viernes, 28 de octubre de 2011

La ley marcial para Laura

Marco Antonio Plaza


Juana y Laura son dos mellizas que son muy unidas desde que tienen uso de  razón. Un día caminando por la casa de sus padres comenzaron a rememorar.

-  Juana, ¿recuerdas cuando éramos muy niñas y mi mamá nos vestía de manera idéntica?

- Claro hermanita  y eso a veces nos hacía sentir incómodas porque la gente nos decía a cada rato en cada esquina «miren a las mellizas, están vestidas igualitas, ¡qué lindas!». Y mi mamá se sentía orgullosa de nosotras –dice Juana.

- Eso habrá sido cuando teníamos cuatro o cinco años ¿no? –pregunta Laura.

-  Sí, ya correteábamos por los jardines del parque y la empleada atrás de nosotras  como loca.

- Estaban muy bien conservados, tenían muchos árboles, un césped verdecito y parejo, lindas flores y un aroma especial, pues, mi papá decía que olían a la selva igualito a cuando uno baja del avión y pisa tierra.

- ¿Y qué será de doña Katia? La de los dulces a la vuelta de la casa. Vendía unos  excelentes sobre todo el arroz con leche y las humitas dulces, ¿te gustaban Laura?

- ¡Claro! ¡Qué te hace pensar que no! Ella actualmente bordea los setenta años pero la vieja está parada, si la ves, tranquilamente le echas sesenta; su negocio tiene cualquier cantidad de clientes y a veces comen los dulces parados, como en nuestra época. ¡Siempre la gente glotona!

-  Íbamos a comer con mi mamá antes de volver a la  casa, cuando se hacía de noche.

Y las hermanas seguían caminando por lugares que les traía mucha nostalgia.

-   Juana, ¿recuerdas los fines de semana? –pregunta Laura

-  ¡Claro! Por lo menos dos domingos al mes nos llevaban a pasear a Chaclacayo, comíamos pollo a la brasa y a veces la riquísima pachamanca, y por la tarde los anticuchos y los picarones frente a Huampaní. Y en verano  nos bañábamos en la piscina del club y fin de semana, en la playa que quedaba en el sur de Lima.

-  ¡Qué bonitas épocas Juana! Todo eso lo recuerdo cómo si hubiese sido ayer,  increíble cómo pasa el tiempo. ¿Y los viajes a Camaná?

-  Bueno, ahí estábamos más grandes, bordeando los quince años, todas unas señoritas. Creo que mi papá era medio celoso, pues, había unos oficiales bien jóvenes que nos miraban. ¿Recuerdas que en una fiesta uno de ellos me sacó a bailar? Ja ja ja , si le hubieses visto la cara. ¡Recontra celofán!

-  ¡Sí, lo era!

-  Pienso ahora mismo en Camaná, en la cabaña que vivíamos frente al mar, era hermosa, con un bonito balcón;  pasábamos tardes enteras sintiendo el aire fresco y el aroma del mar hasta ver como se ocultaba el sol lentamente en el océano dejando una franja anaranjada en el horizonte, ¡qué belleza!

- Y conversábamos toda la familia  horas de horas.  ¡Qué lindos momentos aquellos!

-  Y ahora mismo Laura, después de algunas décadas ¿cómo ves el pasadizo donde jugábamos? ¿Te acuerdas que cuando éramos chibolitas nos parecía enorme? Corríamos todo el día, hacíamos bulla y el vecino de arriba nos gritaba «cállense niñas, es hora de la siesta, respeten a sus mayores».

- Nos parecía un viejo renegón. Pero no le hacíamos caso. Pero ahora recapacito, y después de todo, tendría nuestra edad, unos cuarenta y tantos. Los cuartos también nos parecían gigantes al igual que los baños, el techo lo veía bien alto, inalcanzable.

- Veo un nuevo escritorio donde antes era una habitación. Y en el pasadizo, sobran dos habitaciones que las están usando para guardar cosas -dice Juana sorprendida porque había dejado de ir a la casa como tres semanas.

- Sí, ellos están contentos porque tiene todos sus cachivaches al menos ordenados a su manera. Y mi papá pasa horas en su escritorio haciendo su crucigrama. Y leyendo las miles de colecciones que tiene. Además, como siempre, pintando la casa dos veces al año. ¡Es un enfermo de la limpieza! Hasta ahora mantiene eso, creo que es una manía que no lo deja  -dice Laura

Así pasaron las mellizas una tarde amena charlando sobre la feliz infancia  que vivieron, algunas aventurillas, sus viajes al sur y sobre todo lo cariñosos que fueron sus padres con ellas, las más engreídas de la familia. Eran épocas de felicidad.

Una vez adolescentes, Juana fue enamoradiza  a diferencia de Laura, quien era muy pegada a la familia y no se le conocieron enamorados.

Cuando las mellizas bordeaban los  treinta y  cinco años  Juana se casó con Rigoberto, mayor que ella cinco años y se fueron a vivir a un departamento en Jesús María, a unos diez minutos en carro de la casa de sus padres. Un lugar ideal, cerca a supermercados, tiendas y cafeterías, como le gustaba a Juana. A una cuadra estaba la avenida Salaverry, con hermosos árboles por donde provocaba caminar. Y al finalizar esta gran avenida, había un parque  enorme que colindaba con un malecón del cual se podía tener una vista preciosa al mar. Para esto, las hermanas siguieron frecuentándose muy a menudo y el matrimonio nunca fue impedimento para que sigan siendo unidas.

Juana y Rigoberto tuvieron una mujercita y la llamaron Noelia. Rebeca, mamá de Juana ayudó mucho en la crianza de esta niña, sobre todo los primeros años de su niñez, en que la señora se encontraba muy bien de salud. Mientras los esposos trabajaban, Noelia pasaba las mañanas y las tardes en la casa de su abuela hasta que sus padres la recogían al anochecer. La nieta era muy engreída por el abuelo, quien la llevaba casi todos los días a la tienda del lado para comprarle golosinas.

Un día Laura le cuenta a Juana que su mamá estaba presentando una rara enfermedad.

-Laura, mi mamá está delicada de salud.

-¿Qué tiene?

-Le están realizando chequeos médicos pero por ratos se duerme y no despierta y cuando lo hace parece que está en otro mundo. Es un problema de irrigación al cerebro.

-¿Y mi papá ya sabe?

-Sí, él la está llevando al hospital periódicamente. Te voy a mantener informada Juana, no te preocupes.

Luego de conversar, las hermanas se despiden y siguieron su vida normal. Después de casi un año, el problema de la irrigación cerebral mejoró pero surgió un nuevo diagnóstico. Un día Laura le informa a su hermana al respecto.

-Juana, mi mamá se contagió la hepatitis B en el hospital y al seguir tomando abundantes medicinas sin conocer esta terrible enfermedad le provocó cirrosis. Tú sabes que esto es imposible de curar, y a su edad es muy difícil que le hagan un trasplante de hígado y sobre todo que es muy costoso y no creo que consigamos el dinero suficiente para eso. Pero voy a tratar de contactarme con médicos naturistas. No perdamos las esperanzas.

-¡No puede ser! –dice Juana entre lágrimas- pobrecita, me duele mucho verla enferma tan sana que era. No quiero que sufra. El hospital siempre me pareció un lugar lúgubre, un poco abandonado además que éstos siempre tienen enfermedades en el aire que se respira y en todo lo que tocas.

