Miguel Ángel Salabarría Cervera
Damián levantó su
copa en punto de las doce de la noche, en medio de un viento que refrescaba el
ambiente, para brindar por los quince años de la hija del primer matrimonio de
su nueva esposa. Pronunció palabras de agradecimiento al Hacedor de la vida,
por ser generoso al permitir que llegará Karen a tan bella edad, su elocuencia
causó agrado entre los invitados por ser una persona que acogía a plenitud la
paternidad no consanguínea de la festejada.
Luego se alisó con
la mano lentamente la barba, encaminándose a bailar con ella el vals «Sobre
las olas» con magistral habilidad; continuó el convivio en que se
derrochaba la generosidad y el buen gusto de los padres de Karen.
Hacía casi siete
años que Irene había cerrado su corazón al amor, venía de una relación
matrimonial que inició a temprana edad, existiendo alcoholismo en su esposo, que
se manifestó en violencia hacia ella, que la llevó a tramitar el divorcio terminar
en divorcio; se prometió no creer en el amor a pesar de ser una persona joven
de treinta y cinco años, decidiendo que su vida sería: sus tres hijos y el
trabajo.
Sin embargo, por
avatares del destino conoció a Damián entonces estudiante tardío de Derecho,
quién le pareció una persona caballerosa y responsable; agradándole
sobremanera, que aceptara su situación de tener tres hijos de su anterior matrimonio,
por consiguiente, ella admitió que él tuviera una hija de su primer casamiento,
una joven que vivía con la madre de Damián.
En poco menos de
un año formalizaron su relación contrayendo nupcias, no siendo del agrado de la
familia de ella, porque él no trabajaba para dedicarse a estudiar, estudios que
le fueron pagados por Irene además de vivir en casa de los progenitores de
ella, con el tiempo procrearon una niña que estrechó la relación entre ambos.
Al concluir sus
estudios le consiguió trabajo su suegro en la misma empresa donde él laboraba,
por su habilidad pronto ascendió hasta gerente administrativo, además ingresó a
un grupo de fraternidad, ampliando sus relaciones políticas y sociales, con el
discreto apoyo de su esposa y el rechazo de su suegro.
Por las continuas
fricciones entre Damián con su suegro, se cambiaron a vivir a un predio, que
era propiedad del padre de Irene, pero no se fueron los dos hijos jóvenes de
ella, estos se quedaron a vivir con el abuelo, trasladándose la pareja con la
hija de catorce y la pequeña de dos años.
Damián llegaba
algunas noches con un aromático café para Irene, quien lo recibía como una
muestra de amor y agradecía el detalle de su esposo; en otras ocasiones le
llevaba un apetitoso sándwich para su cena, que de inmediato comía; luego se
iban a dormir a su habitación en la que también estaba la niña, ella estaba
feliz con el trato que recibía.
Al despertar
invariablemente le preguntaba él a su esposa:
──¿Cómo dormiste,
te sientes bien?
──Sí, dormí muy
bien, me siento relajada. Gracias por preguntarme.
Esta atención se
volvió para Irene un gesto de caballerosidad y de amor de su esposo, que la
hacía amarlo cada vez más y sentirse dichosa de la segunda oportunidad que la
vida le daba.
Karen despertaba
media desnuda todos los días, se extrañaba porque no se acostaba así para
dormir, pues se ponía ropa apropiada para conciliar el sueño; al principio no
le dio importancia, sin embargo, se hizo frecuente hasta que inquieta fue a
decirle a su madre:
──Mamá, todas las
noches me acuesto a dormir vestida y amanezco sin ropa o media vestida.
──Eres muy loca
para dormir y por el calor inconscientemente te vas quitando la ropa.
──A de ser por el
calor ──respondió Karen.
La confianza dada
por el dueño de la empresa a Damián y la astucia de este, propició que, al
llevarle un legajo de documentos para su firma, incluyera un nombramiento en
que se le asignaba un salario de veinticinco mil pesos mensuales, además el
endoso con factura de una camioneta. No se percató el propietario de tal
hazaña, al contrario, le agradeció su preocupación y desempeño en la
administración de la compañía.
