Yadira Sandoval Rodríguez
El concierto de
rock está por iniciar en el parque recreativo de la ciudad. Los jóvenes se enfilan
para acceder al evento emocionados por escuchar a las bandas tocar. A lo lejos
se escucha una batería. Los técnicos de sonido están trabajando con los micrófonos
y las bocinas: «Uno, dos, tres, probando, probando…». El verano ha iniciado y
la administración del parque organizó el evento en el área de las albercas para
darle la bienvenida a la temporada y aprovechar que los jóvenes han finalizado
su año escolar.
El cuerpo de
seguridad les pide a los jóvenes abrir sus mochilas, estos últimos los revisan de
hombros a tobillos buscando algún objeto que pudiera ser sospechoso o amenazar
la seguridad del lugar; encuentran algunos porros de marihuana, se los retiran,
uno responde: «Es marihuana, señor, no hace daño, venimos a divertirnos».
Los organizadores
del evento dan la bienvenida a todos e invitan a subir al escenario al primer
grupo. Los jóvenes aplauden, otros chiflan y el grupo dice: «Uno, dos, tres» y
suena la guitarra junto con la batería. Las mujeres gritan de la emoción, los
chicos empiezan a mover sus cabezas hacia enfrente y atrás al ritmo de la
música, después de estar tocando por quince minutos, uno de los organizadores
sube al escenario junto con un joven indígena vestido de negro, paran en seco a
los músicos, un silencio se apoderó de la noche. El indígena vestido de negro
agarra el micrófono y dice: «Mil disculpas por interrumpir este concierto. Hace
una hora un helicóptero del Gobierno mexicano disparó a nuestra comunidad en
Punta Chueca. Yo pertenezco al grupo indígena los Comcaac, ustedes nos conocen
como los seris, y me duele lo que está pasando. Hoy, nos trasladamos a la
ciudad para tocar con ustedes, somos la banda de rock Hamac Caziim. Hace tres
años iniciamos con este proyecto. Hemos mezclado nuestra lengua materna junto
con la música de rock, con el fin de que
no muera nuestra lengua. A nuestra comunidad han introducido vicios como: la droga,
el alcohol y la violencia. Los más jóvenes están influenciados por la moda de
la ciudad, es por eso que hemos recurrido a divulgar los cantos de nuestros
ancestros mezclado con la música de occidente para darle mayor difusión a
nuestra lengua y no perder la identidad. Comprendemos que no podemos estar
aislados del mundo, es por eso que estamos aquí. Ustedes viven en la ciudad y
lo tienen todo, pero los jóvenes indígenas no, nosotros hemos pasado por pobreza,
hambre y despojo de nuestro territorio. Esta noche no tocaremos porque somos de
la guardia de seguridad y debemos proteger a la comunidad. Gracias por la
invitación». El muchacho le entrega el micrófono a Ramona, quien es la
organizadora del evento, le da las gracias, ella le dice que estará al
pendiente de lo que pasa. Ambos se despiden con un abrazo. Ramona ve rostros
desconcertados sin saber qué hacer, algunos preguntaron qué es un grupo
indígena, otros se burlaron de ellos, e iniciaron a responderse unos a otros:
«Lee way, qué no fuiste a la escuela», al ver que se estaba haciendo un
alboroto intervino Ramona e hizo subir al siguiente grupo, todos aplaudieron y
el evento continuó.
Ella sabía que en su
ciudad las clases sociales estaban muy marcadas debido al desarrollo
tecnológico proveniente de empresas extranjeras que se establecieron en la región,
elevando el nivel económico de unas cuantas familias, permitiéndoles
desplazarse a las ciudades fronterizas de Nogales Arizona, Tucson y California
para gastar su dinero, en vez de invertirlo en la cultura del lugar, algo
absurdo para ella. Ramona en su afán de unir el mundo mestizo con el indígena invitó
a la banda de rock Hamac Caziim para que se diera a conocer esta propuesta
musical e iniciara un movimiento cultural en la ciudad.
Al día siguiente,
Ramona revisa los periódicos y lee: «Un helicóptero del Gobierno respondió a
los disparos de un hombre de la comunidad los Comcaac conocidos como los seris
en Punta Chueca. El oficial afirma que disparó en respuesta al tiroteo iniciado
por un indígena apodado el Pollo». Ramona se queda seria, abre su página de Hotmail
y le escribe a Israel: «Buenos días, Israel, ¿cómo estás? Acabo de leer las
noticias de lo sucedido en tu comunidad. ¿Cómo están todos? Espero que las
autoridades del Gobierno municipal puedan ayudar, porque quienes entraron a tu
comunidad son federales. Por lo que leí, ellos andaban en busca de un narcotraficante.
