Silvia Alatorre
La calle principal del
pueblo corre de oriente a poniente por lo que los rayos que irradia el astro
rey la bañan desde la aurora hasta el crepúsculo, reflejando destellantes
brillos de luz al chocar con la superficie adoquinada del piso; la luminosidad
es tal que los transeúntes se ven obligados a protegerse los ojos con oscuros
lentes, so peligro de quedar ciegos o cuando menos encandilados. En la canícula
el calor es tan intenso que todo mundo apesta; sobre las banquetas no hay ni un
triste árbol para refugiarse bajo su sombra; cuando el sol se posiciona en el
cenit se da el momento más candente del
día, y es precisamente en estas horas que los hombres acuden a sus hogares a
comer y descansar. Las puertas y ventanas de las viviendas se mantienen
abiertas para aliviar la sofocante temperatura, sin embargo el viento se niega
a soplar y el ambiente se mantiene agobiante; el escenario es desolador y solo
es interrumpido por el sonoro y retumbante taconeo que desde lejos se deja
escuchar, conforme el sonido se va acercando al pueblo, los portones y ventanas
se estremecen al ser violentamente cerrados. El rítmico tac… tac es producido por los pasos de
Filosita Tijerina, que caminando por el centro de la calzada se dirige al
arroyo seco en busca de algo de sosiego; al llegar ahí se sienta sobre las
ardientes piedras para recobrar la calma; ya relajada y más tranquila sigue su
recorrido rumbo a casa de sus padres.
Mientras tanto las
mujeres del pueblo entran en pánico y apresuradamente amarran o encadenan a sus maridos a los
muebles o a las columnas dentro de la casa, y ellos con desesperación tratan de
liberarse de las ataduras, y gritan maldiciones y blasfemias contra sus carceleras.
Aquellos hombres homosexuales, y que se han casado, evitan encontrarse con Filosita
por temor a quedar encaramados sobre los postes de los faroles y ser
descubiertos por sus esposas, por lo que se esconden bajo las camas, en los
roperos y hubo quien murió ahogado dentro del pozo de agua en donde se ocultó;
otro más que fue a refugiarse dentro de la letrina y casi muere asfixiado al no
poder resollar sumergido en un mar de densa pestilencia.
La belleza exótica de
Filosita es cautivadora; exhibe sus largas y torneadas piernas vistiendo diminutas
faldillas, sus pequeños pies los calza con zapatillas de altos y finos tacones
que la hacen lucir más esbelta; tiene una cinturita que no mide más de una
cuarta y los grandes pechos erguidos roban las miradas de todos los hombres,
que anonadados por esos encantos se olvidan de alzar la vista hacia su extraño
rostro, que también tiene una hermosura extravagante; sus enormes ojos redondos
se ven aún mayúsculos ya que tizna sus largas pestañas con una mejunje preparado
por ella misma, con la semilla de mamey carbonizada mezclada con aceite de
olivo; con el parpadeo natural lo pastoso de este compuesto dibuja bajo el
parpado inferior una reproducción exacta del pelillo superior por lo que
pareciera que esos hermoso luceros siempre están abiertos escudillando al
futuro al más allá, con una penetrante intensidad; la pequeña boca coloreada de
carmín es carnosa y sensual como invitando a ser besada a mordidas, y gracias a
todo ello logra opacar lo desagradable de sus colosales orificios en su chata
nariz por los que emite un sonido exagerado al inhalar y exhalar el aire, esto
la hace más atractiva, pues pareciera que se mantiene en constante estado de fogosidad
y además mucho hay de eso ya que posee una hipersexualidad inusual. Su largo
cabello color negro le cubre la espalda y lo balancea con un cadencioso
movimiento como la melena de un perro afgano en exposición canina.
