jueves, 22 de marzo de 2012

El verdadero secreto

Julio Chang Lam 


Hans Schmidt, es un joven y talentoso ejecutivo de una corporación internacional dedicado a tareas de evaluación, selección y reclutamiento de personal;  su preparación en gestión de recursos humanos la aplica eficientemente con sus conocimientos de psicología organizacional.

Sus padres son prósperos empresarios de origen alemán que vinieron a radicar al Perú después de la segunda guerra mundial; Hans quiere  mucho a sus padres, confía en ellos, conversan de temas familiares y sociales así como de política de actualidad. Por su formación profesional, se da cuenta cuando alguien trata de pasar por alto algún tema, o desea ocultar algo; tiene alta capacidad para detectar gestos y expresiones que revelan aspectos que no son explícitos a primera vista. Por ello, se había percatado que sus padres muy poco tocaban aspectos sobre su pasado en la Europa de los años treinta y cuarenta, sólo le decían que  fueron agricultores en Baviera y que  sufrieron mucho durante la segunda guerra mundial, antes de venir al Perú a iniciar una nueva vida adonde vinieron apenas terminó esa terrible conflagración.

Hans observaba que su padre en su amplia biblioteca y estudio, gustaba de sacar de  un  cofre  algunos  pequeños objetos, que parecían ser muy antiguos a los que miraba  con evidente nostalgia y cariño.  Entre esos recuerdos destacaba  una hermosa cruz de hierro, así como unas fotos ya amarillentas por el tiempo; en ellas aparecía  su padre vistiendo un elegante uniforme militar negro, con adornos dorados. Notaba el especial  interés y concentración de su padre cuando leía  una obra escrita en alemán que se llamaba “Mein Kampf” (“Mi Lucha”, en español),  lo cual   motivó mucha curiosidad en   Hans.

-Padre -le dijo Hans en una oportunidad- esa  hermosa edición  del antiguo libro que disfrutas leyendo  tiene una dedicatoria firmada por un militar de alta graduación. Parece que dice coronel de la SS y una firma casi ilegible, algo como K…B… ¿Quién es la persona que te hizo esa dedicatoria? Parece que lo lees con algo de nostalgia. ¿Es esto cierto, no?

- Hijo, esa obra es un regalo de mi jefe durante la segunda guerra mundial; como eran tiempos de enfrentamientos, el  servicio militar era un deber y obligación para todos los jóvenes de aquel entonces; tuve que dejar mis labores en el campo y servir a mi patria. El autor de la obra, fue el líder de nuestro país,  en él creíamos, en él confiamos, a él le juramos lealtad incondicional; el contenido de esa obra refleja el sentimiento del pueblo alemán de esa época,  pero ahora todo aquello es sólo un lejano recuerdo de una etapa de confrontación, muy difícil para todos quiénes luchamos por sobrevivir en aquel entonces…

-Y esa cruz de hierro y ese uniforme negro tuyo en esas fotos antiguas, en que se te nota muy distinguido cuando joven  ¿Significan mucho para ti? ¿No es verdad?

-¡Claro! Por supuesto. Es un reconocimiento a mi labor  durante la guerra en defensa de la patria, y bueno, ahí me ves con mi uniforme de esa época, diseñado por el famoso Hugo Boss; claro, después de haber servido a mi patria me siento muy, pero muy orgulloso, pero sentimos mucha desazón pues nuestro líder nos llevó al desastre, con los resultados de la guerra desfavorables para el país y nuestro pueblo, que todos conocemos.

-Padre, no te parece que el líder, a quién obedeciste y seguiste, el dictador Adolf Hitler ¿no fue acaso una persona con ideas desquiciadas?, cuyo libro “Mein Kampf” contenía las ideas totalitarias que habrían de convertirse en acciones de agresión contra las democracias de ese entonces… Y el vistoso uniforme, de elegante diseño, es del ejército que siguió a ese líder que originó   la  peor tragedia mundial, ¡con más de sesenta millones de muertos!

 –Bueno, hijo,  para mí y tu madre, esa etapa es ya un capítulo cerrado de nuestra vida; sufrimos mucho en esa época, no deseamos recordarla; es mejor  dedicarnos al presente y mirar al futuro…Claro, como viejo que soy, recuerdo lo mejor de toda esa época, todo fue muy bien en los años treinta, hasta antes de entrar en guerra…

-Padre, es importante reconocer lo bueno, pero también el gran daño hecho a la humanidad con una guerra total, sin compasión, ni piedad. Y como ves, al final perdieron, perdió Alemania, perdió la Europa democrática, y fue mucho peor, porque el comunismo se apoderó de muchos países del Este y cayeron  bajo la tenebrosa influencia de la dictadura de Stalin.

La  respuesta de su padre generó más inquietudes y dudas en su hijo. Hans, a partir de ahí, comenzó a obsesionarse cada vez más  por conocer detalles de la vida de su padre en esa época. Aunque su madre, muy comprensiva ella, asentía y le decía lo mismo que su padre. Quizás, a lo mejor, ambos tenían razón en no querer recordar el sufrimiento que pudieron tener. Al fin y al cabo toda guerra es nefasta.

Sin embargo Hans  aumentó su interés en averiguar el verdadero rol de su padre en la Alemania de los años treinta y cuarenta del siglo pasado…lo inquietaba mucho; sentía que algo importante se le ocultaba... quería saber que había hecho su padre como parte del ejército de la SS, su hipótesis era que había cometido acciones de guerra que podrían quizás tipificarse como criminales y eso le preocupaba mucho.

-¡Padre!, le dijo Hans a su padre Helmut, cuando obtuvo una información que lo perturbó -Ya averigüe quien es la persona que firmó la dedicatoria en el libro que guardas y lees  con tanta añoranza.

-¿Qué sabes? Preguntó Helmut a su hijo.

 -Es nada menos que un coronel de la SS, llamado Klaus Barbie, del cuerpo militar de élite de Hitler ¿No?

