Mario César Ríos Barrientos
El
frío invierno limeño empañaba los vidrios del restaurante Berisso y enfriaba
los cafés que sorbían Ruth y Pedro de tanto en tanto. Estaba allí otra vez
luego de tantos años, en aquel lugar de encuentros intelectuales y
conversaciones sobre cualquier cosa: el amor, el desamor, los principios, las
ambiciones, el “sistema”, el “cambio de sistema”. Sentada frente a su viejo
profesor universitario, le contaba sus penurias en la empresa minera de la que
había sido despedida.
-Nadie
está preparado para la traición, Ruth –le decía el profesor Pedro Tresierra a Ruth Buendía dejando la taza de café luego
de tomarse el último sorbo. La joven mujer mostró un rictus de desolación en su
rostro y tomó la mano del maduro profesor conmoviéndolo.
La
abogada Buendía era en la universidad una chica tímida e idealista que solía
vestir jeans raídos por el desgaste y
blusitas sencillas que conseguía de oferta en las ferias de los artesanos en
Miraflores con quienes con frecuencia solía pasar horas antes de ir a su
habitación de soltera de Barranco. Ella provenía de Piura de una familia de
padres separados. Cuando conoció a Tresierra en el curso de derecho procesal
todo cambió, se sintió atraída por la inteligencia y seguridad que proyectaba el
experimentado de Pedro.
El
sexagenario profesor Tresierra tenía fama de andar siempre rodeado por alumnas
bellas con las que organizaba interminables tertulias en el restaurante
Berisso, su punto de encuentro desde hace treinta años. A Pedro, le impresionaba
la rara combinación de belleza exótica e inteligencia natural de Ruth Buendía, su
conexión con ella fue instantánea desde la primera clase. De allí en más, la
reclutó a su selecto círculo de debates con punto de reunión en el restaurante
y establecieron un sólido vínculo que le hizo al hombre trazar un plan de vida
para la muchacha: profesora universitaria, becas de posgrado en el extranjero,
ingreso al servicio diplomático, mil planes. Él creía que no había límites para
ella por eso se decepcionó tanto cuando Ruth le comunicó hace cuatro años que
su nuevo novio le propuso trabajar para una empresa minera.
-Me
echaron doctor Tresierra, me usaron y luego me echaron como cualquier objeto
inservible –decía con la voz temblorosa Ruth.
-¿Y
qué sucedió con este Fernando Nuggent de quién me hablaste? –preguntó Pedro
recordando al gerente general que llevo a Ruth a aquel empleo.
-Me
traicionó ese mal hombre a quien di todo –musitó la mujer recordando las
circunstancias alrededor de su despido.
Fernando
Nuggent, es un abogado amante de la pompa quien presume de pertenecer a los
mejores clubes de Lima y de su relación con empresarios y políticos
importantes. Nunca fue un estudiante aplicado. En la escuela y la universidad
privada donde estudió sus calificaciones las obtuvo adulando, o cuando fuera
necesario, con obsequios a los profesores o directamente a las autoridades. Lo
suyo siempre fueron las relaciones sociales que sustituían con eficacia
cualquier otra deficiencia. Él pensaba
que podía obtener lo que fuera a cualquier costo y llegó precedido de esa fama a
la empresa. Impresionó a los ejecutivos
con sus redes de contactos, y a su turno, a la idealista Ruth a quien propuso
irse a trabajar con él a la minera. Y es que cuando conoció a la piurana sintió
fascinación y envidia por la preparación profesional y juventud de agraciada
morena de cabello rizado.
En
el Berisso, el mozo aguardaba a la mesa de Pedro y Ruth por indicaciones. A dos
mesas, un grupo de jóvenes amigos probaban unas tapas de jamón, queso y cabanossi
acompañados de una res de mosto verde. Uno de ellos les hizo observar al resto
del grupo el modo en que Pedro tomaba la mano y miraba a Ruth:
-Ese
tío quiere con la chiquilla y está funcionado –dijo provocando la risa en el
grupo. Un grupo de señoras en otra mesa sintió incomodidad por el bullicio del
grupo. Otro grupo de jóvenes universitarios bebían cafés y comían sándwiches
fríos. El Berisso a las seis de la tarde lucía abarrotada de gente y sus
exhibidores mostraban bocaditos dulces y salados que se terminarían en pocas
horas.
-¡Que
dices Ruth! ¿Tú sabías que era casado y tenía familia pero te metiste con ese
hombre? ¿En que estabas pensando? –dijo el profesor encolerizado soltando la
mano de la chica ante la primera revelación de la chica. Ella le había
terminado de contar cómo conoció al rubio cincuentón por una amiga común y
luego en el trabajo ambos se apoyaron. Él a ella en su meteórico ascenso hacia
la gerencia legal de la empresa y ella a él cuando la buscaba como refugio de
su matrimonio malavenido.
-Él
me aseguró que era solo cuestión de meses para formalizar el divorcio –detalló
la mujer resignada. Otro de los amigos de la mesa del extremo llamó la atención
del grupo con una mirada cómplice diciendo: “Parece
que no funcionará”. El grupo de señoras en otra mesa observó a Ruth y Pedro y rumoreo
en voz bajita: “Uuyy, parece que tenemos
lío”
-¿Cuestión
de meses? Ya han pasado cuatro años, ¿Eres idiota? Bueno, eso no importa ahora,
este es el menor de tus problemas. Ese delincuente está a punto de arruinar tu
carrera –resondró Tresierra recordándole que le había advertido acerca del
peligro de la gente que hace promesas fáciles y tiene carreras fulgurantes.
Tresierra le pidió entonces documentación que incriminara a Nuggent y su alumna le alcanzó información no solo contra
el abogado, sino contra directivos de la minera y contra una decena de
funcionarios públicos del más alto nivel: reportes de transferencias ilegales,
grabaciones, copias de contratos perjudiciales para el Estado, libros de
contabilidad paralela.
-¿No
perdiste el tiempo con esto, no es cierto? – dijo sorprendido Tresierra por la
abundancia de pruebas que había extraído Ruth de su maletín y luego haciendo un
gesto con la mano le pidió a su alumna
le diera más detalles.
Entonces
le contó como hace tres meses les encargaron a Fernando y ella la negociación
de una inversión en Huancavelica con el gobierno nacional quedando sorprendida
por que le dieran un encargo de ese tamaño. Copper
Worldwide quería concretar este negocio rápidamente, lo cual podría incluir
estímulos a funcionarios gubernamentales y políticos. El día clave de la
negociación, la mujer procesaba una infernal lucha interna de camino a la
reunión en el hotel “Los Delfines”. Me
siento incómoda con esta vaina, una cosa es atender a esta gente ofreciéndoles
una beca o un cursito financiado, una cena coqueta y hasta allí pero hacerme
cargo de transferencias ilegales ni huevona que fuera, ¿por qué no habrá querido
venir Fernando dejándome toda la carga?, avanza nomás dijo el engreído, seguro
pensará que soy una tonta, mejor lo llamaré.
-Hola
mi rey, estoy a diez minutos de Los Delfines, ¿te veo allá, no? –dijo Ruth con ese
tono sarcástico y enojado que Fernando conocía tan bien.
-Ay
princesita pero si no es nada del otro jueves, ya está todo hablado. Qué jodida es esta loca sabe bien que el
vice me conoce y se puede poner en plan pedigüeño será mejor que tome medidas
total da igual si habla o no la transferencia se hace ahora o se cae el
negocio.
-¿Y
si es tan fácil por qué no estás aquí? Lo solucionamos rápido y te prometo ser
bien obediente a la noche, rey. Conozco
ese silencio algo tramas mejor grabo esto si quieres hacer otra de esas
chanchadas no será a mi costa ay pero qué no daría por tener un consejo del
viejito Tresierra tan correctito como galán antiguo el tío.
-A
ver negrita, esto haremos. Cenas con ellos y te olvidas de entrar en detalles
con el chino, solo le dices que estamos muy contentos con la gestión y que
cumpliremos estrictamente con los números pactados como siempre hemos hecho.
-Te
refieres a los cien mil del vice –dijo con aire distraído Ruth.
-¡Carajo,
que mierda te pasa! ¿No te das cuenta de lo peligroso que es hablar así al
teléfono? –replicó nervioso Fernando.
-Perdona
amor, es que estoy un poco insegura sin ti a mi lado. Ayayay sí que te enojaste y por qué no te enojas con los socios de la
empresa cuando te tratan como ignorante y te tengo que salvar o cuando tu mujer
no te da sexo.
-Está
bien mi vida, solo hazme caso con lo que te pido, alquila una habitación y cumple
lo que me prometiste, je je, ¿dime, tienes tu laptop, no? Necesito chequear
unos temas del trabajo llegando y luego toda la noche para los dos.
-Okey Rey, ya me encargo, no te demores, te
quiero.
Ruth
se dirigió al restaurante del Hotel y reconoció rápidamente sentados alrededor
de una mesa redonda de superficie de vidrio y patas de aluminio al viceministro
de minas charlando animadamente con el asesor del presidente regional de
Huancavelica. Se sentó y dejó el encargo de Fernando simplemente señalando que las
cosas se han resuelto según lo pactado y que Fernando dará más detalles. Su
sonrisa coqueta ocultaba a esos funcionarios su fastidio con esa reunión. Todo
le parecía mal, la frivolidad de la gente, la fría corrección de los mozos. Parecía
que todos la miraban y sabían que estaba sucediendo en esa mesa. En ese momento
extrañó a Tresierra, los cafés y los dulcecitos del Berisso.
