G O
-Vengo a
entrevista. Está programada a las tres.
El
oficial armado se volvió hacia la voz de
niña que se dirigía a él. Con ademán adusto y el ceño fruncido, descorrió la
ventanilla de la caseta blindada y tomó la identificación que le alargaba ella.
Minuciosamente observó la fotografía y de reojo la cotejó con la apariencia de
la interlocutora.
En
el tiempo que llevaba en esa colocación había visto circular una amplia gama de
personajes que él identificaba como profesionistas. La chica que se presentaba
como tal no encajaba en ningún prototipo. En todo caso, podrían estar
requiriendo edecanes para algún evento, pensó, reconociendo el bien planchado
traje sastre de color marfil y la vaporosa blusa azul rey. Sin embargo, le
pareció que esa razón tampoco encajaba. Sólo recordaba una recepción en la que
se requirió de personal extra de
seguridad. Edecanes nunca.
-¿Podría
quitarse los lentes obscuros, señorita…? ¿Bianca María de los Ángeles Ramírez?
-inquirió el oficial, a través del micrófono, leyendo el nombre en la
identificación.
-Sí
-contestó la chica, retirando los lentes de sol de sus ojos y, de manera casi
tímida o nerviosa, un mechón de cabello de su sien. El oficial cerró la
ventanilla para tomar el teléfono inalámbrico y marcar cuatro números.
La
puerta principal se abrió de improviso.
-Por
favor, pase por aquí. -Esta vez era otro oficial que abría con cierta
parsimonia la puerta de metal delante de ella-. En un momento vienen por usted.
Para agilizar su entrada necesitamos que se registre primero. ¿Me permite su
teléfono móvil? ¿Tiene otro dispositivo eléctrico? ¿Me permite ver su bolsa?
La
muchacha abrió la bolsa, mientras el oficial registraba su contenido ayudándose
de una lamparita de mano.
-Un
celular Black-Berry, unos audífonos, unas llaves con control remoto- dictó a su
compañero de la caseta, quien escribía en una especie de bitácora-. ¿No tiene
nada más en las bolsas de su pantalón?
-No
-respondió la chica en voz baja sin demostrar su incomodidad-. ¿Me puedo llevar
ya mi celular?
-No.
Lo va a tener que dejar en la caseta. No se preocupe, lo pondremos en este
bolsa de plástico junto con sus llaves. ¿Qué tiene en esta caja?
-Un
medicamento.
El
oficial abrió el pequeño pastillero de metal. La tapa tenía una vistosa ilustración
de conejos hecha en óleo y dentro de ella observó varias pasillas, como tic-tac
de menta, partidas a la mitad y otras en cuartos. Cerró la tapa y se la
extendió de nuevo a la muchacha.
-Es
un procedimiento que nos solicitan, señorita. Le dejamos esta ficha para que reclame
sus objetos a la salida. Aquí me pone su nombre, la persona a quien visita, su
hora de entrada y su firma.
-¿Bianca?
-interrumpió una mujer de edad mediana, apareciendo en la puerta de metal
recién abierta.- Soy Lourdes Cabrera de Human
Resources. ¿Me acompañas por favor?
-Sólo
un requisito mas -solicitó el oficial –, necesito que se levante el dobladillo
del pantalón.
-¿Para
que?, -preguntó la chica.
-Armas
blancas, mecanismos que puedan ser activados a larga distancia. Es una cuestión
de seguridad. Tenemos instrucciones explícitas al respecto.
-¿Como
Timothy McVeigh región cuatro o Unabomber
con su manifiesto? -preguntó Bianca dejando salir una risita forzada y
nerviosa. El oficial continuó su tarea de registro sin mediar palabra. La
funcionaria se limitó a encogerse de hombros, dando media vuelta para avanzar
hacia el edificio. La chica la siguió sin que mediara comentario alguno durante
todo el trayecto.
