martes, 10 de marzo de 2020

Alone 


Rosita Herrera


Transcurría el año 2040, el planeta perecía: guerras, escasez de agua, precaria alimentación, sobreexplotación de recursos naturales los que habían logrado desolar la tierra, tan solo unos pocos humanos sobrevivían, sus conocimientos científicos les habían dado la posibilidad de encontrar minerales y plantas que les proporcionaran energía suficiente. El mundo se había convertido en un gran promontorio de cemento donde el rastro de naturaleza y tierras cultivables eran solo un suspiro nostálgico concretado en fotografías que algunos revolucionarios optimistas algún día pretendían recrear. Lo cierto es que los habitantes de aquel mundo que contenía todo para la felicidad del hombre y que él mismo había destruido, se encontraban haciendo patria en un satélite llamado luna que giraba alrededor de este planeta. Con bastante anticipación y sin mayor divulgación el Gobierno había llamado a concurso a los científicos más connotados a nivel mundial pidiéndoles que vieran todas las posibilidades en cuanto a recursos y sistemas de vida en otro lugar fuera del planeta. Le llegó este comunicado a Alone quien lo recibió sin asombro ya que desde hacía tiempo estaba trabajando en un proyecto de ciudad en aquel satélite natural por estar relativamente cerca de la Tierra y poseer algunas características similares al planeta salvo su carencia atmosférica y la falta de gravedad, situaciones que ya había solucionado de alguna forma debido a sus conocimientos científicos en el área de la astronomía.

Alone era doctor en ciencias y había dedicado su trayectoria a la investigación sobre posibilidades de vida en otros planetas en un observatorio ubicado en el desierto de Atacama de un país llamado Chile. Ahora se encontraba en el ocaso de su vida y ya con menos dedicación investigativa disfrutaba de la soledad y se entretenía consigo mismo haciendo música, escribiendo historias y leyéndolas también, ¿dónde? … pues, dónde creen ustedes, ¡en la Luna! Su proyecto había sido un éxito, no hubo científico que le ofreciera una digna competencia y ahora disfrutaba de una silenciosa dicha acompañada por el dulce sonido de lluvias constantes de meteoritos apreciados a través de inmensos paneles instalados en los techos de los tubos de lavas lunares que constituían la ciudad que él había diseñado. Tenía un perro maravilloso a quien sometía a torturas intensas de audiencia literaria, sabía que le gustaban cuando este se acomodaba en su confortable cojín rojo italiano y de a poco comenzaba a cerrar sus ojos color miel y a bostezar de manera sistemática y consistente al lado de una suerte de salamandra construida artificiosamente con piedras lunares y en su interior rellena con diminutos restos de meteoritos que chocaban incesantemente provocando chispazos como si se tratara efectivamente de fuego terrestre, se ubicaba en la cocina para darle este toque de familiaridad que extrañaba a veces. La casa de Alone estaba constituida por dos plantas: una alta y otra baja. Ambas tenían un estilo minimalista que calzaba perfectamente con su forma de ser, salvo que en la planta baja existía gran cantidad de relojes y lámparas que realzaban la calidez de su hogar de una forma precisa e iluminada. La hora expuesta por estos relojes no era la lunar, en realidad, Alone nunca sabía la hora, sino que se regía por la terrestre como una especie de vínculo ancestral. La planta alta era como una plataforma hacia el espacio infinito, en este lugar se podía gozar de una formidable vista al espacio sideral, acá tenían la implementación adecuada de Hugo y de él para sus vuelos cotidianos fuera del habitáculo lunar.

Los días transcurrían tranquilos para Alone, se levantaba a las siete de la mañana, realizaba diez saludos al sol, lo que le llevaba aproximadamente treinta minutos de su jornada, luego meditaba cantando un mantra que atraía dicha y felicidad con lo cual purificaba su espíritu y el ambiente, al terminar, los girasoles que tenía en macetas sobre las ventanas a las que llegaba una luz artificial que simulaba un día soleado, se abrían y Hugo, su perro, se ponía a bailar en dos patas.

