Eusebio, nunca fue para felicitarlo, darle las gracias por haber asistido a los congresos de escuelas de negocios y representar a la universidad  y sobre todo por el esfuerzo intelectual que desplegaba en sus clases y en todas sus actividades académicas. Siempre lo llamaron para darle las quejas de los alumnos, que exige demasiado, que no los ayuda, que los trata de manera descortés y así, cómo si el profesor estuviera a cargo del alumno, desvirtuándose la función académica y el liderazgo que debiera tener todo profesor universitario. Realmente el profesor estaba harto.
Y resultó ser lo que esperaba.  Tula lo recibe:
-Buenos días profesor.
-Hola Tula.
-Profesor, lo he citado para explicarle una delicada situación que se ha presentado en los últimos meses. Se trata de lo siguiente. Mire, hemos observado, yo y Eusebio, que su rendimiento académico ha sufrido una merma, y algunos alumnos  se han quejado manifestando que no lo entienden y por tal motivo hemos decidido ayudarlo para que pueda seguir enseñando. Para esto, tenemos que seguir algunos pasos previos. El primero es someterlo a un programa de supervisión y evaluación durante sus clases de tal manera de poder detectar los problemas comunicacionales que tiene con los alumnos.
 Gerónimo no podía tolerar semejante atrevimiento. Él suponía que el fin era sacarlo de la universidad y no solo eso, sino humillarlo, bajarle su autoestima, convencerlo que estaba enseñando mal y por último decirle que ya no querían sus servicios y que sería reemplazado por otro profesor.
-Ok Tula, dame unos días para pensarlo y contestarte -dijo Gerónimo de manera muy calmada, más de lo normal aun teniendo en consideración la tensión entre ambos personajes,  pero pensando dentro de si «¡esta es una maniobra perfecta para sacarme de la universidad creando todo un ambiente ficticio, pero no caeré en su juego, de ninguna manera voy a permitir que esta chola de mierda me maltrate!»
- Profesor, tómelo como una ayuda, ya se ha aplicado a  varios profesores y los resultados han sido magníficos, pues, han mejorado enormemente. Creemos que a usted le haría mucho bien, ¡anímese! Lo que si, por favor, no se demore porque tengo que cuadrar los horarios.
-No te preocupes Tula, pierde cuidado, como máximo, en un par de días te contesto, ¿está bien?
-Muy bien profesor, ya que insiste, así quedamos –le contesta la coordinadora.
 Gerónimo hizo las consultas del caso con su familia y amigos y todos le aconsejaron que no permitiera aquella humillación disfrazada de evaluación pedagógica. 
Gerónimo, luego de dos días, le envía un correo a Tula diciéndole:
-Estimada Tula, por medio de la presente he decidido no dictar clases este ciclo por razones personales. En tal sentido, mucho te agradeceré que no me consideres. Más bien, si me necesitan el siguiente ciclo, me avisas. Saludos. 
Al día siguiente Tula le contesta por el mismo medio con el siguiente párrafo:
-Profesor, es imposible volverlo a llamar a menos que sea evaluado nuevamente como si fuese un profesor nuevo, pues, le damos una última oportunidad para que pueda seguir enseñando. Caso contrario, se le complica la posibilidad de retornar como profesor. Espero su respuesta lo más pronto posible.
Gerónimo leyó el correo y decidió no contestar porque pensaba «que se cree esta huevona, que me va a venir a amenazar, que se vaya a la mismísima mierda»
Luego de unos días, y al  no haber respuesta de Gerónimo, Tula lo llama a su casa.
- Buenos días, por favor ¿está el profesor Gerónimo?
- Buenos días, espere un momento por favor, voy a ver si está, creo que ha salido -contesta la mujer de Gerónimo, y en voz baja y tapando el fono le  dice a Gerónimo -¡te llama Tula!, ¿qué le digo? 
Gerónimo, que estaba leyendo animosamente su periódico favorito, la parte de negocios, levanta la cara, y con la vista por encima de su montura de lentes, mira a su mujer frunciendo el ceño y grita con voz fuerte y clara:
-¡Dile a esa cojuda de mierda que no quiero hablar con ella!
Fue así que se cumplió lo que Gerónimo  de alguna manera sentía en lo más hondo de su ser. Un sentimiento que fue madurando con el pasar de los años. El rompimiento era inevitable. Finalmente él acabó diciéndole de una vez por todas a la coordinadora que no aceptaba sus condiciones para seguir enseñando en la universidad.

4 comentarios:

  1. no esta mal pero es muy evidente la denuncia, hubiera preferido algo sutil, velado

    ResponderEliminar
  2. Creo que el problema es que el narrador está parcializado con el protagonista, el narrador debería ser imparcial

    ResponderEliminar
  3. Gracias Elvira, tomaré en cuentapara los otros cuentos. Marco

    ResponderEliminar
  4. ¿A qué te refieres con "es muy evidente la denuncia, hubiera preferido algo sutil, velado"
    Gracias por el comentario. Marco

    ResponderEliminar