Karina Bendezú
Desde muy temprano por
la mañana, Asiri llegaba con su madre al mismo lugar, la esquina entre el
acceso desde el norte a la gran ciudad y la transitada avenida Benavides. Algo
soñolienta, la niña prepara su cajita llena de diferentes clases de golosinas:
chicles, gomitas, toffees, caramelos ácidos, caramelos de menta y miel. Madre e
hija, ofrecían sus productos a los automovilistas y transeúntes que pasaban por
allí. De mejillas rosadas, tez trigueña y largas trenzas, Asiri seguía los
pasos de su madre para una buena venta.
La pequeña niña de
nueve años vestía aún las ropas típicas de su pueblo: una falda de volados
bordada con flores multicolores, blusa blanca y una chompa de lana con alpaca color
fucsia que la mantenían caliente durante las mañanas húmedas de la ciudad de
Lima. Asiri y su madre Francisca llegaron a la capital hace unas semanas. Sixto,
el padre de Asiri, se dedica al cultivo
de la tierra junto con sus dos hijos varones, ese año tuvieron una mala cosecha
y tenían que recuperar lo perdido. Francisca,
convencida por su hermana, pensó que la venta de golosinas y otros cachuelos
ayudarían a su marido económicamente, pero la vida en la ciudad era dura.
Francisca ganaba poco en la venta de caramelos, trabaja muchas horas al día y sobre
todo, no deseaba que su hija trabajase en la calle ni en otro lugar, pero, ¿con
quién la dejaría mientras ella trabajaba?
Minutos después, llegaron
los compañeros de Asiri, otros siete niños junto a sus padres y primos a
trabajar, algunos realizaban piruetas y bailaban, limpiaban los parabrisas y ofrecían
algunos saladitos como maní, habas, papas y camotes, a Asiri le divertían sus
nuevos amigos tan voluntariosos y traviesos. Caminando entre colectivos, automóviles
y peatones Asiri empezaba su venta diaria, ella tenía mucho éxito, con su dulce
sonrisa pocos automovilistas se negaban a comprarle. Llegada la hora del
almuerzo todos se sentaban a la sombra de un árbol a comer, entre risas y payasadas
los chicos de la calle hacían que su trabajo no pareciera tan duro como
realmente era, los niños no deberían trabajar.
Al atardecer, todos
regresaban a sus casas luego de un día arduo trabajo, era momento en que las
ventas crecían y los chicos recolectaban más dinero para sus hogares. De repente
y sin previo aviso, arribaron dos camionetas blancas con decenas de policías en
su interior, bajaron y agarraron a los niños que vendían en la zona
encerrándolos en los vehículos, la municipalidad los quería ubicar en un hogar
seguro erradicando así la mendicidad infantil. Los menores empezaron a
dispersarse y a huir de los policías. Francisca le dio sus monedas a Asiri y le
dijo que saliera de allí inmediatamente.
-¡Asiri, corre!
¡Escóndete, anda a la casa de tu tía, yo te buscaré!
Asiri asustada corrió
velozmente, de pronto, escuchó a su madre forcejear con un policía y vio que la
metían en una de las camionetas, en la desesperación subió al primer colectivo cerca
y éste arrancó. Asiri se sentó en la parte de atrás y desde allí veía que algunos
de sus compañeros eran atrapados. La niña no entendía lo sucedido, ella no
estaba haciendo nada malo, temía no ver a su madre nuevamente y con lágrimas en
los ojos se quedó dormida durante el trayecto, hacia un rumbo desconocido.
Al despertarse Asiri no
sabía dónde se encontraba. El colectivo llegó a su última parada, la niña bajó
siguiendo a otros pasajeros hacia la calle principal. Caminó y caminó un par de
cuadras y mientras avanzaba escuchó un ruido extraño que llamó su atención. Al
llegar al final de la calle, al malecón, vio el inmenso mar por primera vez,
curiosa se sacó sus zapatos y bajó a la playa para mojar sus pequeños pies.
