Margarita Moreno
Son la
cinco con treinta minutos de una fría madrugada de noviembre; la alarma de un reloj despertador suena sin tregua ¿Su
objetivo? Arrancar del sueño a Marisela,
ella no puede escucharlo duerme profundamente, las ondas lentas en su cerebro
la mantienen en completa laxitud; sin
movimientos musculares involuntarios, parece flotar en un delicioso viaje
astral.
De
repente, la puerta de la habitación se
abre de golpe; Elvira madre de Marisela entra apresurada se detiene al lado de la cama y dice en voz alta:
-¡Marisela, Marisela! ¡Despierta niña! -al tiempo que sacude el hombro de la
chica- ¡Mari…. -concluye bajando la voz y luego guarda silencio. El semblante
angelical de su hija dormida le pone ternura en el corazón, siente culpa por
despertarla tan temprano, ella no puede oírla, ni sentir sus manos sacudiéndole
los hombros para volverla en sí; parece una frágil muñequita tras un
aparador. Elvira suspira y vuelve a la
tarea de despertar a la “Bella durmiente”.
-Marisela, hija, despierta, despierta ya por
favor, Mary, despierta son más de las seis.
La chica sin
abrir los ojos comienza a moverse como un felino, estira largamente los
brazos y las piernas, gira lento la
cabeza de un lado a otro, se queda
quieta unos segundos y luego tuerce una
mueca en los labios diciendo con pereza:
-No madre no quiero levantarme hoy, no quiero
ir a la prepa, no quiero hacer más nada que dormir ¿estamos?
-¡Por
supuesto que no señorita! ¡Levántate de inmediato que voy a llevarte
personalmente a la preparatoria! dijiste que tenías exámenes bimestrales toda
la semana, así que ¡Vamos, vamos
arriba! Te espero ¡YA! A desayunar y no
tardes ¿Eh? Son seis y diez, seis y diez ¿Oísteeee? ¡Seis y diez! -grita mientras palmea en el
aire con energía y sale de la habitación.
Marisela frunce el ceño refunfuñando: -¿Seis y diez?
¿Seis más diez? son dieciséis, como los años que tengo ¡Dieciséis! Todos los
días es lo mismo; Marisela ¿seis y
cinco? Marisela ¿Seis y diez? Ni sumar sabe la muy bruta.
Se
incorpora con los ojos cerrados y se sienta en la orilla de la cama, frota
bruscamente sus párpados con los nudillos y se levanta malhumorada hacia la
regadera.
Se da un
baño rápido y se viste de prisa con jeans deslavados, playera azul cobalto, holgada sudadera color vino, calcetas negras
de lana y tenis de piel que en algún tiempo tuvieron un color definido, luego
se mira en el espejo del baño y pasa los
dedos por sus cabellos húmedos para atarlos en una coleta con una cintilla
beige, se contempla unos segundos sin
expresión alguna en su rostro.
Sale del
baño sin apagar la luz y luego enciende todas las bombillas de su habitación,
levanta del suelo su mochila y la cuelga de su hombro, se toma unos segundos para observar su entorno, se acerca a
su tocador para botar de un manotazo todo lo que está encima, hace lo mismo con su mesita de noche y con su pequeño librero. Sonríe divertida pensando para sí:
-¡Así está mejor! Seguro que hoy, sí se infarta esta bruta de madre que
tengo. Sale corriendo de la habitación
al ritmo de los gritos de Elvira.
-¡Marisela, seis y
treinta y cinco!
-¡Ay! por
Dios madre ¿Otra sumita? seis, treinta y
cinco son: ¡Cuarenta y uno cállate ya!
-grita al salir de la casa azotando la puerta tras de sí.
Elvira
contiene el aliento, toma su bolso de mano y sale para alcanzar a la chica que
espera recargada en el auto.
–¡Ay madre qué lenta eres! ¿No que yo no estoy a tiempo? ¡Anda
muévete que llego tarde a la prepa! ¡Vamos madre, vamos!
