Rosita Herrera
«¿Sabes, Sonia,
que el alma se ahoga en las habitaciones bajas y estrechas?». Le hacían mucho
sentido estas líneas, pertenecían al gran Dostoievski y acababa de repasarlas
en el viaje de retorno a su hogar que realizaba periódicamente, pero a
distintas horas, de acuerdo con sus turnos de trabajo. Le había tocado una
difícil jornada, interminables procedimientos y exámenes en el pabellón de
oncología. Gracias a Dios, la habían destinado a la sección de adultos, se
encontraba muy vulnerable y no hubiera tolerado a un niño sufriente. De
cualquier modo, ya había terminado y colgaría su delantal blanco por varias horas
antes de la próxima jornada. Su mirada inquieta se escondía tras unos ojos
cansados y su menuda figura se encontraba entumecida por el abrupto descenso de
temperatura invernal que ocurría al llegar el ocaso en aquella sureña ciudad
ubicada en los límites de la Araucanía. Desde lejos, Camila se veía como un
delicado bulto sumido en un frío asiento de ómnibus. Su liviandad hacía que su
cuerpo saltara con cada escollo del camino. Debido al movimiento continuo del vehículo,
restablecer su posición en la butaca con el apoyo de todo implemento que
tuviera a su disposición, no era tarea fácil, el cansancio y las largas
travesías la estaban empujando a invertir en un automóvil, idea que no la hacía
muy feliz, ya que sabía lo caro de su mantenimiento y el poco tiempo que tenía
para sus periódicas revisiones.
Estaba por llegar
a su destino y ya casi acababa el capítulo quinto de Crimen y castigo. Se quedó estupefacta al reconocerse en la emoción
de terror que emanaba de aquella proposición que emitía el narrador sobre las
habitaciones bajas y estrechas, su mente ipso
facto la conectaba con el hospital donde trabajaba, el que tenía recónditos
pasajes que de noche se mostraban siniestros y escabrosos a la mirada de
cualquier visitante. Aquellas angosturas la hacían temblar y una extenuante
angustia la embargaba secándole la boca y oprimiendo su pecho. Desde que tuvo
consciencia le ocurría al estar en habitaciones pequeñas, sin o muy escasas
entradas de luz. Los edificios abandonados que quedaban a disposición de
indigentes y delincuentes le causaban una sensación de asco y resquemor. Si
dejaba escapar su imaginación, corría el riesgo de que su mente atrajera un
sinnúmero de turbaciones que terminarían por deprimirla, así que optaba por
bloquearla y retornar a sí misma.
Al bajar del
autobús un viento helado la activó de la modorra de un viaje de aproximadamente
dos horas. La ansiedad de llegar a su casa se exacerbaba a medida que avanzaba,
pues requería terminar un artículo que publicaría en la revista de medicina de
la universidad donde había realizado sus estudios y especialización oncológica.
Sin proponérselo, había seguido los pasos de su madre y se planteó culminar el
proyecto que ella había comenzado, por lo tanto, la investigación era su
ocupación principal cuando no estaba en su lugar de trabajo. Las calles por las
que transitaba estaban vacías y al parecer un corte de electricidad había
afectado al sector ya que las luminarias, salvo una que otra, estaban apagadas.
En momentos así la recordaba y, de una forma casi telepática, sincronizaba con
su espíritu y lograba calmarse, pero esta vez no lo conseguía, algo la
perturbaba y la estaba paralizando. Ella había muerto cuando Camila tenía cinco
años. Era estudiante de medicina y realizaba su internado en un pueblo
alrededor de Chillán. Mantenía una relación amorosa con un estudiante de
kinesiología quien participaba activamente en el movimiento de izquierda
revolucionaria de la Universidad de Concepción. Sus ideales políticos iban más
allá de los personales y se había convertido en un líder por su claridad
abismante al momento de hablar y de actuar en pro de los derechos humanos de
los más desposeídos. Esto había enamorado a Constanza, quien, pese a la
prohibición de sus padres, mantenía una cercana relación de amor y solidaridad
cuando las cosas se ponían difíciles y había que ayudar a los compañeros que
sufrían maltratos de parte de los uniformados o civiles encubiertos.
