lunes, 25 de enero de 2021

Arañas

Ricardo Sebastián Jurado Faggioni


Alguien husmeaba en mi cuarto, sin embargo, no podía hallarlo. Revisé debajo del velador, no encontré nada. La hora de dormir llegó y apagué la lámpara. Observo que una araña pequeña estaba tejiendo. Cogí una hoja para sacarla de aquel sitio, la puse en el piso para después pisarla. 

Me acuesto en la cama para irme a dormir, aunque despierto en una cueva. Una criatura del mundo de los arácnidos apodada escorpión sin cola, que mide setenta centímetros, empieza a enredarme con su telaraña, es tan potente que no puedo romperla. Inmediatamente termina de enredarme. 

Siento cómo va jalando su tejido. Recorrimos varios kilómetros. Se detiene. Un temible monstruo peludo con un metro de largo, alza una pata, la pone en mi frente y conversa conmigo telepáticamente. Soy la araña madre, asesinaste a una hija esta noche, voy a explorar lo más profundo de tu ser para conocer a qué le temes. Recorrió cada pensamiento, incluso se aprendió mi nombre. Así que eres Alex un niño de diez años que está por terminar su primaria, vives con tus padres

Al finalizar lo mencionado, me trasladó a una prisión llena de oscuridad, nunca había experimentado tal sentimiento de abandono, soledad y tristeza. Mis gritos se perdían en el eco infinito. Cuando la muerte se aproximaba, los pensamientos del ser arácnido fueron interrumpidos por una tierna voz.  

—Despierta Alex —dijo mamá. 

Abrí mis ojos y estaba confundido porque podía apreciar la cama cálida más no el piso rocoso. Agradecí al cielo que la persona que estaba conmigo era mamá, los rayos de luz se topaban con la ventana, nunca había anhelado la claridad como en ese preciso instante. La abracé con fuerza y no comprendía el gesto. 

—Otra vez con pesadillas —comentó María Alexandra.

—Se sintió tan real —dijo Alex. 

—Contar lo que sucedió a veces es bueno para enterrar los miedos —expresó Alexandra.

—Había arañas inmensas, también estaba oscuro y me enredaron en una telaraña —explicó Alex. 

—En nuestra imaginación los pensamientos toman vida, pero somos nosotros quienes los controlamos —respondió Alexandra. 

Escuché sus consejos y volví abrazarla. Bajé a la cocina para desayunar, de pronto estaba solo. Mis pensamientos volvieron a aquel sueño de la oscuridad. Traté de no oír esas voces, fui al lavabo a dejar los platos. En la tarde estaba en la habitación realizando tareas, al haber acabado con aquellas actividades, decidí prender el ordenador, ver una serie en Netflix. Hace algunos meses observaba al héroe de DC comics Flecha Verde, se convirtió en una buena serie por su acción y trama. Lo único que tenía para defenderse contra los villanos era sus conocimientos de artes marciales y su ballesta. 

Un episodio me impactó: contaba sobre cómo vencer los miedos y si él podía hacerlo, igual yo. Esto se muestra en el capítulo cuando El Conde un narcotraficante estaba produciendo una sustancia que si te la inyectabas mostraba tu peor pesadilla. El héroe había llegado al laboratorio ilegal del criminal, en el enfrentamiento este le logra introducir mediante una vacuna la sustancia, el malo consiguió escapar, sin embargo, el salvador quedó mareado. En pocos segundos tuvo una revelación, su mayor temor era él mismo, puesto que tenía pánico de herir o fallar a sus seres queridos. 

A pesar de su fracaso acepta que él es humano, que tenía miedos, defectos, virtudes y fortalezas, que llevar una máscara para salvar su ciudad no lo deja libre de equivocarse, pero el impulso de proteger a los que ama le dio las fuerzas necesarias para volver a encontrar al narcotraficante y encerrarlo en la cárcel. En la nueva batalla El conde introduce su inyección, pero esta vez no tiene efecto en él porque había conquistado sus debilidades. Al finalizar el combate el encapuchado derrota al villano. 

Al concluir el capítulo aprendí que tenemos temores profundos, pero también existe el valor para derrotarlos. Me fui a dormir. Abrí los ojos, pero no estaba en mi habitación, sino en la oscuridad donde el ser arácnido residía. Otra vez nos volvemos a encontrar, todavía no he acabado de torturarte. Tienes un castigo más que padecer. Interrumpí sus pensamientos, comprendí que era un sueño donde yo tenía control sobre ellos. 

Comencé a liberarme de las telarañas, me acordé de los consejos de mamá y de las enseñanzas de mi héroe favorito. Decidí en la pesadilla tener una antorcha para hacer luz en medio de las tinieblas. La araña ya no se veía inmensa sino diminuta. No te daré poder, te ordeno que desaparezcas. No sentía pánico, pude hallar un camino hacia la salida. Al pasar el final del túnel regreso a mi hogar, observo que estoy en el dormitorio. El temor que sentía por la oscuridad no volverá jamás. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario