miércoles, 29 de septiembre de 2010

La Huida

Ana Alemán Carmona 



En las montañas…

Anjou miraba la lluvia caer sobre Piro estaba desconsolada, había aparcado su auto en lo alto de la Montaña Azul, desde aquí podía mirar la ciudad y verla tan pequeña, las personas parecían puntos grises y lejanos, nada de guerras, de los Guillon, de los Vlassov, de los príncipes engreídos cuyas vidas tiene que proteger, del recuerdo de Leila, nada solo silencio y paz por eso ese lugar era su favorito. Las flores azules que poblaban la montaña tenían un aspecto frágil pero eran resistentes, eran como ella, tanto tiempo y me sigo sintiendo una extraña no quiero seguir peleando por una causa que ya no es la mía que tal vez nunca lo fue.

Mientras tanto en la casa de Vlassov todos los generales del clan estaban allí, todos Gina, Zarina, Lina, Demetrius, Balthazar, Elizer, Edmund, Tatiana, Sasha, todos menos Anjou. Bernardus no se mostraba inquieto pero le sorprendía ya que ella nunca llegaba tarde.

Anjou miró su reloj y se percató que ya se había pasado la hora de encontrase con el Dr. Vlassov y las chicas, hoy debían discutir las medidas de seguridad de la familia real durante la coronación de Elisa como reina de Piro, francamente a ella eso le importaba muy poco, Leila había muerto unos meses atrás y en el clan todos actuaban como si nada, como si nunca hubieran compartido más que un saludo con ella, la más grande entre todas las Vlassov asesinada y nada ni una venganza. Despejó sus ojos con un poco de agua que llevaba en su cantimplora y puso a andar el auto, manejaba  a toda velocidad no quería ser prudente, ya para qué pensaba, morir estaría bien ya estoy aburrida de todo esto.

-Estimados amigos míos debemos prepararnos para el sábado, la coronación es la oportunidad para los Guillon de atacar y hacer de una fiesta una tragedia, se han reagrupado bien luego del asesinato de su jefe el Dr.Duvall, no sabemos quien tiene el control ahora, pero esta sería la oportunidad perfecta para mostrase en sociedad como un clan fuerte y tal vez más sanguinario que antes –Vlassov miraba los rostros de sus pupilos y hablaba con pasión la misma que usaba cuando los entrenaba, miraba en sus ojos una entrega total, Anjou apareció en el umbral de la puerta con sus rubios cabellos desordenados y los ojos con claras señales de que había estado llorando- bienvenida Angie siéntate al lado de tus hermanos.
-De mis hermanos dices, claro no hay problema solo que no los veo aquí, solo un montón de extraños con bonitas capas y espadas afiladas –en su voz se notaba el sarcasmo que le era tan particular, los demás la miraban atónitos, Lina se levantó de su asiento y fue a darle el encuentro- no te me acerques bruja o es que vienes a clavarme la daga por la espalda.
-¿De qué estás hablando Angie?, ¿es por Leila verdad?, entiende ella decidió su suerte cuando cruzó su camino con el de un Guillon –hace dos meses atrás se habían enterado del romance entre Leila y Santino de los Guillon, algo que era inconcebible, los demás asentían con la cabeza y miraban con reproche a la joven Anjou- ¿cómo puedes ser tan dura con tu propia familia?, nosotros somos lo único que tienes, a mi abuelo le debes estar viva –los gritos de Lina no la conmovieron ni un poco.
-Sabes no me importa bien hubiera hecho en dejarme morir, en todo caso he pagado con creces el favor, mi espada ha saldado mi deuda, ahora yo no le debo nada mi querido Dr. Vlassov, yo ya no pertenezco más a su clan –los ojos de Vlassov reflejaban un temor desconocido, nunca había escuchado esas palabras de ninguno de sus pupilos, nunca- ¿Leila decidió su suerte? Bien puedes tragarte tus palabras querida hermana, pero no es solo el hecho que su muerte no haya sido vengada, nada ni una sola espada se ha levantado para defender su honor, es más que eso, la coronación de Elisa, la bella y para nada interesada en reinar Elisa, ¿no la han visto acaso?, la Princesa está más ocupada en evitar esta coronación, ¿es por ella y su familia por la que arriesgamos el cuello?, ¿por ellos? creo que ya no tengo ganas de seguir haciéndolo.