Desde
muy niña, su madre la vistió con pantalones para cubrir sus extrañas y
atractivas piernas, ya que desde ese entonces despertaba deseos lujuriosos en
todos aquellos que las veían; inclusive, su padre al mirarla se sentía mareado,
se le nublaba la vista y no podía reprimir su atracción por la niña, por lo que
recurrió al cura del pueblo en busca de consejo y este le recomendó comer una
cabeza de ajo en cada comida, repetirse la siguiente frase cuando menos cien
veces por día: “no siento ningún deseo carnal hacia mi hija”; y al igual que
los alcohólicos juran en la iglesia no beber durante un determinado tiempo, el
debería hacer un juramento ante la Virgen de Guadalupe para someter esos malos
instintos y renovar este voto periódicamente; así fue como Vulcano permaneció
“jurado” de por vida.
En
cuanto Filosita llegó a la adolescencia y en un momento de rebeldía decidió
vestir a su gusto y a Emmita, su madre, no le quedó otra opción más que
elaborarle un nuevo vestuario. Era una chiquilla precoz y atrevida, desde muy
pequeña soñaba encontrarse con un chico ardiente para saciar su incontrolable
erotismo; pero también, al igual que su padre, era muy sentimental y romántica,
por lo que instintivamente deseaba sentirse amada y que le susurraran al oído
palabras tiernas y cariñosas.
Emmita, la costurerita
del pueblo era considerada la mejor modista del lugar ya que cortaba con toda
precisión los paños, fueran estos delgados como la seda o tan gruesos como la
lana; para lograr esta perfección en el corte contaba con un sinnúmero de
afiladas tijeras, que con el uso sus bordes se achataban o se resquebrajaban,
este inconveniente era un verdadero dolor de cabeza para ella; fue en ese
entonces cuando conoció a Vulcano, un joven que trabajaba en la planta
siderúrgica, era diestro para fundir acero como para realizar aleaciones de
metales y además tenía amplios conocimientos para imantar bobinas para motores;
debido a esta cercana actividad con los metales su ADN se modificó.
Vulcano era un hombre alto,
robusto y contaba con una gran fuerza física, por lo que tanto a las mujeres como
a los hombres les impactaba su presencia y le temían, pero en verdad este chico
era delicado, romántico y amoroso. Sin embargo el energúmeno dormido que
llevaba dentro, se despertaba cuando alguien lo llamaba enunciando únicamente las
tres últimas letras de su nombre, al instante reaccionaba furiosamente, con una
sola mano levantaba al imprudente y acercándolo a su cara le advertía:
- Es última vez que me llamas así, la
próxima te hago picadillo.
Pero a nadie llegó a
lastimar, tenía la fuerza para hacerlo pero su corazón era más grande que su
musculatura.
Por su parte Emmita era
una mujer pequeñita, delgada y menudita, por lo que ningún mozuelo la miraba ya
que les resultaba bastante insignificante y además despedía un fuerte olor a
valeriana que los adormilaba.
Este par de singulares
jóvenes se conocieron cuando Emmita acudió a la planta siderúrgica a solicitar
la fabricación de la herramienta que le era imprescindible para realizar con
éxito su trabajo. Vulcano se enamoró de ella al ver que no se incomodaba ante
su imponente presencia. El muchacho fabricó unas resistentes tijeras que
duraron hasta que se acabaron y además las magnetizó para que la mujercita
pudiera con ellas atraer agujas y alfileres perdidos. Cuando acudió a casa de
Emmita a entregárselas, iba recién bañado, peinado y con los dientes cepillados
con carbonato y en su mano llevaba unas violetas para dárselas y al estar
frente a ella, sin mediar saludo alguno, de pronto le dijo:
- Cásate conmigo- e impaciente esperó la
respuesta.
- Si -fue lo único que contestó la
modista.
