Yadira Sandoval Rodríguez
En
un laboratorio se encuentra un investigador de nombre Alberto Robison doctor en
ingeniería química. Es un hombre de un metro setenta y dos centímetros de estatura
de carácter tranquilo y amable; piel morena y cabello castaño con rostro jovial;
tiene cuarenta y seis años. La esposa, quien se llama, Martha Estrella, también
es investigadora, juntos han logrado muchos avances en la ciencia. Tiene cinco
años trabajando en una investigación que consiste en encontrar una proteína
llamada GDF11 la cual está en la sangre. En esta primera fase inyectó a ratones
viejos una proteína extraída de ratones jóvenes, para acelerar el aprendizaje y
la memoria. Alberto está emocionado, así como los asistentes: «Con este
descubrimiento podré darme a conocer entre la comunidad de científicos a nivel
internacional, y así recibir más financiamiento para este laboratorio. De aquí
pasaremos a la siguiente fase que es hacer experimentos con humanos. Es
interesante estamos a un paso de encontrar la solución a enfermedades como la
demencia senil y el Alzheimer».
A
los lejos se escucha el alboroto del equipo, la mayoría son jóvenes pasantes de
las áreas de ingeniería química, genética, física y doctores en biología
molecular. Dieciséis personas trabajan para un centro de investigación que se
sostiene con dinero del gobierno e iniciativa privada. Está localizado al norte
de la ciudad de Guadalajara, en el municipio de Zapopan, Jalisco. Es un área
que incluye bonitos centros comerciales, restaurantes, condominios,
departamentos elegantes y campos de golf. La parte bonita de la ciudad, el
fraccionamiento se llama Puerta de Hierro. El edificio donde están ellos tiene
veinte pisos.
El
doctor Alberto Robison saluda alegremente a los compañeros de investigación.
Mientras alista las cosas para salir del trabajo y festejar con Martha, Alberto
saca una botella de vino y la comparte con todos; a la media hora sale del
edificio. En eso se le acerca un compañero, quien es el mejor amigo del doctor
Daniel Vázquez y le dice:
—Alberto
es interesante lo que hemos logrado, pero ¿cuándo empezaremos los experimentos
con humanos?
—Eso
todavía no lo podemos hacer. Debemos continuar con las pruebas, la información
genética es infinita. Posiblemente hay otras proteínas las cuales no hemos
descubierto, y eso nos permitirá llegar a nuevos resultados. Doctor Daniel,
recuerda la ciencia es de pasos pequeños, pero grandes para la humanidad.
—Tienes
toda la razón, Alberto.
A
la media hora de convivir, sale del edificio. Alberto se despide del vigilante
en turno y le comenta que el equipo está en el laboratorio. «Perfecto, doctor.
Nos vemos mañana, que descanse».
Martha
recibe al doctor en la puerta con los brazos abiertos, le da un beso en los
labios y le dice al oído: «Felicidades, querido. Te amo». Alberto le da las
gracias con una sonrisa. Después se dirige al cuarto de estudio para dejar las cosas.
Martha pone música de Joaquín Sabina, mientras va por los platos a la cocina, una
botella de vino, copas, para servir la mesa.
—Querida
y si dejamos la cena y mejor te llevo a la cama.
—Tranquilo,
amor. Primero a cenar y más tarde el postre. Porque la verdad yo sí traigo
mucha hambre, hoy ni pude comer. Nos llegó auditoría y ya te has de imaginar. Relájate
querido.
Alberto
le sonríe. Los dos cenan patatas rellenas de mejillones en escabeche acompañado
de vino blanco, un riesling. Platican
de las investigaciones, Martha, también es doctora en ingeniería química. Los
dos decidieron no tener hijos para enfocarse en sus trabajos, pasión que
comparten. Ella tiene cuarenta y cinco años. En sus ojos se observa el amor y
la admiración que siente el uno por el otro.
—Brindemos
por el éxito y lo que viene.
—Gracias
a ti estoy logrando esto. Te amo.
—Yo
más. Que dicen los colegas de tu avance.
—Hoy
estuve platicando con Daniel. Lo sentí emocionado.
—Cómo
no lo va a estar, querido. Gracias a ti todos estamos avanzando en nuestras investigaciones
has impulsado el trabajo en equipo. Estás influyendo en jóvenes.
—Gracias.
Aparte de la auditoría, ¿cómo estuvo tu día, Martha?
—Interesante.
Hoy en la mañana no dejaron de hablar sobre este grupo que vive cerca de La Reserva
de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar. Por lo que comentan son
mujeres con carreras en ciencias, otras con experiencia de trabajo en la
investigación; decidieron no tener hijos y desean ayudar a otras mujeres. Construyeron
sus propias viviendas y están recibiendo fondos de organismos internacionales, apoyadas
por la presidenta de la secretaría general de las Naciones Unidas, me imagino
porque es latinoamericana. Con decirte que llegaron mujeres polacas al centro
de investigación. También se les unieron mujeres norteamericanas de Arizona. El
contexto está a su favor.