Solía pasar muchas horas en la cocina cuando su estómago se manifestaba ruidosamente. Un día, revisando los cajones y compuertas de los muebles, encontró una lámpara con una apariencia de antigüedad bastante verosímil que le hacía retroceder en el tiempo liberándolo de tanta tecnología e información audiovisual instantánea. La lámpara era de un color rojo bastante llamativo, tenía en la parte baja de su estructura una cantidad considerable de perillas, siendo un hombre muy curioso, las probó todas, si bien en el fondo se contentaba con que emitiera luz, detalle que le encantaba pues, como dije al principio, amaba las lámparas, le hacían alucinar desde pequeño imaginando en cada una de ellas a algún astro o estrella que lo instaba a explorar el universo y así poder evadir la soledad y monotonía que le ofrecía la vida en este planeta, pero ¡oh, cielos! de pronto una voz emergió de una de sus perillas, por lo menos al dar vuelta una, la explosión infinita de palabras salió al aire y… hmmm… la música inundaba su sangre y lo hacía mover no solo sus pies sino también sus brazos y su tronco y ¿estaba bailando? Según la definición de baile que le aparecía en un diccionario virtual y que había necesitado cuando leía Orgullo y Prejuicio de Jane Austen, bailar era ‘mover el cuerpo y las extremidades con ritmo siguiendo el compás de una pieza musical’. ¡Grandioso! Tenía que sentirlo para poder entenderlo ya que lo que imaginaba era una desarticulada musculatura contrayéndose y distendiéndose tratando de seguir el ritmo de una melodía, no obstante, era algo mucho mejor que eso ya que el alma también bailaba y lo hacía girar como si fuera un trompo deslizándose vertiginosamente por una cascada de notas musicales, las cuales, improvisadamente, le iban mostrando una ruta de maniobras, equilibrios y desequilibrios que se montaban sobre un escenario de vibraciones del más alto voltaje.

Así era como todos los días se escabullía a la cocina y buscaba ideas para aderezar su comida, al tiempo que giraba la ansiada perilla y comenzaba su rutina de felicidad y destrezas físicas.

Benny Goodman era uno de sus favoritos, lo conoció cuando el locutor lo anunciaba con gran entusiasmo; Glenn Miller, le daba los mismos desafíos, aunque ya en la parte final de sus guisos, con rutinas un poco más calmas y repetitivas, por lo que concordaba con los últimos acomodos de sus creaciones culinarias. Mientras tanto, rondando la cocina, Hugo se entretenía mirando a su amo moverse con gran entusiasmo a lo que él respondía parándose en dos patas reiterativamente como imitándolo, esto se convertía en un hábito exquisito para su amigo y compañero ya que el amo premiaba sus piruetas con pequeños bocadillos de su creación de turno.

De pronto comenzó a sonar su computadora, Siri, su asistente, le anunciaba un mensaje con carácter urgente venido de la base lunar:

«Buenos días, Alone, he recibido noticias de la base lunar dirigidas a todos los responsables del proyecto «Strati supra lunam», el comunicado señala el cese de este y la reincorporación de sus habitantes a la tierra debido a la inminente detención de suministros indispensables para la sobrevivencia tales como el oxígeno, agua y alimentos. Si bien es cierto que se ha estado trabajando en métodos altamente efectivos para la extracción de oxígeno a partir de rocas lunares, así como también en la siembra de alimentos en invernaderos que provean de los elementos necesarios para el cultivo de hortalizas y otras especies, aún no es posible su producción de forma sistemática por lo que después de diez años nos vemos en la necesidad de retornar a la tierra y contribuir con las personas y organismos que volvieron a organizar lo poco que quedó con vida. Fin del texto».

Alone subió a la planta alta de su departamento y por los ventanales que daban al espacio visualizó la Tierra, se veía oscura, desolada, sin vida, probablemente en el transcurso de estas décadas se hayan renovado algunas superficies, había escuchado decir que habían hecho vastas plantaciones de kiri, un árbol milagroso que produce mucho oxígeno y tiene gran capacidad de absorber dióxido de carbono, su crecimiento es rápido y proporciona todo tipo de recursos a la humanidad, por lo que el aire no sería un obstáculo y no se pagaría ningún costo por él…, pero… él no quería regresar, no podría volver a un lugar por el que luchó tanto tiempo por salir, la gente no le gustaba, lo hacía sentir inseguro, le robaba sus sueños, lo espiaba y siempre invadían el espacio ajeno, además de destruirlo. ¡Si querían cerrar la base lunar, él no participaría, se mantendría al margen como si nada hubiera sucedido y sufriría las consecuencias de su decisión!