***
Y
durante todo el recorrido, seguía sonando en la mente de Bianca esa rola
electrónica, ya sin necesidad de audífonos…
***
Ese mismo día, desde muy temprano la
cuenta @BiancaPura había recibido varios tweets de @AnelyR. El primero, “#Emocionada. Cita de chamba. Ya dijiste #Yamevi”;
y después, “#outfit formal. Fotos”.
Media hora después, en la pantalla de inicio se podía leer: “#outfit #yuppie. Need to impress #gringos”. También, “Lista p paranoia post #9/11. No USI en #liguero”; y “#Don’tfuckup #ThisTime”.
***
Playgirl, why are you
sleeping in tomorrow’s world?
Hey, playgirl
Hey, playgirl
***
-Le ofrezco, señorita Ramírez, una
disculpa muy sentida por la tardanza.
Este lugar es un desorden y una decepción
- se escuchó en un español sin acento. Bianca se volvió al hombre alto,
encorvado que le estrechaba la mano. En la solapa de su saco color caqui se
podía ver un gafete con el nombre de ´Gregory Méndez’. “¿Pocho,
puertorriqueño?”, trató de adivinar Bianca.
Su color de piel amarillento, su
inexpresivo rostro y su voz grave le recordaban a alguien. “¿Quién?”, se
esforzaba Bianca. “¡Claro!”, cayó en la
cuenta. “Lurch”, pensó, “The Adams Family”. La relación la divirtió. “Se lo
tengo que llegar a contar a Anely”.
***
Playgirl, why are you dancing
when you could be alone?
Hey, playgirl
Hey, playgirl
***
Bianca había tenido más de una hora
de sobra para relajarse y tomar unas cuantas respiraciones, e incluso
distraerse. El minúsculo recinto al que había sido conducida por Lourdes
Cabrera era muy estrecho para ser una sala de juntas – incluso la puerta
principal, que formaba parte de una de las paredes de la improvisada oficina,
chocaba con una silla al abrirse –, pero era evidente que, por el número de
sillas – quince en total - y los dos pizarrones – dispuestos en dos paredes
distintas-, servía para tal propósito. Algo específico le había llamado la
atención. Era un poster colocado en la única pared sin pizarrón y sin puerta, con
una leyenda principal, “Fire Arms are
Forbidden in Mexico”. En letras más pequeñas se informaba – ¿a los
elementos del cuerpo diplomático?, ¿a los agentes? – que se requerían permisos
especiales para que, en México, únicamente agentes u oficiales estadounidenses
registraran cualquier arma de cualquier calibre. Finalmente, el poster estaba
sellado por la agencia promotora. United
States Department of Homeland Security.
***
Hey,
playgirl,
Hey,
playgirl
***
Dos años antes, en 2009, Bianca había
aterrizado en Tucson, Arizona, sin ninguna documentación oficial, sólo la visa
y el pasaporte turístico. La Cancillería Mexicana tenía la consigna burocrática
de no expedir pasaportes especiales – mucho menos diplomáticos, por supuesto –
a personal no acreditado en el Servicio Exterior Mexicano. “Gente de servicio
social, de prácticas profesionales o pasantes, ni pensarlo”, había dicho ese
subdirector de la Dirección General del Servicio Exterior y de Personal.
Bianca llegó a la garita de
entrada, sabiendo que tendría que declarar el verdadero propósito de su
estancia, de acuerdo con las nuevas disposiciones después del 9/11 – ya se lo
habían advertido -. No. Esta vez no podría decir que iba de compras (algo que
extrañaba a los agentes de Immigration
and Customs Enforcement, el famoso ICE, cuando se trataba de mujeres
latinoamericanas: “¿qué haces viajando tú sola?”).
-Estos weyes están buscando el
premio por ‘descubrir irregularidades’ -le había dicho la encargada para el
Sureste de Estados Unidos de la Dirección de Protección-. Y si tienes la mala
suerte de que tengan dudas, son capaces de detenerte, mantenerte en resguardo o
de plano seguirte unos días si ya te dejaron entrar, mientras ‘investigan’ si
realmente eres quien dices que eres.