Emocionada por la experiencia y la sensación de tranquilidad que le causaba, en
ese instante sólo deseaba estar con su madre y regresar juntas lo más pronto
posible a su hogar, con su familia. Cansada del viaje, Asiri se quedó dormida
entre las rocas.
El día siguiente
amaneció iluminado y Asiri despertó, sacudió la arena de su vestido y caminó
por la playa y alrededores para conocer el lugar. Entró a un mercadito y se
compró algo para desayunar: jugo y pan con palta, la niña tenía mucha hambre.
Mientras comía pensaba en cómo su madre la encontraría en ese lugar tan alejado
de la ciudad, ella no tenía idea cómo
llegar a la casa de su tía. Así que por el momento, decidió quedarse a vender
los caramelos que aún le quedaban. Al salir del mercado en un puesto de libros,
le llamó la atención una libreta y lápiz haciendo juego y los compró con el
dinero que su madre le dejó.
En el malecón, Asiri
ofrecía sus caramelos a todos los que por allí paseaban, señores, señoras, jóvenes
y niños le compraban sus golosinas, su carita sonriente enternecía a todos. A
la hora del almuerzo con un sándwich en mano, se sentó unos minutos en una
banca mirando hacia el mar. Debajo de su falda floreada sacó su libreta y lápiz
y empezó a escribir. Revisó sus caramelos y vio que quedaban pocos. En ese
momento, se le acercó una señora que la observaba con curiosidad.
-¡Hola querida! ¿Qué te
sucede pequeña? –dice la amable señora.
-Me estoy quedando sin
caramelos para vender –contesta Asiri.
-¿Y andas sola por
aquí, dónde están tus padres? –pregunta la señora.
-A mi mami se la
llevaron… pero ella dijo que vendría a buscarme –contesta tímidamente Asiri.
-¿Qué tienes ahí?
¿Escribes?
-Es mi libreta, me la
compré en el mercadito –contestó Asiri con una sonrisa.
La señora leyó lo que
Asiri estaba escribiendo y le sorprendió lo que allí decía.
-¡Es una linda
historia! -exclamó la señora- ¡tienes mucho talento!
-Yo vendía caramelos en
la ciudad con mi madre pero no recuerdo dónde –de pronto dijo Asiri.
-¿Cómo te llamas
pequeña?
-Asiri.
-Yo me llamo Blanca. Asiri,
te propongo venir a mi casa y ayudarte a buscar a tu mamá, ¿qué me dices?
Asiri aceptó la
propuesta de la amable señora y fue con ella. La dama tranquilizó a Asiri diciéndole
que pronto recordaría dónde vendía los caramelos con su madre.
Blanca vivía en la
playa, con Rodolfo, su esposo desde hacía muchos años. Blanca le relató a su marido
cómo fue que encontró a la niña caminando sola en el malecón y los últimos sucesos
por los que Asiri pasó. Rodolfo al escuchar la historia se enterneció y ambos
decidieron cuidarla hasta encontrar a su madre. La niña alegraría la vida de
esta pareja de ancianos y ellos la de ella.
A los dos días, muy
temprano por la mañana los tres caminaban por la playa entregando a los que
allí paseaban, volantes que prepararon con la foto de Asiri buscando a su
madre. Asiri pasaba las tardes escribiendo en su libreta, pasión que descubrió
en circunstancias difíciles. Rodolfo incentivó el don de escribir de Asiri y le
dio libros para leer y poder así expresar mejor sus historias. Rodolfo llegó a
comprarle más libretas pues la niña escribía con rapidez.
La madre de Asiri pasó
una noche en la comisaría angustiada por su hija y sólo esperaba que estuviera
a salvo con su hermana, Fernanda. Al día siguiente Francisca salió al medio día
luego de un intenso interrogatorio. Al llegar a la casa de Fernanda no encontró
a Asiri, con lágrimas en los ojos se lamentaba haberla dejado sola, ¿dónde
estaría su pequeña niña? se preguntaba, no quería preocupar a su marido y pensó
en hacer todo lo posible para encontrarla en esa gran ciudad.