Elvira
llega hasta el auto, quita los seguros de las portezuelas, ambas suben y en pocos minutos circulan por la autopista rumbo
a la nueva escuela, una de las más prestigiadas Preparatorias del País a
donde Marisela soñaba pertenecer y donde hoy aprende con rapidez de
altanería, pedantería y malos modos.
El
trayecto es silencioso y denso para Elvira e indiferente para Marisela que
reclina el asiento hasta ponerlo horizontal, se oculta tras sus gafas ahumadas
y se evade en los altos decibeles de su
modernísimo I POD.
Al cabo de
media hora Elvira se estaciona fuera de la escuela y sacude el hombro de su
hija que finge dormir:
-Despierta que ya llegamos.
Ésta se
incorpora y suelta bruscamente el cinturón de seguridad que regresa como
latigazo a la barbilla de su mamá, quien impacta la sien contra el retrovisor
mientras Marisela abre la portezuela y de un salto sale corriendo hacia la
puerta del colegio, dejando un grito en el aire:
-¡Lo
dicho, eres bruta, madre, bruta!
Elvira suspira
profundamente el corazón le duele por la actitud de su hija, las lágrimas en sus ojos distorsionan
la figura de Marisela y le ponen un toque cómico a la visión; se la imagina reflejada en un espejo
“ondulado” de circo, la idea la hace
sonreír con tristeza, luego se anima un poco y se dispone a volver a casa. En ese momento suena su celular, ella
contesta:
-Hola mamá ¿Qué pasa?
-Nada pasa
hija, solo quiero saludarte y desearte un día maravilloso amor mío. –Es la voz
cariñosa de Alma, la madre de Elvira.
-Ay mamá
mira… no tengo tiempo ahora de
“apapachos” estoy muy complicada y tengo mil cosas que hacer; no me lo tomes a mal pero te devuelvo la
llamada al rato ¿Te parece?
-No Elvira
no me parece, te conozco muy bien y a ti
te pasa algo; vamos ven a verme te invito un café y una buena charla y no me
digas que no tienes tiempo, no esta vez… solo ven querida te espero. -Dijo Alma cortando la llamada.
Elvira
cierra los ojos diciendo:
-¡Nada más
esto me faltaba hoy! ¡Mi madre en acción! ¡Dios qué día! -resignada, conduce hasta la antigua colonia
donde vive su madre, al llegar estaciona afuera de los viejos edificios de
arquitectura colonial californiana,
neocolonial, “art deco” es un conjunto tan bello y delicioso como
funcional; su mirada acaricia las
aceras, los parterres de flores y los jardines cubiertos de fresca alfombra
lila, ofrenda de las jacarandas que bordean el parque donde jugaba de
niña, escucha con morriña el tañer argentino
de la Parroquia de Santa Rosa de Lima,
que la llamaba a misa cada domingo y evoca las palabras de su abuela:
-Elvirita,
este es un barrio mágico, aquí viven,
han vivido y vivirán, muchos artistas, escritores, pintores, escultores,
cantantes, filósofos... “Cara mía” ¡Es un privilegio pertenecer a este pequeño
Olimpo!
Elvira
baja nostálgica del auto y camina hasta la entrada de un edificio y pulsa el
timbre, su madre la recibe amorosa y la abraza provocando que rompa a llorar, Alma
la consuela y juntas pasan al interior
del departamento; ahí, el tiempo parece
detenido en la salita de estar y el comedor estilo art deco de los años
treinta, las carpetitas tejidas en crochet marfil sobre mesitas de caoba, la
charola de plata y el servicio de
Limoges en que su madre ha servido café
perfumado de canela; en las tirillas de naranja cristalizada y las deliciosas
pastitas de la confitería de siempre. Tras el primer sorbo de café, Elvira le
confía a su madre su enorme pesar por el comportamiento de Marisela, admite sentirse rebasada por la
incomprensible agresión que le demuestra siempre.
