miércoles, 18 de diciembre de 2019

Secreto de la noche

Javier Oyarzun

Era una tranquila noche londinense caminábamos junto con mi compañero realizando la última ronda de nuestro patrullaje, el sueño y el cansancio iban haciendo mella después de una larga jornada. La luna llena solo dejaba ver a unos metros entre la densa neblina que cubría las calles. La luz de la farola comenzaba a titilar, signo inequívoco de que quedaba poco gas, pero qué importaba, ya terminaba nuestro turno.
Nos disponíamos a volver al cuartel cuando un grito angustioso de una mujer  nos despabila de nuestra modorra. Corrimos en dirección al ruido, cuando llegamos no encontramos a nadie, acerqué la lámpara al piso para encontrar algún rastro, un líquido viscoso que resultó ser sangre saltó a nuestra vista.
Apuramos el paso siguiendo el rastro de la sangre, al llegar a la siguiente esquina, vimos que una figura de unos dos metros arrastraba a una persona a toda velocidad en dirección a los alcantarillados. Gritamos: «¡Alto!», disparamos a la distancia, pero no obtuvimos ninguna respuesta.
La cloaca era un túnel amurallado con ladrillos por donde pasaban los líquidos de desecho provenientes de las casas cercanas, el olor era insoportable. Al alumbrar la entrada con la poca luz que nos quedaba cientos de ratas se escabulleron dejándonos el paso libre. Al menos eso creí yo, porque a una distancia prudente se observaban varios ojos rojos que nos seguían expectantes.
Avanzamos unos pocos metros más y nos encontramos con un bulto, al alumbrarlo pudimos notar que era una mujer de mediana edad que tenía su abdomen destrozado. Las ratas se acercaron a donde estábamos, en una rápida visualización pude calcular su número en varios cientos, no quedaba ningún espacio vacío, estaban sobre el cuerpo de la mujer y algunas comenzaban a encaramarse por nuestras piernas.
Mi compañero empezó a dispararles, pero fue inútil eran demasiadas, por suerte nunca les he tenido miedo, pero su número era francamente ridículo. Un chillido espeluznante se escuchó en el túnel, no podría decir exactamente de dónde venía, porque retumbó en todos lados, como si hubiera salido de las paredes.
Las ratas huyeron despavoridas, aprovechamos de tomar el cuerpo y salir por donde habíamos ingresado, mi compañero corrió al cuartel a buscar refuerzos, yo me quedé esperando mientras protegía el cadáver de la mujer.
Cuando llegaron mis compañeros, el cuerpo fue tapado y llevado a la morgue para su estudio, recorrimos la alcantarilla rincón por rincón, pero no encontramos ningún rastro del asesino. Debía ir a dormir para pensar con más claridad, me retiré a mi casa que estaba a unas cuadras del lugar.
No puedo decir que fue un sueño reparador, la imagen del cuerpo destrozado, las ratas y el extraño chillido me tenían intranquilo. Decidí entonces volver al cuartel a media mañana,  me dirigí al despacho del comandante y le dije:
―Señor, buenos días, ¿ha habido novedades en cuanto al caso de la mujer asesinada anoche?
―Regresó temprano, detective Johnson.
―No pude dormir mucho.
―Quién podría, lo entiendo.
―Gracias.
―Ante su pregunta, no, no hemos tenido novedades.
―Cualquier cosa, señor, estaré en mi escritorio.
―Me olvidaba, usted y Smith quedan a cargo de la investigación.
―Muchas gracias por la confianza, señor.
―Ahora puede retirarse, y si sabe algo no dude en informarme.
―Así lo haré.
Una vez sentado frente a mi escritorio ordené los papeles que tenía sobre la mesa y traté de recordar casos similares resueltos en el pasado que pudieran ayudarme, no se me vino nada a la mente en aquel instante. Como mi compañero no llegaba aún, decidí  hacer una visita al forense en solitario.
Llegué a la morgue del distrito, me encontré con el forense, un viejo regordete de bajo tamaño y abundante bigote, su cara siempre risueña y amabilidad a toda prueba, lo hacen un tipo de trato fácil. Apenas me ve en el pasillo me saluda con efusividad.
―Señor Smith, ¿qué lo trae por acá?
―Un muerto.
―Está hablando con el hombre correcto entonces ―contestó riendo de buena gana.
―Vengo a averiguar por la mujer que trajimos.
―La que tenía el abdomen destrozado ―indicó, mientras abría la puerta de una sala―. Pase usted por acá.
Sobre una camilla de metal estaba tendido el cuerpo blancuzco de la mujer que habíamos sacado dese el alcantarillado al amanecer, el doctor me pide que me acerque y me muestra unas heridas en ambos hombros.
―¿Qué significan esas heridas, doctor?
―Si te fijas bien, a la occisa la sostuvieron con mucha fuerza.
―Pero qué puede hacer un daño de esa magnitud.
―Buena pregunta, estas son heridas producidas por garras muy fuertes. Como las de los felinos de gran tamaño.
―No puede ser, lo que yo vi fue una figura que caminaba erguida en dos patas, no un animal salvaje.
―Pero eso no es todo, fíjese acá ―me dijo, mientras indicaba el estómago de la muchacha―. Esto es un desgarro, es un daño provocado por una mordida.
―Muchas gracias, doctor, es mucha información para procesar.
―Algo más, muchacho, ha desaparecido el hígado.
―¿Cómo?
―Todos los demás órganos se encuentran destrozados, pero el hígado fue arrancado de cuajo.
―¡Qué extraño!
―No lo es tanto.
―¿Hay más casos?
―Sí, recuerdo dos. Acompáñame.
Seguí al forense a su oficina, me mostró el registro de dos señoritas que habían muerto en circunstancias similares. Nadie reclamó sus cuerpos y fueron enterrados en una fosa común.
Regresé al cuartel y ahí estaba Smith bromeando con otros compañeros, al ver mi cara seria se acercó raudo.
―¿Cómo estás Johnson?
―No tan bien como tú.
―Nos asignaron el caso.
No pude evitar reírme, llevaba horas trabajando en el caso y este imbécil me avisaba ahora. Al menos logre relajarme.
―Vengo de donde el forense.
―¿Qué te dijo?
―No tan rápido, ya te contaré.
―¿En qué puedo ayudar?
―Busca los registros de dos mujeres asesinadas, cuyos cuerpos nunca fueron reclamados, y con toda seguridad nadie hizo una denuncia.
―Muy bien y tú, ¿qué harás?
―Iré al lugar donde encontramos la sangre e indagaré ahora con luz solar, cuando vuelva intercambiaremos información.
En la calles las señoras con sus vestidos ajustados y sombreros coloridos se pavonean atrayendo las miradas disimuladas de caballeros vestidos de trajes grises, sin sospechar siquiera los peligros que deparan las noches en esta ciudad; cuerpos mutilados enterrados en el más absoluto anonimato.
La acera donde encontramos los restos de sangre la noche anterior había sido lavada, mire alrededor y ya no había pistas en ese lugar, permanecí un momento en cuclillas absorto en mis pensamientos, cuando me di cuenta de que una mujer mayor que lucía un vestido floreado y cubría su cabeza con un pañuelo me miraba fijamente.
―Sé lo que buscas policía ―me dijo, al acercarse.
―Y ¿qué busco?
―Extrañas criaturas que esconde la noche.
―Te escucho.
―Entonces sígueme.
Después de un par de cuadras de estrechos callejones llegamos a una vivienda adornada por coloridas figuras religiosas, inciensos y piedras de todo tipo. Me senté en un sillón negro de felpa y la mujer hablo: «Mi nombre es María, soy una vieja adivina de origen gitano, nací en Europa oriental, lo que le voy a contar es difícil de creer, pero debe abrir su mente. La criatura que busca es un hombre condenado por una ancestral maldición, cada día de luna llena su cuerpo se transforma en algo parecido a un lobo, pero tiene  mucha más fuerza e inteligencia que el animal».
Permanecí en silencio varios minutos tratando de asumir lo que acababa de escuchar, no podía ser real, esta mujer me estaba tomando el pelo.
―¿No me cree?
―Es muy difícil de creer lo que me dice.
―Tome ―me dijo, cuando me entregó una bala plateada.
―¿Y esto por qué?
―Con esa bala de plata podrá matarlo, es la única forma.
―La guardaré.
―Recuerde, creer es lo único que lo salvará.
Me despedí y volví al cuartel, por supuesto no le dije a nadie de mi encuentro con la adivina. Smith me informó que ambos cuerpos eran de dos prostitutas nacidas en Rumanía, nadie había reclamado sus cadáveres porque no tenían familiares en Londres.
