martes, 22 de octubre de 2019

Frío en la oscuridad


Rosita Herrera

«¿Sabes, Sonia, que el alma se ahoga en las habitaciones bajas y estrechas?». Le hacían mucho sentido estas líneas, pertenecían al gran Dostoievski y acababa de repasarlas en el viaje de retorno a su hogar que realizaba periódicamente, pero a distintas horas, de acuerdo con sus turnos de trabajo. Le había tocado una difícil jornada, interminables procedimientos y exámenes en el pabellón de oncología. Gracias a Dios, la habían destinado a la sección de adultos, se encontraba muy vulnerable y no hubiera tolerado a un niño sufriente. De cualquier modo, ya había terminado y colgaría su delantal blanco por varias horas antes de la próxima jornada. Su mirada inquieta se escondía tras unos ojos cansados y su menuda figura se encontraba entumecida por el abrupto descenso de temperatura invernal que ocurría al llegar el ocaso en aquella sureña ciudad ubicada en los límites de la Araucanía. Desde lejos, Camila se veía como un delicado bulto sumido en un frío asiento de ómnibus. Su liviandad hacía que su cuerpo saltara con cada escollo del camino. Debido al movimiento continuo del vehículo, restablecer su posición en la butaca con el apoyo de todo implemento que tuviera a su disposición, no era tarea fácil, el cansancio y las largas travesías la estaban empujando a invertir en un automóvil, idea que no la hacía muy feliz, ya que sabía lo caro de su mantenimiento y el poco tiempo que tenía para sus periódicas revisiones.
Estaba por llegar a su destino y ya casi acababa el capítulo quinto de Crimen y castigo. Se quedó estupefacta al reconocerse en la emoción de terror que emanaba de aquella proposición que emitía el narrador sobre las habitaciones bajas y estrechas, su mente ipso facto la conectaba con el hospital donde trabajaba, el que tenía recónditos pasajes que de noche se mostraban siniestros y escabrosos a la mirada de cualquier visitante. Aquellas angosturas la hacían temblar y una extenuante angustia la embargaba secándole la boca y oprimiendo su pecho. Desde que tuvo consciencia le ocurría al estar en habitaciones pequeñas, sin o muy escasas entradas de luz. Los edificios abandonados que quedaban a disposición de indigentes y delincuentes le causaban una sensación de asco y resquemor. Si dejaba escapar su imaginación, corría el riesgo de que su mente atrajera un sinnúmero de turbaciones que terminarían por deprimirla, así que optaba por bloquearla y retornar a sí misma.
Al bajar del autobús un viento helado la activó de la modorra de un viaje de aproximadamente dos horas. La ansiedad de llegar a su casa se exacerbaba a medida que avanzaba, pues requería terminar un artículo que publicaría en la revista de medicina de la universidad donde había realizado sus estudios y especialización oncológica. Sin proponérselo, había seguido los pasos de su madre y se planteó culminar el proyecto que ella había comenzado, por lo tanto, la investigación era su ocupación principal cuando no estaba en su lugar de trabajo. Las calles por las que transitaba estaban vacías y al parecer un corte de electricidad había afectado al sector ya que las luminarias, salvo una que otra, estaban apagadas. En momentos así la recordaba y, de una forma casi telepática, sincronizaba con su espíritu y lograba calmarse, pero esta vez no lo conseguía, algo la perturbaba y la estaba paralizando. Ella había muerto cuando Camila tenía cinco años. Era estudiante de medicina y realizaba su internado en un pueblo alrededor de Chillán. Mantenía una relación amorosa con un estudiante de kinesiología quien participaba activamente en el movimiento de izquierda revolucionaria de la Universidad de Concepción. Sus ideales políticos iban más allá de los personales y se había convertido en un líder por su claridad abismante al momento de hablar y de actuar en pro de los derechos humanos de los más desposeídos. Esto había enamorado a Constanza, quien, pese a la prohibición de sus padres, mantenía una cercana relación de amor y solidaridad cuando las cosas se ponían difíciles y había que ayudar a los compañeros que sufrían maltratos de parte de los uniformados o civiles encubiertos.
