jueves, 31 de octubre de 2019

Sin ella, mi ritmo vital ha desaparecido

Armando Janssen



Prólogo
Hay actitudes que separan más que la distancia. Y eso fue exactamente lo que nos pasó.
Nadie sana siendo la misma persona. La sanación es un viaje de transformación personal.
El reencuentro solo sería posible con esa transformación.
Una fuerte discusión la llevó a dar término a nuestra relación de veintiún años. Me he sentido devastado, pero ya no puedo seguir mintiéndome. Su cariño se había acabado, solo le quedó el apego, ese maldito sentimiento que yo confundí con el amor y que para mí por aquel entonces, llegó como una traición.

Ella
Lo que papá ahora más teme es que yo rompa mis lazos con él. Pero eso aún no lo sabe. Más que un miedo real, creo que es una idea que roza a veces su mente como un escalofrío. No sé si alguna vez se le ocurrió pensar sobre la posibilidad de que yo un día, le dijera: «Tú y yo nos parecemos tanto, que ya no podemos estar juntos. A partir de ahora no seremos nada el uno para el otro». Sin embargo, no tuve el valor de enfrentarlo, y no se lo dije. Solamente me dio el coraje para alejarme de él. Eso sí, me borré completamente, sin dejar huellas, bloqueado en Facebook, Instagram, Whatsapp, nunca más le respondí sus sms ni sus constantes llamadas. Solo le envié sms cuando murió su hermano mayor. Nunca le agradecí sus reiterados regalos de viaje o de cumpleaños. Nunca respondí sus agónicas cartas. Nunca más le contesté a ninguno de sus familiares, nuestros familiares, de quienes también me separé, ¿ellos también se preguntarán por qué?
A los pocos meses de nuestra separación, mejor dicho, de mi separación, creo que la última vez que nos encontramos, papá, me dijo: «Tú me abandonaste». «¿Te abandoné?», le pregunté incrédula. En ese momento aún no lo sabía, pero él sí. 
Han pasado varios años y no puedo negar que de vez en cuando pienso en él, aunque desisto de la idea de comunicarme y sigo mi vida, es más fácil así. Después de tanto tiempo me sería muy difícil regresar, ¿y si no quiere?, ¿o si me rechaza? No estoy para dar tantas explicaciones. Ya está, fue una decisión que tomé, acertada o no, me borré de su gps y de su familia. El miedo que lo debe de atenazar me llega cuando pienso en él. Su angustia me diría: «Tú y yo todavía somos padre e hija, ese lazo nadie lo puede romper ¿es así?, ¿verdad?, ¿aunque sea solo entre nosotros?». Pero yo, impávida, no le respondo. Mi orgullo se ocupa del resto. Él ejerció su influencia dominante en mí durante un período, y yo solamente esperaba crecer para irme a la mierda. Fin de la historia.
En todos estos años que hemos estado separados, quizás no me he tomado ni el tiempo ni realizado el esfuerzo para admitir todo lo que papá me protegió siempre, ¿por qué no puedo admitirlo? Al menos intentarlo para estar en paz… Todo sería más sencillo si pudiera hacerlo… Recuerdo aquella escena de mi niñez, fue terrible, estábamos reunidos todos en la sala de estar, en aquella casa nueva que yo amaba, mamá, papá, mi hermano menor y yo, nos dijeron que debíamos hablar, pero habló solo él; lo dijo y yo solo atiné a levantarme y golpear su pecho con furia, mientras que mi hermano miraba hacia el piso, abatido. Se separaban. Mamá en ningún momento dijo ni hizo nada y eso que ambos nos anunciaron que hablarían con mi hermano y conmigo esa tarde, pero yo era muy pequeña para visualizar estos detalles, de haberlo sabido quizás hubiera cambiado en algo las cosas, ¿por qué no noté que ella no participó de la reunión y a mí me quedó que el malo de la película fue solo él?
Tampoco noté que por mi reacción no se separaran esa vez, probablemente fue un esfuerzo para papá aguantar unos cuantos meses más, por mí, por nosotros. La segunda fue definitiva, también lo expresó todo él, otra vez mamá no expresó palabra, al final de cuentas éramos nosotros que nos íbamos de la casa porque gran parte del trabajo de ella se desarrollaba fuera de la capital, también esto se lo eché en cara a papá. Yo, a él, lo encontré feliz después con otra mujer, ¿y a mamá?, ¿porqué no verlo simplemente como que no pudo vivir más con mi mamá? Se trató simplemente de eso, no fue ni por mi hermano ni por mí, no hay más vueltas. ¿Porqué no lo vi así?
Todo esto pensaba yo, años después, mientras miraba las ramas peladas de los árboles sobre mi cabeza, cuyas copas llegaban al balcón de mi apartamento nuevo del quinto piso cerca de la rambla, viviendo con mamá. Parecían manos con los dedos extendidos y, entre aquellas ramas apenas asomando el verde en sus hojas, penetraba la débil luz del sol propia de finales de invierno y principios de primavera. ¡Qué sensual puede llegar a ser el cielo nublado en esta época! Ese color gris, esas nubes espesas, el viento que sopla… Todo parece hecho para que dos personas se den calor la una a la otra. En medio de ese gris infinito, te entran ganas de estar en casa hasta que se defina el sol.
En unos pocos días, cumpliré treinta años. De pie, con un café en mi mano, aún pensando en papá, me descubrí analizando si su olor habría dejado de ser el del hombre fuerte de mediana edad que dejé de ver o habría empezado a oler como un anciano.
Lo cierto es que mi relación con papá después de más de ocho años sin vernos, entró en una nueva etapa. Él también desapareció aparentemente. Ya no me siento acosada. Aunque no quieras crecer, te haces grande mientras vas eligiendo entre las opciones que te presenta la vida. Lo importante es elegir y tener opciones, ese es nuestro tesoro.
Pero, sucedió como si todo estuviese ya decidido de antemano, sin importar lo que yo pensase. Tienes la sensación de que el futuro no te depara nada bueno. Al fin y al cabo, esta seguía siendo una resolución que se asentaba sobre unos cimientos muy endebles, una resolución que podía llevársela un soplo de viento, pero que yo, me obstinaba en retener. Nunca lo he considerado así, pero ahora tengo la impresión de que era inevitable que esto ocurriera. Me da la sensación de que, por casualidades de la vida, hilos distantes se unieron de repente en ese momento y nos arrastraron hacia esta situación.
Yo he vivido inmersa en mi mundo interior, un mundo que yo todavía trato de proteger, donde el amor aún no se me ha dado, observando convencida cómo a la gente frívola le trae sin cuidado el amor; que lo malgastan sin reparos, porque creen que, aunque se les escape como el agua de un grifo, el amor siempre vuelve a ellos. Idiotas.
Entonces entorno los ojos y reconozco mi mundo, el mundo que una vez contemplé desde fuera gracias a determinadas circunstancias. Después pienso en los que en cierto momento se alejaron de mí y en los que yo me alejé de ellos. Las personas con las que pude haber mantenido otro tipo de relación, pero con las cuales las cosas no marcharon bien. Mis antiguos novios, los amigos que dejé atrás, los que se encuentran lejos, los que ya no están más… Quizá también papá se encuentre entre ellas. En este mundo, debido a esas circunstancias en que coincidí con esas personas, las cosas no funcionaron bien entre ellas y yo. Pero que no dejan de ser importantes.
Para la mujer adulta que ahora soy, que quiere libertad, lo cierto es que sería un problema que papá invadiera mi vida de pronto. Seguro que no cambió nada.
A veces lloro, no porque sea débil, sino porque hace demasiado tiempo que vengo haciéndome la fuerte.

