jueves, 23 de octubre de 2014

Agridulces dieciséis

Margarita Moreno


Son la cinco con treinta minutos de una fría madrugada de noviembre; la alarma de un  reloj despertador suena sin tregua ¿Su objetivo?  Arrancar del sueño a Marisela, ella no puede escucharlo duerme profundamente, las ondas lentas en su cerebro la mantienen en completa laxitud;  sin movimientos musculares involuntarios, parece flotar en un delicioso viaje astral.

De repente,  la puerta de la habitación se abre de golpe; Elvira madre de Marisela entra apresurada se detiene al  lado de la cama y dice en voz alta:

-¡Marisela, Marisela! ¡Despierta niña! -al tiempo que sacude el hombro de la chica- ¡Mari…. -concluye bajando la voz y luego guarda silencio. El semblante angelical de su hija dormida le pone ternura en el corazón, siente culpa por despertarla tan temprano, ella no puede oírla, ni sentir sus manos sacudiéndole los hombros para volverla en sí; parece una frágil muñequita tras un aparador.  Elvira suspira y vuelve a la tarea de despertar a la “Bella durmiente”.

-Marisela, hija, despierta, despierta ya por favor,  Mary, despierta  son más de las seis.

La chica sin abrir los ojos comienza a moverse como un felino, estira largamente los brazos y las piernas,  gira lento la cabeza de un lado a otro,  se queda quieta unos segundos y luego  tuerce una mueca en los labios diciendo con pereza:

-No madre no quiero levantarme hoy, no quiero ir a la prepa, no quiero hacer más nada que dormir ¿estamos?

-¡Por supuesto que no señorita! ¡Levántate de inmediato que voy a llevarte personalmente a la preparatoria! dijiste que tenías exámenes bimestrales toda la semana,  así que ¡Vamos, vamos arriba!  Te espero ¡YA! A desayunar y no tardes ¿Eh? Son seis y diez, seis y diez ¿Oísteeee?  ¡Seis y diez! -grita mientras palmea en el aire con energía y sale de la habitación.

Marisela  frunce el ceño refunfuñando: -¿Seis y diez? ¿Seis más diez? son dieciséis, como los años que tengo ¡Dieciséis! Todos los días es lo mismo; Marisela  ¿seis y cinco?  Marisela ¿Seis y diez?  Ni sumar sabe la muy bruta. 

Se incorpora con los ojos cerrados y se sienta en la orilla de la cama, frota bruscamente sus párpados con los nudillos y se levanta malhumorada hacia la regadera.

Se da un baño rápido y se viste de prisa con jeans deslavados,  playera azul cobalto,  holgada sudadera color vino, calcetas negras de lana y tenis de piel que en algún tiempo tuvieron un color definido, luego se mira en  el espejo del baño y pasa los dedos por sus cabellos húmedos para atarlos en una coleta con una cintilla beige, se contempla unos segundos sin  expresión alguna  en su rostro.

Sale del baño sin apagar la luz y luego enciende todas las bombillas de su habitación, levanta del suelo su mochila y la cuelga de su hombro, se toma unos  segundos para observar su entorno,   se acerca a  su tocador para botar de un manotazo todo lo que está encima,  hace lo mismo con su mesita de noche  y con su pequeño  librero. Sonríe divertida  pensando para sí:

-¡Así está mejor!  Seguro que hoy,  sí se infarta esta bruta de madre que tengo.  Sale corriendo de la habitación al ritmo de los gritos de Elvira.

-¡Marisela, seis y  treinta y cinco! 

-¡Ay! por Dios madre  ¿Otra sumita? seis, treinta y cinco son: ¡Cuarenta y uno cállate ya!  -grita al salir de la casa azotando la puerta tras de sí.

Elvira contiene el aliento, toma su bolso de mano y sale para alcanzar a la chica que espera recargada en el auto.

–¡Ay madre qué lenta eres!  ¿No que yo no estoy a tiempo? ¡Anda muévete  que llego tarde a la  prepa!  ¡Vamos madre, vamos!

Elvira llega hasta el auto, quita los seguros de las portezuelas, ambas suben y en  pocos minutos circulan por la autopista rumbo a la nueva escuela,  una de  las más prestigiadas Preparatorias del País a donde Marisela soñaba pertenecer y donde hoy aprende con rapidez de altanería,  pedantería y malos modos.

El trayecto es silencioso y denso para Elvira e indiferente para Marisela que reclina el asiento hasta ponerlo horizontal, se oculta tras sus gafas ahumadas y se evade en los altos  decibeles  de su  modernísimo I POD.

Al cabo de media hora Elvira se estaciona fuera de la escuela y sacude el hombro de su hija que finge dormir:

-Despierta que ya llegamos.