Camila ya vislumbraba su acogedora morada, cuando siente una gran presencia que bruscamente la abraza por la espalda y la sume en un profundo sueño luego de poner un pañuelo en sus fosas nasales.
Al cabo de unas horas en que fue transportada a un pueblo aledaño a la ciudad de Temuco, despierta amordazada, amarrada de pies y manos, en un cuarto oscuro de una casa, al parecer, abandonada. Miró a su alrededor y solo había una silla de rústica madera y cáñamo ya destruido en el asiento que se encontraba en un rincón de la habitación dada vuelta hacia la pared, como si alguien hubiera estado meditando u orando sentado en ella. Una débil luz bailaba de un techo bajo y asfixiante y una pequeña ventana llena de tierra daba a otra habitación oscura y abandonada, sin rastro de humanidad.
Constanza era una joven resuelta y bellísima. Su espíritu altruista y agudeza mental la habían convertido en una de las estudiantes más prometedoras de su generación, era partícipe de una organización de investigación mundial contra el cáncer debido a que uno de sus proyectos había sido seleccionado para ser perfeccionado y llevado a la práctica con el patrocinio de uno de los científicos más connotados a nivel mundial, John Stuart, inmunólogo de la Universidad de Harvard. Al volver a Chile, después de casi dos años, estaba feliz de retomar el contacto directo con Benjamín y de poder ayudar a sus compatriotas, no obstante, se encontró con un país sumido en un silencio agónico, muy distinto al que había dejado, lleno de promesas e ideales por cumplir. Se dio cuenta de que todos sus conocimientos deberían esperar ya que podrían ser utilizados en contra de aquellos que daban su vida por la libertad de expresión y de pensamiento en un momento en que su patria intentaba establecerse, aun así, en forma siniestra y oculta, se estaban cometiendo atropellos y crímenes en contra de aquellos que apoyaban a este nuevo Gobierno. Chile había logrado llevar a la Moneda a un presidente socialista democrático que lucharía por establecer un sistema justo donde todos salieran favorecidos política, económica y socialmente. La clase alta, muy privilegiada hasta entonces, tenor que era costumbre en esta parte del mundo, se veía amenazada, por lo que llegaría a extremos inimaginables con tal de no perder sus posesiones y la posibilidad de seguir lucrando en un país donde la clase obrera estaba a su servicio. Estados Unidos no toleraba debilitar su señorío económico y utilizaba todo tipo de estrategias para desestabilizar a la nación y obstruir el trabajo y desempeño del actual gobierno y… sobre todo, estaba preparando a las Fuerzas Armadas de Chile para un imperioso golpe de Estado, de lo contrario, este país se les iría de las manos y con ello todo un patrimonio de riqueza y prosperidad. El presidente, ignorante de estos acontecimientos y confiando ciegamente en «su gente», no se percataba de todo el complot político que se fraguaba, tampoco del desaparecimiento y muerte de personas inocentes que ocurría a diestra y siniestra.
Transcurría el año mil novecientos setenta y tres y los militares adquirían una presencia continua y espesa a lo largo de todo el país. Los jóvenes trazaban diferentes estrategias para ayudar a sus compañeros y gente oprimida y fustigada por las fuerzas armadas que no daban tregua al menor indicio de revolución popular. Muchas veces se habían infiltrado en las asambleas para secuestrar a los líderes de estas y dejarlos, después de golpearlos y torturarlos, abandonados en sectores rurales que de no ser por la buena voluntad de campesinos que llamaban a sus familiares y amigos, hubieran perecido sin pena ni gloria.
 En el extranjero, Constanza, había contactado a dirigentes políticos de todas partes del mundo que estaban dispuestos a cooperar con el partido en el caso de que pudieran necesitar asilo. Las dificultades que como Gobierno estaba teniendo Chile para emprender sus proyectos y objetivos ya formaban parte del noticiero internacional. Había desorden, escasez en todo tipo de ámbitos, muerte, atentados, miedo, destrucción, inestabilidad, desamparo… sin duda alguna, la «campaña del terror» impuesta por el presidente Nixon, la clase alta y las fuerzas armadas de este país, estaba funcionando.
