miércoles, 24 de abril de 2013

Las “kiwis” todavía quieren divertirse - La chica sirena


José Yupari Calderón



-¡José! ¡¿Dónde estás?! ¡¡Responde!! –dijo Cindy, con palabras entrecortadas que le eran imposible articular bien. Entró y cerró la puerta de un sólo golpe. Todavía llevaba la puerta sobre su espalda unos segundos más, y la presionaba fuertemente como si alguien la hubiese seguido y no quisiese que entrase al apartamento 2G. Luego, ella se dirigiría a la sala.

Ella se encontraba agitada. Tenía sus ojos grandes sobresaltados a punto de salírseles, que asustaban. En el trayecto al apartamento, pareciese que ella hubiera visto al mismísimo Lucifer vestido de civil con cola en mano meneándola de un lado a otro preguntándole si creía en Dios y ella toda indecisa se quedaba atónita con la boca semi abierta, abrazada de hombros y tiritando. No era para menos, su piel había cambiado de color: de lo amarilla que era se volvió blanca.

-¡Sí, ya te escuché! –respondí enérgico. Di un brinco, soltándome los audífonos de las orejas y dejando mi ipod atrás, sobre mi cama. Su zumbido fue más que mi música. Me puse mis sandalias en seguida, tambaleé en segundos. Debí apoyar mi mano en la patiadera de la cama contigua y jalé la puerta corrediza de madera, que daba al mini comedor, con fuerza, golpeando en su totalidad, causando un ruido que fue audible en todo el salón.- ¿Qué sucede mujer? ¿Te pasó algo grave?

-Tendré audición como bailarina en el exótico club nocturno “Sirena” –dijo emocionada, cayéndose sentada sobre el reposa brazos del único mueble que teníamos. Una sonrisa de satisfacción cruzó sus preciosas facciones cuando de repente expresó, llevándose las manos hacia su rostro- ¡¡No lo puedes creer!!

El mundo de los espectáculos temáticos, los efectos especiales, el baile del tubo de manera general como personal, los trajes centelleantes, los sensacionales efectos de luz láser, los baños de ducha y todo lo demás se encontraban en “Sirena”, como para no levantarse de sus asientos y deleitarse con estos hermosos híbridos de mujer y pez cumpliendo nuestros deseos con juegos y productos eróticos. Pese que no era el único lugar de entretenimiento para adultos en el país, situado en el corazón de los negocios de la ciudad de Auckland a tan sólo veinte minutos a pie donde nos encontrábamos, Cindy, Felipe, mi compañero de cuarto y yo, era el más solicitadísimo por cualquier chica que buscaba tener un trabajo de ensueño y de ingresos al tope. Quería creer su noticia; pero me cuestionaba si ella se había confundido de posición. Pero cuando nombró eso de: “exótico” club nocturno. Lo tuve que admitir. Esta “kiwi” era algo singular. Su rostro retrataba esa combinación de raíces asiática de medio oriente por parte de su madre y europea, por su padre. Era mediana y delgada de hombros menudos. Proporcionada de buenas caderas y nalgas curvas con el tacto.

Por otra parte, nunca se sentía avergonzada cuando paseaba en bikini delante de los demás chicos, pidiendo permiso para dirigirse al baño. A más de uno había distraído la ojeada, prestándole más atención a su existencia que al partido de rugby entre los “All blacks” y el equipo visitante de Australia. Ni mucho menos ante un público mayor cuando se acercaba al balcón de ese modo para recoger su ropa seca y saludar a algún vecino fisgón del costado o del edificio de enfrente. Esa juventud rebelde era una ventaja; pero la experiencia real y las habilidades de baile eran las más importantes. Y que recuerde en ninguna de nuestras tantas conversaciones me mencionó que practicaba el baile del tubo o intentó hacerlo en alguna discoteca, aunque sea con la columna de concreto cuando estaba en estado etílico. Era hasta ese momento que desconocía ya que después ella sugirió lo siguiente:

-Creo que necesitamos instalar un tubo de baile en el apartamento de manera permanente.

-¿Un tubo de baile?... ¡¿Para qué?! –le reproché, si se había olvidado que vivíamos como sardinas y el poco espacio disponible para estirar las piernas era justamente la sala. Sin embargo, me picaba una duda.- Por cierto, ¿no estabas buscando trabajo como mesera de bar  desde un comienzo? –le interrogué.

-Sí… tienes toda la razón, pero ellos estaban en la búsqueda de nuevos talentos para la siguiente  temporada –respondió, poniéndose de pie y yendo a la cocina a prepararse algo para comer y añadió-. Pasé toda la mañana solicitando trabajo a cada establecimiento de comida y bebida que encontrase como mesera hasta que recordé que estaban solicitando chicas en un club nocturno. Lo vi por el internet y envié mis datos, adhiriendo una actual foto mía y como no contestaban me aproximé personalmente. No perdía nada si estaba en mi camino y fíjate que se gana bien.

Me aproximé hacia ella quien degustaba unos tallarines con salsa de tomate, en vez de comer algo liviano para mantener su cuerpo en el peso exacto si es que pensaba aprobar la audición. Un ligerito exceso de grasa sobresalía cuando tomó asiento. Me senté a su costado no sin antes calentar mi comida también. Era más del mediodía. Ya éramos dos en el mini comedor. No cabía para una silla más si llegase alguno de los chicos para acompañarnos.

-Mejor le digo a Brooke que me preste el suyo para retomar las lecciones que llevamos juntas hace un año –dijo, soltando su cubierto a un lado del plato, mientras metía un mechón de su cabello ensortijado detrás de su oreja. Parecía no tener muchas ganas de comer. Se encontraba más tranquila que hace veinte minutos.

-No sabía que tenía uno de esos en su casa. ¿Fue contigo a averiguar también?

-No, pero le comenté de mi posible incursión y le envié un mensaje de texto comunicándole la sorpresa ni bien me dieron la propuesta… ¡Qué creías!, que no tuviese un tubo de baile, pues ella tiene uno en su habitación, mejor dicho. Su madre le obsequió en su cumpleaños –prosiguió-. Ella salió con sus hermanos hacia una excursión al sur. La llevaron con ese pretexto y cuando regresaron se dio con la sorpresa. ¿No es lindo que una madre te reciba con esa clase de regalos?

-Si es una forma de hacer ejercicios, ganar flexibilidad, perder calorías y aumentar autoestima, entonces bienvenido sea.

-Pregúntale eso a la primita de Brooke que vive en la ciudad inglesa de Northampton. Su mamá quiso ayudarla con ese fin y la inscribió a una escuela pagando £5.00 la hora.

-¿Cuánto sería eso en dólares neozelandeses? –le consulté, levantándome de la mesa con mi plato vacío y recogiendo el suyo a medio terminar.

Sentir el agua fría del lavadero me hizo saber que todavía estábamos en invierno y eso lo sabían asimismo, las chicas que practicaban esa disciplina en diminutas prendas no sólo en los clubes nocturnos; sino las meretrices callejeras que adoptaban esta nueva moda en un área del sur de Auckland para atraer más clientes. Sin embargo, para practicar la danza vertical la condición física era valiosa. Quizás ahí radicaba el enigma de este singular reto, a pesar de los inminentes suelazos que todo aprendiz debía pasar. Por tal fundamento, los músculos se reflejaban más en Brooke que en Cindy cuando publicó las fotos de sus vacaciones de verano en la playa por el facebook, y lo muy bien que se veía en ropa de baño: bronceados abdominales planos, brazos y piernas estilizados con el pasar de las clases eran fiel testimonio de que el cuerpo sí estaba trabajando.

-No sé cuanto sea en moneda nacional, pero mira las fotos de su barra –dijo ella, revelándome algunas fotos de Brooke guardadas en su celular y destapando la primicia ante mis ojos de un videíto suyo en acción. Yo me acerqué a ella.

-¿Esa eres tú? Se te ve flaca… déjame ver con apreciación… tú tendrías en ese entonces diecisiete o dieciocho años.

-Observa, acá se le ve a Brooke en plena exhibición de baile hace meses nomás. La muy ésta se matriculó para las clases de striptease y “table dance” tan pronto como cumplió los dieciocho años.

-¿Así?... mm pues se le ve emulando a Demi Moore y sí que le sale de forma natural… nada fingido. Esta señorita se las trae –dije, frunciendo los labios.- ¿Por qué no me mostraste estas fotos antes? Lo tenías bien guardadito… pienso que ella debió presentarse también…. date cuenta que está invitando a alguien creo.

-¡Ese es su enamorado!... ¿Sabes por qué quiso llevar las clases de striptease?

-No, dime.

-Porque el muy patán solía ir a esos clubes nocturnos los fines de semana a partir de la medianoche con sus amigos… ¡Y se gastaba más de cuatrocientos dólares!… con lo caro que están los tragos y la diversión allí adentro. Cosa que a ella no le gustaba para nada y decidió de inmediato tomar el toro por las astas… yo la seguí por simple curiosidad a las clases.

-Hubiese terminado con él y punto.

-Brooke quiso demostrar de qué estaba hecha y lo demostró mediante eso. Se puso un reto… ella le debe mucho a esas clases. ¡No puedo esperar por mucho tiempo esa audición, José!

-¡Espera!... eso quiere decir que te mudarás a un sitio mucho mejor más adelante con lo que vas a ganar. Lejos de toda incomodidad. Dejarás el instituto, ¿no?

