lunes, 26 de noviembre de 2018

La constelación perdida


Camila Vera


Cada día es igual, me toca despertar muy temprano, desayunar yogurt con fruta, ver que mis hermanos gemelos de siete años no se peleen en la cocina mientras mamá trata de coordinar la vida de ama de casa con la de mujer emprendedora. Mi padre es médico y sus interminables guardias nocturnas lo dejan en un estado de zombi, apenas nota nuestra presencia alrededor de él, no me quejo por ello, salva vidas pero la de nosotros le es un poco indiferente, a no ser que estemos muriendo o finjamos estarlo.

Me gustaba tomar el autobús hasta la escuela, pero desde que empecé a subir de peso considera mi madre que caminar es una mejor opción, por lo tanto salgo antes que mi familia para recorrer sola unos interminables kilómetros hasta la secundaria, donde la gente llega con todo el glamour que pueden imaginar y yo con gotas de sudor sobre mi labio, un imán para chicos, sin duda alguna.

Me llamo Stefania, he vivido aquí toda mi vida y estudiado en el mismo lugar también, me considero una «rata de biblioteca» porque encuentro en los libros aquello que la realidad no puede darme, he explorado todo género, desde comedias románticas cliché, mitología, suspenso y algo de astronomía, las estrellas te pueden entregar un místico universo tan indescriptible como en el que caminamos. A veces me gusta pensar mucho en el cielo y sus constelaciones. Hasta que encontré un libro completamente único en su especie.

Daba mi paseo habitual por las bellas estanterías de libros con las que cuenta mi secundaria, hasta ingresar a la sección de oscuridad. Esta parte de la biblioteca fue abierta por una huelga creada por los metaleros y góticos de la escuela que sentían que violentaban sus creencias al tener muchos libros de espiritualidad y nada de sus cosas extrañas. Después de firmas que considero fueron falsas se les otorgó una repisa, donde solo hay cinco libros, nadie se acerca a ese lado de la biblioteca, pero ahí me encontraba. Este día había seis ejemplares, así que tomé al intruso; era un libro pequeño, algo rasgado y con marcas de mucho uso. Sin un título en la portada.  

Abrí el libro, solo tenía unos dibujos y unas frases que citaré:

«Yo… estoy perdido, esta es mi forma de pedir ayuda, no estoy seguro de si funcionará, pero perdí mi norte, mi todo. Solo ya me cansé, el día se acerca. Firma: Adriano».

La bibliotecaria me estaba observando desde muy lejos, no es común que alguien se quede más de unos segundos frente a los libros oscuros, así que lo llevé conmigo a las mesas de lectura, releí unas veces más la carta de auxilio del desconocido y decidí contestar, sonará a una tontería, pero algo me ha enseñado mi papá, cuando uno pide ayuda, tú se la das.

«Yo… no estoy segura de cómo ayudarte, pero sé que no estás solo, nunca lo estamos. Ahora me tienes a mí. Te encontré. Firma: La Osa Mayor».

Esperé que el timbre del almuerzo anuncie la siguiente hora de clase y dejé el pequeño libro en su lugar; me fui algo convencida de que no tendría respuesta pero al mismo tiempo impaciente por regresar. ¿Qué podría pasar?

Esa tarde caminé pensando en el libro, el tiempo que lleva en la biblioteca, cómo nadie lo ha notado antes, quizás es una broma para algún proyecto, necesitaba saber más. Quería que el tiempo pase deprisa para poder llegar a la secundaria y correr a la biblioteca. Pensé mucho en él, en la persona perdida, en un plan para encontrarla. Imagino que es alto, quizás un mechón de su cabeza tapa uno de sus ojos, delgado y con una sonrisa nerviosa, usa pulseras de alguna banda de rock pesado, creo que está en último curso o hasta podría estar más cerca, en un remoto caso le gustaría, me pediría una cita y hablaríamos de las estrellas, de su belleza y de su inmensidad, nadar en constelaciones hasta que el norte nos regrese a la vida y la magia quede escondida entre las páginas de un diario que pide auxilio y encuentra una mano. Necesito ir ya a la estantería de la oscuridad.

Todo iba tan lento, hasta que los veinte minutos de caminata que me separan de la secundaria se consumieron, quedando frente a frente a la puerta de la biblioteca, la cual aún cerrada sentía que me llamaba.

─Buenos días, Stef. Parece que has madrugado para abrir la biblioteca. ─Ella es Stella, la chica que cuida el reino de los libros, es muy joven y la hija del director, trabaja aquí hace tres años, es una gran lectora a pesar de su pinta de fashionista, no habla mucho, solo existe.

─Pasaba a saludar y ver qué hay de nuevo.

─Sabes que vas a encontrar lo mismo que ayer y antes de ayer.

─Espero hoy sorprenderme.

─Está bien, abrimos en una hora, pero debo limpiar las estanterías, si gustas pasar…

Era muy tarde, ya había entrado. No podía ser tan ansiosa y acercarme inmediatamente a mi destino, así que realicé mi paseo normal por cada rincón, esperando que Stella no perciba más comportamientos inusuales en mí. Desde lejos pude ver el libro, no estaba de la misma forma que el día anterior, ¡eureka!, Adriano estuvo aquí.

«Yo no esperaba tener una respuesta, seguí el consejo de una vieja amiga al dejar el libro en esta estantería, sin pensar que alguien podría tener interés en abrirlo. Bienvenida a mi galaxia, no te ofrezco galletas ni leche, pero sí una buena historia y aún mejor, un épico final fichado en el calendario. Ponte cómoda, Osa Mayor, esta es la historia de la constelación perdida. Firma: Adriano»

Me quedé sin palabras, estuvo aquí, pero no sé a qué hora, ni cómo lo hizo, simplemente me atraía su galaxia de una forma indescriptible, la idea de conocer más de él hacía que sonría. Sé que soy una adolescente común de quince años amante a los príncipes de cuento, es irreal encontrar a uno que te invite a su mundo, solo a unas páginas de distancia, se volvió mi pequeño secreto, algo completamente mío, Adriano. Empecé este mes de octubre con las expectativas más bajas, ya es el décimo día y siento un brillo diferente, ya no sé quién es el norte, si él o yo.

«Yo no te conozco, pero quiero hacerlo. Cinturones abrochados, cuenta regresiva y despegue. Llévame a tu galaxia. Firma: Osa Mayor».

Pensé mucho en las constelaciones perdidas durante el resto del día, son aquellas que con el tiempo se ven difusas y simplemente dejan de contar, sus límites se pierden. Traté de interpretar su mundo, quizás es un chico incomprendido, pero tengo que ser sincera, en la secundaria todos somos personas a las que no logran comprender; he tratado de que mis padres entiendan mi amor por la lectura y la astronomía por tantos años pero ahora, siento que la brecha crece cada vez más. Mi madre creó una empresa de venta de flores con mi tía, ahora compran y venden a muchos locales importantes, visita empresarios y también proveedores, dejándome con los revoltosos de los gemelos. Mis hermanos son un milagro de la ciencia, mi madre se había hecho la ligadura de trompas después que nací, pero mágicamente llegaron los dos frijolitos a la familia, Alessandro y Dante, hacen mi vida un dolor de cabeza, pero sin ellos no tendría nada que hacer después de clases.
En ese momento sentí un codazo de Ethan. Él es mi mejor amigo desde los cinco años y se preocupa mucho por mis calificaciones, quizás más que yo.  

─Señorita Bozo, su tarea. ─El maestro de Álgebra estaba justo frente a mí, no sé cuánto tiempo lleva diciendo mi nombre, se ve muy molesto.

─Ehhhhh… justo pensaba en eso, la dejé en la biblioteca, puedo traerle un certificado de la bibliotecaria como prueba, está en la mesa… en la parte de lecturas. Si me autoriza voy por ella en este momento. ─De seguro esto sería otro reporte más a mi historial, simplemente no le agrado a él como no me agrada a mí.

─Tiene cinco minutos para regresar.

No esperé un momento más, vi a Ethan como pidiéndole ayuda y salí con un bolígrafo en mi mano rumbo a mi lugar favorito, pero no por mi tarea incompleta específicamente. Stella estaba en el mostrador, la saludé con la mano y corrí al estante oscuro. El libro seguía ahí, todo fue como un impulso.

«Yo he amado toda mi vida muchas cosas que los prejuicios repudian, cegándonos y haciendo que viremos la cara; una de esas pasiones son las estrellas. Sé bien quién eres Osa Mayor, nos hemos topado en este mismo lugar, en el mismo pasillo, visto a los ojos, pero no observas; no te juzgo, todos lo hacen porque es la salida fácil. Pero tuve una constelación en algún lugar del gran cosmos que comprendía cada movimiento, pero se perdió. Yo aún tengo claro el recuerdo y busco interminablemente su perfil en el inmenso cielo. Me han obligado a olvidar igual como lo hicieron los demás, pensando que sería sencillo, me confinaron entre las rejas de sus creencias. Me siento perdido, pero no será por mucho tiempo, el día se acerca. Involucrarte en esto es innecesario, el final está fichado, marcado y esperado. Solo te dejaré una lección pautada entre estas páginas de un diario donde escondí mi pena, las respuestas que buscas están en las mismas estrellas. Firma: Adriano».

No sabía si era el enojo que me causó el maestro al interrumpir mis pensamientos, o lo evasivo que era Adriano en su nuevo escrito, aún peor el hecho de que lo tuve en frente, puede ser porque tiene ya un amor al que no olvida; simplemente la rabia se iba apoderando de mi cuerpo adolescente que controla muy poco sus emociones como para pensar cuerdamente, solo dejé que las palabras se apoderaran de mí.

«Yo no sé entonces por qué dejas un libro para que lo encuentre, si tan enamorado estás de ella por qué no vas y la buscas, dejando de causar pena por los rincones. No sabes quién soy, ni me conoces bien. Problemas tenemos todos, el tuyo no significa que sea más o menos que el mío, quería ser tu amiga, conocerte más, pero me queda claro que no quieres a nadie más que esa noviecita tuya perdida, para qué me das esto entonces, busca alguien que le importe. Bueno, las estrellas dicen mucho y callan otras tantas cosas, por mi lado prefieren no decir más. La próxima vez que me veas mejor baja la mirada porque yo no puedo andar esperando hasta que se te ocurra que es el momento indicado, es todo lo que debo decir. Adriano, te deseo lo que quieras y espero que sí hagas algo grande para que recuerden a tu noviecita que de seguro ya te olvidó, porque en el mar hay más peces, déjate de ridiculeces y regresa al hoyo donde de seguro te estás escondiendo en este mismo momento, que para dramas ya tengo bastante con mi propia vida. Osa Mayor, cambio y fuera».

Cerré el libro y lo puse en su lugar, Stella me hizo un certificado indicando que mi cuaderno desapareció para que me permitan ingresar a clase, de todas formas al profesor no le interesó en lo más mínimo la nota así que la guardé en mi maleta mientras caminaba lejos de Ethan para que no me haga preguntas estúpidas por mi cambio de humor. Solo quería recorrer los tontos kilómetros que me obligan por mi peso, como si tuviera algo de malo mi cuerpo, llegar a mi casa, ignorar a los gemelos y si fuera posible hibernar hasta la próxima temporada con mi grasa, pero sobre todo no volver a saber más de Adriano y sus dramas.

Los días pasaron, mi mal genio se modificó, mis hermanos tuvieron su primer diez del parcial, mi padre pidió vacaciones unos días así que viajamos a acampar frente a un rio lo que fue algo sumamente relajante para mí. Algebra sigue siendo un dolor de cabeza, pero no tanto como Ethan y sus aires de conquista con una niña idiota del salón que no le presta atención, le romperá el corazón. Terminé mi libro de constelaciones y ahora leo una trilogía sobre ángeles que me aburre mucho pero está de moda. Octubre sigue siendo un mes interminable.

Mentiría si digo que la curiosidad por Adriano acabó tan brutalmente como mi explosión de mal genio en su pequeño libro, después de ese viaje pensé mucho en el pobre chico perdido que añoraba ayuda, de cuántas veces lo vi, hasta si se encontraba en ese momento mirándome destrozar con mis palabras su libro. Pasé por la biblioteca posteriormente pero no había rastro de notas. Deje un post-it en el mismo lugar pidiendo disculpas y una respuesta, pero fue inútil. Por lo tanto empezó mi investigación.

─Stella, ¿tienes tiempo para mí, un ratito?

─Dime, querida, ¿algún problema con tu ejemplar?

─No es eso, quería saber si has visto a un chico rondando por la estantería de la oscuridad últimamente, ya sabes, curioseando.

─Sabes que no me percato de eso, he tenido muchas cosas que pensar y hacer estos días, no he notado nada. No olvides firmar el registro de asistencia, has venido tan seguido que no he contabilizado tus entradas y salidas.

─No te preocupes, dame el registro y yo anoto los días que he venido, los recuerdo muy bien.

─Pero date prisa, sabes que no puedes manipular esos registros.

─No me demoro nadita.

El registro es un libro que esta fichado por días y que solo puede ver Stella para el inventario de asistencia en una reunión que se realiza mensualmente; rápidamente pasé mi mirada por los nombres en busca de Adriano, no mucha gente se llama así. Revisé todo el mes de octubre que estaba vigente, pero no había nadie, ese fue el momento en que empecé a creer que era un seudónimo, así que solo tenía su letra como guía; rebusqué un par de veces antes de que Stella regrese, pero ninguno de esos jeroglíficos era similar a la letra del libro. No me quería dar por vencida así que revisé otros meses pero no había mucho cambio. Respiré un segundo y devolví el registro a su lugar. ¿Quién es Adriano?
Ethan estaba más que al tanto de todo el misterio ─que debería haber mantenido en secreto, pero era imposible─, por si quedaba la duda preguntamos por ese nombre un par de veces en otros cursos, pero todos nos veían extraño y no prestaban atención a nuestra duda, solo nos quedaba ver la historia por otro ángulo.

─¿Qué más decía? ─preguntó Ethan.

─Que no quería que lo obliguen a olvidar, algo de una fecha fichada pero nunca dijo cuándo y también que está enamorado de alguien perdido, no lo sé, eran muchas cosas y estaba molesta.

─Eso no me dice mucho, recuerda más cosas, me estoy cansando de ir en círculos, han pasado ya dos semanas desde que encontraste ese libro; no quiero que esto te siga atormentando.

─Bueno, me hablaba de las estrellas, que las respuestas están ahí, de una constelación.

─Pero yo veo clara la respuesta, tú sabes de esas cosas raras, porque no buscas una constelación con el nombre de Adriano.

─No seas tonto, no hay una con ese nombre, pero no es una mala idea.

Ese día llegué aún más rápido de lo que pensé a mi casa, las constelaciones tienen nombres según a lo que se parecen, así que empecé la investigación con el significado del nombre, lo cual no me llevó a muchas respuestas. Hay muchos papas y reyes que han tenido ese nombre, así como un mar. Hasta que di con el emperador Adriano, y las cosas quedaron un poco más claras para mí, si no conoces su historia aquí va un pequeño resumen.

Adriano fue un emperador muy justo, realizó grandes reformas y trabajó por cierta protección legal a los esclavos, pero esa no es la parte interesante de este relato; sino el amor prohibido de este emperador con Antínoo, un joven griego que fue su mano derecha por varios años y murió accidentalmente ahogado en el río Nilo, desde ese momento Adriano buscó la forma de que no lo olviden y él tampoco hacerlo, creando así hasta una constelación en su honor. Unos años después se determinó que era parte de  Aquila ─que es un águila─ y fue descartada, llegando a llamarse la constelación perdida. Encajando gran parte de lo que el chico misterioso puso en su escrito, solo me quedaba intuir la fecha. Antínoo murió el treinta de octubre, quisiera equivocarme pero lo más probable es que ese sea el día, espero que haga solo una estatua, ¿cómo rememorar a alguien?

Ahora buscamos a un adolescente incomprendido que me conoce bastante bien para saber que sería la única que entendería lo de Adriano, pero que al mismo tiempo traté mal. Regresé a la biblioteca y dejé otro mensaje para él en el mismo lugar, escribí: «Descubrí lo que me querías decir, hablemos un poco. Estaré a la última hora de clase aquí. Te espero. Firma: Osa Mayor», pero nunca apareció, nadie había siquiera tocado la nota, ahora si me encontraba dando vueltas en círculos, quedan dos días para el treinta.

─¿No hay rastro del enigma? ─dijo Ethan sacando papeles de mi mochila.

─Sigo preguntándome qué hacer, no conozco a tanta gente para saber sus preferencias sexuales y mucho menos sé de chismes sobre personas que perdieron parejas, simplemente ignoro cómo encontrar la respuesta.

─¿Por qué acumulas tanta basura en esta mochila?, esperas que mágicamente se limpie sola, sin mí vivirías entre papeles.

─No he revisado eso desde que entré al instituto este año, ¿qué tantas cosas puedo tener ahí dentro?

─Fundas vacías de dulces, papeles, más papeles, algo más de basura…

─Detente ahí, conozco esa letra. Dame eso último.

─Es un certificado, de la tarea de algebra.

─Stella, es la letra de Stella, Stella es Adriano.

─Perdiste la cabeza, Stella no puede ser, ella no es estudiante y no tiene pinta de ser una lesbiana loca.

─¿Quién más tendría acceso al libro?, ¿quién conoce que me gustan las estrellas?, no tiene necesidad de estar en el libro de asistencia y es obvio que la persona que extraña no está en la secundaria. Tiene mucho sentido que sea Stella.

─Tenemos dos días para saber de Stella.

La mañana siguiente me acerqué donde la secretaria del director, casi nunca hablo con ella pero es amiga de mi mamá, fui con una mentira piadosa como si mi madre le mandara un recado que inventé al momento.

─¿Qué sabes de Stella, Mari?

─¿Por qué tanta duda, bebé?

─Es mi bibliotecaria favorita, le quiero dar un regalo, ¿me ayudas?

─Pues, es callada como ya sabes, terminó la secundaria con algunos problemas y su padre la trajo a trabajar aquí para que disfrute de la lectura, es todo lo qué sé. Quizás tú la conoces más que yo.

─¿Qué problemas tuvo?

─No estoy segura, querida, fue hace tanto. Creo que con una compañerita que perdió la vida y se puso muy triste, pero la terapia la ayudó mucho, se mudó más cerca de su padre y ahora trabaja, está bien. Es una linda chica.

─De eso tienes razón, Mari. Es mejor que ya me vaya a clase antes que me reporten.

Solo quedaba un día para saber lo que haría Stella, traté de ir a la biblioteca pero no tenía cara para verla después de como ella confió en mí y le respondí tan cruelmente, además es un niña muy linda, sonríe siempre y es amable. No creo que haga algo tan malo solo por una chica del pasado, tener prejuicios es malo y creo que la juzgo por algo que pasó hace años, ¿qué cosa tan mala puede hacer?

Llegó el treinta de octubre, he bajado un kilo y medio con las caminatas de todos los días, así que amarré mis zapatillas y bajé las escaleras, les di un beso a mi papá que recién llegaba y a mi mamá que hacía el desayuno de los gemelos, los cuales peleaban por la mermelada. Ethan estaba en la entrada listo para que empecemos un nuevo día como cualquier otro. Pasamos por la biblioteca y Stella estaba ahí con su semblante normal sellando papeles, todo marchaba bien.

Las clases prosiguieron y saqué un diez en física, eso sí fue inesperado. A lo que llegó la hora del almuerzo Ethan siguió a su conquista y yo regresé a la biblioteca, ingresé y me fui a la estantería de los libros oscuros, había un post-it y el libro negro nuevamente, estaba escrito un poema de Fernando Pessoa que dice:

«La lluvia, afuera, enfría el alma de Adriano.

El joven yace muerto.

En el lecho profundo, sobre él todo desnudo,

La oscura luz del eclipse de la muerte se vertía.

A los ojos de Adriano, su dolor era miedo».

Abrí el libro y las páginas estaban arrugadas, pero al final con la letra de Stella decía «Yo… lo intenté, quise cambiar, quisieron que cambie… pero prefiero ser yo misma, que lo que quieren de mí. Lo intenté todo, es la única salida. Firma: Stella»

Cerré el libro y lo abracé un momento, ya no estaba en la entrada y la puerta de la biblioteca estaba cerrada conmigo dentro, traté de abrirla y gritar un poco, pero en el fondo solo escuchaba unos disparos saliendo del comedor de estudiantes. Ahora ella ya no estaría destinada a la condena que los prejuicios la obligaron a cumplir, encontró la libertad tras barrotes y una única ventana que le dejaba ver las estrellas para encontrarse con su constelación perdida que desde lo alto le profesaba el amor que no pudieron consumir escondidas en el mismo edén.

3 comentarios:

  1. Soy seguidor de tus escritos y siempre diré que ne encanta la manera en la que acompañas el relato con pequeños datos curiosos que le dan más riqueza a la historia, se vuelve interesante, intrigante y misteriosa!! Espero con ansias leer más historias como esta.. brilla!!

    Un tonto enamorado.

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    1. Seguidor de tus escritos y de ti...

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    2. Cielo color dorado sentir de marfil me gustan las historias algo inconcluso pero sorprendente final, me gusta!!!

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