Él
En la vida, todo posee su vertiente positiva. Es triste, pero cierto: cuando sucede algo malo, el aspecto bueno destaca, se hace visible. Aunque no lo formularan con palabras, mis ojos reflejados en el espejo me decían: «¡Sabemos muy bien que estás sufriendo!». Recuerdo todo lo bueno de ella, es increíble. Lo malo queda en un cajón imaginario, escondido. Uno le perdona todo a un hijo. ¿Porqué una hija no puede perdonarle algo a su padre?
Me preocupaba tanto que pudiera alejarse de mí que me aferraba a ella con todas mis fuerzas. A pesar de que sabía muy bien que enfadarme no era la única manera de expresar mis sentimientos, no podía controlarlo y mi carácter me costó muy caro. La vía que escoges para protegerte o utilizas como escudo, sin más, en un instante acaba convirtiéndose en un camino sin retorno. La inseguridad invita a la inseguridad, la simulación tiene siempre un efecto mayor y, a la postre, acaba siendo la que triunfa.
Ser querido es eso: que deseen abrazarte, que sean cariñosos contigo. Cómo extraño eso de ella. Mi cuerpo lo aprendió, todavía la recuerda. Era en extremo afable y cariñosa conmigo, de pequeña dependía de mí en forma constante. ¿Qué nos sucedió realmente?
«Antes de desaparecer quiero verte otra vez, sentirte, tocarte, olerte», me dije. Al pensar que ya no existe, echo de menos incluso aquellas notorias diferencias y similitudes que nos separaban.
Caminando por el mundo, alejado de la influencia de mi zona de confort, he envidiado a cada padre e hija que he visto abrazados. Soñando con escuchar «¡Hola papá!», darme vuelta y verte con los brazos abiertos.
Si no tengo acceso a ella, ¿cómo le explico que en estos años he estado luchando para dejar ser ese personaje que detesta?
En mi soledad aumenta mi dolor, crece la sensación de desamparo. Tanto que a veces parece que vaya a aplastarme. Las lágrimas que recorrieron incansablemente mis mejillas y que ayudaban a palear la situación, ya no se atreven a asomarse, ese dolor es más fuerte así, ante la sequedad de mi tristeza, canalizando la situación solo a través del recuerdo o de la suposición. Todas las increíbles fotos que tenemos juntos felices, no reflejan la realidad actual, entonces, ¿fue quizás el destino quien nos engañó realizando un perfecto trabajo de Photoshop haciéndonos ver tan unidos en aquellas fotos o fue real?
Con un sobresalto miré a un lado y creí verla.
Con su aspecto tan peculiar y esa apariencia siempre impecable que lograba antes de salir de casa, sus delicadas muñecas, su hermoso rostro donde resaltan sus pequeñas fosas nasales, su carnosa boca abierta que anuncia una espléndida sonrisa, sus mejillas gordezuelas como las de un niño, la manera como le cae el cerquillo sobre sus expresivos ojos de largas pestañas, su esplendoroso cabello lacio siempre reluciente y sus infaltables tacos pretendiendo ser siempre más alta: todo, absolutamente todo de ella, me gustaba con locura. Sin duda, seguiré ligado a ella incluso después de que, un día, deje de respirar y pase a ser una estrella en el firmamento. Ya sé que esto no es más que una metáfora que oí en alguna parte, pero da la casualidad de que es exacto. Lo de convertirse en una estrella cuadra a la perfección. Lo que me preocupa de esta situación, es que no se trate de amor, sino de estupor por saber la verdad. Y de ser así, ¿cómo sigo?
Dentro de mi imaginación, apenas distingo su voz, pero a mí me da la extraña sensación de oírla perfectamente. Nada me consuela tanto como imaginarme que es feliz sin mí, ¿cómo lo logra? Yo en cambio no quiero lograrlo, prefiero sufrir antes que olvidarla.
Por primera vez en mi vida siento que tengo un amigo, que no estoy solo, se llama sufrimiento, dialogo con él, siento y disiento constantemente con ese nuevo amigo. A través de él, transito el peregrinaje de mi vida, en la búsqueda de mis grandes errores.
Cuando pierdes a alguien muy querido físicamente, es como si te quedaras seco. Lo sé, ya he experimentado esa aguda sensación de malestar. Pero cuando lo pierdes sin que muera, es agónico. ¿Cómo explicarlo? Cualquier palabra queda chica para expresar el sufrimiento. Me siento tan exhausto pensando en esto. El tiempo serena el sufrimiento, pero no lo calma, el paso del tiempo a mí me juega en contra.
Se me viene a la cabeza, que escuchar las desgracias de la gente es como aceptar dinero. Las cosas jamás acaban ahí. Porque debes asumir la responsabilidad de haber oído lo que has oído. Eso es lo que he escuchado decir. Yo me decía que probablemente eso tenía sentido. Y ahora que me he escuchado, no tengo vuelta atrás, he dado otro paso.
En uno de mis sueños... le agarré la mano, entonces ella, que se cubría los ojos con la otra mano, acrecentó su llanto. Seguí sujetándole con fuerza su mano pequeña, seca y fría. La temperatura de aquella mano proclamaba que algo irreparable le había sucedido, algo que no admitía vuelta atrás. No sabía qué era, pero se me ocurrió la posibilidad de que alguien años atrás, le hubiese contado algo de mí que desconozco o transmitido algo que conozco, pero deformado. Pienso, ante mi situación de abandono, que debieron de haberla destrozado, roto como a un muñeco, y que se encontraba en un punto en que no había posibilidad de arreglo o que, en todo caso, necesitaría tiempo para conseguirlo. Ese mismo tiempo que a ella le juega a favor y a mí se me está terminando.
Siento en mi madurez, que estoy atravesando una época bastante buena. «Hasta ahora, nunca me había sentido tan tranquilo —me dije—, aparentemente estoy en calma, sereno, pero a la vez hay algo intenso». Es como estar dentro del agua. El mundo se va alejando deprisa, no puedes imaginar que lo que viene vaya a ser más excitante que lo que estás viviendo ahora, pero tampoco se te ocurre que puedas separarte…
En mis sueños, no he tenido la oportunidad de preguntarle nada, ¿qué habrá sucedido para que haya determinado abandonarme?, ¿qué es lo que no sé? Cuando estás con alguien, te das cuenta de si pasa algo, así que por más que lo intento no puedo encontrarle la vuelta. A veces pienso que tendría que haberlo visto venir, pero me confié. Ella y la vida me agarraron por la espalda de sorpresa. Nunca, pero nunca se me asomó la idea que me pudiera abandonar. Ella sí lo tenía pensado. Yo no estaba bien preparado para responder ante el amor falso. De eso se trató el amor de ella, de un amor falso.
Alguna vez ocurre. Dices algo y resulta convincente. Supe que en mis pensamientos se hallaba algo parecido a una respuesta. Con toda seguridad. De todos modos, prosigo mi monólogo interior, el cual cambio en forma permanente. Estoy desorientado. Además, esto es muy extraño y, ¿cómo lo explicaría? Es algo que solo nosotros dos podríamos resolver. Pero, unilateralmente, ¿cómo se resuelve?
Si dijera que el problema me es completamente indiferente, mentiría. Siento que no puedo terminar mis días sin tener la oportunidad de resolverlo, y si no puedo, al menos me quedaría la pequeña satisfacción de haberlo intentado. Pero, ¿así?, así no puedo vivir.  
Ni ahí que se lo consulte todo, pero cada vez que mi vida sufre algún cambio, tal como sucede ahora, lo hablo con él, al menos con mi imaginación. Me basta con eso, es el eje alrededor del cual pivoteo… Para lo bueno y para lo malo, vuelvo al punto de partida. Me refiero a mi interior.
Otro sueño... Al mirarla, vi que tenía los ojos abiertos. El color de sus ojos era tan profundo que me produjo un escalofrío. No me apetecía tocarla, pero me dije que era sólo una reacción instintiva de huida ante algo enorme. Sin embargo, ya que había ido expresamente hasta allí, decidí hacer lo que fuera y le agarré la mano. Una mano fina y suave. Es posible que sus ojos no se encontraran con los míos porque yo era transparente.
Las lágrimas corrían de forma insospechada por mis mejillas.
El corazón me latía con celeridad, igual que cuando nació.
Aún siento, a pesar de esta gran separación física, que algo muy fuerte nos une, y me viene el fuerte recuerdo de Wendy, aquella yegua muy particular que sólo usábamos ella y yo cuando vivimos en la chacra. Todos los demás le temían. Esa yegua nos respetaba solo a nosotros dos, eso nos unía.
Pasé demasiado tiempo viendo si aparecía. Es más sensato olvidarla. Pero no puedo. Sólo me calma saber que la recibiría con los brazos abiertos. Desde que me interesa la cultura asiática, en algún libro leí que si intentabas retener demasiado a un moribundo, no podría reencontrarse con Buda. Esto se me quedó extrañamente grabado en la memoria, he refrenado el llanto tanto como pude. ¿Será que como no la pude retener, no puede reencontrarse conmigo? No puedo menos que pensar que fui un estúpido. Tengo que darlo todo e intentarlo, si no, no podré seguir viviendo en paz. Debo olvidar las miradas de la gente, sus opiniones, y ser yo mismo, intentarlo de una buena vez. El todo por el todo, y que resulte lo que tenga que resultar.
«Antes o después, seguro que ella hubiera desaparecido». En aquel instante me convencí de ello. Por mucho amor que hubiera entre nosotros, por muy bello que fuese el mundo, el peso de su corazón, que basculaba hacia la otra orilla atraído por su deseo de separarse de mí, no logro asimilar su enorme determinación para abandonarme contra mi pequeño conocimiento de sus intenciones, esa idea ya no puedo soportarla mucho más. Lo siento con mi cuerpo. En el fondo de mi alma. «Pero el recuerdo tal vez no desaparezca».
Mis ojos se anegaron en lágrimas. Sumergido en estos pensamientos.
Que el desenlace fuera malo, no cambia en absoluto lo hermoso que fue haber tenido relación con mi hija. Tal vez ni siquiera pueda afirmar que el desenlace fuera malo. Es verdad que mi vida, a causa de una cadena de pequeños hechos fortuitos, acabó rompiéndose en mil pedazos y que mi hija no quiso ayudarme a juntarlos. Por eso me convertí en el tipo solitario que ahora soy y que desde nuestra separación nunca más sentí deseos de festejar mi cumpleaños, ni de cenar en nuestro restaurante preferido. Pero mi vida existe, con toda certeza. Deformada, exhausta, débil, llena de complejos de culpa, pero existe. Y esto es algo maravilloso que, en cualquier momento, sobrepasa mis emociones.
Reflexioné detenidamente al respecto. Tenía la sensación de que, si me mentía en aquel momento, todo acabaría siendo una falsedad.
La sensación de que cada una de aquellas conversaciones, quizás, en algún momento, dejarían de existir, de que eran un tesoro, de que aquellos instantes eran un milagro que ocurría allí en mi interior, en aquel momento. ¿Por qué estando juntos, nos encontrábamos tan lejos?
Tal vez fuera imposible, pero no es malo abrigar una tenue esperanza.
«Mantuve mucho tiempo atrás una lucha feroz conmigo mismo en mi interior. En un momento de mi vida todo se entremezcló con todo, los pensamientos me asaltaron sin tregua, perdí personas muy queridas. No fue algo superficial, mi mente acabó hecha pedazos, descompuesta, como si me hubiesen arrancado algo de cuajo, y empecé a perder mi estabilidad emocional.»
Ahora tengo días alegres y claros en los que el cielo está despejado y mi esperanza brilla deslumbrante. Otros en que el cielo está nublado y esos días aparecen llenos de desesperanza. Será por eso que jamás me canso de esperarla. Así voy pasando mis días. En realidad, no es que nuestro tiempo se haya detenido. Aunque nos hayamos dejado de ver, las cosas van experimentando un cambio constante aunque este sea tan lento que apenas se percibe.
El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas, ¿cuál soy?, ¿cuál quiero ser?, veré si puedo salir de esta larga tormenta, que no me suelta.
Sin ella… mi ritmo vital ha desaparecido. Aquí no corre el tiempo. Siento que en este tema estamos aislados del resto del mundo. Somos ella y yo. Mi hija no sabe que ahora pienso y siento así, problema eterno.

