lunes, 25 de julio de 2022

Pasiones peligrosas

Ricardo Sebastián Jurado Faggioni


Cuando Lissette era pequeña leía a Agatha Christie y a Kerry Greenwood, soñaba en ser una detective como Miss Marple o Phryne Fisher. Al crecer siguió la carrera criminalística y se convirtió en una detective privada como lo había anhelado en su niñez.

Con el tiempo se volvió famosa resolviendo casos importantes. Se encontraba en su oficina al frente de su ordenador redactando los últimos detalles de un crimen que solucionó. Ella se sentía mayor, puesto que se acercaba su cumpleaños número cuarenta y el físico no era el mismo de antes, había aumentado algunos kilos, de hecho ya andar en la caminadora del gimnasio no le agradaba. Poco a poco se fue transformando en alguien sedentario.

Una vez terminada su jornada laboral en su hogar se dedicaba a leer los best sellers de novela negra. Había decidido no casarse, ya que a la larga era un problema y lidiar con niños aún más, por eso prefiere estar sola junto con su perro Krypto.

Un viernes por la noche cogió su Mazda rojo y se dirigió al teatro porque había una obra que sabía que le iba a emocionar. Al llegar se sorprendió, puesto que lo habían remodelado. Las paredes se hallaban pintadas de rosado, las sillas eran de madera y el escenario lucía más amplio.

Iba a ver Hamlet de William Shakespeare. Al finalizar la obra Lissette va a felicitar al director escénico Alfredo Sánchez. Él es más joven que la detective, tiene treinta años, es delgado y alto.

—Me gustó la vestimenta de los personajes, la decoración, Shakespeare se sentiría orgulloso —dijo Lissette.

—Gracias —esbozó una sonrisa Alfredo.

—¿Se tomaría una foto conmigo para subirla a Instagram?

—¡Por supuesto que sí!

Después de tomarse la fotografía ella la subió a su historia. Luego de eso a Alfredo le llegó la notificación. Vio su celular y se quedó impactado.

—¡Tú eres la detective que sale en los medios de comunicación! —mencionó Alfredo.

—Sí, hay casos que parecen más fuertes que la ficción —dijo Lissette.

—Has dicho una gran verdad, me gustaría llevar una adaptación de un caso tuyo.

—¡Me encantaría verlo!

 —¡Así es! Pero antes quisiera que me ayudes, ¿podrías investigar a mi esposa?, creo que me es infiel.

—¿Por qué dudas?

—Ella llega tarde a casa, cuando me escribe ya no es empática, no conversa, estas acciones me hacen sospechar.

—No suelo resolver este tipo de conflictos, pero por ti haré la excepción. Cuéntame cómo es tu esposa.

——Empezaré por su nombre: se llama Valentina, es rubia, delgada, de estatura mediana y es menor que yo por dos años. Trabaja en la cafetería más conocida del centro de la ciudad Sweet & milk. Ella va al trabajo desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde. 

Ambos se despidieron con un fuerte apretón de manos. Al salir del teatro se preguntaba: «¿Cómo las personas llegan a herir a quién más aman? Se subió a su carro y prendió la radio para sintonizar algo de música, sonaba la banda Nickelback. La canción era How do you remind me. El rock romántico no era lo suyo, pero lo disfrutaba mientras iba viajando a su hogar. Al llegar Krypto la recibió moviendo fuertemente la cola, ella lo abrazó.

Luego, se dirigió a la cocina para beber un poco de agua e irse a dormir. A la mañana siguiente los rayos del sol pasaban las cortinas de su dormitorio. Hizo un esfuerzo por dormir más y quedarse junto a las sábanas, pero la promesa que pactó con el director del teatro la obligó a levantarse. Se cambió su pijama por una chaqueta negra y un jean de color azul, tomó el desayuno y se marchó al lugar del trabajo de Valentina.

No era cualquier cafetería en la que estaba, esta tenía tiempo en la ciudad. Lo que más le agradaba era que en las paredes había fotos desde el día que se inauguró hasta la actualidad. Se sentó en una mesa del fondo. Alzó la mano para que la mesera pudiera atenderla y cuando esta se dirigió hacia ella pudo notar que el gafete se decía el nombre de Valentina, quien tomó la orden, y en un papel anota el nombre para que supieran que ese era su pedido.

Con mucha amabilidad se dirigió a la cocina para entregar la orden al chef. Después de haber pasado quince minutos, un hombre blanco, elegante y con terno, entra y se sienta cerca de Lissette solo dos mesas más adelante. Valentina desde la cocina lo ve llegar, le dice a un mesero que lleve la orden de Lissette. 

Ella se acercó al hombre elegante y lo saluda alegremente, conversan un rato. La detective saca su celular, para revisar mensajes, pero en realidad le está tomando fotos al hombre misterioso y a Valentina. Cuando la mesera se va de la mesa, después de segundos él, también hace lo mismo.

Dos años atrás Alfredo junto a Jaime su compañero de arte, escribieron un guion del género de terror que llamaron Vidrios rotos. El cine nacional volvió a ser un éxito gracias a ellos. Cuando llegó el día de la premiación, Alfredo se enamora de la modelo que les entregó el trofeo, a él y a su amigo, por mejor guionista y mejor director, respectivamente.

En aquel entonces él se encontraba casado con Valentina, pero hacía lo imposible por ir a verse con la otra mujer. Su esposa sabía que algo pasaba, pero su amor la hacía olvidar cualquier sospecha. El romance oculto que tenía se esfumó y volvió a vivir su vida normal.  Sin embargo, María la modelo quedó destrozada, puesto que la ilusión que pasó la hizo estrellarse con su cruda realidad: era una mujer infeliz y pobre.

Después que el hombre se fue, Lissette pagó la cuenta y se marchó. Recordó una de las lecturas de Sherlock Holmes cuando se encontraba en un misterio fácil de resolver. Él siempre decía que lo más obvio no siempre es lo que parece.

María se encontraba fuera de la casa de su amante. Sabía que la puerta de atrás estaba abierta, por lo que se le hizo sencillo ingresar.

Valentina estaba en la cocina lavando los platos. María tras caminar de puntillas hacia ella sacó una pequeña navaja y apuñaló a Valentina en las costillas. La víctima se fue deslizando con lentitud hasta quedar tendida en el suelo mientras la agresora salía de la casa. Alfredo se encontraba trotando, después de hacer treinta minutos de actividad decide volver a su hogar. Al ver a su esposa desmayada en el piso, llama a emergencia. La ambulancia se dirigió vertiginosamente para rescatar a la víctima, tuvo suerte de llegar a tiempo al hospital. Los doctores le dijeron a Alfredo que sobrevivirá, pero tendrá que estar con cuidado médico.

Él se quedó sentado al lado de la camilla de su esposa, y decidió mandarle un mensaje a través de Instagram a Lissette para que vaya al hospital. Ella llegó lo más rápido que pudo.

—Hay algo que no te he contado y deseo compartirlo —dijo Alfredo.

—¿Seguro es un buen momento? —preguntó Lissette.

—En estas circunstancias sí, dos años atrás yo le fui infiel a mi esposa con una mujer que se llamaba María, ella sabe la dirección de nuestro hogar y que estaba casado, cuando ella quiso algo más serio conmigo, tuve que dejarla.

—¿Pero por qué volver ahora?

—Supongo que no me superó, tal vez ella quería que le compartiera mi fama, viajar, y tener un hogar, en fin, es tarde para arrepentirse, pero es lo que pasó y ahora Valentina está pagando las consecuencias. 

—Esto debiste de compartirme desde el comienzo, es algo esencial.

—Lo sé, no es fácil para mí aceptar esto, perdóname.

—¿Cómo podemos atrapar a María suponiendo que tiene algo que ver en el caso?

—Conozco a alguien que nos puede ayudar a dar ese tipo de información, Homero.

Alfredo le mostró una foto de Homero, blanco, alto, bien vestido. Lissette se acordó del hombre de la cafetería que estaba con Valentina y era el mismo. Él podrá saber dónde está, su trabajo es conocer todo tipo de secretos por esto él es capaz de ayudarnos. Lo contactaron de forma inmediata, los tres estaban reunidos en el hospital.

Homero se puso al tanto con los detalles, supo que María es de piel morena, cuerpo atlético, esbelta y es reconocida en el mundo del modelaje. Sabía que este tipo de personas trabaja en bares, especialmente los de entretenimiento para adultos. Ella estaría en el más lujoso bar de la ciudad donde van todas las chicas de modelaje en el nigth club.  Homero y Lissette fueron al sitio. A la entrada había dos guardias fornidos y con mirada penetrante. La detective sacó su placa para que ellos los dejaran pasar.

—¿Sabes? Yo cargo una pistola en mi bolsillo, en este tipo de trabajo uno no sabe con qué se va a encontrar —dijo Homero.

Tranquilo esperemos no utilizarla —mencionó Lissette.

Siguieron indagando en el bar hasta dar con María, ella estaba conversando con un hombre. Al ver a los dos al frente de ella, decidió escapar, pero Homero la siguió de una forma veloz que pudo atraparla. A María una vez esposada la subieron al carro. En el trayecto a la comisaría a María su alma se quebranta y decide calmar su conciencia narrando los sucesos. El caso pronto estaría resuelto, solo faltaría encontrar la pequeña navaja que usó en el crimen donde ella dijo que la había escondido. Lissette le preguntó a Homero qué hacía en el restaurante conversando con Valentina y él le respondió que ella le había contratado para averiguar si su esposo le era infiel.  Mientras tanto en el hospital, Valentina se encuentra junto a su esposo y ella logra abrir los ojos. Cuando Alfredo se acerca a ver cómo estaba, Valentina toma fuerza para decirle:

—Lo sé todo.  

Origen

Rosario Sánchez Infantas


Silenciosos avanzaban por el camino serpenteante, uno buscando morir en paz, y el otro no perecer. Aquel siete de junio de 1534 el rumbo del anciano Pushaq era Sunchubamba, el caserío donde naciera y que, por estar lejos del camino principal del imperio incaico, pudiera darle algo de tranquilidad a sus últimos días. Pumaqhawa, el adolescente inca, buscaba a su padre y contactar a la resistencia frente a la invasión española. «Vigilarás sereno y objetivo; con el sigilo del puma subirás a las montañas para hallar los rastros de los hechos o de las grandes verdades». El muchacho, recordaba lo que le dijera Pushaq el día anterior.

En 1527 Huayna Cápac, el emperador, había muerto víctima de una epidemia iniciada en las primeras aproximaciones del conquistador Francisco Pizarro al continente sudamericano. Asumió el gobierno Wascar, hijo del difunto gobernante. Desde el inicio realizó actos contrarios a las tradiciones del imperio y conllevó a una confrontación creciente con las familias nobles. Por otro lado, la popularidad de Ataw Wallpa, príncipe guerrero hermano suyo afincado en el norte del imperio incrementó la suspicacia del nuevo gobernante. Dos años después iniciaría una guerra civil entre los hermanos por el control del imperio, la cual es ganada en 1532 por Ataw Wallpa, momento en el que Pizarro ingresa al territorio imperial y lo toma prisionero.

La confrontación de los hermanos generó el desconcierto entre los curacas de las diferentes etnias del imperio respecto a los extranjeros; algunos ofrecieron apoyo y obediencia a Francisco Pizarro. Tras ocho meses de cautiverio y el pago de un fabuloso rescate en oro los conquistadores matan a Ataw Wallpa. Para facilitar la conquista del Cusco, la capital del imperio, nombran a Tupac Inca Huallpa un gobernante títere y entonces circulaban por los caminos principales recibiendo apoyo en alimentos, asistentes, leña, mujeres, a pesar de lo cual continuaban los saqueos, violaciones, el desprecio por lo nativo y la sed criminal de los europeos por el oro. Las enfermedades desconocidas llegadas con los conquistadores habían diezmado la población y los sobrevivientes subsistían en la desorganización. El flamante gobernante también perdió la vida por causas desconocidas mientras facilitaba el avance a los conquistadores hacia el Cusco.