Las relaciones
entre Damián y su hija no eran muy cordiales, al habitar la chica con su abuela
paterna tenía libertad en sus actividades, algo que él no veía con agrado,
constantemente le recordaba que había sido abandonada por su mamá cuando ella
era niña y por lo tanto debería ser agradecida con su abuela y ser más
hogareña. Ella se llenaba de rencor hacia su madre y también sentía coraje
contra su padre, porque la recriminaba sin ser ella culpable de lo acontecido.
Al realizarse
auditoría en la empresa donde trabajaba Damián, se detectaron las dos
irregularidades cometidas por él, inmediatamente fue llamado por el dueño para
que explicara su proceder, él argumentó que se las concedió el mismo por ser
responsable y tener a la compañía en un alto nivel de ganancia; el cinismo de
su respuesta exasperó al propietario que lo despidió en ese momento
asegurándole que lo llevaría a juicio y encarcelaría. Damián no se inmutó,
respondiéndole que lo demandaría por despido injustificado, dio media vuelta,
se dirigió a su escritorio, tomó sus pertenecías y salió quitado de la pena sin
despedirse de nadie.
Esperó que fuera
ya de noche para llegar con su vaso de café para su esposa, ella lo recibió con
agradecimiento. Él le contó que había sido despedido por el dueño de la empresa
porque fue malinformado por envidias de los demás empleados, Irene creyó en las
palabras de él y le preguntó qué haría.
──Abriré mi
despacho de abogados con dos compañeros ──decía con aplomo al tiempo que
sonreía maquiavélicamente── tengo dinero ahorrado y relaciones que es lo más
importante, ¡ya verás qué bien me irá como profesionista y no dependeré de
nadie!
Ella lo miraba con
veneración impresionada por su personalidad, apuró el contenido del vaso hasta
terminárselo y sintió sueño muy profundo, logró llegar a su cama quedando
dormida, él la acomodó, le quitó la ropa para que no sintiera calor y durmiera
plácidamente.
Se cambió de ropa,
se puso un short y una playera, encendió el televisor para ver un noticiero,
miró su reloj y eran las 11:35 de la noche, encendió un cigarrillo para
controlar su ansiedad, salió de la habitación para dirigirse a la cocina y
prepararse un café, lo tomó con calma, regresó a su habitación, pero antes con
cuidado abrió la puerta del cuarto iluminado por una discreta luz donde dormía
Karen, observó con morbo a la joven que ya tenía dieciséis años, comprobó que
estaba totalmente dormida, cerró la puerta sin hacer ruido y se dirigió a la
cama de la chica para abusar de ella.
Una tarde llegó
una señora a la preparatoria donde estudiaba la hija de Damián, se identificó
como su progenitora, solicitó hablar con ella, accedieron siendo pasada por la
prefecta a un cubículo para esperar la venida de la chica, al llegar esta le
preguntó quién era.
──Soy tu mamá y te
he estado buscando.
──¡No te conozco y
tú me abandonaste! ──fuera de sí le gritó.
──No sabes la
verdad, tu padre te arrebató de mi lado y me corrió con amenazas y calumnias
──le decía entre sollozos.
──¡Mientes… vete
no quiero verte nunca! ──le dijo con entonación de rencor.
──Me voy, no
volveré a buscarte ──le expresó la señora── pero cuídate de Damián… no sabes de
lo que es capaz.
La chica se quedó
sola unos minutos, tratando de digerir el momento vivido, mientras en su mente
se cruzaban un sinnúmero de ideas que la hundían en el mar de la confusión
sobre la historia de su vida; deseosa de llegar a su casa para aclarar sus
dudas que le laceraban el alma.
Después de tres
días de ser despedido, Damián abrió su cómodo y equipado despacho de abogacía
con dos amigos de estudio, siendo él, el jefe de la oficina, para asombro de su
esposa Irene y el padre de esta, quien sospechaba que era producto del fraude
realizado a la empresa.
Una de tantas
noches cuando Irene dormía sedada con el café, Damián estaba en la alcoba a
oscuras abusando de Karen, intempestivamente despertó y se percató de lo que le
ocurría, quiso gritar, pero él le tapó la boca al tiempo que le decía con tono
amenazante:
──¡Cállate… no
grites ni digas nada, porque tu madre y tu hermanita pagarán las consecuencias!