La búsqueda por
encontrar a Asiri se hacía más intensa. Francisca
preguntó a los posibles testigos del día de la redada (algunos regresaron
a trabajar después del hecho) si vieron a su hija, pero ellos no sabían de la
niña. Por varios días Francisca, con la única foto de Asiri en mano, preguntaba
por ella a todos los que pasaban por allí, pero los días corrían y no tenía
noticias de ella.
Un día, Francisca regresa
al mismo puesto preguntando uno por uno a colectiveros y a automovilistas. En
eso, el boletero de un bus reconoce a la pequeña niña en la foto. El hombre le
cuenta que la niña se subió al colectivo esa noche y bajó en el último paradero
hacia el sur. Francisca emocionada, le pide llevarla hasta allá, esa misma
mañana, Francisca sube al colectivo y parte rumbo a su encuentro.
Asiri seguía viviendo
con Blanca y Rodolfo y los días corrían sin noticias de su madre. Una mañana en
la playa, sentada en la arena, Asiri escribía sus historias pensando en Francisca,
el deseo de encontrarla era tan grande que logró recordar dónde vendían sus
caramelos. Asiri volvió corriendo a la casa de los ancianos y les dio algunos detalles
del lugar. Con la nueva noticia los tres viajaron inmediatamente a la ciudad.
Luego de una hora de travesía arribaron al lugar y se estacionaron cerca del
puente para caminar por la zona. Asiri se encontró con algunos vendedores que
seguían trabajando allí luego de la redada y preguntó por su madre, Francisca
venía todos los días a buscarte, le dijeron, pero hoy no la vieron llegar y no
tenían idea dónde vivía. Sin poder hallarla, Asiri y los abuelos regresaron al
sur.
Asiri algo apenada y
contenta a la vez, sabía ahora que su mamá la estaba buscando y rezaba que la
encontrara lo más pronto posible. Blanca y Rodolfo realizarían una búsqueda más
intensa para hallar de una buena vez a la madre de Asiri. Ellos se encariñaron tanto
con la niña que no querían verla sufrir por más tiempo.
Por la autopista, en el
colectivo, Francisca estaba más cerca de encontrar a su pequeña, desde la ventana podía ver el paisaje casi
desértico que se asomaba, ¿a dónde se dirigía?, se preguntó. Agotada, Francisca
cierra sus ojos y descansa hasta llegar a destino, minutos después el boletero
se dirige hacia Francisca.
-Señora hemos llegado,
esta es la parada final, aquí se bajó la pequeña -dijo el boletero.
-Muchas gracias joven.
¿Sabe hacia dónde se dirigió? –pregunta Francisca.
-Señora era de noche,
si recuerdo bien el grupo de pasajeros que bajó caminó hacia la avenida
principal –le contestó el muchacho.
-¡Gracias! – se
apresuró Francisca.
-¡Mucha suerte señora,
que dios la bendiga! –le saludó el joven.
Francisca caminó por la
avenida llegando hasta el malecón y allí conoció por primera vez el mar. Una
inmensa emoción se apoderó de ella y en esos momentos sus lágrimas cayeron por
su rostro enfriando su piel, ahora Francisca sabía que pronto estaría junto a
su pequeña niña. Caminando por el malecón pisó un papel, lo levantó y vio que
era un volante con la foto de su hija, lo leyó y preguntó al primero que pasaba
dónde quedaba aquella dirección. Francisca salió corriendo y llegó a una casa
de rejas verdes, inmediatamente tocó el timbre. Nadie atendía, intentó una vez
más, pero no tenía respuesta, otra vez… ¡rin rin! sonaba pero nadie se encontraba en la casa. Francisca
desolada decidió esperar, caminó hasta la playa y se sentó en la arena
contemplando el mar.