El turno para Bianca llegó en la garita
de entrada. Seis meses habían pasado sin sentir el vértigo, las náuseas y la
transpiración que la habían aquejado en aquellos “extraños y difíciles días”, y
en ese momento, los síntomas volvían a aparecer. “La respiración como tu
compañera. No lo olvides”- se dijo-. “Conciencia del aquí y el ahora. Eso. Vas
bien”. El antídoto para lo que no quería que se apareciera. Y allí estaba de
nuevo. Tres respiraciones rápidas completas. Exhalación profunda. Tres
inhalaciones largas acompañadas de tres exhalaciones largas. Allí estaba de
nuevo. El cuerpo no la había abandonada. Sus manos sudaban. Ya estaba enfrente
de la agente de migración.
Se trataba de un personaje
femenino, de origen chino posiblemente, supuso Bianca. La agente balbuceó
algunas instrucciones. “Excuse me?”
–preguntó Bianca que no entendía la instrucción de la mujer, en un inglés
precario. Ésta le arrebató su documentación sin decir nada más.
La agente movió negativamente la
cabeza ante la respuesta de Bianca sobre la razón de su estancia. Programa de
Repatriación con la asesoría de la Border
Patrol. Llegaba a Tucson para ser
trasladada por empleados del Consulado a Nogales. “Tu yong. Ofishiel Pasfot, plis”, entendió Bianca. Allí estaba de
nuevo esa sensación de irrealidad. Vapor en el espacio.
Venia en misión especial,
explicaba. No, no era funcionaria. Era personal de servicio social, como un “internship”. Requerimiento oficial de la
pasantía y… La situación la estaba rebasando, pensaba Bianca. La agente de
migración mantenía el ceño fruncido y no dejaba de mover la cabeza
negativamente. Dos oficiales más llegaron y revisaron la maleta de Bianca,
sacando en desorden toda su ropa, incluyendo la interior. Es posible llamar al
Consulado en Tucson para cerciorar su información, continuaba. El sopor la
sofocaba. Su ingreso había sido denegado momentáneamente. La oficial había
empezado a teclear lo que parecía un reporte. Bianca se paró de puntas y
levantó la cabeza hacia el techo. Así respiraría mejor. En un breve instante
volteó hacia la pantalla de la computadora. En ese momento, la oficial se levantó
de su silla de un tirón, llevó rápidamente su mano a la culata de la pistola en
el lado derecho de su cinturón sentenciando, esta vez en un inglés muy claro y
muy determinante, “Stay back, Miss”.
***
Northern lights catch you coming down
Sleep your way out of your hometown
***
-No se preocupe -contestó Bianca
con una sonrisa amplia-, sólo necesitaba ir un momento al baño, pero uno de sus muchachos me enseñó dónde estaba”-. Bianca
sintió como si alguien le jalara de las riendas, o mejor, de los cabellos. ‘¿Sus
muchachos?’ Su última frase había estado completamente fuera de lugar.
-Bien –se limitó a responder secamente
el hombre, sentándose en oposición a Bianca y repasando en silencio los papeles
que tenía frente a él. Entre ellos, Bianca reconoció la forma que había llenado
y su currículum vitae impreso. Lourdes Cabrera, quien había entrado junto con
Méndez, se sentó a su lado. Esta vez lucía pálida y con la cara contracturada.
Sus ojos se movían a toda velocidad hacia varios puntos de la habitación y
había perdido la compostura inicial que había mostrado en un inicio. Bianca
reconoció la emoción de Cabrera y comprendió que el comentario anterior de
Méndez, ‘desorden y decepción’, había sido dirigido a ella.
-¿Está laborando actualmente,
señorita Ramírez? -inquirió Méndez a Bianca, sin quitar los ojos de los
papeles.
-No en este momento -respondió.
Bianca, un poco intimidada por la manera escueta, pero amable, de su
interlocutor. Realmente le remitía a esa esterilidad emocional de los agentes
del ICE. El tono a utilizar durante la entrevista debería ser prudente y
formal, para coincidir con las formas adustas y serias de Gregory Méndez. Menos
afabilidad, más precisión. Su origen, claramente latino, no debía destacar en
la conversación, consideró recordando a la china de la garita de entrada de
Tucson. “Él también es un agente de esta corporación de Bush a la que pertenece
el ICE. ¿Cómo se llama?”, volteó para mirar el poster que había llamado su
atención mientras esperaba en la sala. “Irónico”, consideró al nuevo nombre de
la agencia de George W. Bush. Homeland Security.
***
Foreign coin on a telephone
box
A sorting code, an account
number
***
La entrevista transcurrió sin que
se enunciaran las preguntas que Bianca esperaba: ¿Cuál fue la razón por la que
dejó su último empleo?, ¿podemos contactarnos con su antiguo empleador?, ¿cuál
ha sido el mayor reto de su vida laboral?, ¿cuál fue la situación más difícil a
la que se ha enfrentado?, ¿cómo la resolvió?
En vez de eso, Méndez se
concentraba en datos generales. “Casi de rutina”, consideró Bianca. Algo que
bien podría haber sido incluido en un interrogatorio en una garita de entrada a
los Estados Unidos.
Edad. Veintiséis años. Estado
Civil. Soltera. Máximo grado de estudios. Licenciatura. Es decir, Bachelors. ¿Algún conocimiento en
materia migratoria? Participación en el Programa de Repatriación al Interior en
la frontera con Nogales, Sonora y Nogales, Arizona. Labor humanitaria. Coordinación
con la Patrulla Fronteriza y el Consulado General de México en Nogales. ¿Fue
funcionaria de la Secretaría? ¿De la Cancillería? Requisito de Titulación.
Trabajo Social.
-¿Conoce usted la labor de esta
División? -preguntó de improviso Gregory Méndez, como si ya hubiera agotado
cualquier otro requisito para considerar el perfil académico y profesional.
Bianca se mostró sorprendida.
-La convocatoria no detalla las
funciones del puesto –expresó- sólo indica que es una labor de investigación sobre el tráfico de
menores y la pornografía infantil. Averigüe algunos datos que poseen Agencias
de Naciones Unidas. Al parecer, las estadísticas consideran que…
-Señorita Ramírez -interrumpió
Méndez, sin cambiar en ningún momento su actitud serena y fría, pero amable- me
gustaría saber si ha llevado a cabo alguna vez labor de investigación.
En ese momento, Lourdes Cabrera,
quien se había concentrado en hacer anotaciones en una libreta, levantó la cabeza
por primera vez en la sesión.
-Así es -respondió Bianca, con
ánimo de explotar al máximo su corta experiencia- durante mis estudios
universitarios colaboré como asistente de investigación económica en la
Facultad de Ciencias Sociales, en donde tuve oportunidad de realizar
sistematización de datos del Banco Mundial, la CEPAL, el Fondo Monetario Internacional
y otras agencias de…
-Bien -volvió a interrumpir Méndez,
dejando por un momento los papeles que sostenía-, quisiera hablarle un poco más
del puesto.
Como queriendo elegir las palabras
adecuadas, Méndez apoyó los codos en el escritorio con las manos juntas y los
dedos entrelazados. Por un momento, cerró los ojos. Después se dirigió a
Bianca, todavía manteniendo ese aire serio pero cortés, pero esta vez su mirada
se clavó, como algo parecido a un dejo de preocupación dentro de su
impenetrable rostro, en los ojos de la chica.
***
A question mark on a
calendar
An empty seat on the alpha line
An empty seat on the alpha line
***
El día anterior, Anely había
elaborado todo un cuestionario de prueba para practicar preguntas y respuestas
con Bianca. A esta última le incomodaba recibir ayuda de su hermana menor a
quien, consideraba, ella debía de auxiliar más en sus retos profesionales y no
al revés.