- ¿Y qué tiene de malo? Es un militar que defendió a su país y fue mi jefe ¿Sabes acaso que en una guerra, el que no se defiende muere?
-Pero, padre, como  jefe de la Gestapo, ¿Barbie no fue acaso responsable de la muerte de miles de personas, por lo que fue acusado por crímenes de guerra?
-No. Lo que es cierto es que usábamos el mismo tipo de uniforme negro de la SS. Pero si debo aclararte que yo no he estado  implicado en actos irregulares, mucho menos crímenes de guerra, como divulgan los países vencedores de todos quiénes servimos a la SS. Yo desconozco las acusaciones contra el buen Klaus, quién fue no sólo mi jefe, sino también un amigo apreciado.
-Deseo confiar en lo que me dices padre, pero Klaus Barbie fue un asesino de miles de personas de la resistencia francesa.
-Hijo debes estar tranquilo, no ha pasado nada después de tantos años, para qué preocuparse ahora por  lo que ha hecho mi antiguo jefe. ¿Qué más sabes de Klaus Barbie?
-Lo que sé es que Klaus Barbie,  después de la guerra se refugió acá  en Lima, de aquí huyó a La Paz, fue capturado y extraditado a Francia,  terminó y murió en la cárcel acusado por crímenes de guerra…
-Hans, eso para mí es sumamente penoso, sinceramente no lo sabía. Debes tomarlo con tranquilidad, creo que en algún momento, más adelante, cuando estés más sereno,  podremos hablar con mucha calma sobre ese tema; no fuerces las cosas, no trates de confrontarme  con el pasado, recuerda que soy tu padre y no te corresponde a ti juzgar lo que hemos hecho durante la guerra, porque una guerra es eso, no es un juego, si no nos defendíamos moríamos, debes tener muchísima prudencia en tus comentarios. Te lo digo como  padre a ti, mi hijo a quién quiero mucho.
-Padre, por tu carácter sereno y tranquilo, yo creo que tú no has estado involucrado en los hechos de tu jefe. No podría yo pensar otra cosa, pero me inquieta,  necesito que me confirmes que no has tenido nada que ver con los crímenes cometidos por Klaus Barbie. ¿No te parece justo, que tu propio hijo se convenza de ello?
Helmut le sonrió y le dio una cariñosa palmada –Debes estar tranquilo, así es, yo no tuve nada que ver en sus decisiones. Olvídate de ello.

 Hans pese a esa aclaración de su padre, sentía que algo más había, pero no sabía qué era, esa obsesión en conocer la verdad que podría estar detrás de esa oscura parte de la vida de su progenitor le perseguía hasta en sueños. ¿Para qué deseaba saberlo? Ni él mismo lo sabía; porque denunciarlo o cometer cualquier actitud desatinada estaba fuera de lugar, al fin y al cabo era su padre.

En un fin de semana en su casa de playa del sur, en el balneario de moda: Asia,  toda la familia Schmidt, el padre, la madre, el hijo Hans y su hermana menor disfrutaban del sol y la brisa marina, acompañados de amigos y vecinos. Después de almorzar una agradable parrillada, luego que las amistades se retiraron al atardecer, Hans aprovechando que se encontraba a solas con su padre, quien estaba relajado y contento,  le comenta su intención de viajar por Europa, pero con afán de observar sus reacciones.

-Padre, le comenta Hans, me gustaría viajar por el viejo continente, para  conocer algunos lugares turísticos quizás con mi novia Romina, adelantando la luna de miel -le dice maliciosamente-  tú y mamá  la conocen muy bien; pero eso depende si consigue permiso de sus padres, tan conservadores ellos y si no acceden, no importa, iría con amigos.
-Sí, bueno depende de ustedes, me parece muy buena idea, que aprovechen las vacaciones.  ¿Dónde piensas ir?  ¿Algunos lugares en especial te atraen? -comenta el padre.
-Me gustaría visitar Francia -responde Hans.
-¡Ah! Muy bien hijo, le dice el padre,  Francia tiene sitios turísticos muy importantes que valen la pena visitar, no solo la Torre Eiffel, el Barrio Latino, Montmartre el lugar de los artistas, El Museo del Louvre,  el Centro Cultural Pompidou y tantos otros hermosos sitios…
-Sí, padre, responde Hans, también me gustaría conocer la ciudad de Lyon. Que no sólo es la tercera ciudad más poblada de Francia después de París y Marsella.

Hans observa un gesto casi  imperceptible y una reacción incómoda que le produce ese comentario a su padre, que sólo alguien que conoce de psicología gestual, podía detectar.

Se produce un silencio de algunos pocos segundos, Hans observa que en la expresión de su padre en su rostro, hay algo de sorpresa y  desconcierto ante su comentario; pero Helmut reacciona respondiendo:

-¿Qué  te parece interesante de Lyon, hijo? Hay otros sitios seguramente más atractivos… turísticamente quiero decir.
-Bueno, responde Hans, tú seguramente no sabes que es una ciudad muy  próspera económicamente gracias a su  seda de calidad, las industrias, textiles; además cuenta con un patrimonio histórico y arquitectónico, reconocido por la UNESCO.
-Ah, bueno, si eso es de interés tuyo en buena hora, responde el padre –me parece bien.

En estos momentos es que Hans considera la oportunidad para un comentario inquisitivo  -además, padre, hay un tema histórico que me interesa conocer, dice Hans, de modo calculador y provocativo, para observar qué reacciones  produce en su padre el comentario -Lyon durante la Segunda Guerra Mundial, fue un centro de ocupación alemana dónde hubo fuerte resistencia francesa, que ocasionó muchas pérdidas humanas… y hay un museo en honor a los miembros de la resistencia que mandó asesinar Klaus Barbie. Y le dirige a boca de jarro la pregunta de rigor, cuya respuesta le angustiaba conocer…
-Padre, disculpa la insistencia mía sobre este tema, dime ¿tú has tenido que ver algo en todo eso?, pregunta ansioso Hans.

Es en este momento que Hans, observa una reacción en su padre, su rostro se pone algo lívido y no responde a ese comentario… Hans hizo esa afirmación de manera perturbadora, pues fue en Lyon, donde Klaus Barbie, el autor de la dedicatoria en el libro que leía su padre, fue causante de miles de muertes.

De esta manera Hans, refuerza su sospecha en el sentido que su padre podría haber tenido algún tipo de participación en esos execrables hechos junto con Klaus Barbie ¿Que alcances e implicancias tuvo su labor como militar de la SS?, ¿Habrá acaso sido ejecutor de parte de esos crímenes? es algo que Hans, quiere averiguar.

Helmut, el padre de Hans, en aquella lejana época, muy joven él, recuerda que fue convencido por los nazis que buscaban jóvenes de talento, inteligentes, altos, fuertes, rubios y de ojos claros, requisitos que Helmut cumplía a la perfección, así fue que se enroló en las SS;  por sus destrezas para infiltrarse, obtener información clave y tener capacidad analítica, se le asignó al servicio de inteligencia; no combatió en el frente, ni tuvo mando, ni decisión directa alguna en  la ejecución de ningún grupo de personas sea en algún  frente de guerra o en la retaguardia; sin embargo, como alto oficial que fue,  tenia sentimientos de culpa cada vez que, atormentándose a sí mismo,  leía por enésima vez la obra “Mein Kampf”. En lo más profundo de su ser, se decía a sí mismo, -Si Adolfo Hitler  hubiera ganado la guerra, el mundo habría retrocedido mucho, se habría impuesto su  dominio con un totalitarismo racista y genocida; no, yo Helmut cambié hace mucho, ya he rehecho mi vida junto con mi querida familia en este acogedor país por lo que  no puedo estar de acuerdo con todo lo sucedido,  ni seguir recordando lo tenebroso que fue para mí participar en esa guerra de agresión al mundo entero.


