miércoles, 29 de abril de 2020

Desencuentro

Miguel Ángel Salabarría Cervera

Damián levantó su copa en punto de las doce de la noche, en medio de un viento que refrescaba el ambiente, para brindar por los quince años de la hija del primer matrimonio de su nueva esposa. Pronunció palabras de agradecimiento al Hacedor de la vida, por ser generoso al permitir que llegará Karen a tan bella edad, su elocuencia causó agrado entre los invitados por ser una persona que acogía a plenitud la paternidad no consanguínea de la festejada.
Luego se alisó con la mano lentamente la barba, encaminándose a bailar con ella el vals «Sobre las olas» con magistral habilidad; continuó el convivio en que se derrochaba la generosidad y el buen gusto de los padres de Karen.
Hacía casi siete años que Irene había cerrado su corazón al amor, venía de una relación matrimonial que inició a temprana edad, existiendo alcoholismo en su esposo, que se manifestó en violencia hacia ella, que la llevó a tramitar el divorcio terminar en divorcio; se prometió no creer en el amor a pesar de ser una persona joven de treinta y cinco años, decidiendo que su vida sería: sus tres hijos y el trabajo.
Sin embargo, por avatares del destino conoció a Damián entonces estudiante tardío de Derecho, quién le pareció una persona caballerosa y responsable; agradándole sobremanera, que aceptara su situación de tener tres hijos de su anterior matrimonio, por consiguiente, ella admitió que él tuviera una hija de su primer casamiento, una joven que vivía con la madre de Damián.
En poco menos de un año formalizaron su relación contrayendo nupcias, no siendo del agrado de la familia de ella, porque él no trabajaba para dedicarse a estudiar, estudios que le fueron pagados por Irene además de vivir en casa de los progenitores de ella, con el tiempo procrearon una niña que estrechó la relación entre ambos.
Al concluir sus estudios le consiguió trabajo su suegro en la misma empresa donde él laboraba, por su habilidad pronto ascendió hasta gerente administrativo, además ingresó a un grupo de fraternidad, ampliando sus relaciones políticas y sociales, con el discreto apoyo de su esposa y el rechazo de su suegro.
Por las continuas fricciones entre Damián con su suegro, se cambiaron a vivir a un predio, que era propiedad del padre de Irene, pero no se fueron los dos hijos jóvenes de ella, estos se quedaron a vivir con el abuelo, trasladándose la pareja con la hija de catorce y la pequeña de dos años.
Damián llegaba algunas noches con un aromático café para Irene, quien lo recibía como una muestra de amor y agradecía el detalle de su esposo; en otras ocasiones le llevaba un apetitoso sándwich para su cena, que de inmediato comía; luego se iban a dormir a su habitación en la que también estaba la niña, ella estaba feliz con el trato que recibía.
Al despertar invariablemente le preguntaba él a su esposa:
──¿Cómo dormiste, te sientes bien?
──Sí, dormí muy bien, me siento relajada. Gracias por preguntarme.
Esta atención se volvió para Irene un gesto de caballerosidad y de amor de su esposo, que la hacía amarlo cada vez más y sentirse dichosa de la segunda oportunidad que la vida le daba.
Karen despertaba media desnuda todos los días, se extrañaba porque no se acostaba así para dormir, pues se ponía ropa apropiada para conciliar el sueño; al principio no le dio importancia, sin embargo, se hizo frecuente hasta que inquieta fue a decirle a su madre:
──Mamá, todas las noches me acuesto a dormir vestida y amanezco sin ropa o media vestida.
──Eres muy loca para dormir y por el calor inconscientemente te vas quitando la ropa.
──A de ser por el calor ──respondió Karen.
La confianza dada por el dueño de la empresa a Damián y la astucia de este, propició que, al llevarle un legajo de documentos para su firma, incluyera un nombramiento en que se le asignaba un salario de veinticinco mil pesos mensuales, además el endoso con factura de una camioneta. No se percató el propietario de tal hazaña, al contrario, le agradeció su preocupación y desempeño en la administración de la compañía.
Las relaciones entre Damián y su hija no eran muy cordiales, al habitar la chica con su abuela paterna tenía libertad en sus actividades, algo que él no veía con agrado, constantemente le recordaba que había sido abandonada por su mamá cuando ella era niña y por lo tanto debería ser agradecida con su abuela y ser más hogareña. Ella se llenaba de rencor hacia su madre y también sentía coraje contra su padre, porque la recriminaba sin ser ella culpable de lo acontecido.
Al realizarse auditoría en la empresa donde trabajaba Damián, se detectaron las dos irregularidades cometidas por él, inmediatamente fue llamado por el dueño para que explicara su proceder, él argumentó que se las concedió el mismo por ser responsable y tener a la compañía en un alto nivel de ganancia; el cinismo de su respuesta exasperó al propietario que lo despidió en ese momento asegurándole que lo llevaría a juicio y encarcelaría. Damián no se inmutó, respondiéndole que lo demandaría por despido injustificado, dio media vuelta, se dirigió a su escritorio, tomó sus pertenecías y salió quitado de la pena sin despedirse de nadie.
Esperó que fuera ya de noche para llegar con su vaso de café para su esposa, ella lo recibió con agradecimiento. Él le contó que había sido despedido por el dueño de la empresa porque fue malinformado por envidias de los demás empleados, Irene creyó en las palabras de él y le preguntó qué haría.
──Abriré mi despacho de abogados con dos compañeros ──decía con aplomo al tiempo que sonreía maquiavélicamente── tengo dinero ahorrado y relaciones que es lo más importante, ¡ya verás qué bien me irá como profesionista y no dependeré de nadie!
Ella lo miraba con veneración impresionada por su personalidad, apuró el contenido del vaso hasta terminárselo y sintió sueño muy profundo, logró llegar a su cama quedando dormida, él la acomodó, le quitó la ropa para que no sintiera calor y durmiera plácidamente.
Se cambió de ropa, se puso un short y una playera, encendió el televisor para ver un noticiero, miró su reloj y eran las 11:35 de la noche, encendió un cigarrillo para controlar su ansiedad, salió de la habitación para dirigirse a la cocina y prepararse un café, lo tomó con calma, regresó a su habitación, pero antes con cuidado abrió la puerta del cuarto iluminado por una discreta luz donde dormía Karen, observó con morbo a la joven que ya tenía dieciséis años, comprobó que estaba totalmente dormida, cerró la puerta sin hacer ruido y se dirigió a la cama de la chica para abusar de ella.
Una tarde llegó una señora a la preparatoria donde estudiaba la hija de Damián, se identificó como su progenitora, solicitó hablar con ella, accedieron siendo pasada por la prefecta a un cubículo para esperar la venida de la chica, al llegar esta le preguntó quién era.
──Soy tu mamá y te he estado buscando.
──¡No te conozco y tú me abandonaste! ──fuera de sí le gritó.
──No sabes la verdad, tu padre te arrebató de mi lado y me corrió con amenazas y calumnias ──le decía entre sollozos.
──¡Mientes… vete no quiero verte nunca! ──le dijo con entonación de rencor.
──Me voy, no volveré a buscarte ──le expresó la señora── pero cuídate de Damián… no sabes de lo que es capaz.
La chica se quedó sola unos minutos, tratando de digerir el momento vivido, mientras en su mente se cruzaban un sinnúmero de ideas que la hundían en el mar de la confusión sobre la historia de su vida; deseosa de llegar a su casa para aclarar sus dudas que le laceraban el alma.
Después de tres días de ser despedido, Damián abrió su cómodo y equipado despacho de abogacía con dos amigos de estudio, siendo él, el jefe de la oficina, para asombro de su esposa Irene y el padre de esta, quien sospechaba que era producto del fraude realizado a la empresa.
