viernes, 30 de noviembre de 2018

Moscas negras


Constanza Aimola


Camila Reyes nunca imaginó que un dolor de estómago la llevaría directamente al momento más erótico de su vida. Era una mujer humilde, bogotana, nacida en los cerros orientales de la ciudad en un barrio de invasión llamado Estrella. Un hogar sin padre fue su cuna, su madre fue la encargada de tener el nido tibio cubriendo las necesidades básicas para su supervivencia, sin embargo, apenas pudo tenerlo a salvo. Vivían en un lugar en el que dos mujeres debían defenderse como fieras, en una selva en donde solo el más fuerte tenía el derecho de sobrevivir. Fue llegando a los cincuenta años que Marcela, como se llamaba la mamá de Camila, logró conseguir un trabajo medianamente estable, como mucama en unas residencias en el centro.

Tuvo una infancia en donde le faltó todo. Sus pies desde muy pequeña tenían callos porque los zapatos eran un privilegio que conoció cuando trabajó y pudo comprárselos. La piel de su rostro tenía manchas oscuras, las cremas y los bloqueadores eran lujos a los que nunca tuvo acceso.

Estudiaba un mes sí y el otro no. Tuvo que luchar por recibir educación, solía escuchar las clases acurrucada debajo de la ventana del salón de la escuela, porque su madre pocas veces tenía cómo pagar la mensualidad así fuera un valor simbólico.

A la edad de diez años la violó el padrastro de turno, un conductor de bus que le prometió a su madre un futuro sin necesidades. Este idilio duró dos años, en los que veía los fajos de billetes de poco valor y miles de monedas que su mamá le ayudaba a separar por montones. A todos les parecía la gloria después haber pasado tanta necesidad. En esa época no les faltó comida, de vez en cuando salían de paseo y un día le regaló un vestido con una pollera corta, blanco y azul, que se convirtió en el artilugio con el que perdería violentamente su virginidad.

Este fue el primer día en el que se cumplió el presagio de la señora Zoila: cuando algo malo está por venir, de la nada aparecen moscas negras, de esas pequeñas que se amontonan en la fruta que se pasó de madura, de las que se posan en los rincones, se pegan a la puerta de la entrada de la casa, aparecen debajo de las sillas y en el baño. Son una plaga inmunda que, por lo general, llegan acompañadas de un aguacero torrencial con truenos y rayos, a veces inclusive se va la luz.

Doña Zoila, una vecina de la cuadra del barrio, pasaba horas echándoles cuentos que involucraban supersticiones, le creían poco aunque parecía muy convencida. Era común ver a la mamá de Camila tejiendo sombreros. Todos la miraban asustados y ella les hacía cara de que no le creyeran, pero solo cuando empezó a crecer, se fueron cumpliendo poco a poco cada una de sus palabras. Camila se dio cuenta de que su mamá no quería que tuviera miedo, pero nada pudo impedir que creciera y se enfrentara a la realidad.

Pasaron veintidós años, en este tiempo Camila logró con mucho esfuerzo terminar la primaria y el bachillerato, trabajó como cajera en un supermercado, vendió comidas rápidas en un carrito en la esquina de su casa, se enamoró perdidamente ocho veces y siempre creía que era el amor de su vida. José Miguel Sarmiento fue el último novio, le llevaba veinte años, por lo general sus parejas eran mayores, tal vez buscando esa figura paterna que nunca tuvo. Con él se fue a vivir y tuvieron dos hijos. Ahora sus hijos tienen siete y cuatro años. No es feliz, no cree que haya cumplido sus sueños, y lo peor es que está segura de que ya nunca los podrá realizar.

Sigue viviendo con el papá de sus hijos, su relación es tranquila, su esposo es como un fantasma, de hecho sus hijos también, constantemente piensa que su vida sería igual si no existieran. Constantemente se siente incompleta, su salud física y mental no son buenas, ha ingresado a la clínica por dolores que no tienen explicación, ansiedad, delirio de persecución, depresión y angustia. Sin embargo, el día en que cambió su vida no fue como siempre.

No pasó buena noche, tuvo pesadillas y sudó muchísimo al punto de sentir que se había dado una ducha, los dolores de estómago eran insoportables y la hacían despertarse con sobresaltos. Al siguiente día tenía dolor de cabeza intenso y sentía como si un tractor le hubiera pasado por encima. No quería levantarse y le rogó a su esposo que le ayudara con los niños ese día para poderse quedar un rato más en la cama. Era jueves y debía ir a trabajar. Estaba vendiendo ropa en un almacén popular cerca a su barrio, pero no quería ir por eso llamó a disculparse y más bien salió para el hospital.

Camila insistió en que la atendiera el doctor Valderrama, un internista que le ayudaba formulándole calmantes y le daba varias muestras de las que le regalaban los visitadores médicos, de este modo, con poco dinero podía soportar el dolor de cuerpo y alma, así como las enfermedades fantasmas. Se había aprendido bien los síntomas y los había hecho suyos. Ese día además de sus dolencias, tuvo que lidiar con la noticia del fallecimiento del doctor Valderrama. Estaba furiosa, sin embargo, se sentía tan mal que accedió a que la atendiera la doctora Laura Acosta, médico de universidad pública, joven, bonita, sin hijos.

En la consulta la doctora se portó muy bien, era amable, parecía entender todo lo que le estaba pasando, inclusive le dijo que se sentía identificada con ella pues en algún momento de su vida tuvo síntomas que ningún médico lograba desentrañar, y que finalmente resultaron deberse a una rara enfermedad autoinmune. Laura se mostraba dispuesta a ayudarle para que se sintiera mejor y hacer todos los exámenes posibles para detectar una enfermedad similar a la que ella tuvo.

El tiempo entre citas se empezó a acortar, al culminar el año Camila estaba pidiendo una a la semana, aveces solo para hablar con su doctora a quien no parecía importarle, más bien, creía que le agradaba atenderla. Entre estos encuentros encontraron algunos aspectos que tenía en común aunque en diferentes condiciones, puesto que eran de mundos distintos. Habían leído y amaban algunos libros, hablaron de cine y preferían la carne poco cocida. Este tipo de cosas eran las que llamaban la atención de Laura, era lo que le atraía de Camila, con poco dinero y recursos parecía haber logrado cosas maravillosas. Por ejemplo, nunca había salido del país, sin embargo, podía tener conversaciones de lugares del mundo que parecía conocer, pero que solo lo hacía por medio de los libros en un ejercicio autodidacta.

Las citas no se prolongaban más de veinte minutos, sin embargo, Camila lograba aprovechar bien el tiempo. Mientras tanto Laura tenía la hipótesis de que lo de Camila no era una enfermedad física, que más bien todo era un problema mental, miedos y dolor acumulados durante la infancia, por lo que iba a remitirla a psiquiatría.

Este era el día, en esa cita la remitiría al psiquiatra. Fue un encuentro corto pero agradable, le regaló algunos medicamentos y un libro con técnicas de dibujo para que perfeccionara uno de sus artes. Al entregarle la orden de remisión y decirle que pensaba que ya no tenía nada que hacer con su caso pues no había algo en lo que pudiera trabajar, era evidente su cara de insatisfacción y rabia. Su estado de ánimo se veía representado físicamente en vértigo y a nivel emocional en mucha angustia y excitación. Salió de la oficina, estaba aterrada porque no sabía que era lo que le pasaba, pero sacó valor para regresar. Pensó que la iba a invitar a tomar un café y salir del consultorio en donde estaba un poco cohibida de contarle lo que inexplicablemente estaba sintiendo.

