martes, 17 de mayo de 2011

Una amarga espera

Santos Padilla



María, una mujer de treinta y siete años de edad, ama de casa y esposa de Humberto, un fornido obrero de construcción civil, habitantes de una ciudad del interior del país, una ciudad tranquila, ubicada en la zona interandina del sur oriente, esperaba con ansiedad el nacimiento de su primer vástago, luego de quince años de feliz convivencia y de muchos intentos de procrear un producto, fruto del amor que se profesaban con mucho respeto y cariño.

- Muy pronto tendré la dicha de ver nacer a mi hijo, luego de casi quince años de casada -pensaba en voz alta María- valió la pena la  espera, me he cuidado mucho para este gran momento.

Estaba en el noveno mes de gestación, lucía orgullosa un voluminoso vientre de un embarazo controlado en la posta de salud del distrito, donde una obstetriz  la evaluaba, dictándole la conducta a seguir para llevar a buen término el embarazo y poder alumbrar en las mejores condiciones de salud, en un parto institucional.

Había pasado los últimos tres meses conservando su peso en base a un esquema nutritivo riguroso y consumo de vitaminas y medicinas especiales, que un familiar radicado en Europa le proveía mensualmente. Para esa época tenía la ilusión y la sospecha de que podía tratarse de un varoncito.
-         María, apuesto que por la forma de su barriga va tener un varoncito -señaló un amigo tres meses antes.
-         Gracias Ruperto, yo también deseo que sea varoncito, Humberto quiere que su primer hijo sea hombrecito, estoy segura que se sentirá bien orgulloso.

A inicios del noveno mes de su embarazo, María sentía con cierta frecuencia los mareos y antojos para comer lo que durante su vida cotidiana, ni siquiera le apetecía, del mismo modo, percibía unos golpecitos en su abdomen, lo que lejos de alarmarla, le otorgaba la tranquilidad necesaria para sobrellevar su estado, con la certeza de que los movimientos percibidos sobre su pronunciada barriga, eran claros indicios de que la criatura gozaba de buena salud, augurando un feliz alumbramiento.

Humberto, se sentía el hombre más afortunado de la tierra, al tener la certeza de que su futuro hijo nacería en un ambiente de paz y amor, adecuadamente controlado por los hombres de ciencia, no se cansaba de pregonar a sus amigos de su trabajo la felicidad que le embargaba, y que no veía las horas de que llegue el dichoso momento de ver nacer a su hijito, y acompañarlo durante su crecimiento y desarrollo.

-         Amigos, estoy seguro que mi “guaguito” va ser un futbolista de primera, su primer regalo que voy a darle, será una pelotita para que vaya practicando desde “corito” -afirmaba orgulloso e hinchando pecho delante de todos.
     Van a ver que todos lo clubes de aquí se lo van a arranchar, pero yo lo voy a
     preparar para que juegue en un equipo de primera de la capital, ya verán.

Estaba en la semana final de su embarazo, María cada vez más entusiasmada hacía el conteo de los días que faltaban para la fecha esperada, pasando por alto los síntomas cada vez más mortificantes que la aquejaban, no soportaba el olor de las comidas, las nauseas se presentaban en todo momento las que desencadenaban una sucesión de vómitos previa e inmediatamente después a la ingestión de sus alimentos, todo lo cual María las consideraba como parte de su gestación a término, despejando cualquier duda de algún terrible e insólito desenlace.

Una noche en la que Humberto se demoraba en regresar a casa, María observó que de manera intempestiva, algo no marchaba bien, súbitamente sintió que las cosas le daban vueltas a su alrededor, por lo que tuvo que apoyarse en una de las sillas de la sala, de pronto una sensación de una sustancia gelatinosa y líquida que le recorría sus piernas, percatándose que era una sustancia de tono rojo pálido que discurría hasta el suelo, tomando aire avanzó resueltamente atravesando el umbral de la puerta para ganar precipitadamente la acera, justo en el momento que pasa muy cerca un taxi, que la conduce al hospital más próximo de la zona.

