lunes, 29 de mayo de 2023

El Caudillo

Antonio Sardina Cecine


Me llamó mi hermano para decirme que Baie había muerto. Lo velarán en Gayoso de la colonia Del Valle. La verdad es que ya lo esperábamos. Estaba muy enfermo y solo era cuestión de que sucediera.

Baie era el esposo de la hermana de mi madre, le decíamos así tanto sus hijos como nosotros sus sobrinos, e inclusive, muchos conocidos y vecinos. Baie quiere decir «mi papá» en árabe.

Soy el mayor de cuatro hermanos y para nosotros, Baie fue un segundo padre (a veces el primero). Mi madre y su hermana fueron muy unidas y las dos familias siempre convivimos como una sola. Su casa era mi casa y a mis cuatro primos, aunque mayores, los considero mis hermanos.

Se llamaba Assaf y nació en el Líbano, en un pueblo cerca de Beirut. Llegó a México invitado por sus tíos para forjarse un futuro aquí, como la mayoría de los inmigrantes, sobre todo libaneses y españoles, que poblaban el centro de la ciudad de México y muchos estados del país.

Todos mis recuerdos de Baie son los de un hombre tranquilo, risueño y buena persona. En muy pocas ocasiones lo vi discutir y no recuerdo una sola vez que perdiera el control. Conmigo era especialmente cariñoso. De niño jugaba a darme volantines y siempre tenía en su bolsa dulces de mantequilla y de café, los cuales repartía tanto a niños como a adultos. Recuerdo especialmente cómo le quitaba la cáscara a las manzanas y naranjas, manejando diestramente un cuchillo formando una serpentina.

Llegué al velorio, con tristeza les di el pésame a mi tía y primos, nos abrazamos. Al terminar, discretamente me senté en un sillón grande al fondo de la sala. Me distraje escuchando las conversaciones alrededor, mayormente en árabe, idioma que no entendía, aunque Baie intentó siempre enseñarme a hablarlo y escribirlo. Nunca le dediqué el tiempo necesario.     

Se sentó junto a mí el tío Tufik, (en la comunidad libanesa se le dice tío a cualquier persona mayor, no importando el parentesco) a quien siempre había ubicado como el mejor amigo de Baie, considerado parte de la familia.

Que tristeza me dijo—, siento que mi corazón se desmorona.

Comentario que sonaría sin duda mejor en árabe, ya que es una lengua más apasionada y teatral que el español. Aunque, decía mi madre, los árabes estuvieron ochocientos años en España y los españoles quinientos años en México, o sea que somos lo mismo, apasionados y teatrales.

 Lo siguiente que dijo despertó mi interés de manera súbita:

 Que pena que no viniera nadie del partido, después de todo lo que hizo por ellos y el Caudillo.

«El Caudillo», ese nombre me vibró inmediatamente como parte de la vida de mi tío, recordé de pronto como en muchas ocasiones, en su casa se realizaban reuniones en la sala, siempre entre hombres, hablando en árabe, a las que mi tía nos prohibía acercarnos excepto para llevar bebidas o bocadillos a los participantes. Es una junta del partidodecía mi tía. Y al pedirle que me explicara qué significaba, me decía que era una organización muy importante de la que Baie era el presidente. Siempre me pareció que algo tendría que ver con el Club Libanés al cual pertenecía toda la familia, pero en realidad nunca me quedó claro a qué se refería.

Ahora al mencionar Tufik a el Caudillo, quise aprovechar la oportunidad y le pedí que, como homenaje a mi tío, me contara su historia con el partido y a quién se refería con ese nombre o adjetivo.

Secó sus ojos con un pañuelo y tomando una de las tazas de café turco que nos repartían durante el velorio, sonrió y me dijo:

Claro hijo, si alguien conoce esa historia soy yo, y debo decirte que me enorgullezco de haber participado con él en esa maravillosa aventura.

