Graciela Martel Arroyo
¿Qué cómo nací? Realmente no lo sé, de lo único que tengo
certeza es de que llevo muchos años aquí ¡En el mismo lugar de siempre! Mi
cabeza está hecha con un costal de yute, me pintaron los ojos de color rojo y la nariz de negro. En mi boca existen
vestigios de que en un inicio fue zurcida con estambre café; debido a que aún
tengo rastros de que le cocieron unas
puntadas grandes atravesándola, las cuales semejaban los dientes saliendo de
ella o que clausuraban mis labios para siempre
¡Creo que desde ese instante no
me estaba permitido hablar! Tengo puesto un sombrero de charro, el cual ha sido
amarrado a mi cuello para que jamás se pueda soltar. Mi cabello es de zacate
grueso. Me colocaron en una cruz muy alta, hecha de tronco resistente. Simulando
mi cuerpo tengo puesto un gabán y un pantalón de mezclilla. Por último en las
puntas de lo que son mis extremidades sujetaron rastrojo para aparentar mis
dedos.
Me he deteriorado por mi estancia en este lugar, lo cual se
refleja en la cara debido a que se encuentra marchita, llena de grietas profundas
y dolorosas; mi semblante triste solamente inspira sentimientos de compasión y
también el cuerpo se ha decolorado. Recuerdo, que han existido momentos en los
que he llegado a creer que mi futuro es quedar en el olvido. Lo único que me
reconforta es recibir a diario la visita de la luna y las estrellas, las cuales
siempre me iluminan con su belleza.
Debido a que las huellas que han ocasionado en mí ser son
irreparables, esos astros compadecidos de mi situación, al sentirse responsables,
se han confabulado en contra del sol, diciéndole que sus rayos son tan
penetrantes que es el principal culpable. Le han argumentado que me siento
reseco y tieso ¡Y que hasta la ropa que
llevo puesta ha perdido su hermoso color! Llegando al grado de convencerlo, de
que me otorgue un don en recompensa por su acción. De tal forma que la naturaleza decidió premiarme por el sufrimiento vivido.
Entonces… algo inusitado sucedió ¡Transformando mi existencia
eternamente!, un día ellas por encargo del rey de los astros alumbraron el
firmamento de manera esplendorosa ¡Tocando rimbombantemente con sus destellos
mis ojos! Los cuales cobraron vida, porque actualmente ¡Sí veo! ¡Veo lo que
sucede a mí alrededor! Ahora cada vez que amanece ¡Los rayos solares se fijan
en mis ojos dejándome por instantes ciego!, pero cuando mi vista se adapta a la
luz, puedo observar a los animales, las plantas y a las personas que habitan la
población. Él me da calor en el día y por la tarde cuando ha decidido irse a
dormir se despide ¡Tan esplendorosamente como lo ha hecho al salir! Tiñendo de
colores las nubes, los paisajes, los ríos y los montes; como si quisiera
hacerme sentir ¡Que debo brindarle pleitesía!
A ratos el aire se encarga de refrescarme de tanto calor, al
penetrar entre mis ropas ¡Eso me hace
sentir mejor! Pero a veces se enoja y se agita con tal furia que provoca que
gire mi cabeza ¡Cual si fuera un balón! Y mis manos y piernas se mueven al
mismo son, por tal motivo el rastrojo se cae al grado de estar a punto de
quedarme sin ellas. En otras ocasiones trae consigo tierra, la cual se me pega
a la ropa y la pone tiesa, tiesa… la
tierra se deposita en mis ojos impidiéndome
ver ¡Quisiera poder moverme para limpiar mi vista!, tiempo en el cual invoco al
agua para que venga en mi ayuda, pero… ¡Sé perfectamente que va a presentarse
solamente cuando ella lo decida!
El agua ha intercedido también a mi favor, convenciendo a la
tierra de que me dote de otro don; argumentando que ella es la culpable de que
se nuble mi visión. Por ese motivo me ha
dicho ¡Te voy a dar una gran fortuna!
-
¡A
partir de hoy podrás sentir! ¡Sí! Tendrás la posibilidad de percibir cuando el
agua de bañe y limpie tu vista.