La chica se quedó
paralizada por las palabras que escuchó de quien pensaba que la trataba con
cariño y respeto como el padre que no tenía desde niña, no lloraba estaba como
ausente, mientras que Damián cometía su fechoría, después de concluir le dijo
con tono entre amenaza y morbo:
──No olvides lo
que te dije, vendré las noches que quiera y me tendrás que aceptar, porque
siempre te he deseado.
Ella no pronunció
palabra alguna, solo lo miraba con repugnancia.
Al salir él del
cuarto, Karen dio rienda suelta a las lágrimas contenidas por haber sido
mancillada truncándole la vida que empezaba a florecer; también lloraba de
impotencia por no poder decir nada ante el temor de que cumpliera su amenaza,
pues no dudaba que sería capaz de hacerlo, como se atrevió con ella a cometer
tan reprobable acto.
Eran las siete de
la mañana cuando la joven llegó a desayunar para irse a la escuela, se encontró
a Damián que era atendido con afán por Irene, quien al verla le preguntó:
──¿Quieres lo
mismo que desayuna Damián?
Terció él para
decirle a Karen.
──El jugo de
naranja y estos huevos con tocino están exquisitos, para recuperarse de una
desvelada.
──¿Estudiaste
hasta muy tarde? ──le preguntó Irene a su hija.
──Un poco
──respondió── pero casi no pude dormir, tuve pesadillas.
──Las pesadillas
son por malos pensamientos ──acotó Damián con una sonrisa burlona.
──Solo tomaré el
jugo porque se me hace tarde ──expresó Karen saliendo de prisa.
──Allá ella ──dijo
Irene para concluir la plática y seguir atendiendo a su esposo.
El sábado a medio
día llegó Damián a casa de su madre y fue recibido por su hija con una
pregunta:
──¿Es cierto que
tú me arrebataste de mi madre?
Sin turbarse por
la inesperada pregunta, con aplomo le respondió:
──Es una mentira
de tu madre, ──añadió── ¿por qué me dices esto?
──Porque me fue a
ver a la escuela y eso me dijo ──agregó── dime la verdad.
Se acercó a su
hija, la abrazó y le expuso:
──Ella era una
mujer ligera, que no era un buen ejemplo para ti, por esta razón te hice un
bien apartándote de ella. Olvídala y piensa que quien te ama soy yo y siempre
te tendré con tu abuelita para que te acompañe.
La chica se dejó
consentir por su padre, que le prodigó palabras de confianza y muestras de
cariño.
Al despedirse le
habló confidencialmente a su madre y le recomendó que la tuviera vigilada y de
ser posible evitara que saliera, porque su progenitora se la quería robar. La
abuela aceptó lo indicado moviendo afirmativamente la cabeza y pensando en las
palabras de su hijo.
Esa noche como de
costumbre, llegó Damián con el grato café para su esposa Irene, se lo entregó y
le dijo
──Disfrútalo,
porque te hace bien ──dándole un beso. Agregó ──sin embargo, me he dado cuenta
que no tratas a nuestra hija con el debido cuidado que se merece porque se
enferma con frecuencia.
──Me sorprendes
──respondió Irene y añadió── hago todo lo posible por atenderte a ti primero,
luego a la niña y de último arreglar la casa, además trabajo.
──Pues no es
suficiente, de seguir enfermándose, se la llevaré a mi madre.
──Eso no lo
permitiré ──alterada Irene le contestó.
Luego él con voz
melosa la invitó a tomarse el café mientras la abrazaba con pasión. Ella aceptó
ambas cosas hasta dejarse conducir a la cama, para quedar profundamente
dormida. La desnudó y cubrió con una sábana, mientras sonreía para sus
adentros.
Pasada la media
noche, solo cubierto con una trusa, se encaminó al cuarto de Karen, al querer
abrir la puerta, notó que tenía seguro; se sintió más excitado, fue a la cocina
tomó un delgado cuchillo y forzó la cerradura en silencio. Al entrar su
respiración era acelerada y jadeaba como fiera al acecho de su víctima para
poseerla. Así sucedió. Luego regresó a su cuarto y se metió bajo la sábana
hasta quedar profundamente dormido.
