Ricardo Sebastián Jurado Faggioni
Soy Susana tengo veintiún años, algunos chicos
universitarios me persiguen porque piensan que puedo ser su chica ideal. A
veces encuentro cartas anónimas en el casillero declarando lo que sienten hacia
mí. Si hubiesen sido valientes, posiblemente terminaríamos saliendo. En el
verano sentí atracción por Hugo. Era capitán del equipo de baloncesto, moreno,
alto y atlético. La relación fluyó sin
ningún tipo de trabas. Además, teníamos clases en común, esto nos permitía pasar
tiempo juntos.
Después de un entrenamiento de básquet, lo esperé hasta el
final para que pudiera acompañarme a casa, sabía que él andaba en bus, pero no
importa, de hecho, el dinero era lo de menos. Quería estar con alguien que
tenga metas personales y sepa qué hacer con su vida. El trayecto fue largo. Al
llegar nos despedimos.
—Sabían que Susana está saliendo con un moreno —comentó su
hermano.
—Te hemos criado para que no estés con gente inferior —dijo
la madre.
—No estoy con nadie, es un chico de mi universidad y vivimos
cerca —respondió Susana.
—¡No andarás con él! —exclamó Elena.
Al finalizar la cena se imaginó que su hermano menor la
habría espiado a través de la venta cuando llegó a casa. La comida esa noche
estaba amarga, nadie tiene derecho a decidir quién es superior o inferior. Debajo
de la piel somos iguales. No pude dormir tranquila. Al despertarme, fui directo
a la universidad, sentía frustración porque no aprendimos nada de la Segunda
Guerra Mundial. Evitaba estar cerca de Hugo, pero él no comprendía. Odiaba
tener problemas con la familia, estaba atrapada, confundida y sin saber qué
hacer.
A mitad del año llegó un chico nuevo al instituto, su nombre
era Fabián. Atlético, rubio y de ojos verdes. Su pasión era el fútbol.
Relacionarse con los compañeros del aula no le costaría puesto que con sus
dones de los pies sorprendería a las personas. No obstante, su rendimiento
académico estaba en el promedio, en cambio Hugo sobresalía. El periodo
transcurría y nos hicimos amigos.
Nuestra primera salida fue a un parque de diversiones, pero
no estaba disfrutando ya que mi corazón le pertenecía a alguien. Ocultar el
desinterés que sentía en aquel sitio era imposible, fui evidente.
—¿Qué te sucede? —dijo Fabián.
—Me he portado mal con un amigo, tengo una familia racista
—comentó Susana.
—La época de los Nazis y del Ku klux klan acabó —respondió
Fabián.
—Es que son los orígenes, mi bisabuelo estuvo en la Alemania
Nazi —dijo Susana.
—¡Que difícil tú situación! —exclamó Fabián.
—¡Sí a veces siento que estoy entre la espada y la pared!
—comentó Susana.
—¿Has pensado en conversar con él? —reflexionó Fabián.
Después de aquella pregunta, Susana se quedó pensativa y
quiso regresar a casa, él la llevó en su Audi. En el carro sonaba una música
suave lo que ocasionó que ella se quedara dormida. Fabián le tocó el hombro
despacio para despertarla, para luego dejarla en su casa. Mi alarma sonó a la
seis de la mañana, me levanté temprano para ir a estudiar, sentía una alegría
que no podía controlar, no había pensado en algo tan simple como conversar, tal
vez si fuera feliz con él podrían dejar a un lado los prejuicios equivocados.
En el tiempo libre decidí buscar a Hugo, encontrarlo en la
universidad sería sencillo porque si no estaba en las canchas de básquet, lo
podía hallar en el gimnasio levantando pesas. De hecho, lo vi en un banco
sentado trabajando con unas mancuernas pesadas. Fue caballeroso con su trato,
se secó con una toalla su sudor para saludarme.
—¿Piensas cambiar tu estilo de vida, por uno más saludable?
—dijo Hugo.
—¡No estoy aquí por ese motivo, vengo por otra razón!
—comentó Susana.
—¿Por lo que me has estado evitando? —dijo Hugo.
—No imaginé que fueras directo, pero sí, deseo tener una
relación contigo, sin embargo, mi familia es complicada —respondió Susana.
—Comprendo, ¿estarías dispuesta a romper las leyes para
estar conmigo? —preguntó Hugo.
—A veces el amor se trata de asumir riesgos y estoy decidida
a tomarlos —respondió Susana.
—¿Nos podríamos ver hoy en la noche? —dijo Hugo.
—¡Sí, ven a mi casa! —respondió Susana.
La luna estaba menguante, pero no soy supersticiosa
especialmente esa noche algo cambió en mis padres. El timbre sonó y supe que
era él, vino puntual. Las personas cuando llegan a casa se quedan sorprendidas
por la decoración, no fue la excepción. Nos sentamos a la sala a ver una película
que estaba aburrida. Mamá se puso a preparar la cena, olía como nunca, pero
quedé asombrada con la vestimenta de papá porque casi nunca utiliza su Rolex,
sin embargo, aquella ocasión lo cargaba puesto.
Mi hermano comenzó a decir que admiraba a Hitler, pensé que
fue una mala idea invitarlo a cenar. Pude sentir su incomodidad, sin que nos
vieran le sostuve su mano para tranquilizarlo. Al terminar la comida se
levantó, se despidió, lo acompañé hasta la salida. Una vez que se marchó estuve
enojada con ellos porque no impidieron que mi hermano menor parara de hacer
comentarios fuera del lugar.
Al día siguiente me acuerdo que estaba caminando por los
pasillos para dirigirme hacia los casilleros y sacar un libro para la siguiente
materia. Al abrirlo, una carta se rueda al piso. La cogí para ver qué decía el
sobre:
Tú eres mi amada, aunque todavía no lo sabes, vas a ser mía.
Anónimo
De todas las cartas que he recibido, esta en particular me
produjo escalofríos porque nadie puede poseerte, incluso estando casados, puedo
tener privacidad. Tenía varios problemas así que decidí ignorarlo. En la tarde
mamá actuaba extraña, no quería conversar conmigo. Asumí que se resintió por el
comportamiento del otro día. Sentía que mi vida se iba hacia un precipicio,
como si una ola furiosa trataba de llevarme hasta las profundidades del mar.
Eso solo fue el principio del fin de estar en este mundo.
Esperé que todos vayan a dormir, a hurtadillas decidí ir a la puerta de los
adultos porque a veces se quedan conversando. Lo que escuché fue terrible,
estaban planificando secuestrar a Hugo para que no se acerque más a su
hija. Estuve paralizada, saber que serían
capaces de hacer un acto como aquello
Volví a alejarme de Hugo porque no sabía cómo explicarle
aquel evento terrorífico, tal vez no tendría una segunda oportunidad. Es mejor
que así sea, abrí el casillero como de costumbre y encontré otro sobre que fue
más amenazante que el primero.
Pronto serás la mujer que vivirá conmigo, hasta que la
muerte nos separe, aléjate de tu novio. Anónimo.
Era un cobarde por no poner su firma, pensaba en qué momento
venía mamá a dejarme estas cartas o si trabajaba con alguien para que realice
esta tarea. Al terminar las clases estaba dispuesta a enfrentarla, porque
acosar, amenazar, pasaba el límite. Vino una tarde con el auto para irnos al centro comercial.
Trataba de hablarle, pero no prestaba atención por estar conversando en su
celular. Logré observar en su chat que esta noche sería el secuestro.
Traté de enfrentarla, sin embargo, estuve paralizada porque
también tenía miedo de que me hiciera daño. Además, no pude abrir las puertas
del carro debido al seguro, comprendí que esta salida simplemente sería una
distracción. Regresamos tarde al hogar, mi imaginación tenía los peores
escenarios sobre el secuestro de Hugo. Cuando voy a dormir un hombre misterioso
aparece en la habitación donde estaba.
Utiliza una toalla para drogarme, al despertar estoy en un
carro, con los ojos semiabiertos observo la figura de un hombre parecida a la
de papá. Posteriormente se estaciona, repite la acción, tal vez morí ahorcada o
apuñalada, e incluso pueden ser ambas. Mi espíritu se levanta de la roca áspera
y dura. Conseguí identificar que era mi papá mientras se marchaba.
Comprendí que el secuestro no era hacia Hugo, sino hacia su
hija por haber roto las leyes de la familia. Aunque ahora sé la verdad, haré
una última visita. Después del asesinato él se volvió alcohólico, asumo por la
culpa que tiene. Entonces una tarde lluviosa entré a su aposento, toqué su
hombro, al voltearse se asustó. Nunca más volvió a dormir tranquilo.
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