Desde ese instante… ¡Mis dones me han permitido convivir más
cerca con la tierra, el agua, el aire, el sol, la luna y las estrellas! De
ellos conozco muchos secretos, porque me la paso prestando atención de su
comportamiento. En las veinticuatro horas que tiene el día observo desde el
instante que se asoman hasta cuando se duermen ¡Sé si se encuentran irradiando
su belleza o su nostalgia! He experimentado sus estados de humor ¡Hasta han
arremetido en contra mía!, cuando se molestan. A veces… ¡Me seducen con su
belleza y otras ocasiones me da miedo su fortaleza! Algunos no descansan
¡Porque todo el día se la pasan dando lata!
Estoy agradecido, porque gracias a sus ocurrencias ¡Puedo disfrutar
cuando el aire toca mi faz al hacerme girar mi cabeza! Por su gentileza puedo
voltear ver a los cuatro puntos cardinales y aprender que cada época del año
tiene panoramas diferentes.
Si es primavera la naturaleza
renace porque reverdecen los árboles, plantas y prados. Veo los insectos
revolotear alegremente, los animales comer en forma abundante y a todo ser
viviente enamorarse ¡Todo parece más alegre!
Si me encuentro en el verano
aumenta el calor y entonces es cuando la lluvia cae. La naturaleza me advierte
de la humedad que trae el aire; haciéndome sentir bochorno por el vapor. Mis ropas se ponen húmedas momento en el que
deseo que llueva para que refresque. Y cuando comienza a llover me da gusto sentir
como el agua penetra por mí ser. Al otro
día mi cuerpo mojado vaporiza por todos lados, así duro por algunos meses
mojándome y secándome a cada rato. Cuando ha cesado de llover y mi cuerpo se ha secado
por completo, entonces mis ropas se
encuentran limpias y agradezco a la naturaleza por la temporada transcurrida.
En el otoño observo con tristeza como caen las hojas de los
árboles, la tierra se tapiza con ellas y
el clima se hace más templado. Veo como algunos animales se preparan para el
invierno acarreando alimentos con rumbo a su guarida. Los días y las noches
tienen la misma duración.
Y por último viene el invierno, época donde cada quién busca cobijo contra el frío, dejando de ver a algunos animales merodear constantemente. Es una época de nostalgia ya que observo desde lejos como las familias se abrazan y besan ¡Pero a mí nadie me cobija o protege contra el mal tiempo! Y paso las noches más largas de todo el año ¡Aquí en mi espacio, amarrado, cuidando el terreno!, aunque no haya sembradío.
Han pasado varios años para que el aire se conduela de mí, él
no ha requerido que nadie interceda a mi favor… Solamente se ha posado en mis
oídos susurrándome suavemente un silbido ¡Que me ha hecho oír por primera vez
en mi existencia la música que existe en la naturaleza!
Por mis ojos, oídos y sentido han desfilado diferentes
pasajes de vida; unos alegres, otros
divertidos, amorosos, dolientes e inmensurables ¡Por ello no reniego de que me
hayan colocado aquí!, en un sitio tan alto y lejano del pueblo; pero quisiera
poder moverme. He invocado a la luna y a las estrellas las cuales leen todos
mis pensamientos y les he pedido me conceda el poder moverme, ellas me
contestaron:
-
Lo
siento amigo eso no es posible, si nosotras te damos movimiento perderías tú
esencia ¡Dejarías de ser el espantapájaros más querido! Puesto que al poder
moverte ¡Te irías para siempre del sembradío!
-
Pero
no te sientas triste porque muy pronto tendrás un nuevo amigo, el cual te
dará un don que aún no se te ha
permitido.
Hoy la arboleda de los montes cercanos ¡Es impresionantemente
bella, bella…! Recuerdo que cuando empecé
a ver, a escuchar y a sentir, me
daba miedo cuando de repente salía detrás de la montaña la bandada de pájaros
que con su vuelo obscurecían el cielo, interrumpiendo
la paz con ese graznido estruendoso “rrok-rrok” entonces…
ponía mi cuerpo aún más rígido ¡Para asustarlos con mi semblante, para que pasaran
volando sin hacer destrozos en los terrenos! Cuando sobrevolaban por encima de
mi sombrero presentía que iba a sucederme algo desagradable, porque… me lanzaban
evacuaciones en protesta; por no haberlos dejado bajar a consumir su alimento. De
esa manera demostraban su molestia.
