miércoles, 6 de noviembre de 2019

El pedo que rompió el silencio


Yadira Sandoval Rodríguez

Sus manos se posaron sobre los hombros de Yazmín, ella sintió el peso de sus palabras, sabía que tenía que callar, pero su mensaje reveló su postura: «No voy a cooperar con ustedes en esto, no se me hace justo, no es correcto». Todos se quedan serios, unos miran a Yazmín indignados por lo que estaba diciendo, otros extrañados, algunos querían reírse, ya que la hipocresía se había evidenciado, la sinceridad de su compañera no la esperaban. El jefe estaba sentado en una silla con las piernas cruzadas mirándola. Atrás de ella está un amigo, quien amablemente le dice en voz baja: «Tranquila». En eso, a los lejos, se escucha un tremendo pedo, después la carcajada de una colega, quien dice: «Está tronando el cielo, va a llover», en coro, empiezan a reírse todos, aumenta el volumen en la oficina, al grado de imaginar, Yazmín, que estaba escuchando alaridos de perros deseando su hueso. La mirada de ella hacia ellos es en cámara lenta, es como si estuviera filmando una película al estilo de Andrei Tarkovski. Después se distraen con sus celulares, checan el Facebook, Twitter, o el Instagram, este hecho se prolonga por unos minutos. Yazmín sale de su ensimismamiento al escuchar el sonido de un teléfono. El jefe da por terminada la reunión. En la junta están veinte personas, las mujeres con trajes de sastre: pantalón, camisola y saco; otras con vestidos; todas con tacón alto; los hombres con corbata, pantalón, camisola y zapatos de vestir; algunos son abogados, mientras otros contadores. Laboran para la iniciativa privada y para el gobierno, apoyando en las auditorias. Yazmín tiene tres años colaborando con ellos, es abogada, anteriormente había trabajado para organizaciones no gubernamentales en apoyo a la protección de los animales.
En la ciudad en donde vive, ayudó a crear una organización para albergar perros callejeros, la cual se sostiene a través de donaciones con el fin de pagar: servicios de veterinaria, comida, aseo del lugar, pago de renta del albergue, etc.; para después buscarles hogar entre la ciudadanía, quienes por lo regular eran niños que iban con sus papás buscando su primera mascota. A Yazmín le gustaba documentar con fotografías el proceso de adopción por parte de los infantes; observaba con atención el momento en que el niño recibía en sus bracitos a su primer perrito y lo captaba en una imagen, en seguida hacía un reporte por escrito para enviarlo a los periódicos de la localidad. Esta acción la conmocionaba mucho, con esto, podía hacer consciencia entre la comunidad de la importancia de valorar y respetar a los animales.
Ella sabía que grupos de delincuentes estaban utilizando a los perros callejeros para realizar ciertos rituales en honor a la Santa Muerte. Investigación que elaboró como tesis en la licenciatura en leyes. Este trabajo impactó a sus maestros, familiares y amigos, debido a la documentación fotográfica que hizo de animales: en charcos de sangre, abiertos del pecho, con los intestinos de afuera y el corazón de ellos punzado con púas de metal. Esto último debido a una mala interpretación que hicieron de la escritora, Emily Dickinson: «La fuerza no es sino dolor amarrado con disciplina». Frase utilizada para la iniciación de jóvenes después de ser reclutados por los grupos delictivos. Para ella son grandes campos de concentración de varones que van desde las edades de ocho años hasta los veinticuatro. Lo más lamentable para ella son los menores de edad. Una crueldad del sistema. Realidad que se explicaba por las condiciones en las que viven ciertas comunidades alejadas de las ciudades: pobreza, drogadicción, delincuencia, violencia y racismo.
Por su trabajo de investigación quedó sensible, por tal razón, no desea apoyar a un diputado candidato a la presidencia municipal de su ciudad, que se sospecha que tiene anexos con el narcotráfico, todos hablan de ello, pero nadie asegura nada. La agencia para quien trabaja desean apoyarlo con el fin de adquirir clientes con poder económico y político. Bien sabe, Yazmín, que no tiene opción, pero al decirlo, comparte el sentimiento de culpa percibida en sus compañeros a través del miedo del no hablar por temor a ser despedidos.
Pero, ese pedo lo sintió amenazador, como una falta de respeto. Para Yazmín es perturbador la poca seriedad que hay en la oficina, se dice a si misma: «Unos a otros se dañan indirectamente como una opción de desenfado, es como si la seriedad les incomodara, no es correcto eso, son infantiles». Lo más evidente para ella fue lo que sucedió hoy: una burla a su postura. En ese momento se le vino a la mente el libro, La serpiente emplumada, de D.H Lawrence, donde el personaje principal es una irlandesa de nombre Kate, quien tuvo una estancia en México, Yazmín se siente comprendida, recordando algunos párrafos del libro: Estas insinuaciones punzantes no tienen razón de ser. No las he provocado y tengo un cuidado extremo en no herirles. En cambio, ellos no cesan de dirigirme pullas y tienen una gran satisfacción cuando consiguen herirme. Después, ella dice: «Lo que describió en 1926, Lawrence, sobre la malicia en el mexicano, es un hecho, el compañerismo no existe».
Yazmín está desilusionada. El compañero que estaba atrás de ella, de nombre Marcos, le pregunta: «¿Estás bien?». Ella contesta que sí, le dice que solo desea salir de ahí. Le da las gracias por el apoyo en la reunión, y se despide. Se dirige a la oficina de su jefe, toca a la puerta, este le dice que pase, le ofrece asiento:
—Solo vengo a pedirte permiso para salir un rato —dice Yazmín.
—Qué te parece si te tomas el día, te relajas y piensas mejor las cosas, Yazmín. Este es un bufete de abogados, estamos trabajando para gente con mucho poder. La política es así, o de lo contrario puedes regresar a tu albergue para perros y continuar con tu labor social. Aquí se te está dando una oportunidad para proyectar tus ideas a nivel nacional, pero te tienes que ensuciar. ¿Comprendes lo que te digo?  
Yazmín no contesta, solo le pide salir. Él le da el día. Ella se despide.
Yazmín sube a su carro, se dirige al albergue para perros, la reciben sus tres excompañeros. Pregunta cómo han estado, ellos contestan que bien, se dirige a donde están los animales, observan que son diez, los jóvenes le dicen que han venido muchas personas por mascotas. Esa información le dio mucho gusto. Sus compañeros la ven decaída y le dicen: «Regresa con nosotros». Ella los abraza y se retira a su casa.
Al día siguiente, al llegar a su oficina, recibe en sus manos la carta de despido. Le piden firmar, la noticia no la sorprende, firma la hoja, agarra sus cosas y sin decir adiós se retira de ahí. Se dirige al albergue y decide quedarse.
Pasaron las semanas, Yazmín revisa los periódicos y lee: «Gerardo Muñoz, candidato a la presidencia municipal, está en la cárcel». Dobla el periódico, agarra su cámara, se dirige hacia el recibidor, recordando aquel episodio: el pedo que rompió el silencio.  

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