Irene despertó se
vio desnuda y miró a Damián que dormía plácidamente, pensó que él la había
tomado hasta quedar satisfecho, se sintió alagada como mujer con su hombre. Lo
buscó para agradecerle cómo la había tratado, haciéndolo despertar para verlo
sonreír lleno de felicidad.
Días después, la
pequeña enfermó causándole enojo a su padre, quien le reclamó a Irene por qué
no cuidaba adecuadamente a la niña y la volvió a amenazar con quitársela por no
tener la capacidad de ser una madre responsable.
──Nunca lo voy a
permitir ──le contestó Irene visiblemente alterada.
──Pues ya estás
enterada de lo que haré ──sentenció Damián──, además tengo relaciones para
hacerlo y nadie me podrá hacer algo.
Irene por
prudencia, prefirió quedarse callada.
Un día Irene fue a
buscar a la niña a la salida del Jardín de Niños, grande fue su sorpresa al
informársele que su papá había acudido por la menor una hora antes, con el
argumento que tenía que llevarla con el médico; inmediatamente le habló por
móvil a Damián para que le diera razón de la infanta.
──Está la niña
conmigo ──con voz autoritaria le respondió── la llevé al médico y me informó
que está desnutrida por falta de atención tuya; me extendió un certificado
médico y presenté una demanda en tu contra para que se me otorgue la custodia y
patria potestad de la niña.
──¡Es una mentira!
──gritó ella fuera de sí para luego romper en sollozos al escuchar que él
cortaba la llamada.
En la noche se
presentó como si no hubiera pasado nada, llevando en la mano el clásico café
para Irene; esta lo recibió enojada con huellas en el rostro de haber llorado.
──¿Por qué lo
hiciste? ──le reclamó── me has destrozado el alma.
──Te lo advertí,
──le dijo con calma entregándole el vaso de café── será pasajero, cuando se
recupere la niña y vea en ti un cambio de actitud te la entregaré.
──¿No me mientes?
──tímidamente le preguntó.
──No, para que
veas que no tengo rencor, te traigo tu café que tanto te gusta en la noche.
Tómalo te hará bien.
Así lo hizo,
sonrió con amargura, se sentó en la orilla de la cama, para quedar vencida por
el sueño. La acomodó en la cama y la desnudó, cubriéndola con una sábana, luego
se desvistió quedando en trusa y encendió un cigarrillo, miró su reloj eran las
11:30 de la noche, se entretuvo mirando una película en el televisor, cuando
concluyó era la una de la madrugada, se levantó estiró sus brazos y sonrió,
para encaminar sus pasos al cuarto de Karen; estaba oscuro y ella dormía sin
saber lo que en minutos viviría. Damián con cuidado fue quitándole su ropa,
hasta quedar sin ninguna prenda de vestir, se fue sobre ella como fiera que
devora a su presa, esto hizo que ella despertara para darse cuenta de lo que le
pasaba, él le dijo:
──Tengo a tu
hermanita ──con voz amenazante── debes ocultar lo que vivimos ──con pasión le
dijo.
──Sí, no diré nada
──respondió con temor y reprimiendo su impotencia.
Al concluir, le
dio un beso que ella con repulsión soportó sintiendo la barba de él en su cara;
quien se fue lleno de satisfacción, para meterse en la cama con Irene y dormir
con tranquilidad.
Los días fueron
pasando sin que Irene pudiera ver a su niña que estaba en casa de su abuela,
Damián se negaba a llevársela, hasta que armándose de valor fue le contó a su
padre lo que acontecía.
──Demándalo de
secuestro y córrelo de la casa ──colérico le expresó── tienes mi apoyo, yo
mismo te acompaño al Ministerio Público.
Ambos fueron y
presentaron la querella, que de inmediato se inició el proceso judicial, al ser
notificado Damián se sorprendió de la inesperada actitud de Irene y no tuvo más
remedio que abandonar la casa, para irse a vivir con su nueva pareja.
