jueves, 6 de junio de 2019

Crimen en Islandia

Armando Janssen



«Esta madrugada, el cadáver de una joven fue encontrado en la playa».

Esta noticia salió en todos los titulares de diarios, noticieros y radios de la capital, revolucionando por completo a los tranquilos habitantes de Islandia.

Para esta apacible isla del Atlántico Norte, con una tasa de criminalidad muy baja, escenario de famosas sagas medievales plagadas de asesinatos y castigos bárbaros, con una policía que patrulla sin armas y una población de 330 000 habitantes, un asesinato de estas características, conmociona al país entero.

Ampliaremos en el noticiero del mediodía.

Por esa época yo trabajaba en el juzgado, y era un abogadito recién recibido, imbuido de mi propia importancia. 


Lamentaba profundamente que mis ingresos todavía no me permitieran acceder a la compra de un auto, lo que me ahorraría caminar todas esas cuadras hasta la parada de bus, vivía en los suburbios de la ciudad.


Ella subió en la parada de la Facultad de Medicina. Flaca, alta, con el cabello pelirrojo tapándole media cara y un montón de libros en las manos de huesudos y largos dedos. Manos de artista, diría mi abuela; «Manos de cirujana», pensé yo.

Se sentó a mi lado, arremangándose el guardapolvo blanco que llevaba abierto y flotante, como alas, sobre los vaqueros, y una camisa a cuadritos, muy poco femenina.

Casi sin querer eché un vistazo a los libros que se puso sobre la falda. El título y el nombre del autor me saltaron a la cara, y no pude evitar el respingo: La muerte del Comendador, libro dos, de Haruki Murakami. Yo estaba leyendo el libro uno. Alcé la vista y me encontré con sus ojos, grandes y pardos, como los de un cachorro, que habían sorprendido mi mirada y me la devolvían, divertidos.
                                 
Cerrando su libro, observé cómo sonreía con cara de satisfacción. Miró el mío y me dijo cuchicheando: «No te preocupes, no te voy a contar el final». Su voz era cálida y gruesa.

Tal vez debería haberme callado, quizás hubiera sido mejor mirar para otro lado, o cambiarme de asiento, pero esos ojos lo enganchaban a uno, y me di cuenta de que quería seguir mirándolos.

¿No es casualidad?,pregunté y ella me sonrió con una boca ancha y generosa, en un relámpago de dientes blancos inmaculados que reflejaban toda su luz.


¿Murakami o que tú estés leyendo la primera parte y yo la segunda? Lara —Me indicó sin dejar, ni de mirarme, ni de sonreírme un instante.


—¿Lara? —repetí, sin entender.

—Lara, es mi nombre dijo sonriendo.  


Bjorn me las arreglé para responder, sin tartamudear.


En la próxima me bajo me dijo de pronto. Se bajó igual que como había subido, un remolino de pelo suelto y piernas largas, apoderándose del pasillo del bus como una conquistadora.

El cadáver encontrado esta mañana ya fue identificado, corresponde a una joven de diecinueve años, Lara Brjanslatter, cuyo cuerpo se evaporó siete días atrás de las calles de la capital Reykjaviv, el hallazgo de su cuerpo convulsiona a toda Islandia.

Thomas Kjartansson, propietario del bar Beer & Fish, que tras dos días de ausencia de la víctima hizo la denuncia, afirma haberla visto salir de su trabajo poco después de las cuatro de la madrugada, lo cual es confirmado por las cámaras del local.  

«Es un país seguro y este suceso me descoloca totalmente, estoy realmente preocupado,  Lara nunca faltaba, era una chica responsable, tranquila y cumplidora», agregó Thomas.

Su calzado apareció dos días después de su desaparición, en el puerto de Hafnarfjordur, al sur de Reykjavik, cerca del muelle en el que está atracado el pesquero groenlandés, el Polar Fish, y desde entonces había comenzado la búsqueda de Lara. Su teléfono también fue encontrado en los alrededores, donde alguien lo apagó.

Las cámaras públicas confirman la presencia en torno a las 06:30 a.m., cerca del barco, de un auto rojo, un Suzuki Swift, idéntico al vehículo denunciado como robado, visto en las inmediaciones del lugar de Reykjavik, donde Lara fue vista por última vez entre las brumas aurorales.