Terrible la situación. ¿En qué puedo ayudarlos? Que estén bien. Atte. Ramona».
Pasaron dos días del
mensaje e Israel responde:
—Muchas
gracias muchachaaaa por su mensaje, estmos vien todos en la comunidad. El
peligro paso, pero yo si deseo platicar con usted. La proxima semana voy a la ciudad, ¿puedo
verla?
—Gracias, Israel.
Me agrada leer que todos están bien. Claro, cuando gustes, te invito un café. Te
paso mi teléfono 6621567890. Márcame cuando andes aquí. Que estés bien. Cuídate.
Pasaron los días e
Israel contactó a Ramona quedaron de verse en un centro comercial de la ciudad,
en el área de venta de comida, ella pide un café, él un refresco de Cocacola, Ramona
lo aborda con preguntas sobre el grupo y su comunidad. Él se mantiene serio, la
observa, sin hablar. Su presencia impone, al igual su estatura, Ramona le
calcula casi los dos metros, después él dice:
—Sé que te incomodé,
pero trato de ver tu mirada. En mi cultura la mirada de las personas es importante
porque a través de ella vemos su alma.
—Pero, ¿cómo
puedes hacer eso?
—Después te lo
explico, en este momento deseo pedirte un favor. Tenemos tres años con el
proyecto de Hamac Caziim y deseamos que alguien nos ayude a contactar otros
eventos. Aparte deseamos grabar nuestro primer disco.
—¿Deseas que
trabaje para ustedes como su manager?
—Así es…
—Está excelente. Se
pueden dar a conocer aquí en la ciudad, mientras buscamos otras puertas a nivel
nacional e internacional. Su proyecto tiene mucho potencial.
—Bien. Hemos
tenido invitaciones de otros lugares, pero no sabemos contestar a una serie de
documentos que nos piden y otras cosas, nosotros solamente queremos tocar y
ayudar a nuestra comunidad. Es por eso que te estoy pidiendo ayuda. Nos caíste
muy bien, ya hablé con los muchachos y dijeron que sí.
—Excelente, ¿por
dónde comenzamos?
—¿Puedes ir a
visitarnos a Punta Chueca?
—Sí.
—Entonces te
esperamos allá. Por mensajes me envías el día y la hora.
—Perfecto, es
probable que sea este sábado, estaré libre voy a invitar a un amigo para que me
acompañe.
Israel le extiende
la mano y le da las gracias. Los dos se despiden.
Ramona llega a su
casa se comunica con su amigo Tomas y le platica todo, a él se le hizo
interesante la propuesta y dijo que sí la acompañaba. Quedaron de verse a las
7:00 a.m.
—Hola, Ramona, ya
casi no iba, unos amigos me dijeron que los seris son muy peligrosos.
—Esperemos que no
nos balaceen —dijo Ramona y se rio de él.
—Estás loca,
Ramona.
—Estoy en lo
correcto, ¿qué no?, ja, ja, ja, ja…
Ramona le guiñó el
ojo derecho para que se tranquilizara.
—Nos están
esperando, Tomas, no te preocupes, tendrás a toda la guardia de seguridad seri cuidándote.
—Qué chistosita eres. Súbete pues —dijo mientras prendía el carro.
—Tomas te voy a
explicar el proyecto y te leeré sobre este grupo indígena para que aprendas de
su cultura y no seas tan ignorante, bro…,
ja, ja, ja, ja…
—Chistosita…
—Aquí dice que el
nombre seris, herís, o heres es como los españoles llamaron al conjunto de
grupos nómadas que habitaban a lo largo de la tierra continental y las islas
del tercio medio del Golfo de California. Los españoles tomaron este nombre de
los Yaquis, quienes les llamaban así “Seri” que quiere decir “Los que salen de
la arena o los que viven en la arena”. El hábitat antiguo de los seris eran las
playas y la zona desértica de la parte costera del Estado de Sonora, desde
Caborca hasta Guaymas, y hacia el interior del macizo continental, más allá de
la ciudad de Hermosillo. Los nómadas seris constituían seis grupos en el
momento del arribo de los conquistadores españoles a su territorio… aquí dice, bro…, que es el único grupo indígena de
México que no pudieron evangelizarlos los españoles, es decir, la religión
católica no pudo entrar con ellos, por su condición de nómadas y rebeldes. Ya
sabemos de dónde viene su fama, bro…
se dice que hasta 1929 se pudo tener contacto con ellos. Y que en 1951 llegó al
territorio seri, una pareja de esposos norteamericanos lingüistas decididos a
trabajar con ellos y aprender sobre su lengua, ellos fueron Edward y Mary Beck
Moser, al igual la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús todos gringos, bro…que a estos sí les hicieron caso y
que a los mexicanos no, de hecho, aquí dice que nosotros somos sus enemigos en
vez de los gringos. Está cabrón, bro…
dice también que en la década de los cincuenta entró mucho lingüista
norteamericano a México para trabajar con los grupos indígenas con el fin de
aculturizarlos al modo occidente, fue un convenio entre el país y los güeros… y
como estos los trataron bien, pues que los aceptaron porque tenían muchos
problemas con los pescadores mexicanos. ¿Lo puedes creer, bro…? Aparte dice que su lengua no tiene ninguna relación con los
grupos indígenas de Mesoamérica, ni con las comunidades que se encuentran en el
resto del norte, es decir que son únicos. ¡Interesante!