Mientras redactaba las preguntas
con rapidez –y mucha destreza, observó Bianca- Anely no dejaba de darle
consejos a Bianca.
Traje claro mejor que traje
obscuro. El color crema o beige trae suerte. ¿Ya te habló Mili? Camina derecha.
No te sientas inferior. Demuestra confianza.
-¿Te sientes bien, verdad? ¿Ya no
has tenido nada? -preguntó Anely.
-Todo bien -respondió Bianca con
tranquilidad.
Anely continuó. Zapatos cerrados.
Poco maquillaje. Rímel sí, delineador no.
-¿Y si nos concentramos en lo
importante? -interrumpió Bianca.
-Esto es importante - replicó Anely -. En la Embajada de Estados Unidos te tratan como te ven. No hay que
ahorrar esfuerzos en ese sentido con los gringos. ¿Cómo te vas a peinar?
Después de elegir guardarropa, se
sentaron en la mesa del comedor para empezar lo que llamaron la ‘prueba piloto’.
Anely tomaba el rigor y la actitud de un entrevistador y le hacía preguntas en
inglés a Bianca. De vez en vez, la corregía. “Limítate a contestar lo que te
preguntan, no les cuentes la historia de tu vida”.
-¿Exactamente de qué trata la
vacante? -inquirió en algún momento Anely.
-Mmmmhh, no está claro –habría
confesado Bianca, enseñándole la convocatoria-. Parece que es un trabajo de investigación. Conseguir datos.
Análisis. Posiblemente hacer modelos estadísticos. Es con respecto a la
explotación sexual infantil. Solicitan experiencia en instituciones públicas.
Creo que se refieren al DIF. Algo de asuntos migratorios… alguna
corresponsabilidad con Gobernación o con la Cancillería.
-Tienes experiencia en
investigación social y económica y ya colaboraste en Cancillería. Cita las
bases de datos que has utilizado. Como
no tienes más información concreta, espérate a que ellos te digan en qué
consiste exactamente la plaza. Muéstrate interesada. Y recuerda, es importante que no digas que no puedes
hacer algo. Todo lo que te pidan, lo puedes hacer. Tenlo presente todo el
tiempo.
A las diez terminaron.
-Háblame si necesitas que pase por ti –ofreció Anely.
***
Playgirl, why are you
dancing when you could be alone?
Hey, playgirl
Hey, playgirl
***
-Esta División - inició
Gregory Méndez– eeeh…, más bien, se trata de una Sección… sus siglas son CES. Child Exploitation Section… ¿Tiene
conocimiento de ella, señorita Ramírez?
-No–, respondió Bianca,
pensando que tal vez su falla había sido no haber indagado sobre la CES.
-Esta sección -continuó
con tono grave Méndez- realiza trabajo transfronterizo a gran escala para
ubicar productores y distribuidores o poseedores de películas o cualquier otro
material que se relacione con la explotación de niños… Estamos hablando
específicamente de ciudadanos americanos.
En algunas ocasiones colaboramos con instituciones gubernamentales mexicanas.
¿Alguna pregunta hasta aquí?
-¿Las secretarías de
estado mexicanas tienen conocimiento de esto?- preguntó Bianca, con falsa
curiosidad y con mayor afán de no quedarse callada durante la entrevista.
-Por supuesto -respondió
Méndez con naturalidad.
-¿Además corporaciones
policiacas? ¿PGR, Seguridad Púbica, CISEN? ¿Migratorias? -insistió Bianca.
-Si se requiere, sí
-respondió Méndez, imperturbable.
Bianca no mostro rasgos
de sorpresa, aunque, pensaba, Méndez le estaba comunicando lo que ningún
funcionario del gobierno mexicano decía en voz alta, aunque todos lo sabían. A
la Embajada de Estados Unidos no le daba ningún ‘empacho’ sostener su
injerencia en México, más allá de la postura oficial de este lado del charco
sobre la soberanía nacional.