»Cuando vivíamos en el Líbano, el país como siempre era un polvorín. Los libaneses no nos consideramos árabes, sino fenicios, lo que nos confiere una genética y cultura diferentes, más cosmopolitas. El Líbano es un pequeño país rodeado por el mundo árabe, influido y dominado principalmente por Siria, y aunque hasta los años cincuenta no existía el estado de Israel, siempre consideramos al pueblo judío como invasores y enemigos.

Tomando un dulce de piñón de la mesa frente a nosotros continuó:

»En ese tiempo se formó y creció el Partido Nacionalista Sirio, el cual abogaba por la unión de todo el mundo árabe en lo que llamábamos la «Gran Siria», y sin duda influido por las teorías fascistas que florecían en Alemania, Italia y otros países, este movimiento lo comandaba un líder carismático, vehemente y populista a quien se conoció como «el Caudillo».

Nunca me dijo el nombre del personaje ni se lo pedí, me conformaba con este atractivo y estridente título. Recuerdo también el símbolo del partido, ya que Baie siempre traía un pin en la solapa de los trajes que todos los días usaba: Un suástica estilizado, con las aristas redondeadas, en un círculo ribeteado en negro.

Noté que también él tenía un pin igual. Ajeno a mis pensamientos continuó:

»Desde que conoció Assaf a el Caudillo, quedó impactado por su personalidad, su profunda convicción y la seguridad que era el tiempo de la revolución del mundo árabe, para ser la potencia mundial que alguna vez había sido y que estaba destinada a ser hasta el fin de los tiempos.

»Destino que había sido truncado por sus enemigos, el principal de estos los judíos, repartidos por el mundo en la diáspora, desde donde se habían hecho del poder económico y político de muchos países, con el fin de sojuzgar desde esos cotos al mundo y principalmente a los árabes. Es por eso por lo que era importante unirse en la «Gran Siria», la cual debía renacer gracias al nuevo partido.

»Assaf se enfrascó en reclutar seguidores del partido, desde luego empezando por mí y lo hizo con gran éxito, gracias a la educación que tenía, ya que era un hombre culto con carrera de profesor. Cuando fue evidente su liderazgo, llamó la atención de el Caudillo y lo invitó a sumarse a su equipo más cercano.

»Fue en ese tiempo que recibió la invitación de irse a México a trabajar con sus tíos y al comunicárselo al Caudillo, en lugar de pedirle que la rechazara, le adjudicó la misión de llevar el mensaje del partido a América, destino de una gran mayoría de inmigrantes árabes.

»Assaf llegó a México inflamado del espíritu del partido y con el orgullo de cumplir con la misión encomendada por el Caudillo. Sus tíos empezaban a progresar económicamente y lo colocaron en una fábrica de camisas, donde en realidad no destacó, ya que la mayoría del tiempo lo dedicaba a promover la idea de la «Gran Siria» con sus coterráneos. Esto molestaba a la familia, ya que además de no comulgar con sus ideas, la mayor parte de sus negocios los realizaban con la también extensa y progresista comunidad judía del país, gracias a lo cual lograron gran éxito comercial e inclusive fundaron un banco que principalmente manejaba cuentas de las dos etnias.

»A esto se agregó que, en contra de las creencias de la familia, que profesaba la religión ortodoxa, Assaf se enamoró de tu tía, católica maronita que venía también del Líbano.

»Su matrimonio ocasionó que se le aislara de los negocios y de la convivencia familiar, pero no afectó al gran amor que se profesaban tus tíos, prosperando sobre todo gracias a que tu tía era extremadamente hábil en los negocios, y por su lado, Assaf ganó prestigio y respeto con la parte de la comunidad que comulgaba con las ideas dell Caudillo y lo reconocía como su representante.

Tufik hizo una pausa para servirse un plato de bocadillos libaneses (kepe, tabule y hummus) abundantes como siempre en los velorios libaneses y sin dejar de comer continuó su relato.