-         Señora, ¿a que hora se produjo el sangrado?
-         No hace mucho doctor, estaba preparando la cena cuando de repente me sentí muy débil, cuando vi la sangre que aparecía entre mis piernas, me asusté mucho, pero estaba solita, felizmente me trajo un carro al hospital.
-         Bueno señora le informo que no está muy bien su bebito, no se perciben los latidos y los movimientos, vamos a tener que operarla con suma urgencia ¿Ha venido sola?
-         Si doctorcito, mi esposo no debe tardar en venir, ya debe estar buscándome.
-         Espero que venga lo más pronto posible para que nos autorice intervenirla quirúrgicamente y compre algunos medicamentos necesarios para la operación- señaló el galeno.

Se entró en un compás de espera, María cada vez más ansiosa y preocupada, sudando y tiritando de frío, miraba el reloj del establecimiento, murmurando en voz baja.

Pasaron casi dos horas desde que María ingresó al hospital, cuando apareció por la entrada del tópico Humberto jadeando, sudoroso y preocupado.

-         Por fin te encuentro María, que susto me distes, pensé lo peor -señaló Humberto.
-         ¡Que me iba a imaginar que todo esto ocurriera, justo cuando debe nacer nuestro bebito!  -expresó María
-         ¡Que bien ya está aquí! su esposa debe ser intervenida en el acto para dar término al embarazo- dijo el galeno
-         -¿No le pasará nada a mi esposa  y al bebito doctor? .
-         Si no la operamos ahora, ambos pueden pasarla muy mal señor, de usted va depender que tanto su esposa como su bebito se salven -mencionó en forma muy segura el galeno.
-         Está bien doctor, haremos todo lo que usted diga, con tal que no les pase nada- respondió Humberto aún dudando sobre la necesidad de la operación.


Inmediatamente, Humberto firmó la autorización para la intervención quirúrgica recibiendo la receta que contenía el listado de medicamentos necesarios, que  compró en la farmacia del hospital, quedando de esta manera su esposa lista para pasar al centro quirúrgico del hospital.

Pasaron unas tres horas de duración de la cesárea, cuando irrumpió en el pasillo el cirujano con el rostro que denotaba sorpresa y preocupación. Humberto fue a su encuentro rápidamente sospechando que algo no había salido como lo esperaba.

-         Doctor dígame ¿Cómo está María y cómo ha nacido el bebito? dígame la verdad doctorcito por favor -mencionó Humberto preocupado y algo atolondrado.
-         Mire usted señor, le puedo decir que su esposa está muy debilitada en este momento, luego de la cesárea a la que ha sido intervenida, debe pasar a piso de hospitalización para que se recupere porque ha perdido mucha sangre y ha quedado muy conmovida por lo que ha pasado.
-         ¿Y como esta mi hijito?  ¿Está sanito? -inquirió muy ansioso Humberto.
-         El bebé, no se como decirlo, pero debe comprender que a veces no sale todo como uno lo ha planificado, a veces hay algo que escapa a nuestro control, y por alguna razón muchas veces no entendible nos damos con unas sorpresas que en la vida lo hubiéramos imaginado-  afirmó resueltamente el galeno.
-         Pero ¿Doctor me podría explicar con mas claridad, que es lo que quiere decir con eso de que se pueden dar sorpresa?  no alcanzo a comprender, o es que me está ocultando algo terrible que no desea que sepa -le interpeló con un tono más enérgico Humberto.
-         Cálmese señor, lo que estoy tratando de decirle es que el producto de la cirugía ha sido un fenómeno que no se espera así como así, puede suceder un caso en  millones de partos. Es muy raro e incluso los casos en el mundo son contados con los dedos de la mano.
-         ¿Qué ha sido finalmente doctor, nació o no nació mi hijo? ¿Está vivo o no?.
-         Señor, lo que esperaban ustedes no se ha producido, no ha habido un embarazo real. Lo que se ha encontrado en la cesárea es una masa deforme gelatinosa de tono oscuro y consistencia muy blanda. En términos técnicos médicos puede ser una variedad de una mola hidatiforme que simula la forma de un cuerpo fetal, pero que no tiene ningún signo de vida como un ser humano. Esa masa le compromete la funcionabilidad de los órganos reproductores, razón por la que nos hemos visto obligado a extirpar de raíz todos los órganos afines como el útero, las trompas, los ligamentos y los ovarios, porque puede comprometer la vida de su señora.
-         Y ahora  ¿Que va a pasar con nosotros? ¿Podemos tener hijitos?
-         Lamento decirle que su señora jamás dará a luz. Lo que podría hacer es adoptar un niño y criarlo como si  realmente fuera de ustedes.
-         Y mi esposa ¿Ya sabe de esto? -volvió a preguntar Humberto.
-         Aún se está reponiendo de los efectos de la anestesia, cuando se despierte le informaremos de lo acontecido. Va ser duro para ella aceptar la realidad, pero debe saberlo.