-Yo me haré cargo de ella y lucharé hasta curarla. Siempre estará acompañada.

- Sería mejor contratar a una enfermera para que la cuide porque tú tienes que trabajar. Dudo que tengas tiempo para estar todo el día con ella.

-Es cierto, pero le daré prioridad. Por el lado económico, estoy bien. Sigo vendiendo productos naturales y tengo una buena cantidad de clientes.

En una de sus visitas semanales Juana le dice a su padre.

- Es necesario que a mi mamá la cuide una enfermera a tiempo completo, o al menos de día mientras ustedes hacen sus cosas personales. La enfermera y ustedes dos perfectamente pueden cumplir esa función. Me encantaría estar más tiempo con ella pero me es imposible por mis obligaciones. Sin embargo yo estoy dispuesta a colaborar. Laura no debe sacrificarse tanto. Es más, se puede hasta enfermar. Por favor, quiero que reflexiones al respecto.

- De ninguna manera, Laura tiene que preocuparse por su madre, ella es soltera,  así que nada de enfermeras en la casa. Siempre roban, están revisando los cajones. Además las mujeres atienden mejor que los hombres.

- Pero también tienes que participar. Por favor, ¡sensibilízate!, no seas duro de corazón.

- ¡Ya te lo dije y lo vuelvo a repetir hasta el cansancio! ¡Una mujer cuida mejor que un hombre!

-Justamente una enfermera es ideal y así Laura tendrá tiempo libre para hacer sus actividades. En ningún momento estoy diciendo que la abandonemos, al contrario, tenemos que cuidarla más que antes, darle todo el cariño que necesita.

- ¡La decisión  está tomada!  ¡Tú hermana se hará cargo si quiere seguir viviendo acá y punto!

-Bueno papá, me voy despidiendo –pensando «demasiado radical, ¿será la edad? ¡Claro! Son casi ochenta y tres años de vida».

Pasaron los meses y la enfermedad del hígado se volvió irreversible y cada día la señora se ponía peor. Al no funcionarle bien este órgano, la sangre se le llenaba de toxinas ocasionándole un profundo sueño del cual no despertaba. Tenían que llevarla al hospital  y someterla a una desintoxicación a través de suero a la vena. Juana conversa  con su esposo al respecto.

- Rigoberto, a mi papá no lo entiendo, pues, no quiere contratar a una enfermera para que cuide a mi mamá, y piensa que Laura debe estar todo el día atendiéndola. Y lo que más me preocupa es que ella también está de acuerdo.

- Eso me parece autoritarismo –recalca Rigoberto- pues, debe ser más comprensible y darle más libertad. Hay varias maneras de cuidar a un enfermo y no es necesario inmolarse.  A mi modo de ver, lo más sabio sería contar con una enfermera mientras la señora esté sola. Y por las noches, la cuida tu melliza o el señor Gregorio. 

-Bueno, no veo bien que una mujer soltera a  esa edad se entregue tanto pudiendo compartir esta tarea con otra persona.  Lo raro es que lo quiera hacer sola. En eso tienes razón Rigoberto.

-Conversa con ella y hazle ver que dicha atención se debe distribuir entre toda la familia y una enfermera.

-El problema de fondo es que es media testaruda, terca como una mula, de genio fuerte, no aguanta pulgas y le gusta  enfrentarse. Se deja llevar por sus instintos. Creo que es poco racional.

-Si es así entonces, tendrá problemas en breve. La cosa puede reventar. Estemos preparados para lo peor.

- ¡Qué drama, por favor, deja de hablar eso! En cuanto a mi papá, ha cambiado mucho en los últimos años, se ha vuelto renegón, y para peleando con Laura, se gritan y hasta la ha amenazado de botarla de la casa porque ella quiere llevar una vida social normal. Mira, el otro día Laura contactó con un amigo que comercializa casacas y chompas y se ofreció para venderlas. Él le entregó una buena cantidad y ella las llevó a la casa y las puso en la sala encima de la alfombra y muebles. Pero días antes  yo le dije «primero coordina, no te lances». Pero una vez más, hizo lo que le dio la gana.  El negocio iba bien porque Laura había colocado una buena cantidad de ropa, pero cuando mi papá vio la sala de esa manera, su primera reacción fue «¿qué es esto? ¡Laura!, ¡llévate esto inmediatamente!». Y como es natural, poco faltó para que toda la mercadería acabe desparramada en medio de la pista.  Al final le arruinó el negocio. ¿Qué opinas?

-Bueno, debieron coordinar, pero debes tener en cuenta que cualquier persona con un gran problema, y que no lo pueda resolver -me refiero a la soledad de tu padre- por mucho carácter que tenga, como es el caso, lo puede convertir en una persona malhumorada y resentida con la vida. Es una reacción típica. Pero veo difícil que quiera someterse a un tratamiento sicológico. A su edad ya no creen en que una persona menor los pueda ayudar.

-¡Qué triste realmente tener que aceptar que es otra persona de la que era hace unos años y nada que ver cuando era joven!

- Todos cambiamos Juana, para bien o para mal, pero lo hacemos. Creo que él no quiere que tu melliza se desarrolle como persona. Está ciego y sólo ve sus intereses. No le importa que tenga un buen trabajo, vida social, amistades, reuniones y que algún día se case y tenga hijos. Él ve cómo una anormalidad que no atienda a su mamá todo el día y como una alta traición que la deje para hacer sus actividades.  

Así, Laura estuvo cuidando permanentemente durante cinco años, de día y noche, a su mamá dejando de lado muchas actividades amicales, oportunidades de ventas de sus productos naturales, viajes de negocios, mientras la enfermedad de Rebeca seguía su curso degenerativo. Para esto, de las dos habitaciones que sobraban, en una instalaron a la señora Rebeca para que Gregorio esté más cómodo. Esto también facilitaba la atención de Laura.

Un domingo por la mañana Laura llama a Juana desde el hospital para decirle que su mamá estaba en cuidados intensivos. Juana y Rigoberto fueron de inmediato al hospital y se encontraron con Gregorio.

-Hola papá, ¿y mi mamá?

- Sube rápido que está que se muere –le dice Gregorio con voz de cólera.

- ¡No me hables así por favor!, ¡no seas duro! -le replica Juana sollozando.

-Vamos subiendo –le dice Rigoberto

 Juana vuela a la habitación y ve a su madre agonizando. Luego de varias horas la señora murió delante de Juana y Rigoberto. Fue un cuadro sumamente triste.

Después de las exequias las hermanas se seguían comunicando. Un día Laura se reúne con Juana y Rigoberto en el departamento de éstos.

- Les quiero contar algo –les dice Laura a los dos esposos-. Mi papá está con la onda de que llegue temprano y me quiere poner un tope, que serían las once de la noche para retornar a la casa. A partir de esta hora, cerrará con candado las dos puertas por dentro. Ha colocado unas argollas en la puerta de la sala y en la puerta falsa y ha comprado dos candados enormes. Él piensa que se van a meter a la casa, entonces, me pregunto ¿Para qué poner por dentro los candados? ¿Les parece lógico? Lo normal sería poner un buen sistema de seguridad en cada puerta, como tienen las casas modernas, con varias chapas. Pero en fin, hacerlo entrar en razón es complicadísimo, yo diría, imposible.

- ¡Qué raro Laura!, ¿no se sentirá solo y querrá que lo acompañes? –dice Juana.