-¿Trabajan con los tres
niveles de gobierno? -preguntó Bianca.
-Sería ideal, pero
preferimos mantener nuestras operaciones en bajo perfil a nivel estatal y
local. En ocasiones hemos encontrado, eeeeh, contubernio con los que perseguimos, señorita Ramírez, ¿ha oído
hablar de la ‘Operación Mango’?
-No - dijo Bianca,
tratando de sofocar un suspiro. Esta vez estaba consciente de que el nivel de
especificidad de lo que Méndez le hablaba no estaba al alcance de cualquier
persona.
-Se trató de un caso de
explotación sexual infantil en un hotel de Acapulco - empezó Méndez, en tanto
Bianca lo escuchaba con atención, sin percibir que su respiración se hacía cada
vez más contenida. -El dueño del hotel era un sujeto americano, naturalizado mexicano. Mantenía comunicación con
depredadores sexuales en todo el mundo. Pederastas. Paedophiles. Se ofrecía a menores de edad lugareños en una especie de turismo sexual. – Méndez hizo una pausa-“¿Sabe
a qué me refiero?”- Bianca asintió sin despegar los ojos del oficial.
-Muy bien. La investigación inició en la red. Quiero
decir, en la web. Se detectaron los
traspasos. Cuentas bancarias de este sujeto con varias ‘AKA’. ‘Also known as’. Alias.
Seis en total. Un grupo de agentes confirmó la localización del hotel. Se
liberaron a más de quinientos menores. Algunos ocultos en las instalaciones.
Canadienses, mexicanos, americanos. Las
extradiciones se pidieron de inmediato. - Méndez detuvo de nuevo su
explicación, mirando los papeles a su alcance, apretando ligeramente los
labios.
-Señorita Ramírez
-continuó Méndez- estamos hablando de verdaderos depredadores sexuales.
Otra pausa más. La
habitación era pequeña, pero Bianca tuvo la impresión que sus dimensiones se
habían minimizado aún más. Méndez hizo una ligera y casi imperceptible mueca de
desaprobación. Tomó el sobre manila junto a él y se colocó unos anteojos – con
bastante graduación, se percató Bianca -. Fue en ese momento que cayó en la
cuenta de que el cuerpo le temblaba.
***
Playgirl, choking on
cigarettes won't get you along
Hey, playgirl
Hey, playgirl
***
Todo había empezado
como por azar. Letargos extraños. Ensoñación. La realidad se hacía más densa.
No era tan importante dejar de respirar. Hasta que fue importante. En un primer
momento estaba en el teléfono. Al siguiente, en el suelo. Y al otro en la
enfermería. Y en el siguiente, una inyección la volvía en sí.
Y pasarían los días y
los síntomas serían aún más inexplicables. El sonido se iría apagando. Ahora un
zumbido. Y ahora nada.
Y después incómodos
episodios. Tensión. Falta de apetito. Insomnio.
Paralizantes episodios.
En el auto. En los elevadores. Caminando por la calle. Y otra vez un mareo. Y
otra vez sonidos enrarecidos. El suelo ya no se sentía. Y vendría el pánico.
Necesitaría vomitar. Y al mismo tiempo defecar. Allí mismo donde se encontraba.
Y ya no caminaría más. Ya no respiraría más. El miedo de que todo se acabara en
ese instante. Y de pronto, de la coronilla de la cabeza parecía salir una
erupción. Sudor. El aire penetrando. La realidad de nuevo, tal y como la
conocía.
Y por fin el
diagnóstico. Mal acarreo de serotonina. Origen en la angina. ¿Cuál angina? ¿Las
amígdalas? No. La que se localizaba en la parte posterior del cráneo. Estrés
postraumático. No. Fobias. No. Trastorno generalizado. Probabilidad de que se
volviera a dar. Ejercicios de respiración. Dosis pequeñas. En mitades. En
cuartos. Unos conejitos en una caja, de la que no se separaría.
***
Playgirl, why are you
sleeping in tomorrow’s world?