Se casaron prontamente
y la costurerita quedó embarazada de inmediato, dio a luz a una criatura muy especial, a la
que en honor al motivo que los unió, le llamarón: Filosita Tijerina. La niña
heredó los genes trastocados del padre y su gran corazón. A su nacimiento los doctores
y enfermeras advirtieron que se trataba de un ser peculiar ya que en cuanto
emergió de la matriz de la madre, el instrumental médico voló de las manos de
los galenos para quedar pegado al cuerpo de la bebe.
Debido a esta magnética
propiedad, Filosita era una mujer fascinante; como imán atraía a los hombres,
repelía a las mujeres y los maricas eran lanzados por los aires sin siquiera
ella tocarlos.
Los varones perdían la
razón al verla pasar y sin poner resistencia alguna la seguían formando una
larga fila, y caminando como zombis dejaban el adoquín de la calle resbaloso por
la baba que les escurría de la boca.
En su búsqueda del amor,
la chica aceptó relacionarse con más de uno de esos caballeros, terminando los
encuentros sexuales con desafortunados resultados, pues ya en pleno trance amoroso
las piernas de Filosita Tijerina, ya imantadas, se cerraban de golpe quedando
trabadas por unos momentos, mientras tanto sus carnosos labios vaginales se
contraían fuertemente por la gran fuerza magnética y como filosas tijeras lograban
cercenar la virilidad de aquel desafortunado que se encontraba atrapado; pero
aun así, esos eunucos la perseguían dispuestos a perder la lengua y hasta el
último de los dedos de sus manos con tal de saciar sus bajos instintos.
Filosita era muy
desdichada y cada día se deprimía más, no deseaba hacer daño a sus seguidores pero
no podía reprimir su incontrolable libido. Anhelaba con toda el alma encontrar
un varón que la amara y al que no mutilara.
Sus padres sufrían al
ver su desdicha, Vulcano se sabía responsable del infortunio de su hija, por lo
que cuando la veía pesarosa, la abrazaba y lloraba con ella; en cambio Emmita
que era una mujer carente de inteligencia y sentido común no atinaba más que a confeccionarle
unas falditas cada vez más pequeñas, eran ya tan diminutas que Filosita
enseñaba las nalgas, agravando de ese modo el problema que la atormentaba.
El cura de la parroquia exasperado de ser
lanzado por los aires cada vez que se topaba con la muchacha, le hizo llegar
una estampita de San Judas Tadeo patrono de las causas imposibles. Filosita
ansiosamente buscaba un milagro que solucionara este inconveniente, por lo que con
toda devoción preparó un altar con flores y veladoras al santito y le rezaba con
verdadero fervor todas las noches. Su petición era muy simple:
- Amado San Judas Tadeo te pido que me des
un hombre que me ame profundamente y copule como los mismos dioses; también te ruego que me des la sabiduría para
que no lo convierta en un eunuco- y repetía esta solicitud hasta quedar
dormida.
Pasaban las semanas y
el “milagrito” no llegaba, por lo que perdió la fe y hecho la estampita al excusado,
jaló la cadena y se olvidó de los rezos. Entonces decidió investigar a través
de internet sobre su caso, ya que consideraba que ahí encontraría la
información necesaria para solucionar su problema.
Y fue así como conoció
a un joven universitario de nombre “Neutrino”, investigador científico, muy
estudioso pero tímido con las mujeres a pesar de ser hermoso; radicando a poco
más de quinientas millas de distancia del pueblo donde vivía Filosita, la
comunicación entre ellos se dio a través de la computadora, en poco tiempo se convirtieron
en grandes amigos.
Las profundas
investigaciones que realizaba Neutrino, lo llevaron a descubrir que la imantación
que poseía Filosita podía ser desactivada a base de calor pero se reactivaría
nuevamente al recibir una fuerte descarga eléctrica; se lo informó a la chica,
y fue cuando ella comprendió por qué al sentarse sobre las piedras calientes
del arroyo seco sentía tanto alivio.
