martes, 19 de octubre de 2010

Los herederos

Ana Alemán Carmona


Vamos Zoe corre más rápido quieres –Santino llevaba en brazos a Althea desmayada, su voz sonaba más fuerte y segura que antes. Anjou esperaba con el motor del auto encendido, su roja cabellera estaba cubierta por un gorro de baseball, su espada estaba a su lado lista para ser usada de ser necesario.

Al fin alcanzaron el auto, entraron en él, jadeantes y nerviosos, mientras se alejaban veían los rostros de sus perseguidores enardecidos. Sí, otra guerra había comenzado en Piro, esta vez los Guillon y los Vlassov tenían un frente común, Anjou no dejaba de preguntarse como es que había acabado allí otra vez cuando un mes atrás estaba tan lejos…

Era una serena mañana de primavera en San Anselmo, Anjou acababa de terminar de alistarse para ir a trabajar, era la curadora en una galería de arte local, sus conocimientos sobre historia medieval era impresionantes pese a ser tan joven, era muy apreciada en esta nueva vida pero por qué me siento tan cansada, tan aburrida, no lo entiendo es lo que buscaba verdad, pero me siento vacía, es como si toda la energía que llevaba en mi cuerpo se hubiera quedado detrás de la frontera. Sorbía su taza de café con paciencia y leía el diario, no encontraba nada interesante. Tocaron el timbre de la puerta, le pareció de lo más raro, ¿quién podía ser a esa hora?, abrió la puerta.
-Vaya que te ves bien Angie, pero muy pálida para mi gusto, ¿no la encuentras muy bien Santino?, vamos déjame entrar –Anjou estaba atónita mirando a esos dos frente a ella, solo pensaba en dónde había dejado su espada, ya no la llevaba con ella aquí en el pacífico San Anselmo.
-¿Balthazar?, ¿Santino?, ¿qué hacen aquí?, ¿qué hacen juntos?, ¿qué demonios pasa ahora? –Se movió y dejó pasar a ambos hombres a su casa, Santino parecía mayor de lo que era, se había dejado la barba y definitivamente sus ojos azules ya no tenían ese brillo feroz de antes.
-Si lo sé esto es extraño pero espero me puedas escuchar y entonces tu decidirás que hacer –sin esperar se sentó y tomó el café dejado por Anjou, Santino seguía de pie, examinando el espacio, todavía no parecía entender que hacía con su antiguo enemigo.
-Ya debes saber a estas alturas que Bernardus murió –aclaró un poco su garganta al decir esto- las cosas entonces han cambiado en mi forma de mirar la realidad de Piro, hemos estado en guerra con los Guillon desde hace demasiado tiempo, protegiendo a la casa de San Mauricio.
-Vamos ve al punto, no creo que ella o yo tengamos paciencia para tus clases de historia –Santino era cortante e impertinente, Anjou asintió con la cabeza.
-Esta bien, a ver el hecho es que se me ha revelado Eleazar, ya sabes mi maestro, y es imperativo proteger a las nietas de Duvall, Zoe y Althea.
-Estas loco verdad, las nietas de Duvall, –miraba a Santino y a Balthazar alternadamente –ya me perdí, y ¿quién diablos es Eleazar?
-Déjame explicarte todo desde el principio.

Balthazar les contó las circunstancias en las que su hermano murió y del libro destruido, Santino ya había escuchado la historia, cuando unas semanas atrás el anciano lo encontró, para él la decisión estaba tomada desde el principio, -yo las protegeré con mi vida de ser necesario –le había dicho, las quería como a sus hermanas, había estado junto a ellas desde que nacieron, así partió junto a él para buscar a Anjou, -ella es la única que se haría cargo de algo tan difícil, pero cómo convencerla, ya nada la ata a Piro o a los Vlassov, menos a mí que la he despreciado toda su vida- Lo único que no había contado a nadie todavía era lo que Eleazar le había revelado esa noche, ese secreto que lo atormentaba, llevar a cuestas esa carga era demasiado aún para él un consumado guerrero, un elegido, un inmortal. Sí, necesitaba ayuda y los únicos rostros que vinieron a su mente fueron exactamente aquellos dos rostros que estaba contemplando en ese momento, Santino y Anjou, así que decidió que era un buen momento para descubrir su secreto.