—Se
escucha como un tipo de secta.
—¡Ay!
Alberto. La razón por la cual se establecieron ahí es que, en el Pinacate, en
la década de los setentas, la NASA instruyó astronautas para ir a la luna, en
tanto disolvía al grupo de mujeres norteamericanas todas pilotos que habían
sido entrenadas para ir al espacio. Esas mujeres llevaron el caso a la corte
por el tiempo invertido y el entrenamiento al que estuvieron sometidas. Lamentable,
hasta a mí me hubiera dado coraje. Qué desilusión. Por lo tanto, decidieron
hacer el centro de investigación por esos rumbos, la zona es simbólica para ellas.
El plan es extender la red en varios países, bajo el lema: mujeres de ciencia
ayudando a la humanidad. Desean salvar el mundo y eso se me hace muy noble. ¿A
poco no Alberto?
—No hay ninguna diferencia contigo, querida. ¿Has pensado unirte?
—No hay ninguna diferencia contigo, querida. ¿Has pensado unirte?
—Si
me dejas, claro que sí.
Los
dos se soltaron riendo; terminan de cenar y se retiran a su habitación.
A
media noche, Alberto recibe una llamada. Pregunta quién es, el hombre se
presenta como un intermediario y no da nombre. Se han enterado de lo que él
descubrió y desean verlo en persona. Con paso lento se dirige al baño y les
dice:
—Desconfío
de alguien que no da el nombre, es mejor que deje de molestar, hablaré a la
policía.
—No se resista, sino hablaremos con la doctora
también, o, mejor dicho, le haremos una visita personal.
Alberto
voltea a ver a Martha quien está dormida y le dice al hombre que no la
involucre.
—Está
bien, mañana los espero en mi oficina a las 11:00 a.m. —se despide Alberto y
cuelga.
Alberto,
después de la llamada, permanece pensativo: «Posiblemente es alguien que no
tiene nada que hacer». Y a la vez no puede dormir, Martha se despierta y le
pregunta:
—¿Qué
tienes?
—Nada
querida, duerme —y le da un beso en la frente.
Al
día siguiente, Alberto sale de la casa rumbo al laboratorio, al llegar trata de
comunicarse con la policía, la llamada se interrumpe; unos minutos después de
colgar, el teléfono suena, es el mismo hombre de la noche anterior que le dice:
«No se desespere, para allá vamos, sabemos que ha intentado hablar con la
policía, es mejor que se quede tranquilo. Ahorita estamos enfrente de su casa,
hemos visto salir a la doctora, uno de nuestros compañeros la ha seguido, así
que no complique la situación».
El
doctor se queda serio y les da, a los compañeros y asistentes, el día libre,
para pensar mejor las cosas, se siente confundido, le atormenta la idea de
poner en peligro a Martha, cualquier decisión mal tomada, no se lo perdonaría.
Después
llegan tres hombres vestidos con traje azul marino, uno de ellos toca a la
puerta, Alberto los hace pasar. Entre ellos hay uno de estatura baja, saluda al
doctor y le extiende la mano:
—Mucho
gusto, doctor, mi nombre es doctor Pérez. Así es, somos colegas. Deseamos hacer
negocios con usted. Pertenezco a un grupo de investigadores y trabajamos para
las personas ricas, les ayudamos a encontrar solución a sus problemas de salud.
Muchos de ellos están pasando a la vejez y se resisten a envejecer, es decir,
buscan la fuente de la juventud. En conclusión, estamos al pendiente de todos
los avances en la ciencia. Y nos hemos enterado de que usted puede hacer que
una persona mayor rejuvenezca y no solo de la memoria sino físicamente.
—¿Y
qué quieren de mí? —Alberto contesta con
nervios.
—Que
usted empiece hacer experimentos con humanos.
—¿De
dónde extraeremos tanta sangre?
—Nosotros
tenemos un grupo de jóvenes.
—El
problema son las convulsiones que les provocaremos a ellos, ya que necesitamos en
grandes cantidades esa proteína. Los jóvenes pueden morir.
—No
hay problema.
—¿Cómo
consiguieron a los muchachos?
—Trata
de personas.
Alberto
se queda pensativo y a la vez asustado.
—Aún
no llegamos a esos resultados, hasta ahora lo que hemos logrado es curar el alzheimer,
y rejuvenecer el hipocambo la región del cerebro que se encarga de la memoria y
el aprendizaje. Pero en cuestión del órgano de la piel, es imposible. Los
resultados a los que hemos llegado se basan en estudios de hace cuatrocientos
años cuando un médico alemán de nombre Andreas Libarius propuso conectar las
arterias de un hombre viejo con las de un joven con el fin de rejuvenecerlo,
pero en ese entonces no existía el conocimiento de los grupos sanguíneos o los
procesos de coagulación, las muertes ocasionadas por los experimentos fueron
tantas que estos se prohibieron. Apenas encontramos la proteína que acelera la
memoria, pero en cuestión de la piel, sería transferir toda la sangre de un
joven a una persona vieja. Sabe lo que significa eso, es dejar a un joven sin
sangre, es causarle la muerte.