Camila ya
vislumbraba su acogedora morada, cuando siente una gran presencia que
bruscamente la abraza por la espalda y la sume en un profundo sueño luego de
poner un pañuelo en sus fosas nasales.
Al cabo de unas
horas en que fue transportada a un pueblo aledaño a la ciudad de Temuco, despierta
amordazada, amarrada de pies y manos, en un cuarto oscuro de una casa, al
parecer, abandonada. Miró a su alrededor y solo había una silla de rústica
madera y cáñamo ya destruido en el asiento que se encontraba en un rincón de la
habitación dada vuelta hacia la pared, como si alguien hubiera estado meditando
u orando sentado en ella. Una débil luz bailaba de un techo bajo y asfixiante y
una pequeña ventana llena de tierra daba a otra habitación oscura y abandonada,
sin rastro de humanidad.
Constanza era una
joven resuelta y bellísima. Su espíritu altruista y agudeza mental la habían
convertido en una de las estudiantes más prometedoras de su generación, era
partícipe de una organización de investigación mundial contra el cáncer debido
a que uno de sus proyectos había sido seleccionado para ser perfeccionado y
llevado a la práctica con el patrocinio de uno de los científicos más
connotados a nivel mundial, John Stuart, inmunólogo de la Universidad de
Harvard. Al volver a Chile, después de casi dos años, estaba feliz de retomar
el contacto directo con Benjamín y de poder ayudar a sus compatriotas, no
obstante, se encontró con un país sumido en un silencio agónico, muy distinto
al que había dejado, lleno de promesas e ideales por cumplir. Se dio cuenta de que
todos sus conocimientos deberían esperar ya que podrían ser utilizados en
contra de aquellos que daban su vida por la libertad de expresión y de
pensamiento en un momento en que su patria intentaba establecerse, aun así, en
forma siniestra y oculta, se estaban cometiendo atropellos y crímenes en contra
de aquellos que apoyaban a este nuevo Gobierno. Chile había logrado llevar a la
Moneda a un presidente socialista democrático que lucharía por establecer un sistema
justo donde todos salieran favorecidos política, económica y socialmente. La
clase alta, muy privilegiada hasta entonces, tenor que era costumbre en esta
parte del mundo, se veía amenazada, por lo que llegaría a extremos
inimaginables con tal de no perder sus posesiones y la posibilidad de seguir
lucrando en un país donde la clase obrera estaba a su servicio. Estados Unidos
no toleraba debilitar su señorío económico y utilizaba todo tipo de estrategias
para desestabilizar a la nación y obstruir el trabajo y desempeño del actual
gobierno y… sobre todo, estaba preparando a las Fuerzas Armadas de Chile para
un imperioso golpe de Estado, de lo contrario, este país se les iría de las
manos y con ello todo un patrimonio de riqueza y prosperidad. El presidente,
ignorante de estos acontecimientos y confiando ciegamente en «su gente», no se
percataba de todo el complot político que se fraguaba, tampoco del
desaparecimiento y muerte de personas inocentes que ocurría a diestra y
siniestra.
Transcurría el año
mil novecientos setenta y tres y los militares adquirían una presencia continua
y espesa a lo largo de todo el país. Los jóvenes trazaban diferentes
estrategias para ayudar a sus compañeros y gente oprimida y fustigada por las
fuerzas armadas que no daban tregua al menor indicio de revolución popular.
Muchas veces se habían infiltrado en las asambleas para secuestrar a los
líderes de estas y dejarlos, después de golpearlos y torturarlos, abandonados
en sectores rurales que de no ser por la buena voluntad de campesinos que
llamaban a sus familiares y amigos, hubieran perecido sin pena ni gloria.
En el extranjero, Constanza, había contactado a
dirigentes políticos de todas partes del mundo que estaban dispuestos a cooperar
con el partido en el caso de que pudieran necesitar asilo. Las dificultades que
como Gobierno estaba teniendo Chile para emprender sus proyectos y objetivos ya
formaban parte del noticiero internacional. Había desorden, escasez en todo
tipo de ámbitos, muerte, atentados, miedo, destrucción, inestabilidad,
desamparo… sin duda alguna, la «campaña del terror» impuesta por el presidente
Nixon, la clase alta y las fuerzas armadas de este país, estaba funcionando.