Ésta se incorpora y suelta bruscamente el cinturón de seguridad que regresa como latigazo a la barbilla de su mamá, quien impacta la sien contra el retrovisor mientras Marisela abre la portezuela y de un salto sale corriendo hacia la puerta del colegio, dejando un grito en el aire:

-¡Lo dicho, eres bruta, madre, bruta!

Elvira suspira profundamente el corazón le duele por la actitud de su hija,  las lágrimas en sus ojos  distorsionan  la figura de Marisela y le ponen un toque cómico a la visión;  se la imagina reflejada en un espejo “ondulado” de circo,  la idea la hace sonreír con tristeza, luego se anima un poco y se dispone a volver a  casa. En ese momento suena su celular, ella contesta:

 -Hola mamá ¿Qué pasa?

-Nada pasa hija, solo quiero saludarte y desearte un día maravilloso amor mío. –Es la voz cariñosa de Alma, la madre de Elvira.

-Ay mamá mira…  no tengo tiempo ahora de “apapachos” estoy muy complicada y tengo mil cosas que hacer;  no me lo tomes a mal pero te devuelvo la llamada al rato ¿Te parece?

-No Elvira no me parece,  te conozco muy bien y a ti te pasa algo; vamos ven a verme te invito un café y una buena charla y no me digas que no tienes tiempo, no esta vez… solo ven querida te espero. -Dijo Alma cortando la llamada.

Elvira cierra los ojos diciendo:

-¡Nada más esto me faltaba hoy! ¡Mi madre en acción! ¡Dios qué día!  -resignada, conduce hasta la antigua colonia donde vive su madre, al llegar estaciona afuera de los viejos edificios de arquitectura colonial californiana,  neocolonial, “art deco” es un conjunto tan bello y delicioso como funcional;  su mirada acaricia las aceras, los parterres de flores y los jardines cubiertos de fresca alfombra lila, ofrenda de las jacarandas que bordean el parque donde jugaba de niña,  escucha con morriña el tañer argentino de la Parroquia de Santa Rosa de Lima,  que la llamaba a misa cada domingo y evoca las palabras de su abuela:

-Elvirita, este es un barrio mágico, aquí viven,  han vivido y vivirán, muchos artistas, escritores, pintores, escultores, cantantes, filósofos... “Cara mía” ¡Es un privilegio pertenecer a este pequeño Olimpo!

Elvira baja nostálgica del auto y camina hasta la entrada de un edificio y pulsa el timbre, su madre la recibe amorosa y la abraza provocando que rompa a llorar, Alma la consuela y juntas  pasan al interior del departamento; ahí,  el tiempo parece detenido en la salita de estar y el comedor estilo art deco de los años treinta, las carpetitas tejidas en crochet marfil sobre mesitas de caoba, la charola de plata y  el servicio de Limoges en que su madre  ha servido café perfumado de canela; en las tirillas de naranja cristalizada y las deliciosas pastitas de la confitería de siempre. Tras el primer sorbo de café, Elvira le confía a su madre su enorme pesar por el comportamiento de Marisela,  admite sentirse rebasada por la incomprensible agresión que le demuestra siempre.

-No sé qué hacer mamá, créeme que lo he intentado todo; la he llenado de amor y estoy pendiente que nada le falte, sus deseos casi siempre se cumplen,  dentro de mis posibilidades claro está. Pero últimamente ha estado actuando muy mal, no sé qué le hace falta ni que le está pasando. He pensado tantas cosas horribles, quizá la influencia de esas chicas ricas con las que convive en la preparatoria, tal vez está enferma o enloqueciendo ¡Qué sé yo!

Alma sonríe y acaricia con ternura la mejilla de su hija diciendo:

-Querida,   a tu hija lo que le ha hecho falta es  un par de gritos y media docena de azotes a tiempo, lo que le ha sobrado son mimos y obsequios que no merece, porque nunca tiene que ganarlos y si quieres saber si padece alguna enfermedad ¡Sí,  tienes razón! Marisela padece “16 años” es una adolescente y eso es ¡Terrible! Tú no puedes haberlo olvidado, como tampoco creo que hayas olvidado el “remedio” ¿Verdad?

Elvira la escucha pensativa y luego dice: -Cierto, yo también era terrible ¿te acuerdas cuando la abuela preocupada por mi conducta vino a decirme:

-"Ay Elvirita, ya pórtate bien; obedece a tu madre, la haces sufrir con tu actitud"  ¡Tener una madre es una bendición! Y yo, le contesté con burla:

-Ay abuela,  pues…  ¿No que los hijos son una  bendición?

-La abuela me atinó un coscorrón gritando: - ¡Quien haya dicho semejante patraña, seguramente ¡Nunca!  Tuvo uno con quien lidiar!

Alma y su hija ríen y se abrazan; minutos más tarde Elvira regresa a casa más tranquila. Al llegar tal como Marisela lo calculó, se enfurece cuando ve el caos que la chica provocó a propósito antes de salir, se queda quieta un momento pensando por donde comenzar a ordenar la habitación  pero,  al cabo de meditarlo  un rato  decide no hacerlo.

Los días siguientes,   Elvira cambia gradualmente; deja de ocuparse de despertar a Marisela para que llegue a tiempo a la Preparatoria, también deja de asear su habitación, de lavar su ropa y no le importa más si su hija deja el desayuno en la mesa o si no le gusta la comida que ella prepara. Por su parte,  Marisela comienza a resentir la nueva actitud de  su mamá, está desconcertada y no sabe que pensar, ya no es la misma, siente que ella ya no le importa o no la soporta; llegó al punto de haberla dejado viajar en colectivo a la escuela, solo porque azotó la puerta una mañana. Los días transcurren con tensión y largos silencios, Marisela ya no se empeña en hacer berrinches y Elvira la trata cariñosa y amablemente,  pero dando prioridad a los asuntos de la casa y de sí misma.

Una tarde Elvira espera a Marisela a la salida de la prepa, ésta sale acompañada de una chica  y le dice con voz dulce:

-Hola mami,  ella es Betty mi mejor amiga ¿Podemos invitarla a comer? ¡Por favor, mami! ¿Sí? 

Elvira no desea ser descortés y lo permite, piensa que si complace a su hija se logre un acercamiento entre ellas. A partir de ese día las chicas se hacen inseparables, Betty  se queda muy a menudo a comer y realizar tareas  hasta muy tarde, hacen todo juntas y  el carácter de Marisela se dulcifica. Para Elvira, aunque el cambio de su hija le agrada,  tiene el presentimiento de que la fresca ingenuidad que Betty aparenta, es una actuación a la que la chica está habituada.  En poco tiempo sus temores toman forma; un tarde Marisela sale muy angustiada de la prepa y le cuenta que el padre de Betty se ha quedado sin trabajo, que están a punto de perder casa, ahorros, de perderlo todo y que si eso sucede tendrán que mudarse a otra ciudad. Elvira trata de tranquilizarla diciéndole que seguramente los padres de Betty encontrarán una solución.

-Dios nunca abandona hija, vamos a unir nuestras oraciones para que Él los ayude –dijo a su hija.

-Mami, yo no quiero que se vayan,  por favor ¡Ayúdalos! ¡Tú puedes! Escuché a la mamá de Betty pedir un préstamo y dijo que podrán devolverlo en cuanto vendan un terreno que tienen.  Entonces tu podrías ayudarlos mamá  ¡Por favor, por favor!

-Pero hija yo no tengo la forma de hacerles un préstamo; supongo será una cantidad importante por lo que mencionas. Créeme que si tuviera la posibilidad lo haría, pero tú sabes que no vivimos en la abundancia, comprende por favor.

-Madre sé que tienes ahorrado mucho dinero, Betty y yo encontramos accidentalmente  uno de tus estados bancarios y creemos que podrías prestar lo que ellos necesitan. -Elvira está a punto de la exasperación pero logra controlarse,  no quiere cometer un error y dice:

-A ver Marisela; en primer lugar no veo ¿Cómo? “accidentalmente” Betty ha podido tener acceso a mis documentos personales; en segundo lugar y aunque no tengo por qué darte una explicación, te recuerdo que el ahorro al que te refieres es para pagar tus estudios hasta que concluyas una carrera universitaria y en tercer…

-¡Sí, sí, sí! ¡Mamá sí,  yo lo sé! y eso le expliqué a Betty pero como te digo,  sólo sería una parte de tus ahorros y en máximo tres meses te los regresan incluso con intereses. No  pierdes un solo peso será  como una inversión.

-Marisela ¿Te estás escuchando? no estás razonando hija, no puedo arriesgar lo que he ahorrado con tanto sacrificio, porque es para ti, para tu educación, para asegurarte un futuro.

-¡Ay madre por favor! ¡Qué más te da! Tú puedes ayudar y yo quiero ayudar a Betty, ella es mi mejor y única amiga; además si dices que ese dinero es para mí, yo,  también tengo derecho a  opinar ¿No? ¡Ayúdales! ¡Por favor, mami  por favor! –suplica rompiendo a llorar.