Con el viento que producían con su aleteo, rotaba mi cabeza, de tal forma que parecía ¡Que los siguiera con
mi meneo para cerciorarme de que se fueran muy lejos! Sin embargo… ¡Un día pude
ver que uno de esos pájaros se arrepentía!, pues giró su revoloteo en dirección
mía. Por primera vez sentí la presencia de una de esas aves, era completamente
negro, sus ojos se movían constantemente tratando de indagar en todo momento,
su pico era grande y duro, sus patas fuertes y con crecidas uñas y su plumaje
tan terso hacía que su color negro tuviera destellos azules. Revoloteó cerca de
mi cara retándome en cada meneo, crascitándome al oído “rrok-rrok” y
picoteándome. Y yo continuaba amarrado, ¡Sin poderle hacer nada! Eso sirvió
para que tomará confianza al darse cuenta que yo no le podía hacer daño.
Durante una semana el pájaro hizo lo mismo, hasta que un día
se posó en mi sombrero y bajó su cabeza asomándose en la mía, nuestros ojos
estaban tan cerca que por unos segundos a ambos nos dio recelo, pero después de
un rato nos acostumbramos a vernos. A
partir de ese día me acompañaba un rato, distrayéndose de su vuelo. Su graznido
ya no es tan tosco, ni me provoca desasosiego ¡Hasta he llegado a sentirme triste
por no escucharlo más tiempo!
Él era inteligente y comenzó a emitir otros sonidos con los cuales ambos quedamos
más contentos, era un “toc, toc” acompañado de un aventón que con su pata me
daba para que girara mi cabeza en son de consentimiento, “toc, toc” me decía al oído. Después ponía
sus ojos negros cerca de los míos, como si quisiera saber qué le respondía, en
esos instantes… ¡Que inútil me sentía! de no poder hablar con él. Lo vi
caminando a mis pies, dando vueltas intensamente, dirigiendo su mirada a mi
rostro, una y otra vez. De repente voló a mi cabeza y con su pico comenzó a
picotear los amarres que tenía en mi boca, en forma alternada picoteaba y
volteaba a ver mi rostro, como si quisiera deducir con su mirada si yo estaba
de acuerdo. Al quitarme los últimos amarres me miró fijamente a los ojos y subió lentamente a decirme con su “toc, toc”:
- ¡Hola mi amigo! Por fin voy a poder escuchar tus palabras.
A partir de ese día se ha convertido en mi compañía. Él me
permitió hablar y por ello toda la vida estaré agradecido. Hemos hecho un trato
¡Pueden comer él y sus amigos! Todo lo que quieran siempre y cuando ya se haya
caído. No quiero darle motivos al dueño de que piense que ya no sirvo ¡Sé
perfectamente que si llegase a suceder eso me destruirá! Por ese motivo… ambos
lo engañamos, para que se encuentre contento conmigo.
Cuando presiente que algo desconocido se acerca emite gritos
de alarma y agita sus alas haciendo que los animales salgan despavoridos. El
dueño se presenta en el sembradío y al ver todo en orden me grita ¡Qué buen
trabajo has hecho! Cuando él se retira, el cuervo regresa a posarse en mis hombros, me
susurra al oído “toc, toc”, “rrok, rrok” y se sienta a escuchar detenidamente
las historias de amor que he visto en los sembradíos…
Precioso, no existe otro adjetivo para este relato. Le felicito compañera. Excelente trabajo.
ResponderEliminarGracias por tus hermosas palabras, llegan en un momento adecuado.
ResponderEliminarLA FELICITO PROFESORA, MUY BUEN RELATO, ES INCREÍBLE COMO LA IMAGINACIÓN HA VIAJADO.
ResponderEliminarfelicidades maestra soy Yahir de la escuela.
ResponderEliminarQue bueno esta maestra Soy IAN de la Escuela
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