Eliana Argote Saavedra
“…No sé por qué en un instante
todo el camino que me había trazado se desvaneció. ¿En qué momento la curva de
mi vida giró encerrándome en este presente que parece no tener salida?…”
Mi
nombre es Lily y la historia que les voy a contar ocurrió cuando tenía dieciséis
años, estaba sedienta de vivir después de haber permanecido en el colegio de
monjas donde me matriculó mi madre luego de divorciarse de papá, para asegurar la
disciplina que a ella le costaba imponer. Nos habíamos mudado a un barrio de
Magdalena, un condominio cerca de la plazuela principal desde donde se podía
saborear el aire salado; “para que no extrañes el puerto”, me dijo, cuando
le pregunté por qué Magdalena.
Hacía
tiempo no salíamos a divertirnos y estábamos hartas de tanta tarea, solíamos
reunirnos en casa de Susana, sus padres se habían ido de viaje y la hermana que
supuestamente nos vigilaría, casi nunca estaba. Una de esas tardes Diego, el
enamorado de mi amiga, sugirió una escapada a la playa.
¿Es
seguro ese lugar hija?, preguntó mi vieja cuando le conté acerca del plan. ¿Qué
pasa ma? Nunca me haces problemas para salir, ¿ya vas a comenzar a comportarte
como las otras mamás?; no hija, no es eso, es solo que quieres quedarte todo el
fin de semana. ¡Claro! Pero ya te expliqué, es justamente por la distancia, ¡ya
pues vieja!, no empieces ¿Quieres?
El
día en cuestión, en casa de Susana, estábamos ella, Rafo y yo; habíamos contratado una combi que nos llevaría
hasta Punta Hermosa y de allí tomaríamos una moto-taxi hasta la casa de playa
de un familiar de mi amiga. Cuando llegó Diego; falta una punta, dijo, con actitud
intrigante. ¡No! Interrumpió ella, convencimos a Rafo para que nos acompañe; noté
su incomodidad cuando jaló a un lado a Susana, estuvieron discutiendo un rato, pero
luego se reunieron con nosotros; bueno, dijo él, forzando una sonrisa, viene
una punta más. ¿Una punta? ¿Y quién es?, pregunté; es un pata del Face, es bacán,
conoce a la gente de LEVEL, la discoteca de moda en Punta Hermosa a la que ni
en sueños podríamos entrar sin DNI. ¿O sea que el tono va a ser en LEVEL?, dije
completamente entusiasmada; yessss, respondió; y no solo eso, él tiene auto así
que la combi ¡Ya fue ya!
No
terminábamos de hacernos a la idea cuando sonó una bocina tan escandalosa, que
hizo salir a algunos vecinos con cara de pocos amigos, nos asomamos y vimos en
la entrada del condominio una cañaza con lunas polarizadas y música a todo
volumen; del auto bajó Mirko; Susana y yo nos miramos, el chico estaba “buenazo”.
“…nunca me había detenido a ver
el cielo, suena cursi pero en verdad es maravilloso, que sensación de paz…sería
genial pasar horas observando como poco a poco aparecen esos puntos brillantes
y se quedan parpadeando mientras las nubes se desplazan silenciosas, sin prisa…
y la luna… ¡Ah la luna! parece de cuento árabe…si tan solo pudiera moverme…hace
rato siento un liquido tibio
deslizándose por mi frente y sospecho su color... ¡No!, no debo pensar en eso,
será mejor que siga observando el cielo…”
¡Bienvenido!
A ver, te presento a la gente…estos son… ¡La gente!, ja, ja, dijo Diego
soltando una carcajada; hacía bastante calor; pucha, manejar con este sol está
tranca, ¿un par de chelas para enfriar la garganta?, sugirió; me gusta, pensé, observando
al recién llegado; se ve medio salvaje y a mí esos me encantan; tenía la piel
tostada, los ojos caramelo, “de esos que pueden causar adicción”, el cabello
ensortijado sobre los hombros, la barba ligeramente crecida, era un festival de
atracción y para rematar el asunto, cuando nuestras miradas tropezaron, noté
cierta turbación en él, la misma que sentí yo.
A la
casa de playa llegamos casi de noche, luego de un viaje divertido por la costa
bañada incesantemente por un sol abrasador que fue desapareciendo ante nuestros
ojos transformado en estelas de colores intensos. Al quedarme sola en el baño,
el recuerdo de la mirada de Mirko clavada en mí durante casi todo el trayecto, se
estacionó en mi mente; me inquieté un poco, sabía que Rafo quería algo conmigo,
¿habría notado acaso nuestra mutua atracción?
“…Me siento agotada, los ojos
se me cierran aunque no sé si es sueño o estoy debilitándome, desde aquí puedo
ver a Susy, hace un buen tiempo no se mueve, parece muerta…”
Cuando
estuvimos todos listos nos acomodamos en la camioneta, Diego destapó una lata
de cerveza; yo paso indicó Mirko forzando una sonrisa, soy el amigo elegido;
Rafo que estaba conmigo en la cabina me acarició la barbilla y se bajó, lo
siento chiquita pero te cambio por la chela, dijo, ya Susy, las mujeres
adelante acompañado al “amigo elegido”, agregó con tono burlón. Así quedamos
las dos chicas con Mirko en la cabina; en varias oportunidades pude percibir su
aliento cerca cuando sorteábamos alguna curva de la carretera, era obvio que lo
hacía a propósito, se cuidaba de no ser visto por los chicos; poco antes de llegar
susurró muy cerca: Por ningún motivo salgas de la disco con Diego; no tuvo nada
de romántico o de atrevido lo que dijo, ¿qué le pasa?, me mira todo el camino
por el reflejo del retrovisor, coquetea respirando casi al lado de mi cuello, ¿y
ahora me dice que no salga con el enamorado de Susy?, ¿qué clase de tarado es
este?, o acaso… ¿Está celoso?, ja, ja,
el muy tonto ni siquiera se ha dado cuenta que el que quiere algo conmigo es
Rafo y no Diego.
“…este ruido me enloquece, suenan
fierros retorciéndose, sé que algo va a pasar... ¡Auxilio!, ¡Auxilio por favor!…
¿Por qué no viene nadie?... aunque dudo que alguien pueda escucharme porque ni
yo misma lo hago… calma “Caperucitaroja”, calma, no os desesperéis, es lo que
siempre me decías mi “locoporelchat”, cuántas veces me dijiste eso, eres la única
persona que me conoce perfectamente bien, te extraño amigo, ¿podrás adivinar
que en este mismo instante estoy aterrada? ¿Sentirás mi ansiedad como lo hacías
cuando chateábamos? …eres una loca desesperada, no piensas, mi “caperucitaroja”,
es lo que me decías siempre, ¿qué estarás pensando luego de tantos días sin
conectarnos?, sabías de la escapada del fin de semana y a pesar de animarme al
comienzo, faltando apenas unos días me dijiste que no fuera, insististe mucho, ¿qué
pasó con el loco en busca de adrenalina? Te pregunté ¿por qué no te hice caso?,
no te conozco amigo pero te necesito, estoy segura que tú sabrías qué hacer…”
Llegamos
a la disco y bailamos a más no poder, entre baile y tragos Diego comenzó a insinuarse;
al comienzo lo tomé como una broma pero poco a poco caí en cuenta que la cosa iba
en serio, Susy no nos quitaba los ojos de encima.
¿Qué
te pasa Diego? Susy te está mirando, ¿no te importa?, dije; yo solo paso tiempo
con su mejor amiga, respondió mientras me sujetaba con fuerza de la cintura
llevándome a la pista de baile. Casi al terminar la canción apretó mi mano y acercó la cara a mi oído, vamos afuera
para conocernos mejor, susurró. Eres un tarado, respondí soltándome de
inmediato, me siguió pero pude perderme entre los chicos que bailaban agitando
los brazos, y dando vueltas, perdidos por completo en el éxtasis de la música y
la sensación de sentirse en otro mundo. Me abrí paso entre los muchachos y vi a
Susana, ¿dónde está Rafo? Pregunté; me miró fijamente con la cara enrojecida, si
no andaras de zorra sabrías donde está, dijo y se alejó.
Mirko
también nos estuvo observando, más que molesto lucía preocupado, pero no hizo
nada. Decidí buscar a Rafo; mientras me alejaba lo vi en el segundo nivel
bailando pegado con una chica, estaba completamente ebrio; los vigilé un largo
rato hasta que se retiraron a un lugar oscuro, cerca de la barra; subí, los
seguí y pude ver como ella lo besaba y él respondía al beso dando rienda suelta
a sus instintos, pegándola aún más a su cuerpo y metiendo las manos por debajo
de la blusa; bueno, dije para mí misma llena de ira, si así lo quieres, aquí
tengo un excelente prospecto.