—No sabía eso.
—Ves que te digo,
vas a aprender mucho con esta visita. También dice que son dos comunidades en
donde viven los seris: Punta Chueca y Desemboque. La verdad, no sabía de este
otro lugar.
—Oye, Ramona, ¿y
no sabes si todavía hay seris viviendo en la Isla del Tiburón?
—Ahorita vamos a
saber. Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo un seri de nombre Coyote Iguana,
se robó a una mucha de Hermosillo, ella era hija de españoles ricos, su nombre
era Lola Casanova.
—Sí, recuerdo esa
historia.
—Oye, bro…, estamos por llegar a Bahía de Kino
viejo, te puedes estacionar cerca de la playa, quiero tomar unas fotos y aprovecho
para marcarle a Israel, me comentó que andaría aquí.
Ramona tomó unas
fotos, después le marcó a Israel, este le contesta y les dice que los está esperando
en la entrada a Punta Chueca, se quedaron de ver en el museo dedicado a la
cultura Comcaac.
—¡Hola, ¿cómo estás,
Israel?! —exclama Ramona al bajar del carro.
—Bien —contestó serio
el joven indígena.
—Israel, él es
Tomas, un amigo.
—Hola, mucho
gusto, Ramona me platicó de ustedes —contesta Tomas emocionado.
—Qué bueno, joven
—responde Israel sin expresión en su rostro—. ¿Están listos para viajar a mi
tierra?
—Claro —dijeron
Ramona y Tomas.
Entraron por una
carretera sin pavimentar, de pura terracería, en el trayecto Ramona iba tomando
fotos, el paisaje se le hizo impresionante, los cerros de color marrón, café y
verde, el palo fierro y el ocotillo se veía por todas partes, al igual los sahuaros,
estos se los imaginaba como seres humanos hechizados por algún brujo: «No hay
duda, el desierto tiene carácter, Tomas, me imagino a los seres gigantes desplazándose
de un lugar a otro por el desierto, bro…
leí que fueron los ancestros de los seris, los cuales llegaron a medir tres
metros de altura».
Después de manejar
por cuarenta minutos entraron por un camino que los condujo a un pueblito, el
cual está situado enfrente del mar, a lo lejos se divisaba la Isla del Tiburón,
los dos se emocionaron mucho. Se estacionaron en una escuela, al bajar Israel
les dice que es la escuela tradicional de la comunidad donde el consejo de
ancianos se reúne para hablar con la comunidad y enseñar a los niños sobre sus
tradiciones. Ramona bajó con una caja de juguetes usados para entregárselos a
los niños, emocionados estos se la quitan, ella trata de darle orden a la repartición,
hasta que alguien acude a ayudarla, al mismo tiempo unas mujeres vestidas con
faldas largas de diferentes colores con cabellos debajo de la cintura color
azabache se acercaron para venderle artesanía. Ramona no sabía qué a hacer.
Tomas se acerca y terminan de entregar los juguetes, compran dos collares con conchas
de mar, uno se lo entrega a Tomas y el otro se lo pone ella. Israel los hace
pasar a la escuela, se les acercan tres perros con sarna, no quiso poner mala
cara, porque sabía que no era correcto, un señor de edad avanzada se los espantó.