Constanza y Benjamín después de cada jornada se reunían, aunque fuera solo para comentar el día, pasaban sumidos en el hospital ayudando a la gente más necesitada de la región, no obstante, su amor era infalible y siempre había un espacio y un lugar para reconocerse en los brazos y sentimientos del otro. Una de aquellas noches, ella le manifiesta una inquietud:
⸺Anoche un auto me siguió y quedó estacionado frente a la casa de mis padres. En la mañana cuando me vine a la facultad, él disimuladamente fue detrás de mí, luego le perdí la pista al entrar al edificio. Temo que pase lo mismo hoy, Benjamín.
⸺Mi amor, debemos ser cuidadosos. No quiero que sigas ayudando, quizá sería mejor que te fueras por un tiempo y congeles tus estudios. Están ocurriendo situaciones que no habíamos previsto y que son la consecuencia directa del gran logro obtenido por el pueblo al haber elegido a un presidente socialista que sí trabaja por los pobres. Debes irte y asumir el rol de exiliada política, no quiero volver a pedírtelo ⸺al decirlo la abraza y besa en la frente.
⸺Y… ¿abandonarte?, ¿abandonarlos? Eso nunca, prefiero morir quemada en un catre eléctrico a dejarte…, ¿no te das cuenta? Nunca más te volvería a ver. Mi existencia no tendría ningún sentido, para qué salvarme si pierdo a mi compañero en las peores circunstancias. ⸺Se arrimó a Benjamín y estalló en llanto.
⸺¿Estás bien? Te he notado muy sensible estos días.
⸺No sé, casi no tengo hambre y los olores me molestan. Me es difícil cumplir mi tarea en el hospital, llegan pacientes que han estado días incubando parásitos en sus heridas, y he tenido que atenderlos al borde del desmayo. Los recintos no dan abasto, no hay medicamentos ni personal. Se deben hacer turnos continuos sin tener descanso y… no me he sentido bien. Tengo la sospecha de que…
⸺¿Estás segura? ⸺lo dice estrechándola aún más fuerte.
⸺Algo de medicina sé, mi amor.
⸺Sí, perdóname. No todo es revolución, este acontecimiento me saca de contexto, no lo esperaba. Con mayor razón lucharé por nuestra libertad, si no logro sobrevivir, ella sabrá que hay esperanza y que algo tuvimos que ver en eso…
⸺¿Ella?... ¿por qué estás tan seguro?
⸺Porque es imposible que no dejes tu dulzura y belleza en este mundo, mi amor, por eso.
⸺¡Claro! La inteligencia la heredará de ti…
⸺¡Por supuesto!... que… la heredará de los dos…, ¡pequeña vanidosa!
⸺Creo que ya debo irme, mi padre estará preocupado…
⸺Claro, sobre todo si sospecha que estás conmigo.
⸺No te enojes con él, ya es viejo y sus ideales políticos nadie los cambiará. Hay mucha gente en este país que vive engañada, no se dan cuenta de que Chile está siendo manipulado por EE.UU. y si llegan a liderar a través de un gobierno de extrema derecha, perderemos todos nuestros bienes nacionales y viviremos en una dictadura eterna donde el hombre será esclavo del capitalismo que favorece solo a los ricos. Presiento que nuestro sueño será abortado y que no queda mucho tiempo para defender la democracia ganada en forma legítima, creo que deberíamos armarnos, pero el partido y Allende quieren arreglarlo todo «por las buenas» no se dan cuenta de que ya la situación se hace insostenible y que no es algo «de acuerdos» lo que los poderosos quieren, lo que buscan es destituir al presidente y si es posible matarlo… lo harán…
⸺ Sí, lo tengo claro, desde afuera es mucho más fácil darse cuenta de lo que está ocurriendo desde que asumió el candidato que el pueblo anhelaba. Ahora les están haciendo creer que fue un error y los atemorizan de una forma escalofriante. Es difícil que una gran mayoría entienda lo que nos conviene como país, no indagan, les creen a los medios de comunicación, hay una enorme alienación que crea pánico en la población a través de mentiras y manipulaciones políticas. ⸺Tras decir esto, Benjamín, saca un cigarrillo, el que prende con gran ansia.