-No sé qué hacer mamá, créeme que lo he
intentado todo; la he llenado de amor y estoy pendiente que nada le falte, sus
deseos casi siempre se cumplen, dentro
de mis posibilidades claro está. Pero últimamente ha estado actuando muy mal,
no sé qué le hace falta ni que le está pasando. He pensado tantas cosas
horribles, quizá la influencia de esas chicas ricas con las que convive en la
preparatoria, tal vez está enferma o enloqueciendo ¡Qué sé yo!
Alma
sonríe y acaricia con ternura la mejilla de su hija diciendo:
-Querida,
a tu hija lo que le ha hecho falta es
un par de gritos y media docena de azotes a tiempo, lo que le ha sobrado
son mimos y obsequios que no merece, porque nunca tiene que ganarlos y si
quieres saber si padece alguna enfermedad ¡Sí,
tienes razón! Marisela padece “16 años” es una adolescente y eso es
¡Terrible! Tú no puedes haberlo olvidado, como tampoco creo que hayas olvidado
el “remedio” ¿Verdad?
Elvira la
escucha pensativa y luego dice: -Cierto, yo también era terrible ¿te acuerdas
cuando la abuela preocupada por mi conducta vino a decirme:
-"Ay
Elvirita, ya pórtate bien; obedece a tu madre, la haces sufrir con tu
actitud" ¡Tener una madre es una
bendición! Y yo, le contesté con burla:
-Ay abuela,
pues… ¿No que los hijos son
una bendición?
-La abuela
me atinó un coscorrón gritando: - ¡Quien haya dicho semejante patraña,
seguramente ¡Nunca! Tuvo uno con quien
lidiar!
Alma y su
hija ríen y se abrazan; minutos más tarde Elvira regresa a casa más tranquila.
Al llegar tal como Marisela lo calculó, se enfurece cuando ve el caos que la
chica provocó a propósito antes de salir, se queda quieta un momento pensando
por donde comenzar a ordenar la habitación
pero, al cabo de meditarlo un rato
decide no hacerlo.
Los días
siguientes, Elvira cambia gradualmente;
deja de ocuparse de despertar a Marisela para que llegue a tiempo a la
Preparatoria, también deja de asear su habitación, de lavar su ropa y no le
importa más si su hija deja el desayuno en la mesa o si no le gusta la comida
que ella prepara. Por su parte, Marisela
comienza a resentir la nueva actitud de
su mamá, está desconcertada y no sabe que pensar, ya no es la misma, siente
que ella ya no le importa o no la soporta; llegó al punto de haberla dejado
viajar en colectivo a la escuela, solo porque azotó la puerta una mañana. Los
días transcurren con tensión y largos silencios, Marisela ya no se empeña en
hacer berrinches y Elvira la trata cariñosa y amablemente, pero dando prioridad a los asuntos de la casa
y de sí misma.
Una tarde
Elvira espera a Marisela a la salida de la prepa, ésta sale acompañada de una
chica y le dice con voz dulce:
-Hola
mami, ella es Betty mi mejor amiga
¿Podemos invitarla a comer? ¡Por favor, mami! ¿Sí?
Elvira no
desea ser descortés y lo permite, piensa que si complace a su hija se logre un
acercamiento entre ellas. A partir de ese día las chicas se hacen inseparables,
Betty se queda muy a menudo a comer y
realizar tareas hasta muy tarde, hacen todo
juntas y el carácter de Marisela se
dulcifica. Para Elvira, aunque el cambio
de su hija le agrada, tiene el
presentimiento de que la fresca ingenuidad que Betty aparenta, es una actuación
a la que la chica está habituada. En
poco tiempo sus temores toman forma; un tarde Marisela sale muy angustiada de
la prepa y le cuenta que el padre de Betty se ha quedado sin trabajo, que están
a punto de perder casa, ahorros, de perderlo todo y que si eso sucede tendrán
que mudarse a otra ciudad. Elvira trata de tranquilizarla diciéndole que
seguramente los padres de Betty encontrarán una solución.