Siri estaba más activa que nunca transfiriéndole todo tipo de mensajes venidos de la base lunar. Hugo sospechaba que algo pasaba ya que su amo no cocinaba bocadillos al son de la música por largas horas en la cocina.

Alone, mientras tanto, sentado en el cojín rojo italiano de Hugo observaba y escuchaba la radio: ¿Por qué este aparato me conecta con el pasado? ¿Será similar a lo que ocurre con la luz del sol?, que la vemos en forma diferida, es decir, lo que percibimos ya no existe en la actualidad, llega a nosotros con tanto retraso que ya no es, es un reflejo de un contexto que desapareció, por lo tanto, ¿esta voz y la música y todo este mundo… dónde va a parar y de dónde proviene… de un pasado remoto que viaja a través del tiempo?

Tantas preguntas sin respuesta lo hicieron estar gran tiempo absorto en sus cavilaciones, recordó que aquel mueble, donde había encontrado la radio, había pertenecido a una alegre mujer que murió muy anciana y que aquella música que surgía del aparato correspondía a los mejores años de su juventud, es decir, un siglo atrás. Ella vivía sola cerca del observatorio en Atacama, donde trabajaba Alone, la visitaba una vez a la semana y disfrutaban de un rico té acompañado de exquisitas galletas que horneaba especialmente para él. Lo quería mucho ya que le recordaba a su hijo quien había muerto en una expedición infructuosa a Venus, él se especializaba en la radioastronomía y creía fervientemente en la existencia de seres con inteligencia superior quienes trataban de comunicarse con la tierra a través de emisiones radiales, iba a investigar este campo magnético en aquel planeta, pero la nave se desintegró con las altas temperaturas que irradiaba desde su interior. La anciana, antes de morir, le había implorado a Alone que llevara consigo ese mueble si es que eventualmente debieran salir del planeta y colonizar algún otro. Alone siempre lo tuvo presente y no representaba un problema ya que los materiales con los que había sido creado eran resistentes y muy livianos de transportar.

Entonces… la radio estaba emitiendo señales a través de un código que posiblemente estuviera conformado por notas musicales… o quizá aquellas vibraciones abruptas que sentía en forma constante entre melodías eran símbolos que conformaban un mensaje dirigido a quien estuviera escuchando aquella música que probablemente era Martita, es decir, ella sin darse cuenta había estado recibiendo mensajes desde otros confines del universo, o… sí se daba cuenta, mal que mal estaba imbuida en el tema ya que Nicolás conversaba mucho al respecto y era por eso que insistió tanto en que me llevara el mueble en donde ella guardó el aparato para que concretara en algún momento la incipiente comunicación. En forma intempestiva brincó a su computadora y le pidió a su asistente todo tipo de datos:

―Siri, investiga la posibilidad de vida en otros planetas y si han mantenido de alguna forma comunicación con civilizaciones menos evolucionadas como… nosotros… focaliza la búsqueda entre los años mil novecientos sesenta y dos mil.

―Entendido, Alone, déjame ver los antiguos registros ⸺emitió una cadena de ruidos y gorgojeos difíciles de describir, pero que daban la sensación de que estuviera siendo tragada por un enorme océano.

―¿Estás bien?

―Siempre lo estoy, Alone, recuerda que la vulnerabilidad humana es algo ajeno a mi naturaleza. Tu información ya está siendo procesada, cito: «Buscando la posibilidad de encontrar vidas en otros planetas, en mil novecientos sesenta norteamericanos detectaron una fuerte actividad de emisiones de radiaciones en Venus las que se prolongaban hasta la tierra a través de turbulencias que alteraban las antenas telescópicas situadas en diversos puntos estratégicos del planeta. Finalmente se dedujo que la atmósfera de Venus atrapaba el calor mediante un efecto de invernáculo planetario y no correspondían a intentos de comunicación extraterrestre.

Hubo un astrónomo norteamericano que se dedicó especialmente a buscar vida inteligente en el sistema solar entre los años que tú mencionas, su nombre es Phillips Stern, nunca se dio por vencido a pesar de no concretar hallazgos evidentes. Su objeto de estudio fueron las señales radiales provenientes de la estrella Vega que él asociaba a intentos de comunicación de otros seres inteligentes. Esta tiene una existencia de apenas cuatrocientos millones de años y las señales que emana poseen una polarización modulada lo que quiere decir que tienen una amplitud de captación muy superior a otras de polarización menor. El tiempo de sus emisiones es medido en años luz, es decir, si la fuente se halla a veintiséis años luz, se demorará lo mismo en llegar a su destino. Stern dirigió uno de los proyectos de investigación de vida extraterrestre inteligente, sin resultados concretos.

