Mario César Ríos
Ángel
de la Colina se encontraba a las seis de la mañana del viernes tipeando el
informe del Comité de Adquisiciones en la oficina de la Gerencia de Logística de
la Municipalidad de San Isidro. Sus dientes rechinaban con los golpes que su mandíbula
daba contra el maxilar debido a la tensión. El martes a la noche recibió la
llamada de José Cortés, su jefe y Gerente de Logística, quien furioso le exigió
un informe que explicara la sobrevaluación de los equipos de computación
detectada como hallazgo por la Oficina de Control Interno de la Municipalidad.
«¡Eres
un inútil, si alguien termina preso aquí ese serás tú Curita!», profirió Cortés
colérico. Nunca había sido tratado de ese modo por su jefe. El apodo se hizo
popular en su oficina cuando trajo a sus
amigos de infancia, Fernando Copa, Pedro Vidal y Fernando Sifuentes a
participar en el campeonato de fulbito organizado por el municipio. Ángel recordaba cómo
en aquel julio pasado en la cancha de fulbito sus viejos compinches reforzaban al equipo de la gerencia vestidos de un
uniforme verde oscuro elegido por él. « ¡Corre curita, corre curita¡» –arengaban
alternadamente los Fernando. «¡Apriétalo curita¡» –lo animaba Pedro, quien
siempre confiaba en el porte de aquel moreno de 1.80 de estatura que proyectaba
su imponente sombra sobre el césped artificial. La algazara y risas de la gente
en las tribunas ensordecían el ambiente por el espectáculo de aquella mole a la
que llamaban curita.
¿Porque
me habrá gritado Cortés al teléfono sin preguntarme siquiera? Siempre lo he tratado con respeto y me he
jugado por él sin obtener una puta palabra de reconocimiento. Me sorprende como
ha llegado tan lejos si con una minicrisis se porta como un energúmeno. ¿Y por
qué me habrá dicho curita? ¿Le pareceré un tonto? «Mala idea haber traído a los
Fernando y a Pedro para que ahora me jodan con esa chapa, carajo» –rumiaba
encolerizado Ángel recordando el apodo infantil y los juegos de naipes a la
tarde en su jardín con los amigos de siempre y con Olga.
Una de
esas tardes se realizó un jueguito que Pedro Vidal y los Fernandos propusieron a
Olga quien siempre estaba encantada de ser el centro de la atención en casa de
Ángel, hijo único de su padrino Augusto de la Colina, de quien la niña estaba enamorada
secretamente. Los Fernandos propusieron jugar “veintiuno” y trasladaron rápidamente
una mesa y sillas de fibra de vidrio blanca al centro del jardín y al lado del
viejo roble para protegerse del intenso sol de la tarde. Fernando Copa tiró el
mazo de naipes sobre la mesa dando inicio al juego. Se reanudaba una apuesta de
figuritas de futbolistas del mundial Estados Unidos `94. Ángel miraba ansioso
la ultima figurita que le quedaba para completar su álbum en la mano de Fernando Sifuentes y este observando su
intención le dijo: « Tus CDs de rock clásico contra un fin de semana con Olga y
de regalo las figuras que te faltan» –propuso a un sorprendido Ángel. Olga
repasó con una mirada cómplice a los amigos mientras Ángel decidía.
« ¡Sale¡»
-gritó Ángel . Ella se turbó por primera vez y es que no entendía si la desaprensión de Ángel por
su adorada colección de CDs heredada de su madre se debía a las tontas
figuritas o si su vecino realmente quería estar con ella. Se tiraron las cartas
y Ángel había alcanzado dieciocho de puntuación. Pedro tiró las suyas, un ocho,
luego un diez que le devolvió la respiración a Ángel quien no dejaba de mirar
las figuritas en la mano de su oponente. Los Fernandos miraron excitados el
mazo de cartas y Pedro extendió su mano, sacó una carta la tiró sobre el piso y
gritó: ¡Los CDs son míos¡ gritó eufórico Fernando Sifuentes ahuyentando a los
pájaros que descansaban en las ramas del viejo roble Era el número dos en la
carta que miraba desafiante a un triste Ángel y a una aturdida Olga. -«No te
preocupes linda, yo me conformo con los CDs y me quedo con las figuritas si tu
quieres sales con Angelito, da igual es un ángel de Dios, inofensivo, un cura,
un curita, no tienen futuro juntos, ja ja ja» -río con crueldad Sifuentes.
El
viejo teclado del ordenador seguía emitiendo sonidos que irrumpían en los
silenciosos pasadizos del edificio produciendo la curiosidad de los empleados
madrugadores. Era el tercer día que ese ruido tan tempranero salía desde
aquella pequeña oficina que De la Colina dejaba entreabierta para airear el mal
olor. Él tomaba su cuarta taza fría de café y pensaba en cómo maquillar el
informe. «No tenemos futuro juntos, mientras sigas como empleado público,
Angelito» recordaba a Olga en su última carta desde los Estados Unidos. Desde
entonces tomó la decisión de cambiar las cosas, iría a por ella. Una coma era
la diferencia entre su felicidad con Olga y su mediocre vida.
« ¡Curita¡ »
–retumbaba la voz de su jefe en su mente. No había sabido de Cortés desde ese
martes. –«Tienes hasta el viernes por la mañana o te entrego con el auditor,
curita». Ángel se angustiaba recordando el plazo que le dejó para resolver el
lío. Decidió apartar de su mente los feos pensamientos, extendió su brazo hacia
la taza de café que se había preparado, dejó la taza al lado del mouse, tomó éste y con un click se
abandonó a la música: You're as cold as
ice You're willing to sacrifice our love You never take advice Someday you'll
pay the price, I know. Pensaba en Olga, su amor adolescente que viajó con
sus padres a los Estados Unidos rompiendo su promesa de estas juntos para toda
la vida. «Fría como el hielo fuiste conmigo, Olga. Te arrepentirás y lo pagarás.
