Frank Oviedo Carmona
Johan era único hijo de los esposos Jorge y Melina; ellos vivían en una casa cerca de un bosque, para llegar ahí, tenías que ir por un camino de tierra estrecho
y largo color ocre. Su casa era de color amarillo encendido y puertas blancas, rodeada de abundantes
árboles y flores de variados aromas y colores.
Melina le había enseñado a Johan todos los secretos de la siembra y cosecha, y en las tardes cuando todo terminaba lo llevaba al bosque para
narrarle historias fantásticas, que decía que eran verdaderas.
Cuenta que un día Melina, caminaba por el bosque y de repente se paró una
ave en lo alto de una rama y le dijo, que cuando Johan crezca se iría a vivir con ellas porque las cuidaba, era como su guardián. Melina
pensó que era su imaginación y recordó que
cuando era niña su mamá le decía,
que el bosque era mágico porque se realizaban muchos sueños de
los jóvenes.
Nunca
le contó nada a Johan por temor; pero
con el transcurso del tiempo se daría cuenta que no sería así ¡de
repente se escucha una voz! ¡Mamá, mamá! ¡Voy al bosque a caminar y luego
iré al pueblo a comprar! - era Johan quien
hablaba.
-¿Qué compraras hijo? – preguntó la madre.
–Debo ir al pueblo a comprar harina para hacer el pan –dijo Johan. – No demores y ve con cuidado –le respondió.
Johan
sale corriendo. Usualmente él se
encargaba de comprar la harina porque a sus veinte años era un joven muy fuerte y no le costaba mucho trabajo caminar con peso. Por otro lado él
decía conocer todo los misterios del
bosque, así como entender a los animales, que por sus
movimiento y silbidos sabía lo que querían decir, lo mismo le sucedía con las plantas; les quitaba la hierba mala y acomodaba para que les
dé el sol y crezcan bellas, grandes y de colores fuertes.
Todo el bosque se perfumaba cuando él iba. Ese
día se sentó en una piedra a tomar aire fresco, y admirar todo lo maravilloso
que era el bosque y vio como las aves y otros animales, lo quedaban mirando como esperando que les hablase, o les
dé una caricia.
Johan nunca hubiese
imaginado lo que estaba a punto
de suceder y el cambio radical que daría su vida. El siguió sentado en la piedra y se puso luego de cuclillas para acomodar las
plantas y mientras lo hacía les iba conversando.
Yo siempre estaré aquí, a su lado,
para cuidarlas y protegerlas, al decir eso, las flores comenzaban a brotar con
rapidez en agradecimiento de tener un amigo con quien contar y conversar.
De pronto, sintió que alguien caminaba, lo dedujo por el sonido de la hierba seca que pisaba – hola,
¡nunca te cansas de venir aquí! al voltear vio que era su amiga Zara, -nunca me canso, y tú ¿qué haces por acá? – le
preguntó Johan.
–Voy camino al pueblo –respondió Zara, te acompaño le dijo, porque yo iré a hacer compras. Ambos se
fueron conversando atravesando el bosque y mirando el paisaje. Zara le preguntaba señalando que tipo de ave o
flor era esa o aquella. Él le respondía como le había enseñado su madre,
mientras él le explicaba, Zara parecía
tener la mente en otro lado, a lo lejos había visto a su amigo Amado, recostado en un árbol fumando, él tenía buena reputación era muy querido por sus
padres y por sus amigos, pero a Johan no
le caía bien, le parecía que algún
misterio ocultaba, sin embargo a Zara le gustaba mucho por sus rizos castaños y sus ojos verde esmeralda;
ella estaba enamorada de Amado, pero no quería decir nada hasta que él en algún momento le declare su amor.
-Te dejo, me voy con Amado – le dijo
Zara a Johan.
- Ve con cuidado, el bosque es muy
grande y a veces todo parece igual –le grito Johan porque estaban un poco lejos.
Zara y Amado continuaron caminando y conversando. Ella respondía algunas preguntas que de vez en cuando él le hacía. Yo
amo mucho a mis padres, le contaba Amado,
ellos han trabajado sin cesar para darme
todo lo que necesito y una buena
educación, pero a veces son muy estrictos, porque quieren que sea un hombre de
bien, no me dejan decidir, todo lo que escojo les parece que no es lo ideal
para mí, a veces me hacen enfurecer y debo callar porque cuando reclamo me
castigan, dicen que todo es por mi bien.
-Ten calma, lo hacen porque te
quieren mucho –le dijo Zara. Tomados de
la mano y siguieron caminando.
-Gracias, -le dijo él, susurrando -no puedo negar que en todo me ayudan y me
conviene, mi madre es muy linda pero
cuando habla parece sargento quizás
porque viene de una crianza estricta, hasta el novio le escogieron y ella tenía
que aceptar sin decir una sola palabra.