Cuando regresó, la doctora estaba en una reunión, sin embargo, Camila insistió en que debía interrumpirla para atenderla. Le causó curiosidad la razón por la que podría requerirla fuera de consulta pero accedió a recibirla. Laura se negó a salir, no iba a tomar ese café, sin embargo, estaba atenta a lo que le tenía que decir, pero nunca imaginó que sus palabras fueran que se había enamorado de ella, quería que estuvieran juntas, empezando de cero una vida lejos de sus parejas y familia. Terminando esto cerró la puerta, la empujó contra el escritorio, fuerte le subió la falda y le acarició con fuerza el cuello. La besó desenfrenadamente y Laura le correspondió. Entre besos y gemidos traqueaba el escritorio mientras la tocaba. Todo el tiempo le repetía que la deseaba como nunca a nadie, le respiraba en el oído y le pedía que le dijera que la amaba como ella lo hacía. La asistente administrativa intentó abrir la puerta pero tenía seguro, por lo que la forcejeó, interrumpiendo abruptamente aquel apasionado momento. Laura se limpió la boca con la manga de la bata porque Camila le había dejado la marca de su labial color naranja. Recibió los papeles que tenía que firmar con el pulso alterado, estaba confundida, no sabía lo que estaba sintiendo, lo único que pudo hacer con la voluntad que le quedaba era sacarla del consultorio. Con un aumento considerable de la voz le pidió que se fuera y que no volviera nunca más, rechazaría las consultas que pidiera con ella. Así fue, en adelante no la atendió más, bloqueó el número de su celular y hasta intentó denunciarla, porque no paraba de enviarle mensajes de texto y buscarla por las redes sociales declarándole su amor, sin embargo, la policía no recibía la denuncia porque en ningún momento estaba agrediéndola o amenazándola, por lo cual no se consideraba acoso.

Ya habían pasado dos años y Camila seguía contactando a Laura, la buscaba y perseguía donde fuera. Era común encontrársela en lugares públicos, alejada pero haciendo presencia, fastidiándola, logrando incomodarla. Camila había tenido a lo largo de su vida algunos ingresos a instituciones para atender sus desordenes mentales, en estos dos años, al menos cuatro veces, teniendo que permanecer como mínimo un mes. Durante este tiempo Laura lograba estar tranquila porque Camila no tenía acceso a teléfono o internet para contactarla, sin embargo, cuando salía la llamaba o escribía de diferentes correos, celulares y con distintos perfiles en las redes sociales. Laura tenía guardado todo como evidencia para una posible denuncia, sin embargo, Camila fue muy cuidadosa y nunca escribió algo negativo o comprometedor.

Camila nunca había sentido esto por nadie, mucho menos por una mujer. Se culpaba, lamentaba el rechazo de Laura y esto la hacía inmensamente triste, pero también muy enamorada y este sentimiento era más fuerte que todos sus miedos. Mientras la doctora hacía todo por rechazarla, Camila sentía que Laura estaba en negación porque con ella podía empezar una linda relación, por lo menos era lo que había sentido aquel día en su oficina, amor y loca pasión, según su concepto los únicos ingredientes necesarios para iniciar una relación dejando todo atrás.

Tenía que tomar medidas más drásticas para captar la atención de Laura y que aceptara lo que sentía, dejando fluir sus más íntimos deseos. Así fue como resolvió pintar un grafiti en la pared del hospital con sus nombres y apellidos enmarcados en un corazón. La estrategia funcionó, Laura la llamó de inmediato y aceptó que se vieran. Le pidió que no hiciera este tipo de cosas y que iban a verse para hablar. Debía ser en un lugar apartado del hospital y de las casas de cada una de ellas, Laura le permitió a Camila que eligiera el lugar y que le diera la dirección, el día y la hora en la que iban a encontrarse.

Estaba hecho, motel Palmas en el centro de la ciudad, a las nueve y treinta de la mañana del jueves diecinueve de enero. Allí se encontraron, Laura llevó una botella de vino que se tomaron con otra de menor calidad que adquirieron en el sitio. Ya algo ebrias, conversaron sentadas en la cama por varias horas como siempre lo habían hecho, hablaron de distintos temas, pidieron para almorzar un jugoso churrasco y se dedicaron tiempo de calidad una a la otra, haciendo el compromiso de apagar los celulares.

Ya se acercaba el fin de la tarde cuando por fin Camila tomó de la mano a Laura, le tocó la cara suavemente y le dijo que la amaba y la deseaba, sin importar que pasara el tiempo sus ansias de tenerla cerca se mantenían intactas. Laura en voz baja y dulce le dijo que ya que tocaba el tema ella también la había estado pensando, la estimaba, pero debía recordar que estaba casada, enamorada de su esposo y no le gustaban las mujeres. Esta era la última vez que se verían y tendrían que romper el vínculo, ya que nunca podría corresponder sus sentimientos.

Camila no enloqueció, ninguna lágrima brotó de sus ojos, permaneció seria y totalmente muda. Se metió en el baño y no volvió a salir. Laura la dejó por unos minutos, luego empezó a tocar la puerta y a hablarle en tono bajo, intentó entrar y finalmente la llamó con insistencia, fuerte por su nombre. Caía un torrencial aguacero, los relámpagos iluminaban toda la habitación. Como no había respuesta, tomó un cuchillo y abrió la puerta, se encontró con Camila colgada con el cable de la ducha. El silencio sepulcral se apoderó de la habitación, Laura no podía hacer más que tomarse la cara con las dos manos, su llanto era ahogado y se opacaba por la respiración agitada que le ocasionó un fuerte dolor en el pecho.

Miles de pensamientos pasaron por su cabeza, nadie creería su versión, ella no solía frecuentar este tipo de lugares ni personas. En este momento recordó el corazón que todavía estaba pintado afuera del hospital, alguien podría relacionarla con esa muerte, de esta forma su carrera, matrimonio y familia quedarían arruinadas para siempre. Tenían la forma de vincularla con Camila, seguro que llegarían a ella, así que tomó la decisión de bajarla del techo, desató el cable de su cuello, la puso con dificultad sobre la cama, pensó cómo sacarla o en donde dejarla pero no podía pensar con claridad. Intentó meterla en la hielera del piso pero se encontró con uno de los empleados que le preguntó si necesitaba algo, que la nevera estaba fuera de servicio pero que si quería hielo él lo conseguiría. Aunque cuando se registró no dio su verdadero nombre y tenía gafas oscuras, ya había alguien que la había visto merodeando por ahí así que este no era el mejor lugar para dejarla.

Regresando a la habitación se encontró con el carro de la mujer del aseo y logró sacar unas bolsas negras grandes para la basura. Ya adentro volvió a tomar el pulso de Camila con la esperanza de que estuviera con vida pero comprobó que no tenía signos vitales y además sus ojos y labios eran de un color azul negruzco que confirmaban que estaba muerta. Una bandada de moscas salió de la ducha, se le paraban en la cabeza, no dejaban de fastidiarla.

Rompió las bolsas para que quedaran como una sabana e intentó enrollarla, pensó en tirarla por la ventana para que pareciera que había tenido un accidente, pero volvía a pensar que no podía darse el lujo de que la relacionaran con su muerte, teniendo los moviles perfectos para haberlo hecho. Así que tomó la decisión de descuartizarla. No era cirujana pero había tenido formación como para conocer la mejor forma de partir en pedazos un cuerpo. En este momento las moscas se habían multiplicado, abrió las pequeñas ventanas detrás de la cama y con una almohada intentaba que salieran, pero parecían estar muy cómodas y no dejaban de revolotear en toda la habitación.

Forró la cama con algunos plásticos y utilizó el cuchillo que les había servido para partir la carne. Cortó, rajó, desgarró. Empezó por la cabeza, luego siguió con los brazos y terminó con las piernas, asegurandose de cortar por las articulaciones para no tener que partir el hueso, no podía hacer ruido ni tampoco tenía las herramientas suficientes. Sudaba profusamente, sus dedos estaban ampollados y pasó toda la noche partiendo en pedazos a la mujer que se había enamorado de ella.

Envolvió las partes en el cubrecama, les hizo un nudo con la cuerda de las cortinas y las metió debajo de la cama. La lluvia no dejaba de caer y las moscas de fastidiar. Prendió su celular y encontró treinta y dos llamadas perdidas de su esposo. Lo llamó, le dijo que se había quedado sin batería y atrapada fuera de la ciudad en medio de la tormenta mientras dictaba una conferencia en la universidad en la que era docente. Su esposo no estaba convencido, pero ella le aseguró que dormiría en la casa de su hermana y volvería al día siguiente.

Esperó a que amaneciera, abrió la puerta y se asomó al pasillo de las habitaciones. Cuando había ya salido casi completamente se encontró con la señora que arreglaba las habitaciones. Se presentó y la llamó doctora Laura, le preguntó por Camila y le dijo que era Marcela, su madre. Tenía unos descuentos por ser empleada del lugar, su hija le había contado mucho acerca de su amiga Laura, así que le consiguió una reserva para una velada de chicas. No era mucho para la mayoría, pero para ellas era una cómoda guarida, la oportunidad de disfrutar de un lugar tranquilo, una cama limpia y agua caliente.

Una sonrisa nerviosa se pintaba en su cara mientras cerraba la puerta y le decía que estaba bañándose y ya salía. No sabía qué iba a hacer, así que pidió disculpas y entró de nuevo en la habitación. No tenía salida, tenían todo para culparla, además de parecer que la había matado, la descuartizó. En qué momento se le había ocurrido aceptar esa invitación y más por qué no había utilizado la cicuta que había llevado por si Camila se ponía pesada. Tenía planeado darle el veneno antes de despedirse para que hiciera efecto cuando ya no estuvieran juntas, tal vez en la calle, sola, sin que nadie las conectara. De todas formas tenía claro que no iba a dejar que estropeara su vida, pero no se explicaba en qué momento decidió partir en pedazos su cuerpo. Había cometido muchos errores por salirse de su plan, esta era la primera vez que le pasaba, pues se caracterizaba por ser fría y calculadora. Su secreto es que no era la primera vez que un paciente se enamoraba de ella y que accedía a tener una aventura, muchos le decían que despertaba bajas pasiones, la diferencia era que en otras oportunidades los había logrado eliminar sin remordimientos ni evidencia.

Se acostó después de pegarse en la cabeza contra la pared como para hacer que las ideas brotaran de su mente, lloraba desesperadamente y se revolcaba repitiendo lo estúpida que había sido. En ese momento la mamá de Camila tocó a la puerta anunciando el servicio de aseo de la habitación. Como estaba con seguro, llamó a Laura por su nombre y trató de abrir con fuerza la chapa. Laura no fue capaz de contestar y sintió que no tenía salida. Quedaba un cuarto de vino en una de las botellas, vació el veneno que pensaba utilizar con Camila y se lo bebió. Se metió debajo de la cama junto al cuerpo descuartizado de Camila en donde miles de moscas negras se posaron sobre ella provocándole el más profundo asco y fastidio. Empezó a gritar y un ataque de pánico se juntó con el veneno que estaba empezando a hacer efecto, su corazón dejó de latir y quedó muerta justo cuando la policía violentó la puerta logrando entrar a la habitación llena de moscas negras.

lunes, 26 de noviembre de 2018

La Comarca y sus duendes protectores

María Elena Delgado Portalanza


En un lejano pueblo de la serranía andina, llamado La Comarca, vivía Marina, una fornida costurera de unos cuarenta y cinco años que se había quedado sola porque su único hijo, una vez que se recibió de ingeniero, decidió vivir en el extranjero.  Sus acompañantes eran: una gata que se llamaba Gertrudis, un perro que respondía al nombre de Sargento y el loro Matías que todo el día imitaba el canto y la risa de Marina, los ladridos de Sargento y el ronroneo de Gertrudis.

La gente del pueblo apreciaba a Marina y nunca le faltaba trabajo porque era muy dedicada y solía entregar sus encargos bien confeccionados y a tiempo. Mientras cosía ella cantaba feliz «A rorró mi niño» y Matías también tarareaba la misma canción. Algunas veces ella salía a hacer compras y las vecinas, ¡Qué raro!, escuchaban sus cantos, ¡pero no era ella!, era Matías que cantaba igual a su dueña.  Sargento redoblaba la guardia y Gertrudis con su larga cola se acostaba en el borde de la ventana, cual gran esfinge egipcia. Todos ellos esperando a su ama.

Las tres mascotas se llevaban bien y recibían mucho amor de Marina. Gertrudis jugaba con Sargento, su compañero de juegos desde que eran cachorros. Matías, un loro atrevido, se divertía halándoles los bigotes a los dos y los llamaba por su nombre como lo hacía Marina.

Se diría que todos vivían felices en aquella casita blanca rodeada de jardines al frente de una montaña llamada Cerro Hermoso. Al otro lado de la montaña, donde brillaba cual espejo una magnífica laguna de color esmeralda, se aspiraba un fresco olor a pinos y crecían siervos, patos y gallaretas.

Como contrastando al silencioso y bello lugar, se había escuchado voces atemorizadas en el pueblo de que existían algunos duendecillos, quienes serían  los guardianes de esas cordilleras y que las personas no podían ir más allá del sendero que asciende a la montaña porque ellos se lo impedirían de cualquier forma.

A Marina nunca le habían preocupado esos comentarios porque ella era muy bondadosa y pensaba que si los duendes estaban en ese lugar, era porque su deber sería cuidar la montaña.

Dada la belleza del  paisaje, con el pasar de los años comenzó un peregrinar de gente y se empezaron a construir hostales y cabañas para recibir turistas. Talaron algunos árboles para dar paso a las carreteras, ya se escuchaban las motosierras, los tractores, los taladros. Mucho ruido y todo un movimiento inusual en el pacífico recinto.

La quietud de esos parajes  se vio convulsionada en un ir y venir de  gente; se decía que era el progreso pero entonces  empezaron a suceder  fenómenos no vistos antes. Un bote que llevaba turistas por la laguna se viró, dándoles un buen susto a los ocupantes que se salvaron de morir ahogados por la acción rápida de los aldeanos. Al día siguiente un carro que conducía viajeros estuvo a punto de caer al abismo, por último el puente que conecta el sendero de la montaña con el pueblo se derrumbó. Muchas leyendas se tejieron y todos decían que la montaña estaba embrujada, a excepción de David Thompson, un empresario canadiense que se burló de esos comentarios manifestando que eran solo supercherías y que no se movería de ese lugar, en el cual estaba organizando un complejo con cabañas, canchas deportivas, una gran piscina temperada y algunos caballos para que los turistas recorran los prados.

El empresario tenía inversiones inmobiliarias turísticas en varios lugares del mundo, sin embargo, estos parajes andinos produjeron una fascinación especial en él, su esposa y su hijo Roberth.

Al pequeño Roberth, le llamaban en el pueblo el Gringuito, cuando conoció Cerro Hermoso le gustó tanto que le dijo a sus padres que debían quedarse para siempre a vivir ahí. Su madre se mostró complaciente con su hijo, aunque se inquietó un poco cuando el niño le conversó de voces amigas que le hablaban desde esa montaña de cuatrocientos cincuenta metros. Luego lo olvidó pensando que eran fantasías propias de la edad.

Un soleado día, el Gringuito jugaba en los jardines persiguiendo mariposas de llamativos colores que revoloteaban entre orquídeas y bromelias silvestres que crecían alrededor del Cerro Hermoso, el niño corría, se reía y… ¡Luego ya no lo vieron más!… ¡Desapareció como por arte de magia!  Su padre aterrado organizó un gran operativo de búsqueda y recorrieron cada rincón de la montaña sin hallar rastros del niño. Pasaron dos angustiosos días sin saber nada del pequeño Roberth cuando al tercer día apareció al otro lado de la montaña cerca de la laguna, caminando muy tranquilo y contando una serie de historias inverosímiles; de hombres de su tamaño vestidos en forma rara, de naves voladoras con muchas lucecitas, pero gente muy buena que lo cuidó y lo alimentó. Se veía muy tranquilo y contaba emocionado que lo llevaron a lugares de increíble belleza. El niño fue trasladado inmediatamente a la ciudad para hacerle una serie de exámenes médicos, no encontrando ninguna anomalía. Aunque sus padres notaban ciertos cambios en su comportamiento y lenguaje, impropios de su edad.  Por ejemplo, se mostraba preocupado por el calentamiento global y la agresiva contaminación del ser humano al medio ambiente.

El señor Thompson después de esta experiencia ya no quiso saber nada de ese lugar y puso en venta su propiedad.

Algunas personas muy atemorizadas se trasladaron a vivir a otros pueblos vecinos y los turistas no llegaron más. La Comarca, a fuerza de contar tantas historias se convirtió en un pueblo olvidado y temido.

Marina y sus ocupantes siguieron viviendo felices. De lejos se escuchaba el «A rorró mi niño» en su casita con vista a la montaña y observando volar a lo lejos en las cumbres más altas al gran cóndor  de los Andes, que se rumoraba sería  el verdadero guardián del lugar y muy amigo de los duendes de La Comarca.

La constelación perdida


Camila Vera


Cada día es igual, me toca despertar muy temprano, desayunar yogurt con fruta, ver que mis hermanos gemelos de siete años no se peleen en la cocina mientras mamá trata de coordinar la vida de ama de casa con la de mujer emprendedora. Mi padre es médico y sus interminables guardias nocturnas lo dejan en un estado de zombi, apenas nota nuestra presencia alrededor de él, no me quejo por ello, salva vidas pero la de nosotros le es un poco indiferente, a no ser que estemos muriendo o finjamos estarlo.

Me gustaba tomar el autobús hasta la escuela, pero desde que empecé a subir de peso considera mi madre que caminar es una mejor opción, por lo tanto salgo antes que mi familia para recorrer sola unos interminables kilómetros hasta la secundaria, donde la gente llega con todo el glamour que pueden imaginar y yo con gotas de sudor sobre mi labio, un imán para chicos, sin duda alguna.

Me llamo Stefania, he vivido aquí toda mi vida y estudiado en el mismo lugar también, me considero una «rata de biblioteca» porque encuentro en los libros aquello que la realidad no puede darme, he explorado todo género, desde comedias románticas cliché, mitología, suspenso y algo de astronomía, las estrellas te pueden entregar un místico universo tan indescriptible como en el que caminamos. A veces me gusta pensar mucho en el cielo y sus constelaciones. Hasta que encontré un libro completamente único en su especie.

Daba mi paseo habitual por las bellas estanterías de libros con las que cuenta mi secundaria, hasta ingresar a la sección de oscuridad. Esta parte de la biblioteca fue abierta por una huelga creada por los metaleros y góticos de la escuela que sentían que violentaban sus creencias al tener muchos libros de espiritualidad y nada de sus cosas extrañas. Después de firmas que considero fueron falsas se les otorgó una repisa, donde solo hay cinco libros, nadie se acerca a ese lado de la biblioteca, pero ahí me encontraba. Este día había seis ejemplares, así que tomé al intruso; era un libro pequeño, algo rasgado y con marcas de mucho uso. Sin un título en la portada.  

Abrí el libro, solo tenía unos dibujos y unas frases que citaré:

«Yo… estoy perdido, esta es mi forma de pedir ayuda, no estoy seguro de si funcionará, pero perdí mi norte, mi todo. Solo ya me cansé, el día se acerca. Firma: Adriano».

La bibliotecaria me estaba observando desde muy lejos, no es común que alguien se quede más de unos segundos frente a los libros oscuros, así que lo llevé conmigo a las mesas de lectura, releí unas veces más la carta de auxilio del desconocido y decidí contestar, sonará a una tontería, pero algo me ha enseñado mi papá, cuando uno pide ayuda, tú se la das.

«Yo… no estoy segura de cómo ayudarte, pero sé que no estás solo, nunca lo estamos. Ahora me tienes a mí. Te encontré. Firma: La Osa Mayor».

Esperé que el timbre del almuerzo anuncie la siguiente hora de clase y dejé el pequeño libro en su lugar; me fui algo convencida de que no tendría respuesta pero al mismo tiempo impaciente por regresar. ¿Qué podría pasar?

Esa tarde caminé pensando en el libro, el tiempo que lleva en la biblioteca, cómo nadie lo ha notado antes, quizás es una broma para algún proyecto, necesitaba saber más. Quería que el tiempo pase deprisa para poder llegar a la secundaria y correr a la biblioteca. Pensé mucho en él, en la persona perdida, en un plan para encontrarla. Imagino que es alto, quizás un mechón de su cabeza tapa uno de sus ojos, delgado y con una sonrisa nerviosa, usa pulseras de alguna banda de rock pesado, creo que está en último curso o hasta podría estar más cerca, en un remoto caso le gustaría, me pediría una cita y hablaríamos de las estrellas, de su belleza y de su inmensidad, nadar en constelaciones hasta que el norte nos regrese a la vida y la magia quede escondida entre las páginas de un diario que pide auxilio y encuentra una mano. Necesito ir ya a la estantería de la oscuridad.

Todo iba tan lento, hasta que los veinte minutos de caminata que me separan de la secundaria se consumieron, quedando frente a frente a la puerta de la biblioteca, la cual aún cerrada sentía que me llamaba.

─Buenos días, Stef. Parece que has madrugado para abrir la biblioteca. ─Ella es Stella, la chica que cuida el reino de los libros, es muy joven y la hija del director, trabaja aquí hace tres años, es una gran lectora a pesar de su pinta de fashionista, no habla mucho, solo existe.

─Pasaba a saludar y ver qué hay de nuevo.

─Sabes que vas a encontrar lo mismo que ayer y antes de ayer.

─Espero hoy sorprenderme.

─Está bien, abrimos en una hora, pero debo limpiar las estanterías, si gustas pasar…

Era muy tarde, ya había entrado. No podía ser tan ansiosa y acercarme inmediatamente a mi destino, así que realicé mi paseo normal por cada rincón, esperando que Stella no perciba más comportamientos inusuales en mí. Desde lejos pude ver el libro, no estaba de la misma forma que el día anterior, ¡eureka!, Adriano estuvo aquí.

«Yo no esperaba tener una respuesta, seguí el consejo de una vieja amiga al dejar el libro en esta estantería, sin pensar que alguien podría tener interés en abrirlo. Bienvenida a mi galaxia, no te ofrezco galletas ni leche, pero sí una buena historia y aún mejor, un épico final fichado en el calendario. Ponte cómoda, Osa Mayor, esta es la historia de la constelación perdida. Firma: Adriano»

Me quedé sin palabras, estuvo aquí, pero no sé a qué hora, ni cómo lo hizo, simplemente me atraía su galaxia de una forma indescriptible, la idea de conocer más de él hacía que sonría. Sé que soy una adolescente común de quince años amante a los príncipes de cuento, es irreal encontrar a uno que te invite a su mundo, solo a unas páginas de distancia, se volvió mi pequeño secreto, algo completamente mío, Adriano. Empecé este mes de octubre con las expectativas más bajas, ya es el décimo día y siento un brillo diferente, ya no sé quién es el norte, si él o yo.

«Yo no te conozco, pero quiero hacerlo. Cinturones abrochados, cuenta regresiva y despegue. Llévame a tu galaxia. Firma: Osa Mayor».

Pensé mucho en las constelaciones perdidas durante el resto del día, son aquellas que con el tiempo se ven difusas y simplemente dejan de contar, sus límites se pierden. Traté de interpretar su mundo, quizás es un chico incomprendido, pero tengo que ser sincera, en la secundaria todos somos personas a las que no logran comprender; he tratado de que mis padres entiendan mi amor por la lectura y la astronomía por tantos años pero ahora, siento que la brecha crece cada vez más. Mi madre creó una empresa de venta de flores con mi tía, ahora compran y venden a muchos locales importantes, visita empresarios y también proveedores, dejándome con los revoltosos de los gemelos. Mis hermanos son un milagro de la ciencia, mi madre se había hecho la ligadura de trompas después que nací, pero mágicamente llegaron los dos frijolitos a la familia, Alessandro y Dante, hacen mi vida un dolor de cabeza, pero sin ellos no tendría nada que hacer después de clases.
En ese momento sentí un codazo de Ethan. Él es mi mejor amigo desde los cinco años y se preocupa mucho por mis calificaciones, quizás más que yo.  

─Señorita Bozo, su tarea. ─El maestro de Álgebra estaba justo frente a mí, no sé cuánto tiempo lleva diciendo mi nombre, se ve muy molesto.

─Ehhhhh… justo pensaba en eso, la dejé en la biblioteca, puedo traerle un certificado de la bibliotecaria como prueba, está en la mesa… en la parte de lecturas. Si me autoriza voy por ella en este momento. ─De seguro esto sería otro reporte más a mi historial, simplemente no le agrado a él como no me agrada a mí.

─Tiene cinco minutos para regresar.

No esperé un momento más, vi a Ethan como pidiéndole ayuda y salí con un bolígrafo en mi mano rumbo a mi lugar favorito, pero no por mi tarea incompleta específicamente. Stella estaba en el mostrador, la saludé con la mano y corrí al estante oscuro. El libro seguía ahí, todo fue como un impulso.

«Yo he amado toda mi vida muchas cosas que los prejuicios repudian, cegándonos y haciendo que viremos la cara; una de esas pasiones son las estrellas. Sé bien quién eres Osa Mayor, nos hemos topado en este mismo lugar, en el mismo pasillo, visto a los ojos, pero no observas; no te juzgo, todos lo hacen porque es la salida fácil. Pero tuve una constelación en algún lugar del gran cosmos que comprendía cada movimiento, pero se perdió. Yo aún tengo claro el recuerdo y busco interminablemente su perfil en el inmenso cielo. Me han obligado a olvidar igual como lo hicieron los demás, pensando que sería sencillo, me confinaron entre las rejas de sus creencias. Me siento perdido, pero no será por mucho tiempo, el día se acerca. Involucrarte en esto es innecesario, el final está fichado, marcado y esperado. Solo te dejaré una lección pautada entre estas páginas de un diario donde escondí mi pena, las respuestas que buscas están en las mismas estrellas. Firma: Adriano».

No sabía si era el enojo que me causó el maestro al interrumpir mis pensamientos, o lo evasivo que era Adriano en su nuevo escrito, aún peor el hecho de que lo tuve en frente, puede ser porque tiene ya un amor al que no olvida; simplemente la rabia se iba apoderando de mi cuerpo adolescente que controla muy poco sus emociones como para pensar cuerdamente, solo dejé que las palabras se apoderaran de mí.

«Yo no sé entonces por qué dejas un libro para que lo encuentre, si tan enamorado estás de ella por qué no vas y la buscas, dejando de causar pena por los rincones. No sabes quién soy, ni me conoces bien. Problemas tenemos todos, el tuyo no significa que sea más o menos que el mío, quería ser tu amiga, conocerte más, pero me queda claro que no quieres a nadie más que esa noviecita tuya perdida, para qué me das esto entonces, busca alguien que le importe. Bueno, las estrellas dicen mucho y callan otras tantas cosas, por mi lado prefieren no decir más. La próxima vez que me veas mejor baja la mirada porque yo no puedo andar esperando hasta que se te ocurra que es el momento indicado, es todo lo que debo decir. Adriano, te deseo lo que quieras y espero que sí hagas algo grande para que recuerden a tu noviecita que de seguro ya te olvidó, porque en el mar hay más peces, déjate de ridiculeces y regresa al hoyo donde de seguro te estás escondiendo en este mismo momento, que para dramas ya tengo bastante con mi propia vida. Osa Mayor, cambio y fuera».

Cerré el libro y lo puse en su lugar, Stella me hizo un certificado indicando que mi cuaderno desapareció para que me permitan ingresar a clase, de todas formas al profesor no le interesó en lo más mínimo la nota así que la guardé en mi maleta mientras caminaba lejos de Ethan para que no me haga preguntas estúpidas por mi cambio de humor. Solo quería recorrer los tontos kilómetros que me obligan por mi peso, como si tuviera algo de malo mi cuerpo, llegar a mi casa, ignorar a los gemelos y si fuera posible hibernar hasta la próxima temporada con mi grasa, pero sobre todo no volver a saber más de Adriano y sus dramas.

Los días pasaron, mi mal genio se modificó, mis hermanos tuvieron su primer diez del parcial, mi padre pidió vacaciones unos días así que viajamos a acampar frente a un rio lo que fue algo sumamente relajante para mí. Algebra sigue siendo un dolor de cabeza, pero no tanto como Ethan y sus aires de conquista con una niña idiota del salón que no le presta atención, le romperá el corazón. Terminé mi libro de constelaciones y ahora leo una trilogía sobre ángeles que me aburre mucho pero está de moda. Octubre sigue siendo un mes interminable.

Mentiría si digo que la curiosidad por Adriano acabó tan brutalmente como mi explosión de mal genio en su pequeño libro, después de ese viaje pensé mucho en el pobre chico perdido que añoraba ayuda, de cuántas veces lo vi, hasta si se encontraba en ese momento mirándome destrozar con mis palabras su libro. Pasé por la biblioteca posteriormente pero no había rastro de notas. Deje un post-it en el mismo lugar pidiendo disculpas y una respuesta, pero fue inútil. Por lo tanto empezó mi investigación.

─Stella, ¿tienes tiempo para mí, un ratito?

─Dime, querida, ¿algún problema con tu ejemplar?

─No es eso, quería saber si has visto a un chico rondando por la estantería de la oscuridad últimamente, ya sabes, curioseando.

─Sabes que no me percato de eso, he tenido muchas cosas que pensar y hacer estos días, no he notado nada. No olvides firmar el registro de asistencia, has venido tan seguido que no he contabilizado tus entradas y salidas.

─No te preocupes, dame el registro y yo anoto los días que he venido, los recuerdo muy bien.

─Pero date prisa, sabes que no puedes manipular esos registros.

─No me demoro nadita.

El registro es un libro que esta fichado por días y que solo puede ver Stella para el inventario de asistencia en una reunión que se realiza mensualmente; rápidamente pasé mi mirada por los nombres en busca de Adriano, no mucha gente se llama así. Revisé todo el mes de octubre que estaba vigente, pero no había nadie, ese fue el momento en que empecé a creer que era un seudónimo, así que solo tenía su letra como guía; rebusqué un par de veces antes de que Stella regrese, pero ninguno de esos jeroglíficos era similar a la letra del libro. No me quería dar por vencida así que revisé otros meses pero no había mucho cambio. Respiré un segundo y devolví el registro a su lugar. ¿Quién es Adriano?
Ethan estaba más que al tanto de todo el misterio ─que debería haber mantenido en secreto, pero era imposible─, por si quedaba la duda preguntamos por ese nombre un par de veces en otros cursos, pero todos nos veían extraño y no prestaban atención a nuestra duda, solo nos quedaba ver la historia por otro ángulo.

─¿Qué más decía? ─preguntó Ethan.

─Que no quería que lo obliguen a olvidar, algo de una fecha fichada pero nunca dijo cuándo y también que está enamorado de alguien perdido, no lo sé, eran muchas cosas y estaba molesta.

─Eso no me dice mucho, recuerda más cosas, me estoy cansando de ir en círculos, han pasado ya dos semanas desde que encontraste ese libro; no quiero que esto te siga atormentando.

─Bueno, me hablaba de las estrellas, que las respuestas están ahí, de una constelación.

─Pero yo veo clara la respuesta, tú sabes de esas cosas raras, porque no buscas una constelación con el nombre de Adriano.

─No seas tonto, no hay una con ese nombre, pero no es una mala idea.

Ese día llegué aún más rápido de lo que pensé a mi casa, las constelaciones tienen nombres según a lo que se parecen, así que empecé la investigación con el significado del nombre, lo cual no me llevó a muchas respuestas. Hay muchos papas y reyes que han tenido ese nombre, así como un mar. Hasta que di con el emperador Adriano, y las cosas quedaron un poco más claras para mí, si no conoces su historia aquí va un pequeño resumen.

Adriano fue un emperador muy justo, realizó grandes reformas y trabajó por cierta protección legal a los esclavos, pero esa no es la parte interesante de este relato; sino el amor prohibido de este emperador con Antínoo, un joven griego que fue su mano derecha por varios años y murió accidentalmente ahogado en el río Nilo, desde ese momento Adriano buscó la forma de que no lo olviden y él tampoco hacerlo, creando así hasta una constelación en su honor. Unos años después se determinó que era parte de  Aquila ─que es un águila─ y fue descartada, llegando a llamarse la constelación perdida. Encajando gran parte de lo que el chico misterioso puso en su escrito, solo me quedaba intuir la fecha. Antínoo murió el treinta de octubre, quisiera equivocarme pero lo más probable es que ese sea el día, espero que haga solo una estatua, ¿cómo rememorar a alguien?

Ahora buscamos a un adolescente incomprendido que me conoce bastante bien para saber que sería la única que entendería lo de Adriano, pero que al mismo tiempo traté mal. Regresé a la biblioteca y dejé otro mensaje para él en el mismo lugar, escribí: «Descubrí lo que me querías decir, hablemos un poco. Estaré a la última hora de clase aquí. Te espero. Firma: Osa Mayor», pero nunca apareció, nadie había siquiera tocado la nota, ahora si me encontraba dando vueltas en círculos, quedan dos días para el treinta.

─¿No hay rastro del enigma? ─dijo Ethan sacando papeles de mi mochila.

─Sigo preguntándome qué hacer, no conozco a tanta gente para saber sus preferencias sexuales y mucho menos sé de chismes sobre personas que perdieron parejas, simplemente ignoro cómo encontrar la respuesta.

─¿Por qué acumulas tanta basura en esta mochila?, esperas que mágicamente se limpie sola, sin mí vivirías entre papeles.

─No he revisado eso desde que entré al instituto este año, ¿qué tantas cosas puedo tener ahí dentro?

─Fundas vacías de dulces, papeles, más papeles, algo más de basura…

─Detente ahí, conozco esa letra. Dame eso último.

─Es un certificado, de la tarea de algebra.

─Stella, es la letra de Stella, Stella es Adriano.

─Perdiste la cabeza, Stella no puede ser, ella no es estudiante y no tiene pinta de ser una lesbiana loca.

─¿Quién más tendría acceso al libro?, ¿quién conoce que me gustan las estrellas?, no tiene necesidad de estar en el libro de asistencia y es obvio que la persona que extraña no está en la secundaria. Tiene mucho sentido que sea Stella.

─Tenemos dos días para saber de Stella.

La mañana siguiente me acerqué donde la secretaria del director, casi nunca hablo con ella pero es amiga de mi mamá, fui con una mentira piadosa como si mi madre le mandara un recado que inventé al momento.

─¿Qué sabes de Stella, Mari?

─¿Por qué tanta duda, bebé?

─Es mi bibliotecaria favorita, le quiero dar un regalo, ¿me ayudas?

─Pues, es callada como ya sabes, terminó la secundaria con algunos problemas y su padre la trajo a trabajar aquí para que disfrute de la lectura, es todo lo qué sé. Quizás tú la conoces más que yo.

─¿Qué problemas tuvo?

─No estoy segura, querida, fue hace tanto. Creo que con una compañerita que perdió la vida y se puso muy triste, pero la terapia la ayudó mucho, se mudó más cerca de su padre y ahora trabaja, está bien. Es una linda chica.

─De eso tienes razón, Mari. Es mejor que ya me vaya a clase antes que me reporten.

Solo quedaba un día para saber lo que haría Stella, traté de ir a la biblioteca pero no tenía cara para verla después de como ella confió en mí y le respondí tan cruelmente, además es un niña muy linda, sonríe siempre y es amable. No creo que haga algo tan malo solo por una chica del pasado, tener prejuicios es malo y creo que la juzgo por algo que pasó hace años, ¿qué cosa tan mala puede hacer?

Llegó el treinta de octubre, he bajado un kilo y medio con las caminatas de todos los días, así que amarré mis zapatillas y bajé las escaleras, les di un beso a mi papá que recién llegaba y a mi mamá que hacía el desayuno de los gemelos, los cuales peleaban por la mermelada. Ethan estaba en la entrada listo para que empecemos un nuevo día como cualquier otro. Pasamos por la biblioteca y Stella estaba ahí con su semblante normal sellando papeles, todo marchaba bien.

Las clases prosiguieron y saqué un diez en física, eso sí fue inesperado. A lo que llegó la hora del almuerzo Ethan siguió a su conquista y yo regresé a la biblioteca, ingresé y me fui a la estantería de los libros oscuros, había un post-it y el libro negro nuevamente, estaba escrito un poema de Fernando Pessoa que dice:

«La lluvia, afuera, enfría el alma de Adriano.

El joven yace muerto.

En el lecho profundo, sobre él todo desnudo,

La oscura luz del eclipse de la muerte se vertía.

A los ojos de Adriano, su dolor era miedo».

Abrí el libro y las páginas estaban arrugadas, pero al final con la letra de Stella decía «Yo… lo intenté, quise cambiar, quisieron que cambie… pero prefiero ser yo misma, que lo que quieren de mí. Lo intenté todo, es la única salida. Firma: Stella»

Cerré el libro y lo abracé un momento, ya no estaba en la entrada y la puerta de la biblioteca estaba cerrada conmigo dentro, traté de abrirla y gritar un poco, pero en el fondo solo escuchaba unos disparos saliendo del comedor de estudiantes. Ahora ella ya no estaría destinada a la condena que los prejuicios la obligaron a cumplir, encontró la libertad tras barrotes y una única ventana que le dejaba ver las estrellas para encontrarse con su constelación perdida que desde lo alto le profesaba el amor que no pudieron consumir escondidas en el mismo edén.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Mi último email, tu sincera Kaori

Armando Janssen


Hola Pablo

Al fin dispongo de tiempo libre para escribirte, como te prometí por Facebook. Retomando el tema «formar parejas», me agradaría que me ayudaras a incorporar conocimientos sobre las costumbres de tu país. Ya que creo hay un problema, las personas en el nuestro, no están interesadas tanto en relacionarse con otros países. Hay alguna compañía matrimonial que relaciona japoneses con extranjeros, pero casi todos sus clientes son hombres japoneses con mujeres de otro país asiático, especialmente chinas. O mujeres japonesas, que desean relacionarse con hombres de Hawai. Hay una coincidencia de intereses entre sí, y es la siguiente: las mujeres chinas quieren conseguir la residencia permanente y los hombres japoneses quieren mujeres jóvenes. Las mujeres japonesas quieren vivir en Hawai y los hombres mayores ricos quieren casarse con mujeres jóvenes japonesas.

Lamento haberme dormido sin darme cuenta al escribir, era muy tarde aquí anoche. Así que te enviaré este correo electrónico y continuaré más tarde.

KAORI, 2018 9 19 () 01:27


Hola, Pablo

Como te expresé anteriormente, considero que la gente de nuestro país no está tan interesada en conocer personas de otros países. Tal vez nosotros estamos demasiado aislados de ustedes los americanos, de los europeos y de otros países asiáticos. Y no me malinterprete, pero creo que todavía existe discriminación de color (por favor indícame honestamente tu parecer al respecto, creo que esta discriminación es universal). Sería muy buena idea, hacer coincidir no solo a los jóvenes, sino también a las personas mayores que desean disfrutar de una segunda oportunidad, después del divorcio o el duelo.

Esperaré atenta tu respuesta, KAORI, 2018 9 19 () 07:28


Querida Kaori

Qué alegría haber recibido tu e-mail. Considero que tu información sobre el tema «formar parejas» es muy precisa y acertada. Deberíamos comenzar por agrupar en rangos de edad a nuestros posibles clientes, que divido en tres: un primer grupo de entre veinticinco a cuarenta años de edad, quizás el grupo con más posibilidades de conocer una pareja por sus propios medios, serían los primeros en desear formar una pareja y establecerse independientemente. Otro segundo grupo de entre cuarenta y cinco a sesenta años, conformado por solteros, divorciados y viudos, que quizás se encuentren solos, y si tienen hijos, estos han crecido y seguramente se han ido del hogar, considero a este rango como al más aprovechable para transformarlos en clientes, porque aún se es joven para pensar en formar una segunda familia, pero, el conocer personas de otro círculo que el habitual, no les resultará fácil sin ayuda. Por último, tendríamos un tercer grupo después de los sesenta años, el cual considero es el más dificultoso, porque si estos, no han cosechado amigos suficientes y/o no tienen cierto manejo de una segunda lengua o conocimientos básicos de Internet, la soledad puede ser aterradora y se les hará extremadamente difícil encontrar un compañero.

Por mis conocimientos sobre mi viaje a tu país y por lo que tú me estás transmitiendo, Japón tiene solo una similitud con mi país o con otros países de América o Europa, es en cuanto a que los hombres mayores de situación económica estable, sobre todo norteamericanos, europeos y japoneses por lo que tú indicas, tratarán de buscar siempre una mujer más joven, sumisa y dedicada. Ya que actualmente la mujer europea o americana, es demasiado independiente y liberada económicamente en comparación con la asiática. También coincido contigo, en que probablemente una mujer japonesa buscando seguridad, trataría de cambiar de ambiente, como ejemplo en Hawai, para sentirse más libre.

Estoy interesado en continuar profundizando mis conocimientos sobre tu país, con la finalidad de poder desarrollar junto a ti, una agencia de parejas en Japón y poder conocerte muy pronto, Kaori. Considero que las tradiciones y el excesivo respeto determinan que sea dificultoso encontrar pareja en tu país. En América o Europa casi no existe ese problema, las personas fácilmente se conocen por atracción o por amigos en común, otros interactúan en la calle, bares, reuniones o fiestas, y actualmente existen hasta aplicaciones para encontrar pareja. ¿Estas aplicaciones existen en Japón?

Saludos querida Kaori. Pablo.


Estimado Pablo

¡Muchas gracias por tu excelente respuesta, y ser tan considerado en tus opiniones! Tienes mucha agudeza y profundidad en tus consideraciones. Creo que eres muy inteligente.

Algo que no puedo entender bien es: ¿cuál crees tú que es la mejor forma de hacer conocer a los hombres y mujeres japoneses entre sí, y a los japoneses con los extranjeros?

Muchos años atrás, durante el período militar en Japón, la economía japonesa era muy fuerte, los hombres recogían mujeres en la calle, en el bar y en las fiestas. Había muchas oportunidades para que ellos conocieran mujeres en esa época, creo que la razón surgió fácilmente al obtener trabajos estables y buenos ingresos. En esa época había un sistema originalmente japonés llamado «Omiai», su traducción sería «matrimonio concertado», a través del cual las familias presentaban a dos jóvenes desconocidos entre ellos con la idea de conducirlos al matrimonio, de esta manera, la mayoría de los japoneses jóvenes lograban casarse.

Pero todo ha cambiado, ahora en Japón, hay algunas oportunidades para que los hombres conozcan mujeres, pero para las mujeres es más difícil. Hay varias agencias de matrimonio grandes y algunas pequeñas, que organizan fiestas y eventos para hacer coincidir a las parejas, pero cuestan mucho dinero. Las personas que no quieren pagar ese dinero, utilizan la aplicación gratuita correspondiente. Hay muchos competidores en Japón, pero no todos ofrecen un buen servicio. Bajo estas condicionantes, aún no tengo claro cómo armar este negocio.

KAORI, 2018 9 21 () 23:25


Querida Kaori

Previo a mi viaje a Japón, me conecté con la Asociación Kasiwa Good y ellos me asignaron un guía, él hablaba español y eso me facilitó mucho las cosas. Kanji era su nombre, le gustaba ayudar a los extranjeros a moverse en Tokio, era un hombre mayor ya retirado y se sentía muy útil realizando está tarea, me apodó Pablo-San. Él me enseñó mucho en esos pocos días y recuerdo que me contó que tenía tres hijos (un varón y dos mujeres), los dos mayores ya se habían casado, pero la hija menor, aún no. Eso le preocupaba mucho, pero yo que recién comenzaba a conocer la cultura japonesa, en ese momento no le di la dimensión que él si le daba, para él era un problema, quizás por la edad, o porque una mujer soltera está mal vista en Japón, tal vez porque pretendía que pasara a ser una preocupación del marido y no de los padres. Lo importante es que, en ese momento no dimensioné su preocupación, en América o Europa, la mujer es más independiente y por eso de este lado del mundo, no sería mayor problema. Ahora que han pasado los años, he aprendido más sobre las costumbres y necesidades de la cultura japonesa, y de tu mano, Kaori, empiezo a descubrir que si bien el mundo ha avanzado para todos, en Japón aún están muy arraigados a sus tradiciones y son víctimas de su propia cultura, ¿te parece que es así?

Kanji, además, me contó que su hija soltera, trabajaba en una empresa donde habían unas seiscientas mujeres, sin hombres, esto alejaba la posibilidad de conocer al sexo opuesto en el ámbito laboral. Y que además su empresa, acostumbraba realizar encuentros en el año con otras empresas de hombres, con la finalidad de alentar a las personas solteras a formar pareja, porque consideraban que las personas casadas eran más felices, estables, y por ende rendirían más en sus trabajos.

Me pregunto, para que la agencia tenga éxito, ¿cómo hacer coincidir a hombres y mujeres japonesas? Una forma puede ser realizando eventos deportivos, sociales o culturales, bailes, encuentros en parques o museos y cualquier otra manifestación para juntarlos, una vez obtenidos sus datos básicos, dividirlos por grupos de acuerdo a sus características, gustos, afinidades, habilidades, posición social-económica, edad, etc. Más adelante lograr obtener datos más precisos, con toda la información del cliente.

¿Cómo hacer coincidir a hombres y mujeres japoneses con hombres y mujeres extranjeras? Primero habría que separar a los hombres de las mujeres, ya que las necesidades serían muy diferentes: quedó claro que los hombres japoneses de buena posición económica, buscan una mujer joven. Las mujeres japonesas en cambio, querrán encontrar compañía, salir de la soledad y buscar protección, quizás un hombre de buena posición en el extranjero. Y, por último, se ubican los extranjeros que deseen conocer mujeres y hombres japoneses.

Para todos los casos se necesitará resolver la diferencia del idioma, hoy en día existen aplicaciones que pueden resolver el problema, solo tendremos que enseñarles a utilizarlas. Tú Kaori, en Japón, tendrías que organizarte para comenzar a obtener clientes mujeres y hombres, conocer sus gustos y establecer afinidades para hacer que se conozcan. 

Se podrían buscar un par de empresas que reúnan mucho personal, para que patrocinen estos encuentros, y que dispongan de profesionales que aporten conferencias con temas de interés o carreras deportivas, con la finalidad de juntar gente en forma masiva, completando un formulario básico para participar y de ahí obtener información.

Me despido por ahora querida Kaori. Pablo.


Querido Pablo

Tu anécdota con Kanji es muy interesante y refleja cierta verdad. Aunque los tiempos están cambiando, en mi país estar soltero es una verdadera preocupación, sobretodo para la mujer, también para sus padres.

Estoy muy interesada en esa aplicación para «formar parejas», ¿sabes de alguna que ya esté formada? Ahora la mayoría de las agencias de matrimonio en Japón, son franquiciadas por una gran compañía matrimonial y esta dispone de una gran cantidad de miembros, es posible que su base de datos sea muy importante. Una nueva agencia, que al comienzo dispone de pocos miembros, ¿cómo podría entrar en el mercado? ¿Tienes alguna idea de cómo reunir rápidamente una gran cantidad de posibles clientes, además de la conquista individual?

Por otro lado, creo que está en la naturaleza de los hombres tener relaciones físicas con muchas o varias mujeres, ¿no es así? En el tiempo que trabajé para una pequeña compañía matrimonial, se celebraban fiestas, y observaba cómo muchos hombres casados mentían para participar, declarando ser solteros. Ellos buscaban hacer trampa para engañar a sus esposas. Así que, algunas compañías matrimoniales obligaban a presentar un certificado de situación civil. 

Beso grande, KAORI, 2018 9 23 () 22:56


Querida Kaori

Tú haces las preguntas sencillas pero esenciales para tratar de llevar adelante este negocio. ¿¿Cómo atraer a los futuros clientes??... es la clave de todo negocio, pero como acá se involucran sentimientos, lo hace más complicado. Deberemos obtener credibilidad con las personas para convertirlos en clientes y esa será la clave, darles las garantías suficientes para que aporten todos sus datos y se sientan protegidos, teniendo en cuenta que son datos muy personales, número de celular, email, dirección de su casa y trabajo, oficio, sueldo, también deberá ser muy sincero y confiado para aportar datos sobre sus sentimientos, qué tipo de hombre o mujer desea, clase social y cultural, gustos, aspiraciones, si desea una relación con la finalidad de formar una pareja o simplemente una cita casual o sexo. ¿Se entiende entonces que tener credibilidad es lo más importante para obtener miembros?

La segunda parte importante es cómo conseguir los clientes.

Sería más sencillo tratar de conquistar las fábricas u oficinas donde tengan muchos empleados y así obtener muchos interesados. Pero la conquista particular del cliente ofrece más seguridad y respeto al usuario del programa, que muchas veces no se acerca porque hay muchos usuarios. Esto no es fácil y no conozco el tema con autoridad para considerar como se manejan los japoneses, ni los lugares que frecuentan.

Creo que disponer de una buena aplicación con la que puedan conocerse sería efectiva.  La tercera manera de conquistar clientes sería a distancia, con una página web donde se registren como clientes con todos sus datos y acercar entre sí a los clientes. Esto también serviría para relacionar a los japoneses con los extranjeros.

En cuanto a las aplicaciones, ya existen varias, el tema es encontrar una lo suficientemente seria. Me pareció interesante lo que mencionabas sobre esa compañía matrimonial y que tendría una gran base de datos, deberías averiguar ¿quién podría proveernos de una buena base de datos? Tal vez ¿Facebook?, ¿o existe alguna otra exclusivamente japonesa?

Trata de hacerme conocer más la cultura japonesa y cuales son sus requerimientos sociales, culturales, como manejan la soledad y cuales son vuestras conductas sexuales preferidas.

Un abrazo y beso grande, Pablo.


Querido Pablo

Totalmente de acuerdo contigo, la protección de la información personal es lo más importante. Tenemos que establecer la confianza para nuestros clientes. Y como has dicho en tu correo, las personas que desean conocer al sexo opuesto pueden clasificarse en base a dos patrones: los que buscan una pareja con seriedad, y los que solo quiere asociarse para tener relaciones sexuales.

Debemos reducir el objetivo y preguntarnos: ¿a qué segmento de clientes queremos apuntar?, ¿jóvenes solteros, mediana edad o ancianos, incluídos los que se han divorciado, enviudado o se encuentren desconsolados?

No conozco mucho de tecnología, pero trataré de averiguar cuáles son las aplicaciones existentes sobre el tema y quiénes pueden proveernos de una buena base de datos.

Sinceramente con amor, KAORI, 2018 9 27 () 05:27


Querida Kaori   

Qué bueno que coincidimos en que la protección en la información que nos proporcionarán los futuros clientes sea lo más importante, lo es sin duda, sin esa confidencialidad no existirá un negocio rentable. El primer gran tema a resolver será: ¿como empezar a conseguir rápidamente clientes? Yo creo que realizando varias campañas al mismo tiempo y no muy costosas, con la finalidad de empezar a hacerse conocer en el mercado, campaña publicitaria, página web, aplicación para el celular, formar un equipo de vendedores y especializarlos en el tema y tratar de ganar a una o dos compañías medianas que nos apoyen como auspiciantes.

El segundo tema es, ¿qué tipo de clientes queremos y podemos atraer?, ¿jóvenes solteros?, ¿mediana edad?, ¿ancianos?, ¿divorciados?,  ¿viudos?,  ¿todos? Creo que es importante definir nuestro perfil para brindar seguridad y confianza en nuestros clientes. Al definir nuestro perfil, estaremos definiendo el tema del tipo de clientes a los cuales podemos llegar. El otro gran tema será: ¿cómo separamos a los clientes que buscan pareja de los que buscan sexo casual?  Este será un importante tema a resolver, porque los clientes que buscan una pareja seria no querrán que se les mezcle con los que solo buscan sexo.

Con amor, Pablo.


Querido Pablo

No tengo experiencia de trabajo de ventas, entonces no sé cómo atraer clientes. Tú me has manifestado en tus correos, que desconoces las necesidades reales que podemos tener los japoneses. Yo puedo aportar y describir las situaciones de las personas de mediana edad de mi conocimiento, amigas, compañeras de trabajo y familiares. La tasa de divorcios es muy alta según los últimos registros y las agencias matrimoniales que se especializan en emparejar estas edades, también están aumentando.

Al principio yo estaba interesada en «formar parejas» para los jóvenes, dado que la tasa de nacimientos según las estadísticas ha descendido notoriamente. Pero tú me has hecho considerar que la mediana edad, que tú estableces en el rango de entre cuarenta y cinco a sesenta años, sería la franja más importante donde trabajar. Debido a que el promedio de vida se ha extendido quizás hasta los ochenta años de edad, hay muchas personas que desean encontrar un nuevo compañero. ¿Quién no desea entonces una segunda oportunidad para ser feliz? Muchos hombres y mujeres japoneses se han divorciado o enviudado y querrán encontrar quién los cuide para no sentirse solos.  

Con amor, tu KAORI, 2018 9 28 () 20:58


Querida Kaori 

Quizás tú no sepas nada de ventas, pero tus apreciaciones e intuiciones sobre el tema son muy acertadas en relación a la vida real, ambas son muy importantes y básicas cuando se tratan los sentimientos y necesidades de las personas. Intentar realizar un trabajo para vincular a dos personas sentimentalmente con éxito, es una tarea difícil, ya que además de contar con la experiencia personal, hay que imaginar la experiencia y necesidad particular de cada uno de los clientes, para poder brindar un servicio satisfactorio.

Esta investigación que estamos realizando al intercambiar opiniones, tiene como finalidad convertirla en una actividad laboral, y está solo será redituable, si se conocen las diferentes necesidades de los clientes y no sólo quedarse con la experiencia personal. Si seguimos en el camino de entender a los clientes que se pueden acercar, seguramente conseguiremos el éxito. Ya nos estamos acercando a la idea, de que sería conveniente comenzar a «formar parejas» dentro del rango de la mediana edad.

Es muy importante continuar intercambiando emails para afinar el tema.

Kaori, he notado que me estoy involucrando emocionalmente contigo. ¿Te pasa también? Necesito conocerte pronto y abrazarte. ¿Qué te parecería que fuera a visitarte en abril? ¿Tendrías quince días para mí?  

Con amor, Pablo.


Querido Pablo

Me encantaría y me ilusiona muchísimo si vienes a visitarme en unos meses. No sería fácil para mi el dedicarte muchos días, pero haría lo imposible, te lo prometo. Yo también me estoy involucrando mucho contigo.

Regresando al tema del trabajo, estoy de acuerdo en que la tarea de vincular a dos personas es una tarea extremadamente difícil. Tenemos que satisfacer no solo a un cliente, sino a dos clientes al mismo tiempo. La compañía matrimonial de la que te hablé tiene una condición estricta para ser miembro y el cliente tiene que pagar una tarifa de retención bastante alta mientras le consiguen pareja. ¿Qué tipo de administración te parece que tendríamos que realizar?

Sin duda continuaremos intercambiando emails, acudo a chequear mi casilla de correo con frecuencia con la esperanza de encontrar tu e-mail.

Con mucho amor, tu sincera KAORI, 2018 9 30 () 8:34


Querida Kaori

Me encanta que ambos podamos sentir atracción por el otro. Prométeme un próximo email donde solo me hables de ti, sin hablar de trabajo. Un relato sincero de tu interior, de tu vida pasada y actual, de lo que tienes y de lo que te falta. Y de lo que nunca has contado.

Con amor, Pablo.


Querido Pablo

Es muy difícil hablar profundamente de mí misma, pero por ti trataré de hacerlo. Por lo general puedo comunicarme con franqueza con los demás, los que me conocen consideran que soy una persona alegre, feliz y que pienso demasiado. Hablando de amor, tal vez todo sea más complejo. Me atrae el hombre mayor, será porque es más respetuoso y porque me gustaba mucho mi padre. Él falleció cuando yo tenía catorce años, durante diez años padeció un tumor cerebral. Nací en Nueva York, donde mis padres vivieron varios años, ya que mi padre tenía trabajo allí, pero al cumplir yo un año, regresamos a Japón.

Ahora te contaré cual es el problema entre mi esposo y yo. Creo que es lo que quieres saber. Nunca hablé de esto con nadie. El problema es muy profundo, pero muy simple. No sé si te he contado que mi esposo tiene una enfermedad mental, él asume que al sentirse enfermo en su interior, si me besa me puede contagiar, entonces no quiere que nos besemos. Tampoco me quiere tocar. Él solo ha querido meterla, así fue como tuvimos dos hijos, después de eso solo algunas veces ha intentado hacer el amor conmigo. Yo no sé como puedo alcanzar el éxtasis sin besarnos ni tocarnos, ¿solo metiéndola?, ¿no te parece absurdo? Creo que hacer el amor es un juego combinando caricias y besos para compartir y confirmar el afecto, pero mi esposo no lo cree así. Él no aparenta su enfermedad y al mostrarse alegre, la gente a mi alrededor considera que soy feliz, pero no lo soy, nunca me conformé. ¿Estoy equivocada? No creo sinceramente que esto tenga solución, ¿qué debo hacer? Ni pensar en abandonar a mis hijos, además no tengo solvencia económica suficiente.

Lamento compartir contigo mi carga, es mi problema. Pero ahora que te conozco, sé que te necesito y quiero estar contigo. Es tu turno, háblame de ti…

Con todo mi amor, tu sincera KAORI, 2018 9 30 () 23:27


Querido Pablo

Me encuentro desolada, avergonzada, destruida, hasta he pensado en suicidarme. Tú Pablo, eres mi único gran amor escondido, mi motivo para vivir en todo este tiempo. Por favor, no me escribas nunca más, distraída he dejado mi computadora abierta y mi marido nos ha descubierto, ha leído todos nuestros e-mails, está furioso y se ha puesto violento, me ha amenazado con divorciarse y no cubrir más los gastos de mis hijos. Yo sola no puedo solventar estos gastos. Me disculpo contigo y me despido para siempre. Nunca te olvidaré.  

Mi último email, tu sincera KAORI, 2018 10 01 () 23:57