-No seas tonta ya soltaste toda la rabia, ya dijiste lo que sentías ahora siéntate y cállate, vamos niña, tómate un trago y deja de fastidiarlo todo, por eso no te entiendo Bernardus cuando elijes a las hijas del pueblo para ser tus alumnas, mira estas joyas, una se entrega a  un Guillon y se deja matar y la otra te reta en frente de tus generales, pero ya está –decía de manera relajada Balthazar Vlassov el hermano de Bernardus y otro inmortal.

Anjou dejó la habitación y se subió a su auto no sabía  a donde ir pero tendría que ser muy lejos no tenía ganas de estar con nadie esta noche. Tatiana salió detrás de ella, se ofreció a seguirla, puede ser peligrosa, puede ir donde los franceses, los demás estuvieron de acuerdo y su misión fue seguirla.

La música sonaba a todo volumen en el auto de Anjou, ella cantaba  a toda garganta esas canciones que le estremecían el alma, donde todos pierden, donde no hay esperanzas, de la guantera sacó una botella de vodka y comenzó a beberla, quién se atrevería ahora a meterse conmigo, la gran Anjou y su espada rota, jajajajaja yo soy el gran final en esta historia. Se había dado cuenta de que la seguían por eso manejaba de manera errática quería confundir a su indeseada escolta ¿Quién sería?, poco importa la verdad. Estacionó el auto cerca de la subida a las montañas, apagó el motor del auto y esperó a que se le acerque su perseguidor, no le sorprendió ver que era Tatiana, en realidad estaba esperando que fuera ella siempre dispuesta a ser la mascota preferida del Bernardus, ¿qué te trae por estos parajes hermana mía?
-Deja tu sarcasmo de lado, no te entiendo, hasta hace unos meses eras la más fiera defensora de la causa de clan, la más aguerrida en batalla, sin cuestionar la autoridad o sabiduría del Dr. y ahora mírate ebria y loca, actuando como si ya te importará nada todo lo que hemos construido, el bienestar de este pueblo, de Piro.
-Tal vez me di cuenta que todo es una farsa, el bienestar del pueblo de Piro un comino, es el bienestar de Vlassov o de los Guillon, o de los reyes de esta ciudad, es el dinero que sacan gota a gota a los ciudadanos disfrazándolo con impuestos de guerra, la guerra contra el crimen, ya no puedo seguir, hazme un favor déjame huir, me iré esta misma noche lejos de aquí –su voz era clara y decidida bien parecía que no se había bebido media botella de vodka, miraba  a su interlocutora con calma, sin esperar respuesta encendió el auto.
-Sabes que tendré que matarte –sacó una daga plateada y la acercó al cuello de Anjou.
-Lo sé, pero de todas formas me iré de aquí Tatiana, ¿Qué pensaría Bernardus si se enterase que Duvall te pagó mucho dinero por la cabeza de Leila? –la mano de Tatiana tembló un poco fue casi imperceptible pero no para una asesina entrenada como Anjou- si tiemblas verdad ¿Cómo tembló mi hermana cuando la traicionaste?, ¿Cómo lo sé? Los Guillon son demasiado soplones, basta con zarandearlos un poco, a mi estilo sabes –le guiñaba el ojo derecho y sonreía de medio lado, la daga de Tatiana seguía cerca de su cuello y eso la alentaba más a seguir- si estuve con algunos de los franceses y cantaron como tenores toda la noche, ¡perra!, ella no se merecía esto se iba a escapar, no la culpo, ¿Qué ganaba el clan?, nada.
-Era una traidora, igual que tú, Vlassov me premiará en cuanto se enteré vamos no te tengo miedo.
-Eso no te lo crees ni tu querida, tiemblas, cobarde al menos reconoce lo que hiciste, tienes suerte que no está en mis planes matarte, para qué a estas alturas, ella no volverá del averno, ahora tu bajarás esa daga y caminarás hasta tu auto, volverás donde Vlassov y le dirás que crucé la frontera de Piro, que voy camino de San Anselmo lejos de él –Puso primera y arrancó con más furia que antes, Tatiana se quedó helada, si Bernardus se llegará a enterar de su traición su castigo sería terrible, había hecho matar a una del clan por dinero, ¿por qué lo hizo?, nunca estuvo claro pero Duvall sabía que ella era el punto más débil dentro de la cadena de mando de los rusos.