Luego de comparar las fechas en que murieron las chicas con el calendario lunar, descubrimos que ambos asesinatos fueron perpetrados en noches de luna llena, a pesar de mi racionalismo, estaba empezando a creer lo que decía la gitana,  había algo sobrenatural en todo esto.
Fueron pasando los días, entrevistamos gente, revisamos la alcantarilla una y otra vez, pero no lográbamos obtener pruebas para encontrar al asesino. Estuve tentado a contar lo que me había dicho la gitana a mi compañero y a mi superior, pero no lo hice para no parecer loco o un fantasioso, cómo les demostraría algo de lo cual no tenía pruebas.
Estábamos tranquilos cada uno sentado en su escritorio en el cuartel, no habíamos logrado ningún avance en el caso, ya tenía pensado no investigar más y archivar los antecedentes, decidí echar una última ojeada a las fichas para ver si se me había escapado algo, en ese instante volví a ver el calendario lunar entre los papeles, la luna llena aparecería ese día, de solo pensar en que podría morir alguien más me puso en acción.
Tomé los archivos y le demostré a mi jefe, sin nombrar al hombre lobo por supuesto, que el asesino actuaba en las noches de luna llena, ya con tres muertes ocurridas en esas fechas era un patrón innegable. Ante la evidencia el jefe decidió que todos los policías deberían hacer el turno de esta noche para tratar de detener al asesino. Mis compañeros al salir de la reunión me miraban con caras de odio, porque yo era el causante de su trabajo nocturno.
Los detectives salimos en parejas y nos dividimos por todo el distrito para patrullar las calles, con Smith nos dirigimos a las cloacas, ambos con algunas antorchas y suficiente aceite para encenderlas. Además nos pusimos un pañuelo que filtraba algo del mal olor del lugar.
Una vez ahí, encendimos una antorcha y comenzamos a caminar en la misma dirección hacia donde anteriormente habíamos encontrado el cuerpo. Tuvimos que repetir varias veces la operación, ya que el viento que entraba por varios orificios en el en las murallas del conducto nos la apagaba. Las ratas corrían alejándose de la luz y el calor que emitía el fuego, avanzamos unos metros hasta que salimos del canal amurallado a un zanjón a cielo abierto.
Saliendo del agua pudimos observar una casa patronal en medio de una plantación de cereales, apagamos la antorcha para evitar causar un incendio, y nos dirigimos a la casa para hablar con los residentes. Miré al cielo y puede notar que la luna llena se mostraba en todo su esplendor, recordé lo que me contó la adivina y saqué la bala de plata que llevaba en el bolsillo de mi chaqueta y la puse en el revólver de servicio.
Tocamos varias veces la puerta de la entrada principal como la puerta trasera de la casa y no salió nadie. Había un sótano en un costado de la casa, cuya entrada tenía dos puertas selladas con un candado. Vi en una muralla cercana troncos de madera, en uno de ellos estaba incrustada un hacha. Saque la herramienta y golpee el candado hasta que cedió y pude abrir las puertas del sótano, sentí un olor nauseabundo desde el interior, al alumbrar con un antorcha pudimos ver algunos huesos y un par de cráneos humanos desde la superficie. Cerramos el subterráneo trancando la entrada con un palo, para dirigirnos a la casa.
Rompí la cerradura de la puerta principal y recorrimos la casa tratando de encontrar algún habitante o alguna otra pista que incriminara al asesino, pero todo estaba en orden y no había nada. Volvimos al salón de entrada en momentos que sentimos un crujido de madera y un gran estruendo, la bestia a toda velocidad se abalanzó sobre mi compañero. Reaccioné rápido y disparé de inmediato, la bala se incrustó en la espalda del hombre lobo, el cual emitió un chillido espeluznante antes de morir.
Junto a mi compañero vimos cómo la bestia se iba transformando en un hombre delgado de piel blanca y cabello oscuro, Smith miraba anonadado el espectáculo, y ese fue el momento de contarle lo que había dicho la gitana.
―¿Cómo explicaremos esto?
―¿Qué cosa?
―Lo de la gitana, lo del hombre lobo, todo lo que paso aquí.
―Yo no veo ningún hombre lobo, solo a un asesino de mujeres.
Ese fue el secreto de ambos, nunca más volvimos a tocar el tema, pero cada vez que siento un aullido o veo la luna llena, no puedo dejar de pensar en los acontecimientos de aquel día o si en algún lugar oculto de la ciudad se estará gestando alguna otra criatura maligna.

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