Constanza y
Benjamín después de cada jornada se reunían, aunque fuera solo para comentar el
día, pasaban sumidos en el hospital ayudando a la gente más necesitada de la
región, no obstante, su amor era infalible y siempre había un espacio y un
lugar para reconocerse en los brazos y sentimientos del otro. Una de aquellas noches,
ella le manifiesta una inquietud:
⸺Anoche un auto me
siguió y quedó estacionado frente a la casa de mis padres. En la mañana cuando
me vine a la facultad, él disimuladamente fue detrás de mí, luego le perdí la
pista al entrar al edificio. Temo que pase lo mismo hoy, Benjamín.
⸺Mi amor, debemos
ser cuidadosos. No quiero que sigas ayudando, quizá sería mejor que te fueras
por un tiempo y congeles tus estudios. Están ocurriendo situaciones que no habíamos
previsto y que son la consecuencia directa del gran logro obtenido por el
pueblo al haber elegido a un presidente socialista que sí trabaja por los
pobres. Debes irte y asumir el rol de exiliada política, no quiero volver a
pedírtelo ⸺al decirlo la abraza y besa en la frente.
⸺Y… ¿abandonarte?,
¿abandonarlos? Eso nunca, prefiero morir quemada en un catre eléctrico a
dejarte…, ¿no te das cuenta? Nunca más te volvería a ver. Mi existencia no
tendría ningún sentido, para qué salvarme si pierdo a mi compañero en las
peores circunstancias. ⸺Se arrimó a Benjamín y estalló en llanto.
⸺¿Estás bien? Te
he notado muy sensible estos días.
⸺No sé, casi no
tengo hambre y los olores me molestan. Me es difícil cumplir mi tarea en el
hospital, llegan pacientes que han estado días incubando parásitos en sus
heridas, y he tenido que atenderlos al borde del desmayo. Los recintos no dan abasto,
no hay medicamentos ni personal. Se deben hacer turnos continuos sin tener
descanso y… no me he sentido bien. Tengo la sospecha de que…
⸺¿Estás segura? ⸺lo
dice estrechándola aún más fuerte.
⸺Algo de medicina
sé, mi amor.
⸺Sí, perdóname. No
todo es revolución, este acontecimiento me saca de contexto, no lo esperaba.
Con mayor razón lucharé por nuestra libertad, si no logro sobrevivir, ella
sabrá que hay esperanza y que algo tuvimos que ver en eso…
⸺¿Ella?... ¿por
qué estás tan seguro?
⸺Porque es imposible
que no dejes tu dulzura y belleza en este mundo, mi amor, por eso.
⸺¡Claro! La
inteligencia la heredará de ti…
⸺¡Por supuesto!...
que… la heredará de los dos…, ¡pequeña vanidosa!
⸺Creo que ya debo
irme, mi padre estará preocupado…
⸺Claro, sobre todo
si sospecha que estás conmigo.
⸺No te enojes con
él, ya es viejo y sus ideales políticos nadie los cambiará. Hay mucha gente en
este país que vive engañada, no se dan cuenta de que Chile está siendo manipulado
por EE.UU. y si llegan a liderar a través de un gobierno de extrema derecha,
perderemos todos nuestros bienes nacionales y viviremos en una dictadura eterna
donde el hombre será esclavo del capitalismo que favorece solo a los ricos.
Presiento que nuestro sueño será abortado y que no queda mucho tiempo para
defender la democracia ganada en forma legítima, creo que deberíamos armarnos,
pero el partido y Allende quieren arreglarlo todo «por las buenas» no se dan
cuenta de que ya la situación se hace insostenible y que no es algo «de
acuerdos» lo que los poderosos quieren, lo que buscan es destituir al
presidente y si es posible matarlo… lo harán…
⸺ Sí, lo tengo
claro, desde afuera es mucho más fácil darse cuenta de lo que está ocurriendo
desde que asumió el candidato que el pueblo anhelaba. Ahora les están haciendo
creer que fue un error y los atemorizan de una forma escalofriante. Es difícil
que una gran mayoría entienda lo que nos conviene como país, no indagan, les creen
a los medios de comunicación, hay una enorme alienación que crea pánico en la
población a través de mentiras y manipulaciones políticas. ⸺Tras decir esto,
Benjamín, saca un cigarrillo, el que prende con gran ansia.