Tatiana regresó media hora después y le comunicó a Vlassov de la huida de Anjou, él parecía contrariado, si su intención era escapar para qué regresó a la reunión, por qué lo reto de esa forma y salió de manera abrupta dejando dudas sobre lo que podía hacer, se dio cuenta de que Anjou no actuó de manera irracional, quería llamar la atención de él y tal vez de alguna de sus amigas, sabía de antemano que si enviaba a alguien a seguirla sería a Tatiana, era nueva y no tan necesaria en esa reunión donde se discutían asuntos de suma importancia: la coronación de la reina Elisa. Cierra la puerta y siéntate por favor –Tatiana se sentó sin decir nada miraba al suelo, se sentía acorralada.
-Se ha ido entonces, es su decisión todos tomamos decisiones en nuestras vidas, no la culpo, ahora ¿Qué decisión tomarás tu Tatiana? ¿Tienes algo que decirme?
-No Dr. no entiendo la pregunta, que puedo decirle además de que soy su más fiel pupila, la que más desea verlo brillar en el cielo de Piro, yo –Bernardus hizo un ademán con la mano y la hizo callar.
-Puedes irte a dormir, estoy cansado –se notaba irritado, no sabía qué pero se daba cuenta de que estaba siendo engañado, si Anjou al menos le hubiera dicho cual era el problema con Tatiana, ¿por qué hacerlo jugar con acertijos en estos momentos?, sonó el teléfono era Anjou.
-¿Cuál es el problema con Tatiana?
-Vaya y yo que pensé que ya te habías vuelto lento por eso te llamaba para confirmar, si hay algo con ella, ¿no sospechas que puede ser?
-Si pero me da escalofríos pensarlo…Leila es ella verdad solo por ella harías todo este alboroto, por qué no decírmelo de frente y ¡hacerme quedar en ridículo delante de mi propio clan! –su voz era furibunda y entrecortada
-Ya tienes tu respuesta, tu encárgate de tu clan como quieras todo lo que dije esta noche es verdad ya me cansé de ti y de todo esto, además expuse a la bruja traidora de Tatiana, si yo la hubiera acusado no me hubieras creído, pero seguro ya hablaste con ella, y ya te diste cuenta de que oculta algo ¿verdad?, ¿qué hay algo extraño en su forma de actuar?, así es como debía ser. Ahora adiós, y que estés bien y que tengas una buena vida y si no, mejor todavía –colgó sin esperar contestación, Vlassov se quedó pensativo un minuto mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios, la había instruido bien, era cierto no había otra forma de decirle tal traición. ¡Oh! Anjou como la extrañaría en las próximas intrigas. Tatiana ya había firmado su sentencia de muerte pero no sería pronto todavía era útil, no te preocupes Angie, Leila será vengada a su tiempo y espero que encuentres la paz que deseas fuera de aquí y que no regreses nunca más o tendría que acabar contigo también.

Fin


sábado, 18 de septiembre de 2010

La Bendecida


Ana Alemán Carmona


Santino entra en la taberna del “León de plata” para encontrarse con el Dr. Duvall, está nervioso, su mente no deja de hacer conjeturas, el lugar le parece más lúgubre que de costumbre, las paredes son de madera oscura, al igual que las mesas en las que varios parroquianos se reúnen para hacer acuerdos “importantes”, así entre vasos de vodka se echan la suerte de muchos habitantes de la ciudad de Piro, entre los criminales más asiduos está justamente el Dr. Duvall. Santino es recibido en la puerta por uno de los esbirros de Duvall, luego de pedirle que deje su espada en la barra es guiado hacia el fondo del salón, los demás parecen no darle importancia mientras camina, pero en realidad están atentos, saben que es uno de los más preciados estudiantes del Dr., y que ha caído en desgracia. Ahí está él con su cigarro encendido y su diario abierto en la página policial, “Lucía”, su espada, yace sobre la mesa como una amante demasiado ebria como para mantenerse en pie.

-Es importante que entiendan algo hijos míos, la lealtad es lo más importante en este clan, lo demás, la fortaleza, los trucos, la habilidad con la espada o con sus manos, el manejo del negocio, todo lo demás se aprende, es una cuestión de honor -con estas palabras Jean Duvall, el Dr., empezaba la formación de sus aprendices, estos eran jóvenes especialmente de la ciudad de Piro, quienes eran invitados por él a pertenecer al clan Guillon, uno de los grupos que controlaba el crimen organizado de la ciudad, claro está bajo la apariencia de ser una hermandad secreta que buscaba proteger a los ciudadanos de los atropellos de la familia real.

Santino había sido invitado a formar parte del clan desde los quince años y desde el principio fue el favorito de Duvall, entre muchas razones por lo enfocado y frío que era en batalla, no temía matar a alguien si era necesario y sobre todo no cuestionaba la autoridad de Duvall, además tenía esa estampa que tanto le gustaba al Dr. para su clan, era atractivo, muchos hubieran dicho hermoso, de facciones finas pero no delicadas, sus cabellos negros armonizaban con el azul y gélido acero de sus ojos, pese a solo tener diecisiete años el Dr. ya pensaba en él como su posible heredero, ¿quién sabe si el trono de Piro, de conseguirlo, sería para Santino. Lo que Duvall no sabía era la terrible soledad que sentía el muchacho quien sin más familia que el clan que lo acoge siente que debe haber algo más importante por qué vivir algo más que las ambiciones de un criminal o la corona de un reino igual de corrupto.
-¿Por qué justo ahora quiere verme?, he sido cuidadoso en todo momento, no creo que se haya enterado aún de Leila, no es posible.
-Siéntate -dijo secamente el Dr.- ¿quieres algo de tomar? -hizo un gesto con la mano y antes de que Santino dijera algo ya habían colocado frente a él un vaso repleto de vodka- vamos muchacho quita esa cara de espanto, ¿sabes por qué te he llamado verdad?
Vaya si lo sospechaba, pero se hizo el desentendido –la verdad no Dr., ¿hay alguna misión de la que quiere que me encargue?

Pues la verdad sí -mientras lo decía jugaba con sus dedos en la mesa –he sabido que andas muy cerca de una de esas zorras rusas, ¿es cierto no? -no miraba directamente al muchacho mientras lo interrogaba.
Estoy perdido ya lo sabe, ¿pero cómo? -el silencio de Santino fue suficiente para confirmar las sospechas del jefe del clan. -¿Cómo pudiste idiota?, ¿con una de los Vlassov, sabes de que manera has involucrado al clan?- los ojos de Duvall ahora estaban sobre Santino fuera de sus órbitas haciendo de un ya horrible rostro un espectáculo atroz.

El clan Vlassov, era el clan enemigo de los Gillon, y entre ambas familias se han disputado desde tiempos ancestrales el control de Piro, los rusos, como eran conocidos en la ciudad, sin embargo eran más aceptados por la comunidad de Piro, ya que son los guardianes del trono. La rivalidad entre ambos comenzó durante las Guerras por la Corona, donde los Vlassov, pelearon al lado de la Casa de San Mauricio, la familia regente, contra los Guillon quienes buscaban ser ellos los que accedieran al trono. Según la historia oficial fue Leonor de Argento, una Vlassov, quien dio muerte a Marcelus Guillon, y con esto terminaron las aspiraciones de los francos por el trono, de esto ya hace más de un siglo pero las heridas entre ambas familias siguen abiertas. Ahora los Vlassov están en todos los círculos de poder y los Guillon siguen agazapados en las sombras, esperando. Leila era una de las guerreras Vlassov, era hermosa, brillante y sanguinaria como todas las de su casa, educada para aniquilar al enemigo y proteger el trono y los secretos de su clan, era ella la causa de que Santino ahora estuviera temiendo por su vida.