Conversando en la intimidad, con su esposa  Helga, recordaban la manera tan inesperada y traumática en que Helmut conoció a su mujer; fue cuando los rusos habían entrado a Berlín y él la rescató, en un sangriento enfrentamiento,  dando muerte a aquellos soldados del ejército rojo, que estaban abusando de ella. Entre Helmut y Helga había nacido el amor, en esas circunstancias tan difíciles; decidieron emigrar y buscar refugio en América del Sur.  Así, llegaron a Argentina primero, luego a Chile y por ultimo al Perú, donde decidieron quedarse y casarse. 

Helga salió embarazada, a raíz de ese terrible acto de estupro; Hans nació nueve meses después en el Perú. Hans desconocía totalmente ese terrible hecho   que dio  origen a su nacimiento. Realmente era cierto, ese suceso se le ocultaba, no tenía por qué saberlo, por su propio bien. Hans, después de todo, fue reconocido, aceptado y querido por  la familia Schmidt.  Ese era el verdadero secreto que celosamente guardaban los esposos Helmut y Helga.  

viernes, 16 de marzo de 2012

Diálogo místico II

Marco Antonio Plaza


Gerónimo retorna a su casa después de la misa del día domingo luego de una interesante experiencia que había tenido apenas una hora antes. Emocionado y exaltado abre la puerta de su casa y dice:

- ¡Susana!, ven un ratito, te quiero contar algo muy importante. No tienes idea de lo que me ha pasado.

-¡Qué sucede!, estás alterado y que raro que vengas así después  de la misa. Se supone que debes estar relajado sin  esa cara de loco.

-No me vas a creer pero he tenido un chispazo de misticismo, no sé como explicártelo. Pero me duró apenas unos minutos antes de la misa. Lo he bautizado como «un diálogo místico» y creo que es algo sobrenatural.

-  A ver, siéntate,  explícame con tranquilidad. ¿Quieres un vaso de chicha heladita? La acabo de preparar.

-Sí, tengo calor porque he venido caminando bien rápido para contarte. Bueno, voy a empezar con lo que hice el domingo pasado y luego el diálogo que tuve hoy. Resulta que ese día  caminando hacia la iglesia me quedé observando un pequeño parque, que tú también conoces.

-Claro, ahí donde a veces juega Antonellita cuando vamos a la misa. Pero recuerdo que a ti no te llamaba  la atención. Te agradaba pero no tanto.

-Así es. Hace unos años que vengo pensando en temas sobre la vida. Pero ahí no acaba la cosa. Justamente el diálogo que tuve hoy se basó en esta experiencia y otros temas. Primero te cuento lo del parque, y luego lo del diálogo, ¿te parece?

-Tá bien, organízate.

- Bueno, seguimos. Cuando estaba en el parque rodeado de árboles y densa vegetación tuve un fuerte sentimiento. Una sensación nunca antes vivida.

-¿Sentimiento?

-Así es. Sentí plenamente a la naturaleza, me sentí más vivo que nunca y me olvidé de todas mis preocupaciones, del pasado y del futuro. Tuve mucha alegría.

- ¡No me contaste eso!, ¿por qué?

-Debí hacerlo, pero ahora se ha juntado con el diálogo, ¡es asombroso! ¡No puedo ocultarte estas dos vivencias!

- Lo del parque es comprensible, pero respecto al diálogo, ¿no serán ideas que te afloran de vez en cuando creyendo que te hablan? Debes tener en cuenta que la mente es poderosísima. Inclusive puedes sufrir alucinaciones.

-¡Nada que ver! No fue consecuencia de una lógica ni de un pensamiento menos una deducción, nació muy dentro de mí. Tampoco pienses que escucho una voz que me habla ni veo personas. Estoy muy cuerdo por si acaso.

-. ¿Y tú qué crees que fue?

- Sería un poco de soberbia decir que fue Dios el que me habló y me escuchó, pero, ¿de qué serviría creer en Él si pensamos que solamente está en una nube mirándonos y nunca nos comunicamos? «Creer» implica aceptar de alguna manera tener una conversación pero claro eso no significa que sea igual a hacerlo  por teléfono, no es tan fácil explicarlo.

- A ver, déjame pensar…… Ya sé. Tú crees que Dios te habla, y así se forma un diálogo pero no estás tan seguro. ¡No te entiendo, o crees o no crees!

- Queda la duda, lo tomo con mucho cuidado, pero lo real es que tuve esas ideas que se vinieron a la mente de un momento a otro. Por ejemplo, ahora mismo quisiera comunicarme pero simplemente no puedo. Tengo el presentimiento que se vendrán miles de diálogos. ¡Qué bacán!, ¿no?

- ¡Insisto, tú mismo te preguntas y te contestas!

- ¡No estoy perdiendo la razón!

-Me alegra que así sea. Si no, ¡que me hago con un loco en la casa! ja ja  ja.

-¡Qué sarcástica eres! Tú sabes perfectamente que una idea me está dando vueltas en la cabeza en los últimos meses y lo hemos conversado muchas veces. Se trata de conectar lo material, mental y espiritual en todo momento de nuestra existencia y lograr un alto nivel de conciencia que nos ayude a comprender la vida en toda su magnitud. No pienso dejar de lado esta inquietud hasta que seamos viejitos, sería muy tarde,  no se cambia de la noche a la mañana.

-¡Hace tiempo que me conversas al respecto pero no entiendo realmente que quieres decirme! ¡Lo veo muy etéreo! Explícame eso de “espiritual”, ¿algo así como el espíritu santo?

-Si pues, no he sido  muy claro contigo. Mira, el físico es nuestro componente material y se relaciona con las necesidades básicas e instintos. En cuanto a la mente, nos permite tener consciencia, raciocinio, lógica, sentimientos relacionados a nuestra vida cotidiana así como expectativas. Nosotros podemos vivir tranquilamente, ser muy buenas personas equilibrando el cuerpo y mente. Pero hay algo más que me da vueltas a la cabeza. Me refiero a un mayor nivel de conciencia relacionado con lo místico que escapa a las leyes de la física y a lo que vivimos diariamente, me refiero a lo sobrenatural; yo le llamo espíritu, pero no confundas con la definición de espíritu santo o de un ente incorpóreo que tiene conciencia, como por ejemplo los ángeles.