-Dios nunca abandona hija, vamos a unir
nuestras oraciones para que Él los ayude –dijo a su hija.
-Mami, yo
no quiero que se vayan, por favor
¡Ayúdalos! ¡Tú puedes! Escuché a la mamá de Betty pedir un préstamo y dijo que
podrán devolverlo en cuanto vendan un terreno que tienen. Entonces tu podrías ayudarlos mamá ¡Por favor, por favor!
-Pero hija
yo no tengo la forma de hacerles un préstamo; supongo será una cantidad
importante por lo que mencionas. Créeme que si tuviera la posibilidad lo haría,
pero tú sabes que no vivimos en la abundancia, comprende por favor.
-Madre sé
que tienes ahorrado mucho dinero, Betty y yo encontramos accidentalmente uno de tus estados bancarios y creemos que
podrías prestar lo que ellos necesitan. -Elvira está a punto de la exasperación
pero logra controlarse, no quiere
cometer un error y dice:
-A ver
Marisela; en primer lugar no veo ¿Cómo? “accidentalmente” Betty ha podido tener
acceso a mis documentos personales; en segundo lugar y aunque no tengo por qué
darte una explicación, te recuerdo que el ahorro al que te refieres es para
pagar tus estudios hasta que concluyas una carrera universitaria y en tercer…
-¡Sí, sí,
sí! ¡Mamá sí, yo lo sé! y eso le
expliqué a Betty pero como te digo, sólo
sería una parte de tus ahorros y en máximo tres meses te los regresan incluso
con intereses. No pierdes un solo peso
será como una inversión.
-Marisela
¿Te estás escuchando? no estás razonando hija, no puedo arriesgar lo que he
ahorrado con tanto sacrificio, porque es para ti, para tu educación, para
asegurarte un futuro.
-¡Ay madre
por favor! ¡Qué más te da! Tú puedes ayudar y yo quiero ayudar a Betty, ella es
mi mejor y única amiga; además si dices que ese dinero es para mí, yo, también tengo derecho a opinar ¿No? ¡Ayúdales! ¡Por favor, mami por favor! –suplica rompiendo a llorar.
Elvira, siente deseos de sacudirla con fuerza para
hacerla comprender que Betty y su familia, lo más probable es que planean
timarlas y seguramente no tendrán posibilidad o intenciones de devolver el
préstamo que se les hiciera; sin embargo,
siente un gran peso en su corazón al escucharla; nunca la había visto sufriendo como ahora,
jamás había suplicado por nada; esa hija suya, que solo tenía que desear
cualquier cosa y ella adivinaba sus pensamientos para complacerla, estaba hoy
ahí arrodillada, rogando, suplicando, exigiendo, desesperada, inconsolable.
Entonces decidió jugarse "el todo por el todo" y haciendo acopio de
paciencia, dijo con aplomo:
-¡Deja de
llorar! Necesito que te calmes, me
escuches y sobretodo que pienses detenidamente; voy a proponerte algo y tendrás
que decidir, de ti va a depender todo, si tú crees que estás lista para asumir las
consecuencias de decisiones tan importantes, éste, es el momento ¿De qué cantidad estamos
hablando?
-Doscientos
mil pesos. –Contestó sin pudor la chica,
Elvira sintió que iba a desplomarse.
-¿Estás
consciente de que me pides casi la mitad del ahorro para tus estudios futuros? ¿Y que lo más seguro es
que nunca, recuperemos ese dinero? ¡En el fondo hija, tú lo sabes bien!
-¡Claro
que no mamá! Ya te dije que van a
devolverlo, te lo prometo ¡Lo juro! ¡Por
lo que más quieras!
