viernes, 18 de julio de 2014

Me enamoré por primera vez

Frank Oviedo Carmona


Luego de realizar estudios de arquitectura durante cinco  años en Londres, enviado por su padre Roberto,  Duncan vuelve a Canadá derrotado; y no precisamente  por el estudio, sino por Emma, la  mujer que conoció en la universidad.  Según él se había enamorado de Emma y decidieron casarse. Pero cuando llegó  el día de la ceremonia, ella nunca llegó.   Lo dejó plantado en la iglesia y no se supo nada de ella.  Los padres de Emma dijeron desconocer porque   lo hizo, pues hasta donde ellos sabían, ambos estaban muy enamorados e inclusive habían hecho planes para  vivir ahí.

Duncan decidió quedarse  en la  residencia de sus padres, situada en una colina en Quebec, muy hermosa, rodeada de gran cantidad de ficus e inmensos jardines; y en los bordes, abundantes tulipanes en filas iguales. Para llegar  debías subir muchas gradas en forma de serpentín, desde  ahí podías divisar otra gran cantidad de casas muy parecidas.

Duncan culpaba a su padre por lo que le pasó,  sino  le hubiera obligado a que vaya  a  estudiar a Londres,  no se habría enamorado de Emma.

Unas semanas después Duncan esperaba en un bar a su amigo de la infancia Nick,  sin dejar de preguntarse: ¿Por qué me hizo eso si yo la amaba?  En ese momento llega Nick  y se dan un abrazo,  él   le dijo que recién se había enterado de lo sucedido y que tampoco  entendía por qué lo había dejado; seguidamente, ambos tomaron asiento.

-Por favor no me preguntes nada, no sé  por qué me dejó  sin avisarme y haciendo el ridículo ante tanta gente. Nunca la perdonaré,  nunca –lo dijo con mucha ira.

-No sé qué decirte, pero sí sé que estaré a tu lado  –dijo Nick.    Tomó aire y continuó, estoy para  apoyarte y te repondrás  de este dolor.

Duncan continuaba  preguntándose: ¿Por qué  lo hizo? Quisiera morirme en este mismo instante.

-No hables así –le dijo Nick.

-Para ti es fácil decirlo porque no estás en mi lugar –le respondió.

¡Nadie comprende cómo sufro yo!, ¡nadie comprende cómo  tiemblo de  ansiedad de tan solo recordarla y quererla ver! Todos me miran con lástima y me dicen que me calme,  ¿Cómo me calmo, cómo? Si estoy destruido  ¡Te extraño Emma! Estoy confundido y ya no sé qué es  lo que me duele más, que me hayas dejado plantado o que no me ames. Apoyó su cabeza sobre  sus brazos que estaban encima de la mesa y lloró  como un niño. 

-Tienes razón no estoy en tu lugar y quizás no te entienda, pero estaré a tu lado  para apoyarte –le dijo.

-Gracias –dijo Duncan  y se quedó pensando.

Siento  impotencia e  ira; pero  aun así, la sigo amando. No puedo dejar que se vaya sin decir nada, necesito una  explicación.  La buscaré  y hablaré  con ella porque no puedo soportar   esta angustia que me consume desde hace más de tres  meses. Sí, lo haré. Pensó Duncan.

Una vez pagada la cuenta se marcharon en  silencio.

-Mi padre  hará una reunión para animarme  en la residencia, pero  no deseo estar presente. Él piensa que ver a mis amistades me alegrará –Duncan hizo una pausa para secarse las lágrimas,  cree que lo de Emma me ha  vuelto un mujeriego, que  solo bebo y  no me interesa nadie excepto yo. Es muy duro conmigo y no me entiende.

-Está preocupado por ti, él te quiere, me lo ha dicho, y tú lo sabes bien, siempre han tenido una buena relación –dijo Nick.

Mientras caminaba a paso lento, Duncan reconoció  que su padre siempre estuvo a  su lado.  Lo mandó  a estudiar a Londres porque quería lo mejor para él.  Inicialmente, yo no quería ir, pero a tanta insistencia, terminé aceptando, y ahora me arrepiento de haber ido. Si tan solo pudiera retroceder el tiempo, pero sé  que eso no será posible.

-Bueno,  ¿Me acompañaras a la reunión? –preguntó.

-Sí,  claro que sí,  ahí estaré  –muy contento respondió  Nick.

Duncan había decidido estar en la reunión y divertirse con las chicas y beber a más no poder pero no quería que Nick lo esté cuidando, así que se lo  advirtió.
Mientras tanto, en el aeropuerto de Quebec,  Antonela hija del señor Johns,    a su vez amiga del padre de Duncan está  llegando a la ciudad, preguntándose cómo le dirá  a su padre  que su esposo la dejó  porque no podía darle un hijo  y que se fue con su mejor amiga. Bueno ya encontraré la forma. Se  decía así  misma.

 El día de la reunión,  Duncan  recibió a Nick que  se quedó conversando con amigos en la sala. Duncan  prefirió dirigirse  hacia la terraza porque no quería oír tanto ruido;  mientras lo hacía, sintió un aroma fresco a lavanda; se sintió atraído por el olor  miró hacia los costados para ver  quién era; pero  no logró divisar a nadie ya que Nick lo cogió del brazo para llevarlo  donde su padre.
Mientras caminaba por la sala amplia rodea de muebles de madera  Luis quince, cortinas de pared a pared tipo piel de durazno y dos mesas amplias de un rico buffet de variedades de carnes y verduras,   Duncan,  pensó en ese aroma  a lavanda, que le traía recuerdos de niñez, cuando su madre lo sacaba a pasear al parque  y lo perfumaba. Él se sentía seguro,  libre, feliz de respirar aire fresco.