Epílogo
Escribí esto con miedo a no conseguir plasmar todo lo que siento. Es un poco como lo que me pasa contigo. Te digo varias veces al día que te quiero porque es una expresión que se me queda corta, o más bien, es una expresión que todos sin medir su importancia regalan a cualquiera. Es por ello por lo que al decírtela la percibo como devaluada.
Te quiero varias veces más de la dimensión que abarcan esas palabras. 
Creo hoy en día, que el amor son dos personas que se dan la mano sin apretar demasiado, confiando en que no se van a soltar el uno al otro. Por eso es tan difícil que funcione, porque a veces uno siente la necesidad de apretar por los dos, o el otro se siente demasiado apretado y por ello no puede irse.
Ausencia de equilibrio que desemboca en destrozo y destrozados. 
Y como no sé si lo sabes, me gustaría decirte como novedad que yo nunca voy a volver a ponerte condiciones o voy a apretarte demasiado. Me enamoré de ti cuando la enfermera me indicó que eras tú quien estaba en esa incubadora con el brazo levantado saludándome, al rato te vi salir siendo libre y libre quiero que seas. 
Me voy a arriesgar otra vez, aquí voy, estoy apenas recogiendo los pedazos que quedaron de mi corazón, para ver si puedo de nuevo conquistar tu amor… Faltan muchas piezas, me falta confianza, me falta valor, pero aquí voy de nuevo sintiendo que es el momento, con muchas inseguridades y con muchos miedos, pero prefiero terminar con el corazón roto que dejarte de amar. 
Un buen café posee el suficiente poder de persuasión para cambiar a las personas. Solo me gustaría charlar, mirarte a los ojos y hablar a tu corazón, compartiendo ese café.   
Si la cosa funciona, a coleccionar años juntos, y si esta separación es definitiva, a reconocerlo, vernos poco, pero vernos, para saber del otro, no somos dos desconocidos, tenemos un hermoso pasado juntos.
Únicamente mientras quieras y mientras quiera, vamos a juntarnos algún día, ojalá sea pronto.   