»Cuando tu tía esperaba su cuarto hijo, Assaf recibió un mensaje directo del Caudillo, pidiéndole regresar a el Líbano, pues se avecinaba un acontecimiento clave para los intereses del partido y se requería su presencia.

»Me pidió acompañarlo y partimos inmediatamente con dos objetivos, cumplir con lo que pedía el partido por una parte y una vez instalados nuevamente en nuestra patria, mandar por las familias para vivir nuevamente en el Líbano, la Suiza del Medio Oriente.

Se notaba en los ojos a Tufik la nostalgia cuando recordaba su patria.

»Al llegar lo recibieron cálidamente y en una reunión con el Caudillo, le comunicaron que las condiciones eran propicias para dar un golpe de estado y hacernos con el poder en el Líbano, en premio a su militancia, Assaf comandaría una cuadrilla de revolucionarios fieles, con la misión de apoderarse del cuartel cercano al palacio nacional.

»Orgulloso tomó el cometido con optimismo y seriedad, aunque no tenía idea de la situación actual del país, ni política ni militarmente, pero confiando absolutamente en la visión de el Caudillo. Le fueron asignados los combatientes y entregadas las armas ese mismo día, comunicándole la decisión de dar el golpe al día siguiente. Al revisar las armas se dio cuenta que en la caja del parque estaban revueltas las balas de distintos calibres, lo que era una clara muestra de la mala organización del golpe. Pero tu tío sin amilanarse repartió los fusiles, pistolas y granadas, encargando a los combatientes tomar de la caja las que consideraran las balas adecuadas.

»Esa misma noche nos dirigimos de acuerdo a las ordenes a cortar la luz del cuartel. No bien nos acercamos a la toma eléctrica, fuímos inmediatamente sorprendidos por las fuerzas nacionales, que al parecer nos estaban esperando. Sin piedad dispararon a los pocos que se resistieron y apresaron a los restantes. No llevábamos ni tres días en el país cuando fuimos conducidos a la prisión militar, en el golpe de estado peor planeado de la historia.

Por pláticas con mi madre, yo sabía que en ese tiempo mi tía recibió las noticias del frustrado golpe dando a luz a su cuarto hijo, sin saber si su esposo estaba vivo o muerto.  Acompañada solo por mi abuela, mi madre y mis tres primos y agobiada con la ruptura del sueño familiar de viajar a El Bled a reunirse con Baie, angustiada sin saber de donde obtener fuerzas y recursos para sacar adelante a sus hijos.

Tufik continuó su relato:

»Al llegar a la cárcel del cuartel los sobrevivientes del fallido golpe, la suerte de cada uno de nosotros se decidió en una partida de Taule (juego de mesa que con alguna variación se conoce como backgammon) entre el comandante del cuartel y el jefe de la prisión. Si ganaba el comandante, el prisionero era fusilado y si el jefe vencía entraba a la prisión. Tanto Assaf como yo fuimos bendecidos por la suerte y el buen juego del jefe. Muchos otros no.

»Después de unos meses en prisión, sucedió otro evento que definiría la historia de tu tío y en buena parte la mía, nuevamente gracias al jefe de la prisión. Este se había enterado por los guardias de que, en la celda de los rebeldes, el que al parecer era su líder, había sido profesor de matemáticas. Assaf se había ganado el respeto de prisioneros y guardias por manifestar un carácter tranquilo y pacifico, además de que el hecho de haber sido nombrado comandante por el Caudillo le confería autoridad. Dado que el hijo del jefe tenía serios problemas en la escuela precisamente en esa materia, acordó con él que le permitiría ir tres veces a la semana a su oficina a darle clases a su hijo.

»Esto propició que naciera poco a poco una gran amistad entre Assaf y el jefe, logrando que se fuera dando el libre tránsito del prisionero por el cuartel y la mejoría de las condiciones de su celda, donde estábamos sus compañeros de aventura.