Regresé
a buscar a Mirko, mientras me acercaba,
escuché a Diego que hablaba con un pata grande y fornido, no recordaba haberlo
visto, pero ambos lo miraban; ya tengo dos aseguradas pero éste no ha
conseguido ninguna, ¿no nos irás a dar lo mismo no?, dijo el desconocido; no se
supone que él consiga nada, ese es un cachorrito, está de prueba. Me detuve
delante de ellos, ¿qué es lo que tienen aseguradas?, pregunté; las chelas pues
flaca, respondió Diego riendo, ese no es trabajo de cachorros, y hablando de
cachorros… agregó sujetándome del brazo. Me solté mortificada; estás borracho,
le dije y me alejé en busca de Mirko.
¿Bailamos?
Le pregunté al llegar; esa canción no me gusta, dijo. ¡Qué tonta excusa!, pensé
y me alejé; me sentía algo ebria y llena de cólera por el rechazo de aquel
muchacho, sé que le gusto, ¿por qué me rechaza entonces?; insistí pero volví a
escuchar las mismas excusas tontas, no quería bailar, solo me pedía que no
salga de la disco; estaba histérica; en ese instante apareció Diego; “celos”,
me dije, eso siempre funciona, recibí al conquistador con una sonrisa, él volvió
a pedirme que lo acompañara y esta vez accedí.
Salimos
de la disco, estaba tan indignada por el comportamiento de uno y la
indiferencia del otro, que no me importaba traicionar a mi mejor amiga, además
la había visto entrar al baño, no tenía por qué enterarse; una vez afuera, Diego
me tomó por la cintura y al ver salir a Mirko de la discoteca, de pura bronca
me di de lleno a la locura del momento, me sugirió ir hacia un lado que estaba poco
iluminado y bastante solitario; me dejé llevar pero cuando estuvimos lejos del
bullicio, apareció el pata que había estado hablando con él en la disco y otro
más de aspecto parecido; Diego me soltó; hasta aquí llegamos zorra, dijo.
Los
dos patas me sujetaron con fuerza, en ese instante apareció Susy gritando, pero
Diego la detuvo y le cubrió la boca, uno de los desconocidos colocó en mi cara
un trapo húmedo y en cuestión de segundos perdí la conciencia.
“…Tengo mucha sed, daría lo
que fuera por un poco de agua…¡Susy!, despierta amiga, tal vez si tú despiertas
pueda descubrir que todo esto no es más que una pesadilla…¡Susy!.. Espera, escucho
voces, se acercan voces, ¡auxiliooo! ¡Auxilioooo!, ¡Oh no!, pasaron de largo,
se alejan las luces de unas linternas, ¡nos están buscando amiga! ¿Ya ves? No
nos van a abandonar aquí, me resisto a creer que este sea el último capítulo de
nuestra historia...”
Cuando
desperté, Susy estaba cerca de mí, atada de manos y piernas sobre el piso de un
cuarto sucio iluminado con una lámpara de kerosene. ¿Qué pasó?, pregunté
aterrada observando las sombras enormes de dos cucarachas que paseaban a su
antojo por el suelo; una mirada llena de ira fue la única respuesta que recibí;
perdóname Susy, yo no quise… ¿no quisiste? Te vi, no parecía que no quisieras;
lo sé, sé que fui una estúpida pero; eras mi mejor amiga, gritó llena de ira; en
ese instante la puerta se abrió y apareció un hombre alto, era el que me había
puesto el trapo en la cara, llevaba una cadena de oro y los brazos cubiertos de
tatuajes, cerró la puerta tras de sí y se acercó lentamente, se arrodillo muy
cerca de Susy; las niñas bonitas no gritan; susurró y le colocó un dedo sobre
la boca, la sombra proyectada en la pared de su mano deslizándose por el cuello
de mi amiga, me hizo temer lo peor. Ella lo miraba horrorizada; el hombre
volteó a verme y sonriendo maliciosamente mientras se acercaba a mí dijo: Esto
también va para ti zorra; comencé a temblar, acercó el rostro y pude percibir el
aliento a licor; olfateó por el escote de la blusa que llevaba, y tiró de mi
cabello hacia atrás, sentí su lengua en la piel; yo forcejeaba, y Susy de
pronto, ¡basta por favor! ¡Basta!