miércoles, 30 de octubre de 2019

La deuda


Javier Oyarzun

Una suave brisa aliviaba el intenso calor del atardecer santiaguino. Sentado en una silla plástica, que apenas resistía su peso, esperaba a su antiguo compañero de delito en la terraza del único restaurante de aquel sector pobre de la capital. Miraba inquieto a su alrededor mientras bebía a pequeños sorbos la fría cerveza que sostenía entre sus manos. El lugar estaba desierto a excepción del dueño del boliche y un par de muchachos que fumaban distraídos bajo la sombra de un árbol cercano. 
            Después de acabar la mitad del alcohol que contenía el vaso, comprobó en su celular que había pasado media hora. Cuando comenzaba a perder la paciencia divisó a Carlos que se acercaba a su mesa. Se levantó para recibirlo, al tiempo que se percataba de que su excómplice intentaba abrazarlo, puso distancia entre los dos alargando su brazo para saludarlo con un apretón de manos. Luego lo invitó a tomar asiento.
―¿Te sirves una cerveza? ―preguntó al recién llegado.
―No gracias, ya no bebo ―respondió sin preámbulos.
―¿La religión te lo prohíbe?
―No, pero prefiero no beber.
―Ok, no hay problema.
―Además debo dar el ejemplo a mis hijos ―agregó.
―A ellos y a tus feligreses.
―No son feligreses, son mis hermanos.
―La misma mierda, te dan dinero por escuchar tus mentiras.
―No te burles de mi fe.
―¿Cómo es que te hiciste pastor evangélico?
―Me enamoré de una mujer que me acercó a la Iglesia y mi vida cambio profundamente.
―Viste la luz divina, maldito inconsecuente, no recuerdas todo los delitos que cometimos juntos ―sentenció alzando la voz.
―Andrés, todo el mundo puede arrepentirse, si tú quisieras podrías seguir el camino del Señor.
―Que Señor ni qué mierda, todo en lo que creo está acá ―aseguró mostrando un revólver de 38 milímetros.
Se produjo un incómodo silencio, Andrés miraba fijamente a los ojos a Carlos, que a su vez desviaba la vista y jugueteaba con el refresco que le había comprado su excompañero de delito.
―Me tengo que ir ―dijo Carlos, mientras se paraba de la silla.
―No vas a ninguna parte sin que yo lo diga ―contestó Andrés, mientras sacaba su revolver para apuntar a su interlocutor.
―¿Qué quieres? ―preguntó Carlos, con la voz temblorosa y sentándose nuevamente en la silla.
―Quiero respuestas.
―Pregunta entonces.
―¿Qué pasó aquel día?
―¿Qué día?
―No te hagas el huevón, el día que me atraparon.
―Ya pasaron diez años.
―Diez años que pasé en la cárcel y tú casado y dándotelas de pastor.
―Son cosas que pasan, tú sabías los riesgos.
―Vamos a dar un paseo ―ordenó, mirando de reojo al dueño del local, quien desvió la vista entendiendo de inmediato que no debía meterse.
Andrés se dirigió hacia donde se encontraba Carlos, lo tomó del brazo y lo levantó de su silla. Trató de resistirse, pero cuando vio a dos individuos que se acercaban a ellos entendió que debía obedecer. Caminaron un par de cuadras hacia un automóvil sin placa patente que se encontraba estacionado en un lugar solitario y poco iluminado.
El expresidiario se sentó en el asiento del conductor, Carlos de copiloto, y ambos acompañantes permanecieron silentes en el asiento de atrás. Encendió el motor y se dirigieron por calles desiertas hacia un cerro que se veía a lo lejos.
―Recuerdas cuando íbamos al cerro a fumar marihuana con unas minitas de la población, siempre terminábamos fornicando con ellas.
―Eso pasó hace mucho, ahora soy un padre de familia felizmente casado.
―Deja de sermonearme, huevón. No eres mejor que yo. No reparaste el daño que hiciste.
―Y en la cárcel arreglaste mucho, ¿verdad que sí?, no me vengas con huevadas.
―Pero pagué, tú no.
      Continuaron en silencio el resto del camino, de fondo sonaba la única estación que tocaba música rock que encontraron en el dial. Llegaron a un descampado al lado del cerro, bajaron del auto, los dos hombres del asiento de atrás siguieron en su lugar.
―¿Qué pasó aquel día?
―Nada.
―¿Por qué no te atraparon?
―De qué hablas.
―Dos muertos en enfrentamiento, tres presos, y uno queda inmune de todo. ¿No te parece raro?
―¿Qué insinúas?
―¿Dónde está el dinero del robo?
―Qué se yo, son diez años, es mucho tiempo.
―Si quieres te refresco la memoria: pagaste el crédito hipotecario, arreglaste la casa de tus papás, vacaciones en Punta Cana. ¿Crees que soy estúpido?, ¿de dónde sacaste la plata?
―Trabajo, préstamos, mi señora también cooperó, tú crees que la única forma de hacer dinero es robando.
―El sargento Luis Soto puso una empresa de seguridad. El cabo segundo Juan Ramírez se compró un taxi. El cabo primero Pedro Sanhueza instaló un negocio en su casa. Todos ellos estaban a cargo de la investigación.
―Pero…
―Nada de pero, confiesa de una vez.
―Tuve suerte nada más, no puedes acusarme de nada.
―La prensa dijo: «Cayó banda de cinco integrantes que robaron la sucursal bancaria de Las Condes, solo fue recuperada una parte del dinero». ¿Por qué dejaron de buscar el dinero?
―Perdona, no tuve alternativa, los policías me obligaron a hacerlo.
―Nos vendiste. Eso no tiene perdón
―Tengo familia ―suplicó entre llanto.
―Las deudas se pagan en esta vida ―afirmó, mientras sacaba el revolver de su chaqueta.
            Apretó el gatillo y de un certero balazo en la sien acabó con la vida de Carlos. Los dos individuos que estaban en el asiento trasero se pusieron guantes al bajar del auto y se dirigieron a la cajuela, de donde sacaron una bolsa plástica y palas. Tomaron el cuerpo, lo metieron dentro de la bolsa y comenzaron a cavar a la orilla del camino, mientras Andrés fumaba un cigarrillo mirando la luna llena que se asomaba entre las nubes de aquella noche primaveral en el sur de la capital.