En efecto, el
mismo automóvil que siguió a Constanza la noche anterior, era el que la esperaba
ahora a unas cuadras de la morada de su compañero. No se distinguía quién
estaba al volante, solo una silueta alargada, con unos lentes oscuros y un
pasamontaña.
Los jóvenes salieron
con discreción, al ver el automóvil estacionado, se paralizaron. Benjamín tiró
del brazo de ella para despabilarla y corrieron al lugar donde él había
aparcado su escarabajo azul. Al llegar, dos hombres de contextura gruesa y de
mediana edad, los estaban esperando ocultos a un costado del vehículo. Emergieron
de su escondite y apresaron a la pareja sin darles tiempo de correr.
Amordazados y amarrados de pies y manos, los depositaron en un furgón que no
tardó en llegar.
Constanza despierta
en la madrugada cubierta solo por una manta que estaba húmeda y hedía a orina,
no había luz natural, solo bombillas que alumbraban de forma entrecortada los
siniestros calabozos que contaban con un catre y sobre él una colchoneta que se
alcanzaba a ver desgastada, sucia y con manchas de todo tipo, pero las que la
aterrorizaron fueron unas rojas oscuras y abundantes que al tacto se sentían
como cartón adherido. Sin duda, las personas que pasaron por ahí no salieron
vivas.
Posó su mirada en
una rectangular y pequeña ventana asegurada por barrotes oxidados que se
encontraba en la parte superior de una de las paredes que colindaba con un
patio, y muy serena comenzó a proferir:
«Benjamín, ¿dónde
estás? Saldremos de esta, así como hemos salido de tantas… Me atemoriza este
lugar, es como si toda la maldad del mundo habitara aquí. Sé que todavía no ha
pasado gran cosa, que lo peor está por llegar, si tuviera que morir ahora y no
volver a sentir la brisa del mar, el vuelo de un pájaro, la lluvia junto al
viento apurar mi paso, la emoción de bajar de un avión y saber que me estás
esperando para abrazarme, me daría lo mismo puesto que en estos momentos de
angustia, dolor y oscuridad, me refugio en ellos, en mis recuerdos y construyo
un bastión a todo este infierno».
Quedando sumida en
sus cavilaciones por un largo rato, comenzó a llorar, sus acongojados sollozos
dieron paso a un dulce sueño, Benjamín aparece rodeado de una maravillosa luz,
la abraza y besa en la boca. La extraordinaria sensación se desvanece con el
crujir de la puerta del calabozo y un militar la llama por su nombre:
⸺¡Constanza de la
Fuente! Venga conmigo, por favor. Mi superior la necesita.
Sin decir palabra,
traspasa el umbral y sigue al uniformado que la lleva de un pasillo oscuro a
otro con las mismas características, solo que este no se constituía por celdas
aledañas, sino por oficinas que daban al lugar un aspecto de museo del terror
debido a que en cada una se oían extraños sonidos metálicos, destemplados, al
mismo tiempo que voces dotadas de una energía anormal y aterradora, como si los
dueños de aquellas estuvieran bajo el efecto de una fuerte droga que exacerbaba
la violencia y el odio contenidos en todo ser humano. Al mismo tiempo y debido
a que algunas puertas estaban entreabiertas, se podían vislumbrar cuerpos
desnudos de un color amoratado, huesos sobresalientes y rostros inflamados que
contrastaban con sus verdugos enérgicos y arropados bajo un uniforme que ya no
era un símbolo de protección, sino que de destrucción y muerte.
Al llegar a su
destino se encontró con un hombre que le era familiar, quizá el mismo que la
siguió antes de apresarla, alto, delgado, moreno, de mediana edad, no obstante,
su rostro se veía muy cansado, con las carnes sueltas, mofletudas y sus manos
agrietadas y gruesas. Se encontraba sentado detrás de un escritorio, al verla
llegar levantó el rostro y le dijo:
⸺Seré breve y
conciso. Necesitamos su colaboración en la producción de un arma secreta y
mortal que induzca el cáncer y provoque muertes a corto plazo. Si nos asiste,
se irá exiliada a la parte del mundo que usted elija y será tratada con
consideración.
Constanza sabía
que esto ocurriría y estaba preparada para ello, su resistencia al dolor era
suficiente para aguantar un tiempo, de alguna manera, estaba segura de que la
buscarían y que no estaba sola, solo era cuestión de esperar. Las mismas
personas que le habían asegurado asilo político para sus compatriotas, eran las
que constantemente chequeaban a todo el cuerpo de científicos expuestos a
posibles secuestros y torturas para usurpar sus conocimientos y utilizarlos de
forma criminal en aquellos países donde era difícil afianzar gobiernos de
verdadera democracia, de todos modos, el lapsus para ser encontrada podía variar
entre dos y tres meses, lo que no perturbaba su paz, ella no traicionaría a los
suyos, de eso y de nada más, podía estar segura.
Camila, miraba
desconsolada y angustiada todo a su alrededor, no comprendía el porqué se
encontraba en tales circunstancias.
Escuchaba aterrada
cualquier sonido que le pudiera dar una pista de dónde y con quién estaba: «¡Santo
cielo!, ¡dame una tregua!». Sabía que cuando pronunciaba esa palabra, «tregua»,
algo ocurría en beneficio personal y al menos tendría tiempo para planificar
una salida.
El hombre entró a
la habitación donde se encontraba ella absorta en sus pensamientos, al verlo se
asustó, pero no demostró turbación alguna.
Al aparecer tomó
la vieja silla para sentarse y con una voz muy ronca le dijo:
⸺Tranquila,
necesito tu colaboración ⸺al decirlo, bajó su mirada, luego depositó sus
gruesas manos sobre sus piernas y comenzó a sobarse como si tuviera frío.
⸺No veo en qué
pudiera ayudarlo, soy médico sin gran experiencia y no acostumbro a ir en
contra de lo legal.
⸺Hace mucho
tiempo, veinticinco años atrás para ser exacto, una doctora dijo lo mismo,
dando paso a una cruel tortura, en vez de haber colaborado y así poder volar de
este país.
⸺¿Le parece
extraño que haya personas íntegras en este mundo?
⸺Para nada, es la
forma de equilibrar el sistema. Se necesita gente como ustedes que trabajen por
una buena causa, como el salvar vidas, de lo contrario, no habría espacio para
equivocarse, ¿qué sería de nosotros?, ¿cómo podríamos cumplir nuestros castigos
sin la asistencia de almas nobles y puras? Sobre todo, cuando las deudas de
nuestros crímenes se ven cobradas en seres sin pecado alguno, cuya única falta
es haber tenido un vínculo sanguíneo con la fragilidad humana ⸺dicho esto, sus
ojos comenzaron a llorar.
⸺¿Qué es lo que
quiere que haga? ¿Por qué me tiene aquí? ¿Cómo supo de mí?
⸺Constanza de la
Fuente, tu madre, ¿no es así?
Al nombrarla,
Camila comenzó a temblar. Se le vinieron mil imágenes a la cabeza, preguntas
que quería hacer, pero que temía por las consecuencias que esto traería, no podía
imaginarse las intenciones de aquel hombre y por lo mismo no dijo nada.
⸺De la misma forma
como se lo dije a ella, te lo diré a ti: seré breve y conciso, necesito que
salves la vida de mi hija. Tu madre estaba trabajando en un proyecto para preservar
a la gente con cáncer. Los resultados de aquella investigación no fueron
divulgados por temor a que inescrupulosos hicieran mal uso o comercializaran
sus hallazgos. Ella fue un ser íntegro en toda su magnitud por lo que la ayudé
a salir de ese infierno, meses después, me di cuenta de su estado de gravidez y
gestioné todos sus contactos para que la encontraran, tarea difícil, debido a
que estábamos en un recinto en las afueras de Chillán, completamente aislados
de la civilización. Veinticinco años más tarde, me encontré con un artículo de
divulgación científica escrito por ti donde mencionabas a Constanza, quedé
maravillado, pues buscaba información y ayuda eficaz para mi pequeña hija a la
que no le queda mucho tiempo… a menos que… hagas uso de los descubrimientos que
germinaron de aquel trabajo que tú continuaste y te esmeres en mantenerla con
vida un poco más.