Ambos sonrieron.
-¿Estamos yendo por otro camino? –
preguntó Zara – sí, afirmo él, quiero que conozcas un lugar maravilloso, ¡Es un sueño!
-Me encantaría conocerlo contigo –
respondió ella con una sonrisa.
Él no le respondió, siguió caminando, ya no estaba sonriendo, se
puso serio y su mirada la tenía fija, sus pasos eran más lentos como si
pensará en otra cosa.
-¡Que
te sucede! –exclamó Zara –no,
nada, estaba recordando algo que pasó cuando era niño –lo dijo muy serio.
Amado recordó y le contó a Zara, que una vez escuchó tras la puerta que su padre quería obligar a
su madre a tener relaciones, y como ella no deseaba la golpeaba, un día, su
papá lo sintió porque la puerta se movía y rechinaba, y le dio una tremenda paliza, lo encerró en un cuarto oscuro, Amado lleno de cólera y rabia de la impotencia se puso a llorar, y cuando
la madre lo sacó, le dijo que no haga caso, tu padre se pone así cuando
está preocupado, luego le preparaba un
dulce, y con eso según ella bastaba para
tranquilizar a su hijo, sin pensar en
cómo se sentía él y las de veces que había sucedido, y no solo por
eso, sino cuando la cena no estaba a la hora que él quería, gritaba y rompía las cosas, Melina, siempre
sumisa y perdonándole porque el mantenía la casa.
Roberto al igual que su padre tenía un alto cargo de
gerente y estaba acostumbrado a todo lo
que él decía se haga, parece que esa
misma forma la usaba en su casa.
-Cuanto lo siento, ya no quiero ver
nada, llévame al pueblo –dijo Zara con las palabras entrecortadas por el
asombro.
Él no le hizo caso, se paró y la miró
fijamente a los ojos.
-¿Yo te gusto? –le preguntó, ella no
respondió, siguió caminando sonrojada y apresuradamente.
Estaba acercándose la oscura noche, siguieron por un camino largo cubierto con
ramas, que se juntaban de derecha
a izquierda y se entrelazaban en lo alto formando un techo, dando la
impresión de un túnel y al final se veía una luz tenue.
-¿Dónde me estas llevando? – dijo
ella, me estas asustando.
-No me haz respondido la pregunta, pero sé que te gusto y
estas enamorada de mi -dijo él sin gesto alguno y la tomó a
la fuerza.
Ella al soltarse tropezó y cayó rodando a un
montículo de hierbas, Amado se fue
encima de ella y comenzaron a forcejear y ella gritaba ¡auxilio ayúdenme por
favor!, y le imploraba que no le haga
daño. Johan escuchó los gritos de Zara y
corrió lo más rápido que pudo para
llegar a auxiliarla.
Mientras tanto Amado trata repetidas veces de
rasgar el vestido sin lograrlo, ella
responde con patadas, puñetes, cada vez
tiene menos fuerzas para defenderse, le parecía una pesadilla lo que le sucede, cuando de pronto oye pasos y
ve a Johan.
-¡Aquí estoy! –grita Zara, con la poca fuerza que le quedaba, se acerca
por atrás Johan, dándole de golpes a Amado hasta dejar a Zara
libre y Amado cae al precipicio, Johan agotado se queda sentado en
el suelo y es rodeado por sus amigos los animales y uno de ellos le dice, que a
partir de ahora se quedará con ellos y
no en forma humana, Johan con una venia
acepta.
Zara muy nerviosa sin saber que hacer, corre rumbo a su casa.
Mientras tanto, la mamá de Johan estaba en casa muy preocupada,
mirando hacia el bosque y pensando: Algo
va ocurrir con mi hijo, tengo miedo, le
decía a su esposo, recordando lo que le
dijo una vez una ave y nunca lo comento con nadie.
-Vamos a buscar a nuestro hijo –dijo
el padre, y así lo hicieron.
Zara, cuando llegó a su casa, mintió a sus padres, no dijo que
era Amado quien trato de violarla, sino
Johan. Al enterarse los padres de Amado, fueron en su búsqueda, sin
encontrar rastros de él.
Un día, Jorge y
Melina estaban tristes sentados
en la cocina mirando hacia el bosque, preguntándose ¡donde estará mi hijo! en
ese instante se paró en el filo de la ventana un águila negra mirándolos y
aleteando, Melina ve los ojos del águila
que eran iguales a los de Johan y
entiende con lágrimas en los ojos lo que una vez le dijo una ave, que su hijo
vivirá en el bosque, sería su guardián. Desde
entonces todos los días el águila los visita en las mañanas a Jorge y Melina.
Zara, nunca volvió a hacer la chica alegre y
coqueta era antes, sino todo lo contrario.
Dicen que casi todo el tiempo se queda sentada en una banca mirando hacia el bosque, pensando que algún día regrese Amado.
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