viernes, 25 de octubre de 2019

El último asesinato


Constanza Aimola

Con solo mirarlo pude meterme en su cerebro, nadie apuesta nada por un asesino serial condenado a cadena perpetua. No tuve que tocarlo, me dediqué a escuchar corriendo el riesgo de que me estuviera mintiendo.
Casi toda mi vida había sido una mujer asustadiza, pero en esta ocasión no tenía miedo, me había documentado acerca de quién era este hombre, por qué estaba en una prisión de máxima seguridad y llegué a la conclusión de que me da más miedo la gente que anda por ahí suelta cometiendo los más retorcidos crímenes sin ser atrapados, los de cuello blanco o los psicópatas que logran saltarse los controles que la sociedad ha implantado. 
Perdí la cuenta de las veces que nos encontramos, sin percatarme llegó el momento en el que no escribí más y me dediqué a escuchar dejándome llevar por mi instinto que preguntaba.
Era un hombre elocuente, con un rico vocabulario que reflejaba educación formal y los años que había durado institucionalizado, ya que, a pesar de ser ingeniero de profesión, conocía el léxico médico y psiquiátrico perfectamente. 
Durante el tiempo que cursé la carrera de psicología, siempre me apasionó lo anormal, sin embargo, mis primeros acercamientos fueron fallidos porque mi intuición estaba virgen y el sexto sentido no había nacido en mí. Ahora con cincuenta, he desarrollado habilidades casi de adivina y mi intuición es una inquisidora con vida propia que recaba información de todos lados. 
No puedo negar que, después de saber que este hombre había abusado de más de cien mujeres, matado y vuelto a violar los cuerpos ya sin vida, mi lado morboso se regodeaba cuando estaba en frente de él. En las entrevistas no parpadeaba escuchando sus aventuras y lo pensaba todo el tiempo fuera de ellas, se me volvió una obsesión y creo que yo me convertí en algo parecido para él, sentía que era su más reciente fijación y lo peor es que me gustaba. 
Al inicio de los encuentros, tenía muy clara la teoría y la técnica se atravesaba en mi lenguaje corporal y verbal, luego cuando me di cuenta de que él lo identificaba totalmente y es más me parafraseaba y copiaba mis movimientos, técnica que se utiliza frecuentemente en terapia, solo me dejé llevar y todo empezó a fluir de forma más natural. 
Pasó poco tiempo fuera de las instituciones y cuando lo hizo no tuvo oportunidades con el amor, ni siquiera el de su madre, quien identificó su psicopatía desde los cinco años, cuando ahogó su cachorro porque no dejaba de ladrar. 
Todo el tiempo que pasamos juntos debí morderme la lengua para no hablar, limitarme a intervenir para preguntar de vez en cuando y darle el poder de la palabra, pude identificar que como yo este hombre tenía una gran necesidad de contar, narrar y describir con detalle cada episodio de su vida, lo que resultaba para mí y la investigación muy enriquecedor. 
Faltando tres encuentros para terminar, me dijo que yo era muy bonita y que nunca había estado con una mujer que no quisiera matar, me confesó que conmigo habría ido despacio y me «lo habría pedido» con paciencia, refiriéndose a la solicitud de que tuviéramos sexo, me repetía que no me hubiera maltratado y tal vez me hubiera hecho su mujer, se habría casado conmigo y hubiera tenido una familia normal. 
Mi cara no encontró un gesto para aprobar, despreciar o aceptar tal afirmación, mejor me dediqué a pensar en la razón de sus actos desde una perspectiva de la ciencia, crítica y racional.
Desde que empecé este proceso de investigación pienso frecuentemente en si yo sería capaz de matar, cuál sería mi móvil y a quién habría aplicado la pena de muerte, tal vez y sobre todo, porque me ha resultado lejano al estereotipo que tenía de asesino, violador y manipulador. Lo que tengo en mente es un hombre de baja estatura, sobrepeso, cara grasosa y ahuecada por el rastro que le dejó el acné, ese mismo que mira con la cara gacha solo levantando la mirada, ya cincuentón, de familia de pobres recursos, viviendo en una casa de malos olores revueltos, creo que por eso este hombre me ha llamado fuertemente la atención y es que es totalmente lo opuesto a esta imagen. 
Su familia empezó siendo de clase media, de la trabajadora y poco a poco, generación tras generación acumuló fortuna, no se puede mentir, han protagonizado escándalos de corrupción en el país, por pertenecer al cartel de la contratación en el sector de la construcción.
Era de esos adolescentes que sabía que no necesitaba de la gente y que había sido maleducado especialmente para no deberle favores a nadie y menospreciar a quienes trabajaban para él y su familia. 
Lo acostumbraron a darle todo sin tener ni siquiera necesidad de pedir, antes de terminar el bachillerato ya conducía un carro último modelo y desde antes de cumplir la mayoría de edad tenía un apartamento para que hiciera rumbas sin molestar a sus padres y hermanos. 
Lo tuvo todo y le parecía obvio que todos a su alrededor debían rendirle pleitesía, más que empleados tenía esclavos que cumplían todos sus caprichos y le ayudaban a esconder los vergonzosos hechos que cometía desde adolescente, inclusive cuando fue adulto y empezó a cometer feminicidio.
El día que mi hija mayor se graduaría de la universidad, después de haber ido al salón de belleza para adelantar el tiempo y no llegar tarde a la ceremonia, asistí a una sesión decisiva para mi trabajo de investigación, me contó acerca de su último asesinato y profundizó en algunos detalles acerca del paradero de los cuerpos, la rutina que tenía con cada violación y ejecución, el tipo de mujeres que prefería y sus edades. Su actitud no era la misma de siempre, no me miraba la cara, estuvo narrando todo de forma más fría que lo normal dirigiendo sus ojos exclusivamente a mis piernas. De un momento a otro y sin advertirlo, sacó su miembro y comenzó a tocarlo mientras su rostro palidecía y se transformaba. Sentí el peor miedo de mi vida, miraba por encima de su hombro tratando de encontrar el guarda que estaba por lo general en la puerta de la sala de visitas en la que nos habíamos reunido, pero al parecer no estaba allí, no podía verlo y este hombre se transformaba más rápido en el peor monstruo de cualquier escena de terror.
–Estás asustadita, tranquila, no te vas a dar ni cuenta de lo que te pase, relájate que así sufres menos y a mí me gusta más, ¿cómo es que te gusta? A mí me gustas tú.
–Raúl, me está asustando, ¿qué le pasa hoy?, está muy raro, no quiero gritar por favor deténgase.
–Grita que así me gustan, gritonas, cuando te pienso teniendo sexo te imagino agresiva y loca, como una potra salvaje, ¿cierto? ¿Así eres?
–No le he dado señales para nada de esto, tenemos una relación profesional, por favor deténgase.
–Claro que me diste señales todo el tiempo o explícame ¿por qué hoy viniste mostrando piernas, peinada, arreglada con esa boca roja que busca fijar mis ojos ahí, acepta que querías que imaginara lo que hay debajo de esa falda.
Todo el tiempo hablaba casi susurrando, siendo suave como si me estuviera acariciando con la voz, pero parecía otra persona. El lugar en el que nos encontrábamos no era una simple celda, era una sala de visitas con cámaras de seguridad, al principio él estaba atado a la mesa con las esposas, luego cuando empecé a sentir que no era una amenaza pedí que se le quitara esta restricción. En ese momento no dejaba de pensar en el error que había cometido y que definitivamente no era nadie especial, solo un asesino con muy buenos contactos con quienes había planeado que nadie iba a intervenir mientras me atacaba.
—No se lo permito, ¡guaaaarda! —grité mientras se me abalanzaba.
—Tengo muchos contactos en la cárcel, aquí me voy a morir, no hay nada que agrave más mi situación, en este país no hay pena de muerte y nos les importa una más.
Me tapaba con fuerza la boca, cuando hablaba apretaba los dientes y su saliva espesa me salpicaba la cara. Su miembro seguía erecto afuera de su pantalón, con la otra mano me intentaba subir la falda, le mordí la mano y me cogió más fuerte contra el escritorio mientras me mordía la oreja hasta arrancarme un pedazo, no sentía dolor, pero sí el olor a sangre que se mezclaba con su mal aliento, loción y cigarrillo.
Le mordí la boca y logré que se apartara unos segundos y yo corrí a la puerta, me alcanzó y golpeó fuerte contra la pared, quedé algo mareada pero no perdí el conocimiento, cuando lo notó me levantó la falda tomándome por la cintura y desde atrás me intentó penetrar aún con mi ropa interior puesta, le di una patada en los testículos y mientras se retorcía en el piso unos segundos yo trataba de huir pegada a la pared y gritaba auxilio, pero nadie me ayudaba, se me abalanzó de nuevo y me clavó un cuchillo hecho con el mango de un cepillo de dientes. Solo lo hizo una vez porque cuando pude le enterré un lápiz muy afilado en el ojo y al caer hacia atrás tomé el cuchillo que dejó caer y le corté la garganta, seguí apuñalándolo en la cara, los hombros, el tórax, hasta que no se movía más. La sangre empezó a derramarse en el lugar y fue entonces cuando los guardas aparecieron.
No sabemos de lo que somos capaces hasta que nos vemos enfrentados a situaciones que nos acorralan y nos dejan sin salida. Hasta que no logramos vivir una situación extrema no alcanzamos a dimensionar la respuesta que tendremos. Yo, por ejemplo, ese día lo tuve que matar.

martes, 22 de octubre de 2019

Frío en la oscuridad


Rosita Herrera

«¿Sabes, Sonia, que el alma se ahoga en las habitaciones bajas y estrechas?». Le hacían mucho sentido estas líneas, pertenecían al gran Dostoievski y acababa de repasarlas en el viaje de retorno a su hogar que realizaba periódicamente, pero a distintas horas, de acuerdo con sus turnos de trabajo. Le había tocado una difícil jornada, interminables procedimientos y exámenes en el pabellón de oncología. Gracias a Dios, la habían destinado a la sección de adultos, se encontraba muy vulnerable y no hubiera tolerado a un niño sufriente. De cualquier modo, ya había terminado y colgaría su delantal blanco por varias horas antes de la próxima jornada. Su mirada inquieta se escondía tras unos ojos cansados y su menuda figura se encontraba entumecida por el abrupto descenso de temperatura invernal que ocurría al llegar el ocaso en aquella sureña ciudad ubicada en los límites de la Araucanía. Desde lejos, Camila se veía como un delicado bulto sumido en un frío asiento de ómnibus. Su liviandad hacía que su cuerpo saltara con cada escollo del camino. Debido al movimiento continuo del vehículo, restablecer su posición en la butaca con el apoyo de todo implemento que tuviera a su disposición, no era tarea fácil, el cansancio y las largas travesías la estaban empujando a invertir en un automóvil, idea que no la hacía muy feliz, ya que sabía lo caro de su mantenimiento y el poco tiempo que tenía para sus periódicas revisiones.
Estaba por llegar a su destino y ya casi acababa el capítulo quinto de Crimen y castigo. Se quedó estupefacta al reconocerse en la emoción de terror que emanaba de aquella proposición que emitía el narrador sobre las habitaciones bajas y estrechas, su mente ipso facto la conectaba con el hospital donde trabajaba, el que tenía recónditos pasajes que de noche se mostraban siniestros y escabrosos a la mirada de cualquier visitante. Aquellas angosturas la hacían temblar y una extenuante angustia la embargaba secándole la boca y oprimiendo su pecho. Desde que tuvo consciencia le ocurría al estar en habitaciones pequeñas, sin o muy escasas entradas de luz. Los edificios abandonados que quedaban a disposición de indigentes y delincuentes le causaban una sensación de asco y resquemor. Si dejaba escapar su imaginación, corría el riesgo de que su mente atrajera un sinnúmero de turbaciones que terminarían por deprimirla, así que optaba por bloquearla y retornar a sí misma.
Al bajar del autobús un viento helado la activó de la modorra de un viaje de aproximadamente dos horas. La ansiedad de llegar a su casa se exacerbaba a medida que avanzaba, pues requería terminar un artículo que publicaría en la revista de medicina de la universidad donde había realizado sus estudios y especialización oncológica. Sin proponérselo, había seguido los pasos de su madre y se planteó culminar el proyecto que ella había comenzado, por lo tanto, la investigación era su ocupación principal cuando no estaba en su lugar de trabajo. Las calles por las que transitaba estaban vacías y al parecer un corte de electricidad había afectado al sector ya que las luminarias, salvo una que otra, estaban apagadas. En momentos así la recordaba y, de una forma casi telepática, sincronizaba con su espíritu y lograba calmarse, pero esta vez no lo conseguía, algo la perturbaba y la estaba paralizando. Ella había muerto cuando Camila tenía cinco años. Era estudiante de medicina y realizaba su internado en un pueblo alrededor de Chillán. Mantenía una relación amorosa con un estudiante de kinesiología quien participaba activamente en el movimiento de izquierda revolucionaria de la Universidad de Concepción. Sus ideales políticos iban más allá de los personales y se había convertido en un líder por su claridad abismante al momento de hablar y de actuar en pro de los derechos humanos de los más desposeídos. Esto había enamorado a Constanza, quien, pese a la prohibición de sus padres, mantenía una cercana relación de amor y solidaridad cuando las cosas se ponían difíciles y había que ayudar a los compañeros que sufrían maltratos de parte de los uniformados o civiles encubiertos.
Camila ya vislumbraba su acogedora morada, cuando siente una gran presencia que bruscamente la abraza por la espalda y la sume en un profundo sueño luego de poner un pañuelo en sus fosas nasales.
Al cabo de unas horas en que fue transportada a un pueblo aledaño a la ciudad de Temuco, despierta amordazada, amarrada de pies y manos, en un cuarto oscuro de una casa, al parecer, abandonada. Miró a su alrededor y solo había una silla de rústica madera y cáñamo ya destruido en el asiento que se encontraba en un rincón de la habitación dada vuelta hacia la pared, como si alguien hubiera estado meditando u orando sentado en ella. Una débil luz bailaba de un techo bajo y asfixiante y una pequeña ventana llena de tierra daba a otra habitación oscura y abandonada, sin rastro de humanidad.
Constanza era una joven resuelta y bellísima. Su espíritu altruista y agudeza mental la habían convertido en una de las estudiantes más prometedoras de su generación, era partícipe de una organización de investigación mundial contra el cáncer debido a que uno de sus proyectos había sido seleccionado para ser perfeccionado y llevado a la práctica con el patrocinio de uno de los científicos más connotados a nivel mundial, John Stuart, inmunólogo de la Universidad de Harvard. Al volver a Chile, después de casi dos años, estaba feliz de retomar el contacto directo con Benjamín y de poder ayudar a sus compatriotas, no obstante, se encontró con un país sumido en un silencio agónico, muy distinto al que había dejado, lleno de promesas e ideales por cumplir. Se dio cuenta de que todos sus conocimientos deberían esperar ya que podrían ser utilizados en contra de aquellos que daban su vida por la libertad de expresión y de pensamiento en un momento en que su patria intentaba establecerse, aun así, en forma siniestra y oculta, se estaban cometiendo atropellos y crímenes en contra de aquellos que apoyaban a este nuevo Gobierno. Chile había logrado llevar a la Moneda a un presidente socialista democrático que lucharía por establecer un sistema justo donde todos salieran favorecidos política, económica y socialmente. La clase alta, muy privilegiada hasta entonces, tenor que era costumbre en esta parte del mundo, se veía amenazada, por lo que llegaría a extremos inimaginables con tal de no perder sus posesiones y la posibilidad de seguir lucrando en un país donde la clase obrera estaba a su servicio. Estados Unidos no toleraba debilitar su señorío económico y utilizaba todo tipo de estrategias para desestabilizar a la nación y obstruir el trabajo y desempeño del actual gobierno y… sobre todo, estaba preparando a las Fuerzas Armadas de Chile para un imperioso golpe de Estado, de lo contrario, este país se les iría de las manos y con ello todo un patrimonio de riqueza y prosperidad. El presidente, ignorante de estos acontecimientos y confiando ciegamente en «su gente», no se percataba de todo el complot político que se fraguaba, tampoco del desaparecimiento y muerte de personas inocentes que ocurría a diestra y siniestra.
Transcurría el año mil novecientos setenta y tres y los militares adquirían una presencia continua y espesa a lo largo de todo el país. Los jóvenes trazaban diferentes estrategias para ayudar a sus compañeros y gente oprimida y fustigada por las fuerzas armadas que no daban tregua al menor indicio de revolución popular. Muchas veces se habían infiltrado en las asambleas para secuestrar a los líderes de estas y dejarlos, después de golpearlos y torturarlos, abandonados en sectores rurales que de no ser por la buena voluntad de campesinos que llamaban a sus familiares y amigos, hubieran perecido sin pena ni gloria.