Mientras terminaba
su manifestación, sacaba un arma del bolsillo de su chaqueta y apuntando a la
cabeza de la joven, la obligó a levantarse y a trasladarse a una camioneta que
estaba estacionada a un costado de la casa.
Camila sabía que
su madre había sufrido mucho en el poco tiempo que alcanzó a estar detenida,
pero como estaban al tanto de su importancia para el mundo de la ciencia y que,
por lo mismo, estaba resguardada por instituciones internacionales, le dieron
su libertad con la condición de irse exiliada, por lo que dudaba de aquella
versión en que los agresores se revestían de un halo de benevolencia y piedad.
Con respecto a su padre, Benjamín, no hubo forma de recabar información, constituyéndose
en uno más de los detenidos desaparecidos de aquel año en que la dictadura se
apoderó de la nación.
⸺No entiendo cómo
pretende que lo ayude. Necesito un sin número de insumos y drogas que
posiblemente no estén en el país, además de un lugar propicio para tales
procedimientos.
⸺No te preocupes ⸺le
dice sin sacar la vista de la autopista⸺, tú pide lo que necesites, tengo
gente trabajando para mí en todas partes del mundo y el dinero no es un
obstáculo.
Mientras viajaban
fuera de Chillán, Camila no sacaba la vista de la línea divisoria de la
carretera y pensaba acerca de la conversación tenida con aquel sujeto hacía
pocas horas atrás. Es verdad que, para redimir nuestros pecados, necesitamos la
ayuda de almas nobles e íntegras, sin embargo, aquellas virtudes no son
perpetuas en el ser humano, somos espíritus que habitan en una dinámica
constante, expuestos a grandes desafíos en que muchas veces debemos elegir entre
dar rienda suelta a nuestros instintos y castigar las anomalías sociales simplemente
matando, o, siendo resilientes y compasivos para así ayudar al prójimo en su
redención. Cualquiera fuera el resultado de dicha cavilación, había algo
trascendental que no pasaría por alto: la vida le estaba sirviendo en su propia
mesa al torturador de su madre y no tenía la menor intención de salvarlo, si había
algo que proteger, era el respeto hacia un ser que le prodigó la vida en
condiciones execrables, y, aunque su amor a la existencia humana la hiciera dudar,
no quería darle a ese monstruo la oportunidad de flaquear frente al dolor de
una niña al momento de conocerla. De pronto, levantó la vista y se percató de
que delante de la camioneta iba un camión de carga con troncos apilados en su
carrocería, una de las amarras se había desprendido y quedaba poco tiempo para
que los maderos fueran poco a poco cayendo y colapsando la carretera provocando
una colisión múltiple. Era su oportunidad de saltar y no ser perseguida por el
siniestro personaje, abrió la puerta del vehículo en movimiento y saltó justo
en el momento en que uno de los troncos caía sobre la camioneta dejando a su
conductor atrapado y completamente inconsciente por el impacto.
La joven cayó en
la vera del camino, azotando su cabeza con fuerza, una sonrisa emanaba de su
rostro al momento de quedar tendida en la tierra, era como si su madre la
hubiera estado esperando en la caída para abrazarla y besarla. Ya no tenía
miedo ni a los espacios cerrados ni a los túneles, había entendido que
compartió con ella uno de los dolores más intensos que puede sufrir el ser
humano: la pérdida de la libertad, pero lo más importante que había logrado concebir
era que todo crimen tiene su castigo y que las almas nobles lo son porque han
lidiado primero con la penumbra y el frío para llegar al conocimiento de una
parte de sus vidas que había estado oculta y que se negó a ser olvidada.
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