―Hmmm… Sus pesquisas pudieron ser infructuosas a los ojos del mundo, sin embargo, soterradamente, abrieron puentes que se manifestaron de manera selectiva, es decir, la comunicación se propició con algunos seres de características determinadas como por ejemplo… la fe ciega en la existencia de vida inteligente en otros planetas, además del desprejuicio que conlleva el no sentirse el centro del universo… entonces… probablemente intentaban comunicarse con Martita hace un siglo atrás, y reenviaron la música que ella escuchaba como una forma de llamar su atención y lo siguieron haciendo por mucho tiempo más porque ella nunca les respondió, ni siquiera lo sabía y aquel aparato funcionó como lo que es, un radiotransmisor, pero interplanetario ―decía todo esto como entrando en una especie de profunda abstracción y sobrecarga emocional.

―Alone, ¿quieres que continúe?

―Sí, sí, por favor.

―Posteriormente, alrededor de los años ochenta, Stern ya había fallecido, encontraron en los archivos de este, mensajes emitidos desde Vega que correspondían a códigos basados en números primos, se investigó el porqué y se llegó a la conclusión de que fueron utilizados por su simplicidad y con el único fin de llamar nuestra atención…

―Puede ser que nos traten de comunicar que somos una unidad espiritual ya que como son  divisibles por sí mismos y por la unidad no requieren de factores externos, me explico: la humanidad es un todo, no se puede o debe factorizar, el que lo hiciere estaría yendo en contra de una de las leyes del universo que es la de entendernos como un cosmos y a la vez como integrantes de este, es decir, si destruimos a nuestros semejantes o a nuestro entorno nos estamos destruyendo a nosotros mismos y no solo eso, sino que también negando nuestra principal condición, la inmortalidad, ya que todo en la naturaleza se transforma, somos energía y esta no muere.

―Los datos recientes con relación a la estrella nos dicen que se ha utilizado tecnología infrarroja para estudiarla. En el año mil novecientos ochenta y tres se descubrió que está rodeada por un disco de polvo similar al que tuvo el sol antes de la formación del sistema planetario al que pertenece la tierra…

―Por lo tanto… habrá o ya se está creando otro sistema planetario con posibilidades de nuevas civilizaciones en miles de millones de años más.

―Eso es todo por ahora, Alone.

Alone sin responder y en una actitud de absoluta introspección, buscó en uno de los gabinetes de un escritorio que tenía en la planta alta un procesador de claves de cifrados el que llevó hasta su cocina, sintonizó las melodías que tanta felicidad les proporcionaban y que en forma aleatoria se iban desplegando, el procesador comenzó a descifrar los algoritmos que detectaba hasta que por fin… ¡Eureka! Lo que había imaginado: «Vega abrirá caminos en el universo; el amor, la paz y la unidad es el puente». Alone miró a Hugo y juntos observaron a su alrededor, sintieron la frialdad que les rodeaba, el procesador imprimió una imagen de ellos rodeados de familia y amigos en un día estival víspera de Navidad cuando él se recuperaba de una grave depresión producto del estrés que le ocasionaba su trabajo y se acordó de que no siempre habían estado solos y que era grato sentir el amor y la compañía de personas buenas. Comprendió que debía acudir al llamado de la base lunar y contribuir en la salvación del planeta Tierra y preparar aquel puente que protegería a las nuevas generaciones de un holocausto peor al ya vivido. Tomó a Hugo entre sus brazos y se dirigió a la cocina a preparar una tortilla de exquisitos ingredientes con texturas y colores prodigiosos, la música guiaba como siempre sus maniobras rodeados de un halo de inmensa felicidad, emergía la voz de Ray Charles y su inigualable Hit the road jack. La imagen en primerísimo primer plano de esta escena se convirtió en uno general hasta volverse un punto en el espacio, eran parte de un todo, con Georgia on my mind se oscurece la pantalla y esta historia llega a su feliz final.

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