Dos días después de conocernos, volvió a subir en la misma parada. Me identificó de inmediato, y abriéndose paso entre la gente, fue a pararse a mi lado.

¿Cómo te va, Bjorn? —me saludó,  y yo sonreí, feliz, de que recordara mi nombre.

La tapa colorida similar a la mía, asomaba, insolente, entre sus apuntes. 


¿Cómo va esa segunda parte?la interrogué, esta vez más animado mirándola directamente a sus ojos.


Muy bueno, ya lo terminé. ¿Y el tuyo?

También. ¿Y a dónde vas ahora?,le pregunté.

Voy en camino a devolverlo a la biblioteca de la facultadsi quieres nos bajamos juntos, extiendo la solicitud unos días más y lo lees...

Sería magnífico ¿de verdad harías eso por mí?

Claro que sí.

Pero ahora estoy muy ajustado de tiempo debo llegar al juzgado, soy abogado, ¿qué estudias en la facultad?

Estoy en mi segundo año de enfermería. Pago parte de mis estudios trabajando para la comunidad dos veces a la semana en las mañanas, dando una mano en un comedor comunitario, ya sabes, higiene, alfabetización, esas cosas.

Asentí, imaginándomela leyendo, con esa sonrisa blanca y abierta, y su voz cálida y gruesa.

¿Y qué más haces?, le pregunté.

Por las noches trabajo en un bar del centro, como mesera.

Desde entonces nos veíamos dos veces a la semana en ese bus en las mañanas, los martes y jueves que ella iba al comedor, dentro de ese útero que terminó transformándose en mi universo paralelo, un lugar mágico que me desesperaba por alcanzar, caminando deprisa para no perderlo hasta zambullirme en él, ese bus era el único medio que me llevaba hasta ella.

El Polar Fish zarpó el día de la aparición del cadáver. Lo obligaron a dar vuelta, escoltado por guardacostas. Atracó en el puerto de Reykjavik y miembros de la unidad de élite de la Policía islandesa, la Viking Squad, interrogaron a la tripulación.

«Tres marinos están detenidos como sospechosos de poseer información sobre la desaparición de Lara y comparecerán ante el juez», informó la policía en Twitter.

La unidad de élite peinó el barco, pero fuentes policiales citadas por la prensa islandesa dudan que la joven haya estado a bordo.

El caso Lara Brjanslatter es ya un hito de la Policía islandesa.

Hablábamos y reíamos; a veces había incluso pequeños conatos de pelea por lo que ella llamaba mi «burguesa mirada», y yo su «exaltada sensibilidad».

Empezaba el mes de enero cuando le dije que deberíamos tomar algo, animarnos a salir del útero de ese bus y volcarnos a la vida real.


Sonrió, apartándose el pelo de la cara, en un gesto que yo ya había aprendido a identificar como previo a una de sus lapidarias declaraciones.


Esto debería ser la vida real, Bjorn. Ojalá lo fuera me dijo—. No me gusta mucho lo que hay ahí afuera, agregó.


Insistí, debatí, arguyendo, en esa esgrima verbal que tanto disfrutábamos, hasta arrancarle un casi sí.

Me voy a Dinamarca en diez días, pero en cuatro semanas vuelvo. Entonces quizás exploremos ese “afuera” que tu quieres me sonrió, antes de plantarme un beso en la boca y bajar, casi de un salto.


La vi alejarse, hacerse más chiquita, muerta de risa ante mi cara de desesperado asombro por no haber bajado a tiempo para seguirla.

Pelo suelto y piernas largas, sonrisa plena, a medida que el bus se alejaba, aprisionándome lejos de ella.

Pasaron unos pocos días, me iba hasta el Juzgado y tomaba el bus de vuelta, la cara pegada a la puerta, buscándola, esperando el reencuentro que no llegaba, y dándome cuenta de que solo sabía su nombre, sin dirección, ni apellido, ni teléfono.

En este país de tan escasa población, la criminalidad es tan poco frecuente que la primera vez que la policía le disparó a un hombre fue en diciembre de 2013.

Desde 2001, se registraron 1,8 homicidios por año del promedio, según las estadísticas policiales. Y normalmente son obra de desequilibrados o de personas bajo los efectos del alcohol.

