Yadira Sandoval Rodríguez
Sus manos se posaron
sobre los hombros de Yazmín, ella sintió el peso de sus palabras, sabía que
tenía que callar, pero su mensaje reveló su postura: «No voy a cooperar con
ustedes en esto, no se me hace justo, no es correcto». Todos se quedan serios,
unos miran a Yazmín indignados por lo que estaba diciendo, otros extrañados, algunos
querían reírse, ya que la hipocresía se había evidenciado, la sinceridad de su
compañera no la esperaban. El jefe estaba sentado en una silla con las piernas
cruzadas mirándola. Atrás de ella está un amigo, quien amablemente le dice en
voz baja: «Tranquila». En eso, a los lejos, se escucha un tremendo pedo,
después la carcajada de una colega, quien dice: «Está tronando el cielo, va a
llover», en coro, empiezan a reírse todos, aumenta el volumen en la oficina, al
grado de imaginar, Yazmín, que estaba escuchando alaridos de perros deseando su
hueso. La mirada de ella hacia ellos es en cámara lenta, es como si estuviera
filmando una película al estilo de Andrei
Tarkovski. Después se distraen con sus celulares, checan el Facebook, Twitter,
o el Instagram, este hecho se prolonga por unos minutos. Yazmín sale de su
ensimismamiento al escuchar el sonido de un teléfono. El jefe da por terminada
la reunión. En la junta están veinte personas, las mujeres con trajes de sastre:
pantalón, camisola y saco; otras con vestidos; todas con tacón alto; los
hombres con corbata, pantalón, camisola y zapatos de vestir; algunos son
abogados, mientras otros contadores. Laboran para la iniciativa privada y para
el gobierno, apoyando en las auditorias. Yazmín tiene tres años colaborando con
ellos, es abogada, anteriormente había trabajado para organizaciones no
gubernamentales en apoyo a la protección de los animales.
En la ciudad en
donde vive, ayudó a crear una organización para albergar perros callejeros, la
cual se sostiene a través de donaciones con el fin de pagar: servicios de
veterinaria, comida, aseo del lugar, pago de renta del albergue, etc.; para
después buscarles hogar entre la ciudadanía, quienes por lo regular eran niños
que iban con sus papás buscando su primera mascota. A Yazmín le gustaba
documentar con fotografías el proceso de adopción por parte de los infantes;
observaba con atención el momento en que el niño recibía en sus bracitos a su
primer perrito y lo captaba en una imagen, en seguida hacía un reporte por
escrito para enviarlo a los periódicos de la localidad. Esta acción la
conmocionaba mucho, con esto, podía hacer consciencia entre la comunidad de la
importancia de valorar y respetar a los animales.
Ella sabía que grupos
de delincuentes estaban utilizando a los perros callejeros para realizar
ciertos rituales en honor a la Santa Muerte. Investigación que elaboró como
tesis en la licenciatura en leyes. Este trabajo impactó a sus maestros,
familiares y amigos, debido a la documentación fotográfica que hizo de animales:
en charcos de sangre, abiertos del pecho, con los intestinos de afuera y el
corazón de ellos punzado con púas de metal. Esto último debido a una mala
interpretación que hicieron de la escritora, Emily Dickinson: «La fuerza no es sino
dolor amarrado con disciplina». Frase utilizada para la iniciación de jóvenes después
de ser reclutados por los grupos delictivos. Para ella son grandes campos de
concentración de varones que van desde las edades de ocho años hasta los
veinticuatro. Lo más lamentable para ella son los menores de edad. Una crueldad
del sistema. Realidad que se explicaba por las condiciones en las que viven
ciertas comunidades alejadas de las ciudades: pobreza, drogadicción, delincuencia,
violencia y racismo.
Por su trabajo de investigación
quedó sensible, por tal razón, no desea apoyar a un diputado candidato a la
presidencia municipal de su ciudad, que se sospecha que tiene anexos con el
narcotráfico, todos hablan de ello, pero nadie asegura nada. La agencia para quien
trabaja desean apoyarlo con el fin de adquirir clientes con poder económico y
político. Bien sabe, Yazmín, que no tiene opción, pero al decirlo, comparte el
sentimiento de culpa percibida en sus compañeros a través del miedo del no hablar
por temor a ser despedidos.
Pero, ese pedo lo
sintió amenazador, como una falta de respeto. Para Yazmín es perturbador la
poca seriedad que hay en la oficina, se dice a si misma: «Unos a otros se dañan
indirectamente como una opción de desenfado, es como si la seriedad les incomodara,
no es correcto eso, son infantiles». Lo más evidente para ella fue lo que
sucedió hoy: una burla a su postura. En ese momento se le vino a la mente el
libro, La serpiente emplumada, de D.H
Lawrence, donde el personaje principal es una irlandesa de nombre Kate, quien tuvo
una estancia en México, Yazmín se siente comprendida, recordando algunos párrafos
del libro: Estas insinuaciones punzantes no tienen razón de ser. No las he
provocado y tengo un cuidado extremo en no herirles. En cambio, ellos no cesan
de dirigirme pullas y tienen una gran satisfacción cuando consiguen herirme. Después,
ella dice: «Lo que describió en 1926, Lawrence, sobre la malicia en el mexicano,
es un hecho, el compañerismo no existe».
Yazmín está desilusionada.
El compañero que estaba atrás de ella, de nombre Marcos, le pregunta: «¿Estás bien?».
Ella contesta que sí, le dice que solo desea salir de ahí. Le da las gracias
por el apoyo en la reunión, y se despide. Se dirige a la oficina de su jefe,
toca a la puerta, este le dice que pase, le ofrece asiento:
—Solo vengo a
pedirte permiso para salir un rato —dice Yazmín.
—Qué te parece si
te tomas el día, te relajas y piensas mejor las cosas, Yazmín. Este es un
bufete de abogados, estamos trabajando para gente con mucho poder. La política es
así, o de lo contrario puedes regresar a tu albergue para perros y continuar
con tu labor social. Aquí se te está dando una oportunidad para proyectar tus ideas
a nivel nacional, pero te tienes que ensuciar. ¿Comprendes lo que te digo?
Yazmín no contesta,
solo le pide salir. Él le da el día. Ella se despide.
Yazmín sube a su
carro, se dirige al albergue para perros, la reciben sus tres excompañeros. Pregunta
cómo han estado, ellos contestan que bien, se dirige a donde están los
animales, observan que son diez, los jóvenes le dicen que han venido muchas
personas por mascotas. Esa información le dio mucho gusto. Sus compañeros la
ven decaída y le dicen: «Regresa con nosotros». Ella los abraza y se retira a
su casa.
Al día siguiente,
al llegar a su oficina, recibe en sus manos la carta de despido. Le piden
firmar, la noticia no la sorprende, firma la hoja, agarra sus cosas y sin decir
adiós se retira de ahí. Se dirige al albergue y decide quedarse.
Pasaron las semanas,
Yazmín revisa los periódicos y lee: «Gerardo Muñoz, candidato a la presidencia
municipal, está en la cárcel». Dobla el periódico, agarra su cámara, se dirige
hacia el recibidor, recordando aquel episodio: el pedo que rompió el silencio.
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