Elvira,  siente deseos de sacudirla con fuerza para hacerla comprender que Betty y su familia, lo más probable es que planean timarlas y seguramente no tendrán posibilidad o intenciones de devolver el préstamo que se les hiciera; sin embargo,  siente un gran peso en su corazón al escucharla;  nunca la había visto sufriendo como ahora, jamás había suplicado por nada; esa hija suya, que solo tenía que desear cualquier cosa y ella adivinaba sus pensamientos para complacerla, estaba hoy ahí arrodillada, rogando, suplicando, exigiendo, desesperada, inconsolable. Entonces decidió jugarse "el todo por el todo" y haciendo acopio de paciencia,  dijo con aplomo:

-¡Deja de llorar!  Necesito que te calmes, me escuches y sobretodo que pienses detenidamente; voy a proponerte algo y tendrás que decidir,  de ti va a depender todo,  si tú crees que estás lista para asumir las consecuencias de decisiones tan importantes, éste,  es el momento ¿De qué cantidad estamos hablando?
-Doscientos mil pesos. –Contestó sin pudor la chica,  Elvira sintió que iba a desplomarse.

-¿Estás consciente de que me pides casi la mitad del ahorro para tus estudios futuros? ¿Y que lo más seguro es que nunca,  recuperemos ese dinero?  ¡En el fondo hija, tú lo sabes bien!

-¡Claro que no mamá!  Ya te dije que van a devolverlo, te lo prometo ¡Lo juro! ¡Por lo que más quieras!

-¿Sabes hija? Te equivocas, pero no puedes verlo y la única forma que tengo de mostrártelo es dejando que te equivoques. El trato es el siguiente, yo presto el dinero a los padres de tu amiga y tú a cambio, te comprometes a elevar tus calificaciones y ganar la beca que ofrece tu escuela cada año. Lo cumplirás y mantendrás la beca hasta terminar la preparatoria;  devuelva o no el préstamo la familia de Betty  ¿Aceptas?

-¡Sí, mami lo  que quieras! ¡Lo juro! –Gritó Marisela abrazando y llenando de besos  a su madre  - ¡Gracias mamita linda, gracias, conseguiré la beca ya verás! ¡Gracias! -dijo mientras escribía un mensaje en su celular con la “buena nueva”.

Los meses corrieron para darle la razón a Elvira; Marisela concluye la preparatoria, sus notas son insuperables y está muy contenta festejando con compañeros y amigos en casa; la reunión resulta muy agradable, todos se divierten mucho y antes de medianoche los jóvenes comienzan a retirarse,  excepto Rita y Silvia las mejores amigas de Marisela que se quedan a dormir y ayudan a poner en orden la casa tras la reunión. Cerca de la una de la madrugada se retiran a la habitación de Marisela  donde siguen conversando.

Elvira,  agradece a Dios porque  su hija ha terminado una etapa importante de estudios; ahora planea ahorrar más para apoyarla, tal vez ella quiera continuar estudiando en otra ciudad y ¿Por qué no? hasta en otro país. Esa noche fantasea con la fiesta de titulación de Marisela, obtendrá  licenciatura, maestría  y tal vez hasta un doctorado y... de pronto, la charla de las chicas la sustrae de sus sueños…  escucha a su hija diciendo:

-El primer año de prepa me "volé" no sé qué me pasó,  me porté horrible con mi mamá no la soportaba,  me puse super grosera; luego creo que la harté y ella cambió de repente mucho conmigo,  me desesperaba que no dijera nunca nada, hasta creí que ya no le importaba. Luego llegó Betty con sus "broncas existenciales" y aunque no lo crean,  gracias a la “regada” que di con mi mamá por ayudar a Betty y lo "cool" que mi má se portó…  ¡Ya ven!  Hasta beca conseguí. Ella a veces es medio terca conmigo y nos peleamos, pero casi siempre es “buena onda”.  

Entonces Rita comenta:

-Mi mamá y yo también peleábamos mucho antes, la verdad que yo me “pasaba grueso de la raya” y "la neta" que ella sí llegó a darme un par de “chingazos” luego un día que la “super  saqué de onda” se puso bien “punk” y eso ya como que me dio “un buen” de miedo y ya trato de no "torearla" ni hacerla “engorilar” tanto.

-Pues mi má a mí ni al caso ¿eh? nada que ver, se hace lo que ella dice y punto y si no… me castiga "cañón" no hay permisos, no ropa nueva, no mesada, ni siquiera puedo oír música ni ver tele y la tablet ¡cero! y lo peor,  no puedo hablar por teléfono y me bloquea el celular.  -Les confió Silvia.

-¡No manches wey! ¿Qué onda con tu “Jefa”? -protestó  Rita.

-¡Sí, qué intensa tu mamá! - agregó Marisela arqueando las cejas.

Guardaron silencio un momento y luego dijo Rita:

-Tienes mucha suerte Marisela, tu mamá es la más normalita ¿No?   -entonces comenzaron a reírse a grandes carcajadas.

Elvira gratamente sorprendida,  se dirige satisfecha a su habitación. Luego de unos minutos  el rumor de las voces y las risas,  se ha diluido en el amable silencio de la casa; Elvira, Marisela y sus amigas, arrulladas con sus más gratos recuerdos se han quedado profundamente dormidas  ¿Sus sueños?  Comenzarán de nuevo a partir de mañana.

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