-¿Sabes
hija? Te equivocas, pero no puedes verlo y la única forma que tengo de
mostrártelo es dejando que te equivoques. El trato es el siguiente, yo presto
el dinero a los padres de tu amiga y tú a cambio, te comprometes a elevar tus
calificaciones y ganar la beca que ofrece tu escuela cada año. Lo cumplirás y
mantendrás la beca hasta terminar la preparatoria; devuelva o no el préstamo la familia de Betty ¿Aceptas?
-¡Sí, mami
lo que quieras! ¡Lo juro! –Gritó
Marisela abrazando y llenando de besos a
su madre - ¡Gracias mamita linda,
gracias, conseguiré la beca ya verás! ¡Gracias! -dijo mientras escribía un mensaje en su celular con la “buena nueva”.
Los meses
corrieron para darle la razón a Elvira; Marisela concluye la preparatoria, sus notas son insuperables y está muy
contenta festejando con compañeros y amigos en casa; la reunión resulta muy
agradable, todos se divierten mucho y antes de medianoche los jóvenes comienzan
a retirarse, excepto Rita y Silvia las
mejores amigas de Marisela que se quedan a dormir y ayudan a poner en orden la
casa tras la reunión. Cerca de la una de la madrugada se retiran a la
habitación de Marisela donde siguen
conversando.
Elvira, agradece a Dios porque su hija ha terminado una etapa importante de
estudios; ahora planea ahorrar más para apoyarla, tal vez ella quiera continuar
estudiando en otra ciudad y ¿Por qué no? hasta en otro país. Esa noche fantasea
con la fiesta de titulación de Marisela, obtendrá licenciatura, maestría y tal vez hasta un doctorado y... de pronto,
la charla de las chicas la sustrae de sus sueños… escucha a su hija diciendo:
-El primer
año de prepa me "volé" no sé qué me pasó, me porté horrible con mi mamá no la soportaba, me puse super grosera; luego creo que la
harté y ella cambió de repente mucho conmigo,
me desesperaba que no dijera nunca nada, hasta creí que ya no le
importaba. Luego llegó Betty con sus "broncas existenciales" y aunque
no lo crean, gracias a la “regada” que
di con mi mamá por ayudar a Betty y lo "cool" que mi má se
portó… ¡Ya ven! Hasta beca conseguí. Ella a veces es medio
terca conmigo y nos peleamos, pero casi siempre es “buena onda”.
Entonces
Rita comenta:
-Mi mamá y
yo también peleábamos mucho antes, la verdad que yo me “pasaba grueso de la
raya” y "la neta" que ella sí llegó a darme un par de “chingazos”
luego un día que la “super saqué de
onda” se puso bien “punk” y eso ya como que me dio “un buen” de miedo y ya
trato de no "torearla" ni hacerla “engorilar” tanto.
-Pues mi
má a mí ni al caso ¿eh? nada que ver, se hace lo que ella dice y punto y si no…
me castiga "cañón" no hay permisos, no ropa nueva, no mesada, ni
siquiera puedo oír música ni ver tele y la tablet ¡cero! y lo peor, no puedo hablar por teléfono y me bloquea el
celular. -Les confió Silvia.
-¡No
manches wey! ¿Qué onda con tu “Jefa”? -protestó
Rita.
-¡Sí, qué intensa tu mamá! - agregó Marisela
arqueando las cejas.
Guardaron
silencio un momento y luego dijo Rita:
-Tienes mucha suerte Marisela, tu mamá es la
más normalita ¿No? -entonces comenzaron
a reírse a grandes carcajadas.
Elvira
gratamente sorprendida, se dirige satisfecha
a su habitación. Luego de unos minutos
el rumor de las voces y las risas,
se ha diluido en el amable silencio de la casa; Elvira, Marisela y sus
amigas, arrulladas con sus más gratos recuerdos se han quedado profundamente
dormidas ¿Sus sueños? Comenzarán de nuevo a partir de mañana.
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