Sin embargo,
valido de sus relaciones y de la fraternidad de la que era miembro, tenía
siempre recursos para evadir el encuentro entre Irene y la niña, porque él
poseía ya otorgada la custodia y la patria potestad, ella solo disfrutaba el
derecho a verla cada semana en la oficina familiar del Ministerio Público.
Esta situación fue
desquiciando a Irene, que cada vez más se consumía físicamente; Karen se daba
cuenta del deterioro de su madre y se sintió culpable de no hacer nada, porque
ella tenía causas para proceder contra Damián, lo pensó mucho y al fin se
decidió a actuar.
──Mamá quiero
hablar contigo ──le dijo a Irene.
──Dime de qué se
trata ──le respondió.
Llena de vergüenza
empezó a contarle lo que Damián le hacía en las noches, ocultaba los detalles
por pena, pero sí los dejaba entrever, su madre no salía de su estupor y
petrificada escuchaba el relato de Karen, al fin reaccionó y se soltó a llorar
abrazando a su hija, ambas se fundieron en un abrazo para reconfortarse,
pasados unos minutos se separaron e Irene expresó:
──Ahora comprendo
por qué todas las noches me traía café ──reflexionando añadió──, seguro le
ponía algún sedante para que no me despertara. ──Exclamó con pavor── ¡Dios mío,
me pudo matar!
Sin demora le dijo
a Karen:
──Vamos por tu
abuelo para que nos acompañe al Ministerio Público.
Al enterarse el
abuelo de lo ocurrido montó en cólera y les dijo que fueran inmediatamente a
poner la demanda; así lo hicieron.
Karen ya era mayor
de edad y ella presentaría la denuncia, fue advertida que sería necesario que
pasara con el médico legista, no se amilanó aceptó todas las pruebas e
interrogatorios a los que fue sometida, sacando así todos los sentimientos de
dolor e impotencia, por haber sido mancillada desde hacía tres años, además
sabía que esta era la única forma de recuperar a su hermanita y que su madre
dejara de sufrir.
Unos amigos le
avisaron a Damián de la demanda que tenía, este se previno y evitaba estar en
lugares públicos o en los sitios que frecuentaba, optó por refugiarse en la
casa de su nueva pareja.
Irene aprovechó
esta circunstancia y tramitó su divorcio con rapidez dada la demanda que tenía
Damián, otorgándosele a ella la custodia y la patria potestad de la pequeña. Al
cambiar el escenario, la madre de la menor logró órdenes de cateo en los
domicilios donde se presumía podría encontrarse; sin embargo, los resultados
eran negativos.
Ante las
circunstancias, la familia de Irene recurrió a las redes sociales para difundir
la desaparición de su hija y la demanda de violación que tenía Damián, esto
provocó un revuelo en la ciudad de San Lázaro, porque nunca se había vivido
algo semejante.
La presión
ejercida rindió su primer fruto, la madre de Damián llevó a la pequeña al
Ministerio Público para deslindarse de cualquier acción penal, quien
inmediatamente fue llevada con su madre quién feliz la recibió al igual que
toda la familia.
El cerco se iba
estrechando en torno a Damián, que era buscado por un delito altamente
sancionado, pero cometió él un error, confiándose de sus amistades, acudió al
juzgado que seguía su juicio, para su mala fortuna en ese momento se encontraba
el abogado que representaba a Karen, quién lo identificó y en compañía de
agentes ministeriales lo
persiguieron en sus patrullas para detenerlo, mientras él huía en su camioneta
a toda velocidad, otros vehículos oficiales le obstruyeron el paso, quien al
verse acorralado, no tuvo más opción que entregarse.
Su mayor
preocupación no era ser arrestado, sino saber que cuando un violador es llevado
a prisión, existen reclusos que vengan a las víctimas haciéndoles lo mismo que
el abusador cometió; y su temor se cumplió despiadadamente.
No todo ha tenido
un final feliz, porque la menor presenta secuelas emocionales del tiempo que
fue apartada de Irene, Damián, no ha
sido sentenciado por argucias legales a las que recurren sus abogados y
compañeros de fraternidad.
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