Israel llega con sus
tres compañeros, Ramona presenta a su amigo y empieza la reunión. Da una
introducción sobre la importancia de darse de alta en Hacienda. Los muchachos
dijeron que no: «Es como venderles el alma a ellos», los jóvenes indígenas se
rieron, Ramona les explica qué significa la deducción de impuestos: «Muchachos,
vamos a cobrar por concierto y quienes organizan los eventos piden unos recibos
los cuales se tienen que presentar en hacienda para el pago de impuestos,
porque se maneja dinero, cada empresa e institución tiene que comprobar de dónde
sale el dinero, no puede andar circulando dinero por el país sin saberse de
dónde procede, esas son las reglas de la economía». Israel dudó, pero Ramona le
dijo que no se preocupara que era un requisito necesario para que ellos
pudieran recibir el pago por concierto. Les habló sobre derecho de autor entre
otros temas. También les pidió que tocaran para escucharlos. Los muchachos
dijeron que sí, la llevaron al lugar donde ensayaban, empezaron a tocar, a
Tomas le gustó cómo se escuchaban los instrumentos al estilo heavy metal con la mezcla del sonido de
una concha del mar junto con su lengua, el vocalista apodado Indio, cantó de
espaldas a Ramona, ella preguntó que si así era en todos los lugares. El
respondió que sí, entonces trató de explicar de la importancia de dar la cara
al público. Indio dijo que estaba bien.
—Buscaré la forma
de trasladarlos a la ciudad en cada concierto.
—Bien —dijo
Israel.
Los indígenas no
hablaron mucho, solo dieron las gracias. Ramona no dejaba de observar sus
cabelleras largas debajo de la cintura, el color azabache y brilloso. Terminaron
la reunión, los jóvenes se despidieron, Israel se quedó con ellos un rato más.
Los llevó a presentar con su esposa, dos niñas y su niño, la esposa era mestiza
de Bahía de Kino, una bella mujer. Ramona se imaginó a Lola Casanova. Después
los llevaron a conocer la Isla del Tiburón, los dos se subieron en una panga y
el trayecto duró unos quince minutos, llegaron a una llanura con árboles y
arbustos de todos tamaños rodeado de montes. En el lugar se divisaban borregos
cimarrones, Ramona no lo podía creer, en eso le dice Israel:
—Esos borregos son
cazados por extranjeros.
—No deben
permitirlo, pobrecitos esos animalitos, están preciosos —responde Ramona.
—Ni modo, niña, de
alguna forma debemos seguir sobreviviendo.
—Tiene que haber
otras opciones.
Israel solo se le
queda mirando. Regresan al pueblo y se despiden.
Al llegar a su
casa Ramona se comunica con un amigo fotógrafo y le explica el proyecto, le
pide una sesión de fotos para el grupo, ya que las necesita para hacer una
página web, buscó la agenda de los conciertos
y eventos en el país y empezó a enviar información sobre ellos. En dos semanas
de planeación y organización ya tenían su primer evento en una pizzería de la
ciudad. A la dueña le gustó la propuesta, buena opción para difundir el lugar.
Al evento acudieron varios jóvenes que asistieron al concierto en el parque,
quienes se quedaron con las ganas de escucharlos. El evento fue todo un éxito,
al terminar, Ramona los reunió para hacerles varios comentarios acerca de su
desenvolvimiento arriba del escenario, dinámica que empezó a utilizar para
ayudarlos a mejorar en su interpretación musical: «Indio, necesito que te
muevas más, que no te quedes parado en un solo lugar, tienes una hermosa
cabellera, lúcela en el escenario, checa a los rockeros cómo se mueven, puedes
danzar al ritmo de la música, con eso lograrás que las personas se animen a
bailar cuando ustedes estén tocando y ustedes también lo van a disfrutar».
Los próximos
conciertos transcurrieron en una dinámica de ir mejorando su interpretación
arriba del escenario, al grado que cuando terminaban de tocar las mismas
personas gritaban: «¡Otra, otra, otra…!», cosa que empezaba a emocionar a los indígenas.
Viajaron a Monterrey, al Tajín en Veracruz, a la Ciudad de México, San Luis
Potosí, Magdalena, Empalme y Álamos, Sonora; tuvieron encuentros musicales con
los indígenas de nombre Navajos de Estados Unidos y de otros países. Cada día
iban creciendo y desenvolviéndose mejor en su música.
Ante tal dinamismo
musical, otros jóvenes de la comunidad indígena empezaron a tomar clases de
música y a formar sus propios grupos, dejando de lado los vicios ya que la vida
les estaba ofreciendo otras oportunidades. La intención de Israel Robles
Barnett se consiguió, hasta que un día la muerte lo llamó, iba en su carro por
la carretera de Puerto Libertad rumbo a Punta Chueca jugando carreras con otro
de su comunidad, la velocidad era su talón de Aquiles, su esposa lo regañaba
mucho, hasta que un día no pudo maniobrar bien el volante, por lo rápido que
iba, el impacto fue tan fuerte que no sobrevivió al golpe, nadie lo podía
creer.
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