-¿Así que tu eres el famoso Santino? -dijo con voz muy baja Leila, quien estaba escondida detrás de uno de los muros de la sala de grados de la facultad de arte.
-No sabía que ya era tan conocido por la mismísima “Bendecida” –Leila, pareció turbarse, ella no había revelado su rostro aún ¿Cómo pudo saber quien era?, desde hace mucho su nombre había sido opacado por tan gran adjetivo luego de haber sobrevivido a todos los duelos en lo que se ha enfrentado- tu fama te precede, así como tus costumbres de gata merodeadora  -dijo como adivinando y comenzó a reír– vamos muéstrate, si vas a darme fin déjame al menos mirar tu bello rostro.
-¿Oh Santino “el hermoso”, así te dicen verdad? –salió de las sombras con la espada desenvainada- ¿lo que quieres es seducirme para luego matarme?- sus pasos eran gatunos, silenciosos, ágiles, cadenciosos, Santino aguardaba con la espada en la mano y listo para saltar sobre ella- yo no soy como las demás, ¿pero tú ya sabes quién soy, verdad?
-Lo sé y, Leila, ¿estás segura que quieres morir aquí, en este salón tan espantoso? Vamos, conozco un lugar más digno de tu realeza, tal vez frente al mar –el tono sarcástico era más para calmar sus nervios que para atemorizarla a ella y así estuvieron un buen rato, retándose mutuamente hasta que las voces de los estudiantes que se hallaban en el patio estaban muy cerca del salón, se miraron y tácitamente estuvieron de acuerdo en dejar las cosas así, nunca pelearon esa noche ni ninguna otra, partieron en silencio.

Pero había algo más, no, no, no puedo amarlo, no es posible, es arrogante y vicioso, además es un criminal, es  un Guillon, pero es dulce, lo he visto con las personas del pueblo, ¿podría acaso ser una buena persona en realidad? En otro lugar de la ciudad Santino estaba teniendo dudas también, siempre la he admirado y en verdad es digna de mí, una verdadera amazona, me vuelvo loco de tanto desearla…Leila, tu nombre me sabe a noche constelada, si pudieras sentirme tú también como yo te siento así tan cerca. La pasión se abrió paso y contra todo pronóstico ambos se hicieron amantes. Debemos callar, nadie puede saberlo, no quiero ni pensar -ella temblaba dentro de sus brazos.
-Lo sé, no te inquietes, estamos seguros, cuando podamos saldremos de aquí, lo verás, nos iremos lejos, hay otras tierras más felices para nosotros, no temas, no eres la “bendecida” por accidente, nadie te dañará, a ti nunca  -se besaron tiernamente durante largo rato, el tiempo parecía detenido para los amantes enamorados.

-Y bien di algo miserable, yo que en ti había confiado  -ahora Duvall tenía tomado de la garganta a Santino y comenzó a golpearlo, la taberna se quedó vacía- vamos dime quién es.
-No, nunca, así lo supieras no podrías hacer nada, te mataría antes -la cólera fluía en las palabras del muchacho- mátame si quieres, me da igual si me destino está en tus manos, pero no diré nada -la resolución del joven sorprendió a Duvall, la lealtad después de todo existía, la de él para ella, se hizo a un lado.
-Te quería dar la oportunidad de redimirte ante mí, pero si no lo dirás, perfecto, no hace falta, tráiganla -Santino comenzó a temblar de miedo, no podía ser Leila, no ella es muy cuidadosa, pensaba- tal vez esto te abra los ojos -con cuidado Duvall puso dos bolsas de terciopelo a los pies de Santino- vamos por cual vas primero – le asestó un golpe en la boca que lo hizo sangrar –no puedes hablar, yo elegiré entonces, primero la más grande- de ella sacó un espada con rubíes incrustados en el mango, era imposible equivocarse, su corazón se aceleró descontroladamente, el acero perfectamente afilado, el sello real, era la espada de Leila –si!! Jajajjajajaj!!!! La Bendecida, ha caído, debo reconocer que tu novia dio bastante pelea, jajajjajajjaja
-Noooo que has hecho maldito, no, es posible ella te hubiera matado, ella es la mejor, no es posible, es una farsa -los tipos que lo controlaban ya casi no podían con él, estaba a punto de desatarse una gran batalla en ese lugar- voy a matarte cerdo, acabas de sellar tu sino- antes de que pudiera hacer nada volvieron a golpearlo y cayó de rodillas al suelo.
-Pero Santino dónde están tus modales, te he traído dos obsequios y quieres darme pelea sin abrir el otro, vamos que crees que es, jajajaj -del fondo del otro bolso extrajo la cabeza de Leila, sus ojos estaban cerrados y su faz tenía la tranquilidad de quien más que en batalla ha muerto rendida y resignada- aquí está tu amor, prepárenlo yo seré quien le de fin.

Santino se quedó petrificado por un momento, cómo había sido posible, pero si esta mañana la había dejado en el camino a Tournelle, era un lugar seguro, le dijo que él iría primero a las montañas a recoger algo valioso, en realidad volvió a la ciudad para culminar un último encargo que le daría mucho dinero.

Leila estaba descansando en un sendero del camino cuando vio a los espías Guillon acercarse a las montañas su intuición le decía que irían tras Santino, decidió desenfundar su espada y enfrentarlos, fue justo antes de acercarse a las montañas que los Guillon la emboscaron, ella peleo fieramente con los cuatro guerreros, sin embargo su mirada delataba una sombra poco usual en Leila pero su espada seguía siendo mortal. De repente levanto los ojos y vio a Tatiana, una guerrera Vlassov, sintió alivio.
-Hermana el Señor te envía en respuesta a mis oraciones –y así con el saludo típico entre los Vlassov Leila le daba la bienvenida a su compañera.
-Hermana a tus oraciones ha contestado el Señor de la oscuridad –los Guillon dejaron de pelear, y le abrieron el paso a Tatiana quien tomó por sorpresa a Leila y la hirió en el brazo haciéndola soltar su espada- ahora que sé que eras tú la traidora, Duvall deberá doblar su oferta, estoy entregándole a la Bendecida- la llevaron donde estaba Duvall.

Cerdo infame ¿qué quieres con tal de dejarlo en paz? -le dijo casi de rodillas pero con la voz segura al Dr.
-No lo sé, vamos chicos que puedo querer de esta zorra rusa, que no vale nada, tú y tu sangre fétida han acabado con el mejor de mis pupilos, lo he perdido por ti, ¿qué puedo querer? A ver tu cabeza bruja -casi antes de dejarla decir algo tomó su espada y asestó el golpe mortal, Leila murió sin hacer el menor ruido, en silencio- empaquen todo y busquen a Santino.

Todo de repente se nubló en la mente de Santino y no hubo más…otra vez el tiempo detenido…amor esto es por ti….

La espada del Dr., volvió a bañarse en sangre por segunda vez ese día, Santino llevó las cabezas de Duvall y de sus dos secuaces fuera de la ciudad y las arrojó para que los animales del bosque las desaparecieran, comenzó a caminar rumbo a las montañas, despacio, el viento secaba sus lágrimas y silenciaba sus gritos de dolor. 

sábado, 4 de septiembre de 2010

La canción de Leonor

Ana Alemán Carmona


Es una fría mañana en Piro, la guerrera y su espada ensangrentada. Leonor veía como los enemigos se desplomaban ante sus ojos, la sangre salía de sus cuellos cercenados, como chorros de agua infinita, ella tiene la mirada fría, fija en la sublime escena, como tantas otras donde su espada ha salido vencedora. Los demás la miran asustados, consternados, ¿cómo pudo hacerlo? Los ha matado a todos en medio del patio de la facultad, sin dudar arrasó con los enemigos, camina lentamente hacia la puerta, no intentan detenerla, la calle está aún mojada por la lluvia de la mañana, monta el caballo que la espera, ahora deberá huir de ese lugar. Todas sus esperanzas de una vida normal han sido arrancadas junto con las cabezas de los del clan Guillon, qué le puede esperar, esconderse durante mucho tiempo antes de poder volver a su amada ciudad.


Un siglo después…

La Dra. Tedesco está a punto de empezar su clase de literatura en la universidad San Mauricio, aparece con un aura de superioridad que sus alumnos resienten pero en silencio admiran, a ella no le importa nada de lo que puedan decir los demás, ella es el centro del universo, de su universo, el sol en medio de las sombras grises de los habitantes de esta ciudad, detesto esta situación, pero estoy confinada a seguir así por el resto de mi vida. Hay algo misterioso en ella, en sus ojos profundamente negros, con su rostro tan pacífico y distinguido.

