jueves, 28 de noviembre de 2013

Las visitas del tío

Sonia Manrique Collado


He soñado repetidas veces la misma escena. El tío llega de Lima para visitar a la familia y descansar. El tío es visto como un hombre exitoso por sus hermanos. Es ingeniero y soltero codiciado, tiene muchas novias y eso es muy apreciado por la familia. Dicen que gana buen dinero porque es ingeniero electrónico, uno de los pocos profesionales en el distrito. ¿Hay otros profesionales? Sí, hay profesores y enfermeras. Pero ser ingeniero es otra cosa, tiene más peso, por lo menos es lo que noto cuando conversan los tíos y las tías. He visto despierta esa misma escena: el tío llega de Lima con esos ojos malévolos y burlones. ¿Sólo yo puedo verlo? Parece que sí, todos quieren al tío. Casi todos.

El tío es muy considerado por sus hermanas porque sufrió mucho de pequeño, igual que los otros. Pasó hambre, limpió carros y terminó sus estudios a duras penas. Sus hermanas cuentan su historia una y otra vez. Hace un tiempo llegó con una de sus enamoradas, después con otra y así varias veces. Es un gran hombre de mundo. Cuando el tío avisa que vendrá de Lima a pasar una temporada de vacaciones, todos se alegran en la casa. Yo no, yo me asusto. A medida que se acerca el día de su llegada mi temor aumenta. Serán tiempos difíciles, estaré a expensas de él y no podré escapar.

Siempre veo la misma escena: mi mamá preocupándose por la habitación en la que dormirá el tío, arregla minuciosamente las sábanas, las frazadas, la almohada. Barre el piso y limpia el polvo de la mesa de noche. Ya todo está listo, el tío dormirá ahí como un rey. También el baño está limpio, arreglado con todo lo necesario. Mi mamá ha puesto peines nuevos porque el tío se impacienta y pregunta en voz alta “¿no hay peines aquí?, muy mal”. No sé si vendrá solo o acompañado esta vez. Yo quisiera que venga acompañado, así no tendrá que ocuparse de mí, así podré esconderme.

Mi mamá engríe mucho al tío porque es uno de los hermanos menores, lo ve como si fuera un niño, como si tuviera mi edad. Se refiere a él como “el chico”. Con frecuencia habla de su tristeza porque el chico vive solo en Lima y nadie lo cuida. Cuando él viene, le da todas sus atenciones. También lava su ropa, pero el tío le ha dicho que es tiempo que yo empiece a hacer las cosas de una mujer porque ya soy lo suficientemente grande así que la vez pasada me ordenó “lava estos polos de tu tío”. Mientras lo decía, vi que él sonreía con esos ojos que tiene, esos ojos que dan miedo.

Cuando viene de visita, el tío siempre sale a pasear con otros primos y primas pero a mí no me lleva. No sé por qué, quizás es porque no hablo mucho. Eso sí, cuando regresa empieza a buscarme en la casa, lo hace disimuladamente, sube las gradas cantando. Frecuentemente me encuentra en el estudio donde hago mis tareas. Ahí estoy escribiendo en mi cuaderno y el tío se acerca, me dice “hola” y yo siento que nadie me ayudará.

He soñado esas imágenes tantas veces, las he visto despierta también. La casa es muy grande y el tío aprovecha porque los otros miembros de la familia están ocupados. Mi mamá generalmente se encuentra en la cocina, mi papá está trabajando o arreglando el jardín, mi hermano se va a estudiar o con sus amigos. Entonces el tío dice “voy a hablar con mi sobrina, voy a ver qué tal va en sus estudios”. Nadie imagina otras cosas, nadie piensa mal del tío.

─Hola sobrina –me dice.

─Hola tío –respondo con un hilo de voz.

No quiero ver más las escenas pero siempre las veo. Una vez quise decirle a mi mamá lo que me hacía el tío, apenas empecé ella me pegó y me prohibió volver a hablar así de él. Estoy totalmente sola, en mi papá no puedo confiar porque me da vergüenza, además él está poco en la casa y cuando está, se dedica a arreglar el jardín. Una vez escuché a mi mamá decir que tenía otra mujer. Es bueno pero simplemente no puedo hablar con él, no me creería tampoco.

─Así que haciendo las tareas –continúa el tío-, ¿en qué año estás?

─Cuarto –digo sin levantar la cabeza.

─¿Cuarto de media? –pregunta él dejándome sorprendida.

─De primaria –respondo yo.

─Ajá, es que se te ve grandecita –sigue él mientras se acerca y siento su aliento-, ya estás toda una señorita.