-Puede ser, pero desde que mi mamá falleció, se ha encerrado en sí mismo, conversa muy poco, ni me habla, come solo y cosas así.

-Laura,  te recomiendo que seas cuidadosa y cedas un poco en estos primeros meses –le dice Rigoberto-,  yo sé que es ridículo este tema pero no te queda otra alternativa, el tiene la sartén por el mango y puede dejarte un día fuera de la casa si te pasas de la hora, ¡conociéndolo, es capaz!, ¡así que no te arriesgues! Esa es mi recomendación y espero que la tengas en cuenta.

-Pero Rigoberto, imagínate que mis amistades se enteren que tengo hora de llegada a esta edad, ¡sería el hazmerreir de todos!

-Es cierto, pero tómalo como una reacción, pues, él está sufriendo mucho la desaparición de la compañera de su vida; le puede ir pasando poco a poco, tomará tiempo.

-¿No estará entrando en un cuadro de depresión? –pregunta Juana.

-La depresión es inevitable Juana -manifiesta Rigoberto-. A esa edad y viudo, tiene que afectarle por más que él quiera manifestar a todo el mundo que es fuerte y que su vida sigue igual. Es probable que sea ese tipo de persona que no manifiesta sus sentimientos. La procesión la lleva por dentro.

Un día Laura llega a las once de la noche y  entra a su casa. Gregorio se levanta.

- ¿Dónde has estado? ¡Éstas no son horas de venir para una señorita! ¡Deberías comportarte como lo hacía tu madre cuando yo y ella éramos enamorados!

-¡Pero  yo soy adulta, tengo más de cuarenta años y no es posible que me armes lio por venir a las once de la noche! ¡Las cosas han cambiado desde que  estabas de novio con mi mamá!

- ¡En esta casa las reglas las pongo yo y tienes que acatarlas!

-¿Así? ¡Esto no es un cuartel así que yo vengo a la hora que me  viene en gana y no me vas a controlar como si yo fuese un soldado!

-¡Con que contestona! ¡Ya verás!

-¡No me amenaces!

Gregorio estaba ya desesperado por la rebeldía de Laura. También tenía  la obsesión de que roben y lo maten mientras duerme. Para esto, colocó una serie de candados internos de tal manera que entrar era casi imposible. Al mejor estilo de un bunker militar protegido contra un bombardeo de artillería pesada, se encerraba por las noches. Un día Laura tuvo una reunión con su grupo de meditación y cuando retornó a las once y quince minutos de la noche para acostarse, no pudo entrar. Entonces llamó por celular  a su melliza.

- ¡Juana, me han cerrado las dos puertas por dentro y no tengo como entrar! ¡Se pasó esta vez! ¡Está loco de remate! ¡Qué hago!

-No creo realmente, insiste. Yo voy a llamarlo ahora mismo, pero Laura, ¿por qué no te haces la sonsa aunque sea un tiempo de tal manera que puedas ganártelo y lo convenzas que necesitas algunos días retornar tarde? ¡Ya vez! ¡Eso te pasa por testaruda, fuiste poco política ante este problema. Tienes que comprender que él es un anciano y ya no razona como antes. ¡No me hiciste caso! ¡Tú ego ganó y mira las consecuencias, te reventó el problema en la cara!

- ¡Es un monstruo! –decía Laura llorando y con la voz entrecortada. Juana efectúa la llamada.

-Papá, mi hermana está tocando la puerta, por favor ábrele, ella no puede quedarse afuera.

- Juana, yo ya le he dicho que tenemos una rutina en esta casa y la hora máxima para que ella llegue son las once de la noche.

-Pero ¿cómo se te ocurre semejante desfachatez? ¿Acaso no te das cuenta que ella es mayor de edad hace mucho tiempo?

-Eso no me interesa, las disposiciones las pongo  yo y ella tiene que cumplirlas.

-Pero la casa no es un cuartel, no seas abusivo ¡recapacita! Acepta que las personas tienen que tener libertad. No es justo lo que estás haciendo con ella –pensando «mi papá ya perdió la razón, tiene demencia senil»-. Debes tener en consideración que Laura se ha sacrificado muchos años, sin ninguna empleada, ni enfermera, cocinándole, dándole de comer en la boca y llevándola al baño a hacer sus necesidades cosas que nunca has hecho. Es el momento que se relaje, que rehaga su vida, que tenga nuevas amistades. ¿Cómo las va a tener si ni siquiera puede salir de noche ni llevar gente a la casa porque sales a la sala con tu cara de palo? ¡Es el colmo! ¡Eres un desconsiderado!

En eso Juana siente que le  tiraron el teléfono. Luego de una hora  Laura recurrió a la casa de Juana y no le quedó otra cosa que dormir en la sala. Juana la consolaba al igual que Rigoberto. Ella comprendió que no podía dormir más en su propia casa a menos que cumpla con la rutina que Gregorio había impuesto como una especie de ley marcial.

Lima, el lugar que habla

Víctor Mondragón

Carlos Plaza se encaminaba hacia la verbena de la fiesta de la Virgen del Carmen,  había quedado en reunirse con sus amigos, transitaba por la avenida Abancay en dirección a los Barrios Altos de Lima, en un momento se detuvo a contemplar la Iglesia de la Concepción e ingresó al interior del convento adyacente, lugar en que un día aprendió sus primeras letras, recordó  que anteriormente fue convento de  monjas de clausura; apreció que  los patios interiores, antes pulcros y silenciosos, albergaban tiendas comerciales, continuó caminando   por el jirón Huallaga,  notó que algunas casonas limeñas fueron convertidas  también en galerías comerciales, le invadió una gran nostalgia,  le inquietaba un remordimiento por no haber luchado por  esos  inmuebles;  detuvo sus pasos  frente a una señorial casona republicana donde había vivido,  apreció que aún mantenía su hermoso zaguán, sus imponentes vitrales, hermosos portales de fina caoba  y detalladas rejas de hierro forjado; para él siempre sería un  palacio mientras recordaba que  fue casa del prócer de la independencia peruana Hipólito Unanue. Se mantuvo ahí  con la ilusión de encontrar algún antiguo vecino, el silencio le fue hostil e inmenso,  sólo halló desesperanza; resignado, decidió proseguir su camino hacia la Plaza Italia.

El damero que trazó el fundador Pizarro limitaba por el este con la avenida Abancay, a partir de allí se ubicarían  después  los  Barrios Altos; Carlos  enrumbó hacia  la Plaza Italia,  ahí habría estado el gran oráculo (1)  que influyó en el nombre de la ciudad de Lima.   Su progenitor le había narrado que la mencionada huaca (1) habría sido muy extensa, la parte incaica  comprendía la actual Plaza Italia y la parte pre-incaica toda la manzana del hospital e Iglesia  de Santa Ana. En el siglo XVI los conquistadores mandaron construir ahí el Hospital de indios, inicialmente todo el barrio se llamó de Santa Ana y posteriormente “El Cercado”, con el tiempo los Barrios Altos se convirtieron en lugar de convivencia de indios y españoles.

Los naturales  no se resignaron a abandonar sus antiguas creencias y en secreto mantuvieron su adoración a los restos de la famosa huaca; su fallecido padre alguna vez le contó que “Rímac” se interpretaba como “que habla” en alusión al famoso oráculo de Barrios Altos  que con la llegada de los españoles y la extirpación de idolatrías fue derruido para evitar su veneración. Con el tiempo la letra R habría cambiado por L y eliminada la letra C,  se tradujo en el conocido nombre de Lima que  se impuso sobre la designación española  de Ciudad de los Reyes.

Carlos rodeó la manzana de la iglesia Santa Ana, llegó a la esquina de los jirones Cangallo y Miró Quesada y  notó que su colegio de estudios primarios ya no existía, la calle sigue llamándose Huaquilla señalando que el mencionado oráculo alcanzaba  hasta dicho lugar; siguió recordando la narración de su padre: aquel oráculo provenía de tiempos de  la influencia Chavín (2)  y  con el dominio Wari (3) pasó a ser afamado en la región. Carlos continuó su caminar bordeando la mencionada manzana, observó la Maternidad de Lima, allí  nació,   al regresar al Jirón Huanta encontró nuevas construcciones donde antes hubo impresionantes casonas señoriales, decoradas con la más fina caoba y el más preciado mármol, seguidamente permaneció frente a la Iglesia de Santa Ana y vio  dos grandes piedras poliédricas, allí solía sentarse de niño, su padre le dijo alguna vez que los indios mantuvieron  una callada complicidad con el oráculo, salvaron algunas piezas de la huaca y secretamente las dispusieron en la entrada de la iglesia, dos piedras rectangulares que habrían servido de dintel en las entradas al oráculo se mantienen aun como mudos testigos.

Carlos recordó a dos hermanos, vecinos suyos que  fueron monaguillos y le habían contado que bajo la mencionada Iglesia existían túneles que comunicaban con la Iglesia San José a setenta metros al norte y desde  ahí  otras prolongaciones hacia la Santa Inquisición,  doscientos cincuenta  metros hacia el oeste, Carlos recordó a otro amigo de infancia, cuyo padre era chofer de la Compañía de Bomberos  Roma, siendo niños ambos caminaron por los túneles debajo de la bomba , al costado del inmueble que fue sede del Santo Oficio.  

Carlos nuevamente se detuvo en la Plaza Italia, lo acosaba una implacable nostalgia,   como en su infancia, sintió ganas de deslizarse por los bordes del monumento a Antonio Raimondi; miró con pena que ya no existían los cines Pizarro y Unión, su pensamiento quiso conducirlo de regreso a casa, algo le decía que a cada paso que diera encontraría motivos para entristecerse; sin embargo él no podía faltar a la cita con sus amigos, se dirigió a la esquina de las cruces y por el jirón Junín se encaminó hacia las calles del Carmen Bajo.

Subiendo unos cincuenta metros, en la esquina del Jirón Cangallo le arribó  un   recuerdo,  levantó la mirada hacia el balcón denominado “El buque”,  al igual que en su infancia creyó ver la proa de un viejo galeón español.

“Hace cincuenta años, cuando subí  con mis amigos, lo creí ruinoso y salimos corriendo por  miedo a que se derrumbara” pensó Carlos.

 Ya anochecía, estuvo allí de pie  una hora; en esa esquina solía encontrar a sus amigos: huevo, mono y escoba, tres zambos de la Calle Suspiro con quienes solía jugar fútbol, apreció que el Jirón Junín pierde su línea recta en forma intencionada y no es para menos, a pocos metros, en una esquina,  se encuentra la piedra  del diablo,  horadada quizás por la paciente labor  de algún río, era parte de la gran huaca de los Barrios Altos y fue tal el respeto que los  españoles  no la pudieron mover de su sitio original, prefirieron que la manzana tuviera una esquina pronunciada y que el Jirón Huanta doblara su trayectoria antes que remover el mencionado ídolo.

Muchas habrían sido las razones para que la piedra no fuera sacada de aquel lugar; era hija del dios hacedor del universo, Pachacamac (4)  y de la Pachamama (5); con la llegada de los europeos y la extirpación de idolatrías, los cristianos intentaron removerla pero desistieron tras numerosos intentos, el primero ocurrió cuando Hernando Pizarro se dirigía a Pachacamac en 1533 y  al pretender destruir tal ídolo, se suscitó tal movimiento telúrico que decidieron dejarlo para otra oportunidad; la segunda vez fue en 1555 cuando unos clérigos  ordenaron mover dicha piedra y nuevamente la tierra tembló. 

En 1569, siendo Virrey del Perú don Francisco de Toledo, solicitó la instalación del Santo Oficio y que se removiera la mencionada piedra, el encargado fue  Andrés de Bustamante pero  murió en el trayecto a Lima, mientras,  la  ciudad volvía a temblar. A Carlos le contaron que la última vez que intentaron  impugnar aquella herejía fue en 1678 siendo Virrey don Melchor de Navarra y Rocafull, hubo tal terremoto que  nunca más se intentó mover el ídolo; el Santo Oficio amenazó con castigar a quienes comentaran aquellos sucesos,  lo ocurrido se guardó en el anonimato,  se disfrazó de leyenda, la piedra que la autoridad perdonó añoraba su antigua veneración,  desnuda  se resignó a que  la luna y el sol la alumbrasen  hasta nuestros días. De tantos ídolos que hubo en la mencionada huaca, fue el único que se salvó de ser destrozado o desaparecido.

Carlos seguía esperando en aquella esquina, sintió un poco de frío y una tristeza impersonal, miró una vez más un larguísimo balcón en la Calle Suspiro y a pocos pasos encontró lo que era un antiguo restaurante que atendía hasta  la madrugada, lo llamaban el restaurante del Nisan, producto de una  deformación de la palabra japonesa Onisan que en castellano expresa “hermano mayor”. Sus amigos no llegaban, Carlos miraba  la acera del frente buscando una pequeña dulcería de un japonés  que solía ofrecer el mejor champús de Lima; como buen vecino de los Barrios Altos,  lo frecuentaba con deleite en busca de una mazamorra morada, un arroz con leche o un champús caliente en una noche de invierno,  el apostaba por el último, dicha exquisitez proviene de tiempos ancestrales y se habría consumido en los países andinos desde épocas pre incaicas; la base siempre fue la harina de maíz, granos de mote (6), sacha canela o ishpingo y alguna fruta de la región como la guanábana (7)  o la piña; con la llegada de las cocineras moras y las esclavas africanas, se habrían añadido el membrillo, la manzana, la naranja o limón, el clavo de olor y la canela molida; fue una  frustración ver  que aquella dulcería había cerrado.

Minutos después, Carlos fijó su mirada en  la mencionada piedra  horadada, dimensionó su altura como poco más de un metro por ochenta centímetros de ancho, anterior a los hombres, quizás   millones de años y compuesta por minerales ferro-magnésicos y cuarzo que explicarían su dureza y color, superficie pulida por el tiempo más que  por la labor humana,  recordó que nadie sabía de dónde provenía esa piedra, pero que era famosa por la narración del tradicionalista Ricardo Palma quien escribió  que una vez el diablo se encontraba merodeando y tentando a los limeños pecadores,  mientras caminaba muy campante  por el Jirón Junín, notó que la procesión de la Virgen del Carmen se le acercaba, volteó  y por la Calle Rastro de la Huaquilla se le acercaba la procesión del Señor de los Milagros; ante tal demostración de fe y devoción no le quedó más que huir haciendo un orificio en aquella piedra  y aparecer en la otra calle, el diablo dio un  suspiro tan fuerte  que toda la ciudad de Lima lo escuchó, desde aquella vez esas calles quedaron bautizadas  como Suspiro y como de la Piedra horadada.

Carlos divisó de pronto a unos jóvenes miccionando sobre la mencionada piedra, se acercó para llamarles la atención,  los mozalbetes en forma irrespetuosa se hicieron los que no le escuchaban; la piedra no se  quejó, hacía tiempo que había dejado que le olviden los días, yacía acostada en una esquina. El visitante recordó que los Barrios Altos siempre fueron  considerados barrios de gente brava,  que no le tenían miedo a nada y por eso algunos orinaban  en ciertas esquinas más por el rezago animal de demarcar un territorio que por necesidad.

Pasaban las horas  y no llegaban sus  amigos,  poco a poco Carlos se fue contaminando de ansiedad, sintió una ansia atolondrada de huir y al mismo tiempo de permanecer, fatigó sus pasos  hacia el atrio de la iglesia del Carmen,  estaba armado  un gran tabladillo a modo de estrado;  los cantantes criollos rendían sus primeras melodías a la patrona de los Barrios Altos, la Virgen del Carmen. Le llamó la atención  la cantidad de vianderas que ofrecían exquisitos platos de cocina criolla, destacaba la papa a la huancaína, el jamón del país y el arroz con pato.  Carlos se paró frente a una  morena que azuzaba un fogón de carbón con un abanico de totora prensada, vigorosas llamas se levantaban sobre la parrilla que sostenía anticuchos, choncholíes (8),  papas y choclos.  

El visitante recordó que el anticucho peruano se hacía con trozos de corazón  vacuno, delicadamente despojados de nervios, grasa,  venas y  macerados previamente en una mezcla de ajo, ají panca, vinagre, pimienta, comino, orégano y vino o cerveza negra; en el incanato ya se consumía en modalidad de carne de llama macerada en ají panca, hierbas aromáticas, chicha de jora y provendría de la palabra quechua “anti kuchu” que querría decir potaje y mezcla; la diferencia del anticucho peruano respecto a otros pinchos de países vecinos seria la mencionada  maceración resaltando el ají panca, la chicha de jora y las hierbas aromáticas  que provienen de tiempos pre-incaicos. La vendedora  con gran destreza volteaba con una mano los pinchos mientras con la otra controlaba el fuego, dominaba el arte de saber el momento apropiado antes que se seque y endurezca la carne. Carlos solicitó un par de anticuchos pero la vendedora priorizaba su atención hacia quienes pidieron  antes, súbitamente el visitante recordó la cita con sus amigos y se encaminó hacia la piedra horadada, a  veinte metros divisó a sus amigos ubicados al costado de  la mencionada piedra, acababan de llegar. Fluía clamorosa la noche, la concurrencia  se había acentuado mientras los cantantes criollos levantaban el ánimo del público, como años atrás,  los amigos se habían situado en un lugar estratégico dominando los distintos escenarios, los unía un común propósito.

-Aquí me tiraron arroz varias veces –dijo César rememorando amores frustrados.

-Aquí quedaba la cochera donde guardaba mi primer auto –dijo Pedro.

-Ahora es una gasolinera –replicó Rafael.

-Calentemos motores –dijo César mientras abría una botella de pisco y  se servía el mismo en la tapa.

-¡Puro!, así beben los que conocen –añadió Rafael.

-En este lugar acordamos reunirnos cada quince de julio, en  la verbena de la Virgen del Carmen –dijo Pedro mientras bebía con imprevisto entusiasmo.

En esos momentos se escuchó aplausos ensordecedores, y no era para menos el público recibía a un zambo blanco, personaje de la canción criolla.

-Ese cantante pidió a mi tío que le confeccionara un traje, al recibirlo dijo: “Ya regreso” y nunca más apareció –dijo Rafael.

-Así son algunos criollos; en primaria  me preguntaron quienes eran los criollos y respondí “cantantes y jaraneros”, me desaprobaron pues la pregunta se refería a los hijos de los españoles nacidos en América –contestó César.

-Cualquiera que toca guitarra o cajón se cree criollo, siendo negros, cholos o chinos –añadió Rafael, una fuerte carcajada estalló entre los amigos.

-Los acriollados suelen ser más pícaros, como algunos descendientes de chinos y japoneses que son  más avispados que los mismos negros –complementó Pedro.  

Llegada las diez de la noche el ambiente de la verbena estaba en su punto, añejos cantantes criollos improvisaban duelos de melodías ante el público.

-En esta  esquina se bifurcaba el antiguo río Huatica (9), una derivación se dirigía al sur,  hacia  La Victoria y la otra hacia el oeste, la Plaza Mayor –dijo César.

-¿Recuerdan los pececillos que pescábamos en el río Rímac? –dijo Pedro.

-Claro, que lindas épocas, mi abuelo me contó que en su niñez también hubo   camarones –añadió César.

-Los únicos que quedan son los que se cuelan a las fiestas –complementó Rafael.

-Mi abuelo me dijo que bajo esta piedra hay canales subterráneos, al abrir compuertas más arriba ocasionaba sonidos como si la piedra hablara –dijo César.

-¿Recuerdan al hombre y mujer sin cabeza  que muchos vimos? –preguntó César

-Claro, como no, esos aparecidos de la casona del jirón Huallaga no dejaban dormir tranquilo, ¿se acuerdan de machazo? –preguntó Rafael

-Ese ingenuo vigilante dijo ser muy macho y la primera noche salió corriendo  en calzoncillos –contestó Pedro.

-Si, en esa casona ocurrían hechos sobrenaturales, a mí se me dobló una cruz de acero mientras colgaba de mi cuello –añadió César.

Los amigos estaban tan identificados entre sí que recordaban  como cosa propia las experiencias ajenas, los minutos  transcurrían entre  sonrisas mientras se acercaba el momento culminante  de los fuegos artificiales y tras ello una paloma blanca volaría hacia el firmamento; quien  más disfrutaba era Carlos.

-El lugar que pisamos es sagrado,  miles de indios  depositaron su fe en estas huacas, la piedra horadada estaba relacionada con el santuario de Pachacamac, el más famoso centro de peregrinaje de América pre-Hispánica –dijo César.

-En la primaria, los muchachos  solíamos  pasar nuestros  cuadernos de estudios por el orificio de la piedra a fin de aprobar el año escolar –dijo Pedro.

-Sí,  también  pasábamos las zapatillas de fútbol para anotar algún gol –complementó Rafael.

-El tiempo opacó su antigua veneración y agravó su condición convirtiéndola en meadero por eso apareció el mito de que quien orinara allí sufriría penosas enfermedades venéreas –añadió Pedro.

Llegó la medianoche y mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo se dejaba escuchar la canción: “Vamos a la fiesta del Carmen, negrita, vamos que se acaba ya la procesión, vamos a bañarnos en agua bendita a ver si podemos lograr el perdón…”.

Los viejos amigos se acercaron a la piedra,  pusieron sus manos sobre ella,  sintieron como si se  moviera y seguidamente escucharon sonidos cual si fueran palabras. Sus ojos se llenaron de lágrimas, exhalaron un   suspiro, se abrazaron y repetían que la piedra había hablado y que  Carlos, su finado amigo, había   compartido esos  momentos.

También  Carlos había cumplido con re encontrase con sus amigos tal cual una vez se prometieron; la algarabía de la verbena proseguía mientras a pocos metros unos vecinos entonaban otra canción a la Virgen del Carmen “…ay si, ay no, las cosas que cuento yo, ay si, ay no, por ser la Madre de Dios…” 




1.    Huaca o guaca: santuario PRE-hispánico, comúnmente pirámides truncas,  monolitos de piedra, sepulcros.
2.    Chavín: Cultura PRE-incaica de influencia pan andina, floreció  aproximadamente desde el año 1500 A.C. hasta 500 D.C.
3.    Wari: Cultura PRE-incaica de influencia pan andina, aproximadamente desde el año 500 hasta el 1200 D.C.
4.    Pachacamac: Dios PRE-incaico, creador del universo. Santuario a 13 Km. al sur de Lima.
5.    Pachamama: Madre tierra desde la cosmovisión PRE-incaica. Origen y fin de la vida.
6.    Mote: Maíz desgranado y cocido, sea tierno o maduro, con cáscara o pelado que se emplea en algunas regiones de América Meridional.
7.    Guanábana: Anona muricata, fruta del guanábano,  exótica fruta de la familia de la chirimoya, fruto acorazado de corteza verdosa, con púas débiles, pulpa blanca de sabor muy grato, refrigerante, dulce y de semillas negras. Originaria de centro y sur América.
8.    Choncholí ó chunchuli: Tripas de  vacuno o carnero maceradas en ají panca y demás condimentos. Se cocinan sobre parrilla al carbón.
9.    Huatica: Derivación del río Rímac, regadío pre-hispánico en la ciudad de Lima.

viernes, 21 de octubre de 2011

Hasta cuando guardar un secreto

                                         Ricardo Ormeño Valdizan


                           Uno nunca sabe a ciencia cierta cuando puede cambiar nuestro destino, en que momento fulgurante, nuestras vidas se pueden vestir a la moda, de oscuro y escalofriante luto o simplemente retroceder y colocarse los viejos atuendos, la vida corre a veces como un pura sangre sobre la pista del derby dominical y cuando menos lo imaginamos nos encontramos ante etapas diversas, con sensaciones diferentes y sin embargo el factor constante de todas ellas es que seguimos tomando decisiones nos agrade o no sumando que algunas o muchas personas esporádica o constantemente nos autoricen para convertirnos en consejeros de acuerdo a nuestra experiencia. 

                             Soy Jorge Frías y  nunca me acostumbré a tomar alimentos respirando  soledad, desamparo, como si viviera en el destierro, sin embargo me encuentro en este lujoso restaurante que siempre frecuento donde al menos el atento mozo que me conoce desde hace unos siete años no me pregunta ¿Lo de siempre doctor Frías? -con su infaltable y  amable sonrisa. Gracias a Dios no es así y más bien me ofrece lo nuevo y variado de su prestigiosa carta culinaria, agregándole alguna corta conversación y dejándome siempre en aquella mesa ubicada en la esquina, absorto con mis pensamientos. 

                             Como pasan los años. Recuerdo cuando me diplomé de médico y evoco con regocijo mi titulación… cirujano plástico y ahora… aquí sentado… pero con una sensación muy especial que se inicia en mi cabeza y discretamente recorre todo mi cuerpo mientras espero a mi hijo quien solicita un consejo importante y me ha elegido como su personaje favorito por esta noche, aunque en realidad no creo exagerar cuando intuyo que siempre he sido y seré importante para él a  pesar de haberme separado de su madre hace algunos años. Que emocionante es aguardarlo y poder compartir un momento con mi sangre, sin embargo no debería sentirme perturbado por saber cual es el consejo que requiere, lo sé perfectamente, quiere seguir la misma profesión y especialidad que la mía y necesita saber que pienso, allí está mi dilema, pareciera comprensible una algarabía pero no logro sentirme infalible en esta ocasión, demasiada responsabilidad, mucho sacrificio, tantas alegrías y  miedos a la vez que danzan salvajemente alrededor de esta carrera, eso debo evaluar para mi hijo con precisión quirúrgica.

                              Arriba a mi mente el caso de mi amigo y colega Carlos… Carlos Nieto, nos conocimos en la universidad…creo que mi hijo debe saberlo. Una tarde cualquiera de hace aproximadamente seis años Carlos se encontraba atendiendo las consultas de sus numerosos pacientes. Bien por ti mi querido amigo lograste la fama que tanto anhelabas. La secretaria hace el anuncio de Ana Crissanti una joven y bella mujer, el famoso cirujano queda estupefacto ante tanta belleza preguntándose que demonios podría mejorar en tan perfecta fémina. Su natural admiración se vio algo perturbada  por la presencia de la madre de Ana quien la acompañaba en aquella ocasión y su concentración en el trabajo regresó de manera relampagueante. Terminados los saludos cordiales Ana acerca su cómodo asiento de cuero hacia el escritorio del facultativo.

-¡Bueno doctor vamos al grano! –acotó la bella dama- ¡Necesito urgente una liposucción!

-De acuerdo podría ser pero tendré que examinarla primero, aunque me arriesgo a decirle que no creo que necesite dicha cirugía… es más creo que ninguna cirugía –intervino el reconocido cirujano observando de modo muy especial la esbelta figura de la paciente.

-¡Gracias doctor es usted muy lindo al decir eso, pero la verdad es que la necesito urgente! –afirmó con evidentes signos de ansiedad la joven Ana.

-¿Urgente por qué?, yo no creo que necesite nada y menos urgente –respondió el galeno no pudiendo evitar la intensa y despierta mirada de tan impresionante joven.

-¡Pues sí doctor, me caso en dos meses y debo quedar perfecta para mi vestido de novia, es muy especial para mí y estos rollitos me matan! –respondió Ana con un movimiento abrupto sobre su asiento  pinzándose con ambas manos los supuestos excesos de grasa que ella afirmaba tener haciendo que el ambiente de paredes grises con algunas  fotografías de su hijo y numerosos diplomas, se oscurezcan dejando al doctor Nieto la oportunidad de imaginarse jugar al fotógrafo profesional, observando detenidamente por un tubo.

-Mire doctor –intervino por primera vez la madre de la paciente haciendo un gesto de cansancio- a la niña se le ha metido en la cabeza que tiene grasa en abundancia y quiere que se la extraigan como sea.

-¡Pero señora insisto en que no veo la imperiosa necesidad de someterla a una operación y faltando poco tiempo para su matrimonio, mucho menos, una dieta no estaría nada mal! – sugirió Carlos imaginando por unos segundos a aquella señora como su suegra perfecta.

-¡Lo entiendo perfectamente doctor, lo que sucede es que Ana va a recibir un traje de novia diseñado y confeccionado en Venecia, justo en una tienda cercana a la plaza San Marcos y como comprenderá la niña quiere quedar perfecta y con tanto compromiso las dietas son en estas fechas  prácticamente imposibles de realizarlas, por ello la prisa de operarse! –fundamentó la elegante dama destrozando sin desearlo el exquisito pedestal donde habían sido colocadas  la elegante señora y su hija, aterrizando bruscamente entre las montañas del esnobismo.

-Bien haremos todos los exámenes pertinentes y en base a los resultados programaremos su operación –sugirió el doctor ahogando en agua helada su romántica imaginación.

-¡Gracias doctor realmente es muy, pero muy lindo! –expresó la bella Ana levantándose de su asiento para dirigirse con cortos y rápidos pasos hacia el doctor abrazándolo y dándole un beso en la mejilla dejando al galeno sentado en su elegante sillón grata y realmente embobado entre la belleza y el delicado perfume que brotaba de su cuello.

-Muchas gracias doctor, es todo un caballero y esperaremos con ansias la fecha más próxima en que pueda programar a mi hija –acotó la elegante madre de Ana observando con agrado los gestos de extremo cariño de su hija hacia el médico.

-Trataré que sea lo más rápido pero tal vez menos de diez días sea imposible, tengo pacientes ya programados para esas fechas, tengan calma es todo lo que les pido sobre todo a ti Ana, ya que es una verdadera exquisitez lo que me solicitas –aconsejó Carlos dejando el usted, al dirigirse a la bella paciente tratando de ocultar su nerviosismo con taquicardia incluida.

-¡No se preocupe doctor, mañana mismo me voy al laboratorio para los exámenes pertinentes y todo lo que me solicite! –expresó muy graciosamente Ana haciendo gestos de sensual ingenuidad, logrando sellar con broche de oro su participación ante el doctor Nieto después de haber convertido aquel moderno y sobrio consultorio en una pasarela de modas.

-Muy bien, tómenlo con calma, ya he realizado estas minuciosas operaciones en modelos y físico culturistas pero eso sí, deben seguir mis recomendaciones al pie de letra – indicó el doctor finalizando la entrevista de la manera más circunspecta posible. 

                              Efectivamente Ana al día siguiente se sometió a todas las pruebas solicitadas, sus veintiocho años de edad se tradujeron en resultados óptimos por todos los ángulos y sólo se limitó a esperar con ansias la fecha de su intervención quirúrgica y proseguir con los preparativos de su boda. Los días transcurrieron normalmente hasta que faltando aproximadamente cuarenta y ocho horas para su operación, el cirujano recibe una llamada telefónica en su consultorio.

-¡Doctor Nieto, buenas tardes, habla la mamá de Ana Crissanti! -saludó muy sobriamente la madre.

-Buenas tardes señora, creo que me ganó la llamada, mi secretaria iba a comunicarse con Ana para recordarle las indicaciones previas a la intervención –contestó el cirujano arribando a su mente de manera fulgurante la imagen de Ana.

-¡Sí, sí...sí doctor, gracias, pero el motivo de mi llamada es para solicitarle encarecidamente que postergue la operación de Ana por sólo tres días! –suplicó la cortés dama con la intuición que el doctorcito haría casi cualquier cosa por su hija.

-No lo sé realmente señora, si la agenda me lo permite con gusto lo haré, pero no le prometo nada –respondió el doctor Nieto tratando de imponerse y ocultar su gustillo por aquella joven.

-¡Le agradeceremos mucho tal gentileza doctor! –acotó en voz baja la madre de Ana dejando sentir una sensación de aflicción.

-¡Pero dígame!, ¿ha sucedido algo? –preguntó Carlos con marcado interés.

-¡No doctor son sólo motivos de la boda y despedidas, usted sabe como son estas cosas y Ana tan apasionada siempre en todo lo que hace…! –fundamentó la mamá tratando de camuflar su congoja.

-Muy bien señora, gracias por llamarme y le confirmo la nueva fecha en unas horas – finalizó el médico velozmente para no permitirse entrar en el túnel de la seducción. 

                                 El doctor Nieto hizo todo lo posible para efectuar el cambio solicitado y así fue, Ana ingresó a la clínica la noche anterior realizándose en ella todos lo preparativos previos a la ansiada operación, incluyendo la visita de Carlos, dedicado cirujano.

-Buenas noches Ana, ¿todo bien por aquí? –saludó el doctor Nieto dirigiéndose hacia ella directamente como si fuera la única persona presente.

-¡Todo muy bien doctor, aprovecho para presentarle a mi novio! –expresó Ana con una simpática sonrisa que reflejaba travesura y complicidad.

-Buenas noches doctor soy Julio Narváez, es un gusto conocerlo, Ana me ha hablado maravillas de usted –acotó el novio con gruesa y determinante voz.

-Un gusto conocerlo y gracias por su palabras, creo que es sólo producto de complacer a una simpática paciente –respondió el amable doctor tratando de evitar la intensa, fija y por lo tanto incómoda mirada de aquel sujeto. 

                                  No estoy seguro si realmente le interese oír esto a mi hijo, tal vez lo aburra, en fin, la historia continúa así y no puedo hacer nada, mucho menos dejar de recordarla milimétricamente. Después de todos esos protocolares y diplomáticos saludos, se había creado una verdadera empatía entre Ana, sus familiares y el doctor. La cirugía se realizó sin ningún problema, el novio siempre muy cortés se ofrecía primero que nadie a cuidar de su amada doncella, a untarle alguna crema, a traerle algo especial para degustar… en fin Julio Narváez estaba enamorado hasta su más recóndita célula y desde hacía mucho tiempo daba la vida por su escultural novia. 

                                   Al día siguiente la bella paciente impaciente fue dada de alta, su madre se encontraba a su lado además del infaltable escudero de brillante armadura que había puesto a disposición su chofer para realizar tan valioso traslado. Carlos los miraba a cierta distancia y se preguntaba así mismo – ¿Por qué será que las parejas como Julio siempre complican las cosas?, sus ansiedades en el amor obstaculizan las normales evoluciones –al  observar a Ana emitiendo suaves y constantes quejidos que desesperaban a su futuro esposo. 

                                    Las primeras dos noches y ya en su casa, Ana se quejaba de dolores por todas partes, una vez en el brazo derecho, otra en el izquierdo, de pronto la cabeza como en otro momento era medio glúteo izquierdo eso sí no todo, sólo la mitad; el doctor Nieto no pudo conciliar el sueño, el amable y dedicado novio se encargó que no descanse hasta que logre calmar las molestias de su novia al menos por vía telefónica –doctor, le duele, Ana sufre y eso es cosa seria ya que ella es muy fuerte y no sé que hacer, dígame ¿Qué crema le compro? y se la frotaré donde la necesite, así me pase toda la noche, pero no soporto verla sufrir así- exclamaba el valiente caballero medioeval. 

                                    Habían pasado cuatro días de la operación y Ana se encontraba reponiéndose dentro de los rangos normales, salvo cuando llegaba su apuesto galán y empezaban los quejidos nuevamente que continuaban hasta que ella lo decidiera. Pero en esta oportunidad no parecía que fuera una engreída actuación, Ana siente intensos escalofríos su madre y su novio corroboran minutos después que el termómetro no fallaba, tenía una intensa fiebre. El doctor Nieto es informado telefónicamente por el atento y preocupado novio. Sin pensarlo más envía a una experimentada enfermera a la casa de la simpática paciente.

-¡Doctor…aló doctor soy María la enfermera me encuentro al lado de su paciente! –tratando de hablar en voz baja.

-Sí María dime, ¿cómo está Ana? –preguntaba en tono fuerte y nervioso el galeno.

-¡La veo mal doctor tiene más de cuarenta grados de temperatura! –casi susurrando María por su teléfono celular.

-¡Sabes muy bien que puede encontrarse alza térmica días después de la operación debido a la hipotermia! –.

-¡Sí doctor, por supuesto que lo sé, pero su expresión y color es de una septicemia! –.

-¡Bueno no perdamos más tiempo pidamos una ambulancia y llevemos a Ana a la clínica Santa Fe, dile a la familia que los alcanzo allí! –finalizaba el doctor Nieto sosteniendo su teléfono con el hombro mientras se retiraba rápidamente su cómodo pijama. 

                                 Efectivamente Ana fue internada en cuidados intensivos de dicho nosocomio, la infección generalizada consumió su vida en apenas veinticuatro horas, la pena y congoja de la familia se contrarrestaba con la ira y odio que se almacenaba en Julio Narváez. Una semana después la madre de Ana se acerca al consultorio del doctor Nieto a pesar de la profunda depresión en la que se encontraba.

-Buenas tardes señora, lamento mucho lo sucedido, me siento muy mal por ello, no sé realmente que pasó -se lamentaba el cirujano acercándose y abrazando a la deprimida señora.

-Gracias doctor, sabemos que se comportó en todo momento como un caballero y buen profesional pero mi presencia aquí es para decirle algo importante –intervino la elegante dama en tono poco audible manteniendo su cabeza inclinada y tratando de secar las intensas lágrimas que corrían por su rostro sin maquillaje.

- Estoy para oírla señora, es más estoy dispuesto a hacer lo que sea conveniente –aseguró el doctor nerviosamente al ver la realmente sufrir.

-Debe recordar que nosotras le solicitamos una pequeña postergación de la operación, esto fue debido no a la preparación de la boda sino porque Ana fue sometida a un aborto, un legrado uterino como le llaman ustedes los médicos –intervino la mamá de Ana, levantando la mirada dejando totalmente perplejo a Carlos Nieto –Ana frecuentaba a un antiguo novio en medio de su inseguridad y engreimiento y fue así que salió embarazada entendiendo por fin, que no podía seguir en esa situación y perder a Julio que como usted ha visto la amaba con toda su alma.

-¿Pero por qué no me lo dijeron antes? hubiera suspendido o postergado aún más la operación –preguntaba Carlos volviendo a abrazar a la entristecida y acongojada madre.

-¡No nos pareció importante y además no deseábamos recordar ese suceso y que Ana más bien se sienta libre para su matrimonio! –justificaba la madre de Ana.

-¡Bueno señora, gracias por darme una importante pero tardía información, no sé que puedo hacer por ustedes! –intervino el doctor Nieto alejándose un poco.

-¡Doctor recurrimos a usted porque en memoria de nuestra amada Ana, la familia en pleno deseamos que Julio no se entere de esto y el recuerdo de Ana quede limpio, somos conscientes que los informes, y con ellos la verdad, llegarán a usted! – solicitaba la señora muy segura de sí misma mirando fijamente al doctor.

-¡Señora con todo respeto es muy difícil la situación en la que se encuentran, pero la mía no es mejor ya que tengo entendido se ha procedido a un proceso judicial iniciado por su esposo en el cual tendré acceso a toda la información del caso además del odio de Julio hacia mi persona que ya existe! –explicaba el doctor retrocediendo un paso.

- Lo sé doctor, mi esposo trabaja en el extranjero y la noticia lo descontroló totalmente como usted comprenderá pero aún en este complicado escenario le solicito que no sea usted el que informe de esto a Julio cuando trate de indagar algo ya que él no se encuentra dentro del proceso –sugería la madre de Ana.

-¡Señora, creo que debemos dejar esto a la justicia, por mi parte esté segura que no diré nada al respecto! –aseguró el doctor Nieto lamentándose el haber realizado esa operación y no haber aceptado la sugerencia de su esposa de viajar al caribe en esas fechas y tratar de limar las asperezas que sufría la relación. 

                                    Julio Narváez totalmente desquiciado por la pérdida de su irremplazable novia acudió al famoso cirujano diez días después no a solicitar una entrevista sino a romperle todas la lunas de las lujosas ventanas de la clínica de Carlos, con carteles en manos y ayudado por unos amigos lograron llamar la atención de la televisión para acabar con aquel asesino que le había arrebatado la vida de su amada, su proyecto de mujer para toda la vida sintiéndose totalmente desamparado y consternado no pudiendo evitar el llanto cada que imaginaba a su pareja bajo tierra . El doctor Nieto se sintió devastado ante tal perjuicio de su imagen en medios periodísticos; su carrera se encontraba sostenida por un hilo. 

                                     Una semana más tarde y habiéndose realizado la apertura de un proceso penal, el juez lee el informe detallado de la necropsia efectuada a la antes bella Ana, perforación uterina  con presencia de asas intestinales en el interior de útero. El macabro diagnóstico explicaba la terrible contaminación que se había incubado en el organismo de Ana que sometida a la liposucción en la que hubo de  encontrarse por unas horas en una ligera hipotermia sus defensas habrían descendido hasta abandonarla con una severa y general infección producida por un aborto provocado. 

                                      Días después de leído el informe el doctor Nieto se encontraba en su consultorio esperando en vano la llegada de sus pacientes que no vendrían al menos por un largo tiempo luego de difundida la noticia, cuando de pronto sorpresivamente se anuncia la llegada de Julio Narváez, el doctor aún desorientado y sintiendo mucha ira, decide recibirlo.

-¡Doctor, buenas tardes, sé que no debería estar aquí , pero vengo a disculparme por todo lo sucedido, estoy dispuesto a hacer todo lo que sea para reivindicarlo tengo muchos amigos influyentes y he tenido la desagradable experiencia de leer los informes oficiales, lo sé todo –afirmaba Julio con total seguridad.

-¡Puedes hacer lo que dicte tu conciencia, por mi parte te puedo decir que a los periodistas no les va a interesar mucho un descargo, salvo que se mencione la verdad, sólo les interesa las noticias con mucho ácido, me puedes entender, por último no quiero saber que información tienes! –explicó el facultativo con total desgano sintiendo que su vida casi no tenía sentido.

-¡Pero doctor no malogre su carrera de esta manera tengo amistades en la televisión! –Sugería el atormentado novio sin ser escuchado por el agotado doctor Nieto quien lo invitó a retirarse muy gentilmente y así poder solicitar la asistencia de una de sus enfermeras para que cuantifiquen su presión arterial. 

                                        Dos meses después. El doctor Nieto sabía perfectamente como los periodistas que en todo momento siguieron el caso habían logrado obtener una copia del documento final de la necropsia desarrollando un novelesco y extenso reportaje en la televisión, los amigos no faltan pero en esta oportunidad la mano del apasionado y explosivo caballero Narváez era más que evidente. Mientras el doctor Nieto se encontraba ante fuertes deudas debido a la ausencia de pacientes por un largo tiempo además de los antiguos problemas conyugales que se habían recrudecido y que con este suceso habían erupcionado en un desafortunado divorcio, tenía sin pensarlo ni mucho menos haberlo deseado una  pequeña oportunidad de reiniciar su vida a pesar del diagnóstico de hipertensión arterial que lo acompañaría por siempre como su fiel compañero. Este cruento y aterrador acontecimiento médico, no impediría que su nombre se reivindicara al fin aunque los cimientos  y columnas de su estable vida hubiesen sido dinamitados ferozmente no dejándole la oportunidad de reconstruirlos o repararlos, no teniendo otra elección que edificar y levantar unos nuevos.  

                                        No sé si a mi hijo le interese esta historia, tal vez me solicite que le narre una mía y no de un amigo pero creo que por esta vez será lo mejor, tal vez la próxima tenga el valor de hacerlo. Bueno aquí viene que Dios me acompañe y no me equivoque.