Pushaq y Pumaqhawa, habían partido de madrugada, por un camino secundario, rumbo al norte tras pernoctar dos noches en la ciudadela de Marcahuamachuco. La escarcha cubría los pastizales y una fina capa de hielo revestía la superficie de los manantiales y acequias; sin embargo, el cielo límpido anunciaba un día con sol esplendoroso. Estaban en la serranía esteparia, en una zona de relieve escarpado, con valles estrechos y laderas muy empinadas, cubiertos de cactus y pastizales silvestres, con escasos árboles y arbustos. En algunas pequeñas mesetas había casas y campos de cultivo. La mayoría estaba abandonada; en muy pocos de ellos había cultivos de panllevar. Los caminos, puentes y acequias lucían descuidados y llenos de maleza. Los caminantes a su paso recogían plantas o minerales con propiedades curativas, frutos silvestres o leña para intercambiarlos por albergue.  

En un descanso Pushaq reinició el relato de episodios de su vida. Tras su reclutamiento había marchado con adultos jóvenes de su unidad territorial a integrarse al ejército y sofocar la rebeldía del cacique Tumbala de la isla Puná. El joven soldado había disfrutado esta experiencia. Todos los miembros de un escuadrón pertenecían a una sola etnia y eran conducidos por su propio curaca. Marchaban con el ejército muchas mujeres, a veces familiares de los soldados, para cocinar, vestir, cuidar de los heridos y enterrar a los muertos. A lo largo de los caminos principales había albergues estatales e incluso viajaban con ellos algunos sacerdotes. Teniendo prohibido los hombres del pueblo salir de los terrenos comunales Pushaq recién a sus veinticinco años conoció la diversidad de paisajes, culturas, flora y fauna de la costa marina y el trópico.

En un cruce de caminos una familia les ofreció alimentos y se enteraron del restablecimiento del servicio de chasquis o correo por postas en los caminos principales. Esto debido a las necesidades de los conquistadores que seguían llegando y fundando algunas ciudades. Por la tarde unos pastores les informaron de la asunción del mando de un nuevo gobernante nativo Manco Inca, en alianza con los europeos. Bullían las preguntas en todos ellos: ¿acabarían las vejaciones, el oprobio, los trabajos forzados? El padre de Pumaqhawa había luchado contra la facción que representaba el nuevo gobernante; ¿Iniciaría la persecución contra los opositores? Los presentes tenían referencias, directas o no, de la voracidad criminal de los extranjeros por el oro. Su única certeza era que esta no iba a saciarse, aunque hubiera un nuevo mandatario. Al muchacho le alentó la posibilidad de movilizarse de manera segura si se incorporaba al sistema de chasquis. Además, podría conocer lo que ocurría en el imperio y ayudar a la resistencia, si la había.

En la guerra civil por lo general las etnias del sur habían optado por Wascar y las norteñas lo habían hecho por Ataw Wallpa. Muertos ambos contrincantes, al no haberse consolidado el sentido de nación incaica algunos curacas ofrecieron apoyo a los españoles en su propósito de conquista. Algunas etnias aún resentían haber perdido autonomía y veían en los españoles, aliados para recuperarla. En el comienzo de la expansión imperial se había empleado la negociación y solo si esta fallaba se llegaba a la confrontación bélica, pero en los últimos años hubo mucha violencia, además de que algunos pueblos norteños eran muy beligerantes. A ello se sumaba la composición heterogénea de los diversos asentamientos, pues al conquistar una etnia, se desplazaban familias enteras denominadas mitmas a fin de evitar las sublevaciones y traían otras poblaciones adictas a ellos para difundir sus prácticas culturales. Los pastores con los que había conversado eran mitmas de Condesuyos, etnia cercana al Cusco, partidaria de Wascar, pero vivían hacia tres generaciones en Huamachuco, región que apoyaba a Ataw Wallpa. Se sentían el miedo, el desconcierto y el desgobierno por donde pasaban.  

Ya anochecía cuando los dos caminantes llegaron al caserío de Sunchubamba y se reunieron con dos amigos y un familiar lejano de Pushaq. Esa noche a la luz de algunos candiles intercambiaron información tratando de entender lo que pasaba tras la quiebra del sistema organizativo que ofrecía bienestar y exigía contribución en las actividades militares, agrícolas y de desarrollo en general. Ahora ya no se realizaba el trabajo comunitario ni la redistribución de bienes y servicios. Los invasores habían comenzado con sus rancheos en los poblados mayores a la vera de los caminos principales, pero cada vez se internaban hacia parajes más alejados: robaban oro, plata, piedras preciosas, y ganado. Violaban, denigraban, esclavizaban y mataban. Era cuestión de tiempo que llegaran a este y otros pequeños poblados enclavados en breves salientes de una sucesión de montañas de difícil acceso, destinadas al pastoreo.     

Pumaqhawa permanece dos semanas ayudando en las labores agrícolas y recolectando bienes para el trueque en su caminar.

La madrugada del inicio del solsticio de invierno Pushaq dirige la ceremonia del Wawa Inti Raymi, fecha en que el dios sol renace e inicia un nuevo ciclo; le pide regrese y continúe dándoles vida. Luego se dirige a Pumaqhawa y colocando sus manos en la cabeza del muchacho le dice:

La vida te ha puesto y te pondrá crueles pruebas. Nunca dejes de ser espíritu libre, digno y amado. Honra tu nombre y la vida. Mi voz irá contigo.

Pumaqhawa partió fortalecido y cuando el camino iniciaba a rodear el cerro perdiendo de vista Sunchubamba escuchó el sonido de los halcones al comunicar peligro: cinco sonidos prolongados y cinco breves. Recordó la imitación que hizo el anciano cuando se conocieron y que le comunicara: «soy amigo, no temas». Ya estaba en sus más entrañables recuerdos y afectos; supo que Pushaq iría con él.