En efecto, el mismo automóvil que siguió a Constanza la noche anterior, era el que la esperaba ahora a unas cuadras de la morada de su compañero. No se distinguía quién estaba al volante, solo una silueta alargada, con unos lentes oscuros y un pasamontaña.
Los jóvenes salieron con discreción, al ver el automóvil estacionado, se paralizaron. Benjamín tiró del brazo de ella para despabilarla y corrieron al lugar donde él había aparcado su escarabajo azul. Al llegar, dos hombres de contextura gruesa y de mediana edad, los estaban esperando ocultos a un costado del vehículo. Emergieron de su escondite y apresaron a la pareja sin darles tiempo de correr. Amordazados y amarrados de pies y manos, los depositaron en un furgón que no tardó en llegar.
Constanza despierta en la madrugada cubierta solo por una manta que estaba húmeda y hedía a orina, no había luz natural, solo bombillas que alumbraban de forma entrecortada los siniestros calabozos que contaban con un catre y sobre él una colchoneta que se alcanzaba a ver desgastada, sucia y con manchas de todo tipo, pero las que la aterrorizaron fueron unas rojas oscuras y abundantes que al tacto se sentían como cartón adherido. Sin duda, las personas que pasaron por ahí no salieron vivas.
Posó su mirada en una rectangular y pequeña ventana asegurada por barrotes oxidados que se encontraba en la parte superior de una de las paredes que colindaba con un patio, y muy serena comenzó a proferir:
«Benjamín, ¿dónde estás? Saldremos de esta, así como hemos salido de tantas… Me atemoriza este lugar, es como si toda la maldad del mundo habitara aquí. Sé que todavía no ha pasado gran cosa, que lo peor está por llegar, si tuviera que morir ahora y no volver a sentir la brisa del mar, el vuelo de un pájaro, la lluvia junto al viento apurar mi paso, la emoción de bajar de un avión y saber que me estás esperando para abrazarme, me daría lo mismo puesto que en estos momentos de angustia, dolor y oscuridad, me refugio en ellos, en mis recuerdos y construyo un bastión a todo este infierno».
Quedando sumida en sus cavilaciones por un largo rato, comenzó a llorar, sus acongojados sollozos dieron paso a un dulce sueño, Benjamín aparece rodeado de una maravillosa luz, la abraza y besa en la boca. La extraordinaria sensación se desvanece con el crujir de la puerta del calabozo y un militar la llama por su nombre:
⸺¡Constanza de la Fuente! Venga conmigo, por favor. Mi superior la necesita.
Sin decir palabra, traspasa el umbral y sigue al uniformado que la lleva de un pasillo oscuro a otro con las mismas características, solo que este no se constituía por celdas aledañas, sino por oficinas que daban al lugar un aspecto de museo del terror debido a que en cada una se oían extraños sonidos metálicos, destemplados, al mismo tiempo que voces dotadas de una energía anormal y aterradora, como si los dueños de aquellas estuvieran bajo el efecto de una fuerte droga que exacerbaba la violencia y el odio contenidos en todo ser humano. Al mismo tiempo y debido a que algunas puertas estaban entreabiertas, se podían vislumbrar cuerpos desnudos de un color amoratado, huesos sobresalientes y rostros inflamados que contrastaban con sus verdugos enérgicos y arropados bajo un uniforme que ya no era un símbolo de protección, sino que de destrucción y muerte.