Fernando
llegó al hotel dos horas después directamente a la habitación que había
encargado alquilar a Ruth. La encontró durmiendo, extrajo la laptop del maletín
ejecutivo que Ruth llevaba a las reuniones de trabajo y operó como solía hacer
en estas situaciones. Se había entrenado
en un método de intermediación de pagos por internet para lavar activos donde
alguien ofrecía un servicio o producto inexistente y él compraba. En esta
ocasión el viceministro de minas y el presidente regional de Huancavelica
vendían algo que le interesaba a la empresa. Viéndola pensó que no era la misma
mujercita ingenua de la que se enamoró, se había tornado reclamona y sin gracia
como su mujer. No le vendrá mal “ir de
compras” a la negra, no todo son análisis e informes legales, pensó. Entonces
terminó la operación, entró en la cama con ella, le regaló esa sonrisa
despreocupada que a ella le gustaba y le hizo el amor.
-Yo
sabía de la cercanía de Fernando con muchos funcionarios públicos pero no
conocía de los sobornos profesor Tresierra. Él uso mi laptop y cuenta de correo
para hacer sus cochinadas, así fue como pasó todo –respondía Ruth al
interrogatorio del profesor buscando comprensión. El olor de las empanaditas de
carne y queso que despedían las bandejas transportadas por los mozos invadía el
ambiente y le traía a Ruth los mejores recuerdos. Observó con detenimiento
aquel ambiente que añoraba. Mesas siempre con gente jovial y auténtica, adultos
o jóvenes. Señoras mayores en una mesa disfrutando de un té caliente
acompañados de tartelitas, cocadas u orejitas. Otra mesa de gente más joven,
universitarios de la edad que ella tenía cuando frecuentaba el Berisso,
disfrutaban de café y sandwich de
jamón y queso con lechuga que tenían un equilibrio perfecto de mayonesa y
mostaza. Frente a su mesa, un grupo de imberbes se empeñaban en demostrar su
hombría bebiendo pisco como si fuera agua mineral.
-Tienes
razón, te usaron y botaron, eres una víctima de tu novio delincuente. Nuggent
ha cometido delitos informáticos usando tu cuenta de correo, tráfico ilegal de
datos, violación a tu intimidad, transferencias ilegales, cohecho y según la
documentación que has traído para revisar hay un patrón, un modus operandi de esta empresa. ¡Qué joyas con la que has estado
trabajando, eh¡ Pero dime, ¿segura que no sobornaste a algún funcionario estando en ese
trabajo? –interrogó nuevamente Tresierra.
-¡Ay
profesor!, ya le dije que no. Saber, sabía, así funciona el mundo. Ojalá la
vida fuera como nuestras clases pero no es así. Le juro que me cuidé de
participar y no embarrarme, hasta hoy –respondió Ruth observando como Tresierra
masajeaba la zona de su sien derecha como buscando extraer alguna idea de allí.
-Varias
cosas habrá que hacer, si las grabaciones contienen lo que dices más los otros
documentos, esto está listo para ir al Ministerio Público y al Congreso para
una investigación más política. Tengo amigos en ambos sitios y puedo
canalizarlo si quieres pero tendrás que declarar, salir a medios. No será nada
sencillo, esto es un Bocatto di Cardinale
para la prensa. Mucha gente irá presa, tu novio el primero. Tu nombre
estará en boca de todos pero quizás si manejas esto con temple, termines
convertida en una heroína anticorrupción. No me extrañaría, he visto casos así
–señaló el profesor con aire confiado.
Ruth
escuchó la fría exposición de su maestro asintiendo a cada sentencia y
recomendación. Se sentía liberada del problema pero no se sentía bien con ella
misma, transitando así del miedo a la vergüenza viendo a su viejo mentor esforzándose
por ayudarla. Pobrecito tan bueno y tan
solo el tío Tresierra pensó Ruth extendiendo su mano hacia el dorso de la
arrugada mano de su mentor.
-¿Me
acompañaras Pedro en todo este infierno que se viene? -Tuteó a su maestro como
le gustaba a Tresierra que haga ensayando esa coqueta sonrisa que lo
desquiciaba.
El
profesor acarició la tersa mano de su alumna,
la miró de frente como en los tiempos del círculo de debate académico, cuando
ocultaba su amor por la muchacha y le dijo:
-Todo
bien Ruth, tu sabes que nunca dejo de acompañarte, lo importante es que estamos
juntos otra vez.
En
la mesa del frente, el grupo de muchachos era más bullicioso luego de su
segunda res. Uno de los chicos hizo un comentario en voz alta que la pareja
alcanzó a escuchar cuando salían tomados de la mano del Berisso:
-Después
de todo parece que le funcionó al tío, ¡Grande maestro!
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