Una de tantas noches cuando Irene dormía sedada con el café, Damián estaba en la alcoba a oscuras abusando de Karen, intempestivamente despertó y se percató de lo que le ocurría, quiso gritar, pero él le tapó la boca al tiempo que le decía con tono amenazante:
──¡Cállate… no grites ni digas nada, porque tu madre y tu hermanita pagarán las consecuencias!
La chica se quedó paralizada por las palabras que escuchó de quien pensaba que la trataba con cariño y respeto como el padre que no tenía desde niña, no lloraba estaba como ausente, mientras que Damián cometía su fechoría, después de concluir le dijo con tono entre amenaza y morbo:
──No olvides lo que te dije, vendré las noches que quiera y me tendrás que aceptar, porque siempre te he deseado.
Ella no pronunció palabra alguna, solo lo miraba con repugnancia.
Al salir él del cuarto, Karen dio rienda suelta a las lágrimas contenidas por haber sido mancillada truncándole la vida que empezaba a florecer; también lloraba de impotencia por no poder decir nada ante el temor de que cumpliera su amenaza, pues no dudaba que sería capaz de hacerlo, como se atrevió con ella a cometer tan reprobable acto.
Eran las siete de la mañana cuando la joven llegó a desayunar para irse a la escuela, se encontró a Damián que era atendido con afán por Irene, quien al verla le preguntó:
──¿Quieres lo mismo que desayuna Damián?
Terció él para decirle a Karen.
──El jugo de naranja y estos huevos con tocino están exquisitos, para recuperarse de una desvelada.
──¿Estudiaste hasta muy tarde? ──le preguntó Irene a su hija.
──Un poco ──respondió── pero casi no pude dormir, tuve pesadillas.
──Las pesadillas son por malos pensamientos ──acotó Damián con una sonrisa burlona.
──Solo tomaré el jugo porque se me hace tarde ──expresó Karen saliendo de prisa.
──Allá ella ──dijo Irene para concluir la plática y seguir atendiendo a su esposo.
El sábado a medio día llegó Damián a casa de su madre y fue recibido por su hija con una pregunta:
──¿Es cierto que tú me arrebataste de mi madre?
Sin turbarse por la inesperada pregunta, con aplomo le respondió:
──Es una mentira de tu madre, ──añadió── ¿por qué me dices esto?
──Porque me fue a ver a la escuela y eso me dijo ──agregó── dime la verdad.
Se acercó a su hija, la abrazó y le expuso:
──Ella era una mujer ligera, que no era un buen ejemplo para ti, por esta razón te hice un bien apartándote de ella. Olvídala y piensa que quien te ama soy yo y siempre te tendré con tu abuelita para que te acompañe.
La chica se dejó consentir por su padre, que le prodigó palabras de confianza y muestras de cariño.
Al despedirse le habló confidencialmente a su madre y le recomendó que la tuviera vigilada y de ser posible evitara que saliera, porque su progenitora se la quería robar. La abuela aceptó lo indicado moviendo afirmativamente la cabeza y pensando en las palabras de su hijo.
Esa noche como de costumbre, llegó Damián con el grato café para su esposa Irene, se lo entregó y le dijo
──Disfrútalo, porque te hace bien ──dándole un beso. Agregó ──sin embargo, me he dado cuenta que no tratas a nuestra hija con el debido cuidado que se merece porque se enferma con frecuencia.
──Me sorprendes ──respondió Irene y añadió── hago todo lo posible por atenderte a ti primero, luego a la niña y de último arreglar la casa, además trabajo.
──Pues no es suficiente, de seguir enfermándose, se la llevaré a mi madre.
──Eso no lo permitiré ──alterada Irene le contestó.
Luego él con voz melosa la invitó a tomarse el café mientras la abrazaba con pasión. Ella aceptó ambas cosas hasta dejarse conducir a la cama, para quedar profundamente dormida. La desnudó y cubrió con una sábana, mientras sonreía para sus adentros.
Pasada la media noche, solo cubierto con una trusa, se encaminó al cuarto de Karen, al querer abrir la puerta, notó que tenía seguro; se sintió más excitado, fue a la cocina tomó un delgado cuchillo y forzó la cerradura en silencio. Al entrar su respiración era acelerada y jadeaba como fiera al acecho de su víctima para poseerla. Así sucedió. Luego regresó a su cuarto y se metió bajo la sábana hasta quedar profundamente dormido.