Con la asesoría de Neutrino,
Filosita tomaba baños de sol totalmente desnuda, después se sumergía a la tina
con agua tan caliente, que hasta se despellejaba y antes de dormir se colocaba
entre las piernas una lámpara que emanaba rayos infrarrojos, pero a pesar de
estos tratamientos no lograba los resultados deseados, ya que cuando salía a la
calle, nuevamente, era perseguida por infinidad de hombres libidinosos. Por lo
que se dispuso a mandarle una nota al joven, en donde escribió en letras
grandes y rojas:
- Neutrino, te suplico que vengas a mi
lado, necesito tu pronta ayuda… URGEME.
Este llamado era lo que
Neutrino esperaba para ir de inmediato al lado de Filosita.
Primeramente le dio
instrucciones a la chica para acondicionar el sitio del encuentro; le indico
que preparara una habitación que tanto de día como de noche mantuviera una alta
temperatura, alejada por completo de cualquier instalación eléctrica, y con un
buen aislamiento acústico. Mientras ella se ocupaba a preparar el aposento en
donde se llevaría a cabo la deseada “des magnetización”; por su parte Neutrino
se dedicó al estudio de todas las artes amatorias, tanto orientales como
occidentales; y cuando todo estaba dispuesto de acuerdo a lo planeado, Neutrino
tomó el primer vuelo para reunirse con Filosita.
En cuanto se vieron se
enamoraron de inmediato, sus miradas de fuego se entrelazaron y sus corazones
latían al unísono. Filosita parpadeaba apresuradamente y esto subyugó aún más a
Neutrino.
La habitación cumplía
las especificaciones indicadas por neutrino, el piso y las paredes estaban
cubiertas por gruesas alfombras y el techo con un recubrimiento de corcho
laminado; una gran chimenea, llena de gruesos troncos que crujían por el
fuego alumbraba el cuarto, no se veía
cama alguna, únicamente una mesa colmada de botellas de vino, quesos y frutas.
Entraron a la habitación
y colocaron un gran candado en la puerta. Por semanas permanecieron encerrados
sin salir de ahí, hacían el amor sin tregua, era tanto el ardor de su pasión
que berreaban como bestias salvajes, parecía que echaban chispas y nada se escuchaba
al exterior.
Por fin Filosita logró
disfrutar su erotismo, su sexualidad y escuchar las dulces palabras que tanto
anhelaba oír mientras tanto el esperado milagro se realizaba, su cuerpo perdió
la imantación que la atormentó por muchos años. Los nuevos amantes, frente a la
chimenea, bebían copas de vino y se amaban con locura.
Las mujeres del pueblo
por fin tenían paz en sus hogares, sin embargo los hombres se encontraban desconcertados
no comprendían que ocurría y recorrían la calle en busca de Filosita.
El cura del pueblo al
enterarse de la desaparición de Filosita, después de varios meses de ausencia,
regreso a continuar con sus servicios religiosos, ya no temía encontrarse con
ella y ser lanzado por los aires.
Pero el destino les
tenía reservada una mala jugada a los apasionados amantes.
Una tormentosa noche, mientras
se poseían frenéticamente un potente rayo cayó en la habitación, partiendo el
techo en mil pedazos e iluminando la habitación con una luz enceguecedora, el
cuerpo de Filosita se estremeció al recibir la fuerte descarga eléctrica y mientras
exclamaba:
- ¡WOW!
Neutrino dijo:
-¡AUCH!...
¡Estupendo cuento! Te felicito.
ResponderEliminarPor ahí se te fue una falta de ortografía, exactamente en el párrafo que dice "Pasaban las semanas y el “milagrito” no llegaba, por lo que perdió la fe y hecho la estampita al excusado". Ese "hecho" va sin h y con acento dado que es pasado del verbo echar y no hacer.
Muchas gracias por tu observación. Me gusto que te "gustara" mi cuento.
EliminarMe encantó :)
ResponderEliminarMuy buena elaboración, bien descrito y final incógnito
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