Comenzó a gritar.
La
puerta se abrió de golpe y apareció el otro hombre que me había sujetado cuando
comenzó aquella pesadilla, llevaba un arma en la mano; la mercancía no se toca,
gritó y colocándole la pistola en la cabeza, obligó a salir a mi agresor; y
ustedes, más vale que se callen o las amordazo, dijo, aunque sus “caritas” se maltraten.
Yo
estaba en shock, cuando por fin dejé de llorar, vi a Susy mirándome; estos son
delincuentes, dijo con la voz quebrada, ya nos fregamos, tú te desmayaste y yo fingí
hacerlo también cuando nos traían pero estuve despierta y los escuché hablar, se
habían puesto de acuerdo con Diego desde que comenzamos a planear la escapada, el
pata que llegó, Mirko, es carnada, solo sirve para atrapar chicas, luego se las
entregan a otros, que se las llevan para usarlas... Tú sabes…
En
ese instante entró nuevamente el hombre que parecía ser el jefe de aquella
banda de delincuentes, llevaba un palo en la mano, había escuchado las últimas
palabras de Susy, lo sé, porque fue directo hacia ella con una expresión de ira.
¡Cállate estúpida! ¿No te han enseñado a cerrar la boca? Dijo, y sin dudarlo le
propinó tal golpe que cayó contra la pared. Yo observaba aterrada; o te callas tú
también o vas a correr la misma suerte, agregó con desprecio, chicas como
ustedes abundan así que no me importa perder parte de la mercancía.
El
hombre revisó que no hubiera lugar alguno por donde escapar, chequeó las
cuerdas de nuestros brazos y piernas y se retiró dando un portazo, desde dentro
pude escuchar el ruido de una llave tras la puerta y sus pasos alejándose.
Al
cabo de un rato Susy despertó, al verme comenzó a llorar como si fuera una niña
pequeña, sentí pena aunque era mayor la vergüenza. Me arrastré como pude hacia
ella y pegué mi cabeza a la suya, perdóname Susy, dije, fui una estúpida, perdóname;
tenemos que salir de aquí, respondió, ya habrá tiempo de dar explicaciones. Colocó
la mano sobre su boca indicándome que baje la voz, Diego es un maldito, agregó, y Rafo… ¿qué pasó con Rafo?;
él salió cuando estabas con Diego, se veía tan molesto, creo que iba a pegarle
pero uno de los hampones lo vio y le golpeó la cabeza con la pistola; sí Lily,
tienen armas, me dijo cuando vio mi expresión incrédula. ¿Diego? ¿Cómo? Si tú
lo conoces, pregunté, cómo pudiste estar con un pata así; no lo sabía, ¿o me crees
tan idiota?, conocí a Diego a través del Chat y estuve con él, me gustaba
tanto, jamás me di cuenta que no sabía, qué hacía ni con quién andaba; cuando
lo conocí le pregunté dónde estudiaba y me dijo que se había graduado en la
universidad de la vida y ante cada insistencia mía, respondía con evasivas; solo
me hablaba de su abuela, recuerdo su sonrisa cuando hablaba de ella, el rostro
se le iluminaba, era tan gentil conmigo, tan encantador con todos, todos los
días me esperaba a la salida del colegio… el muy maldito… ¡Espera!, ahora
entiendo…Una vez salí temprano porque tenía una cita con el dentista y mamá fue
a recogerme en la camioneta, faltaba una hora para la salida, él estaba afuera
con un grupo de patas bien raros, con unas fachas….ni te imaginas, me supo
extraño pero cuando me vio con ella, se acercó y se mostró tan encantador como
siempre. Luego de ese día comenzó a interesarse por mis viejos, a hacer preguntas
tontas como ¿Qué hacían? ¿Dónde trabajaban?, no solo eran preguntas de mí sino
de todo el grupo, y especialmente de ti; ¿de mí?; sí, la verdad ya estaba celosa por
ese interés y en una oportunidad le reclamé; es tu mejor amiga, quiero saber el
tipo de influencias que tienes, respondió en tono burlón. Dicho eso, se quedó
callada con una expresión extraña; ¿qué pasa?, pregunté; hay algo más, dijo,
ahora que lo pienso, en varias oportunidades tuvo un comportamiento extraño,
una vez cuando estábamos en la plazuela por mi casa, un muchacho venía en
patines y no pudo frenar, se fue a estrellar contra una de las bancas y en su
caída golpeó sin querer a una anciana, el chico se disculpó con ella pero Diego
se levantó y fue directo hacia él, lo agarró a golpes y solo se detuvo cuando
varios muchachos lo sujetaron, cuando le reclamé por su reacción no podía
responder, estaba enrojecido de ira, solo estrelló el puño contra la banca
lastimándose la mano, varias veces tuvo reacciones de ese tipo pero siempre
encontré una justificación para ellas, estaba ciega Lily, ahora lo sé.