-¿Entonces?, ¿qué es?, ¡habla!

- Te doy algunos ejemplos. Si estás a punto de accidentarte entonces estás actuando instintivamente. Cuando trabajas, estás totalmente concentrado en este mundo. Esto es excelente porque disfrutas de la vida, te sientes productivo.  Tú nivel de conciencia está en un nivel instintivo y mental. Pero cuando oras o meditas, vas más allá y  tienes un sentimiento especial que es difícil explicar. Cuando eres compasivo y perdonas  a los que te ofendieron o te hicieron daño, superas todo sentimiento de revancha o de venganza que es propio de un raciocinio. Entonces yo pienso que podemos ser místicos aun cuando estamos concentrados en nuestros quehaceres cotidianos.  

- Me parece interesante, pero ..... ¡sigue!

- Esto se ha convertido ahora en una motivación personal. No sólo son ideas sino que estoy poniéndolas en práctica. Y justamente la experiencia de hoy y la del parque es el inicio, es el primer paso.

-Pero, no te entusiasmes, tú sabes que yo soy práctica en muchos aspectos de la vida.  ¿Se puede saber por qué le llamas un diálogo místico? ¿Acaso no pudo ser contigo mismo como te dije hace un ratito? ¿Con tu mente o subconsciente como dicen los sicólogos?

- Las ideas son muy bien elaboradas, se me vienen a la mente con una claridad sorprendente, fluyen como el agua de un río. A veces creo que es una energía sobrenatural. Pero dudar es bueno porque así no te tomas en serio cualquier idea que se te venga a la mente. No te olvides que nuestro subconsciente es muchas veces un amigo, pero en ocasiones se convierte en tú enemigo. Es más, ¡podemos ser engañados! ¿Qué opinas?, creo que ya es hora que me des tu comentario.

- ¡Yo pienso que tú te haces preguntas y te contestan cómo quisieras que sean las respuestas!, ¿no crees?

- ¡Cómo siempre dándome la contra! ¡Y es por eso que no entiendes, mejor dicho, no quieres comprender!

- ¡No te enojes, acepta mis dudas! ¿Y qué hablaste con ese tal “místico”?

- Yo planteaba algo y a veces me daba la razón pero en otras oportunidades  me corregía. Son ideas muy sabias. La sensación es que las tengo dentro de mí ser pero no entiendo como afloran.

-¿Cómo por ejemplo?

- Yo le decía que siempre había cumplido con los rituales, dogmas y ordenanzas de la religión, pero me sentía el mismo de siempre.

- ¿Y que te dijo esa voz misteriosa?

- Qué estaba profundamente equivocado, tenía que esforzarme mucho y llevar una vida espiritual sin dejar de lado mi vida cotidiana.  Si vivo solamente en el plano mental corporal, podré estar muy bien, tener éxitos, dinero, pero limitado en cuanto a la comprensión de la vida en toda su magnitud y nunca tendré un sentimiento que vaya más allá de la relación con seres humanos y las cosas materiales que nos rodean. Eso hará que siempre siga buscando respuestas. Es como tomar agua sin saciar la sed.

-Pero todos vivimos con el cuerpo y la mente, y lo místico se deja para cuando vamos a misa o rezamos. Además, tenemos miles de preguntas sin resolver, llevamos sobre nuestras espaldas un saco enorme de dudas, de cosas que no entendemos ni entenderemos. Mejor aceptar que no tendremos respuestas y vivimos más tranquilos.

-Justamente ahí está el meollo del asunto. Tenemos que tomar una decisión, o queremos saber más o simplemente nos quedamos como somos. Siempre estamos en el plano instintivo-lógico-mental. Esto está muy bien para  resolver el problema económico y el de la interacción social. Pero no es suficiente para obtener un mayor entendimiento de porqué nacemos, vivimos, envejecemos, enfermamos y morimos. ¿Cómo la vez?

- Creo que ahí no estamos de acuerdo. Veo la vida de manera objetiva, vivo de acuerdo a lo que veo, siento. Ahora, buscar el más allá es algo muy complicado. Además,  para eso está la religión. Yo cumplo con sus dogmas y enseñanzas las que me  parecen excelentes, pero dar un paso más allá y convertirme en mística, no me gustaría realmente. Prefiero usar la mente y la lógica a explorar niveles de abstracción que me puede desequilibrar.

-  Ja ja ja ¡estás exagerando! El espíritu es el máximo nivel de conciencia que obtienes en un momento dado que te permite tener una especial forma de vida, y es consecuencia de la coherencia que tienes en tu vida. Sin cuerpo y mente no somos nada; seríamos como una piedra. El espíritu es algo netamente humano.  Es un estado purificado, elevado de la mente que busca lo sobrenatural. Pero de nada serviría estos dos si carecemos de un sentimiento especial hacia la vida. La voluntad y determinación son la empuñadura de la espada; el sentimiento místico es la hoja de la espada.

- ¡Yo no entro en vainas, me gusta seguir la lógica que tengo acá adentro de mi cerebro! ¡No me gusta volar como tú lo haces!

- ¡Para que te cuento! ¡Me ofendes!

- Échame la culpa ahora de tus fantasías.

- Lo dejo ahí no más. Hablemos de cine.

- No seas burlón oye, ¿Qué me crees? ¿Calabacita?

- ¿Será lo que tú dices? Ja ja ja.

- ¡Si sigues así acabarás en un manicomio!

- ¡No importa, al menos los locos me escucharán!

Así Gerónimo se para y se va al baño a tomarse una ducha de agua helada.

miércoles, 14 de marzo de 2012

En familia

Nora Muñoz


Echando una rápida ojeada al modesto departamentito que desde que se casaron habitaban ella, su marido y sus cuatro hijos, nacidos precisamente allí, la joven madre puso manos a la obra para dejar definitivamente su vivienda en el jirón Recuay en Chacra Colorada, hoy conocido más como el distrito de Breña y armar la mudanza hacia una nueva casa.  Todos esos años lograron acomodarse en dos piezas que ella, muy pulcramente y con una creatividad a toda prueba, decoró utilizando cajones de madera como confortables, vistiéndolos tan primorosamente que simulaban perfectamente unos muebles muy cómodos.  Dentro de estos cajones bien revestidos con sendos bobos de cretona, ella se dio maña para acomodar las sábanas, las toallas y la ropa que podía doblarse y entrar en los espacios llenándolos de tal modo que al bajar los vuelos de la cretona no se veía lo que guardaban en su interior.  De esta manera, su ingenio le sacó ventaja al más mínimo espacio.  El entusiasta y trabajador padre, interpretaba acertadamente las ideas de su mujer.  Su pequeña vivienda estaba bien implementada con repisas y detalles que él realizaba con sus propias manos.  Hasta las camas que usaban eran producto de su creación, ya que era habilísimo en trabajar con la madera.  Él se encargaba del mantenimiento de la casa, solucionando los problemas de electricidad y gasfitería.  Ambos se complementaban y consolidaron un alegre hogar.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la cálida voz de su marido:

-          Mujer, ¿en qué estás pensando? -él sabía la tristeza que a ella le embargaba pero sus palabras siempre le daban mucho ánimo- Debemos apurarnos porque solo tenemos dos días para embalar las cosas para la mudanza.
-          Si, si… en eso estoy, no te preocupes que ya tengo las cajas necesarias y lo que sea frágil lo estoy acomodando con sumo cuidado bien envuelto en periódicos –se refería a las copas y vasos de vidrio.
-          Yo también ya tengo desarmados los estantes y las repisas y mañana me encargaré de las camas, nos mudaremos a eso de las cuatro de la tarde para llegar de día a la otra casa y poder armar lo más urgente allá.  No te olvides que tenemos que priorizar el cuarto de tu mamá y hermano.
-          Está bien, mi amor.

A pesar de su juventud ella manejaba muy bien a los niños, tres varones que vinieron uno tras otro, de tal modo que solo se llevaban un año de diferencia, ellos no se atrevían a tocar un solo adorno de la rústica pero simpática sala improvisada, a ella le bastaba abrir los ojos para que los muchachos se alinearan a sus directivas. Pero afortunadamente ellos revoloteaban por toda la quinta dando rienda suelta a sus toscos entretenimientos y de ese modo gastaban las energías.  Jugaban con el trompo, con las bolitas y la pelota, correteaban empapándose de sudor, quedando después de tanto ejercicio rendidos de cansancio al terminar el día.  La madre era muy organizada y práctica, puntual en sus comidas los mandaba a la cama indefectiblemente a una hora exacta, que le permitía a ella terminar sus quehaceres domésticos sin el barullo de los tres hombrecitos, que además se habían integrado a una escuelita “República de Colombia”, situada a la espalda de la casa y a donde la joven madre se apresuraba a ir a la hora de recreo –previo permiso de la maestra- para llevarles su refrigerio: la cocoa con leche y pan con queso fresco o bien alguna fruta, como si fueran a morir de inanición si es que no les llevaba los alimentos.  Tal era la preocupación y la dedicación que les prodigaba a sus pequeños, a quienes vestía con los trajes idénticos que ella misma les confeccionaba.

-          Señorita Teresa… ¿cómo está usted?
-          Bien gracias, muy bien, pero pase nomás a ver a sus retoños.
-          Gracias señorita.

Con tres hijos varones, la joven pareja parecía haber completado una bonita familia, sin embargo, el papá deseaba –en lo profundo de su corazón- tener una hija mujer.   Él trabajaba arduamente, incluso aceptaba turnos de noche para completar el presupuesto familiar, ella se dedicaba a la costura y como tenía mucha creatividad, vendía los adornos que confeccionaba.  Le encantaba hacer siluetas con tinta china en vidrios así como muñecos de trapo con rostros sólidos que armaba con alguna técnica especial que había perfeccionado.

Cuando el menor de los hijos tenía cuatro años, la joven mamá –que pensaba que tres muchachos eran suficientes- se encuentra esperando un nuevo ser.  El entusiasta papá, que adoraba a las criaturas, no cabía en sí de gozo y esperaba con ansias que fuera mujercita, deseo que se le cumplió porque a los ocho meses de gestación, vino al mundo la princesita que él había deseado con tanto amor.  Él, que ayudaba en todo a su mujer, los fines de semana también se dedicaba a la casa, colaborando en la limpieza, en el lavado de ropa y hasta cocinando, cosa que le gustaba mucho hacer.  Y como no cabía en sí de la felicidad de tener a una nena tan dulce, llevaba muy orondo a la pequeña en sus hombros cuando iba al mercado, o cuando salía de compras, sacando pecho por tan linda prenda.  Más tarde escribiría en el álbum de la niña:

“Al cielo pedí me concediera una ilusión
Y del cielo bajó una estrella,
la más bella, la hija de mi corazón.”

A la par que observaba con cierta mirada perdida la pequeña vivienda que estaba a punto de dejar, la mamá evocaba lo acontecido apenas unos meses atrás cuando, junto a su madre y hermano, se habían preparado con mucha ilusión para emprender toda la familia un viaje a Pacasmayo, su tierra natal.  ¡Cómo iban a disfrutar de esas vacaciones y cuanto se divertirían también los muchachos!  Desde que salió de su tierra la joven madre y su hermano nunca habían regresado.  Se planificó al detalle el viaje.  Las maletas bien equipadas, se habían confeccionado las respectivas listas de lo que había que llevar para que a último momento no se les olvidara algo importante.  Con su boina azul que hacía resaltar sus hermosos ojos azules y el distinguido porte que ostentaba el joven tío parecía un artista  y coincidentemente hacía trabajos para las salas de cine, dueño de una gran habilidad para el dibujo.  En esa época las sinopsis de las películas se hacían previamente en lunitas y durante el intermedio entre la parte documental de noticias y la película en sí se proyectaba el avance de los estrenos así como la propaganda de servicios diversos (sastrerías, zapaterías, casas de novios, bebidas gaseosas, chifas, restaurantes, etc.) mientras se escuchaba un fondo musical.  Todo esto lo sabía diseñar y trabajar muy bien el joven tío empleando láminas pequeñas de vidrio que pintaba con colores de agua y en tinta china, de tal manera que al ser proyectados en el ecran cubrían toda la pantalla del cinema.  Menudo trabajito de precisión y arte que había que desplegar.

-          Mujer, ¡no sabes lo contento que estoy ahora que vamos a vivir todos juntos!   -la franca sonrisa de su marido le daba tanta confianza y seguridad-  ahora ya no tendrás que darte el trote todos los días donde tu mamá.  Ella y tu hermano van a estar también más tranquilos acá.  Y yo voy a tener a mi mujercita contenta.

¡Cuánto tenía que agradecer a Dios por haberle dado un marido tan generoso!  Hasta el mejor cuarto les había destinado a la suegra y al cuñado.