»Con ello también tuvo acceso Assaf a información importante, ya que no solo daba clases al hijo del jefe, sino que se convirtió de hecho en su consejero. Fue así como se enteró que la razón del fracaso del golpe había sido directamente la traición de el Caudillo, quien, al ser descubierto por un espía infiltrado en el partido, a cambio de su libertad informó donde y cuando serían las acciones planeadas para el ataque, culpando a Assaf de ser el creador del plan.

»Al conocer esta información, se rompió el corazón de Assaf, pero no su fe en la idea central del partido: la unión del mundo árabe en la «Gran Siria», así que si bien renunció a la idea de una revolución armada, siguió alentando en su interior lograr este objetivo, de ser posible por el camino de la política, siendo fiel al partido. 

»Salimos de la cárcel después de dos años, gracias a un indulto directo del primer ministro al desintegrarse por completo la insurgencia y con la intención de retornar a la calma y el progreso del país.

»Al darnos cuenta, después de varios intentos fallidos, de la imposibilidad de generarnos un futuro en el Líbano para traer a la familia, decidimos regresar a México, para lo que, gracias a algunos militantes generosos del partido, conseguimos pasajes en tercera clase de un barco que salió del puerto de Trípoli y un pasaje de avión en Barcelona.

»Lo que siguió en México tu lo sabrás mejor que yo, ya que tal vez por la desilusión o simplemente los rumbos de la vida, dejé de ver a tu tío varios años, y solo esporádicamente, asistí a las juntas del partido que seguía organizando en su casa y que acabaron siendo solo unas tristes reuniones de unos pocos viejos libaneses resentidos.

De acuerdo con historias que me contó mi madre y las que yo mismo presencié, después de múltiples intentos fallidos de negocios, principalmente relacionados a importaciones de productos difíciles de conseguir en México, legalmente a veces y otras no tanto, Baie se hizo cargo de un hotel comprado por su cuñado en Acapulco, donde vivió tranquilo. Yo lo visité muchas veces y recuerdo siempre un aire taciturno, que, ahora entiendo, era por la profunda tristeza de haber truncado su misión, la «Gran Siria». 

Pero tío Tufik pregunté—, ¿qué pasó con el Caudillo?

Frunció las cejas, suspiró y con mirada baja respondió:

Para nuestra sorpresa, en el barco que tomamos en Trípoli viajaba también el Caudillo, desde luego que en primera clase. Assaf desde que se enteró decidió que tenía que verlo a los ojos para echarle en cara su traición, así que, gracias a su natural don de gentes, pudo colarse un día al caer la tarde en la primera clase. Yo vigilaba desde la puerta de acceso de la tripulación y los vi hablando en la barandilla de la cubierta por más de una hora hasta que cayó la noche, perdiéndolos de vista. Después de un tiempo regresó Assaf y al preguntarle qué había sucedido, solo me miró a los ojos y guardo silencio, nunca más me habló de esa conversación.

»Al día siguiente llegamos a Barcelona donde nosotros viajaríamos en un avión a México. Al bajar del barco me llegó un rumor entre marineros y personas conocidas en el viaje, acerca de un pasajero que no apareció esta mañana y se especulaba que tal vez había caído al mar en la noche. Se lo comenté a Assaf, pero no tuvo ninguna reacción.

El tío Tufik se despidió de mí con un beso en la mejilla y lo vi salir después de despedirse de mi tía, con paso taciturno y cansado, dejando sus memorias junto al féretro de su querido amigo.

Sentado en este sillón, el pensamiento me lleva a algunos caudillos como Francisco Franco en España y aquellos de este México surrealista e intenso; caudillos de la conquista, de la independencia, de la revolución: Cuauhtémoc, Morelos, Zapata, Villa y tantos más. Todos traicionando, todos al final traicionados.

Al final como decía mi mamá... somos lo mismo.    

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