Al llegar a su destino se encontró con un hombre que le era familiar, quizá el mismo que la siguió antes de apresarla, alto, delgado, moreno, de mediana edad, no obstante, su rostro se veía muy cansado, con las carnes sueltas, mofletudas y sus manos agrietadas y gruesas. Se encontraba sentado detrás de un escritorio, al verla llegar levantó el rostro y le dijo:
⸺Seré breve y conciso. Necesitamos su colaboración en la producción de un arma secreta y mortal que induzca el cáncer y provoque muertes a corto plazo. Si nos asiste, se irá exiliada a la parte del mundo que usted elija y será tratada con consideración.
Constanza sabía que esto ocurriría y estaba preparada para ello, su resistencia al dolor era suficiente para aguantar un tiempo, de alguna manera, estaba segura de que la buscarían y que no estaba sola, solo era cuestión de esperar. Las mismas personas que le habían asegurado asilo político para sus compatriotas, eran las que constantemente chequeaban a todo el cuerpo de científicos expuestos a posibles secuestros y torturas para usurpar sus conocimientos y utilizarlos de forma criminal en aquellos países donde era difícil afianzar gobiernos de verdadera democracia, de todos modos, el lapsus para ser encontrada podía variar entre dos y tres meses, lo que no perturbaba su paz, ella no traicionaría a los suyos, de eso y de nada más, podía estar segura.
Camila, miraba desconsolada y angustiada todo a su alrededor, no comprendía el porqué se encontraba en tales circunstancias.
Escuchaba aterrada cualquier sonido que le pudiera dar una pista de dónde y con quién estaba: «¡Santo cielo!, ¡dame una tregua!». Sabía que cuando pronunciaba esa palabra, «tregua», algo ocurría en beneficio personal y al menos tendría tiempo para planificar una salida.
El hombre entró a la habitación donde se encontraba ella absorta en sus pensamientos, al verlo se asustó, pero no demostró turbación alguna.
Al aparecer tomó la vieja silla para sentarse y con una voz muy ronca le dijo:
⸺Tranquila, necesito tu colaboración ⸺al decirlo, bajó su mirada, luego depositó sus gruesas manos sobre sus piernas y comenzó a sobarse como si tuviera frío.
⸺No veo en qué pudiera ayudarlo, soy médico sin gran experiencia y no acostumbro a ir en contra de lo legal.
⸺Hace mucho tiempo, veinticinco años atrás para ser exacto, una doctora dijo lo mismo, dando paso a una cruel tortura, en vez de haber colaborado y así poder volar de este país.
⸺¿Le parece extraño que haya personas íntegras en este mundo?
⸺Para nada, es la forma de equilibrar el sistema. Se necesita gente como ustedes que trabajen por una buena causa, como el salvar vidas, de lo contrario, no habría espacio para equivocarse, ¿qué sería de nosotros?, ¿cómo podríamos cumplir nuestros castigos sin la asistencia de almas nobles y puras? Sobre todo, cuando las deudas de nuestros crímenes se ven cobradas en seres sin pecado alguno, cuya única falta es haber tenido un vínculo sanguíneo con la fragilidad humana ⸺dicho esto, sus ojos comenzaron a llorar.
⸺¿Qué es lo que quiere que haga? ¿Por qué me tiene aquí? ¿Cómo supo de mí?
⸺Constanza de la Fuente, tu madre, ¿no es así?
Al nombrarla, Camila comenzó a temblar. Se le vinieron mil imágenes a la cabeza, preguntas que quería hacer, pero que temía por las consecuencias que esto traería, no podía imaginarse las intenciones de aquel hombre y por lo mismo no dijo nada.
⸺De la misma forma como se lo dije a ella, te lo diré a ti: seré breve y conciso, necesito que salves la vida de mi hija. Tu madre estaba trabajando en un proyecto para preservar a la gente con cáncer. Los resultados de aquella investigación no fueron divulgados por temor a que inescrupulosos hicieran mal uso o comercializaran sus hallazgos. Ella fue un ser íntegro en toda su magnitud por lo que la ayudé a salir de ese infierno, meses después, me di cuenta de su estado de gravidez y gestioné todos sus contactos para que la encontraran, tarea difícil, debido a que estábamos en un recinto en las afueras de Chillán, completamente aislados de la civilización. Veinticinco años más tarde, me encontré con un artículo de divulgación científica escrito por ti donde mencionabas a Constanza, quedé maravillado, pues buscaba información y ayuda eficaz para mi pequeña hija a la que no le queda mucho tiempo… a menos que… hagas uso de los descubrimientos que germinaron de aquel trabajo que tú continuaste y te esmeres en mantenerla con vida un poco más.