Sus pensamientos volvieron a situarla en el pasado reciente, recordaba como todos contaban los días para el tan ansiado viaje, así como las tareas que cada cual debía realizar. La abuela y el tío serían los encargados de comprar los pasajes en una línea de ómnibus que hacía el tramo hacia el norte.  Todos tenían una cara radiante de felicidad, la llegada de la nena al hogar también había contribuido a que en esta familia se pudiera decir con alegría cuan bella puede ser la vida.  La víspera del viaje los niños fueron a la cama más temprano que nunca para que los mayores pudieran finiquitar los detalles que podrían estar faltando.  Papá y mamá revisaron el equipaje, pasaron revista al listado que habían previamente confeccionado y confrontaron que todo estaba en perfecto orden.  Saldrían muy temprano al amanecer pues el recorrido era bastante largo y querían llegar el mismo día a Trujillo para luego tomar una conexión a Pacasmayo.  Pero ¿dónde se habrían metido la abuela y el tío que tanto se demoraban?  Claro… uno siempre quiere llevar cositas y regalitos a la familia y se había oído decir que la abuela estaba detrás de un obsequio muy especial para una prima hermana suya que había sido inseparable de ella en su juventud.

La abuela tenía un rostro alegre con unos ojitos vivaces, tarareaba las letras de las zarzuelas y siempre tenía historias muy entretenidas que contar.  Con su yerno se llevaba a las mil maravillas y era muy ameno escucharla narrar los episodios de la guerra con Chile donde su padre fue un héroe.  Amiguera como ella sola, era la mayor de varios hermanos y con sus cuentos animaba las tardes de los nietos, sus historias de los montoneros y los colorados, así como también los poco felices episodios que protagonizaron los chilenos al vencernos en la guerra, arrasando con todo lo que pudieron y sembrando pánico, desdicha y ultrajes eran temas que ella muy bien hacía llegar a quien tenía la suerte de escucharla.

La joven mamá suspiró hondamente y vino a su memoria –como una película- el recuerdo del episodio que hubiera querido olvidar para siempre, hasta pareció sentir ese sonido brusco de la puerta que estrepitosamente a punta de golpes la tiraban abajo y todo lo que se había estructurado, planificado y dado por hecho se redujo a nada.  El joven tío –sin aliento para poder hilvanar una frase completa- daba la triste noticia: un camión, a velocidad excesiva había atropellado a la abuela y amparado en la sombra de la noche el irresponsable chofer había huido dejándola tirada en la pista.

Las lágrimas humedecieron los bellos ojos de la joven mujer, pero inmediatamente una sonrisa se dibujó en su rostro: la abuela había sobrevivido al accidente.  Y aunque perdió la vista lo que jamás la abandonó fue su extraordinario carácter y las ganas de vivir que muy bien sabía alegremente expresar contando sus pícaros cuentos que hacían sonrojar y reír al más serio de los mortales.

viernes, 9 de marzo de 2012

La rebelión de las huacas

Víctor Mondragón


El frío se hacía  más intenso, era casi las cuatro de la madrugada, en un largo, oscuro y silencioso pasadizo del hospital de Huamanga, sobre una banca de madera, Luis y Mario, estudiantes universitarios limeños,  esperaban sentados, casi echados. Minutos antes los muchachos habían llegado a dicho nosocomio junto a su compañero Arturo, presa de  convulsiones y semi- inconsciente. Fuera del local, los hermanos Justo y Artemio Colque conversaban con  un sacerdote  y le entregaron un cartón con inscripciones de ouija; horas antes, Justo Colque había encontrado a los tres muchachos deambulando por la pampa de las huacas, distante unos kilómetros de la ciudad de Huamanga. 
-Debo hablar con esos jóvenes –dijo con voz callada y serena el clérigo; ingresó al pasillo del hospital. Los muchachos desconocen  de qué lado está la razón, les atrae el puro sabor del peligro pensaba,  el religioso se acercó   y les preguntó si eran  conscientes de que habían estado sobre un terreno arqueológico.
 -Estuvimos bebiendo con unos amigos y escuchando música – balbuceo Mario.
 -Vamos a una sala  –dijo el sacerdote mientras los conducía a un ambiente cerrado, los hermanos Colque los acompañaron.
-¿Ha venido para darnos un sermón? –preguntó Luis burlándose, seguidamente se incorporó apoyándose en una pared.
-Son ustedes unos irresponsables, no deben subestimar al maligno –increpó el religioso.
Los ojos de los muchachos tenían un brillo extraño, parecían querer salirse de sus cuerpos, miraban al clérigo en tono desafiante.
-Están borrachos, ¿han estado practicando ouija? –inquirió el sacerdote.
-Es un juego inofensivo –repetía con fatuidad  Luis mientras   encogía los hombros.
Justo Colque,   contaminado de ansiedad, intervino diciendo que había encontrado a los tres jóvenes bailando en forma frenética, con meneos que parecían provenir de algún impulso exterior más que de sus  cuerpos y voluntades, él y su hermano miraron con temor, casi con repulsión a esos muchachos.
-La ouija no es un simple juego, podrían  aflorar espíritus inframundos –dijo el sacerdote en tono fuerte y exasperado.
-Ya somos mayores de edad, la iglesia siempre ha usado leyendas para tener asustada y dominada a la gente –dijo Luis con voz entrecortada mientras su amigo meneaba la cabeza afirmativamente. 
El sacerdote miró a los ojos de los jóvenes y sintió cierto temor, sin perder la calma  pasó a narrarles la tradición del taki-unquy, contó que antes de la llegada de los conquistadores españoles, buena parte de los habitantes del Tahuantinsuyo interactuaban en  actos que hoy llamaríamos satánicos y que al parecer  habrían llegado a un alto nivel de espiritismo u ocultismo.
-Esas leyendas fueron para justificar la  conquista –respondió Luis aletargando su dicción por la embriaguez; seguidamente, por no coincidir con el clérigo, optó por el escarnio, acosó al religioso con una soez e  implacable hostilidad, luego dio un brinco y mostró al sacerdote su dedo pulgar entre sus dedos  índice y mayor.
-¡Saque su crucifijo señor cura! –masticó entre dientes Artemio Colque, sentía una gélida resonancia en sus entrañas, infirió que alguien más había en la habitación.
Una característica de lo infernal es la irrealidad, lo cual pareciera mitigar el temor pero lo agrava a la vez; el clérigo se apresuró a impugnar una  posible posesión, si bien carecía de la autorización respectiva, pensó que peor era hacer nada; abrió su maletín, sacó un frasco de agua, una biblia  y un gran crucifijo mientras los hermanos Colque elevaban oraciones suplicando el favor divino e imponían sus manos sobre las cabezas de los jóvenes.
-Cualquiera que seas, espíritu inmundo, te ordeno así como a tus compañeros que poseen a estos siervos de Dios… -dijo el religioso,  luego pronunció diversas oraciones en latín; inasequible al desaliento,   tras una  hora de oraciones, mojó las cabezas de los jóvenes con agua bendecida y aquellos empezaron a menear sus cuerpos y a vomitar abundantemente. La sala era un asco con olor insoportable, una masa negruzca había salido por las bocas de los jóvenes, sus ropas estaban embarradas de tierra,  quedaron tendidos en el suelo mientras los hermanos Colque hacían esfuerzos por incorporarlos, sus  rostros parecieron ya relajados. No hay temor que no esté por desdibujarse como el rostro de la calma, se dirigieron al pasillo.
-¿De dónde sale ese sonido? –preguntó el sacerdote tras percibir  un ruido intermitente que salía de la habitación.
-¡Son grillos!, ¿en qué momento entraron allí? –dijo Artemio Colque mientras iban en aumento el  frío y el estridular.
-Llévenlos con las enfermeras –dijo el sacerdote,  con ávido sigilo regresó a la habitación y al parecer puso en buen uso su frasco de agua bendita pues entró con éste lleno y salió con el vacío, el extraño sonido cesó.
-Allí están, ellos son –gritó un campesino que entraba al  pasillo del hospital y señalaba a los jóvenes; lo acompañaba Jacinto Huaranca, profesor de la universidad de Huamanga.   
Los cuerpos de los inconscientes muchachos fueron llevados a otra habitación, el médico de turno y una enfermera  examinaron el estado en que se encontraban.
-Es mejor que descansen, tienen  intoxicación alcohólica –dijo el galeno, los hermanos Colque vistieron con ropas limpias a los muchachos y los acostaron; en breves minutos quedaron  sumidos   bajo un profundo sueño.
-Buenos días, disculpe la tardanza -dijo Jacinto Huaranca, el clérigo lo había mandado buscar una hora antes.
-Es mejor que vayamos a reponer fuerzas –dijo Justo Colque, el espanto de la vigilia lo había consumido,  con su hermano, el sacerdote y el profesor enrumbaron hacia el mercado  mayorista de Huamanga; la frescura del aire y el rumor de una ligera llovizna los acompañaban cuando el alba los sorprendió.
-Dos caldos de mondongo (1) y dos uman-caldo (2) –dijo el profesor a una vendedora ambulante.
El temor parecía ya aplacado, se sentaron sobre una larga banca; sendos platos humeantes  fueron prontamente servidos, éstos lucían acompañados de abundante mote y ajíes con hierbas aromáticas; el sacerdote y sus acompañantes agradecieron a Dios por los alimentos y prontamente el calor de las sopas restituyó la temperatura en sus cuerpos.
-¿Qué sabes de la religión antes de la llegada de los españoles? –inquirió el religioso al profesor Huaranca.
-Cuentan las tradiciones que los espíritus inmundos  campeaban y convivían con la gente, eran motivo no solo de adoración sino también de pactos y prebendas; los cuerpos momificados de los caciques eran tratados como si fueran personas vivas con  derechos y  servidumbre, comían, daban consejos e interactuaban con los vivos en las actividades de la vida cotidiana –narró el profesor.
¿Qué sabes de la extirpación de idolatrías? –preguntó el sacerdote.
El profesor replicó que había tenido acceso a los escritos del dominico Cristóbal de Albornoz, quien tres décadas después de la conquista española luchó en Huamanga contra los demonios de las huacas que se rebelaron y tomaron posesión de los cuerpos de los indígenas.  
-Cuando se adora y se deposita fe en ídolos, los espíritus inframundos se introducen  allí, el  dominico español ordenó destrozar los monolitos de piedra e ídolos que eran adorados por miles de años  bajo el nombre de huacas;  luego de partirlas en trozos, las quemaron y las enterraron  en la pampa de las huacas, lugar donde  han estado esos muchachos; tiempo después  los espíritus de las huacas empezaron a aflorar y a quienes les honraban los tomaban en posesión dando bailes frenéticos –dijo el profesor.
Seguidamente añadió que Albornoz y sus acompañantes comprobaron  que los indígenas no estuviesen ebrios o drogados y que a su  parecer, los espíritus de las huacas nunca se resignarían a pasar al olvido.
-¿Por qué luego fue perseguido Albornoz? –preguntó el sacerdote.
En esos tiempos  había pugnas políticas, no faltaron quienes especularon  que Albornoz añadió ficción  para ser promovido en cargos eclesiásticos; al parecer  lo impulsaba una fe contaminada de ambición;  el inquisidor Pablo de Quiroga lo encarceló  al descubrir en el clérigo intereses por una mina cerca a Huamanga –dijo  el  profesor. 
-Guamán Poma de Ayala conoció a Albornoz, ¿qué dijo al respecto? -preguntó el clérigo.
-En forma prolija avaló lo dicho y hecho por Cristóbal de Albornoz –contestó el profesor.
-Un teqte y un puca picante para compartir –dijo el profesor a la vendedora ambulante;   había visto a otros comensales comiendo dichos platos y no pudo resistir a la tentación de también consumirlos.
¿Y ustedes que piensan? –dijo el clérigo dirigiéndose a los hermanos Colque.
-Nadie osa caminar de noche y solo por las punas o lugares alejados, hay demonios que se apoderan de los cuerpos, algo de cierto habrá –replicó Jacinto Colque.
El profesor se llevó la mano al mentón, miró largamente al suelo y  manifestó algo que rumiaba largo tiempo en su mente:
-Dudo que la conquista española  haya sido  solo obra de hombres, parece haber sido una lucha de dioses, se dieron tantas circunstancias curiosas que da que pensar.
A media mañana, los comensales retornaron al hospital, el día había aclarado, a las afueras los esperaban curiosos pues el chisme se había difundido rápidamente, mitad de ellos por novelería y mitad por instinto. Una enfermera salió a recibirlos y les informó que los jóvenes habían vuelto en sí, se dirigieron a la habitación de los muchachos.
-Buenos días, ¿recuerdan lo de anoche?, ¿cómo se sienten? –preguntó el sacerdote.
-¡Qué tal huasca! (5), no recuerdo lo que ha pasado, me duele la cabeza –dijo Luis.
-Estábamos bebiendo cerveza en el parque Sucre y unos muchachos nos invitaron chicha de jora, luego nos dijeron que querían mostrarnos un tesoro, caminamos a las afueras de la ciudad, en la pampa vimos un resplandor que salía del suelo y los muchachos nos dijeron que era oro, no recuerdo más –añadió Mario.
-Creo que nos  cruzamos por  mezclar el trago –dijo Arturo.
-Se han recuperado con el suero que les aplicamos, tuvieron una fuerte intoxicación alcohólica, además Arturo tiene un diagnóstico de epilepsia en grado menor –concluyó el galeno.
Aquel día, los hermanos Colque fueron atormentados por la incertidumbre, dudaron en atribuir este final a su fe, a una confusión o a una mera casualidad, tiempo después, junto al profesor,  repetirían  a sus amigos  que habían luchado contra  la rebelión de las huacas.