-Ellas serán reinas –quedaron en silencio –entiendo su sorpresa, Santino yo sé que Duvall siempre pensó en hacerte a ti rey de Piro, es por tu linaje, imagino ya sabrás que eres un descendiente de los Lantinori, por tu línea paterna, así que de algún modo eras tú el más indicado, él nunca pensó en sus propias nietas como reinas de Piro en realidad no sé por qué, de modo que no las preparó adecuadamente, son listas y valientes, vaya que lo sé, pero son muy pequeñas aún y muy frágiles. Y en cuanto a ti Anjou, sé que no he sido la mejor persona contigo, y también sé que no tienes ningún vínculo afectivo que te ate a mí o a ellas, pero eres justa y si algo te conozco imagino que ardes de ganas de volver a usar tu espada.
-Digamos que digo que si, que hay para mí además de tu discurso, tan tierno por cierto, quieres que cuide a las niñas hasta que se hagan reinas, eso entiendo. –No sabía que pensar, todo eso era tan contrario a las cosas con las que la habían educado, su mundo otra vez se caía en pedazos frente a sus ojos.
-No entiendes nada, todas estas guerras fueron por que los San Mauricio tomaron el trono, una vieja alianza entre Leda Lantinori y Ana de San Mauricio. Una vez que la Reina quedó embarazada de Ernesto, el hijo de Ana, esta le entregó una fortuna a cambio, con la misma que fue posible mantener el reino durante esos tiempos, dudo que Leda se hubiera imaginado las guerras provocadas por su apresurada decisión, lo cierto es que ha llegado el momento de que los verdaderos herederos reclamen el trono y Piro vuelva a tener paz, ¿no es eso acaso lo que siempre has añorado Anjou?, ¿qué tu querido país por fin deje de desangrarse? –Anjou respiró hondo, salió de la habitación y al cabo de un minuto regresó con su espada y un morral con algo de ropa y dinero.
-Vamos entonces que están esperando –Los tres se subieron al auto de Anjou rumbo a Piro.

Llegaron a la mañana siguiente y se instalaron en la antigua casa de Santino, parecía que no había pasado un año desde que se fue, si no fuera por el polvo que lo cubría todo, las cosas estaban en el mismo lugar donde las había dejado, le costó mucho entrar otra vez a su casa y recordar los últimos momentos con Leila esa terrible mañana –imagino que es difícil, yo también la extraño mucho sabes –Anjou le dio un suave golpe en la espalda y comenzó a abrir las ventanas para sacar el olor a humedad del cuarto.

Esa misma tarde Santino fue a buscar a las niñas, se escabulló dentro del jardín y luego subió por una reja a la habitación que recordaba les pertenecía, y ahí estaban, tranquilas, estudiando su lección de francés, no quiso asustarlas pero de todas formas lo haría así que entró al cuarto de un golpe, ambas gritaron, hasta que Zoe lo reconoció
-¿Eres tú?, Santino has vuelto –se lanzó con emoción a sus brazos, Althea no podía decir nada solo empezó a llorar y también se abalanzó sobre él –No estamos molestas por lo del abuelo, nos tomó tiempo pero entendimos ¿verdad Thea?, entendimos, él mató a Leila, tu amor, él siempre te quiso, siempre lo decía.
-¿Te quedarás con nosotras?, tienes que hacerlo, han pasado cosas de lo más extrañas.
-Lo sé Thea, ya me contaron del libro y de Bernardus, quiten esa cara de sorpresa, he venido a cuidarlas, yo también las he extrañado mucho –después de largo tiempo se dibujaba una sonrisa en el rostro de Santino –imagino su madre debe estar “ocupada” con alguno de sus consejeros, no creo se percate de su ausencia, vengan conmigo, tenemos que hablar pero no aquí –bajaron las escaleras y salieron de la casa sin hacer ruido.

En ese mismo momento Anjou revisaba el plan con Balthazar, era imperativo pasar desapercibidos en Piro, los Vlassov no podían saber de ellos. Si iban a hacer algo tenía que ser rápido, la reina Elisa tenía ya un año en el trono y el gobierno estaba prácticamente a la deriva, los consejeros tomaban malas decisiones a las que la joven reina asentía sin mayor argumentación, no le apasionaban las cosas del gobierno, estaba más interesada en los aspectos sociales de su nuevo estatus de Reina, y de eso sacaban partido todas las sanguijuelas que la rodeaban, empezando por su tía Estela, la hermana de su difunto padre, el rey Paolo, y su canciller. Ese era el escenario propicio para reclamar el trono, pero debían de ser cautos un solo error y todo se iría por la borda, las niñas eran un blanco fácil al igual que ellos.