«Siempre hemos sido una sociedad homogénea, preocupada por que haya igualdad», analiza el sociólogo Henri Gustafsoon. «Somos una familia, nos necesitamos los unos a los otros para sobrevivir en esta isla», explica el reconocido analista en rueda de prensa.

Paradójicamente, uno de los novelistas policiales más vendidos en el mundo, Amaldur Intridason, es islandés. ¿Pura imaginación? Quizá no tanto, afirma su traductor al francés, Éric Boury, también entrevistado.

«Se tiene la sensación de que aquí no se puede morir «violentamente» y eso que saben que la naturaleza es peligrosa, que un volcán puede devastarlo todo», recuerda.

Y además, añade Éric Boury, «esta sociedad que parece tranquila no lo es tanto. Hay problemas de droga y de alcohol, graves problemas de consumo de alcohol».

Esta otra semana no la encontré en el bus, recordé que me dijo que realizaba trabajos a la comunidad en el comedor, que estudiaba segundo año de enfermería y que por las noches trabaja  en un bar de la ciudad, como mesera… esos datos servirían.

Me bajé en la facultad, traté de indagar sobre una pelirroja llamada Lara, pero la facultad estaría en receso hasta fines de enero. Después me dirigí al comedor y Lara había solicitado licencia por viaje, no podían darme sus datos. Solo me quedaba concurrir por la noche a los bares de la ciudad.

La primera noche constaté la cantidad inesperada de bares que hay en el centro de Reykjavik, no pude encontrar nada, pero rastrillé toda la avenida principal de un lado, regresé a mi casa exhausto, abatido.

Al día siguiente, otra noche perdida, caminé el otro lado de la  avenida.

La tercera noche, algo inesperado, aproximadamente a las 01.00 a. m., la vi atendiendo una mesa frente a mí, pero yo del lado de afuera. Quedé mirándola impávido por unos cuantos segundos. Ella me sonreía. Le hice señas con mi reloj, gesticulando a qué hora saldría. Me indicó a las 04.00 a. m., le sonreí y me fui.

Fui a otro bar, pedí una cerveza y elaboré un plan. Tenía que conseguir un auto, debía impresionarla, era mi oportunidad.

Islandia es el país con más libros leídos por persona en el mundo, con más obras publicadas, y más escritores. El promedio de lectores de Islandia es del 88 % de la población.

La cultura de la lectura en Islandia es interesante, como también los logros debido a lo mismo. Por ejemplo: los bancos de los espacios públicos tienen código de barras para escuchar alguna narración literaria a través de los teléfonos móviles mientras se está sentado. Además, es común que en Navidad se regalen libros.

Pero ¿en qué ayuda tener el hábito de la lectura? Indican los sociólogos: más que a aprender a comunicarnos con el lenguaje escrito, a adquirir conocimientos, a motivar nuestro cerebro a construir imágenes y micro-historias a partir de lo leído, incrementar las palabras en nuestro diccionario interno personal, despertar nuestra capacidad de análisis, interpretar códigos del mundo abstracto y socializar con otras personas fluida y claramente. Personas (lectores) que tengan el hábito de la lectura, serán comunicadores cualitativos, capaces de aportar a una sociedad en permanente desarrollo.

En el caso de Islandia, recién han cumplido cien años de independencia (1918) y es el tercer país más desarrollado en el mundo, en el periodo 2007/2008, llegó hasta el primer lugar de desarrollo humano.

Tal vez sea casualidad (no lo creemos), pero el hecho de ser grandes lectores, motivaría al desarrollo personal y social. Islandia, entrega asistencia sanitaria (salud) universal y educación superior gratuita a sus ciudadanos, agua caliente y calefacción  gratis permanentemente.

«Un pueblo sin entendimiento, es un pueblo destinado a desaparecer».

Caminé unas cuadras y hallé mi oportunidad, un borracho intentaba ingresar a su auto y no daba con meter la llave, le ofrecí ayudarlo, y me llevé su Suzuki rojo.

Ya eran casi las 04.00 a. m. y estacioné a unos metros del bar de Lara.

Esperé impaciente que saliera, mi cuerpo no dejaba de traspirar, estaba empapado.

04.05 y Lara al fin salió. Le hice un juego de luces y con mi brazo le indicaba que se acercara.

Ella vino a mí confiada.

¿Tienes auto?, me dijo con cierto asombro.

Sí, utilizo el bus regularmente porque es más práctico. Sube por favor.

