Nelly Jácome Villalva
Apenas sonó el
despertador abrí mis ojos y aún soñolienta me levanté a recorrer las cortinas,
¡qué espléndido día pintaba!, el sol radiante en medio de un azul claro que aún
permitía delinear la semicurva de la luna, invadía el ambiente un delicioso
olor a jazmín y otras flores que me deleitaban con sus matices, hacia el sur el coloso Cotopaxi, cubierto de
nieve, silenciosamente majestuoso, me dio la energía requerida para emprender
mi día.
El segundo
llamado de la alarma obligó a retirarme de la ventana e iniciar mi práctica
matutina, no tenía mucha prisa, y el llegar tarde la verdad, no sé por qué, no
era importante en ese momento. Luego de arreglarme, desayuné, salí del
departamento hacia la estación del metro que me llevaría, como todos los días,
al trabajo.
Una vez en la
parada sentí la mirada penetrante de un hombre joven, delgado, con rizos
pequeños que venía apresurado hacia donde me encontraba, tuve la sensación que iba a tropezar conmigo e
instintivamente retrocedí, pero pasó de largo, me llamó la atención su forma de
vestir, una camiseta con algunos agujeros grandes en el pecho, un jean
desgastado que dejaba entrever su interior y unas zapatillas Nike blancas,
limpísimas, pero lo que más atrajo mi atención fueron sus ojos marrones
profundos rodeados de sus largas y risadas pestañas. Se abrió paso a empujones entre las personas
que esperábamos el metro, lo seguí con la mirada y me pareció que alguien lo perseguía
porque regresaba constantemente a ver hacia atrás.
Decidí hacer una
observación más exhaustiva alrededor de este sujeto, lo vi detenerse en uno de los
quioscos más adelante, creo que se estaba escondiendo, empecé a buscar a alguna
persona sospechosa que estuviera buscándolo, vi a una mujer con un ceño
fruncido que la proyectaba como posible sospechosa, pero la descarté cuando
salió de la estación; luego vi a un hombre ya maduro que miraba incansablemente
a su alrededor, -debe estar buscándolo –pensé mientras seguía con la mirada su
caminar. Tampoco fue a quien buscaba, saludó cariñosamente a quien seguramente
era su nieta y juntos siguieron su camino.
Seguía buscando,
de pronto recordé que ya no estaba en mi mira el joven de rizos pequeños, no
quería quedarme a mitad de mi pesquisa, así que caminé un poco más hacia donde
lo vi por última vez, y para mi sorpresa se había sentado en una banqueta que estaba
justo detrás de mí, volvió a mirarme profundamente, me abochorné al sentirme descubierta. Regresé a mi lugar en la parada, traté de no
perderlo de vista, algo ocurría, estaba segura, sus gestos lo delataban e
incentivaba mi curiosidad.
En cuestión de
segundos en que preguntaba la hora a otro pasajero, escuchamos un ruido poco
común, - ¡eso fue un disparo! –grité
con seguridad, aunque nunca antes lo había oído tenía la sensación de que así
se escuchaba un disparo. Todas las
personas entre dubitativas y temerosas se dispersaron, yo me quedé parada
lívida sin movimiento, el sujeto desconocido se encontraba en la parada
pidiéndome ayuda, en tanto sangraba abundantemente. Al fin pude reaccionar tan
solo para preguntar qué le pasó, -me dispararon, me quieren dar el vire, lléveme
a esta dirección, por favor señito –dijo con dificultad. Tenía que saber qué pasó, entonces realmente
alguien lo estaba persiguiendo, lo llevé hacia donde me indicó, entramos por
una puerta vieja de madera y caminamos a lo largo de un pasillo iluminado tan
solo con un foco que colgaba en una esquina, ingresamos a la primera habitación
de la derecha, que tenía una pequeña
ventana que estaba abierta y dejaba entrever un patio con ropa colgada y
algunos cartones alrededor, donde se encontraba una señora gorda, de rostro
bonachón y cabello blanco, -¿qué vienes a
buscar? –le dijo agriamente. –Solo mi
ropa y me voy.
Le insistí en
llevarlo a un centro de salud para que revisen su herida, pero me dijo en
secreto que no era nada, que esa no era su sangre. No entendía lo que estaba
pasando, no era posible que hasta lo haya acompañado y no sepa qué está
ocurriendo, tenía que contármelo. – ¿Qué
misterio se trae hombre? ¿No me dijo que le dispararon y que lo quieren matar?
¡Jajaja! ¡Vaya si es tonta! La sangre es del man que
despaché y cómo usted andaba de metiche
me sirvió para salir bien parado de ese lugar –me
dijo entre risas y burlas. Mientras se reía con gana, perturbada por la
situación, le increpé porqué entonces buscó ayuda donde su madre. Lo que motivó
más ironías de este sujeto, -¿mi madre?,
¡Jajaja!
En tanto trataba
de reponerme, escuché el sonido de las sirenas policiales, el hombre de rizos
dejó de reír y…
Desperté en
horas de la noche en una cama pequeña de hierro y con una aguja en mi brazo, en
el techo solo vi unos aparatos con sueros, mangueras, y a mi izquierda había
una persiana que cubría la ventana, una lámpara de luz blanca intensa alumbraba
toda la habitación, a mi lado estaba una enfermera escribiendo algo, -¿Dónde,
dónde estoy? Sonriente me respondió pidiendo que no me
mueva y preguntándome cómo me sentía. –Bien,
bien –le dije desconcertada e insistiendo -¿qué me pasó?
Ahora recuerdo,
ese hombre, sí, ese hombre desconocido a
quien acompañé pensando que estaba herido, me golpeó en la cabeza. –Buenos
días señorita –me saludó un agente de policía y agregó ¿Se siente bien? Lo suyo fue un susto con felicidad, porque a este hombre lo estábamos
buscando, es un asesino y violador contumaz, actúa siempre con el mismo patrón,
engatusa a sus víctimas con cualquier cuento,
pero usted se salvó porque la policía que estaba detrás de “Lolo” lo
persiguió hasta allá, por eso se asustó, robó su billetera y escapó luego de
golpearla.
¡No lo puedo
creer!, nunca me sentí tan vulnerable, tan fácil de engañar, ¡Vaya si es tonta! –me lo dijo, me avisó
y no me di cuenta. Regresé a mi
departamento pensando que debo escuchar a mi yo interno. – ¿Qué raro? La cortina de la sala la dejé recorrida. –Hola señito.
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