lunes, 18 de mayo de 2020

El putañero valiente

Víctor Purizaca


Maynor siempre se había considerado un pendejo, un sabelotodo. Caminaba por el jirón Quilca hasta llegar a la avenidaTacna con las manos en los bolsillos. Se paró en el borde de la esquina gris con rosa. Yuri Montanchez lo sostenía del brazo para que no tratara de irse rumbo a las Nazarenas. Haysen Percovich y Dieguito Muñoz iban dos pasos atrás.

Maynor López, Haysen Percovich y Diego Muñoz habían tenido una clase magistral de Loyola de Historia del Perú, en el cuarto de secundaria C del colegio Champagnat de Miraflores, timbre impertinente, qué audacia de Iñaki, tirarse un pedo en plena clase, el profe se iba a poner azul, Alfieri Azpur abrió la puerta, ya estábamos afuera, en el pasadizo el chino Miyashiro arrancaba un pan con pollo a un lorna, apenas y pudo oler la mayonesa, se lo embutió por completo.

—Así que Maynor cumple años el domingo, ¿ah? —mencionó Haysen.

—Quince años de pajero, ¿ah? —sentenció Alfieri mientras se acomodaba el cabello.

Éramos una rueda de seis dedicados y abnegados alumnos maristas en pleno patio brillante por la garúa acogedora que Lima brinda en junio.

—Puta, no sean pendejos, yo me he cachado a la empleada de mi tía Marita, es bien rica…

Maynor se sonrojaba ante los tonos subidos de los más palomillas.

—Calla huevas, tú nunca has cachado, lo máximo que has hecho es meterle la mano al culo a la huevona esa que cocina en tu casa y encima es muda. Pobre chola, carajo— terminó con una carcajada el chino Miyashiro.
—Vamos a Los Pinos, huevóooonnn, ahí hay unas… —añade Diego Muñoz.

—Conozco un lugar bueno, especial para ti brother, único, huevón —le indiqué a Maynor.

—¿Dónde lo vas a llevar? —interrogó Alfieri.

—Que sea un buen sitio huevón, puta, vaya a ser que los vayan a violar—. Añadía Haysen mientras se rascaba la nariz con la mano izquierda.

—¿Qué hablas? —se inmiscuía Maynor.

—Tranquilo huevas, mañana debutas sí o sí. Tengo un pata, amigo de primo, estudió en el José Granda, la grandísima unidad escolar de San Martín de Porres, conoce los huecos, los sitios y…—de reojo miré e hice una pausa— Tiene dieciocho años y está que se prepara para la universidad.

Apareció caminando por el patio el hermano Rafael, esforzándose por acomodar unas cincuenta hojas mimeografiadas y de paso sus gafas:

—Eh muchachos, no se olviden que el sábado hay reunión en Pastoral a las nueve de la mañana.

Con un ademán y los más educados con una sonrisa siguieron al hermano hasta que estuvo suficientemente lejos de nuestra conversación.

—Mañana, antes que toque la campana, todos traen diez soles y hacemos un pozo. Al hombre hay que invitarle unas cervezas, yo me encargo de contactarle y llevarle al sitio en cuestión. — señalé el orden de los acontecimientos a suceder.

Maynor estaba callado, siempre conocía de todo, pero no pronunciaba palabra alguna.

—O sea que, ¿tú lo vas a llevar como si fueras su papá? —vociferó el chino Miyashiro.

—Puede ir otro también…

—Puta, que vaya Haysen. Diego, tanta cosa o ¿eres su marido? Además, hacemos la chancha y ¿si al final se desaniman? —más inquisidor que nunca Miyashiro.

—Si tanto dudas, mejor tú chino— Acotó Muñoz.

—Tanta huevada, por mi barrio me tiro una zamba bien rica, ya ustedes ven.

Maynor no quiso discutir y aceptó mi propuesta. El cabello castaño lacio bailó con una brisa vibrante como acentuando la impavidez de López ante el devenir de los acontecimientos.

Apuro y sentencio: diez lucas por mitra, de las propinas estos palomillas aportarían, en mi casa después del almuerzo llamé a mi primo Olaf, Yuri Montanchez, estudioso y putañero, claro que te acompaña, a tu amigo, a quien sea, floro monse, lo llamo ahorita y te confirmo siete en punto. Olaf era el contacto. No habría que esperar mucho, Maynor, mi amigo, la hace de todos modos, prueba a su primera hembra sí o sí.

Timbra el teléfono quince para las siete.

—Flaco, mira Yuri los espera a las cuatro de la tarde en punto en la entrada de la academia San Fernando en la avenida Alfonso Ugarte —Hizo una pausa esperando alguna pregunta mía—. Me dijo que vayan con plata y que hagan un esfuerzo de cambiar esas caras de niños cojudos, ja,ja,ja,ja,ja.

—Calla huevas, ya hemos ido a sitios para mayores…

—Ja,ja,ja,ja,ja, tranquilo, flaco.

Olaf acuerda el encuentro mientras comienza a garuar de nuevo.

Esa noche dormí plácidamente, con la seguridad que, gracias a mí, mi amigo probaría una mujer. Bien.

La mañana pasó hora por hora, matemática con el Gato Gálvez, inglés con Huevo y así uno y otro, campana final, ya olía las carnes del restaurant La Tranquera y mi barriga tronaba como si fuera una estampida por salir. Me coloqué en la puerta.

—Alfieri, Chino, las diez lucas, no se hagan— exigí la cuota acordada.

Uno a uno fueron dejándome el billete, Haysen se aproximó y señaló a Diego Muñoz que estaba como a cinco pasos cerca de la escalera que llevaba a cuarto D.

—Ese huevón y yo los acompañamos, Maynor tiene que sentir respaldo mi brother —dijo Diego.

—Como quieran, ya hablé con Maynor, cuatro en punto en el local de la academia San Fernando en la avenida Alfonso Ugarte, vayan arreglados, pero no exageren, no van a un quinceañero —Acoté sin desparpajo.

—Hablé con Varguitas, Zambrano, Vergani y Dongo y me han dado quince soles cada uno, dicen que lo lleven a un buen lugar, no se vaya a venir antes de tiempo el cabeza de choza. —Terminó Percovich.

Cabeza de choza le decían por el cabello lacio que caía sobre su frente y daban la apariencia de esas cosas silvestres de la selva.

—Y la miss Edda pasó por Pastoral más temprano y preguntó cuál era el asunto y ni bien escuchó Maynor me soltó veinte lucas, ja, una torta pensó. —Contuve la risa pues el hermano Alberto cruzó el pasadizo rumbo a la dirección del colegio.

—Cuatro en punto, flaco, de todos modos. —Partieron a sus casas para prepararse.

A media cuadra podía ver a Maynor con una camisa a cuadros, el peinado con flequillo, el cabello lacio y sedoso sobre la frente. Haysen y su pelo zambo, Dieguito la raya al costado perfectamente realizada. Unas camisas a cuadros rojos y negros. Miraba a todos lados tratando de escudriñar por donde vendríamos Yuri y yo.

Toqué el hombro de Maynor y dio un saltito sobrecogedor. Salían muchachas apresuradas de la academia San Fernando, y un regordete escupió en la vereda. 

—Habla Haysen, Diego. —Indiqué con un golpe en el brazo izquierdo al par de acompañantes.

—¿Qué tal flaco? ¿y tu amigo? —Diego interrogó.

—Ya debe estar por salir. ¿El pozo, quién lo tiene?  —Miré a los muchachos mientras me acomodaba el cinturón.

Haysen estiró su mano señalando el bolsillo de Diego.

—No te preocupes flaco, lo que ahora resta es que tu amigo venga ya para acá el hombre pruebe a la hembrita que él quiera donde vayamos. Diego y yo vamos a ver el sitio es bueno.

Un muchacho alto, delgado de veinte años aproximadamente surgió de un tumulto de chiquillos bulliciosos que salían de la academia preuniversitaria San Fernando. En la esquina un vendedor de churros rellenos de manjar blanco salpicados con azúcar ofrecía vocingleramente su producto empalagador. Se aproximó al flaco.

—Yuri, brother, ¿qué tal? —Acompañé con la mirada y estiré mi mano hacia él.

Estrechamos la mano, nos inundaba el humo negro de los buses viejos de la avenida Alfonso Ugarte. Uno a uno presenté a mis amigos del colegio, Yuri los saludaba apretando fuertemente sus manos y sonriendo.

—Ya estarán inquietos por ver a las hembras —resaltó Yuri.

—Yo sí he venido un par de veces con mis tíos, pero al show de striptease en Colmena cerca de la avenida Wilson. —Precisó Haysen acomodándose el cabello con ambas manos.

—La de las hembras que bailan como culebras y la que se mete un cua cua por la vagina, siempre hay un muchacho avezado que le acomoda el chocolate hasta que le ajuste bien en la papa. Jajajaja, yo conozco todos los huecos por acá, mi viejo es PIP (de la gloriosa policía de investigaciones del Perú) y desde los dieciséis he olido todos los antros y recutecus, muchachos. Mi viejito me ha llevado a conocer, siempre dice que el hombre debe tener libro y calle sino acaba como huevón engañado por cualquier hembrita recorrida.

Le expliqué que el caballero en cuestión, el debutante, era Maynor y queríamos un lugar bueno, limpio y donde no hicieran problemas a menores de edad. Habíamos fumado unos cigarrillos Marlboro rojos para parecer mayores. Resalté lo del pozo monetario por el cumpleaños. Yuri sonrió. Por supuesto que teníamos dinero extra, no queríamos ir a ningún cuchitril, anhelamos una puta limpia, guapa, hasta donde alcance y económica.

 —Ayayayay, ya sé lo que están buscando y ya me imaginaba. Acá en Rufino Torrico hay un lugar caleta. El vigilante es amigo y excompañero de mi viejo del trabajo. Pero no pongan cara de huevones, déjenme hablar a mí y síganme.

—Lo importante es que mi amigo esté tranquilo —Acotó Diego.

—No se preocupen por mí, yo sabré…

Compare´ es un sitio que puedes explayarte y sobretodo estar tranquilo porque si no lo estás el payaso no funciona. ¿Entiendes? —explicó Yuri— el muñeco nacalapirinaca.

—¡No se te va a parar! Tienes una cara de asustado, chiquillo. —Señala Yuri buscando reacción en Maynor.
De su bolsillo Diego sacó un sobre manila con el pozo e hizo un ademán para entregármelos; con un movimiento brusco de mi mano izquierda le indiqué que no.

—Muchachos me temo que no voy a estar con ustedes en esta extraordinaria circunstancia.

De verdad quería acompañarlos, pero a pesar de sus caras no podía dejar sola a mi mamá. 

Maynor entrecerró los ojos y Haysen hizo un ademán con la boca, cerrando los labios y sacando la lengua por la comisura izquierda.

—Mi viejita trabaja a unas cuadras en el hospital Loayza, saben que es enfermera y me ha pedido hoy temprano que la acompañe a la iglesia de Las Nazarenas. Unas compras cristianas y no le puedo decir que no.

—Bueno por mí no hay problema, total Maynor es el que debe estrenar el pipilin. Me voy con estos niños con cara de asustados… ja,ja,ja,ja… mentira, todo bien.

Reía Yuri, Maynor se puso con el ceño fruncido, Diego y Haysen ni modo. El flaco era el que se había echado para atrás.

Los dejé en el cruce peatonal de la avenida Alfonso Ugarte, apuré el paso al encuentro de mi madre ya estaba contra el tiempo. Avancé media cuadra y pude ver a lo lejos cómo Yuri y mis tres amigos iban por el jirón Zepita. Maynor se desvanecía entre los edificios sucios y viejos de aquellas calles.

Sobre el hombro de Maynor reposaba la mano derecha de Yuri.