¿Adónde vamos?, me preguntó. Mañana debo madrugar, agregó.

Sólo un paseo, tenía muchas ganas de verte. ¿tú?

También, me respondió.

Paremos unos minutos en la playa, hoy escuché que podríamos observar una fantástica aurora boreal. Después te llevo de regreso a tu casa.¿te parece?

De acuerdo.

¿Cuándo y a qué te vas a Dinamarca?, le pregunté.

En dos días, y a qué, si no te importa me lo reservo.

De acuerdo, es tu decisión.

Lara Brjanslatter, tenía fecha para ingresar a la Clínica Sexológica Rigshospitalet de Copenhague, Dinamarca, donde se realizaría un tratamiento de gendermodificación, que venía soñando desde los doce años, al fin sería la mujer con la que se identificaba.

Después de exhaustivas evaluaciones e interminables tratamientos de un equipo multidisciplinario, que incluyeron especialistas en psiquiatría, obstetricia, ginecología y cirugía plástica con un conocimiento especial de los transexuales que duró casi tres años.

Lara consiguió así, los permisos para someterse a un cambio de sexo, a cambio de experimentar con su cuerpo y así incrementar el conocimiento para la Clínica y sus estudiantes.

Una vez estacionados en la playa, Lara y yo, como de costumbre alimentamos nuestros elocuentes diálogos, con una sintonía innata.

Yo, sentía una muy fuerte atracción sexual por ella y como de costumbre cada vez que había estado a su lado, la tenía dura como un hierro.

Ella dialogaba naturalmente y se sentía muy a gusto conmigo.

En un momento entrelazamos nuestras miradas y comenzamos a besarnos acaloradamente. Yo la abrazaba y ella respondía. Intenté tocarle los pechos, pero ella retiraba mis incontroladas manos, yo insistía e insistía, ella no me lo permitía con firmeza. Para salir de la situación, Lara comenzó a tocarme el pene y  dejé de violentarla, sacó mi miembro y comenzó a agitarlo de forma experimentada, me sentía complacido. En pocos segundos experimenté el mejor orgasmo de mi vida, eyaculé sobre su mano y sobre mí mismo. Nos miramos intensamente, yo… perplejo, ella no era ella…

Pasaron un par de minutos y yo, que observaba la falda de Lara constantemente, la agarré desprevenida, le tomé los genitales, mi sorpresa fue inmediata al constatar su pene y sus testículos.

¿Y esto?,le pregunté sin soltar mi presa. ¿qué significa?

Me siento mujer, respondió Lara, esa es mi vergüenza. voy a Dinamarca para someterme al cambio de sexo y al fin seré la mujer que siento ser… ¡por favor suéltame!

Saqué su miembro y comencé a agitarlo, ella no quería, pero yo insistí con fuerza, su pene comenzó a ponerse duro ante la sorpresa de Lara, ella asombrada porque nunca había experimentado esa sensación.

Yo, continuaba con los pantalones bajos y no dejaba de agitar el pene de Lara, estaba muy confundido.

Lara logró desprender mi mano de sus genitales y naturalmente giró hacia mí, haciéndome girar también, ganando mi espalda. Acariciándome el pecho, intentó introducir suavemente su erguido pene en mi ano. Entre complacido y confundido, sin pensar en lo que ella o él se proponía, se lo permití sin oponer resistencia. El área estaba seca, con saliva, embadurnó mi ano, lo que ayudó a penetrarme. Me sometió unos minutos y al fin Lara, eyaculó dentro marcándome la espalda con sus uñas. Nos quedamos apretados sin movernos.

Con el pene flácido de Lara, ambos nos acomodamos en nuestros respectivos asientos. El silencio se instaló entre nosotros por primera vez.

Lara miraba hacia afuera, abochornada, confundida, incrédula, como cuestionando su conducta y yo la observaba, aún con los pantalones bajos, mi ano ardiendo, mi moral por el piso y sin creer lo que había sucedido.

Lara, cabizbaja, trató de decirme algo, quizás para justificarse... Yo la paré en seco con un grito y de pronto, sin pensarlo, con mucha furia incontrolada, la tomé con fuerza del cuello y la ahorqué.

¡Quería morirme y la maté! me dije.

La dejé tirada en la orilla.

La playa se encargó de llevarla al mar y devolverla siete días después.

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