-No ves que la reunión  es para ti –le susurró al oído Nick.

-¡Basta!  Yo hago lo que quiero; además yo no pedí que me organizaran una fiesta, ya no quiero estar aquí,  esta bulla  me está volviendo loco –lo dijo en voz alta.

-Cálmate que todos miran –le dijo.

-Entonces déjame en paz que quiero tomar unos tragos sin que nadie me observe  –dijo.

Al girar y  retirarse, se encontró cara a cara con su padre, quien lo abrazó fuerte y le dijo que sea valiente que mujeres hay muchas.  Luego continuó diciéndole: te quiero hijo, si alguna vez te hice daño, perdóname, siempre quise lo mejor para ti.

Los ojos de Duncan se llenaron de lágrimas,  pero  le dijo,  nadie te ha dicho que me hagas una fiesta; quiero que se vayan todos porque esta también es mi casa.  Su padre  lo observó  muy preocupado y guardó silencio.

Todos en la fiesta se quedaron sorprendidos porque muchos no sabían por lo que estaba pasando Duncan.

Al dirigirse Duncan a la terraza, de nuevo sintió el aroma a lavanda fresca, vio a una mujer alta, delgada, de  cintura pequeña, con un  vestido de seda turquesa, ojos azules y unos rizos caoba que le caían delicadamente a un lado de su rostro.

Duncan comenzó a caminar lento hacia ella y la quedó mirando con sus grandes ojos verdes que le brillaban;  cogió su  cabello largo que semejaba al color del vino tinto y se lo tiró hacia a tras y se presentó.

-Soy Duncan y perdone mis exabruptos –le dijo él. 

-Yo, soy  Antonela, y créame que lo entiendo –respondió muy amable ella.

- ¡Así! ¿Y por qué me entiende sino me conoce?  -ella no respondió, Duncan se fue acercando lentamente  más a ella hasta verla con claridad.

-¡Caramba! Su belleza compite con la del bello paisaje que tiene a la vista. ¿Cómo llegaste aquí? –dijo él con voz pausada.

Ella con una sonrisa aceptó el cumplido, mientras ordenaba su cabello hacia atrás.  Le comentó que venía de  Londres y que era amiga de su padre; que  estaba pasando por un divorcio, por eso él  la había invitado   para que se relaje y distraiga.

Duncan  la oía, pero seguía tomando sin cesar. Ella muy cortés se retiró y en ese instante entró Nick  a ver como se encontraba Duncan.

Al siguiente día, Duncan amaneció en su cama con dos chicas, se levantó sorprendido y cogió su bata, salió de la habitación  y fue a buscar a Nick, a preguntarle por Antonela;  no podía dejar de pensar en ella, en su aroma a lavanda que le traía tanta paz, su rostro angelical, su dulce sonrisa.  La buscó y estuvieron saliendo  por varios meses y esta vez quería hacer todo con calma, y así,  lo hicieron  visitando lugares nuevos. Él le hablaba  de  todo lo que había pasado y ella lo  consolaba   con mucha ternura;  lloró  en su hombro y maldijo  a todas las mujeres y aun así ella lo entendía porque sabía que no era verdad, solo estaba muy herido.

Los recuerdos de su comportamiento de los meses  pasados, lo avergonzaban. Duncan se preguntó cómo podía haber sido tan estúpido, tan ciego, sí quería a Emma, pero nunca había estado enamorado de ella,  se sentía solo, por eso  cuando lo dejó se sintió que moría.

 Conversando con Nick en una mañana helada  cubierta de nieve,  pudo  ver claramente que amaba a Antonela y no la dejaría.

-Ve a buscarla –le dijo Nick.

-Sí, eso haré,  deséame suerte –le dijo Duncan con una desbordante alegría.
Le dio un abrazo cálido.

-Suerte amigo y  hermano, todo saldrá bien –dijo él.

Al llegar a la casa de Antonela, salió ella con una bata color púrpura con su cabello largo, suelto y algo húmedo.  Sus grandes ojos azules  brillaban más que nunca.

-¿Qué pasa? –le preguntó ella.

-Te amo,  Antonela. Mi estúpida insolencia, mi dolor, mi egoísmo, mis borracheras han estado a punto de costármelo todo. Tú me has  dado algo que nunca creí que me faltara, me has enseñado el significado de lo que es amor generoso, has estado a mi lado sin criticarme, solo consolándome –lo decía susurrando muy calmado y de rato en rato secándose las lágrimas.

-Pero ¿Y qué  hay de Emma, no la amas? –preguntó  ella.

-No amo a Emma, nunca la he amado, me sentía muy solo, creo que ambos nos sentíamos así  -respondió él.

Luego le contó que Emma le envió una carta pidiéndole perdón.  Ella no sabía cómo decirle que quería ir a Sudáfrica a  hacer labor social, y sino  lo hacía, no sería feliz. Quizás de acá unos años nos volvamos a encontrar y me puedas perdonar.

-¿Estás seguro Duncan? –dijo ella.

-Completamente seguro, te amo Antonela  –lo repetía lentamente –más que a nadie en el mundo, quiero que te cases conmigo ya sé que más adelante porque quieres estar segura de mi amor, te aseguro que vamos a ser esposos para siempre –dijo.

-Por supuesto que sí –susurro, y se fue acercando  hasta besarlo   en los labios. Te amo Duncan.

Meses más tarde, Antonela se enteró que ella si podía tener hijos, quien no podía era su ex esposo, lo supo por una  amiga que no creía  ese cuento y verificó los  análisis de ellos dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario