lunes, 18 de enero de 2016

Un atentado al amor

Héctor Luna


En el recinto sonaba a todo volumen la canción I only want you de la banda estadounidense Eagles of Death Metal, los gritos de la gente y la emoción de estar en el concierto de su grupo favorito, era el inicio de una noche perfecta que tenía planeada Alessia quien habría comprado los boletos apenas se enteró que estarían de gira por Europa. Iba acompañada de su mejor amiga Camille.

Terminando el concierto se encontraría con su novio Abdul-Aziam Arafat, de origen Sirio. A él no le gustaba ese tipo de música por lo que prefirió verla a la salida y así tener todo listo para una velada romántica.

A pesar de no tener un gusto común por la música, sí lo tenían por la pintura. A ambos les encantaba pintar, eran amateurs pero disciplinados. Cada uno, por su parte, se había inscrito en la “École nationale supérieure des beaux-arts”. Desde el primer semestre fueron compañeros del mismo salón aunque no se hablaban.

Diez minutos —un mensaje de Jamal Azim aparecía en la pantalla del iPhone de Abdul-Aziam.

En cuanto vio el mensaje intentó llamarle al remitente del mismo pero no tuvo suerte, el celular estaba apagado.

Con cara de preocupación, desesperación y las manos temblorosas, Abdul-Aziam intentaba comunicarse con su novia, Alessia pero entre tanto ruido y gritos, Alessia no escuchaba el timbre de su celular.

El novio sirio miró su reloj y sin pensar salió corriendo por una de las avenidas de París. Todo tipo de imágenes le venían a la cabeza. Comenzó a sudar. Tenía la esperanza de llegar a tiempo. Hizo una pausa y escribió: Amor, salgan el concierto, problemas graves, las veo a fuera. Es urgente, te amo.

¡Pum! ¡Puuum! ¡Trtrtrtrtrtrtr! Ruidos de armas empezaron a sonar dentro del centro de espectáculos pero no todos alcanzaban a escucharlos por tanto ruido que había en el interior.

Algunos pensaban que eran problemas de sonido, la gente no sabía qué estaba pasando.

Camille y Alessia se encontraban en uno de los palcos, vieron que los integrantes del grupo salieron del escenario, empezaron a ver personas muertas y los disparos cada vez se escuchaban más fuertes.

—¿Qué está pasando? —preguntó Camille.

—¡No lo sé! ¡No lo sé! —respondió nerviosa y a punto de llorar Alessia.

¡Pum! ¡Puuum! ¡Trtrtrtrtrtrtr!

Alessia y Camille miraron que un grupo de gentese arrastraba por un pasillo detrás de los palcos y los siguieron. Llegaron hasta una parte en la que ayudados unos por otros lograban alcanzar un hoyo en el techo y salir.

¡Pum! ¡Puuum! ¡Trtrtrtrtrtrtr!

—¡Corran todo el techo hasta aquella ventana del vecino! —gritaba uno de los muchachos que ayudaba a la gente a salir del edificio.

Mientras tanto en 50 Boulevard Voltaire, las personas que estaban por ahí corrían, gritaban. Era un clima de confusión.

Al ver ese panorama, Abdul-Aziam, cayó de rodillas, puso sus manos sobre el rostro y comenzó a llorar, a lamentarse, a maldecir. No había llegado a tiempo. Su corazón estaba destrozado.

—¡Hola! Soy Abdul-Aziam. Sin afán de ofenderte me gustaría obsequiarte esto. Abdul le entrego un regalo que medía aproximadamente sesenta por setenta centímetros y que iba envuelto en papel periódico y un moño hecho de papel triturado.

—¡Hola! Yo soy Alessia —respondió ella sonrojada por el regalo y sin saber qué más decir. Era la hija rebelde de una de las familias más importantes y poderosas de Francia, no estaba bien visto que platicara con desconocidos y mucho menos con personas de la religión de él. Por el nombre y su fisonomía ella imagino que Abdul practicaba el Islam.

A ella no le importó esto y abrió el presente, se sorprendió mucho al ver lo que había dentro de ese original envoltorio que le había sacado una sonrisa.

Era una pintura de ella. Abdul la había imaginado recostada sobre la arena en un hermoso atardecer.

Alessia a pesar de ser rebelde y rockera, amaba los atardeceres en la playa. Con una gran sonrisa y un abrazo le agradeció el detalle y fue el inicio de una linda amistad.

¡Pum! ¡Puuum! ¡Trtrtrtrtrtrtr!

Abdul empezó a tener imágenes de su relación con Alessi, como él la llamaba de cariño, tomó fuerzas, se levantó y entre la histeria de la gente, los ruidos de los balazos, las sirenas de las patrullas y ambulancias que empezaban a llegar, corrió con todas sus fuerzas hacia la entrada del Bataclan.

Más de cincuenta personas lograron entrar en una habitación de la casa vecina. El espacio no era muy grande pero cupieron, el techo era alto, las paredes verdes pistache, el suelo lleno de polvo, había un par de ventanas grandes que daban al jardín de la casa. El dueño de aquella casa utilizaba ese cuarto como su taller. Los ruidos de las metralletas y granadas se escuchaban cerca y el olor a pólvora incrementaba su nerviosismo. El temor corría por cada uno de ellos. Era complicado respirar entre tanta gente, por sus mentes pasaba todo.

Cerraron las ventanas, acostados uno a lado del otro, con miedo y ganas de llorar pero aguantando para no ser descubiertos, así pasaron alrededor de tres horas, hasta que la policía tomó el control del lugar y pudo sacarlos.