Terminada la entrevista con el doctor, Humberto se retiro totalmente apesadumbrado y cabizbajo. De nada sirvieron todos lo planes y las ilusiones que había alimentado conjuntamente con María. Lo que no podía comprender es cómo no se percataron durante todos esos meses en que estuvo en espera, de nada valieron todos los cuidados y las medicinas tomadas.
-         ¡Medicinas! ahora que recuerdo muchas de las medicinas, no eran las que indicaban en la posta. Eran medicamentos mandados desde Europa -recordó Humberto con un tono de misterio y preocupación.
   ¿Y si las medicinas que nos enviaban de afuera no eran las que María realmente
    necesitaba? ¿Porqué no nos dimos cuenta de eso?  –razonó Humberto.

Tan abstraído estaba en sus pensamientos y cavilaciones, cuando un grito de dolor, llanto y angustia lo volvió a la realidad. Eran los gritos lastimeros de su señora que seguramente había recibido la noticia por parte del galeno. Tuvo ganas de entrar al dormitorio para estar al lado de su esposa, y brindarle todo el apoyo y el valor que requería en ese instante, pero se contuvo sopesando que lo mejor sería que se calmara un poco, para compartir el dolor que le embargaba por lo acaecido.

Una hora después, no se percibían los lamentos a través del cuarto. Humberto tomó la resolución de estar al lado de María para darle el aliento y la fuerza moral que requería, pero la encontró dormida. El doctor había indicado a la enfermera la aplicación de un sedante para tranquilizarla y pudiera reposar hasta el día siguiente.

 A la mañana siguiente Humberto estaba al lado de María, tratando de explicarle en su lenguaje lo que el doctor le había informado con respecto al supuesto embarazo, María solo se limitaba a escuchar sin proferir una palabra o una queja. Se encontraba como desconectada del medio, no formulaba comentario alguno, ni lloraba ni sonreía, era como si estuviera portando una máscara con un mutis e indiferencia. Humberto comprendió que mal haría tratar de hacerla reaccionar en ese momento, pensaba en su interior que con el paso de los días paulatinamente iría volviendo a la vida rutinaria.

Tres días más tarde, fue dada de alta con las recomendaciones por parte del médico, para que fuera sometida posteriormente a una evaluación psicológica y de ser posible a una revisión psiquiátrica que sirviera para reforzar su autoestima y volver a desarrollar una vida normal.

Pasaron los días, las semanas y los meses, Humberto no veía una recuperación en su esposa, por más que se esforzaba para que hablara y cambiara de actitud, no conseguía salvo algunas gesticulaciones y  movimientos de los párpados de María. Es cuando toma la decisión de acudir donde un psiquíatra, quién luego de realizar una historia y una evaluación minuciosa, menciono lo siguiente.
-         La señora está todavía atravesando por una fase de shock post traumático que le ha comprometido la esfera mental del campo emocional. Lo extraño de todo esto es que se está prolongando esta fase, a lo más no debería de pasar de cinco o seis meses en casos mas extremos -mencionó el galeno.
-         ¿Y que debo hacer doctor? ¿Podrá volver a su vida como era antes? -inquirió Humberto por demás preocupado.
-         Sólo el tiempo lo dirá señor. Por lo pronto su esposa deberá tomar estos medicamentos que le voy a prescribir, religiosamente, a la hora exacta.
-         Está bien doctor, ojala que esta vez pueda curarse, sino puedo yo también enfermarme y eso complicaría mi vida por completo.
-         Pierda cuidado señor, tenga fe en que su esposa va a recuperarse de ese estado y en el momento menos pensado volverá a ser la misma de antes.

Pasaron dos semanas, siguiendo rigurosamente las indicaciones del galeno, sin mostrar mayores indicios de mejoría, cuando al observar una noche a María sentada en el sofá, apreció que una masa gelatinosa discurría a través de la piernas de María…

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