Miguel Ángel Salabarría Cervera
Llegué a la
Secretaría de Tránsito como a las nueve de la mañana para canjear las placas de
mi auto, me formé pacientemente en la interminable fila fuera de las
instalaciones, bajo los candentes rayos de sol.
Pasó un pequeño vendedor
de periódicos y compré uno, lo hice por dos motivos: para leerlo haciéndome la
espera amena, además y lo principal, cubrirme de los rayos solares que ya
amenazaban con filtrarse entre las nubes.
Me dije
filosóficamente: «Hacer fila ilustra», porque se tiene la oportunidad de
platicar con alguien y así sucedió, detrás de mí se formó una persona, al mirar
resultó ser un compañero de infancia
─Me da gusto verte
Macario.
─También a mí ─me
manifestó.
─Las veces que nos
hemos visto solo nos saludamos a la distancia, pero ahora tendremos tiempo para
platicar porque hay muchas personas delante de nosotros.
Él rió
estruendosamente como era su característica, al tiempo que me palmeaba la
espalda.
─Quién sabe a qué
horas saldremos de aquí ─le señalé.
─Sí, sobre todo
yo, porque vengo a canjear tres juegos de placas.
─Te felicito,
porque tienes tres vehículos, yo solo tengo uno.
─No te creas, son
del senador, soy su chofer, y también hago estos trámites.
─Bueno, es parte
del trabajo ─le respondí.
─Qué has hecho de
tu vida, ¿dónde trabajas?
─Trabajo en la
universidad.
─Con el senador
trabajo hace quince años, desde que entró a la política
─¿Y la familia?
─En esto no me fue
bien y ahora estoy solo.
─«Mas vale solo,
que mal acompañado», pero lo importante es tener tranquilidad ─le comenté en
broma.
─Eso sí, vivo
tranquilo. Lo que me molesta es recordar cómo se dieron las cosas.
Me quedé callado
respetando su confesión y miraba para otro lado, en ese momento pasaba un joven
vendiendo aguas frescas, lo llamé para tomar una y le ofrecí otra a Macario,
pagué ambos refrescos e indicándole que era para mitigar el calor que iba en
aumento, él la aceptó con agrado.
Pensé que
cambiaría el tema, porque mi intención fue distraerlo al invitarlo, pero
sucedió lo contrario. Con más confianza comenzó a platicarme sobre su
infortunio familiar.
─Te voy a contar,
para hacer más corta la espera ─tomó un trago de refresco, se limpió la boca,
perdió su mirada en los rayos del sol que caían ya con fuerza y prosiguió─,
hace años tuve una mujer, la conocí tiempo atrás, trabajaba en un almacén de
ropa en el centro de la ciudad, y como yo ando por esos lugares con el patrón
porque ahí están las oficinas de gobierno, pasaba por el lugar de su trabajo.
Hasta que un día me animé a hablarle y me contestó, a partir de ahí empecé a
salir con ella, nos hicimos novios, así estuvimos seis meses, hasta que le pedí
que nos casáramos por lo civil y por la iglesia como «Dios manda», la quería
bien y por esto le propuse matrimonio, me sorprendió que ella me dijera que no
creía en el casamiento, porque de no funcionar sería un problema la separación
y más si yo quería tener hijos.
Lo interrumpí,
para decirle que, si desde ese momento no se dio cuenta que era una mujer que
no compartía las aspiraciones de él, porque no quería formar una familia como
todos esperan, y por lo mismo no era una relación que tuviera futuro estable.
─Además ella me
expresó que «eso de matrimonio ya estaba pasado de moda», y que no le gustaban
los niños, porque eran muy molestosos y había que estarlos batallando.
¡Sorpréndete! ─exclamó entre risa y congoja─, además «iba a perder su cuerpo».
No pude menos que
sonreír, para que no se sintiera ofendido solo le pregunté que si era muy
atractiva.
─La verdad sí, era
muy hermosa, hasta el día de hoy.
─Vamos avanzando
porque la fila se ha reducido y ya pronto entraremos a las oficinas y dejaremos
de sentir calor, porque el sol está más intenso ─le dije al tiempo que me
cubría de los inclementes rayos.
─Sí, «ya falta
menos que cuando llegamos» porque ya tenemos más de una hora esperando ─comentó
en son de broma y añadió─, lo que me comentas de ella, me lo dijeron familiares
y amigos, pera ya ves cómo se pone uno cuando se enamora, no entiende razones y
se deja llevar por el corazón, sin medir las consecuencias.
Sin pensar en
cómo me iría con ella, acepté todas sus condiciones y nos fuimos a vivir juntos
a una casa que con anterioridad ya había adquirido pensando en algún día tener
una familia. Cuando ella se decidió, le compré muebles y todo nuevo a su gusto
pensando en hacerla feliz. Vivíamos enamorados y todo fue de maravilla durante
tres años, me sentía contento y terminé aceptando que no era necesario el
matrimonio ni la presencia de los hijos para vivir felices. A todos les
platicaba que se habían equivocado con sus expectativas negativas sobre nuestra
relación, porque vivíamos como nunca lo imaginamos.
─Entonces, si todo
iba bien, ¿por qué te lamentas ahora de esta relación?
─Camina que ya
entramos a la oficina, podremos sentarnos y dejar de asolearnos, solo nos
faltan como veinte personas para ser atendidos ─me dijo Macario.
─Tienes razón, ya
estuvimos haciendo fila bajo el sol más de una hora, justo es sentarnos y
disfrutar el aíre acondicionado para seguir platicando.
─Así es, terminaré
por contarte qué fue de la relación que tuve con esa mujer.
