viernes, 15 de octubre de 2010

El hermafrodita

Gianfranco Mercanti

El calor húmedo y agobiante extraía los olores dulces de la vegetación que crecía profusamente en la pequeña chacra, a una hora de Lameybamba, dónde María José pasó su niñez. A sus veinticinco años, y convertida en una linda mujer,  regresó sobre sus pasos para recoger los recuerdos que la acosaban, para perdonar y olvidar en forma irrevocable los hechos que atormentaban sus días e inquietaban sus sueños.
Su madre, María, al final de su embarazo soñó que un gran ocelote le rasgaba el vientre y empezaba a devorar al feto. Ella reaccionó de inmediato y mientras  luchaba contra el animal, despertó con el corazón acelerado, y un líquido tibio que fluía entre sus piernas. Dio a luz ahí, en la choza, asistida en los dolores por José, su esposo. Horas después, al salir el sol, fueron a lomo de burro a la posta médica de Lameybamba.
-Los felicito, la criatura es saludable y la madre está en muy buenas condiciones; sin embargo, quiero mostrarles algo- les dijo el médico, mientras descubría las partes íntimas del recién nacido para enseñárselas a sus padres.
-Como verán tiene órganos masculinos y también una vagina: ¡Hermafroditismo verdadero!- Señaló con voz triunfal, como quien hace un gran descubrimiento, mientras buscaba en un grueso libro que tenía sobre el escritorio las láminas que confirmarían la exactitud de su diagnóstico.
Lo que para el médico era un hallazgo, para los atribulados padres fue una trágica sorpresa, una situación que ni lejanamente hubieran imaginado, y que evidentemente no sabían cómo enfrentar. Luego de hacer algunas preguntas al médico y tener la certeza que, por el momento, no había nada por hacer, y que dicha duplicidad no ponía en riesgo la vida de la criatura, se la llevaron a la chacra.
Con el pasar de los días, primero  María y luego José, se acostumbraron a la especial fisiología de la criatura, y tomando en cuenta que los órganos sexuales masculinos eran los más visibles, decidieron que era un varoncito, que se llamaría José María y que no se volvería a tocar más el tema. Acuerdos prácticos que, por lo demás, permitieron a José María llevar una vida totalmente normal hasta la edad de nueve años, y hubiera seguido así, de no haber sido por la llegada hasta esas tierras de Morgana Miranda.
Morgana era una mediocre periodista de un programa televisivo limeño, y había recibido la orden, en tono de ultimátum, de encontrar o, de ser necesario, crear una noticia que caliente las antenas del canal, y genere el codiciado ¨rating¨ para justificar la existencia del programa y del jugoso sueldo que cobraba mensualmente. Fue entonces cuando recordó que un amigo, en una reunión, comentó haber visto en la posta médica de Lameybamba, un caso de hermafroditismo verdadero.
-Estoy aquí porque el caso de su hijo requiere de una evaluación médica urgente, ¿cómo han podido dejar pasar tanto tiempo? Lo que nosotros les ofrecemos a cambio de una entrevista y unas  imágenes del niño, es concitar la solidaridad de nuestros televidentes para llevarlos a ustedes y al niño a Lima con todo pagado, y que allá le hagan los exámenes y reciba el tratamiento que no le han dado- les decía Morgana en forma categórica y convincente a María y a José, haciéndolos sentir culpables de una situación que, realmente, ya habían olvidado.
Ahora, dentro de la cabaña que la vio nacer, y mientras esperaba a sus padres, María José recordaba llorando aquel día cuando llegó de la escuela y encontró la casa llena de extraños  que se apresuraron a desnudarlo a la fuerza  y filmar sus partes íntimas. Es por tu bien le decían, mientras lo sujetaban con fuerza de brazos y piernas. De nada valió gritar, llorar ni clamar que lo dejen en paz. Miraba a sus padres suplicante, pero éstos no lo ayudaban, por el contrario actuaban coludidos con sus agresores.
-Hijito, los señores han venido a ayudarnos con tu caso, para que seas un niño normal, como todos tus amiguitos- Le dijo su madre después, y él no entendía cómo podían ayudarlo violentándolo, filmándolo para exhibir su intimidad. Quitándole, en un instante, la inocencia de sentirse igual que los demás… ¿por qué? Se preguntaba llorando, ¿por qué me hacen esto?.
Y luego en Lima, en el Hospital del Niño, nuevamente a desnudarse, a exponerse, mientras varios médicos lo revisaban curiosos, algunos se limitaban a mirar, otros a tomar fotografías. Y había los que hurgaban toscamente su vagina con aparatos o con las manos cubiertas con guantes. La noticia y las fotos salieron en los diarios más vendidos. Todos hablaban de él, pero a nadie le interesaba lo que sentía José María, quien sufría cada instante como una nueva violación.
Pocos saben la extensión del vía crucis cuando se cae en los poderosos engranajes de la ciencia. Una tarde el doctor Cerrutti citó a los padres de José María para explicarles, rodeado de varios médicos, el resultado del análisis de cromosomas sobre los tejidos de José María, efectuado en los Estados Unidos.
- Señores, los estudios han determinado una prevalencia de la carga genética femenina; en consecuencia, conforme al protocolo, José María deberá ser operado, y tendrá que recibir hormonas femeninas de por vida, dado que sus ovarios son muy pequeños- les explicó el médico ceremoniosamente, para luego informarles que, por sus gestiones personales, el Seguro Integral de Salud cubriría todos los gastos.
Hoy, María José seguía rememorando, entre lágrimas, que nadie le dijo nada, que nadie tomó en cuenta que se sentía varón: Era muy niño para tomar esas decisiones. Nunca nadie supo cuán grande fue la aflicción y cuán profunda la mutilación sentida al despertar privado de sus órganos masculinos… Luego vino su cambio de nombre a María José, y con las hormonas, el hermoso y envidiado cuerpo femenino que lucía.
Y al terminar de revivir y de llorar nuevamente sus recuerdos más tristes, María José se dio cuenta que las cosas suceden a pesar de uno, que nada ocurre como uno quiere, que todos somos simples pasajeros de la vida y del destino, sintió un profundo alivio en el alma, y recién comenzó a perdonar.

2 comentarios:

  1. Me gusta sobre todo lo bien que logras que nos imaginemos los ambientes: tengo esa choza nítida en la mente y se siente el sufrimiento de josemaria mariajose

    gracias por tan buen cuento

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  2. Marlene, gracias por tus apreciaciones. Te animo a decirme lo que no te gustó.
    Saludos.
    Gianfranco

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