 En el extranjero, Constanza, había contactado a dirigentes políticos de todas partes del mundo que estaban dispuestos a cooperar con el partido en el caso de que pudieran necesitar asilo. Las dificultades que como Gobierno estaba teniendo Chile para emprender sus proyectos y objetivos ya formaban parte del noticiero internacional. Había desorden, escasez en todo tipo de ámbitos, muerte, atentados, miedo, destrucción, inestabilidad, desamparo… sin duda alguna, la «campaña del terror» impuesta por el presidente Nixon, la clase alta y las fuerzas armadas de este país, estaba funcionando.
Constanza y Benjamín después de cada jornada se reunían, aunque fuera solo para comentar el día, pasaban sumidos en el hospital ayudando a la gente más necesitada de la región, no obstante, su amor era infalible y siempre había un espacio y un lugar para reconocerse en los brazos y sentimientos del otro. Una de aquellas noches, ella le manifiesta una inquietud:
⸺Anoche un auto me siguió y quedó estacionado frente a la casa de mis padres. En la mañana cuando me vine a la facultad, él disimuladamente fue detrás de mí, luego le perdí la pista al entrar al edificio. Temo que pase lo mismo hoy, Benjamín.
⸺Mi amor, debemos ser cuidadosos. No quiero que sigas ayudando, quizá sería mejor que te fueras por un tiempo y congeles tus estudios. Están ocurriendo situaciones que no habíamos previsto y que son la consecuencia directa del gran logro obtenido por el pueblo al haber elegido a un presidente socialista que sí trabaja por los pobres. Debes irte y asumir el rol de exiliada política, no quiero volver a pedírtelo ⸺al decirlo la abraza y besa en la frente.
⸺Y… ¿abandonarte?, ¿abandonarlos? Eso nunca, prefiero morir quemada en un catre eléctrico a dejarte…, ¿no te das cuenta? Nunca más te volvería a ver. Mi existencia no tendría ningún sentido, para qué salvarme si pierdo a mi compañero en las peores circunstancias. ⸺Se arrimó a Benjamín y estalló en llanto.
⸺¿Estás bien? Te he notado muy sensible estos días.
⸺No sé, casi no tengo hambre y los olores me molestan. Me es difícil cumplir mi tarea en el hospital, llegan pacientes que han estado días incubando parásitos en sus heridas, y he tenido que atenderlos al borde del desmayo. Los recintos no dan abasto, no hay medicamentos ni personal. Se deben hacer turnos continuos sin tener descanso y… no me he sentido bien. Tengo la sospecha de que…
⸺¿Estás segura? ⸺lo dice estrechándola aún más fuerte.
⸺Algo de medicina sé, mi amor.
⸺Sí, perdóname. No todo es revolución, este acontecimiento me saca de contexto, no lo esperaba. Con mayor razón lucharé por nuestra libertad, si no logro sobrevivir, ella sabrá que hay esperanza y que algo tuvimos que ver en eso…
⸺¿Ella?... ¿por qué estás tan seguro?
⸺Porque es imposible que no dejes tu dulzura y belleza en este mundo, mi amor, por eso.
⸺¡Claro! La inteligencia la heredará de ti…
⸺¡Por supuesto!... que… la heredará de los dos…, ¡pequeña vanidosa!
⸺Creo que ya debo irme, mi padre estará preocupado…
⸺Claro, sobre todo si sospecha que estás conmigo.
⸺No te enojes con él, ya es viejo y sus ideales políticos nadie los cambiará. Hay mucha gente en este país que vive engañada, no se dan cuenta de que Chile está siendo manipulado por EE.UU. y si llegan a liderar a través de un gobierno de extrema derecha, perderemos todos nuestros bienes nacionales y viviremos en una dictadura eterna donde el hombre será esclavo del capitalismo que favorece solo a los ricos. Presiento que nuestro sueño será abortado y que no queda mucho tiempo para defender la democracia ganada en forma legítima, creo que deberíamos armarnos, pero el partido y Allende quieren arreglarlo todo «por las buenas» no se dan cuenta de que ya la situación se hace insostenible y que no es algo «de acuerdos» lo que los poderosos quieren, lo que buscan es destituir al presidente y si es posible matarlo… lo harán…
⸺ Sí, lo tengo claro, desde afuera es mucho más fácil darse cuenta de lo que está ocurriendo desde que asumió el candidato que el pueblo anhelaba. Ahora les están haciendo creer que fue un error y los atemorizan de una forma escalofriante. Es difícil que una gran mayoría entienda lo que nos conviene como país, no indagan, les creen a los medios de comunicación, hay una enorme alienación que crea pánico en la población a través de mentiras y manipulaciones políticas. ⸺Tras decir esto, Benjamín, saca un cigarrillo, el que prende con gran ansia.
En efecto, el mismo automóvil que siguió a Constanza la noche anterior, era el que la esperaba ahora a unas cuadras de la morada de su compañero. No se distinguía quién estaba al volante, solo una silueta alargada, con unos lentes oscuros y un pasamontaña.
Los jóvenes salieron con discreción, al ver el automóvil estacionado, se paralizaron. Benjamín tiró del brazo de ella para despabilarla y corrieron al lugar donde él había aparcado su escarabajo azul. Al llegar, dos hombres de contextura gruesa y de mediana edad, los estaban esperando ocultos a un costado del vehículo. Emergieron de su escondite y apresaron a la pareja sin darles tiempo de correr. Amordazados y amarrados de pies y manos, los depositaron en un furgón que no tardó en llegar.
Constanza despierta en la madrugada cubierta solo por una manta que estaba húmeda y hedía a orina, no había luz natural, solo bombillas que alumbraban de forma entrecortada los siniestros calabozos que contaban con un catre y sobre él una colchoneta que se alcanzaba a ver desgastada, sucia y con manchas de todo tipo, pero las que la aterrorizaron fueron unas rojas oscuras y abundantes que al tacto se sentían como cartón adherido. Sin duda, las personas que pasaron por ahí no salieron vivas.
Posó su mirada en una rectangular y pequeña ventana asegurada por barrotes oxidados que se encontraba en la parte superior de una de las paredes que colindaba con un patio, y muy serena comenzó a proferir:
«Benjamín, ¿dónde estás? Saldremos de esta, así como hemos salido de tantas… Me atemoriza este lugar, es como si toda la maldad del mundo habitara aquí. Sé que todavía no ha pasado gran cosa, que lo peor está por llegar, si tuviera que morir ahora y no volver a sentir la brisa del mar, el vuelo de un pájaro, la lluvia junto al viento apurar mi paso, la emoción de bajar de un avión y saber que me estás esperando para abrazarme, me daría lo mismo puesto que en estos momentos de angustia, dolor y oscuridad, me refugio en ellos, en mis recuerdos y construyo un bastión a todo este infierno».
Quedando sumida en sus cavilaciones por un largo rato, comenzó a llorar, sus acongojados sollozos dieron paso a un dulce sueño, Benjamín aparece rodeado de una maravillosa luz, la abraza y besa en la boca. La extraordinaria sensación se desvanece con el crujir de la puerta del calabozo y un militar la llama por su nombre:
⸺¡Constanza de la Fuente! Venga conmigo, por favor. Mi superior la necesita.
Sin decir palabra, traspasa el umbral y sigue al uniformado que la lleva de un pasillo oscuro a otro con las mismas características, solo que este no se constituía por celdas aledañas, sino por oficinas que daban al lugar un aspecto de museo del terror debido a que en cada una se oían extraños sonidos metálicos, destemplados, al mismo tiempo que voces dotadas de una energía anormal y aterradora, como si los dueños de aquellas estuvieran bajo el efecto de una fuerte droga que exacerbaba la violencia y el odio contenidos en todo ser humano. Al mismo tiempo y debido a que algunas puertas estaban entreabiertas, se podían vislumbrar cuerpos desnudos de un color amoratado, huesos sobresalientes y rostros inflamados que contrastaban con sus verdugos enérgicos y arropados bajo un uniforme que ya no era un símbolo de protección, sino que de destrucción y muerte.