Recostada a lado de su amiga Camille, tomadas de la mano, cada una en su mente recordóflas todo lo que habían pasado juntas desde el primer día en que se conocieron.

Alessia, tuvo flashazos de su vida, de sus papás, sus abuelos, sus hermanos. Recordó cuando conoció a Abdul, de cómo fue creciendo su amistad hasta que un día…

—Te voy a dar una sorpresa, cierra los ojos —ordenó él mientras se los vendaba.

—¿Qué es? Dime, anda —insistía ella con una sensación de adrenalina y excitación.

Abdul le iba dando instrucciones, tales como camina hacia tu derecha tres pasos, luego para la izquierda veinte pasos, etc. En cada punto que ella paraba, él le daba a probar una fresa con chocolate, las favoritas de ella. Empezaron en una explanada, luego pasaron por una de las calles cercanas y finalmente subieron unos cuarenta escalones.

Después de media hora de instrucciones y tareas que tenía que realizar en cada punto con los ojos vendados, llegó a la estación final.

La colocó unos diez pasos frente a la ventana principal y puso música clásica de fondo a bajo volumen.

—¿Lista?

—¡Siiii! —respondió entre nerviosa y emocionada.

Le quitó la venda de los ojos con mucho cuidado.

De frente a ella un enorme ramo de rosas rojas, un letrero “Tu veux êntre ma petit amie?” y de fondo la magnífica vista de la Torre Eiffel.

—”Oui, biensur” —contestó inmediatamente y le dio un beso.

No sabía si volvería ver a su novio.

¡Pum! ¡Puuum! ¡Trtrtrtrtrtrtr!

Los balazos adentro del lugar seguían escuchándose.

Abdul trataba de entrar al lugar pero no podía, mientras lo intentaba su mente le seguía recordando momentos con su amada.

—¡No! ¡No! ¡Eres tremenda! —le decía Abdul a Alessia mientras pintaban cada uno en su lienzo y ella le dejaba algunas pinceladas en el rostro.

—Te ves más sexy, guapo y atractivo Abu con esa mancha roja en la mejilla —respondía ella sonriendo sin dejar de pintarle.

Cuando eso sucedía, Abdul la tomaba de la cintura y le plantaba un beso, le fascinaba verla reír.

A veces cuando decidían practicar, lo hacían en el departamento de él. Y cuando ella empezaba de juguetona a pintarle, la escena no terminaba con el beso, más bien ese era el principio de unas horas de pasión.

A pesar de sus diferencias en religión, Alessia católica y Abdul musulmán, tenían una excelente relación, buena comunicación y el amor podía por sobre todo lo demás. No eran practicantes ortodoxos, de hecho, como muchos jóvenes en la actualidad, ya no le daban tanta importancia al culto.

Tres policías tomaron por descuidado a Abdul y lo subieron a la patrulla que inmediatamente lo llevó a la estación.
Él intentó zafarse pero su fuerza no fue suficiente y finalmente entre los tres lo sometieron.

El cuerpo policiaco tenía como sospechoso a un grupo islamita, así que empezaron a aprehender a todo aquel que pareciera del tipo. Ya en el cuartel investigarían.

Después de tres horas de espera, las personas escondidas fueron rescatadas por la policía.

Camille y Alessia sobrevivieron junto con otros cincuenta y tantos. Jacques Lombrad, papá de Alessia, mandó por su hija y finalmente estuvo a salvo en su casa.

En el trayecto a su hogar quiso comunicarse con Abdul pero todos los intentos fueron fallidos.

“El atentado de esta noche ha dejado más de cien muertos en París“
“La guerre en plein Paris”
“La policía tiene ya capturados a varios sospechosos”
“L’horreur”
“ISIS se adjudica el acto terrorista”
“Carnages a Paris”
“Viernes 13 negro en París”

Así lucían los titulares de los periódicos más importantes en Francia y en el mundo.

En la portada del diario Le Parisien se colaba una fotografía del momento de la captura de Abdul-Aziam a quien investigaban por su presunta relación y participación con el grupo terrorista ISIS.

Cuando Alessia vio aquella imagen soltó el llanto y corrió a platicarlo con su papá.

—¡Él es inocente! —suplicaba Ale a su papá para que con sus influencias pudiera hacer algo y liberar a su novio.

Al señor Lombard se le hizo un nudo en la garganta al ver a su hija así, siempre peleaban por la forma de ser de Alessia.  Nunca estaba de acuerdo con él, ella incluso, dejó por un tiempo la escuela para hacer enojar a su padre.  Ella nunca le había pedido un favor y tal vez era la oportunidad para arreglar su relación.

—Voy a ver qué puedo hacer pero no te prometo nada. Anoche cuando lo capturaron me avisaron que encontraron en su celular un mensaje de Jamal Azim, miembro de ISIS y al parecer es hermano de tu novio.

—Eso no puede ser papá, su familia murió hace años en uno de los bombardeos a su país, vino a Francia como refugiado y estudió una carrera, se hizo un hombre de bien —Alessia lo defendía mientras seguía llorando.

El celular del señor Jacques Lobard empezó a sonar.

—Messieur Lombard…

El papá tomó su iPhone para hablar y Alessia se pegó a su padre para tratar de escuchar con lágrimas en los ojos.

—Sí él habla, ¿qué sucede con el asunto que les encargué de Abdul?

Del otro lado de la línea se escuchaba el bullicio y sirenas de policía y ambulancias.

—Por eso le llamamos, encontramos que Abdul-Azim Arafat es

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