—La
vida de estos jóvenes no nos importa, cuando hay un cliente que paga millones
por ser joven otra vez.
—Me
rehúso hacer eso, va contra mi ética profesional.
—Usted,
no quiere que le pase nada a la doctora, ¿verdad?
El
silencio duró por varios minutos…
—Está
bien, empezamos la próxima semana a hacer los experimentos.
El
doctor Pérez le comenta que dos personas están vigilando a la doctora desde ese
día. Alberto se pone nervioso, no puede hablar. Cuando los hombres se retiran
telefonea a Martha y le propone verse en casa a las cuatro de la tarde. «Es
temprano para estar en casa, Alberto». Él insiste, «Es de vida o muerte,
querida». Martha se queda preocupada, espera que se dé la hora. Al momento de
llegar, Alberto le abre la puerta con rostro de asustado, ella le pregunta:
«¿Qué tienes?» Él le platica todo, ella no sabe que decir, no reacciona, hasta
que el doctor se le acerca y ella suelta el llanto, él la tranquiliza. «Debemos
encontrar la forma de escapar». Estoy pensando cómo hacerlo. La única
alternativa es pagarle al vigilante y a la esposa para que se hagan pasar por
nosotros, tienen más o menos nuestras mismas estaturas, la única diferencia es
el cabello, ella lo tiene de color obscuro, eso lo podemos solucionar con una
peluca. Mañana platicaré con los dos.
Alberto
no sale de la casa. Muy temprano, recibe una llamada del doctor Pérez para
preguntarle por qué se quedó ahí; permanece serio unos segundos y responde:
«Deseo trabajar en mi hogar». Al momento de colgar, el vigilante y la esposa
entran a la casa de los doctores, platican ambas parejas. Les explican que
necesitan ayuda, les ofrecen un maletín con dinero en efectivo. La pareja
voltea a verse con cara de asombrados, al instante dicen que sí. Alberto les da
las instrucciones: «Mañana temprano se pondrá usted uno de mis trajes y una
bata blanca, tomará el portafolio y las llaves de mi auto; su esposa utilizará
la ropa de Martha y una peluca rubia. En el portafolio hay una carta, al llegar
a la oficina se la entregará al doctor Daniel Vázquez. En ella está la
explicación de todo; allí termina el trabajo. La pareja se despide de los
doctores. Martha y Alberto se abrazan.
Al
día siguiente, la pareja llega a la casa de los investigadores, los doctores vuelven
a dar las instrucciones, Martha entrega la ropa y el portafolio con el dinero;
los hace pasar al baño, se visten y salen por la puerta de atrás donde se
encuentran los coches. Alberto vigila, los hombres siguen el carro de Martha. Este
le hace una señal a Martha para salir por enfrente de la casa en otro carro. Conducen
directo al aeropuerto, al momento de llegar a él, dos hombres se les acerca y
les dicen: «No es fácil engañarnos». Martha grita, salen corriendo los dos, y
se escucha un disparo, Alberto cae al suelo, Martha corre hacia él, entre el llanto
y la desesperación pide auxilio, la policía llega, la ambulancia también, suben
al esposo. Y en el trayecto, Alberto muere.
Los
medios de comunicación desean entrevistar a Martha, y esta no quiere ver a
nadie. Quien narra los hechos es Daniel. Lee la carta que dejó Alberto. En ella
están los nombres de la red de trata de personas con fines de extorsión a
científicos para extender la vida de las personas ricas. La nota sale en los
periódicos a nivel nacional e internacional.
A
los meses de lo sucedido, Martha recibe una llamada es una mujer de nombre
Yesica Villalobos del Centro de Investigación el Pinacate. Martha permanece
unos segundos en silencio intentando recordar dónde escuchó ese nombre.
—¿Es
la comunidad de investigadoras que viven cerca de la reserva?
—Así
es doctora. Nos hemos enterado de lo sucedido. Queremos conocerla en persona.
—¿En
qué las puedo ayudar?
—Nos
indignó el asesinato del doctor y lo de la red de trata de personas. No sé si
está enterada de nuestro proyecto comunitario y de investigación.
—En
estos momentos estoy haciendo memoria. Qué curioso, pero una noche antes de cambiar
mi vida, Alberto y yo estábamos platicando de ustedes.
—Mi
llamada es por lo siguiente, doctora. Queremos ayudarla en el proceso del
duelo, la retroalimentación será la mejor terapia, es decir, aprenderemos de
sus trabajos de investigación, así, como usted de nosotras. La unión hace la
fuerza. Y desde hoy, le extendemos la mano para iniciar el acompañamiento en
esta lucha, con el fin de lograr un mundo mejor.
Sin
pensarlo, Martha acepta. Recordando la última conversación que tuvo con Alberto:
—No
hay ninguna diferencia contigo, querida. ¿Has pensado unirte?
—Si
me dejas, claro que sí.
Lindo relato, buena trama, descripción de los personajes y escenario. Felicitaciones
ResponderEliminarMuchas gracias. :)
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