Se pone serio,
fija la mirada en un punto perdido como si los pensamientos se le vinieran en
vorágine, respira pausado e inicia su relato con voz entrecortada.
─Ya te comenté que
soy chofer del senador y lo llevo a donde él requiera, cuando estaba en
campaña, recorríamos el estado por varios días, ausentándome de la casa, yo me
iba con tranquilidad confiando en ella porque siempre me decía que no tuviera
ningún pendiente al quedarse ella sola, pues no tenía miedo y la casa estaba
protegida.
─Macario, si te
causa malos recuerdos, no tienes por qué platicarme.
─No te preocupes,
que algunos ya saben el chisme ─agregó─, una noche llegué de viaje pasada la
media noche, entré y vi por debajo de la puerta del cuarto en que nosotros
dormíamos la luz encendida, me extrañó, porque a ella no le gustaba dormir con
luz y además cuando se dormía no despertaba hasta la mañana, no sabía qué
hacer, caminé sin hacer ruido y me puse a escuchar a través de la puerta, oí
gemidos de placer, el cuerpo se me encendió de coraje… quedé turbado no sé
cuánto tiempo transcurrió, cuando reaccioné saqué la pistola que llevo en el
cinturón dispuesto a matarlos, abrí la puerta de una patada, y los apunté,
ellos gritaron interrumpiendo sus besos y caricias, para cubrirse sus desnudos
cuerpos con las sábanas, me quedé mudo de sorpresa, al descubrir que el hombre
que estaba con mi mujer… ¡era mi padre!
No pude expresar
palabra alguna, ante el amargo relato del mi amigo de infancia… ya repuesto de
la sorpresa, le palmeé la espalda para demostrarle mi apoyo y le sonreí con
aflicción. Él recuperado del momento que le hizo revivir sus palabras, me miró
y expresó.
─Iba decidido a
lavar mi honra, al escuchar como gozaban de placer en mi casa y cama, al verlos
desnudos… me contuve y bajé el arma, no les disparé porque era mi papá, no
quise hacer una estupidez que ahora estaría pagando. Ellos me miraban
sorprendidos, pero no estaban asustados, solo se cubrían con las sábanas que yo
había comprado, fueron instantes que no sé cuánto duraron; el silencio se
rompió cuando mi padre dijo.
─¿Qué vas a hacer?
─¡Largarme!
Di media vuelta y
me fui de la casa, abordé el auto para irme a un hotel, tuve ganas de
emborracharme, pero el patrón me esperaba a las siete de la mañana y no le
podía fallar. Salimos de viaje y regresamos a los dos días, eran como las nueve
de la noche, me dirigí a mi casa, entré y ella estaba ahí como si no hubiera
pasado nada. Cuando salí de bañarme, me había servido la cena y me esperaba
sentada a la mesa como siempre hacía. Al ver su actitud cínica después de lo
ocurrido, sentí coraje, pero me contuve. No sabía si hablarle o no, pero debía
enfrentar la situación, así lo hice y solo acerté a preguntarle.
─¿Por qué me
traicionaste?
─No lo sé.
─¿Cómo que no lo
sabes?
─Bueno, tu papá
venía a verte y tú nunca estabas y él se quedaba platicando conmigo luego se
iba después de cenar.
─¡Pero eso no era
motivo para que los dos me traicionaran!
─Pues no, pero nos
fuimos teniendo confianza y empezamos a hablar de nuestros sentimientos, y poco
a poco nos fuimos entendiendo en todo.
─Es decir, ¿qué no
era la primera vez?
─Para que te echo
mentiras. No era la primera vez, ni recuerdo cuantas veces se dieron nuestros
encuentros íntimos.
─¡No lo puedo creer!
─Sucede… así es la
vida.
Casi no probé
bocado, me limité a tomar café, para despejar mi mente y organizar mis
pensamientos. Después de un largo silencio la cuestioné.
─¿Qué vas a hacer?
─¿Qué vas a hacer
tú? ─me reviró con altanería.
Me sorprendió su
cinismo, ahora la conocía cómo era en realidad, pero ya no me enojaba, había
digerido lo más difícil y con aplomo le contesté.
─Yo, quedarme en
mi casa, tú te puedes ir.
─No te preocupes,
ya tengo a donde ir y estaré muy bien.
Dicho esto, se levantó
con altivez de la mesa, se dirigió al cuarto, yo permanecí en el comedor
mirando la puerta sin saber cuál sería su reacción. Al cabo de una hora,
apareció con dos maletas y unas bolsas, y con frialdad me preguntó.
─¿Quieres saber a
dónde me voy?
─No me interesa.
─Te lo voy a
decir, para que no te vengan con el chisme y estés preparado. Me voy a casa de
tu padre.
No lo esperaba,
pero no me causó sorpresa porque finalmente los dos eran iguales.
─Espero que te
dure la relación ─le repliqué.
─Yo creo que sí,
es más hombre que tú.
─¡Lárgate!
─Ya me voy, pedí
un taxi y ya está pitando.
Salió dando un
portazo y con ello se cerró el capítulo más amargo de mi vida.
─¿Qué pasó con tu
padre?
─Supe que viven
juntos, pues mi mamá ya tiene años que murió, no tenemos contacto, cuando lo
veo en la calle, lo evito y sigo mi camino.
─Es lamentable y
dramático lo que te sucedió.
─Así es, vivo solo
desde hace cuatro años, estoy tranquilo trabajando y la vida sigue.
En ese momento me llamaron en una ventanilla y a Macario en la próxima, nos despedimos previamente con un abrazo e iniciamos el trámite de canjear las placas.
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