-Buenas tardes señores mi nombre para los que no lo conocen es Claudinne Tedesco, para ustedes Dra. Tedesco. Entiendo que han decidido inscribirse en mi curso por que tienen interés en la literatura y sobre todo por que están calificados para sobrellevar las asignaciones del curso. Si solo lo tomaron por que les dijeron que un curso de literatura era fácil de aprobar y con ello conseguirían los créditos extras que necesitan para acabar con cualquiera que sean sus carreras, cosa que me tiene sin cuidado dicho sea de paso, pueden salir por esa puerta en este instante -decía en un tono seguro pero sin darle tanta importancia a sus interlocutores- Si aprovechan el curso quien sabe es posible que alguno de ustedes gane algo de sabiduría para el fin del semestre. Sino, estarán en la lista de reprobados y si han hecho su tarea saben que mi record es formidable en ella, ah otra cosa no pretendan que recuerde sus rostros menos sus nombres, yo amo la literatura, para no tener que amar, menos lidiar con la gente, se preguntan entonces que hago enseñando si no me gusta la gente, pues resulta que soy un genio en la materia y ustedes son afortunados de estar aquí conmigo. Punto.

El aula quedó en silencio, ¿qué pasó?, se preguntaban, Claudine tenía fama de dura pero no de arpía, es más era una de las maestras preferidas de la facultad, lo que sea que haya pasado entre el semestre pasado y este era crucial para entender ese comportamiento tan errático de la Dra. Tedesco.

-Saquen sus libros y vayan a la página dieciocho, vamos a revisar un episodio maravilloso de la historia de San Mauricio, “La canción de Leonor”…

En medio del salón estaban sentadas Leila, Anjou, Gina, Zarina y Lina, las cinco Vlassov, siempre estaban juntas, vestidas en el mismo estilo y con las miradas perdidas en la maestra que supuestamente las podía ayudar a entender secretos importantes, necesarios según el Dr. Vlassov para poder cumplir con la próxima misión que les asignaría. Bernardus Vlassov es el patriarca del clan del mismo nombre, los rusos, como son conocidos en Piro no solo están encargados de la seguridad del trono de San Mauricio, sino de otros trabajos menos honrosos pero igual de útiles a la corona real.

-Abuelo no sé cuál es la necesidad de estar en la clase de la Tedesco, ¿Qué puedo aprender de una ególatra que vive metida en sus libros? -le reclamaba en un tono altanero Lina a Bernardus durante la cena, las demás permanecían calladas, no se atrevían a reclamarle o cuestionarle cosa alguna, él era su mentor, su protector, permanecían quietas mirando sus platos mientras Luna no despegaba los ojos de Vlassov- vamos ahora me dirás que hay una buena razón que deberé descubrir.
-Sí la hay -dijo de forma cortante antes de pararse de la mesa- y es trabajo de ustedes comprender esa razón, además aprender algo en clases no les vendría mal -mostraba esa sonrisa sarcástica, amaba a esas cinco, eran sus joyas, las mejores guerras de todo el reino, las mejores que nunca hubiera entrenado, pero no sabía manifestarlo, salió al jardín dejándolas solas.
-¿Cuál es la razón Lina?, diablos que me dan unas ganas de reventarte a golpes por tonta -decía masticando su filete con rabia Anjou la más joven de todas.
-Tedesco ha sido parte del clan Valssov, igual que nosotras, no puedo creer que no se dieran cuenta, el libro que sacó en clases es igual a los que tiene el Dr. en su biblioteca, son ejemplares únicos -dijo resueltamente Zarina de repente a sus compañeras.
-¡Guao que genio!, ¿y lo sacaste por el libro?, sigues hurgando en los baúles del atrio verdad -le increpaba Leila a su hermana- así que deja tus poses de genio y dinos que sabes.