Al llegar a su destino se encontró con un hombre que le era familiar, quizá el mismo que la siguió antes de apresarla, alto, delgado, moreno, de mediana edad, no obstante, su rostro se veía muy cansado, con las carnes sueltas, mofletudas y sus manos agrietadas y gruesas. Se encontraba sentado detrás de un escritorio, al verla llegar levantó el rostro y le dijo:
⸺Seré breve y conciso. Necesitamos su colaboración en la producción de un arma secreta y mortal que induzca el cáncer y provoque muertes a corto plazo. Si nos asiste, se irá exiliada a la parte del mundo que usted elija y será tratada con consideración.
Constanza sabía que esto ocurriría y estaba preparada para ello, su resistencia al dolor era suficiente para aguantar un tiempo, de alguna manera, estaba segura de que la buscarían y que no estaba sola, solo era cuestión de esperar. Las mismas personas que le habían asegurado asilo político para sus compatriotas, eran las que constantemente chequeaban a todo el cuerpo de científicos expuestos a posibles secuestros y torturas para usurpar sus conocimientos y utilizarlos de forma criminal en aquellos países donde era difícil afianzar gobiernos de verdadera democracia, de todos modos, el lapsus para ser encontrada podía variar entre dos y tres meses, lo que no perturbaba su paz, ella no traicionaría a los suyos, de eso y de nada más, podía estar segura.
Camila, miraba desconsolada y angustiada todo a su alrededor, no comprendía el porqué se encontraba en tales circunstancias.
Escuchaba aterrada cualquier sonido que le pudiera dar una pista de dónde y con quién estaba: «¡Santo cielo!, ¡dame una tregua!». Sabía que cuando pronunciaba esa palabra, «tregua», algo ocurría en beneficio personal y al menos tendría tiempo para planificar una salida.
El hombre entró a la habitación donde se encontraba ella absorta en sus pensamientos, al verlo se asustó, pero no demostró turbación alguna.
Al aparecer tomó la vieja silla para sentarse y con una voz muy ronca le dijo:
⸺Tranquila, necesito tu colaboración ⸺al decirlo, bajó su mirada, luego depositó sus gruesas manos sobre sus piernas y comenzó a sobarse como si tuviera frío.
⸺No veo en qué pudiera ayudarlo, soy médico sin gran experiencia y no acostumbro a ir en contra de lo legal.
⸺Hace mucho tiempo, veinticinco años atrás para ser exacto, una doctora dijo lo mismo, dando paso a una cruel tortura, en vez de haber colaborado y así poder volar de este país.
⸺¿Le parece extraño que haya personas íntegras en este mundo?
⸺Para nada, es la forma de equilibrar el sistema. Se necesita gente como ustedes que trabajen por una buena causa, como el salvar vidas, de lo contrario, no habría espacio para equivocarse, ¿qué sería de nosotros?, ¿cómo podríamos cumplir nuestros castigos sin la asistencia de almas nobles y puras? Sobre todo, cuando las deudas de nuestros crímenes se ven cobradas en seres sin pecado alguno, cuya única falta es haber tenido un vínculo sanguíneo con la fragilidad humana ⸺dicho esto, sus ojos comenzaron a llorar.
⸺¿Qué es lo que quiere que haga? ¿Por qué me tiene aquí? ¿Cómo supo de mí?
⸺Constanza de la Fuente, tu madre, ¿no es así?
Al nombrarla, Camila comenzó a temblar. Se le vinieron mil imágenes a la cabeza, preguntas que quería hacer, pero que temía por las consecuencias que esto traería, no podía imaginarse las intenciones de aquel hombre y por lo mismo no dijo nada.
⸺De la misma forma como se lo dije a ella, te lo diré a ti: seré breve y conciso, necesito que salves la vida de mi hija. Tu madre estaba trabajando en un proyecto para preservar a la gente con cáncer. Los resultados de aquella investigación no fueron divulgados por temor a que inescrupulosos hicieran mal uso o comercializaran sus hallazgos. Ella fue un ser íntegro en toda su magnitud por lo que la ayudé a salir de ese infierno, meses después, me di cuenta de su estado de gravidez y gestioné todos sus contactos para que la encontraran, tarea difícil, debido a que estábamos en un recinto en las afueras de Chillán, completamente aislados de la civilización. Veinticinco años más tarde, me encontré con un artículo de divulgación científica escrito por ti donde mencionabas a Constanza, quedé maravillado, pues buscaba información y ayuda eficaz para mi pequeña hija a la que no le queda mucho tiempo… a menos que… hagas uso de los descubrimientos que germinaron de aquel trabajo que tú continuaste y te esmeres en mantenerla con vida un poco más.
Mientras terminaba su manifestación, sacaba un arma del bolsillo de su chaqueta y apuntando a la cabeza de la joven, la obligó a levantarse y a trasladarse a una camioneta que estaba estacionada a un costado de la casa.
Camila sabía que su madre había sufrido mucho en el poco tiempo que alcanzó a estar detenida, pero como estaban al tanto de su importancia para el mundo de la ciencia y que, por lo mismo, estaba resguardada por instituciones internacionales, le dieron su libertad con la condición de irse exiliada, por lo que dudaba de aquella versión en que los agresores se revestían de un halo de benevolencia y piedad. Con respecto a su padre, Benjamín, no hubo forma de recabar información, constituyéndose en uno más de los detenidos desaparecidos de aquel año en que la dictadura se apoderó de la nación.
⸺No entiendo cómo pretende que lo ayude. Necesito un sin número de insumos y drogas que posiblemente no estén en el país, además de un lugar propicio para tales procedimientos.
⸺No te preocupes ⸺le dice sin sacar la vista de la autopista⸺, tú pide lo que necesites, tengo gente trabajando para mí en todas partes del mundo y el dinero no es un obstáculo.
Mientras viajaban fuera de Chillán, Camila no sacaba la vista de la línea divisoria de la carretera y pensaba acerca de la conversación tenida con aquel sujeto hacía pocas horas atrás. Es verdad que, para redimir nuestros pecados, necesitamos la ayuda de almas nobles e íntegras, sin embargo, aquellas virtudes no son perpetuas en el ser humano, somos espíritus que habitan en una dinámica constante, expuestos a grandes desafíos en que muchas veces debemos elegir entre dar rienda suelta a nuestros instintos y castigar las anomalías sociales simplemente matando, o, siendo resilientes y compasivos para así ayudar al prójimo en su redención. Cualquiera fuera el resultado de dicha cavilación, había algo trascendental que no pasaría por alto: la vida le estaba sirviendo en su propia mesa al torturador de su madre y no tenía la menor intención de salvarlo, si había algo que proteger, era el respeto hacia un ser que le prodigó la vida en condiciones execrables, y, aunque su amor a la existencia humana la hiciera dudar, no quería darle a ese monstruo la oportunidad de flaquear frente al dolor de una niña al momento de conocerla. De pronto, levantó la vista y se percató de que delante de la camioneta iba un camión de carga con troncos apilados en su carrocería, una de las amarras se había desprendido y quedaba poco tiempo para que los maderos fueran poco a poco cayendo y colapsando la carretera provocando una colisión múltiple. Era su oportunidad de saltar y no ser perseguida por el siniestro personaje, abrió la puerta del vehículo en movimiento y saltó justo en el momento en que uno de los troncos caía sobre la camioneta dejando a su conductor atrapado y completamente inconsciente por el impacto.
La joven cayó en la vera del camino, azotando su cabeza con fuerza, una sonrisa emanaba de su rostro al momento de quedar tendida en la tierra, era como si su madre la hubiera estado esperando en la caída para abrazarla y besarla. Ya no tenía miedo ni a los espacios cerrados ni a los túneles, había entendido que compartió con ella uno de los dolores más intensos que puede sufrir el ser humano: la pérdida de la libertad, pero lo más importante que había logrado concebir era que todo crimen tiene su castigo y que las almas nobles lo son porque han lidiado primero con la penumbra y el frío para llegar al conocimiento de una parte de sus vidas que había estado oculta y que se negó a ser olvidada.