—Tienes que estar tranquilo cholito, suave con la hembra, despacio, no te abalances de buenas a primeras, ya vas a ver el lugar, hembras ricas, discreción, no mucha bulla. Aunque debes acostumbrarte. Si no se te para, ahí está el problema. A cachetear el muñeco. Y los condones, de todas maneras.

—A mí, a mí no me pasa eso brother. —Sonrió Maynor y trató de caminar sacando el pecho.

Maynor engrosaba la voz y caminaba seguro de sí mismo. Cruzaron el antiguo cine Tauro rumbo al jirón Quilca, todo era un estercolero y olía a pichi y porquería. Haysen y Diego se reían atrás acordándose de las bravuconadas y travesuras en el colegio.

La avenida Wilson hervía en gente, las combis y los buses atosigaban la vista, los vendedores de yuquitas fritas deambulaban junto a los llenadores que gritaban impidiendo llevar una conversación. Cruzaron la calle corriendo mientras los choferes pendencieros subían gente y se reían de los policías de tránsito.

Ya en la otra parte de la avenida cortaba al pequeño parque el discreto jirón Rufino Torrico y Yuri indicaba con su mirada donde era el lugar.

A media cuadra nos detuvimos, Maynor se puso más serio que de costumbre, Haysen y Diego miraron la entrada metálica, apenas se sentía la música. Un gordo con el pelo bien cortado y una raya al costado derecho, cabello entrecano. Alto encorbatado y con una impecable camisa blanca. Yuri hizo una seña.

—Chucho, mis amigos y yo queremos entrar un rato. ¿Está la mami?

Estiró un billete de veinte soles y el encorbatado empujó la puerta. Los cuatro palomillas ingresaron al puticlub. Maynor boquiabierto, Haysen acomodándose el cabello y Dieguito con las manos en el bolsillo.

En la mesa se acomodaron. Trataron de disimular, el olor a vagina mezclado con odorizador a magnolias y jazmines. Incienso y cigarro. Todo eso. Maynor trato de no sucumbir por el olor y abandonar el recinto.

Con la mano derecha Yuri avisa al mesero que reposaba en la barra.

Choche, choche.

Aplaude una, dos veces.

—Un par de chilindrinas. Bien heladas.

Las rubias heladitas llegaron con cuatro vasos. Un vaso nomás Maynor, no sea que el payaso no funcione. . Haysen coge su vaso y sopla la espuma. Qué rica es la chela. Diego acaba con su vaso de cerveza. Sobre el pequeño escenario una mujer delgada con senos redondos y cintura mordisqueada deleita bailando. Dos hombres rechonchos aplauden sobre una mesa próxima a ellos. Termina el número y una señora gorda perfumada hasta los senos llega a la mesa de Yuri, frota sus senos sobre Maynor y este se sonroja inadvertidamente bajo los focos rojos. Yuri le habla al oído a la vieja, esta hace un ademán a la flaca de senos redondos y se aproxima coquetamente, besa en la boca a Diego, estruja los huevos de Haysen y escucha diligentemente las palabras en su oído de la vieja. Hace un ademán con su boca y coge la plata de manos de Yuri, muerde la oreja de Maynor. Lo coge del brazo y contorneándose sobre el muchacho lo lleva al segundo piso. La mami, la vieja abandona la mesa y atiende a un grupo de viejos con trajes sudorosos y desgastados color marfil que acaban de entrar.

Jajajaja, risas, Haysen recuerda su debut por la avenida Arenales y Yuri toca y toca a las cholas que pasan con bandejas de copitas multicolores de pisco cada vez que puede.

Maynor baja acomodándose el cinturón, ¿cómo te fue? Mudo. Haysen soltó una broma y nada. Diego, toma un poco de chela. Nada de nada. Yuri, vamos a comer algo. Nada. Dos rondas más y sus madres se enojan. Ya en el ómnibus continuó en silencio y se apoyó en la ventana. Huele a humedad: comenzó a garuar de nuevo. Por un instante cerró los ojos, se acarició el cabello y deseo con denuedo que el viaje terminara.

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