Yadira Sandoval Rodríguez
A
la menstruación, esa «prima roja» que llega cada fin de mes con dolores y una
revoltura de hormonas tratando de convencerme de que me acepte como mujer, yo
la niego porque me hace sentir una locura dentro de mí. Los cólicos no los
aguanto, llego al baño, abro mis piernas para sentir el derrame estólido del
desgarre, es como si una voz saliera de mí pidiendo auxilio para aliviar el
dolor virgen de la prima roja. Sé, que, al negarla, me niego a mí misma, ya que
somos dos seres dentro de un cuerpo tratando de integrarnos. Dirás que estoy
loca, pero las hormonas me convierten en otra persona, al grado de desconocerme,
si me ves enojada no soy yo, es ella que desea salir de mí. Lo feo de todo es
que no puedo jugar cuando ella llega, tanta sangre saliendo de mí, es asqueroso.
Me duele lo que me sucede, Leo. Deseo ser niño otra vez, mi
cuerpo ha cambiado. Te pido disculpas.
La mamá de Leo ha leído la carta, su hijo descuidó ponerla en un lugar
donde no se pudiera encontrar. Al terminarla de leer, ella pensó que Leo
pudiera andar de novio, aunque la última línea del escrito le hizo ruido: «Me duele lo que me sucede, Leo. Deseo
ser niño otra vez, mi cuerpo ha cambiado».
La mamá deja la carta sobre la cama, para que su hijo no sospeche que fue leída
y se retira a sus quehaceres.
Leo llega de la
escuela, sube a su cuarto, busca la carta y la guarda inmediatamente, después
baja a la cocina, saluda a su mamá:
—Hola, mamá. ¿Cómo
estás?
—Hola, hijo. ¿Cómo
te fue?
—Bien.
—¿Seguro?
Esa pregunta que
hizo su madre lo dejó dudando y volteó lentamente a mirarla:
—Leíste la carta,
¿verdad?
—Sí. En algún
momento imaginé que era una carta de amor, Leo. Pero me dejó con dudas. Tu
amiga tiene alma de poeta. Me encantó cómo describió la menstruación, aunque me
pareció un alma atormentada por algo que no llegué a comprender, ¿me lo puedes
explicar?
Leo se queda serio
por dos minutos. Su madre le dice que solo desea ayudar. Su hijo comprende la
situación, ya que los dos tienen muy buena comunicación.
—Está bien, mamá.
La carta que leíste es de mi amiguita, Melissa. Es una de mis mejores amigas de
la escuela, es un poco loca, o más bien mucho. Ella dice que es un niño, nos lo
ha dicho desde el tercer grado de la escuela. Casi no juega con las niñas, siempre
desea jugar con nosotros, de hecho, corre más veloz, por eso la dejamos que se
uniera a nuestro grupo de amigos. A lo primero se nos hizo raro, pero, ahora ya
le creemos porque hasta se viste como hombre. A mí sí me gustaba mucho, tiene
un físico muy bonito, sonríe de forma preciosa, es muy inteligente y simpática,
aparte le gusta bailar y cantar, se la lleva mostrándonos sus pasos de baile
que aprende en la escuela de arte. La carta que leíste es porque le sucedió
eso, que a ustedes les sucede… mmm… eso…
—¿Qué nos sucede?
—preguntó la mamá, sabiendo que su hijo estaba prejuiciado con el tema y no
podía explicarlo.
—Eso, mamá, lo que
le sucedes a ustedes todos los meses.
—Pero ¿qué es
hijo?
—Esa cosa rara, o
más bien, la sangre que sale de sus cuerpos, que la verdad me da asco.
—¿Tú hablas de la
menstruación?
—Sí, eso.
—Y ¿cuál es el
problema, hijo?
—Qué Melissa la
tiene, tardamos en aceptarla con su locura, y ahora con la menstruación, no
sabemos cómo verla. Nos confunde a todos.
—No deben porqué
confundirse, Leo. Ella sigue siendo su amigo.
—Queremos que ya
no se junte con nosotros, porque en la escuela nos están diciendo niñas a todos
los que jugamos con ella. Mejor que se vaya con las nenas y nos deje en paz.
—¿Platicaron con
Melissa?
—Sí. Es por eso lo
de la carta. No quiere aceptar su menstruación y desea seguir jugando con
nosotros. Pasó algo muy asqueroso en la escuela, fue su mamá y la directora nos
regañó. Fue vergonzoso, estaban los niños de los grados avanzados, y nos
gritaron nenitas.
—¿Qué pasó?
—Estábamos jugando,
quien subía más rápido a un árbol, le tocó el turno a Melissa, y todos nos
quedamos serios al ver su pantalón manchado de sangre, pero el menso del Poncho
la regó, empezó a reírse, mientras yo ayudaba a Melissa a bajar del árbol. Una
maestra nos vio y se enojó al ver mi pantalón manchado de sangre e hizo un
escándalo en toda la escuela.
—Pobre Melissa
—Pobres de
nosotros, mamá, ¿de qué lado estás?
—De los dos.
—Tu hijo pasó la
peor vergüenza de la historia, todos saben que no es niña, la ayudé a bajar del
árbol como si lo fuera y coincidió que pasaron los niños de los grados
avanzados, cuando le di un beso en la frente, no lo pude evitar, la conozco
desde el kínder y ella reaccionó con un golpe en mi estómago. Y me gritó: «No
soy niña». En eso la maestra hizo el escándalo y a todos nos llevaron a la
dirección, después de una hora llegó su mamá. Lo bueno que traía en mi mochila un
short, nos tocaba la clase de educación física, pero se suspendió. La maestra le
dijo a la directora que nos estábamos burlando de Melissa por creerse niño, es
decir, pensaron que mi beso fue planeado para hacerla sentir mal; es una vieja cizañosa.
Mis sentimientos son asquerosos, mamá. Quedará en la memoria de todos.
—Más lamentable
para ella, hijo. Ustedes lo olvidarán y ella no, porque aparte de pasar la
vergüenza, perdió a sus amigos. Y eso, es doblemente horrible, ¿comprendes,
Leo?
—Pero, mamá…
—Sé que te contrariaste
al mostrarle un sentimiento de amistad enfrente de todos y no tienes porqué
reprimirlo, al contrario, me siento orgullosa. No la dejaste sola.
—Estás mal, mamá.
—La amistad es
mucho más importante que cualquier suceso anormal, hijo. Y por lo que veo tu
amiga o amigo está pasando por un cambio de género y recurre a ustedes para
reafirmarse en su nueva identidad: ser hombrecito. A eso se le llama identidad
de género.
—¿Qué es eso,
mamá?
—Posiblemente tu
amiga está en un proceso de identificarse como hombre, aunque ustedes la vean
femenina. Nosotros les decimos a ellos: gays y lesbianas. La preferencia sexual
no es motivo para discriminar a nadie, Leo. Por lo tanto, te aconsejo que la
busques y le pidas una disculpa. Acéptala con su locura, como usted dice niño,
la amistad vale más que cualquier prejuicio, ser su amigo no te va a hacer
menos hombrecito, al contrario, eso te dará más fuerza para defender a otras
personas de las injusticias, conviértete en un adulto con valores, eso deseamos
tu padre y yo. El beso fue un impulso ante la necesidad de protegerla,
posiblemente tú quieres verla como niña, pero ella ya se reafirmó, ahora tienes
que respetarla. Entonces, ¿necesitas más explicaciones para entender lo que te
digo, Leo?
—No, mamá. Hablaré
con ella. Gracias por el consejo.
—Invita a Melissa
a la casa, me encantaría conocerla.
—Está bien, mamá.
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