-¿Abandonarlos?...  ¿A ustedes?... al instituto no… no lo sé… no, ya no me acuerdo que te iba a decir –detuvo el videíto súbitamente que me estaba enseñando.- ¿Pero estarás allí cuando yo vaya? Como apoyo moral digo…

-A falta de diversión para el viernes y como no tengo nada que hacer por la falta de trabajo para este servidor –dije al cabo- Eso sí ¿Me dejarán entrar?
Justo cuando le hice la pregunta, el que sí entró, pero al apartamento fue Felipe y lo hizo apurado. Se le había olvidado que tenía una cita con su enamorado, un chico “kiwi” mayor que él quien conoció en el bar donde trabaja, dentro de una hora y contaba con minutos para acicalarse y segundos para felicitar a Cindy.

-¡No te levantes! –exclamó, mirándole fijamente a los ojos- Ya me contaron todo ¡Felicitaciones, amiga!

Acto seguido abrazó a Cindy y le deseó suerte apoyando su mejilla sobre la de ella en ambos lados y haciendo el sonido de beso.

-¿Cómo es que lo sabes? –preguntó ella.

-Me lo contó Brooke y ella estaba tan alegre como yo. Me la encontré en la calle cuando salía del bar, dejando todo en orden donde se va a realizar la fiesta sertaneja…

-¡Lo olvidaba, la fiesta es hoy!

-Y ya estabas por perderte una más, tonta… acuérdate que es el primer jueves de cada mes y toda la comunidad brasilera estará allí. Al menos creo eso. ¿No has visto los folletitos que dejé en la mesa anteayer? –interrogó, y no tuvo reparos de pedir permiso tratando de buscarlos entre tantos papeles y bolsas vacías de compras del supermercado. Yo me levanté para no estorbarle, mas no encontró nada.

-No me digas que nuevamente estarán tocando tus paisanos, el dúo de hermanos Leandro y Mariana –dije, entretanto cruzaba mirada con Cindy.

-Toda la información se encontraba en esos folletitos. ¡Virgen María!... –distrajo nuestra atención nuevamente hacia él.- Ni modo. No dispongo de tiempo por lo que los buscaré después. Recuerden chicos hoy a las nueve de la noche es la reúna y desde aquí partiremos a la fiesta –dijo, mientras se ponía en marcha a su habitación.

-No creo que vaya. Me comunicaré con mi familia en Lima y es a esa hora que puedo encontrarlos despiertos y disponibles.

-¡Allá tú!, pero ya sabes dónde encontrarnos… -replicó desde su dormitorio, emprendiendo ahora camino hacia el baño con toalla en mano y portando sandalias.

-Creo que sí –le respondí con dejadez en el instante que aseguró la puerta corrediza del baño.

Me quedé solo con Cindy otra vez.

-¿Qué harás ahora?... ¿Irás a la casa de Brooke?

-¡Ahora mismo! –pidió permiso y anexó un sutil: “de todas maneras necesitaremos un tubo de baile, José”.

Lo que quedaba de la noche me aventuré de improviso a navegar por la web de algunos clubes nocturnos, sobre todo el de “Sirena”, luego de que los chicos se fueron a la fiesta y de haber conversado con mis padres. Me había quedado tiempo y en vez de poner en práctica mi portugués bebiendo unas caipiriñas acompañado de una hermosa brasilera, quise despertar esa curiosidad mediante testimonios y bailes que estas experimentadas bailarinas sabían hacer como en la película “Showgirls”. Tanto fue mi descarrío que no medí el tiempo y me quedé dormido sobre el mueble con el laptop prendido, volviendo a la vida un par de horas y soñoliento gracias a los bullicios identificables de Cindy, y compañía, desde afuera que se hacían más irrebatibles cuando cruzó la puerta y cayó sentada al suelo con bolso en mano en el momento que cerré el sistema operativo. No es que ella estuviera sin conocimiento. Se hallaba en un estado de intoxicación con el alcohol en un grado suficiente que deterioró sus funciones mentales y motrices.

-¿Qué le ha pasado a esta chica? –balbuceé pensativamente, tratando de socorrerla.- ¿Me escuchas? –dije, moviéndoles los hombros.

Felipe se la quedó mirando en silencio. A él le resultaba muy desagradable el estado de Cindy; hasta le daba pena.

-Todo esto se debe a que ella bebió sin control –dijo por fin, él.

-¡Pues, claro!… no la ves como está –respondí recriminándole, ya más despierto- puedo sentir el tufo… la han bañado de alcohol.

-Cuando estábamos a punto de retirarnos por lo tarde que era, ella apuró su última caipiriña y salimos tambaleantes, ya en la calle repitió el mismo show… hablando cosas sin sentido en spanglish, se puso amigable con los transeúntes que se le topaban. De ningún modo esperaba yo, José, que fuera tan… difícil… manejar esta situación –dijo, llevándose las manos hacia sus mejillas.- Se dejó llevar por el ambiente… al igual que yo. Era su primera fiesta sertaneja y creo que la definitiva.

Me hice el desentendido mientras él justificaba la acción. Lo que importaba, en ese momento, era no dejar de hablar y estimular a Cindy.

-Estábamos pasándolo de lo mejor con Brooke –prosiguió, como si replicara a una respuesta- y luego se nos unió Lucas. Nunca pensé que se iba a poner de malas.

-¿Estuvo ella también con ustedes?... –pregunté. Esa declaración había tomado mi atención.

-¿Brooke?... Sí. Las dos ni se despegaban, hasta para ir al baño.

-De Lucas era de esperarse… sólo espero que no me fastidie lo poco que queda de la mañana con sus ronquidos… ya son diez para las cuatro.

-El se quedó en la fiesta. Me imagino hasta que cierren el local, de ahí regresará.

Y luego, algo le había impulsado a Cindy levantar sus ojos grandes. Veía el panorama borroso. Los cerró y descansó, agitada. Sus ideas trataban de abrirse paso en un cerebro lleno de entrenudos.

-¡Mira!… -dijo ella repentinamente, con voz palpitante.

-¿Dónde?... ¿Hacia dónde quieres que mire? –dije con voz alta y clara.

-Allá… Mira allá… -repitió señalando al vacío.

-¿Dónde allá? –giré mi cabeza desconcertado, buscando la dirección que me indicaba.

Se apoyó en la pared. Yo me hice atrás y volvió a abrir sus ojos; pero ahora más nítidamente. Vio por encima de mí a Felipe, quien le pidió llevarla a su habitación en medio de balbuceos. No había objeto que estuviese libre de ser rozado por su cuerpo, clamándole cordura. Esos diez segundos de desplazamiento fueron para ella toda una eternidad, si no fuese por la ayuda de él, jamás hubiese llegado a su destino sucumbiendo en el mueble que era siempre usado como cama alternativa para los que tenían sus dormitorios a la altura de la sala. Lo menos que pude fui irme a dormir.

Después fueron produciéndose, poco a poco, los acontecimientos que habrían de perturbar las siguientes veinticuatro horas de vida a esta aspirante a bailarina nocturna de Sirena. Al menos, no cayó en una histeria frenética, ni hubo que sujetarla entre dos, para bien de Lucas aprovechándose del asunto, a fin de que no destruyera lo que estaba a su alcance.

-¿Por qué traes esa cara? –dije; mientras cocinaba mi almuerzo y se me vino a la mente el tema del día.- ¡Nooooo!… ¡No me digas que te presentaste así como estabas en la audición, mujer!

-¡Me quedé dormida y no tuve el tiempo suficiente para arreglarme, José! Volé tal como me desperté.

Durante un rato no atiné a decir nada, jamás podía haber imaginado, el encontrarme con aquella figura descuidada e irreconocible después de una resaca caminando sin preocupaciones por las calles principales de la ciudad.

-¡Ni me dejaron entrar al club! –retomó ella la palabra, abriéndose camino hacia la sala.

-¿Eh?... ¿Y qué esperabas?... Que te dejen entrar así nomás con esas fachas.

-No lo sé…

-Entonces, será para la próxima.

-¡Hum! –gruñó ésta, dejando su liviano peso caer sobre el sofá de un golpe- ¡¿Para qué?!... ¿Para qué me encuentre con Brooke en el club como colega de trabajo y que arrase con nosotras? ¿Y así, ella me haga a un lado del show y se lleve las palmas de los asistentes por sus bailes? Además, sería imposible que yo compita con su magnífico aspecto y hermosa figura.

-¡¿Qué?! –pronuncié lentamente, como si procurara recordar algo- ¿Qué quisiste decir con eso? 

-De que Brooke fue la que entró por mí. Ella me estaba esperando afuera para desearme suerte y al no verme por ningún lado para el casting, el asistente le propuso a ella para que participe y al ver que ella contaba con los requisitos establecidos, se presentó ni más ni menos…

-Seguro que convenció al jurado.

-…Y obtuvo el trabajo. Hubieras visto su rostro de felicidad, en contraste con el mío, cuando me lo dijo una vez que salió de la audición. Me quedé sentada en la acera de la calle sin saber que hacer –musitó, con la cabeza gacha.

En el fondo, tenía la sensación de estar viendo algo ya conocido y respiré más tranquilo al saber que ya no necesitaríamos instalar un tubo fijado al techo y al piso. Ni como complemento, varios espejos rodeando la sala si se le ocurriese con el pasar de los días.

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