Asiri y los abuelos
llegaron a la casa, exhaustos y conmocionados, al menos, ya tenían noticias de
la madre de Asiri, ella estaba libre y buscaba a su hija. Los tres almorzaron
para recuperar energías pero Asiri tenía poco apetito, los abuelos insistieron que
comiera por su bien y ella comió. Blanca y Rodolfo fueron a descansar luego del
viaje tan largo, Asiri prefirió ir a la playa y con permiso de los abuelos
caminó hasta allí.
Andando por el malecón,
la niña de la dulce sonrisa pensaba en su madre y cuánto la extrañaba desde la
última vez que la vio. La situación en sus vidas mejoró, ahora su madre luchaba
por encontrarla y ella también, para no separarse jamás. Asiri llega a la playa
y se saca los zapatos para sentir la arena en sus pies, al acercarse al mar ve
una señora sentada, quieta, mirando hacia el horizonte, su figura le parece
conocida y Asiri abre bien los ojos y grita ¡mamá! Francisca sale de su
ensoñación y voltea, era su pequeña hija Asiri, llena de alegría Asiri suelta
sus zapatos y va al encuentro de su adorada madre, ambas se abrazan y lloran de
alegría, finalmente madre e hija se reúnen.
Francisca agradece a
Blanca y a Rodolfo por cuidar de su pequeña. La niña Asiri regala sus historias
a Rodolfo que tan amablemente la incentivó a seguir escribiendo, él, por su
parte, le regala más libretas y lapiceras para que siga creando. La pareja de
ancianos iba a notar la falta de Asiri en sus vidas, pero ellos quedaron en
escribirle seguido y le prometieron ir a visitarla muy pronto.
Francisca y Asiri subidas
al bus interprovincial van de regreso a su hogar. Luego de varias horas de
viaje arriban a su casa y al llegar, Francisca le cuenta a Sixto lo sucedido en
la ciudad, el padre de Asiri escuchaba atento el relato de Francisca… al terminar,
Sixto abraza fuertemente a Asiri y promete no dejarlas marchar nunca más, la
familia debía permanecer unida y todos juntos harían frente a cualquier
adversidad que se les presentara.
Un mes después de lo
sucedido, Asiri recibió un paquete con el remitente de Rodolfo y Blanca, sus
protectores y amigos. Francisca leyó la carta que traía el paquete, en ella la
pareja de ancianos transmitía el gran cariño que llegaron a tener por Asiri y
la falta que les hacía. Junto con la carta, se hallaban unos papeles de
derechos de autor que Asiri tenía que firmar, algo que Francisca no comprendía,
siguió leyendo y allí Rodolfo le contaba que los cuentos de Asiri eran tan buenos
que decidió mostrarlos a un amigo dueño de una editorial, sus historias gustaron
tanto que publicaron un libro con sus cuentos. El paquete era un ejemplar de su
primer libro “La niña de los caramelos” escrito por ella y dentro del libro se encontraba
un cheque con una cantidad importante de dinero el cual podría ayudar a toda la
familia de Asiri a salir de la difícil situación por la que atravesaban. Francisca
sorprendida, felicitó y abrazó a su hija y le explicó el significado de aquella
carta, inmediatamente corrió a contar la noticia a toda la familia.
Unos meses después,
Blanca y Rodolfo visitaron a Asiri como le prometieron, Sixto y Francisca nunca
olvidarían la bondad de esta pareja de ancianos y ellos recordarían por siempre
a la pequeña y sonriente Asiri, la niña de los caramelos.
Muy conmovedor. Demuestra que en la vida también hay personas que tienen buenos principios y amor, Saludos.
ResponderEliminarMuy hermoso!!! Emotivo!!!
ResponderEliminarLo lei, muy emocionadacon esta sencilla historia
ResponderEliminarQue bonita historia...me gustó la forma del relato como en síntesis. El contenido me parece muy emotivo, ojalá todos los niños de la calle tuvieran esa suerte, de encontrar personas de buen corazón que los motivaran y ayudaran.
ResponderEliminarUna historia hermosa!!! muy Humana me gusto mucho...
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