Hey, playgirl
Hey, playgirl
***
-Señorita Ramírez -continuó
Méndez después de otra pausa larga -, el siguiente documento viene de uno de nuestros agentes
infiltrados. Eeeeeh… se hace pasar por pederasta en la web y detecta información. Este es su último e-mail. Lo recibimos esta mañana. Le pido de favor que lo lea con
cuidado y me indique qué entiende de él.
Bianca tomó la hoja de
papel, controlando el temblor de su mano, y comenzó a leer a toda velocidad.
-Su agente dice que ha
entrado en la computadora… o sea, que la hackeó…
es de un tal… Philis Morgan, also known as
Bronx, Peter. Mmmmmhhh… No entiendo bien a qué se refiere con… 1,455,897,264
Tera Bytes… pero es lo que tiene de material pornográfico.
-Es el equivalente a miles
de millones de videos, caseros o profesionales. Posiblemente hechos por encargo.
Utilizan niños… Algunas veces bebés. -De nuevo, Méndez hizo una pausa. Puso su
mano en la barbilla y se quitó los lentes, viendo otra vez los papeles sobre la
mesa-. Señorita Ramírez, el post por
el que está concursando incluye leer aproximadamente cien correos diarios de
este tipo…
-No hay inconveniente –dijo
automáticamente Bianca, tratando de reflejar seguridad.
-Hay algo más -siguió
Méndez, incorporándose. Su rostro se ensombreció y miró a Bianca. Por primera
vez en la entrevista, sus facciones lucían algo descompuestas-, señorita
Ramírez, el encargado de esta área necesita estar enterado de todos los
pormenores de este caso, y en algunas situaciones deberá actuar.
-¿Actuar? ¿Voy a
necesitar un arma?
-No requerimos eso de
usted. Verá… Cuando la Sección confirma la existencia de un niño en peligro, no
esperamos más. Se efectúa la operación… Quisiera saber si usted estaría
dispuesta, en cualquier momento, por supuesto, con la documentación necesaria…
a subir una nave… avión, helicóptero.
Necesitamos que alguien acompañe al menor, una vez rescatado…
Bianca guardó silencio.
Las sienes le vibraban.
-No creo que haya
problema -dijo en voz baja.
-Eeeehh, como le había
mencionado, también estaría esta síntesis de información de los agentes... Y,
algo más…. No sólo usted. En realidad, es toda la División… quiero decir, la
Sección… Todos tenemos que hacerlo. La plaza requiere de que miremos, veamos… un promedio nueve
películas, eeeehh… de este tipo… a veces más, por día….
Bianca no respondió.
Méndez se reclinó en su asiento.
-Señorita Ramírez… ¿ha
tenido en sus manos o ha visto alguna de estas… películas? ¿Cintas?
-No – espondió con voz
apagada Bianca.
-Verá… -dijo Méndez,
con la barbilla en la mano y arqueando visiblemente las cejas- para varios de
nosotros es muy difícil observar este material. Yo mismo le digo que preferiría una misión en que mi vida
corriera peligro a tener que verlas”.
Algo en el ambiente había
cambiado. La expresión de Gregory Méndez. La mirada de Lourdes Cabrera. Bianca
apretaba los labios. Si tragaba saliva, todo dejaría de existir. Todo se
acabaría en ese instante.
-Una última pregunta -abordó
Méndez-. El trabajo es difícil. No todos estamos bien en momentos. Señorita Ramírez, ¿cómo le haría usted para no verse afectada anímicamente?
Un largo silencio.
-Tomo clases de yoga.
Ejercicios de respiración. Medito… -respondió por fin Bianca, a media voz.
-¿Cree que le bastará?
–preguntó Méndez, con una mirada suave.
Bianca tomó aire. En su
coronilla había tenido lugar la erupción volcánica de sudor. El mundo no se
había acabado. La realidad había regresado, tal y como la conocía.
-¿Cuentan con ayuda psiquiátrica?
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