Durante todo un mes Anjou y Santino estuvieron entrenando a las niñas, habían conseguido que Marcela, su madre, les permitiera hacerlo en San Anselmo, pensaban entrenarlas hasta que fuera el momento de aparecer en Piro. Balthazar se encargaba de las cosas en Piro con tranquilidad, aparentaba seguir a la cabeza de los Vlassov y continuar con el legado de Bernardus, mientras esperaba que no sucediera nada que interrumpiera lo planeado.

Marcela tal vez por descuido tal vez por ira o lo que sea decidió contarle a Samira, su prima sobre sus hijas y su pequeño entrenamiento en el extranjero, ella a su vez lo comentó a otra persona en la corte, al final de esa semana la reina Elisa estaba llamando a Balthazar para comparecer frente a ella.
-Es cierto lo que me informan Balthazar ahora estás complotando en contra de mí y de este reino –su voz era clara y serena, sin embargo sus ojos estaban fijos en Balthazar, Estela, estaba detrás de ella, con una mano suavemente apoyada en el hombro de la Reina.
-Yo no soy contrario a la defensa de este trono su Majestad –mientras decía estas palabras vio un movimiento extraño en la sala, algunas personas se acercaron donde Estela, se sintió perturbado, algo le decía que las cosas estaban por cambiar. En efecto, durante la mañana, Lina Vlassov acompañada de un pequeño grupo de guerreros del clan ruso, entraban en la casa donde estaban las niñas, las que en ese momento se encontraban con Santino, al que redujeron con facilidad, estaba vulnerable aún, solo en ese instante se dio cuenta de cuanto se había dejado caer desde la muerte de Leila, no poder defender a sus pequeñas custodiadas.
-Aquí están ellos, tus herederos, traidor y los verás morir uno a uno –Estela reía como una arpía y Elisa solo atinaba mirarse las uñas de las manos de manera displicente.

Los tres aparecieron frente a la Reina y su corte, Santino parecía haber recobrado su antigua presencia, fuerte y segura, Zoe y Althea miraban asustadas a todos a su alrededor, Balthazar nunca se sintió más culpable en su vida, ¿cómo pude exponerlas así?, en que cabeza cabe, van a morir por mis errores, Gina y Zarina estaban cerca de él, observando la escena con una fría calma, Gina en ese momento recibió un mensaje de texto en el celular, lo vio con calma: “es tiempo, estoy afuera”, tocó su espada de mango azul y Zar entendió el gesto.

Rápidamente ambas ya estaban al lado de Santino, al que desataron con velocidad y le dieron una espada, la reconoció al instante –es de La Bendecida, es tuya –pelearon rudamente con los guardias de la corte, Balthazar salió detrás de Elisa y Estela que se escapaban por un corredor detrás del trono, es necesario que las detenga, Althea recibió un golpe al cubrir a su hermana, -Tómalas y sal de aquí, Anjou está afuera en el auto, deben irse lejos, más lejos de las fronteras, nosotras aquí les cubrimos las espaldas hermano –Gina tomó la mano de Santino y le guiño un ojo en señal de complicidad, este tomó a Althea en brazos y azuzó a Zoe  a correr detrás de él – Vamos Zoe corre más rápido quieres –Zoe no podía pensar, tampoco sentir, estaba como en automático, seguía a Santino y al entrar al auto con Anjou seguía temblando en el asiento trasero.
-¿Ahora a dónde Santino? –miraba por el espejo retrovisor a algunos guardias detrás de ellos.
-Lejos, tus hermanas ellas la espada no sé más rápido –sus palabras entrecortadas e imprecisas le dieron a Anjou una idea lo que había pasado allí adentro.
-Lo sé están de nuestro lado, tuve que contárselos, son de mi confianza, necesitamos apoyo, entiéndelo hemos empezado otra guerra por el trono, no estaremos a salvo hasta coronar a alguna de ellas o incluso a ti, ¿quién sabe?

Gina y Zarina huyeron esa misma noche luego de haber acabado con los guardias de la corte, esperando encontrarse con su hermana en algún momento, el reino entero estaba consternado, Balthazar Vlassov traidor, decían por la ciudad, otros solo decían que ya era momento de que la familia San Mauricio deje el trono, la antaño noble casa del halcón dorado ahora era una guarida de criminales, se estaba gestando un cambio.

3 comentarios:

  1. ME ENCANTA

    Se pone cada vez más interesante, estoy enganchada como a telenovela brasilera, pero mucho mejor ;)

    saludos

    Josefina

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  2. Gracias Josefina!!! lo máximo me das más ánimos. ya llega el final!!! un beso
    Nita

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  3. Excelente creatividad, me gusta mucho el dinamismo que le imprimes, y me parece que el tema dá para una novela.
    Te felicito.
    Gianfranco

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