Irene despertó se vio desnuda y miró a Damián que dormía plácidamente, pensó que él la había tomado hasta quedar satisfecho, se sintió alagada como mujer con su hombre. Lo buscó para agradecerle cómo la había tratado, haciéndolo despertar para verlo sonreír lleno de felicidad.
Días después, la pequeña enfermó causándole enojo a su padre, quien le reclamó a Irene por qué no cuidaba adecuadamente a la niña y la volvió a amenazar con quitársela por no tener la capacidad de ser una madre responsable.
──Nunca lo voy a permitir ──le contestó Irene visiblemente alterada.
──Pues ya estás enterada de lo que haré ──sentenció Damián──, además tengo relaciones para hacerlo y nadie me podrá hacer algo.
Irene por prudencia, prefirió quedarse callada.
Un día Irene fue a buscar a la niña a la salida del Jardín de Niños, grande fue su sorpresa al informársele que su papá había acudido por la menor una hora antes, con el argumento que tenía que llevarla con el médico; inmediatamente le habló por móvil a Damián para que le diera razón de la infanta.
──Está la niña conmigo ──con voz autoritaria le respondió── la llevé al médico y me informó que está desnutrida por falta de atención tuya; me extendió un certificado médico y presenté una demanda en tu contra para que se me otorgue la custodia y patria potestad de la niña.
──¡Es una mentira! ──gritó ella fuera de sí para luego romper en sollozos al escuchar que él cortaba la llamada.
En la noche se presentó como si no hubiera pasado nada, llevando en la mano el clásico café para Irene; esta lo recibió enojada con huellas en el rostro de haber llorado.
──¿Por qué lo hiciste? ──le reclamó── me has destrozado el alma.
──Te lo advertí, ──le dijo con calma entregándole el vaso de café── será pasajero, cuando se recupere la niña y vea en ti un cambio de actitud te la entregaré.
──¿No me mientes? ──tímidamente le preguntó.
──No, para que veas que no tengo rencor, te traigo tu café que tanto te gusta en la noche. Tómalo te hará bien.
Así lo hizo, sonrió con amargura, se sentó en la orilla de la cama, para quedar vencida por el sueño. La acomodó en la cama y la desnudó, cubriéndola con una sábana, luego se desvistió quedando en trusa y encendió un cigarrillo, miró su reloj eran las 11:30 de la noche, se entretuvo mirando una película en el televisor, cuando concluyó era la una de la madrugada, se levantó estiró sus brazos y sonrió, para encaminar sus pasos al cuarto de Karen; estaba oscuro y ella dormía sin saber lo que en minutos viviría. Damián con cuidado fue quitándole su ropa, hasta quedar sin ninguna prenda de vestir, se fue sobre ella como fiera que devora a su presa, esto hizo que ella despertara para darse cuenta de lo que le pasaba, él le dijo:
──Tengo a tu hermanita ──con voz amenazante── debes ocultar lo que vivimos ──con pasión le dijo.
──Sí, no diré nada ──respondió con temor y reprimiendo su impotencia.
Al concluir, le dio un beso que ella con repulsión soportó sintiendo la barba de él en su cara; quien se fue lleno de satisfacción, para meterse en la cama con Irene y dormir con tranquilidad.
Los días fueron pasando sin que Irene pudiera ver a su niña que estaba en casa de su abuela, Damián se negaba a llevársela, hasta que armándose de valor fue le contó a su padre lo que acontecía.
──Demándalo de secuestro y córrelo de la casa ──colérico le expresó── tienes mi apoyo, yo mismo te acompaño al Ministerio Público.
Ambos fueron y presentaron la querella, que de inmediato se inició el proceso judicial, al ser notificado Damián se sorprendió de la inesperada actitud de Irene y no tuvo más remedio que abandonar la casa, para irse a vivir con su nueva pareja.