Había
llegado la noche y estábamos semidormidas cuando un ruido nos despertó, ¡qué
pasa!; no sé, están peleando creo. De pronto la puerta se abrió y apareció Mirko
con la cara golpeada. ¡Tenemos que salir de aquí!, gritó nerviosamente mientras
intentaba cortar las cuerdas que nos sujetaban; yo lo observaba con una mezcla
de sorpresa y susto; Susy se equivocó, pensé, tiene que haberse equivocado, no
puede ser, es un chico tan lindo…además…..nos está liberando… Pero alguien
interrumpió mis pensamientos aclarando las dudas de un solo golpe. Era uno de
nuestros captores que apareció de pronto.
Te
fregaste, dijo mirando a Mirko, ¡por estúpido!, ¿sabes cómo terminan los
traidores?, prosiguió acercándose a él y
apuntándolo con su arma; le advertí a Diego que no quería novatos ¿Qué te creíste
“hijito de papá”, que te podías salir así nada más? ¿Te arrepentiste?, agregó con
ironía mientras le colocaba el arma bajo el mentón.
Mirko
estaba asustado, pero al levantar la cara lo miró a los ojos fijamente en
actitud desafiante; el otro hombre estrelló el puño en su rostro. ¡No me mires
así mocoso estúpido! ¡A mi nadie me mira así!, dijo lanzándose sobre él; rodaron
por el suelo tropezando con la lámpara, esta cayó sobre un rollo de cuerda, encendiéndola
en el acto; nosotras gritábamos temiendo que se desate un infierno mientras los
golpes iban y venían entre ellos.
El
delincuente tenía a Mirko inmovilizado en el suelo pero nuestro salvador, con
mucho esfuerzo y algo de suerte, logró coger el arma que había caído cerca, y la
estrelló en la cabeza del hampón dejándolo inconsciente.
Salimos
con dificultad dejando atrás el incendio que ya se había desatado y subimos a
una camioneta estacionada cerca de la entrada, el ruido de las olas se
escuchaba bastante cerca. De pronto, el sonido de un disparo me estremeció, el
ruido del motor y el olor a humo habían alertado al otro delincuente que comenzó
a disparar mientras abordaba un auto iniciándose así una persecución.
Habíamos
avanzado apenas un par de kilómetros por la Panamericana Sur, cuando un disparo
impactó en una de las llantas de la camioneta y Mirko perdió el control del
vehículo que fue a estrellarse contra uno de los contenedores de la vía. Antes
del choque, alcancé a escuchar las risas de los hombres que volvieron a
disparar como si se tratara de una celebración.
Desde
ese instante estamos aquí atrapados, algo se ha clavado en mi pierna y Susana
no responde, percibo un quejido muy cerca, creo que es Mirko que aún está con
vida, escucho voces; todos están con
vida, grita alguien, y siento una alegría que no puedo expresar, están
retirando los fierros que me tienen inmovilizada y tiran de mi cuerpo hacia
afuera, percibo el oxígeno y respiro hondo, la brisa salada me inunda el olfato
pero no siento las piernas; parece que ha perdido mucha sangre, dice uno de los
rescatistas.
Seis
meses después. Hospital del Sagrado Corazón.
Estoy
sentada sobre la cama con la mirada perdida, preguntándome por qué en un
instante todo el camino que me había trazado se desvaneció, ¿en qué momento la
curva de mi vida giró encerrándome en este presente que parece no tener salida?
Lily, hoy es el día, dice la enfermera que me ha cuidado los últimos
meses distrayéndome de mis pensamientos, ¡ánimo!; sonrío, porque ella me inunda
de esperanza cada vez que llega; hoy intentarás caminar, agrega; es cierto, respondo,
hoy es el día.
De
pronto se abre la puerta y aparece Susana, lo último que me dijo mi mamá fue
que estaba hospitalizada y que no quería saber nada de mí, pero ahora está allí
como un resplandor, mirándome con un cariño que no había advertido antes, y que
no merezco; yo voy a estar contigo, dice acercándose a mí; no puedo evitar que
se me quiebre la voz, ¡estás bien!, digo, con la emoción al tope, ¡estás bien!
¡Estás bien! gracias a Dios.
Todo
ha pasado ya, han sido seis meses durante los cuales he tenido tiempo
suficiente para reflexionar acerca de las cosas que realmente importan. El
camino se ve difícil pero siempre se puede volver a comenzar. Llegamos a la
sala de rehabilitación y me incorporo ayudada por esa chispa, ¡qué chispa!, digo;
por ese torrente de esperanza que se ha desbordado sobre mí al ver a Susana y
aun más, al sentir su perdón; me incorporo; yo sola por favor, yo puedo, insisto,
y ellas se apartan.
Parece
un camino largo, ¿y si no puedo?, debo intentarlo al menos; apoyo el pie casi
de memoria sobre el suelo, no siento dolor aunque mis piernas están agarrotadas,
coloco el otro pie delante, ¡lo estoy haciendo! ¡Lo estoy haciendo!, digo emocionada,
de pronto siento debilitarme, no por las piernas sino por una mezcla de sensaciones;
ellas me esperan al final de la pasarela y estoy llegando… pero, ¿por qué se
apartan? ¿Qué sucede? ¡No puede ser! ¿Quién es ese muchacho que aparece tras
ellas? ¿Acaso…? Es Mirko, sí… es él.
Casi
me dejo caer por el impacto, allí está aquel que me despreció, el que colaboró
con esos hombres, recuerdo aun que esos malhechores lo llamaron traidor; recupero
el aliento y me sujeto con fuerza; sí es él, el que me advirtió, el que se arriesgó
por salvarnos, el que nos salvó. Ya no queda nada del porte atlético ni de la
melena crecida, tampoco de la sonrisa encantadora, solo un muchacho frágil con
la mirada más triste que he visto en mi vida, pidiéndome perdón.
He
llegado al final de la pasarela. Las expectativas de que vuelva a caminar son
buenas, dice la enfermera. Susy me abraza; lo lograste amiga, dice con alegría
sincera y se aparta; habla con él, agrega.
Y
aquí estamos, ambos en silla de ruedas, sin poder valernos por nosotros mismos…
aun. Cometí un error, dice, conocí a Diego en el chat; siempre alardeaba
respecto a sus actividades peligrosas y yo estaba sediento de experiencias
nuevas, pero jamás le creí hasta que me contó acerca de aquel plan, de unas
chicas que pensaban secuestrar, me invitó a participar, había mucha adrenalina,
era dinero fácil y nadie correría peligro, aseguró; pensaban pedir un rescate y
asunto resuelto; fui un estúpido por creerle, si hubiera sabido de qué se
trataba realmente, te juro que no hubiese participado. Cuando estuve en la
disco comprendí la verdad, el resto de la historia ya la sabes.
Lo
escucho atentamente y poco a poco siento como si lo conociera muy bien, creo en
todo lo que me dice, no sé por qué me inspira tanta confianza.
Hoy
salgo de alta, estoy caminando por mí misma, visitaré a Mirko antes de irme. He
llegado hasta su habitación pero ya no está, tal vez sea mejor así, pienso, y
me siento sobre la cama donde reposa tranquilamente un sobre; para “caperucitaroja”,
dice; lo abro con el corazón a punto de salírseme del pecho; espero que algún
día puedas perdonarme. Firma: Locoporelchat.
En
ese instante lo comprendo todo y no puedo evitar que las lágrimas, que durante
mucho tiempo han estado agolpándose en el pecho se desborden. Se abre la puerta,
es la enfermera que viene por mí, salgo llena de decepción e impotencia por no
haberlo descubierto antes y allí está él, esperando, apoyándose en unas
muletas; lleva el cabello rapado, ha
adelgazado mucho aunque su mirada es la misma, estamos frente a frente, ahora
sabemos quienes somos, nos observamos mutuamente y luego de un instante de
haber permanecido inmóviles nos acercamos hasta que nos confundimos en un
abrazo fuerte y sin palabras; no sé si lo he perdonado pero no siento odio por
él, tampoco sé si algún día “locoporelchat” y “caperucitaroja” vuelvan a
conectarse, solo sé que jamás seremos los mismos.