Al otro lado de la ciudad Claudinne no dejaba de caminar en círculos por su habitación. No puedo tolerar saber que él ha regresado a mi vida, se supone que murió igual que los otros aquella mañana, yo lo vi caer, ya ha pasado un siglo pero mi memoria no me falla, él murió, no, no, ¿cuál fue el error? Ahora Bernardus me envía sus mejores pupilas para vigilarme, no soy idiota, ¿estás pensando que perderé el control verdad?, que volveré a ceder ante mi ira, el tiempo no pasa en vano, no soy la misma Leonor, puedes estar tranquilo, sé que Marcelus está vivo, ¡oh sorpresa!, lo sé desde hace dos meses y no he hecho nada, he respetado el pacto Bernardus, pero si me busca no me dejaré matar, no me importará que mi doble vida quede en evidencia, ¿por eso tus pupilas verdad?, ¿la vida de quién quieres preservar Vlassov?, ya no confió en ti, ya no confió en nadie...

-¿Leonor, la Leonor de los cuentos, la que mató a los Guillon, no juegues? ¿Qué dices? -Lina igual que las demás no salía de su asombro.
-El Dr. Vlassov no es el único que llegó a alcanzar la inmortalidad, Leonor de Argento, también, lo tenía merecido luego de la victorias que logró defendiendo a la corona -Zarina relataba la historia como si de un hecho cotidiano se tratará- pero ha vivido oculta por obvias razones.

Estas razones no tenían que ver con al inmortalidad, un hecho bastante conocido en este país, la magia antigua estaba reservada para unos pocos elegidos, claro que si la espada decapitaba al elegido no había más después de eso. No, Leonor cambió de identidad por que los Gillion la buscaban para vengarse por la muerte de uno de sus candidatos al trono, otro inmortal –ahora debemos protegerla, la han descubierto, su disfraz no ha sido tan bueno, después de todo el ego ha sido su mayor traidor -la tarea no estaba completa, Zarina no sabía toda la historia del pacto entre Leonor y Bernardus, ella no debía volver a matar a un Guillion más y estaba obligada a permanecer dentro de los muros de la ciudad, estaba castigada por atacar a los franceses durante una tregua, quebrando así la paz e iniciando una de las guerras más sangrientas en la historia de la ciudad de Piro. Ellas debían evitar que se quiebre el pacto o las consecuencias serían terribles.

Dos noches más tarde ya de madrugada Leonor escuchó un ruido venir de su jardín, supo de inmediato entonces, que era hora de volver a enfrentase Marcelus, hasta ahora no entendía como no pudo acabar con él en batalla, lo cierto es que Marcelus era un elegido, un inmortal, y tenía sed de venganza. Salió al jardín con su espada desenvainada, dispuesta a combatir a muerte otra vez, hace tanto que no siento esta angustia maravillosa, estas ansias de antes de la batalla, te he extrañado tanto, si esta es la que soy…

-Bienvenida a la vida otra vez Leonor -desde el fondo del jardín apareció la figura de Marcelus, lucía decidido e intimidante- o debo decir Claudinne, ¿de dónde sacaste ese nombre, no te hace justicia, pero debo reconocer que se hizo difícil dar contigo, ahora estás lista para morir?
-No cantes victoria, y que quede claro que has sido tú quien ha venido a buscarme, no me atán más pactos o promesas…ahora me aseguraré de cortar tu cabeza para completar mi colección.

Empezaron a pelear apasionadamente, no se daban respiro las idas y venidas, el choque de espadas rompía el silencio de la noche, lucharon hasta el amanecer, -te ves cansada, y yo como nuevo -se jactaba el gran Marcelus.
-Todavía no aprendes, grandísimo idiota, yo no me cansó nunca, yo no fallo jamás -se abalanzó sobre su enemigo con más furia que antes.

Cuando llegaron las cinco Vlassov para su ronda de vigilancia habitual encontraron a Leonor sentada frente a un cuerpo decapitado, esta vez Marcelus no había podido escapar, por fin después de cien años podría dormir tranquila, sin máscaras, sin disfraces, sin nombres falsos.
-Llegan tarde, el pacto se ha roto –comenzó a reír de manera descontrolada hasta que el llanto lleno sus ojos, miro fijamente a las cinco jóvenes que parecían desconcertadas- Sé lo que esto significa y después de tanto tiempo ya no me importa.



Fin