Sin embargo, valido de sus relaciones y de la fraternidad de la que era miembro, tenía siempre recursos para evadir el encuentro entre Irene y la niña, porque él poseía ya otorgada la custodia y la patria potestad, ella solo disfrutaba el derecho a verla cada semana en la oficina familiar del Ministerio Público.
Esta situación fue desquiciando a Irene, que cada vez más se consumía físicamente; Karen se daba cuenta del deterioro de su madre y se sintió culpable de no hacer nada, porque ella tenía causas para proceder contra Damián, lo pensó mucho y al fin se decidió a actuar.
──Mamá quiero hablar contigo ──le dijo a Irene.
──Dime de qué se trata ──le respondió.
Llena de vergüenza empezó a contarle lo que Damián le hacía en las noches, ocultaba los detalles por pena, pero sí los dejaba entrever, su madre no salía de su estupor y petrificada escuchaba el relato de Karen, al fin reaccionó y se soltó a llorar abrazando a su hija, ambas se fundieron en un abrazo para reconfortarse, pasados unos minutos se separaron e Irene expresó:
──Ahora comprendo por qué todas las noches me traía café ──reflexionando añadió──, seguro le ponía algún sedante para que no me despertara. ──Exclamó con pavor── ¡Dios mío, me pudo matar!
Sin demora le dijo a Karen:
──Vamos por tu abuelo para que nos acompañe al Ministerio Público.
Al enterarse el abuelo de lo ocurrido montó en cólera y les dijo que fueran inmediatamente a poner la demanda; así lo hicieron.
Karen ya era mayor de edad y ella presentaría la denuncia, fue advertida que sería necesario que pasara con el médico legista, no se amilanó aceptó todas las pruebas e interrogatorios a los que fue sometida, sacando así todos los sentimientos de dolor e impotencia, por haber sido mancillada desde hacía tres años, además sabía que esta era la única forma de recuperar a su hermanita y que su madre dejara de sufrir.
Unos amigos le avisaron a Damián de la demanda que tenía, este se previno y evitaba estar en lugares públicos o en los sitios que frecuentaba, optó por refugiarse en la casa de su nueva pareja.
Irene aprovechó esta circunstancia y tramitó su divorcio con rapidez dada la demanda que tenía Damián, otorgándosele a ella la custodia y la patria potestad de la pequeña. Al cambiar el escenario, la madre de la menor logró órdenes de cateo en los domicilios donde se presumía podría encontrarse; sin embargo, los resultados eran negativos.
Ante las circunstancias, la familia de Irene recurrió a las redes sociales para difundir la desaparición de su hija y la demanda de violación que tenía Damián, esto provocó un revuelo en la ciudad de San Lázaro, porque nunca se había vivido algo semejante.
La presión ejercida rindió su primer fruto, la madre de Damián llevó a la pequeña al Ministerio Público para deslindarse de cualquier acción penal, quien inmediatamente fue llevada con su madre quién feliz la recibió al igual que toda la familia.
El cerco se iba estrechando en torno a Damián, que era buscado por un delito altamente sancionado, pero cometió él un error, confiándose de sus amistades, acudió al juzgado que seguía su juicio, para su mala fortuna en ese momento se encontraba el abogado que representaba a Karen, quién lo identificó y en compañía de agentes ministeriales lo persiguieron en sus patrullas para detenerlo, mientras él huía en su camioneta a toda velocidad, otros vehículos oficiales le obstruyeron el paso, quien al verse acorralado, no tuvo más opción que entregarse.
Su mayor preocupación no era ser arrestado, sino saber que cuando un violador es llevado a prisión, existen reclusos que vengan a las víctimas haciéndoles lo mismo que el abusador cometió; y su temor se cumplió despiadadamente.
No todo ha tenido un final feliz, porque la menor presenta secuelas emocionales del tiempo que fue apartada de Irene, Damián, no ha sido sentenciado por argucias legales a las que recurren sus abogados y compañeros de fraternidad.

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