En ese momento quisiera tener la fuerza y la voluntad para levantarme y salir. O quisiera que alguien venga, pero nadie sube. ¿Por qué no alzo la voz y le digo que se detenga? No lo sé, tengo miedo.

─¿Crees de verdad que te hace bien recordar eso? –me interrumpe la voz de Violeta.

─No es que quiera recordarlo, ¿no te das cuenta? –respondo casi molesta-. Las imágenes están ahí, yo no las llamo.

─Pero de alguna manera puedes dominar tu mente y alejar esos pensamientos, ¿por qué no lo intentas?

─Me haces dar cólera, si pudiera ya lo habría hecho hace tiempo.

─Lo que yo creo es que no has tratado como debería ser –dice Violeta optimista-. Ahora todo se puede lograr, hay diversos métodos.

Violeta me hace reír, ella dice que todo es posible, pero hace unos años tiene una dolencia fastidiosa en el cuello de la cual no se puede librar.  Es buena gente, la única amiga con la cual puedo hablar de estas cosas prohibidas.

─Sólo encontraré tranquilidad cuando ese tipo se muera –le digo.

─¿Sabes algo? –me dice ella-. Yo pienso que tu mayor dolor no es tanto por tu tío, es porque tu mamá no te supo defender.

Tiene toda la razón, ése es el mayor dolor. Eso es lo que nunca podré superar ni perdonar, mi madre me abandonó. Ya no está aquí, ya murió. Pero lo negó hasta el final, nunca aceptó que yo le había contado lo que sucedía. Eso es lo que más duele y me llevará a la muerte. Me destruyó para siempre.

─No, no, no –vuelve a interrumpir Violeta-. ¿Ves que tú diriges tus pensamientos? ¿Cuántos años han pasado ya?

─Creo que treinta y cinco –digo yo.

─Entonces ya es tiempo, amiga. De verdad, no quiero verte sufrir así.

La casa de Violeta es pequeña pero acogedora. Hay muchos muebles, demasiados para un lugar tan chiquito, pero creo que eso le da vida, no me gustan los lugares vacíos. Además, las casas grandes me recuerdan a esa casa.

─Se te ve diferente cuando hablas de tu otro tío –dice Violeta-. Me enternece la forma en que lo admiras.

─Es que mi tío Fernando era otra cosa –le digo-. Parecía un niño, además era bien culto.

Pienso en mi tío Fer y recuerdo sus palabras hablando del futuro. Él también vivía en Lima pero cuando venía de visita era una fiesta para mí. Optimista, sonriente, siempre preocupado por el progreso. También iba a ser ingeniero pero su amor por los niños pudo más y se dedicó a la enseñanza. Fue mi tío Fer el que me estimuló a estudiar siempre, a luchar. “Puedes lograr todo lo que te propongas”, me decía. Cuando di mi examen de ingreso a la universidad, él me acompañó hasta la misma puerta del local para darme ánimo. El tío Fernando: una persona de mucho valor.

─¿Ves cómo cambia tu actitud? Hasta tienes otra cara –dice Violeta sonriendo -. Nosotros somos lo que pensamos, no lo olvides.

Tal vez ella tiene razón: Siempre he pensado que Violeta es un poco extravagante en sus ideas, pero ahora le veo cierto sentido.

─Nosotros somos lo que pensamos –repito y luego me río.

─Claro que sí, pruébalo. Combate los recuerdos tristes con los recuerdos alegres.

Me sigo riendo. Ella también lo hace y yo me olvido del tío malo. Siempre es bueno conversar con Violeta. Sin embargo, sé que más tarde volverán las imágenes. “Nosotros somos lo que pensamos”, digo en mi mente.

Bueno, haré el intento esta vez. Veo la imagen de mi tío Fernando entregándome los dos libros que ha comprado para mí. “Estos libros te servirán de mucho”, dice él con una sonrisa. Ahora me acompaña desde el cielo, supongo que está ahí. 

4 comentarios:

  1. El dominio esta en la mente, combate los recuerdos tristes con los alegres ... tu decides de que humor quieres estar ...

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  2. Sin embargo los traumas provocados en la época infantil difícilmente serán erradicados. Aunque se pueden neutralizar cuando se los denuncia o se los hace florecer como el presente relato. Excelente historia.

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  3. Interesante....lo lei completo...un tema muy actual tocado a manera de relato por la protagonista quien mediante sus recuerdos nos introduce poco poco en la mala experiencia que le toco vivir en su infancia y termina contándonos la buena experiencia....gracias a un segundo personaje. El autor nos da a entender un poco de cómo funciona la psicología de una persona afectada por esta lacra de gente y termina el relato como una forma de decir que todavía hay esperanza.

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  4. ¡Gracias por leer! Me alegro que les haya gustado.

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