Tiene mucho miedo. A sus quince años ha perdido a su madre, hermanitas y su comunidad. Vivió huyendo de la realidad insana. Ha aceptado que esta situación solo va a empeorar. Continúa apareciendo de manera automática una imagen: la barba rubia del corpulento europeo se mueve mientras maldice; de un machetazo cercena las dos manitos del niño de cuatro años. Se desperdigan los granos de maíz tostado que había tomado. Aprieta hasta el dolor sus mandíbulas. En la rabia encuentra fuerzas y venciendo el temor se dirige al camino real rumbo al norte. Desea llegar a la región de los quitos, a la que aún no han llegado los conquistadores. Una hora después pasa delante de un albergue, ahora desprovisto de alimentos, ropa y vituallas. Ve dentro a tres chasquis, pero no se detiene por temor. Atardecía cuando llega al siguiente alberge del correo, ve preparar sus alimentos a dos jóvenes de la etnia huamachuco como él, más la desconfianza es mutua. Los saluda en la antigua lengua culle propia de esta región y se genera un acercamiento entre el recién llegado, Qhispi y Llaksa, los fornidos muchachos. Les informa la búsqueda infructuosa de su madre y hermanitas, su viaje hacia el norte para buscar a su padre, ocultándoles que este era un capitán de Ataw Wallpa. En determinado momento queda al descubierto la marca a hierro candente que le hiciera en el brazo un español en Jauja. Qhispi, ante el oprobio común que los hermana, se descubre el brazo, le muestra una marca semejante y exclama:

—A mí me la hicieron en Cajamarca. Tras haber sido capturado nuestro señor debimos inhibirnos de atacar como es norma entre nosotros. Tras propiciar la muerte de diez mil nobles cusqueños, curacas, artistas y cargadores y hacerse de un primer botín de oro, salieron a la campiña donde permanecía el ejército. Nos persiguieron con sus caballos y atravesaron a muchos con sus lanzas, tomaron a algunos de nosotros como esclavos y siguió la pillería hasta que cayó la noche. Al amanecer nos marcaron pretendiéndose nuestros dueños.

Sentimientos encontrados invadieron a Pumaqhawa. Qhispi era de los suyos, había servido a su señor Ataw Wallpa. Volvió, como muchas veces, a pensar que su padre pudo haber muerto durante la captura real. Sin embargo, cabía la posibilidad de que hubiera huido.

Mientras comían los alimentos que Llaksa había preparado Qhispi siguió narrando: 

—Pasaron más de ocho lunas en las que estuvimos prisioneros, haciendo trabajos de construcción y aprovisionando de alimentos a los invasores y sus caballos.  Habiéndose puesto el sol una tarde que ellos llaman veintiséis de julio, a todos los capturados nos pasaron a una cuadra más grande e inexpugnable pues temían una rebelión. Pudimos ver en la plaza el cuerpo inerte de nuestro amado señor Ataw Wallpa. Las mujeres que nos llevaban alimentos nos contaron que antes de ser ahorcado, nuestro señor clamó a Francisco Pizarro velara por sus hijos y que sus restos se llevasen a Quito. Quería ser enterrado junto a los restos de su padre Huayna Cápac. ¿Quién es tu padre? —preguntó de improviso Qhispi.

Desconcertado Pumaqhawa tuvo miedo de estar ante un opositor de Ataw Wallpa o un aliado de los españoles. Enmudeció. Sin embargo, recordó la veneración con la que Qhispi se había expresado acerca del gobernante muerto y confió.

 —Mi padre es el capitán Orqo Wuaranga  —respondió emocionado después de que, en muchas ocasiones, lo imaginara muerto.

—¡Aguerrido entre los aguerridos! Junto con el general Cusi Yupanqui desenterraron el cuerpo de nuestro señor y lo llevaron a Quito para entregárselo a su general Rumiñahui.

A Pumaqhawa se le llenaron los ojos de lágrimas. En tres años era la primera referencia a su padre vivo.

Se reconocieron unidos por los mismos sentimientos y deseos: saber cómo ayudar a la resistencia y proteger su vida al desempeñarse como correos de postas para los españoles. Concluyeron que Pumaqhawa debía seguir viajando hacia al norte hasta la llacta de Quito, sede de la confederación de varias etnias leales a Ataw Wallpa. Le instaron a ser muy cauto pues algunos curacas habían entrado en alianza con los conquistadores y combatían cualquier resistencia. Sin embargo, en el camino encontraría asentamientos de mitmas quitos o huamachucos que le brindarían apoyo en base al principio de la reciprocidad andina y el sentimiento de hermandad con los miembros de la comunidad de origen.

Debió sobreponerse al pánico en las ocasiones en las que estuvo cerca de los colonizadores europeos: altos, de piel blanca, déspotas y crueles con los nativos, y premunidos de armas poderosas. Decir de manera clara y fuerte: «Soy un chasqui» fue la clave para no ser una víctima. Luego de pasar Cajamarca no había presencia española.  Atravesando aproximadamente mil doscientos kilómetros en cuatro lunas Pumaqhawa pudo llegar a Quito. El general Rumiñahui organizaba la resistencia contra los hispanos. 

Pumaqhawa conocería en su caminar a muchachos esperanzados como él en expulsar a los foráneos. En medio del caos, la ambigüedad, la desesperación, la acefalía y el oportunismo Rumiñahui había reorganizado un ejército de alrededor de doce mil hombres para enfrentar a las huestes españolas y sus aliados indios. El general rebelde había sido reconocido por los parientes más cercanos de Ataw Wallpa, por los altos jefes del ejército quiteño, muchos curacas, los líderes de las naciones locales y por los mitimaes.

Sin embargo, Pumaqhawa volvió a sentir que se le cerraban los caminos sin saber por dónde continuar: tras recibir del general Cusi Yupanqui el cuerpo momificado de Ataw Wallpa, Rumiñahui había hecho matar a dicho pariente y a toda la familia real, sustrajo y escondió los tesoros reales e incendió la ciudad de Quito antes de que fuera tomada por los conquistadores que se aproximaban a esta región del imperio. No se sabía si Rumiñahui representaba la resistencia o quería tomar para sí el poder en esta parte del imperio. Además de recabar y trasmitir información el adolescente no cesaba de indagar por su padre. Le llamaba la atención que entre los soldados que habían terminado su servicio militar no hubiera quien lo mencionara. En una oportunidad un militar le dijo que había visto a Orqo Wuaranga hacia cerca de un año.

Acopió fuerzas en sus recuerdos familiares y en el significado de su nombre, con el sigilo del puma debía hallar los rastros de los hechos o de las grandes verdades. Decidido avanzó hasta Tiocajas en donde el ejército de Rumiñahui se aprestaba a enfrentarse a las huestes del español Sebastián de Benalcázar. Once mil indios cañaris que nunca aceptaron el dominio inca apoyaban al conquistador. Venciendo todos sus temores participó como asistente civil en la batalla que resultó un desastre para la resistencia nativa porque Tucomango, curaca de la etnia Latacunga delataría los movimientos militares de los rebeldes y, además, por la erupción del volcán Quilotoa. No vio o supo de su padre, pero Pumaqhawa se enteró de que los rebeldes se replegarían hacia la región de los Sigchos. Ayudando a transportar heridos, pasando hambre y frío, sin el tradicional apoyo a su ejército porque la población había sido diezmada y con la amenaza latente de un ataque de los cañaris por distintas rutas, los prófugos fueron llegando a la accidentada región del Pujilí. A ella también habían escapado algunos sobrevivientes del ejército de Ataw Wallpa y los heridos de algunas escaramuzas previas entre los hispanos y las huestes de Rumiñahi.

Pumaqhawa indagó sin éxito varias semanas en esas alejadas y accidentadas tierras agrícolas. Una mañana al bajar de un cerro tras extraer chaco le ofreció un poco de la arcilla medicinal a una anciana. Esta le contó que hacía un año, desde una loma en la que recogía leña, vio pasar un séquito inusual en tan apartado y accidentado lugar: cargadores de un anda de un gran señor, mujeres jóvenes y ancianas dedicadas al servicio de los templos, princesas, servidores y militares protegiéndolos. «¿Un gran señor? ¿Quién podía ser? ¿Habrían proclamado aquí un nuevo gobernante? Manco Inca gobernaba desde el Cusco en el sur del imperio. Quizás se tratase de la efigie de un mandatario o de su momia sagrada» pensó el muchacho. La anciana le mostró también, un poco más adelante al borde del camino un diagrama realizado con algo filoso en una roca. Era una línea diagonal que atravesaba un pequeño volcán en inmediaciones de un lago. 

Pumaqhawa reconoció un mapa en la roca. Él se hallaba en el extremo este del gráfico. Avanzando por la línea hacia el poniente estaba el volcán Quilotoa y tras atravesarlo la línea continuaba en la misma dirección. Recordó las líneas imaginarias llamadas ceque que unían lugares sagrados en la religión autóctona. El volcán Quilotoa era una divinidad, él había visto que se le hicieron ofrendas antes de la batalla de Tiocajas. Este gráfico representaba un ceque. ¿Qué otros lugares sagrados unía? Decidió ir hacia el poniente pues era la dirección que tomara la comitiva que vio la anciana, y aquí, en la región Pujilí no había hallado nada relacionado a su padre.

Después de casi tres años de sobrevivir aplastado por la angustia y el desarraigo, atravesó una pequeña región agrícola llamada Machay. Fue en ella donde volvió a experimentar el antiguo sentimiento de comunidad. Silenciosos y tristes, hombres y mujeres de distintas edades y castas le dieron cobijo y alimento con sus precarios recursos. Poblaban Machay soldados que habían huido, mitmas afines a Ataw Wallpa, parientes y miembros de la nobleza refugiada en esta zona montañosa, servidores, etnias de antigua presencia Pumaqhawa recordó lo que alguna vez le dijera el viejo Pushaq. Machay significaba el lugar de origen simbólico de una nueva dinastía, de una nueva familia a la que un gobernante muerto daba origen. Gracias a su anciano amigo también sabía que, en un machay no descansaban los restos del mandatario fallecido. Debía seguir buscándolos. Quizás su padre era parte del resguardo militar de la momia real. Nadie parecía saber dónde buscar.

Una noche de insomnio el muchacho volvió a sentir que le inundaban la rabia y la tristeza.  Recordó que Pushaq le había mostrado un puente sobre el Hatun Mayo. En él no había podido retener a Illateqsi, una bella adolescente traída desde Leymebamba, quien se lanzó al caudaloso río al no aceptar ser por lo que le quedara de vida una de las esposas de la momia de un gobernante que residía en el Cusco. Como todo ancestro progenitor tenía bienes, esposas, servidores y participación en las festividades y consultas políticas. Los restos momificados y su lugar sagrado de “residencia” se denominaban mallqui. Con lágrimas en los ojos Pumaqhawa agradeció a la joven cuyo nombre cobraba significado más allá de su muerte. Origen de la luz se llamaba y le había iluminado al orientar su búsqueda hacia un mallqui donde estuviera la momia de Ataw Wallpa… y quizás su padre.

Unos niños pastores le dieron referencias precisas dónde hallar un mallqui. Una madrugada al despuntar el sol el adolescente se levantó del improvisado lecho de ramas en una cueva en la que había pernoctado. Con el corazón latiéndole aceleradamente vio en la hondonada próxima sembríos de tierra cálida y un asentamiento humano. Era el lugar sagrado que buscaba: el mallqui de Ataw Wallpa.

