Nelly Jácome
Villalva
Lo conocí una mañana
de verano entre la multitud apresurada, el cielo azul y despejado y un intenso
olor a humo y gasolina, cuando me encontraba desilusionada porque no conseguí
mi esperado ascenso, pudo más la influencia y la billetera del padre de Sofi,
quien fue nombrada jefa departamental.
Sofi era una mujer
de mediana estatura, tenía el pelo tinturado de rubio, vestía siempre ceñido
dejando ver sus formas y sus zapatos constituían para mí una gran hazaña por el
alto de sus tacos, nunca me hubiese atrevido a caminar con algo así, pero a
ella parecía que no le molestaban y se deslizaba con facilidad dejando una
estela perfumada a su paso. Me dije a mi misma que las cosas cambiarían, así
que seguí adelante. Y es esa mañana al dirigirme a mi oficina que apareció
Rigo, un hombre alto, un poco más del promedio, con una melena castaña y
rizada, su tez tan blanca que me iluminó con tan solo sonreír al ver que di un
traspié por alcanzar el bus, enseguida me tomó del codo, me ayudó a subir, le
devolví la sonrisa y empezamos a charlar, fue todo tan natural como si ya nos
hubiésemos conocido antes y hasta nos citamos para tomar un café el fin de
semana. Este encuentro me hizo olvidar
mi rabia y resentimiento, decidí encaramarme en esa ventana y aventurarme sin
miedos.
Como esperaba, Sofi
empezó a pedir mi ayuda, decidí no ser egoísta, porque por ahora esa no era mi
preocupación, tenía otras cosas que hacer y con quien hacerlas; de pronto su
rostro se me dibujó en la pared: forma ovalada, cejas pobladas, ojos grandes de
color almendra con pestañas rizadas, nariz larga en debida proporción con su
cara, mentón algo prominente con un lunar cerca de su oreja derecha y unos
labios carnosos irresistibles.
La noche era fría,
amenazaba la lluvia y mi calle se mostraba desolada de peatones, pero, como
siempre, el ruido perturbador de los autos que la cruzaban a mucha velocidad,
distraía cualquier meditación; nada importaba, me maquillé y recogí el cabello
como sé que a Rigo lo enloquece. Desde mi ventana vi su automóvil llegar
puntual y estacionarse, por lo que bajé rápidamente sin terminar de arreglarme
para no hacerlo esperar mucho, no quería estropear la noche.
¡Mmmm!, cómo me besa
es maravilloso, nada me importa junto a él, pienso mientras me dirijo al baño
antes de cenar. Flotaba entre nubes cada
vez que lo sentía hundirse en mí, mi lengua se convertía en una serpiente
tratando de acaparar toda su geografía, mi mundo no tenía límites y ya ni me acordaba
de Sofi.
Al regresar, observé
la mesa ubicada en un lugar muy íntimo, cubierta con un mantel de color perla
sobre el cual lucía un arreglo floral discreto con un globo de corazón en el
centro y un sutil aroma a vainilla invadía el ambiente, todo de buen gusto
incluido lo que Rigo había ordenado por mí. Luego lo miré a él, me esperaba con
esa sonrisa que hacía que olvide cualquier preocupación, y de pronto -¡Cásate
conmigo!, eres la mujer que he estado buscando, estoy seguro, dame el sí y
seremos felices por siempre, ¡te lo juro!-
Al escucharlo, la alegría que me inundaba era indescriptible, no podía
creerlo, casarme con Rigo, ser su esposa, pertenecerle y que todo el mundo lo
sepa... Confundida gritaba internamente y sin pensarlo me lancé a sus brazos
besándolo, y de a poco separé mis labios de los suyos, cogí mi cartera y huí
del restaurante.
Desde ayer el timbre
de mi casa no ha dejado de sonar, así que decidí enfrentar a Rigoberto y
mientras me dirigía a abrir la puerta,
recapitulaba nuestra relación, me molesta que decida por mí, o tener que
cambiar mis actitudes por temor a que se
enoje, ¡Oh
Dios, pero cómo me gusta!
mi cuerpo se transformaba con tan solo su presencia, sus largas piernas
velludas, su cintura y pectorales ejercitados en conjunción con sus frondosos
brazos, provocaban un cóctel de imprevisibles consecuencias, aunque todas
gozosas. ¡NO,
no!
definitivamente no era con quien yo quería continuar mi vida.
-Hola Rigo, pasa por
favor -dije sin mayor entusiasmo. Me
miraba en silencio con una expresión muy seria, tenía los ojos enrojecidos y
ligeramente inflamados, -¡Por qué! -me dijo en tono furioso. -Lo siento, pero
no quiero comprometerme -es lo que supe decir y agregué- por ahora. Quería que
ya terminara esta escena, me resultaba incómoda y no sabía cómo explicarle mi confusión
y mis temores. -Está bien, tú has querido que todo termine así, ojalá no te
arrepientas -me respondió de manera amenazadora, se dio media vuelta y al salir
dijo- ¡Adiós!
Lo
miré cruzar la calle desde mi ventana y grité su nombre, quería proponerle que
sigamos nuestra relación y que solo aplacemos el compromiso, Rigo retrocedió unos pasos, bajó de la vereda
para mirarme y como adivinando mi propuesta, nos regalamos sonrisas mutuas… Solo recuerdo el
ruido estremecedor de un auto y el grito angustioso de una mujer: ¡RIGO!, que resuena en mi
cabeza.
Hace más de un año,
todas las noches caigo en un túnel oscuro sin fin junto a un hilo de sangre que
se va ensanchando y entrelazando tibiamente a mi cuerpo y me despierto con el
grito de Sofi.
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