Nelly
Jácome Villalva
El despertar aún
duele, se escapa el inútil intento de seguir durmiendo como si nada ha pasado,
toda tentativa resulta en vano, pero en fin, la vida continúa y tengo que
salir, salir jajaja, salir, ¿de dónde si no estoy encerrada?, no estoy
encadenada, bueno al menos físicamente, porque veamos, puedo levantarme de la
cama, caminar, bañarme, comer y salir cuando me dé la gana, entonces, ¿qué
estoy esperando? ¡Solo hazlo, hazlo ya! Deja las indecisiones. Lo sé lo sé,
tengo que no pensar tanto, solo actuar.
Abro las cortinas y
no es alentador el clima, ¿el clima exterior o interior? La sonrisa vuelve a aparecer pero cada vez
más amarga, más bien parece un lamento.
Aquella noche fue
espectacular, no me había divertido hace mucho tiempo, y haciendo algo tan
sencillo como pasear contigo por el centro histórico. Tú, con en esa mirada
arrebatadora, pantalón vaquero y camisa a rayas lucías más alto, tomados de la
mano recorrimos esas calles estrechas que aún vibran con indignación cuando
algún gobierno equivoca su gestión, mirar una y otra vez las iglesias
coloniales, esa mezcla entre lo español y lo indígena que seduce, los
enchapados en oro, los espectaculares y sobrecogedores cuadros de la escuela quiteña,
sus claroscuros, su temática religiosa seguida muy de cerca por lo diabólico y
su espantoso escenario avivado por los colores rojo, amarillo y negro.
Terminamos la
jornada en La Ronda, en medio de aromas de antaño, pristiños con miel, tamales,
y otras delicias junto a las gigantes empanadas de viento, el infaltable
canelazo y unos cuantos pasos de baile para acabar animados la noche.
La despedida fue un
beso que me hizo flotar hasta la esquina de mis recuerdos, mi boca se llenó de
sabores, sentir el paso de otra saliva me desinfectó de ideas obsoletas, ya
nada me importaba, esa lengua se movía al ritmo de la mía, subíamos, bajábamos
como en un carrusel, no pares decía desde mi interior, no pares hasta que
pierda el sentido. Hay que tener cuidado
con lo que se pide, porque se puede irremediablemente cumplir.
Ya es demasiado
tarde, así que mejor me acabo de levantar, voy a comer algo, y así de pronto
tengo ganas y salgo por lo menos para caminar, tan solo caminar, nada más por
ahora.
Nos citamos a la
semana siguiente y ese lapso sin verlo agitó mis labios, quería vibrar junto a
tu lengua rosada y húmeda, sumergirme entre tus grandes dientes blancos, tomar
tu aliento, fundirlo al mío, mientras sus lacios cabellos castaños se enredaban
en mis falanges. Sin pensarlo, tu piel ya me cubría, confundidos con las
sábanas saboreamos nuestra esencia, mis ojos cual cámara fotográfica pretendían
captar cada suspiro, alarido, nada nos resultaba inapropiado y entonces cuando pensaba
que no podía más, tu cuerpo empezó a moverse incontenible, pero ese movimiento
era extraño, no respondiste a mis caricias, ibas solo en tus agitaciones, pero
tus ojos, tus ojos no eran aquellos de mirada seductora, habían perdido el
color, estaban casi blancos, no me di
cuenta de nada, asumí que querías seguir como yo, y así lo hice, pero no te
sentía, no estabas en mí, no decías mi nombre, tu sangre ya no fluía y entendí
que la vida no es eterna, que ya no eras de este mundo.
Estas calles continúan
ahí, todo sigue igual, colores, aromas, la gente que va y viene, soy yo quien
cambió, me siento extranjera en mi cuerpo, floto en otra longitud esperando tu
retorno, ¡basta Lina!, deja de lado los recuerdos, tú estás aquí,
la muerte es real y tienes que enfrentarla.
Él ya está en otra
dimensión, es más allá de todo lo real, no puedes aferrarte a ese espíritu,
déjalo ser –let it be! let it be!- y libérate.
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