 La muerte no es el final, es continuidad dentro de la totalidad de espacio y tiempo. Nuestros ancestros nos enseñaron que hay que morir bien: ser bien atendidos en la muerte y después de ella. A pesar de los tiempos convulsos atendimos, celebramos y despedimos a nuestro señor con todo lo que necesitará. A pesar de la violencia e insania me siento atendido, celebrado y despedido con todo lo que necesitaré: has llegado hasta mí, hijo mío, lograste ser la persona que tu familia y la comunidad esperaría que seas. Con su muerte nuestro señor Ataw Wallpa ha dado origen a una familia noble. Mi muerte, gracias a ti, es el origen de una noble familia, de un hombre nuevo, de un tiempo nuevo —dijo Orqo Huaranga, ciego y enfermo. Unos minutos después expiró en brazos de su hijo mayor.

martes, 19 de julio de 2022

Reseña: «La anomalía», de Hervé Le Tellier

Esta novela de Le Tellier, ganadora del prestigioso Premio Goncourt, se inspira en la teoría científica surgida hace pocos años según la cual vivimos dentro de una simulación de computadora. 

Como sabemos, los humanos hemos creado mundos simulados, tanto en los videojuegos como para realizar investigación científica. Con el desarrollo actual de la inteligencia artificial no sería imposible crear simulaciones en las que seres inteligentes, sensitivos y conscientes, se desarrollaran convencidos de estar vivos. Por tanto, ¿qué impediría que una civilización miles de años más avanzada que la nuestra creara en una simulación de laboratorio un universo entero y en él un planeta con cerca de ocho mil millones de seres humanos convencidos de que lo que los rodea es la realidad y no un mero experimento? Nada. 

En esto se basa Le Tellier para crear una historia en que, al parecer, un día se presenta una anomalía en la simulación (una anomalía que delata la simulación) y un avión con más de doscientos pasajeros que aterrizó en Estados Unidos en marzo, vuelve a aparecer y aterrizar en Estados Unidos en junio, con los mismos pasajeros, convencidos de estar en marzo. 

Dicho esto, acerquémonos ahora a tres aspectos de esta obra respecto de los cuales podemos aprender como escritores. 

1- El inicio: 

Si queremos que nuestro lector siga leyendo más allá de la primera página es en extremo importante atrapar su atención en la primera línea. He aquí la oración con la que empieza la novela “La anomalía”: 

“Matar a alguien no es nada del otro mundo”. 

¿Les provoca seguir leyendo?  Yo me devoré el libro en unas horas, pero juzguen por ustedes mismos. 

2- La descripción: 

En la novela del siglo XIX era frecuente que el autor detuviera las acciones para realizar extensas descripciones de lugares y personajes. En el siglo XXI, en cambio, el canon literario recomienda realizar las descripciones sin detener la acción, ¿por qué? Sencillamente porque eso es lo que, por la influencia del cine, prefieren los lectores de hoy en día. Veamos cómo realiza Le Tellier una de sus muchas magistrales descripciones: 

“(…) es un hombre achaparrado, sin edad, con unas enormes gafas de sol Aviator, que se abre paso con agresiva fluidez entre coches y camiones, franqueando la línea continua sin miedo a las decenas de vehículos que se le vienen encima. Su avance incólume a través del oleaje tiende al milagro, pero para algo lleva pegado en el manillar un buda de plástico translúcido”. 

Si leen con atención, notarán que hay una descripción física (“es un hombre achaparrado, sin edad, con unas enormes gafas de sol Aviator”), una descripción psicológica (“se abre paso con agresiva fluidez … sin miedo”) y del escenario ("entre coches y camiones… decenas de vehículos que se le vienen encima… lleva pegado en el manillar un buda de plástico translúcido"). Y todo en apenas cuatro líneas y sin detener la acción en ningún momento. 

3- Por último, un elemento del que como escritores tenemos mucho que aprender de Le Tellier, es su construcción psicológica de los personajes. 

Como dijimos, en la historia surge un segundo avión con los mismos pasajeros que viajaban en el primero, es decir, de pronto hay algo más de doscientas personas en el mundo cada una existiendo dos veces en paralelo. 

Llegado el momento cada una se encontrará con su doble, y la forma en que reaccionarán será muy distinta en cada caso. Las reacciones cubrirán un amplio espectro, desde quienes sentirán inmediata empatía con alguien que piensa igual y siente lo mismo, a otros que, en cambio, ante la misma experiencia, los embargará un fuerte rechazo. Y en cada caso veremos que lo que sienten, piensan, hacen y dicen los personajes cuando se encuentran con su doble, es plenamente verosímil y está por completo fundamentado en la construcción psicológica previa que de estos personajes ha realizado el autor. Es decir, tal como fueron construidos, los personajes en cada caso no hubieran podido reaccionar de otra manera. 

Esto que hace Le Tellier (una caracterización diferenciada y bien fundamentada de los personajes) no solo es importante, sino que no resulta tan sencillo cuando, como en “La anomalía”, estamos ante un numeroso grupo de coprotagonistas. Y es todo lo contrario del típico error de los escritores principiantes (error del que debemos huir como si de la peste negra se tratase), que consiste en poner en cada personaje tanto de nosotros mismos que al final todos se terminan pareciendo entre sí. 

Por último, luego de una contundente crítica a varios líderes políticos (Emmanuele Macron, Xi Jinping y Donald Trump), el gran final de la novela nos deja pensando sobre la fragilidad de nuestra existencia.

Editorial

Nos renovamos.

Luego de 12 años y tras alcanzar más de 150,000 lecturas, nuestra revista se renueva. Hoy iniciamos una nueva etapa. 

No solo hemos modificado el nombre de la revista (que ahora lleva el mismo nombre de la editorial que desde hace muchos años publica los libros de los alumnos de nuestro taller online de narrativa). Hasta ahora nos hemos dedicado exclusivamente a albergar en la revista cuentos de escritores de todo el mundo hispanohablante. A partir de hoy, además, la revista incluirá reseñas de obras literarias y entrevistas a escritores.

Pero no serán reseñas y entrevistas comunes, sino pensadas para ustedes que son escritores. Reseñaremos libros enfocándonos en qué podemos, como escritores, aprender del texto objeto de la reseña. Realizaremos entrevistas intentando indagar, con renombrados cuentistas y novelistas, cómo lograron crear sus obras maestras.

Esperamos que lo disfruten.

viernes, 1 de julio de 2022

Avisos nocturnos

Amanda Castillo

 

Aura María se levantó muy temprano a pesar de la mala noche que había pasado. De nuevo una inquietante pesadilla se apoderó de ella mientras dormía. Todo empezó siendo muy niña, soñaba que un hombre la perseguía con un cuchillo, ella corría con todas sus fuerzas hasta que lograba llegar a un pasadizo oculto entre la maleza, al pie de una enorme roca, el cual conducía a una cueva dentro de la misma. La sensación de terror que sentía durante sus espejismos, la falta de sueño y la angustia sufrida toda la noche, la dejaban en una lamentable condición que la acompañaba al siguiente día y como resultado de ello, su estado de ánimo era susceptible e irritable.

Después de vivir el mismo sueño cada noche durante años, Aura María había llegado al máximo nivel de desespero y se preguntaba si algún día podría superar aquella tortura que la atormentaba desde que tenía memoria.

A pesar de su juventud, se percibía a sí misma como una persona mucho mayor, amargada y de pocos amigos. Ni siquiera en su vida universitaria había logrado interactuar con más personas de las estrictamente necesarias.

Con el paso del tiempo   y a medida que leía diferentes explicaciones sobre el significado de los sueños, empezó a sospechar que algo en ella no estaba bien. En especial, intuía que aquella recurrente pesadilla debía tener un trasfondo que no lograba descifrar. Cuando su madre vivía, ella la consolaba con abrazos y mimos, dándole explicaciones banales sobre lo que le sucedía mientras dormía, pero ya ni siquiera contaba con ese alivio momentáneo. Ahora los sentimientos de soledad y tristeza formaban parte de su día a día.

Después de la muerte de su madre, no pudo seguir pagando sus estudios de literatura, y buscó trabajo como mesera o expendedora de tiendas de ropa, ya que en estos lugares podía trabajar por turnos, y el resto del tiempo lo dedicaba a tomar clases de baile. Había decidido retomar este sueño, el cual se había truncado por presión de su progenitora, quien veía este oficio como superficial y sin futuro para su hija, pero en realidad a la madre le avergonzaba que, en su condición de maestra, este aspecto de su hija fuera mal visto por las monjas del colegio donde ella había enseñado por más de treinta años educación religiosa y moral.

Aura María hacía un gran esfuerzo por conservar su trabajo como mesera en el restaurante de comida mexicana. Llevaba tres meses en el sitio y la trataban bien, sin embargo, ya empezaba a sentirse incómoda. Desde que llegó a la ciudad había tenido un sin número de empleos temporales, de los cuales se aburría con facilidad y cuando llegaba a este punto, siempre cometía un error de manera voluntaria para que la despidieran y así no tener que despedirse ni dar explicaciones.

Fue en uno de sus peores días, cuando aquel hombre visitó el lugar por primera vez. Era alto y muy atractivo pese a su edad, su cabello color ceniza combinaba perfectamente con el tono bronceado de su piel. Se sentó en una de las mesas con vista al mar. La fresca brisa de la marea, el vaivén de las palmeras y las aves revoloteando alrededor de los chinchorros, formaban un espectáculo digno de admirar.  Aura María se acercó de manera rápida hacia el recién llegado para tomar su pedido.

—Buenas tardes, señor.

—Buenas tardes —respondió el hombre, mientras se quitaba las gafas oscuras y la taladraba con la mirada.

Al ver los ojos de aquel hombre, ella sintió un vuelco en el corazón. Quedó paralizada por la sorpresa y creyó tambalearse a causa del temblor en sus piernas, mientras un sudor frío corría por su frente.

—¡No puede ser!, ¿usted es real?

La chica deseó salir corriendo del lugar, estaba aterrada, sin saber qué hacer y qué decirle al protagonista de sus pesadillas. No tenía ninguna duda, se trataba de él. El hombre que la había perseguido durante años, noche tras noche mientras dormía.

La voz de aquel hombre la sacó del letargo en que se encontraba:

—¿Qué le sucede, señorita?

Aura María lo miró fijamente y de manera inesperada, los recuerdos irrumpieron como una cinta de película que corre a toda velocidad en milésimas de segundos.

Su estado de turbación era tal, que no logró pronunciar palabra alguna. Su mente divagaba.

Él volvió a hablarle:

—Disculpe, ¿qué le pasa?, ¿me toma el pedido?

A pesar de su confusión, la muchacha recobró la compostura y respondió pausadamente:

—¿Qué desea pedir, señor?

Tomó la orden y se dirigió al mostrador. Una vez hubo solicitado el pedido se fue al baño para tranquilizarse y tratar de entender lo que estaba sucediendo. Necesitaba una explicación y quizá de esta manera podría exorcizar sus demonios y por fin comprender la oscuridad que cubría su vida.

Cuando fue la hora de llevar el contenido solicitado por el cliente, ella no dudó en hablar con él:

—No lo conozco, pero llevo veinte años de mi vida soñando con usted. Lo veo perseguirme con un cuchillo en su mano e intenta asesinarme, cada vez que está a punto de hacerlo me despierto gritando como loca.

El hombre quedó atónito, guardó silencio por varios segundos hasta que se atrevió a preguntar:

—¿Qué? ¿Usted me está diciendo que sueña conmigo? ¿Por qué está tan segura que soy yo la persona de sus sueños?

—Su rostro es imposible de olvidar. Lo he visto toda mi vida.

—No comprendo, ¿me puede explicar?

Ella lo hizo de manera seca y breve, sintiendo una mezcla de rabia y miedo al mismo tiempo.