1. Caldo de mondongo: sopa preparada con vísceras  de res o menudencias, culantro y maíz blanco.
2. Sopa preparada con cabeza de carnero y ajíes
3. Teqte: guiso preparado con habas, ají, ajo, queso fresco, cochayuyo, alverjas, leche y huevo.
4. Puca picante: chicharrón de cerdo con salsa de maní.
5. Huasca: peruanismo borracho, borrachera.

lunes, 5 de marzo de 2012

Reseña: Javier Vásconez acaricia la piel del miedo

Por: Juan Carlos Moya*





La novela La piel del miedo, finalista del Premio Rómulo Gallegos 2011, certifica la trascendencia del escritor ecuatoriano Javier Vásconez (Quito, 1946) en el mapa literario.
Ricardo Piglia, ganador en ese año del galardón, declaró: «Recibir este premio para mí es un orgullo, mucho más sabiendo que entre los finalistas había compatriotas como Sylvia Iparraguirre, Eugenia Almeida y Leopoldo Brizuela; y Javier Vásconez, un escritor ecuatoriano extraordinario».
Por su parte, Vásconez, quien en este 2012 ya tiene una nueva novela entre manos, señaló en una entrevista con Amir Valle (revista OtroLunes): «Soy el eterno finalista del Rómulo Gallegos. ¿Para qué insistir si no tienes un padrino que apueste por ti? He aprendido con un poco de retraso que en los concursos alguien tiene que apostar por tu obra, sin importar la calidad que ésta tenga… La primera vez que estuve bordeando el premio fue con La sombra del apostador. Y la última vez lo perdí con La piel del miedo, pero también hubo ciertas declaraciones con otra novela mía, Jardín Capelo, según las opiniones de Elena Poniatowska en México.»
Yendo a la novela: La piel del miedo —su argumento— es un pretexto para explorar un sentimiento pavoroso con el que todo escritor convive: perder las palabras, sentir que ellas se escapan de nuestra mente como una estampida de murciélagos.
Jorge, narrador testimonial, vive trances epilépticos que lo condenan a recomponer su memoria y a delirar con potenciales sucesos, que el lector asimila como verdades a medio camino.
Siendo víctima de la epilepsia, Jorge deforma la realidad y adjetiva sus observaciones desde el malestar y la herida abierta en su mente. A pesar ser un adulto que relata su propia infancia y el paso a la adolescencia, su palabra sigue siendo la de un niño a merced de su sensibilidad exacerbada, un poeta del nervio y de la sospecha, obsesionado por la ausencia de su padre. Jorge es un huérfano de cariño, esclavo de la hostilidad, creyente del amor de las mujeres: segundas madres, segundas crueldades.
Narrada en primera persona, con un tono conjetural, en La piel del miedo aparecen algunas líneas con un vuelo kinestésico y poético. La obra es una apuesta por la escritura limpia de pretensiones barrocas, y se constituye en una tentativa del escritor ecuatoriano en busca de su propio bestiario.
«Todos los elementos que caracterizan la narrativa de Vásconez comparecen en estado de gracia en esta sugerente novela escrita con la penetrante plasticidad de una prosa parsimonioso y envolvente», señala el crítico español Ignacio Echeverría.
«Era la novela que quería escribir siempre, pero no encontraba el tono. Hoy me siento satisfecho pues ha salido de mí, de mí memoria personal. Y el lector, siempre curioso, la tendrá en sus manos para escudriñarla», ha confesado Vásconez.
El espanto aletea como un murciélago durante todo el trayecto de La piel del miedo. Es el protagonista catalizador y funciona como una larga y ramificada cañería que conduce las aguas empozadas de la memoria.
La vida y las pasiones de los personajes (El jockey Rosendo, la protectora cantante Fabiola Duarte, la madre abandonada, Papi George, Ramón, el amigo tatuador, Kronz…) están impregnadas por el miedo. Todos ellos viven poseídos por éste perturbador temor, que se convierte en maestro de aprendizajes y caídas.


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La piel del miedo está ambientada en los años cincuenta, “en una ciudad pequeña, provinciana, oculta como un hongo entre la cordillera”.
Jorge —tatuado por el miedo y la epilepsia— es la voz narrativa que nos cuenta en primera persona la relación tensa y violenta con su padre, Rogelio Villamar, quien debido a sus escritos periodísticos es perseguido y castigado por el Presidente Enríquez.
Entonces, luego de que él abandona el hogar y se refugia en la clandestinidad, Jorge se obsesiona por perseguir los pasos del fantasma, como si estuviera intentando coser una herida. Y el miedo, “que era más real que la realidad”, erupciona en la mente del niño como un volcán de violencia y delirios.
Vásconez —un hombre con atributos literarios— simboliza el miedo como un revólver que dispara una exacerbada imaginación que, temblorosa y lenta, va escribiendo el tránsito de la niñez a la juventud, del desamor paterno al desamor de una mujer.
Jorge Villamar –hijo del miedo y de la imaginación— es un logrado personaje que se suma a la legión de seres que habitan el reconocido y alucinante universo literario de Vásconez.  En el trayecto de la novela, su perspectiva, su mirada, tiembla con el lenguaje y los adjetivos, embruja y nos arrima al desbarrancadero.
La piel del miedo puede leerse también como una novela del desamparo y la soledad, de la amistad y la necesidad de inventarnos un amor, de crecer a su sombra.
Vásconez demuestra una vez más que tiene la capacidad de tatuar emociones en la piel del lector y llevar cada día —y con cada nueva publicación— mucho más lejos los linderos de su mapa literario. «Todo novelista lleva una barbarie interior… Me dije que el poder de contar una historia radica, en cierta medida, en la capacidad de ser uno mismo».
Por cierto, Jorge y Javier, a más de sus iniciales, comparten algo en común: el miedo de perder las palabras, el lenguaje, el amor de una mujer, ancestrales vestigios que tienen los hombres para fundarse y para conjurar su pasado.


Juan Carlos Moya (Ecuador, 1974)
Escritor y periodista. En su obra constan los siguientes títulos: Caballos en la niebla (novela); Mujer divorciada busca (libro de relatos). Es ganador del Premio Jorge Mantilla Ortega, primer lugar. La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano —fundada por Gabriel García Márquez— le hizo merecedor de una beca de estudios con Ryszard Kapuscinski, en Buenos Aires. Sus artículos y estudios relacionados con arte y cultura han aparecido en periódicos, revistas y editoriales del Ecuador. Actualmente se encuentra escribiendo su segunda novela.