Mientras terminaba su manifestación, sacaba un arma del bolsillo de su chaqueta y apuntando a la cabeza de la joven, la obligó a levantarse y a trasladarse a una camioneta que estaba estacionada a un costado de la casa.
Camila sabía que su madre había sufrido mucho en el poco tiempo que alcanzó a estar detenida, pero como estaban al tanto de su importancia para el mundo de la ciencia y que, por lo mismo, estaba resguardada por instituciones internacionales, le dieron su libertad con la condición de irse exiliada, por lo que dudaba de aquella versión en que los agresores se revestían de un halo de benevolencia y piedad. Con respecto a su padre, Benjamín, no hubo forma de recabar información, constituyéndose en uno más de los detenidos desaparecidos de aquel año en que la dictadura se apoderó de la nación.
⸺No entiendo cómo pretende que lo ayude. Necesito un sin número de insumos y drogas que posiblemente no estén en el país, además de un lugar propicio para tales procedimientos.
⸺No te preocupes ⸺le dice sin sacar la vista de la autopista⸺, tú pide lo que necesites, tengo gente trabajando para mí en todas partes del mundo y el dinero no es un obstáculo.
Mientras viajaban fuera de Chillán, Camila no sacaba la vista de la línea divisoria de la carretera y pensaba acerca de la conversación tenida con aquel sujeto hacía pocas horas atrás. Es verdad que, para redimir nuestros pecados, necesitamos la ayuda de almas nobles e íntegras, sin embargo, aquellas virtudes no son perpetuas en el ser humano, somos espíritus que habitan en una dinámica constante, expuestos a grandes desafíos en que muchas veces debemos elegir entre dar rienda suelta a nuestros instintos y castigar las anomalías sociales simplemente matando, o, siendo resilientes y compasivos para así ayudar al prójimo en su redención. Cualquiera fuera el resultado de dicha cavilación, había algo trascendental que no pasaría por alto: la vida le estaba sirviendo en su propia mesa al torturador de su madre y no tenía la menor intención de salvarlo, si había algo que proteger, era el respeto hacia un ser que le prodigó la vida en condiciones execrables, y, aunque su amor a la existencia humana la hiciera dudar, no quería darle a ese monstruo la oportunidad de flaquear frente al dolor de una niña al momento de conocerla. De pronto, levantó la vista y se percató de que delante de la camioneta iba un camión de carga con troncos apilados en su carrocería, una de las amarras se había desprendido y quedaba poco tiempo para que los maderos fueran poco a poco cayendo y colapsando la carretera provocando una colisión múltiple. Era su oportunidad de saltar y no ser perseguida por el siniestro personaje, abrió la puerta del vehículo en movimiento y saltó justo en el momento en que uno de los troncos caía sobre la camioneta dejando a su conductor atrapado y completamente inconsciente por el impacto.
La joven cayó en la vera del camino, azotando su cabeza con fuerza, una sonrisa emanaba de su rostro al momento de quedar tendida en la tierra, era como si su madre la hubiera estado esperando en la caída para abrazarla y besarla. Ya no tenía miedo ni a los espacios cerrados ni a los túneles, había entendido que compartió con ella uno de los dolores más intensos que puede sufrir el ser humano: la pérdida de la libertad, pero lo más importante que había logrado concebir era que todo crimen tiene su castigo y que las almas nobles lo son porque han lidiado primero con la penumbra y el frío para llegar al conocimiento de una parte de sus vidas que había estado oculta y que se negó a ser olvidada.

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