—¿Pero usted me había visto antes en algún lugar de esta ciudad?

—No señor. No soy de aquí, llegué hace algún tiempo.

Aquel desconocido fijó la mirada en un punto indeterminado y se quedó callado por varios e interminables segundos, absorto en sus pensamientos. El rostro de aquella muchacha le era familiar, aunque no sabía exactamente donde la había visto antes.

—Los dos necesitamos explicaciones —dijo por fin—. Quizá debemos conocernos más a fondo para descubrir por qué aparezco en sus sueños.

Aura María, aunque un poco temerosa, estuvo de acuerdo con aquel hombre desconocido en apariencia y de común acuerdo decidieron conocerse mejor.

—Soy Horacio Santacruz, a sus órdenes.

—Aura María.

 Desde ese día él acudía con frecuencia al restaurante y sostenían cortas conversaciones, generalmente relacionadas con asuntos cotidianos. Él era un hombre educado y respetuoso. Tenía alrededor de sesenta años y una expresión de amargura en su rostro lo acompañaba siempre. A medida que pasaba el tiempo, el temor inicial de la muchacha fue disminuyendo, a pesar de que las pesadillas nocturnas no desaparecían de su vida.

Una idea había empezado a incrustarse en su mente. Quizá esta sería la única manera de liberarse de su tortura. Debía investigar más sobre su nuevo amigo. Así que hizo los ajustes necesarios en su trabajo y sin dudarlo un día le dijo que la invitara a conocer su casa, estaba convencida de que nada de lo que estaba sucediendo era casualidad, y que según había leído, en la mayoría de las ocasiones los sueños se relacionan con situaciones del pasado o del futuro de las personas.

El día acordado llegó y la chica se dirigió a la dirección que el hombre le había dado. Tenía curiosidad por conocer a su familia y saber mucho más de su vida. La casa de él era lujosa y estaba ubicada en el mejor sector de la ciudad. La muchacha observaba con detenimiento la decoración de la sala y las obras de arte que pendían de las paredes.

Luego de sentarse cómodamente en uno de los sofás, él la invitó a un café y le pidió que lo esperara un momento mientras traía algo que le quería mostrar.

Aura María seguía explorando visualmente el recinto hasta que sus ojos encontraron una imagen que la sacudió. De inmediato se puso de pie y ya no tuvo control sobre sus emociones. El miedo se apoderó de ella y desencadenó sus instintos más primitivos, sin dejarle mayor posibilidad de reflexionar. La chica fue presa de una terrible confusión mental, al ver en una de las paredes una réplica exacta de la foto en blanco y negro que conservaba de sí misma siendo niña. Como era de suponerse, su reacción no se hizo esperar. Entró en pánico: su corazón latía con fuerza, sus grandes ojos negros parecían desorbitados, su mirada se trasladaba de manera muy rápida de un lugar a otro, con en búsqueda de algo. Por su mente pasaron las peores ideas: Le habían tendido una trampa.

 Cuando él regresó, la chica le increpó con voz temblorosa:

—¿Quién es usted? ¿Qué quiere de mí?

—¿Dime qué te sucede? ¿De qué se trata, podrías explicarme por favor?

—¿Por qué tiene una foto mía? ¿Qué me va hacer?

Al ver su reacción, él intentó acercarse tratando de encontrar explicaciones a lo que estaba sucediendo. Por alguna razón desconocida, sentía cierta afinidad con la muchacha y una extraña necesidad de protegerla.

—No lo sé, estoy tan desconcertado como tú.

—Claro que lo sabe, por eso me buscó en el restaurante y logró traerme hasta aquí.

—¡¡Nooo!! ¡¡Noooo!! Estás equivocada. Llegué a ese sitio por casualidad.

—¡¡Mentiroso!!

—Desde que te vi me recordaste a alguien, por eso quise conocerte para descubrir quién eras. Ahora creo que lo sé. —Él se aproximó, y la muchacha dio un paso atrás.

—No se me acerque —le dijo con un tono amenazante.

—Créeme, no voy a hacerte daño.

—¡No confío en usted!

—Déjame explicarte por favor, y al decirlo, metió la mano en el bolsillo de su chaqueta para sacar algo.

Ella aterrada e imaginando un ataque corrió hasta la cocina. Tomó un brillante y afilado cuchillo que estaba sobre el mesón de mármol italiano. Su mente obnubilada lo vio caminar de prisa hacia ella y extender el brazo con intención de tocarla. Aura María, con el rostro desencajado y bañado en lágrimas, se hallaba descontrolada. El sueño ahora era real, tenía al hombre de sus pesadillas frente a ella.

Horacio, creyéndola más calmada se le acerca decididamente, extendiendo sus brazos para abrazarla. Ella lo esperó inmóvil, él tomó su rostro entre las manos, la muchacha imaginó que la intención del hombre era estrangularla, entonces emitió un ruido fiero y sacó el puñal que ocultaba en la parte posterior de su pantalón, lo empujó con todas sus fuerzas y se lo clavó a la altura del abdomen. Horacio Santacruz tambaleó hasta caer de rodillas, levantó su rostro y la miró incrédulo, mientras sostenía el mango del cuchillo entre sus ensangrentadas manos.

Murmuró con dificultad ahogándose con su propia sangre:

—Te que… rí…a… expli…car. Esa …es… la fo…to de... la... la hija que aban... doné ha... ce años. La he... bus... ca... do por... mu... cho... tiem… po.

De su boca salió un chorro de sangre espesa y brillante. Su cuerpo se dobló hacia un lado y tocó el suelo. Sus ojos estaban desorbitadamente abiertos. Mientras agonizaba, estiró el brazo y de su mano inerte cayó un relicario con forma de corazón, dentro contenía las fotos de una pareja. Aura María lo tomó por instinto. Se sintió morir. No cabían dudas. La joven mujer de la fotografía era su madre.

La muchacha emitió un grito desgarrador, aún al borde del desmayo tuvo fuerzas para correr en busca de ayuda.