Eres una maldita» –rumió recordando como luego del episodio de los CDs salieron
como noviecitos durante años hasta que Olga encontró mejores oportunidades
laborales y nuevo novio en Estados Unidos.
José
Cortés iba camino a la oficina decidido a entregar a De la Colina al auditor. Éste
le había confirmado que la compra de equipos de cómputo había sido sobrevaluada.
Era imposible pensar en el “curita” como corrupto era un escándalo. «Diez veces
más por una coma equivocada. Este curita no creo que sea ladrón pero claramente
es un inútil» –pensó preocupado en su propia situación. El periodista Lipe
realizó un reportaje el año pasado señalándolo como la cabeza de una red de
corrupción en la municipalidad.
Es un
tipo educado y buen sujeto el curita después de todo si hablará un poco más y no
se le escaparan las tortugas con tanta facilidad sería otra cosa porque a este
paso arruinará a todos y si se entera Augusto Lipe allí te jodes pobre curita
que te entrego como cabeza de turco de
todos los chicharrones y no te salva ni tu maestría en derecho constitucional.
El
escritorio de Ángel de la Colina se parecía esa mañana más a los de sus
compañeros de oficina. Cuatro tazas de café con restos de contenido oscuro y
pegajoso en el fondo, papeles apilados sin ningún orden en los cuatro extremos
de la mesa y los bordes de la pantalla del ordenador invadidos de post-it con números de teléfono escritos
sin referencias de nombre alguno. De la Colina miraba desde la puerta entreabierta
desvencijada y verde que Cortés le permitió pintar
de ese color para diferenciarse de las otras gerencias. El mismo color verde que
le recordaba el orden de la casa paterna y sus días felices en su gran patio
interior con los Fernandos y Pedro cuando ya no le molestaba que su padre también
lo llamara curita –«Eres tan bueno como
el curita Alfonso de la Iglesia San Francisco» –le decía su padre y los amigos carcajeaban.
De
pronto el chirriar de la puerta lo despertó de
sus recuerdos, aguzó su visión borrosa y alcanzó a ver la imponente cabeza de
Cortés. «Buenos días jefe, ya estoy a tiro de gol de culminar el informe, creo
que le va a gustar» –dijo nervioso De la Colina, con una tensión en la voz que
delataba su preocupación.
«Está
bien señor De la Colina, termine y deje el informe sobre mi escritorio y luego
apague ese ruido»–dijo Cortés señalando con el dedo índice los parlantes del
ordenador, luego echó un vistazo a la pocilga en la que se había convertido su
oficina desde el marco de la puerta y volvió sobre sus pasos por el pasadizo
con dirección a la salida del edificio para darle indicaciones al vigilante.
Nunca
vi al curita tan descuidado como con esa barba crecida y ojeroso seguro debe
estar muriéndose de miedo por hablarme y disculparse pero mejor salgo rápido y
espero que haya entendido el mensaje que de este lío no se salva mejor guardo mi
distancia.
Ángel
De la Colina apagó la computadora y puso en orden sus papeles. Su informe
estaba en blanco, ni una línea de descargo sobre la sobrevaluación. ¿Qué habrá
querido decir con deje el informe sobre la mesa y apague ese ruido? ¿No querrá
abrirme un proceso administrativo este loco? Eso es imposible, conozco muchas
cosas que pasan en esta oficina. ¡Qué ideas locas se me ocurren a veces¡ Cortés
no se atrevería –pensó De la Colina. Puso en orden sus cosas, miró las tazas de
café despreocupado, salió de la oficina dejando entreabierta la puerta y caminó
por el pasadizo hacia el restaurante del frente a desayunar un jugo para
recuperar energías para reanudar su labor.
Si me
hubiera ido a los Estados Unidos con Olga y hubiera vendido la casa quizás no
estaría trabajando como empleado público con este hombre tan desagradable
metiéndome en esta clase de problemas y seguro vendría de visita a este lugar y
sería tratado como corresponde a un De la Colina.
De
retorno a la oficina, Ángel De la Colina luego de subir los primeros peldaños
de la escalera del edificio con el firme propósito de culminar el informe, fue
interceptado por el vigilante. « ¿Adónde se dirige el señor? »
–dijo con tono adusto.
–«A
mi oficina, claro está» -replicó Ángel reconociendo en el vigilante a la única
persona que lo saludaba con cortesía y hasta con reverencia- « ¿qué sucede, es
que no puedo entrar a mi oficina? »
-insistió casi resignado Ángel.
-«No
puede, son órdenes superiores»- respondió el vigilante y le dio la espalda.
La
espalda del vigilante se asemejó a un muro sobre el cual Ángel veía desfilando
sus pensamientos más tormentosos. Su padre reprendiéndolo suavemente: «Los niños buenos no hacen malas cosas,
Angelito ». Sus amigos exclamando: «¡Ahora si la cagaste curita¡». Olga burlona
diciéndole: « ¿Viste?, Te dije que no teníamos un futuro juntos»
Puto
informe que no haré y puta Olga origen de mi desdichas pero ya verá Cortés
quien soy yo porque esto no se queda así por la sorpresa que le daré cuando
hable con el periodista Augusto Lipe de las perlas que hay en esta municipalidad.
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