Armando Janssen
Prólogo
Hay
actitudes que separan más que la distancia. Y eso fue exactamente lo que nos
pasó.
Nadie
sana siendo la misma persona. La sanación es un viaje de transformación
personal.
El
reencuentro solo sería posible con esa transformación.
Una fuerte discusión la llevó a dar término a
nuestra relación de veintiún años. Me he sentido devastado, pero ya no puedo
seguir mintiéndome. Su cariño se había acabado, solo le quedó el apego, ese
maldito sentimiento que yo confundí con el amor y que para mí por aquel
entonces, llegó como una traición.
Ella
Lo que papá ahora
más teme es que yo rompa mis lazos con él. Pero eso aún no lo sabe. Más que un
miedo real, creo que es una idea que roza a veces su mente como un escalofrío. No
sé si alguna vez se le ocurrió pensar sobre la posibilidad de que yo un día, le dijera: «Tú y yo nos parecemos tanto, que ya no
podemos estar juntos. A partir de ahora no seremos nada el uno para el otro». Sin
embargo, no tuve el valor de enfrentarlo, y no se lo dije. Solamente me dio el coraje
para alejarme de él. Eso sí, me borré completamente, sin dejar huellas,
bloqueado en Facebook, Instagram, Whatsapp, nunca más le respondí sus sms ni
sus constantes llamadas. Solo le envié sms cuando murió su hermano mayor. Nunca
le agradecí sus reiterados regalos de viaje o de cumpleaños. Nunca respondí sus
agónicas cartas. Nunca más le contesté a ninguno de sus familiares, nuestros
familiares, de quienes también me separé, ¿ellos también se preguntarán por qué?
A
los pocos meses de nuestra separación, mejor dicho, de mi separación, creo que
la última vez que nos encontramos, papá, me dijo: «Tú me abandonaste». «¿Te
abandoné?», le pregunté incrédula. En ese momento aún no lo sabía, pero él sí.
Han
pasado varios años y no puedo negar que de vez en cuando pienso en él, aunque
desisto de la idea de comunicarme y sigo mi vida, es más fácil así. Después de
tanto tiempo me sería muy difícil regresar, ¿y si no quiere?, ¿o si me rechaza?
No estoy para dar tantas explicaciones. Ya está, fue una decisión que tomé,
acertada o no, me borré de su gps y de su familia. El miedo que lo debe de
atenazar me llega cuando pienso en él. Su angustia me diría: «Tú y yo todavía
somos padre e hija, ese lazo nadie lo puede romper ¿es así?, ¿verdad?, ¿aunque
sea solo entre nosotros?». Pero yo, impávida, no le respondo. Mi orgullo se
ocupa del resto. Él ejerció su influencia dominante en mí durante un período, y
yo solamente esperaba crecer para irme a la mierda. Fin de la historia.
En
todos estos años que hemos estado separados, quizás no me he tomado ni el
tiempo ni realizado el esfuerzo para admitir todo lo que papá me protegió
siempre, ¿por qué no puedo admitirlo? Al menos intentarlo para estar en paz… Todo
sería más sencillo si pudiera hacerlo… Recuerdo aquella escena de mi niñez, fue
terrible, estábamos reunidos todos en la sala de estar, en aquella casa nueva
que yo amaba, mamá, papá, mi hermano menor y yo, nos dijeron que debíamos
hablar, pero habló solo él; lo dijo y yo solo atiné a levantarme y golpear su
pecho con furia, mientras que mi hermano miraba hacia el piso, abatido. Se
separaban. Mamá en ningún momento dijo ni hizo nada y eso que ambos nos
anunciaron que hablarían con mi hermano y conmigo esa tarde, pero yo era muy
pequeña para visualizar estos detalles, de haberlo sabido quizás hubiera cambiado
en algo las cosas, ¿por qué no noté que ella no participó de la reunión y a mí
me quedó que el malo de la película fue solo él?
Tampoco
noté que por mi reacción no se separaran esa vez, probablemente fue un esfuerzo
para papá aguantar unos cuantos meses más, por mí, por nosotros. La segunda fue
definitiva, también lo expresó todo él, otra vez mamá no expresó palabra, al
final de cuentas éramos nosotros que nos íbamos de la casa porque gran parte
del trabajo de ella se desarrollaba fuera de la capital, también esto se lo
eché en cara a papá. Yo, a él, lo encontré feliz después con otra mujer, ¿y a
mamá?, ¿porqué no verlo simplemente como que no pudo vivir más con mi mamá? Se
trató simplemente de eso, no fue ni por mi hermano ni por mí, no hay más
vueltas. ¿Porqué no lo vi así?
Todo
esto pensaba yo, años después, mientras miraba las ramas peladas de los árboles
sobre mi cabeza, cuyas copas llegaban al balcón de mi apartamento nuevo del
quinto piso cerca de la rambla, viviendo con mamá. Parecían manos con los dedos
extendidos y, entre aquellas ramas apenas asomando el verde en sus hojas,
penetraba la débil luz del sol propia de finales de invierno y principios de
primavera. ¡Qué sensual puede llegar a ser el cielo nublado en esta época! Ese
color gris, esas nubes espesas, el viento que sopla… Todo parece hecho para que
dos personas se den calor la una a la otra. En medio de ese gris infinito, te
entran ganas de estar en casa hasta que se defina el sol.
En
unos pocos días, cumpliré treinta años. De pie, con un café en mi mano, aún pensando
en papá, me descubrí analizando si su olor habría dejado de ser el del hombre
fuerte de mediana edad que dejé de ver o habría empezado a oler como un
anciano.
Lo
cierto es que mi relación con papá después de más de ocho años sin vernos, entró
en una nueva etapa. Él también desapareció aparentemente. Ya no me siento
acosada. Aunque no quieras crecer, te haces grande mientras vas eligiendo entre
las opciones que te presenta la vida. Lo importante es elegir y tener opciones,
ese es nuestro tesoro.
Pero,
sucedió como si todo estuviese ya decidido de antemano, sin importar lo que yo
pensase. Tienes la sensación de que el futuro no te depara nada bueno. Al fin y
al cabo, esta seguía siendo una resolución que se asentaba sobre unos cimientos
muy endebles, una resolución que podía llevársela un soplo de viento, pero que
yo, me obstinaba en retener. Nunca lo he considerado así, pero ahora tengo la
impresión de que era inevitable que esto ocurriera. Me da la sensación de que,
por casualidades de la vida, hilos distantes se unieron de repente en ese
momento y nos arrastraron hacia esta situación.
Yo
he vivido inmersa en mi mundo interior, un mundo que yo todavía trato de
proteger, donde el amor aún no se me ha dado, observando convencida cómo a la
gente frívola le trae sin cuidado el amor; que lo malgastan sin reparos, porque
creen que, aunque se les escape como el agua de un grifo, el amor siempre vuelve
a ellos. Idiotas.
Entonces
entorno los ojos y reconozco mi mundo, el mundo que una vez contemplé desde
fuera gracias a determinadas circunstancias. Después pienso en los que en cierto
momento se alejaron de mí y en los que yo me alejé de ellos. Las personas con
las que pude haber mantenido otro tipo de relación, pero con las cuales las
cosas no marcharon bien. Mis antiguos novios, los amigos que dejé atrás, los
que se encuentran lejos, los que ya no están más… Quizá también papá se
encuentre entre ellas. En este mundo, debido a esas circunstancias en que
coincidí con esas personas, las cosas no funcionaron bien entre ellas y yo. Pero
que no dejan de ser importantes.
Para la mujer adulta que ahora
soy, que quiere libertad, lo cierto es que sería un problema que papá invadiera
mi vida de pronto. Seguro que no cambió nada.
A
veces lloro, no porque sea débil, sino porque hace demasiado tiempo que vengo
haciéndome la fuerte.
Él
En
la vida, todo posee su vertiente positiva. Es triste, pero cierto: cuando
sucede algo malo, el aspecto bueno destaca, se hace visible. Aunque no lo
formularan con palabras, mis ojos reflejados en el espejo me decían: «¡Sabemos
muy bien que estás sufriendo!». Recuerdo todo lo bueno de ella, es increíble.
Lo malo queda en un cajón imaginario, escondido. Uno le perdona todo a un hijo.
¿Porqué una hija no puede perdonarle algo a su padre?
Me
preocupaba tanto que pudiera alejarse de mí que me aferraba a ella con todas
mis fuerzas. A pesar de que sabía muy bien que enfadarme no era la única manera
de expresar mis sentimientos, no podía controlarlo y mi carácter me costó muy
caro. La vía que escoges para protegerte o utilizas como escudo, sin más, en un
instante acaba convirtiéndose en un camino sin retorno. La inseguridad invita a
la inseguridad, la simulación tiene siempre un efecto mayor y, a la postre,
acaba siendo la que triunfa.
Ser
querido es eso: que deseen abrazarte, que sean cariñosos contigo. Cómo extraño
eso de ella. Mi cuerpo lo aprendió, todavía la recuerda. Era en extremo afable
y cariñosa conmigo, de pequeña dependía de mí en forma constante. ¿Qué nos sucedió
realmente?
«Antes
de desaparecer quiero verte otra vez, sentirte, tocarte, olerte», me dije. Al
pensar que ya no existe, echo de menos incluso aquellas notorias diferencias y
similitudes que nos separaban.
Caminando
por el mundo, alejado de la influencia de mi zona de confort, he envidiado a cada
padre e hija que he visto abrazados. Soñando con escuchar «¡Hola papá!», darme
vuelta y verte con los brazos abiertos.
Si
no tengo acceso a ella, ¿cómo le explico que en estos años he estado luchando para
dejar ser ese personaje que detesta?
En
mi soledad aumenta mi dolor, crece la sensación de desamparo. Tanto que a veces
parece que vaya a aplastarme. Las lágrimas que recorrieron incansablemente mis
mejillas y que ayudaban a palear la situación, ya no se atreven a asomarse, ese
dolor es más fuerte así, ante la sequedad de mi tristeza, canalizando la
situación solo a través del recuerdo o de la suposición. Todas las increíbles
fotos que tenemos juntos felices, no reflejan la realidad actual, entonces, ¿fue
quizás el destino quien nos engañó realizando un perfecto trabajo de Photoshop
haciéndonos ver tan unidos en aquellas fotos o fue real?
Con
un sobresalto miré a un lado y creí verla.
Con
su aspecto tan peculiar y esa apariencia siempre impecable que lograba antes de
salir de casa, sus delicadas muñecas, su hermoso rostro donde resaltan sus pequeñas
fosas nasales, su carnosa boca abierta que anuncia una espléndida sonrisa, sus
mejillas gordezuelas como las de un niño, la manera como le cae el cerquillo
sobre sus expresivos ojos de largas pestañas, su esplendoroso cabello lacio
siempre reluciente y sus infaltables tacos pretendiendo ser siempre más alta:
todo, absolutamente todo de ella, me gustaba con locura. Sin duda, seguiré
ligado a ella incluso después de que, un día, deje de respirar y pase a ser una
estrella en el firmamento. Ya sé que esto no es más que una metáfora que oí en
alguna parte, pero da la casualidad de que es exacto. Lo de convertirse en una
estrella cuadra a la perfección. Lo que me preocupa de esta situación, es que
no se trate de amor, sino de estupor por saber la verdad. Y de ser así, ¿cómo
sigo?
Dentro
de mi imaginación, apenas distingo su voz, pero a mí me da la extraña sensación
de oírla perfectamente. Nada me consuela tanto como imaginarme que es feliz sin
mí, ¿cómo lo logra? Yo en cambio no quiero lograrlo, prefiero sufrir antes que
olvidarla.
Por
primera vez en mi vida siento que tengo un amigo, que no estoy solo, se llama
sufrimiento, dialogo con él, siento y disiento constantemente con ese nuevo
amigo. A través de él, transito el peregrinaje de mi vida, en la búsqueda de
mis grandes errores.
Cuando
pierdes a alguien muy querido físicamente, es como si te quedaras seco. Lo sé,
ya he experimentado esa aguda sensación de malestar. Pero cuando lo pierdes sin
que muera, es agónico. ¿Cómo explicarlo? Cualquier palabra queda chica para
expresar el sufrimiento. Me siento tan exhausto pensando en esto. El tiempo serena
el sufrimiento, pero no lo calma, el paso del tiempo a mí me juega en contra.
Se
me viene a la cabeza, que escuchar las desgracias de la gente es como aceptar
dinero. Las cosas jamás acaban ahí. Porque debes asumir la responsabilidad de
haber oído lo que has oído. Eso es lo que he escuchado decir. Yo me decía que
probablemente eso tenía sentido. Y ahora que me he escuchado, no tengo vuelta
atrás, he dado otro paso.
En
uno de mis sueños... le agarré la mano, entonces ella, que se cubría los ojos
con la otra mano, acrecentó su llanto. Seguí sujetándole con fuerza su mano pequeña,
seca y fría. La temperatura de aquella mano proclamaba que algo irreparable le
había sucedido, algo que no admitía vuelta atrás. No sabía qué era, pero se me
ocurrió la posibilidad de que alguien años atrás, le hubiese contado algo de mí
que desconozco o transmitido algo que conozco, pero deformado. Pienso, ante mi
situación de abandono, que debieron de haberla destrozado, roto como a un
muñeco, y que se encontraba en un punto en que no había posibilidad de arreglo
o que, en todo caso, necesitaría tiempo para conseguirlo. Ese mismo tiempo que
a ella le juega a favor y a mí se me está terminando.
Siento
en mi madurez, que estoy atravesando una época bastante buena. «Hasta ahora,
nunca me había sentido tan tranquilo —me dije—, aparentemente estoy en calma, sereno,
pero a la vez hay algo intenso…».
Es como estar dentro del agua. El mundo se va alejando deprisa, no puedes
imaginar que lo que viene vaya a ser más excitante que lo que estás viviendo
ahora, pero tampoco se te ocurre que puedas separarte…
En
mis sueños, no he tenido la oportunidad de preguntarle nada, ¿qué habrá sucedido
para que haya determinado abandonarme?, ¿qué es lo que no sé? Cuando estás con
alguien, te das cuenta de si pasa algo, así que por más que lo intento no puedo
encontrarle la vuelta. A veces pienso que tendría que haberlo visto venir, pero
me confié. Ella y la vida me agarraron por la espalda de sorpresa. Nunca, pero
nunca se me asomó la idea que me pudiera abandonar. Ella sí lo tenía pensado.
Yo no estaba bien preparado para responder ante el amor falso. De eso se trató
el amor de ella, de un amor falso.
Alguna
vez ocurre. Dices algo y resulta convincente. Supe que en mis pensamientos se
hallaba algo parecido a una respuesta. Con toda seguridad. De todos modos, prosigo
mi monólogo interior, el cual cambio en forma permanente. Estoy desorientado. Además,
esto es muy extraño y, ¿cómo lo explicaría? Es algo que solo nosotros dos
podríamos resolver. Pero, unilateralmente, ¿cómo se resuelve?
Si
dijera que el problema me es completamente indiferente, mentiría. Siento que no
puedo terminar mis días sin tener la oportunidad de resolverlo, y si no puedo,
al menos me quedaría la pequeña satisfacción de haberlo intentado. Pero, ¿así?,
así no puedo vivir.
Ni
ahí que se lo consulte todo, pero cada vez que mi vida sufre algún cambio, tal
como sucede ahora, lo hablo con él, al menos con mi imaginación. Me basta con
eso, es el eje alrededor del cual pivoteo… Para lo bueno y para lo malo, vuelvo
al punto de partida. Me refiero a mi interior.
Otro
sueño... Al mirarla, vi que tenía los ojos abiertos. El color de sus ojos era
tan profundo que me produjo un escalofrío. No me apetecía tocarla, pero me dije
que era sólo una reacción instintiva de huida ante algo enorme. Sin embargo, ya
que había ido expresamente hasta allí, decidí hacer lo que fuera y le agarré la
mano. Una mano fina y suave. Es posible que sus ojos no se encontraran con los
míos porque yo era transparente.
Las
lágrimas corrían de forma insospechada por mis mejillas.
El
corazón me latía con celeridad, igual que cuando nació.
Aún
siento, a pesar de esta gran separación física, que algo muy fuerte nos une, y
me viene el fuerte recuerdo de Wendy, aquella yegua muy particular que sólo
usábamos ella y yo cuando vivimos en la chacra. Todos los demás le temían. Esa
yegua nos respetaba solo a nosotros dos, eso nos unía.
Pasé
demasiado tiempo viendo si aparecía. Es más sensato olvidarla. Pero no puedo.
Sólo me calma saber que la recibiría con los brazos abiertos. Desde que me interesa la cultura asiática, en algún
libro leí que si intentabas retener demasiado a un moribundo, no
podría reencontrarse con Buda. Esto se me quedó extrañamente
grabado en la memoria, he refrenado el llanto tanto como pude. ¿Será
que como no la pude retener, no puede reencontrarse conmigo? No puedo menos que
pensar que fui un estúpido. Tengo que darlo todo e intentarlo, si no, no podré
seguir viviendo en paz. Debo olvidar las miradas de la gente, sus opiniones, y ser
yo mismo, intentarlo de una buena vez. El todo por el todo, y que resulte lo
que tenga que resultar.
«Antes
o después, seguro que ella hubiera desaparecido». En aquel instante me convencí
de ello. Por mucho amor que hubiera entre nosotros, por muy bello que fuese el
mundo, el peso de su corazón, que basculaba hacia la otra orilla atraído por su
deseo de separarse de mí, no logro asimilar su enorme determinación para
abandonarme contra mi pequeño conocimiento de sus intenciones, esa idea ya no puedo
soportarla mucho más. Lo siento con mi cuerpo. En el fondo de mi alma. «Pero el
recuerdo tal vez no desaparezca».
Mis
ojos se anegaron en lágrimas. Sumergido en estos pensamientos.
Que
el desenlace fuera malo, no cambia en absoluto lo hermoso que fue haber tenido
relación con mi hija. Tal vez ni siquiera pueda afirmar que el desenlace fuera
malo. Es verdad que mi vida, a causa de una cadena de pequeños hechos
fortuitos, acabó rompiéndose en mil pedazos y que mi hija no quiso ayudarme a
juntarlos. Por eso me convertí en el tipo solitario que ahora soy y que desde
nuestra separación nunca más sentí deseos de festejar mi cumpleaños, ni de
cenar en nuestro restaurante preferido. Pero mi vida existe, con toda certeza.
Deformada, exhausta, débil, llena de complejos de culpa, pero existe. Y esto es
algo maravilloso que, en cualquier momento, sobrepasa mis emociones.
Reflexioné
detenidamente al respecto. Tenía la sensación de que, si me mentía en aquel
momento, todo acabaría siendo una falsedad.
La
sensación de que cada una de aquellas conversaciones, quizás, en algún momento,
dejarían de existir, de que eran un tesoro, de que aquellos instantes eran un
milagro que ocurría allí en mi interior, en aquel momento. ¿Por qué estando
juntos, nos encontrábamos tan lejos?
Tal
vez fuera imposible, pero no es malo abrigar una tenue esperanza.
«Mantuve
mucho tiempo atrás una lucha feroz conmigo mismo en mi interior. En un momento
de mi vida todo se entremezcló con todo, los pensamientos me asaltaron sin
tregua, perdí personas muy queridas. No fue algo superficial, mi mente acabó
hecha pedazos, descompuesta, como si me hubiesen arrancado algo de cuajo, y
empecé a perder mi estabilidad emocional.»
Ahora
tengo días alegres y claros en los que el cielo está despejado y mi esperanza
brilla deslumbrante. Otros en que el cielo está nublado y esos días aparecen
llenos de desesperanza. Será por eso que jamás me canso de esperarla. Así voy
pasando mis días. En realidad, no es que nuestro tiempo se haya detenido.
Aunque nos hayamos dejado de ver, las cosas van experimentando un cambio
constante aunque este sea tan lento que apenas se percibe.
El
pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista
ajusta las velas, ¿cuál soy?, ¿cuál quiero ser?, veré si puedo salir de esta
larga tormenta, que no me suelta.
Sin
ella… mi ritmo vital ha desaparecido. Aquí no corre el tiempo. Siento que en
este tema estamos aislados del resto del mundo. Somos ella y yo. Mi hija no
sabe que ahora pienso y siento así, problema eterno.
Epílogo
Escribí esto con miedo a no conseguir plasmar todo lo que siento.
Es un poco como lo que me pasa contigo. Te digo varias veces al día que te
quiero porque es una expresión que se me queda corta, o más bien, es una
expresión que todos sin medir su importancia regalan a cualquiera. Es por ello
por lo que al decírtela la percibo como devaluada.
Te quiero varias veces más de la dimensión que abarcan esas
palabras.
Creo hoy en día, que el amor son dos personas que se dan la mano
sin apretar demasiado, confiando en que no se van a soltar el uno al otro. Por
eso es tan difícil que funcione, porque a veces uno siente la necesidad de
apretar por los dos, o el otro se siente demasiado apretado y por ello no puede
irse.
Ausencia de equilibrio que desemboca en destrozo y destrozados.
Y como no sé si lo sabes, me
gustaría decirte como novedad que yo nunca voy a volver a ponerte condiciones o
voy a apretarte demasiado. Me enamoré de ti cuando la enfermera me indicó que
eras tú quien estaba en esa incubadora con el brazo levantado saludándome, al
rato te vi salir siendo libre y
libre quiero que seas.
Me voy a arriesgar otra vez, aquí voy, estoy
apenas recogiendo los pedazos que quedaron de mi corazón, para ver si puedo de
nuevo conquistar tu amor… Faltan muchas piezas, me falta confianza, me falta
valor, pero aquí voy de nuevo sintiendo que es el momento, con muchas
inseguridades y con muchos miedos, pero prefiero terminar con el corazón roto que
dejarte de amar.
Un buen café posee el suficiente poder de persuasión para cambiar a las
personas. Solo me gustaría charlar, mirarte a los ojos y hablar
a tu corazón, compartiendo ese café.
Si la cosa funciona, a coleccionar años juntos, y si esta separación es
definitiva, a reconocerlo, vernos poco, pero vernos, para saber del otro, no
somos dos desconocidos, tenemos un hermoso pasado juntos.
Únicamente mientras quieras y
mientras quiera, vamos a juntarnos algún día, ojalá sea pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario