martes, 25 de mayo de 2021

Acertijo

Ricardo Sebastián Jurado Faggioni


Soy Susana tengo veintiún años, algunos chicos universitarios me persiguen porque piensan que puedo ser su chica ideal. A veces encuentro cartas anónimas en el casillero declarando lo que sienten hacia mí. Si hubiesen sido valientes, posiblemente terminaríamos saliendo. En el verano sentí atracción por Hugo. Era capitán del equipo de baloncesto, moreno, alto y atlético.  La relación fluyó sin ningún tipo de trabas. Además, teníamos clases en común, esto nos permitía pasar tiempo juntos.

Después de un entrenamiento de básquet, lo esperé hasta el final para que pudiera acompañarme a casa, sabía que él andaba en bus, pero no importa, de hecho, el dinero era lo de menos. Quería estar con alguien que tenga metas personales y sepa qué hacer con su vida. El trayecto fue largo. Al llegar nos despedimos.

—Sabían que Susana está saliendo con un moreno —comentó su hermano.

—Te hemos criado para que no estés con gente inferior —dijo la madre.

—No estoy con nadie, es un chico de mi universidad y vivimos cerca —respondió Susana.

—¡No andarás con él! —exclamó Elena.

Al finalizar la cena se imaginó que su hermano menor la habría espiado a través de la venta cuando llegó a casa. La comida esa noche estaba amarga, nadie tiene derecho a decidir quién es superior o inferior. Debajo de la piel somos iguales. No pude dormir tranquila. Al despertarme, fui directo a la universidad, sentía frustración porque no aprendimos nada de la Segunda Guerra Mundial. Evitaba estar cerca de Hugo, pero él no comprendía. Odiaba tener problemas con la familia, estaba atrapada, confundida y sin saber qué hacer.

A mitad del año llegó un chico nuevo al instituto, su nombre era Fabián. Atlético, rubio y de ojos verdes. Su pasión era el fútbol. Relacionarse con los compañeros del aula no le costaría puesto que con sus dones de los pies sorprendería a las personas. No obstante, su rendimiento académico estaba en el promedio, en cambio Hugo sobresalía. El periodo transcurría y nos hicimos amigos.

Nuestra primera salida fue a un parque de diversiones, pero no estaba disfrutando ya que mi corazón le pertenecía a alguien. Ocultar el desinterés que sentía en aquel sitio era imposible, fui evidente.

—¿Qué te sucede? —dijo Fabián.

—Me he portado mal con un amigo, tengo una familia racista —comentó Susana.

—La época de los Nazis y del Ku klux klan acabó —respondió Fabián.

—Es que son los orígenes, mi bisabuelo estuvo en la Alemania Nazi —dijo Susana.

—¡Que difícil tú situación! —exclamó Fabián.

—¡Sí a veces siento que estoy entre la espada y la pared! —comentó Susana.

—¿Has pensado en conversar con él? —reflexionó Fabián.

Después de aquella pregunta, Susana se quedó pensativa y quiso regresar a casa, él la llevó en su Audi. En el carro sonaba una música suave lo que ocasionó que ella se quedara dormida. Fabián le tocó el hombro despacio para despertarla, para luego dejarla en su casa. Mi alarma sonó a la seis de la mañana, me levanté temprano para ir a estudiar, sentía una alegría que no podía controlar, no había pensado en algo tan simple como conversar, tal vez si fuera feliz con él podrían dejar a un lado los prejuicios equivocados.

En el tiempo libre decidí buscar a Hugo, encontrarlo en la universidad sería sencillo porque si no estaba en las canchas de básquet, lo podía hallar en el gimnasio levantando pesas. De hecho, lo vi en un banco sentado trabajando con unas mancuernas pesadas. Fue caballeroso con su trato, se secó con una toalla su sudor para saludarme.

—¿Piensas cambiar tu estilo de vida, por uno más saludable? —dijo Hugo.

—¡No estoy aquí por ese motivo, vengo por otra razón! —comentó Susana.

—¿Por lo que me has estado evitando? —dijo Hugo.

—No imaginé que fueras directo, pero sí, deseo tener una relación contigo, sin embargo, mi familia es complicada —respondió Susana.

—Comprendo, ¿estarías dispuesta a romper las leyes para estar conmigo? —preguntó Hugo.

—A veces el amor se trata de asumir riesgos y estoy decidida a tomarlos —respondió Susana.

—¿Nos podríamos ver hoy en la noche? —dijo Hugo.

—¡Sí, ven a mi casa! —respondió Susana.

La luna estaba menguante, pero no soy supersticiosa especialmente esa noche algo cambió en mis padres. El timbre sonó y supe que era él, vino puntual. Las personas cuando llegan a casa se quedan sorprendidas por la decoración, no fue la excepción. Nos sentamos a la sala a ver una película que estaba aburrida. Mamá se puso a preparar la cena, olía como nunca, pero quedé asombrada con la vestimenta de papá porque casi nunca utiliza su Rolex, sin embargo, aquella ocasión lo cargaba puesto.

Mi hermano comenzó a decir que admiraba a Hitler, pensé que fue una mala idea invitarlo a cenar. Pude sentir su incomodidad, sin que nos vieran le sostuve su mano para tranquilizarlo. Al terminar la comida se levantó, se despidió, lo acompañé hasta la salida. Una vez que se marchó estuve enojada con ellos porque no impidieron que mi hermano menor parara de hacer comentarios fuera del lugar.

Al día siguiente me acuerdo que estaba caminando por los pasillos para dirigirme hacia los casilleros y sacar un libro para la siguiente materia. Al abrirlo, una carta se rueda al piso. La cogí para ver qué decía el sobre:

Tú eres mi amada, aunque todavía no lo sabes, vas a ser mía.

Anónimo

De todas las cartas que he recibido, esta en particular me produjo escalofríos porque nadie puede poseerte, incluso estando casados, puedo tener privacidad. Tenía varios problemas así que decidí ignorarlo. En la tarde mamá actuaba extraña, no quería conversar conmigo. Asumí que se resintió por el comportamiento del otro día. Sentía que mi vida se iba hacia un precipicio, como si una ola furiosa trataba de llevarme hasta las profundidades del mar.

Eso solo fue el principio del fin de estar en este mundo. Esperé que todos vayan a dormir, a hurtadillas decidí ir a la puerta de los adultos porque a veces se quedan conversando. Lo que escuché fue terrible, estaban planificando secuestrar a Hugo para que no se acerque más a su hija.  Estuve paralizada, saber que serían capaces de hacer un acto como aquello

Volví a alejarme de Hugo porque no sabía cómo explicarle aquel evento terrorífico, tal vez no tendría una segunda oportunidad. Es mejor que así sea, abrí el casillero como de costumbre y encontré otro sobre que fue más amenazante que el primero.

Pronto serás la mujer que vivirá conmigo, hasta que la muerte nos separe, aléjate de tu novio. Anónimo.

Era un cobarde por no poner su firma, pensaba en qué momento venía mamá a dejarme estas cartas o si trabajaba con alguien para que realice esta tarea. Al terminar las clases estaba dispuesta a enfrentarla, porque acosar, amenazar, pasaba el límite. Vino una tarde con el auto para irnos al centro comercial. Trataba de hablarle, pero no prestaba atención por estar conversando en su celular. Logré observar en su chat que esta noche sería el secuestro.

Traté de enfrentarla, sin embargo, estuve paralizada porque también tenía miedo de que me hiciera daño. Además, no pude abrir las puertas del carro debido al seguro, comprendí que esta salida simplemente sería una distracción. Regresamos tarde al hogar, mi imaginación tenía los peores escenarios sobre el secuestro de Hugo. Cuando voy a dormir un hombre misterioso aparece en la habitación donde estaba.

Utiliza una toalla para drogarme, al despertar estoy en un carro, con los ojos semiabiertos observo la figura de un hombre parecida a la de papá. Posteriormente se estaciona, repite la acción, tal vez morí ahorcada o apuñalada, e incluso pueden ser ambas. Mi espíritu se levanta de la roca áspera y dura. Conseguí identificar que era mi papá mientras se marchaba.

Comprendí que el secuestro no era hacia Hugo, sino hacia su hija por haber roto las leyes de la familia. Aunque ahora sé la verdad, haré una última visita. Después del asesinato él se volvió alcohólico, asumo por la culpa que tiene. Entonces una tarde lluviosa entré a su aposento, toqué su hombro, al voltearse se asustó. Nunca más volvió a dormir tranquilo.

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